Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 sept 2015

La Guardia Civil descarta que el cráneo hallado sea de Yéremi Vargas..................................... Txema Santana

Los restos han sido encontrados en el municipio de Vecindario (Gran Canaria), donde el niño de siete años desapareció en 2007.

Pobre Yeremi, ahora tendría 15 años. Nunca ha cerrado del todo el caso la Polícia, un niño de 7 años es un bocado para las Mafias de orános, de pederestia, para cualquier loco que quisiera un niño.

Porque si no fuera así nunca hubiera desaparecido. 

Recuerdo que su abuelo repartía almanaque de bolsillo con su carita, sin ánimo de lucro. Hicieron de todo para darlo a conocer en el mundo.  Y mientras no aparezca su familia no descansará nunca como la niña que en poco espacio geográfico, Sara, pobrecita había quedado con un amigo a poca distancia de su casa pero nunca llegó y mientras no den con su cuerpo 7 años después tampoco descansará su familia. 

La Guardia Civil ha descartado que el cráneo hallado en la población de Vecindario (Gran Canaria), donde desapareció el niño Yéremy Vargas en 2007, pertenezca al menor, según fuentes cercanas a la investigación.
 El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, pidió prudencia esta mañana, hasta que los forenses comprobaran si los restos óseos son del niño.

Yéremi Vargas desapareció sin dejar rastro en 2007, cuando tenía siete años
. Los restos hallados en Vecindario (municipio de Santa Lucía de Tirajana), han sido trasladados al juzgado, que los ha remitido al instituto anatómico forense
. Los investigadores tenían previsto cotejarlos con las muestras de ADN de los padres del niño desaparecido y auguraban que los resultados podrían conocerse en cuestión de 24 o 48 horas. Sin embargo, el veredicto ha llegado antes.
Tras el hallazgo, los investigadores habían observado que el cráneo conservaba todos los dientes, algo determinante a la hora de esclarecer si pertenecía al menor desaparecido.
El hallazgo de los restos fue casual.
 Los vio un hombre cuando paseaba por un solar situado al lado de un invernadero en la zona de El Doctoral sobre las siete de la tarde de este miércoles. La Guardia Civil envió agentes al lugar para investigar los huesos encontrados, según han confirmado fuentes del instituto armado.
Juan Francisco Vargas, padre de Yéremi, ha acudido por la mañana a la zona.
 En esa misma zona, los agentes también han recuperado un pantalón vaquero, una camiseta blanca y ropa interior masculina.
En el momento de su desaparición, el menor vestía un pantalón pirata color beis caqui, una camiseta color teja con las letras "SKHUABAN" serigrafiadas en color naranja y zapatillas deportivas marca Nike de color blanco y dorado
. También llevaba gafas graduadas de color azul con patillas color amarillo, según datos que facilitó la Guardia Civil.
El rastro de Yéremi se perdió en la tarde del sábado 10 de marzo de 2007, cuando jugaba con dos primos en un solar próximo a las viviendas de su abuela y su tía, en la barriada de Llanos de Polvo, en el municipio de Vecindario
. En el momento en el que la abuela avisó a los familiares para que acudiesen a comer, todos entraron en la casa, menos Yéremi.

16 sept 2015

¿A qué llaman amor?

En ¡HOLA!, Isabel Preysler habla por primera vez de su historia de amor con Mario Vargas Llosa.

La gran cita que organizó Porcelanosa en Nueva York contó con la presencia de un buen número de rostros conocidos en una magnífica fiesta que se convirtió en el gran evento social de la temporada.
 Esta ocasión, de la que no se ha dejado de hablar en los últimos días, fue además la elegida por Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa para su puesta de largo como pareja
. La revista ¡HOLA! de esta semana, que como cada miércoles ya está a la venta, ha entrado en la espectacular fiesta y les ofrece todos los detalles de este magnífico evento, las fotografías y las anécdotas más significativas de la noche.
Además en las páginas de ¡HOLA!, Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa presentan su relación con un excepcional posado e Isabel habla por primera vez de su historia de amor con el Nobel. “Estamos muy seguros de lo que hemos hecho”, dice Isabel. Explica también: 
“Es verdad que nos hemos hecho inseparable, y no queremos perder ni un minuto”.
Entre baldosa y baldosa y tiro porque me toca. 
 
