Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 sept 2015

La transformación de Letizia

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Letizia Ortiz presentando un Telediario en 2003. 

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Los entonces príncipes con los abuelos paterns de doña Letizia poco después de anunciarse su noviazgo. 


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La primera imagen de doña Letizia y doña Sofía juntas tras el anuncio del noviazgo. 


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Don Felipe y doña Letizia con los duques de Luxemburgo en la fiesta previa a la boda de los príncipes de Dinamarca. 

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El día de la boda de los entonces príncipes con los reyes Juan Carlos y Sofía., le sobraba tela por todas partes y un cuello desbocado que le resaltaba su extrema delgadez la Tiara no le favorecía ¿Quié la Peinó?

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Doña Letizia y doña Sofía, en el bautizo de Leonor. 


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Los príncipes de Asturias, en su casa de La Zarzuela, horas antes de anunciar que iban a ser padre por segunda vez. 


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Los príncipes con sus hijas en Marivent. 


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Letizia Ortiz con Carla Bruni, en la visita a España del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy,Mirror Mirror y aquí fue dónde las había más guapas que ella.

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Letizia Ortiz, al cumplir 40 años.Y aquí empieza el cambio....

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La entonces todavía princesa de Asturias durante la ceremonia de abdicación de su suegro, el rey Juan Carlos, el 18 de junio de 2014.Sigue cambiando...

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Los Reyes junto a sus hijas durante la coronación, el 19 de junio de 2014. Natural y sencilla, Doña Letizia hace un gesto de cariño a la princesa Leonor y a la infanta Sofía, que iban conjuntadas con el mismo vestido en diferentes tonos. 
Y empieza su verdadero cambio así como hizo la Preysler.....
 
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Los Reyes y sus hijas en el puerto de Mallorca durante sus vacaciones estivales oficiales este año. La camiseta de la Reina fue muy comentada por original. Llevaba repartidas las letras del célebre Kafka.
 UUFFF de una camiseta se pasa a un autor....


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Letizia, que este año se cortó su larga melena y cambió de imagen.Se le empieza a notar muy artificial.....
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La Reina con el presidente de Honduras y su esposa, durante su primer viaje de cooperación., Lleva un vestido de cóctel que no es para esa ocasión....dejando a la otra un poco gorda.....

El triunfo de la libertad y la belleza de ‘Lolita’....................................... Winston Manrique Sabogal

Poetas, narradores y filósofos explican las puertas que abrió a la literatura la gran y controvertida obra de Nabokov.

 

James Mason y Sue Lyon, en un fotograma de 'Lolita', de Stanley Kubrick, con guion de Nabokov, autor de la novela.

“Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul” (Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía).
 Son las palabras mágicas con que Vladímir Nabokov abre el mundo de Lolita, una de las novelas más perturbadoras y cautivadoras de la literatura, y un clásico universal
. Uno cuya belleza aumenta con el tiempo.
Como aumentan las dudas de si hoy, sesenta años después de su primera edición, sería publicada en un mundo que parece retroceder en ciertos aspectos.
 Pero, ¿qué se habría perdido la literatura de no haber existido Lolita?
En la larga lucha entre la libertad y el puritanismo, 'Lolita' está del lado de la libertad”, dice el poeta González Iglesias
Su publicación hoy sería difícil según algunos escritores, pensadores y críticos
. Incluso su condición de clásico tambalearía, explica el poeta Juan Antonio González Iglesias, “porque los enemigos de la libertad son muchos, y con un gran poder
. En la larga lucha entre la libertad y el puritanismo, Lolita está del lado de la libertad”.
 Una obra, según el filósofo Manuel Cruz, que “muestra que la apariencia de libertad y de tolerancia sexual y amorosa en general en la que vivimos no viene a ser otra cosa, a fin de cuentas, que la sustitución de los viejos tabúes visibles por otros nuevos, invisibles por representar la obviedad emergente”.
Nabokov, asegura la escritora Marta Sanz, “invitó a reflexionar sobre el significado de lo obsceno y sobre nuestra propia hipocresía”.
Más allá del deseo, más acá del amor, rodeado de obsesión y dolor, el protagonista de la novela, un escritor llamado Humbert Humbert, hace público su “pecado” de amar y desear a una adolescente con el arte de la literatura hasta crear, según escribió Mario Vargas Llosa en 1987, una de “las más sutiles y complejas creaciones literarias de nuestro tiempo”.
Rechazada por cuatro editoriales, solo The Olympia Press, un pequeño sello editorial parisino especializado en obras eróticas, se atrevió a publicarla el 15 de septiembre de 1955, tres años después apareció en Estados Unidos
. Lolita nació casi maldita, el propio Nabokov (1899-1977) un día echó el original al fuego y su esposa Vera lo rescató; luego, tras llegar a las librerías generó una estela de escándalo y acusaciones por desafiar tabúes y poner a la sociedad ante el espejo de deseos oscuros.
Su popularidad aumentó cuando Stanley Kubrick le hizo justicia en el cine, en 1962, con guion del propio escritor ruso.
“Lo-lee-ta: the tip of de tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo.Lee.Ta” (Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta).
Lanzó una pregunta sobre si resulta más obsceno, incluso más inmoral, la atracción hacia una nínfula o el asesinato.