 En esta gran noche, Isabel brilló con luz propia con un vestido de Alfredo Villalba, apostó así por la moda española, cuajado de cristales de swarovski cosidos de manera artesanal, con aplicaciones de guipur estampado y la espalda de encaje.Pues no me gustó nada, ella no es guapa por mucha cirujia y retoques, no es intelectual ella es la Gheisa fiel que acompaña al hombre que encuentra

 

Los ‘beat’ y la esperanza salvaje....................................................................... Jesus Aguado

Allen Ginsberg se trasladó a la India en los sesenta y arrastró a sus compañeros de generación hacia las filosofías orientales. Tres libros permiten recorrer aquel viaje.

Peter Orlovsky y Allen Ginsberg, en Calcuta, en 1962. / Corbis

Cuando Allen Ginsberg llega a la India con su compañero, Peter Orlovsky, en 1962 para pasar 15 meses, acaba de publicar Kaddish, el largo poema dedicado a su madre muerta que es su obra maestra y algo más: el testimonio de que ha dejado de ser un niño (“Mi infancia se fue con mi madre”) y que, por tanto, tiene que hacer algo para merecerse una mayoría de edad que necesita para estar a la altura de sus objetivos
. Esos objetivos, claros desde que William Blake le hablara una década atrás, una visión que marcó el resto de su trayectoria literaria y vital, no eran otros que convertirse en “la voz de las masas” y en “un santo”.
La India tenía que ayudarle a eso proporcionándole un maestro y modificando su percepción de la realidad.
 También hablándole en otro tono de la muerte: la de su madre, que llevaba muriendo toda la vida a causa de sus desórdenes mentales, y la suya propia, que se le aparecía como un fantasma emboscada en las drogas, los amantes, los versos o los viajes
. Después de que Kad­dish —el testimonio de un amor que corta el aliento— viera la luz, ya estaba preparado para el siguiente paso: hacerse adulto en la India.
Lo que pasó allí lo han contado el propio Ginsberg (sobre todo en sus diarios, publicados por Escalera en 2013, y en su correspondencia) y sus compañeros de aventura: Gary Snyder, Joanne Kyger y Peter Orlovsky, que se unieron a él en todo o en parte del trayecto; y Gregory Corso, Jack Kerouac o William Burroughs, que planearon hacerlo, pero que se limitaron a ser apasionados testigos a distancia.
 Pero lo han hecho, en términos narrativos o psicológicos, de manera fragmentaria, interesada, negligente y contradictoria
. Deborah Baker, con todos esos testimonios, ha reconstruido en La mano azul ese periplo.
 Y aunque lo suyo es un ensayo riguroso, fruto de su gran erudición y del conocimiento del país, donde reside parte del año, el resultado se lee como una novela: porque consigue enhebrar, con todos esos datos, un argumento (el de una búsqueda, el de las relaciones mutuas, el de una época ávida de cambios), por la estructura no lineal que utiliza (hay saltos temporales y biográficos que, como en las obras de género policiaco, dosifican la información e intensifican la intriga) y porque la sensación que deja en el lector es la de estar escuchando una especie de fábula que trasciende el riquísimo anecdotario de sus protagonistas.