Sobre si resulta más inmoral cometer estas acciones o mostrarlas regodeándose en ellas", explica Marta Sanz
A partir de este magistral y musical comienzo, la historia de Humbert Humbert se desliza por varios estadios de lectura donde destaca el virtuosismo del lenguaje y su arquitectura. Nabokov, asegura Marta Sanz, “lanzó una pregunta sobre si resulta más obsceno, incluso más inmoral, la atracción hacia una nínfula o el asesinato.
Sobre si resulta más inmoral cometer estas acciones o mostrarlas regodeándose en ellas.
 Sobre si lo obsceno es la vulgaridad de una sociedad que cree que el Reader Digest es cultura o la sofisticación intelectual (¿maligna?) de un Humbert Humbert que en el fondo se mueve por el impulso lascivo de sus ojos de mono
. Nabokov tal vez enlaza con esa sensibilidad estética tan contemporánea que mantiene que la provocación puede constituir una acción moral sin caer en el moralismo.
 Todo eso se sugiere a través de una palabra sensual en la que importan las uñas pintadas de los pies de la nínfula tanto como el sonido de su nombre:
 Lo-li-ta. Nabokov sabe que es imposible decir lo mismo de otra manera y que la textura de su lenguaje es tan atractiva, provocadora y morbosa como lo que nos está contando.
 De hecho, es lo que nos está contando: la fusión de la ética y la estética en función del principio libertino del placer”.
Pero Lolita desató un escándalo moral, cuando justo lo que Nabokov buscaba era alejarse de la moral, afirma Javier Aparicio Maydeu, crítico literario y especialista en el autor ruso.
 La novela es mucho más que esos adjetivos envenenados al convertirse en un eslabón en la sensibilidad del siglo XX.
 Es sobre todo, agrega Aparicio Maydeu, “el triunfo de la novela que no persigue ya la militancia moral que sostuvo la novela naturalista del XIX (de la que parece burlarse). Lolita parece extirparle la ética a la novela y, sin lugar a dudas, conquista para la novela moderna la ambigüedad (del narrador) y el protagonismo del lenguaje por encima de la trama en sí”.
“Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba de pie, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita”.
A partir de ahí se acuñó ese nombre para referirse a aquellas preadolescentes tan seductoras como inocentes de su propio milagro de atracción sobre algunos hombres. Vladímir Nabokov no estuvo del todo contento con la popularidad y algunas interpretaciones de su obra.
 En una entrevista en la televisión francesa a Bernard Pivot dijo:
 “Fuera de la mirada maniaca del señor Humbert no hay nínfula. Lolita, la nínfula, sólo existe a través de la obsesión que destruye a Humbert. Este es un aspecto esencial de un libro singular que ha sido falseado por una popularidad artificiosa".
La novela muestra que la apariencia de libertad y de tolerancia sexual y amorosa en general en la que vivimos no viene ser otra cosa, a fin de cuentas, que la sustitución de los viejos tabúes visibles por otros nuevos", asegura Manuel Cruz
La lucha de esta historia en la novela es entre la obsesión presente del protagonista y un recuerdo y sueño frustrado que se niega a morir; y, en la vida real, entre la libertad y el puritanismo, entre la ética y la estética.
 “No es únicamente un placer intelectual para cada lector”, asegura el poeta Juan Antonio González Iglesias.
 Ese mundo que Nabokov crea, agrega el poeta, “ensancha los límites de nuestro mundo. Lolita es una novela de estirpe poética, tiene la belleza, la sensibilidad y la perfección, pero también la tensión ética y política de un acontecimiento que es de todos.
 En la larga lucha entre la libertad y el puritanismo, Lolita está del lado de la libertad. Su impacto universal es hacia el futuro, aunque también repercute en el pasado.
 Permite releer la experiencia humana de otra manera”.
No duda González Iglesias en considerarla un clásico con fuerza para modificar el mundo.
 A lo cual contribuyó, añade, la vocación formal de N
abokov, y también el hecho de que él lo escribiera fuera de su país y fuera de su lengua natal: “Expone un arquetipo y por eso pertenece a la historia de la literatura.
 A la universal, no a la norteamericana ni a la rusa, ni debe centrarse sólo en lo superficial de la cuestión erótica.
 Afortunadamente, Lolita es ya un clásico.
 Me pregunto si llegaría a serlo en caso de publicarse ahora”.
Entonces, tal vez la respiración de algunos volvería a alterarse
. Cuando la verdad, explica el filósofo Manuel Cruz, es que “la gran virtud del libro es haber puesto en evidencia, más allá de los recovecos del deseo, el modo oscuro e invisible en que nuestras sociedades responden a él.
 El catálogo de figuras de los distintos poderes que (cada uno a su manera) atemorizan al protagonista, los fantasmas que lo amenazan con convertirlo ante sí mismo y ante los demás en la materialización de las diferentes figuras de la maldad (delincuente, pervertido, loco...) muestra que la apariencia de libertad y de tolerancia sexual y amorosa en general en la que vivimos no viene a ser otra cosa, a fin de cuentas, que la sustitución de los viejos tabúes visibles por otros nuevos, invisibles por representar la obviedad emergente.
 ¿O es que alguien se atrevería a escribir hoy un libro en el que el autor hiciera suya la mirada amorosa de Dante hacia Beatriz? “.
Tesoros perdidos o secretos.
 Un grito que se niega a ser silenciado.
 El resultado, según el escritor Colm Tóibín, “es como si Nabokov insertara una música artística y exquisita en la vida estadounidense
. Encontró un tono astuto, cómico, lleno de belleza y deseo para ponerlo en el país que estaba menos dispuesto a resistir todo eso.
 El hecho de que Lolita fuera estadounidense y la novela se desarrollara en los suburbios y carreteras abiertas de ese país creó la gracia del estilo, la risa oscura en las sentencias y la hizo más seductora”.
Lolita es una matrioska en la realidad y en la ficción.
 En manos de los lectores surgen múltiples lecturas, pero siempre belleza
. Debajo de la novela, en su origen, está El hechicero, un relato que Nabokov escribió en 1939 y que mantuvo entre sombras hasta un par de años después de la publicación de Lolita.
 A su vez, esa nínfula de la ficción tiene una precursora, el fantasma que persigue Humbert Humbert llamado Annabel Leigh, aquel amor adolescente, correspondido pero frustrado en el límite de la realización.
 Y Annabel, a su vez, viene de un tiempo muy lejano.
Nace en 1849 de la mano del último poema completo que escribió Edgar Allan Poe: Annabel Lee:
“Fue hace muchos y muchos años,
en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
que amar y ser amada por mí.
(…)
Porque la luna no luce sin traérme sueños
de la hermosa Annabel Lee;
ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso la noche acostado al lado
de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
en su sepulcro junto al mar—
en su tumba a orillas del mar”.
Y a orillas del mar fue la última vez que Humbert Humbert vio a su primer amor, Annabel Leigh, que luego se convertiría en un deseo malsano.
 Aquella historia de amor y pasión de Poe con su música de elegante tristeza y orfandad, Vladímir Nabokov la hace resonar en su protagonista que sueña con su nínfula y su amor marchitado antes de florecer, y sobre todo, desea ser deseado.
"Simplemente me gusta componer acertijos con soluciones elegantes", dijo su autor.
 Y dejó clara su concepción de la literatura: "una obra de ficción solo existe en la medida en que me proporciona lo que llamaré, lisa y llanamente, placer estético".
Y es así como en la confesión de su escritor Humbert Humbert, se lee: "
A decir verdad, es muy posible que la atracción que ejerce sobre mí la inmadurez resida no tanto en la limpidez de la belleza infantil, inmaculada, prohibida, cuanto en la seguridad de una situación en que perfecciones infinitas colman el abismo entre lo poco concedido y lo mucho prometido...".