También porque les dedica casi más páginas a los personajes secundarios, que son los que le dan cuerpo y credibilidad a la historia, que a los canónicos.
A la misteriosa Hope Savage, que se deshacía de sus compañeros de viaje para fomentar el desarraigo, se la relacionó con la CIA
Algunos de ellos son seres anónimos (leprosos, mendigos, santones), pero otros tienen nombre y apellido: Pupul Jayakar, Nagendra Nath, Meher Baba, Buddhadev Bose, Elise Cowen, Asoke Sarkar, Swami Sivananda, Swami Sri Shivalingam, Manjula Mitra o poetas bengalíes de la Generación Hambrienta agrupados en torno a la revista Krittibas —donde se publicó una versión de Kaddish— como Sunil Gangopa­dhyay, Shakti Chattopadhyay o Utpal Kumar Basu.
 De entre estos, la que más destaca, hasta el punto de que es casi el eje invisible del libro, un centro hacia el que irradian todos los demás, es una misteriosa mujer llamada Hope Savage, Esperanza Salvaje.
Deborah Baker nos cuenta que pertenecía a una familia adinerada, que fue novia o algo parecido de Gregory Corso, que se fue de su casa siendo muy joven para recorrer el mundo sola (vivió en Grecia, Irán, Afganistán, Adén y la India, y aprendió árabe, urdu, hindi, sánscrito y alemán), que se deshacía de sus eventuales compañeros de camino para fomentar el desarraigo, que fue comparada con Shelley y con Rimbaud, que en muchos sitios creían que era espía de la CIA, que frecuentó a Ginsberg y Orlovsky en Calcuta
 (el primero se encargaba de enviarle noticias suyas a Corso para animarle a unirse a ellos) y que su pista desaparece en 1963. Baker, según confiesa, la ha intentado encontrar sin éxito en Oriente y en Occidente, y de manera indirecta nos hace creer que este libro extraordinario ha sido escrito espoleado por esa búsqueda y con los materiales del fracaso subsiguiente.
Esperanza Salvaje: una mujer que se desvanece en el aire y una fórmula que resume la poética beat, que lucha con uñas y dientes contra el conformismo de lo consabido y contra las poderosas desesperaciones institucionalizadas.
 Una esperanza salvaje también la que embarga a Kerouac cuando se dedica durante un año, 1955, a interrogar al budismo acerca de la esencia de las dos cosas que entonces le atormentaban: la realidad (porque llevaba una década coleccionando irrealidades) y la mente (porque el alcohol y sucesivos desamores habían hecho añicos la suya)
. Es entonces cuando descubre la verdad que novela en Los vagabundos del dharma, que es de 1958: que solo el amor divino (beatífico) y la compasión que encarnan Buda y Jesús pueden salvarlo a uno. Él, que pudo haber sido “el mayor bodhisatva de los cincuenta” (para Robert Thurman, hagiográfico prologuista de Despierta, lo fue), no supo pagar el precio que había que pagar para llegar a ser eso, pero, a cambio, dejó esta obra, que no se publicó como libro hasta 2008, intensa, bien escrita (con un ritmo, un uso de recursos expresivos y una precisión terminológica a los que no siempre es fiel la traducción) y fruto de un gran conocimiento de algunas fuentes budistas, en especial el Sutra Suramgama.
Kerouac encarnó una modalidad de esperanza salvaje que le ató de pies y manos en el patio de una casa prestada mientras memorizaba pasajes de la vida de Buda