14 sept 2015

Mensajero de la naturaleza....................................................................... jacobo siruela

Las atmósferas del fotógrafo japonés Masao Yamamoto invitan a la contemplación

El editor de Atalanta reflexiona sobre la fuerza de lo vivo que se plasma en sus imágenes.

Fotografía de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
Hay artistas cuyas imágenes de gran formato o temas fuertes vienen a nuestro encuentro, como una flecha directa a los ojos, con el fin de hacernos aspirar el ácido hedor de nuestros días.
 Masao Yamamoto no se cuenta entre ellos; más bien está en las antípodas.
 Sus fotografías no nos llegan fácilmente: somos nosotros los que debemos ir a su encuentro, y a menudo acercarnos mucho debido a su pequeño formato, como si nos aproximáramos a mirar en el hueco de una cerradura.
 Frente a la espectacularidad o violencia de muchas imágenes contemporáneas, él opone lo suave, lo sutil; lo cual no indica blandura ni conformismo de ningún género: su suavidad es semejante a la niebla que envuelve en misterio a un paisaje y lo transmuta.
Yamamoto anuncia ya el advenimiento de una nueva belleza
Tampoco su arte corresponde a ningún formalismo al uso.
Su poética particular es fiel a su tradición cultural, vive apartada de la inercia desintegradora que impulsa a las nuevas corrientes artísticas.
Visto desde esta óptica,
 Yamamoto podría parecer un artista nostálgico, un artista “antimoderno”.
 Sus fotografías, casi siempre en blanco y negro y delicadamente bañadas en té o café, tienen a menudo los bordes desgastados adrede, a veces rotos o raspados, o con pequeños arañazos y diminutas salpicaduras; parecen sacadas de un viejo álbum fotográfico en el que el tiempo ha dejado su marca indeleble.
Sus fotos nunca tienen el brillo artificial de las superficies nuevas ni la viveza postiza de los tonos subidos. Yamamoto rechaza el aspecto nuevo de los objetos que parecen haber quedado fuera del efecto del tiempo: para él, cualquier máscara de actualidad o de vana pretensión de escapar al desgaste temporal, sencillamente, es ilusoria.
 Pero, si bien el tiempo histórico no ha dejado ninguna huella en sus fotografías, el tiempo se expresa como eterno presente, o un instante sin fin, inmóvil, de lo intemporal.
Y también, por otro lado, el flujo del tiempo deja su rastro de deterioro en la materialidad de las fotografías, lo cual es una toma de conciencia con la fugacidad de todas las cosas
. Pero volvamos a su paciente y delicado trabajo de taller, que tiene la particularidad, la rara virtud, de convertir una fría reproducción serial en un objeto único, que muchas veces cabe en la palma de la mano.
 Esto devuelve de algún modo la fotografía a una dimensión artesanal emparentada con los viejos oficios manuales de los pintores o miniaturistas del pasado.
 No en vano, Yamamoto comenzó su andadura artística como pintor.
Fotografía de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
Otra de las particularidades que solía distinguir su arte –ahora ya no lo hace– era la manera en que distribuía sus fotos en las galerías, deliberadamente desperdigadas en las paredes. Formaban parte de una instalación efímera, aparentemente azarosa, cuya colocación guardaba, sin embargo, un sentido narrativo, vago pero implícito.
 Es curioso, pero lo narrativo –lo supuestamente literario– también fue un procedimiento que las vanguardias del siglo pasado (cubismo, futurismo, abstracción y arte conceptual…) quisieron desterrar del ámbito artístico.
 Su intención era concentrar toda la expresión en la pura forma, en las nuevas formas de la modernidad, totalmente distanciadas de la narración sentimental o costumbrista del siglo XIX.
 Sin embargo, Yamamoto no corresponde en realidad a esta pretensión literaria de narrar historias con las imágenes.
 Si rescata la sucesión temporal de la tradición asiática –concretamente la de los largos rollos horizontales chinos, que a medida que se desplegaban iban mostrando un paisaje pintado– es con el objeto de introducir el tiempo en el espacio, de dar énfasis a un dinamismo temporal vivo y reversible, más allá del instante único y estático que establece la imagen fotográfica.
Frente a la espectacularidad, Yamamoto opone lo suave, lo sutil
Parece un mero juego vanguardista, pero, como ya se ha dicho, Yamamoto no comulga con ninguna pretensión rupturista ni abriga intención alguna de romper ningún molde establecido. Si ha obrado así es más bien por necesidades de contenido que de forma.
 Su arte no brota de ningún obligado formalismo, sino de una necesidad interior, de una búsqueda permanente de las cualidades secretas del mundo.
 Esa cualidad implícita que hallamos en el espacio vacío y silente de la naturaleza, en el flujo sutil del tiempo y en la huella que deja en todas las cosas materiales, o en la belleza que emana de la interminable cadena del ser compuesta por aves, nubes, flores, montañas, mares, raíces, frutas, monos, gatos, insectos, cuerpos desnudos tendidos en la oscuridad…
Su arte se concreta en la vida natural, se concentra en el retorno al origen.
Hace muchos siglos que la cultura europea propició la separación del ser humano de la naturaleza. Primero, el cristianismo la despojó de todo el valor sagrado que le había atribuido la religión pagana; luego, el pensamiento moderno lo redujo con Descartes a cosa, res extensa; y más tarde, el mito del progreso alentó su conquista apoyado en una tecnología cada vez más avanzada con consecuencias cada vez más devastadoras.
Aunque el progreso del siglo XX haya tenido las mismas consecuencias en los países asiáticos, la tradición nipona parte de un sustrato ideológico totalmente diferente.
 Antes de la revolución industrial, los japoneses no se sentían separados de la naturaleza ni se consideraban sus dueños, como los europeos en Occidente. Herederos del sintoísmo, siempre guardaron una actitud reverencial ante ella, y observarla, descubrir sus leyes y asumirlas como propias y plenas de valor fue la aspiración máxima de los antiguos sabios de Extremo Oriente.
Pero también de los artistas. Los pintores chinos debían conocer las leyes secretas de lo que llamaban el li –principio que estructura todas las formas naturales– así como las del qi, o estudio de las características de la energía vital que anima a todo el universo.
Fotografías de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
Tanto en China como en Japón, los artistas plásticos no intentaron imitar el aspecto externo de las cosas, su objetivo fue reflejar el “principio interior” que rige todas las cosas.
 Esto comportaba una absoluta interiorización de la naturaleza a través de contemplarla de forma continuada hasta fundirse con ella. Yamamoto forma parte de esta tradición, o al menos del sentimiento original que la propició
. Para él, toda la vida natural es pura inmanencia de cualidades y energías, que dice sentir, ya sea en las suaves ondas de las olas, en la singular morfología de las piedras y raíces del campo o en las hermosas formas coloristas en las alas de las mariposas.
 Todas sus fotos intentan transmitir, como los maestros antiguos, la poesía interna de la naturaleza que solo el artista puede captar y expresar:
“He intentado ser el mensajero de la naturaleza”, escribe en uno de sus textos.
Su arte recupera el diálogo espiritual del hombre asiático con la naturaleza
Yamamoto vive alejado del ruido y el bullicio de las ciudades y, como habitante del bosque, su mirada nos devuelve al antiguo sentido contemplativo de los monjes y artistas asiáticos