 La esperanza salvaje de Ginsberg, por su parte, le llevó a meditar en el mismo árbol bajo el que Buda se iluminó y a visitar al Dalái Lama y a muchos otros maestros.
 Entre medias, el espectro de Hope Savage haciendo de puente invisible entre uno y el otro.
La mano azul. La generación beat en la India. Deborah Baker. Traducción de David Paradela. Fórcola. Madrid, 2015. 300 páginas. 22,50 euros.
Despierta. Una vida del Buda. Jack Kerouac. Traducción de Nahuel Cristian. Hapi Books. Madrid, 2015. 160 páginas. 15 euros.
Kaddish. Allen Ginsberg. Traducción de Rodrigo Olavarría. Anagrama. Barcelona, 2015. 208 páginas. 17,90 euros.
Años en que creíamos que se podía cambiar el mundo de diversas maneras.

 

¿Por qué soñamos?............................................................................ David Shariatmadari

A pesar de todo lo que sabemos sobre la fisiología del sueño, los pensamientos oníricos siguen siendo un campo enigmático y controvertido.

 

'Flaming June', de Frederic Lord Leighton (1830-1896). / Wikimedia Commons
Quizás deberíamos preguntarle al ornitorrinco.
Allá por la década de 1950, varios científicos que trabajaban con seres humanos identificaron un estado caracterizado por el aumento de la actividad cerebral, una respiración y ritmo cardíaco acelerados y la parálisis muscular.
 Sin embargo, puede que el rasgo más sorprendente fuese la agitación de los ojos bajo los párpados cerrados, pues todos esos cambios fisiológicos se producían mientras los sujetos estaban profundamente dormidos.
Lo que habían descubierto los investigadores empezó a conocerse como fase REM (“movimiento rápido de ojos”, por sus siglas en inglés).
 En circunstancias normales, se repite cada 90 minutos aproximadamente, y ocupa en torno al 25% del tiempo que pasamos dormidos.
Muy pronto quedó claro que la gente despertada durante la fase REM se acordaba mucho mejor de sus sueños; de hecho, a menudo decían que habían estado soñando hasta ese mismo momento.
 En consecuencia, la comunidad científica empezó a concebir la fase REM como la manifestación externa del estado onírico.
 Por primera vez en la historia de la humanidad, la parte más fantástica y extraordinaria de nuestras vidas se había sometido a una observación empírica.
Pero eso no es todo, pues se descubrió que los animales también experimentaban una fase REM, algunos más a menudo y durante más tiempo que los humanos.
Ahora sabemos que el mamífero más REM, quién lo habría dicho, es el Ornithorhynchus anatinus, el ornitorrinco de toda la vida
. Quizá no debería sorprendernos, ya que, como señala Nature, “en un informe que se remonta a 1860, antes del descubrimiento de la fase REM del sueño, se afirmaba que los ornitorrincos jóvenes realizaban movimientos natatorios con sus patas delanteras mientras dormían”.
Los sueños son las chispas y efusiones de un sistema en modo de espera, como los crujidos de una vieja televisión que se está enfriando
Puede que los escritores creen androides que sueñen con ovejas eléctricas, ¿pero podemos ahora afirmar con certeza que los ornitorrincos sueñan con jugosas langostas?
La verdad es que no.
La onirología, a pesar de todo lo que sabemos sobre la fisiología del sueño, sigue siendo un campo enigmático y controvertido.
 Durante la fase no REM del sueño, el ADN se repara y el organismo recarga las pilas para el día que hay por delante.
 Pero la pregunta que ya inquietaba a nuestros antepasados de por qué soñamos - y sueñan, probablemente, la mayoría de los mamíferos - sigue siendo muy difícil de responder.
Hasta hace relativamente poco, se daba por sentado que los sueños tenían un significado.
 Esas visiones extrañas que llegaban durante la noche, cuando la oscuridad en derredor era sinónimo de peligro, debían de ser mensajes de los dioses, o destellos del futuro.
 Los sueños de los hombres y mujeres poderosos podían volverse famosos; aparecieron personas cuyo trabajo era descifrarlos, pues los sueños podían predecir el destino del clan o la nación
. El Antiguo Testamento cuenta la historia de José, convocado para interpretar el sueño del faraón en el que aparecían siete vacas “cebadas” y siete “raquíticas”.
 José confió en Dios, que le permitió comprender que aquello significaba años de plenitud para el reino, seguidos de una terrible hambruna.
Hasta hace relativamente poco, se daba por sentado que todos los sueños tenían un significado
Sin embargo, las premoniciones no son solo cosa de la historia antigua.
 Diez días antes de ser asesinado de un tiro por John Wilkes Booth, Abraham Lincoln soñó lo siguiente:
“Oía sollozos quedos, como si varias personas estuviesen llorando. Decidí salir de la cama y bajar las escaleras. Allí el silencio se rompió con los mismos sollozos tristes, pero los dolientes eran invisibles. Fui de habitación en habitación: no había un alma, pero esos sonidos de pena y aflicción iban recibiéndome a mi paso […]. Seguí hasta llegar a la Sala Este, en la que entré. Allí me encontré una sorpresa repugnante. Ante mí había un catafalco, sobre el que descansaba un cadáver envuelto en una mortaja. Lo rodeaban soldados que hacían guardia; y había un gran gentío, algunos contemplando con gesto lúgubre el cadáver, que tenía la cara cubierta, otros sollozando lastimosamente. ‘¿Quién ha muerto en la Casa Blanca?’, pregunté a uno de los soldados. ‘El presidente’, respondió, ‘¡lo ha matado un asesino!’. Entonces se elevó de entre la multitud un estallido de congoja, que me arrancó del sueño”.
Una coincidencia, claro. Lincoln corría permanentemente el riesgo de ser atacado, a punto de lograr la victoria tras una guerra civil cruenta.
 Pero todos podemos reconocer esa sensación misteriosa de su sueño; esa atmósfera espeluznante y aciaga. ¿De dónde proviene?
Para la psicóloga Linda Blair existen dos tipos de sueños
. El primero representa una clasificación de los contenidos del día, un poso de sedimentos que no es demasiado trascendente.
 Pero hay otros, “sueños que vienen acompañados por una reacción emotiva, ya sea de felicidad, tristeza o rabia. Esos sí tienen significado”.
Freud veía en ellos la expresión camuflada de los impulsos sexuales y agresivos inconscientes
. Pero lo que a Freud le parecía científico podría considerarse ahora una mera conjetura
Dichos sueños, afirma Blair, son intentos de abordar temas de nuestras vidas que no hemos sido capaces de resolver conscientemente.
 “Viajan hasta nuestro inconsciente para que los trabajemos allí, donde no nos distraen ni nos angustian tanto”, dice, y añade que los sueños "no predicen el futuro, porque nadie puede hacerlo.
 Lo que predicen son los problemas que vamos a tener que abordar”.
En consecuencia, los sueños de sus pacientes son herramientas valiosas, que le permiten tomar un atajo hacia el núcleo de un problema que es relevante desde el punto de vista clínico, pero que podría no manifestarse de ninguna otra forma.
Aunque el trabajo de Blair bebe de toda una gama de fuentes, hunde sus raíces en la revolución iniciada a principios del siglo XX por Sigmund Freud
. Fue el primero en intentar interpretar los sueños dentro de un marco científico, y veía en ellos la expresión camuflada de los impulsos sexuales y agresivos inconscientes
. Pero lo que a Freud le parecía científico podría considerarse ahora una mera conjetura.
“Freud fue importantísimo al dar al mundo otra forma de concebir los sueños”, explica John Aggleton, profesor de neurociencia cognitiva de la Universidad de Cardiff.
“El problema llega a la hora de convertir esas ideas en algo que se pueda comprobar realmente.
Ahí es donde, desde el punto de vista neurocientífico, siempre ha habido un escollo”.
Pero, admite, “hay una serie de temas comunes en los sueños
. Mucha gente, por ejemplo, sueña con el sexo.
 Del par de sueños recurrentes que yo tengo, y estoy seguro de que muchas personas sueñan lo mismo, en uno pierdo los dientes y en otro —un clásico entre los conferenciantes— voy a hablar y descubro que no llevo pantalones ni ropa interior, y que no puedo hacer nada para remediarlo”.
¿Estamos seguros de que ese tipo de sueños exige una explicación psicológica?
“Sí, pero también podrían indicar algo aburridísimo: que soñamos que hemos perdido los dientes porque tenemos la mano encima de la boca y provoca una sensación de incomodidad.
Asimismo, no sería una sorpresa mayúscula que nuestro tipo de ropa o falta de ropa influyese en la forma en que algunos de estos sueños se repiten”, añade.
Sigmund Freud fue el primero en interpretar los sueños en un marco científico. / Wikimedia Commons.
¿Con qué más cosas salen los que dudan de las teorías psicológicas de los sueños?
En la década de 1960, los científicos descubrieron que cuando a los gatos se les extirpaba una antigua estructura evolutiva llamada puente troncoencefálico, el sueño REM desaparecía por completo. Algunos concluyeron que, durante la fase REM, los mensajes químicos llegados del puente activaban algunas partes del lóbulo frontal del cerebro, incitándolas a producir imágenes y sensaciones completamente aleatorias
. Por consiguiente, detrás de los sueños estaría el lóbulo frontal, “haciendo lo que buenamente puede para crear imágenes oníricas, incluso parcialmente coherentes, a partir de las señales relativamente confusas enviadas desde el tronco cerebral”.
Para algunos, eso constituyó una nueva base para comprender los sueños: son las chispas y efusiones de un sistema en modo de espera, como los crujidos de una vieja televisión que se está enfriando. Para Patrick McNamara, director del laboratorio de neurocomportamiento evolutivo de la Universidad de Boston, se trata de un mito que todavía está por derribar.
“Una de las cosas que más me irrita es la idea de que los sueños no son más que un flujo aleatorio nocturno, que no significa nada”.
 Al contrario, afirma McNamara, “ahora existen pruebas muy claras de que los sueños son funcionales”.
Las investigaciones recientes han socavado la idea de que los sueños solo se producen durante la fase REM, y que son un proceso de abajo hacia arriba, en el que las partes más antiguas del cerebro activan las más evolucionadas.
 El paradigma inicial cambió como consecuencia de cientos de estudios sobre el contenido de sueños individuales, que mostraban que las personas de diferentes culturas tenían sueños similares: para McNamara, esa era la prueba de un mecanismo adaptable en funcionamiento.
¿Pero por qué son adaptables, y por ende beneficiosos para nuestra supervivencia como especie? ¿Es por la antigua idea psicoterapéutica de que los sueños son llaves para abrir los problemas que atañen a nuestras relaciones?
 “Creo que hay datos que indican que, entre otras cosas, los sueños contribuyen a facilitar las interacciones sociales”, señala McNamara.
 Sin embargo, para él la auténtica ventaja es menos poética.
“La mayoría de los científicos que estudian los sueños creen que soñamos para practicar la manera de evitar situaciones amenazantes durante el día […].
 Los hombres suelen soñar con interacciones agresivas con otros hombres, mientras que las mujeres sueñan con interacciones verbales con ambos sexos
. Otro patrón que se repite es que, cuando aparecen hombres desconocidos en los sueños, suelen indicar una agresión física”.
McNamara continúa: “Para los hombres, los principales competidores en sus relaciones sexuales con las mujeres son otros hombres, así que sueñan con enfrentamientos agresivos contra ellos
. La presencia de desconocidos que indican una agresión física probablemente esté vinculada a que las amenazas más graves, en tiempos ancestrales, provenían de ellos. Asaltantes de una tribu rival que llegaban para intentar llevarse a las mujeres y los recursos: esas eran las principales amenazas para la supervivencia”.
“Algunos sueños viajan hasta nuestro inconsciente para que los trabajemos allí, donde no nos distraen ni nos angustian tanto”
Resulta interesante que, más de un siglo después de Freud, cuyos detractores ridiculizaron y tildaron como una obsesión su interés por el sexo y la agresión, estos elementos puedan volver a considerarse el motivo por el que soñamos.
Para los psicólogos como Linda Blair, que trabaja con un marco más amplio —y para quien las pruebas son lo que ayuda a un paciente angustiado—, eso no puede ser suficiente.
“Considero que hay demasiada riqueza en el cerebro de las personas como pare reducir las cosas a algo tan específico.
Para mí los sueños pueden significar cualquier cosa. No lo sé hasta que el paciente y yo lo averiguamos juntos”. Blair ve la interpretación de los sueños —que a su vez puede generar sueños más claros, o más desconcertantes— como la “elaboración de masa”: trabajar un tema que al principio puede resultar demasiado aterrador o repugnante como para comprenderlo, hasta que alcanza un estado en el que se puede abordar. Eso podría significar comprender poco a poco las metáforas, que son la forma en que el subconsciente saca a relucir temas peliagudos. Sin embargo, Blair advierte que no hay que acelerar las conclusiones sobre el significado de vacas raquíticas y catafalcos. “No hay símbolos oníricos universales. Cada persona tiene su propio sistema de símbolos, su propio lenguaje particular, y una de las cosas más divertidas de la terapia es descifrarlo”.
Algo a lo que nunca seremos capaces de acceder, claro está, es al lenguaje privado del ornitorrinco. Y la alta probabilidad de que los animales sueñen —en palabras de Aggleton, “cualquiera que tenga un perro o un gato lo sabe de sobra”— es un buen recordatorio del misterio esencial que rodea al tema. Para los humanos, los sueños son al mismo tiempo salvajes, instintivos e intelectuales. Son versiones distorsionadas de nuestros deseos, tensas novelas de suspense que escribimos cada noche. ¿Por qué soñamos? Porque estamos vivos.
Traducción de News Clips