. Sus fotos comunican la fuerza y sencillez de todo lo vivo, la poderosa y delicada belleza que irradia todo aquello que simplemente es: el estado natural y original del ser.
Lo natural en su estado originario es llana y simplemente la belleza.
 Pero lo bello es un anhelo, no una meta alcanzada.
 ¿Es acaso inalcanzable? En realidad, no hay nada más huidizo (ni más profundo) que esta misteriosa cualidad del universo que las capillas artísticas hoy día han decidido relegar hasta haberla convertido en estorbo
. Pero esta pérdida de sentido –consecuencia directa del olvido– no implica en modo alguno su desaparición porque, digan lo que digan las voces oficiosas, la belleza encierra el mayor misterio del arte.
Heráclito y Pitágoras fueron los primeros pensadores occidentales en captar y entender la armonía secreta del universo, que el segundo de ellos denominó kosmos
. Para el pitagorismo, la belleza expresaba la proporción de las partes y su recíproca relación, fundamento de todo el arte clásico
. Esta teoría mantuvo su vigencia en Europa hasta mediados del XVIII. Un siglo después, la Ilustración transformaría el estudio de la belleza en estética.
Palabra que proviene de la acepción griega aistetikós, que designa todo lo que es susceptible de ser percibido por los sentidos
. De modo que a partir del siglo XVIII, la estética entregó el arte al endeble reino de las sensaciones agradables, desposeyéndolo de todo su antiguo sentido metafísico dado por Platón en la antigüedad, que se conservó vivo durante toda la Edad Media, siendo impulsado de nuevo en el Renacimiento por el neoplatonismo de Ficino, cuya influencia llegó hasta Miguel Ángel.
Fotografías de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
A partir de este momento, las ideas estéticas fueron sufriendo diferentes metamorfosis al ritmo de sucesivos movimientos siempre duales: neoclasicismo-romanticismo, realismo-simbolismo, hasta llegar al siglo XX, en donde Valéry anuncia ya su muerte, en 1929, cuando escribe: “
La Belleza es una especie de muerte.
 La novedad, la intensidad, la extrañeza, en una palabra, todos los valores de choque, la han suplantado”
. Y tal es la situación presente
. Ahora el coro de la obra parece recitar como las brujas de Mac­beth: ahora “lo bello es feo; lo feo, hermoso”.
En fin, todo esto viene a cuento para colocar a Yamamoto en un contexto histórico, ya que la belleza parece ser su verdad
. En efecto, su arte recupera el diálogo espiritual del hombre asiático con la naturaleza y su deseo de transmitir la misteriosa expresión feliz de la vida.
 La muerte de la belleza es una mera desaprensión de significado; la consecuencia de haber perdido un sentimiento primigenio.
Ahora la belleza no puede ser idealista ni reclamar este tipo de trascendencia.
 Lo bello solo puede ser hoy inmanente.
Solo puede regresar a nuestro mundo artificial tecnificado de una manera renovada y natural, a través de su opuesto: la naturaleza.
Tal como hace Yamamoto.
Su fotografía es la prueba fehaciente de cómo un artista abre una puerta al futuro
Pero ¿de dónde proviene realmente lo bello? Esta es una pregunta sustancial, que nos obliga a abordar este asunto desde una perspectiva psicológica.
En efecto, a partir de que todo lo contemplado es siempre inseparable de quien lo contempla, se deduce que la belleza, en realidad, es un estado. Lo cual no quiere decir que se pueda afirmar taxativamente que no se encuentra también en la naturaleza.
La liebre, el caballo y las aves marinas son bellas en sí mismas; sin embargo, no conocen la belleza, porque esta solo existe a través de la mirada y sentimiento del ser humano.
Quien no alcanza ese estado es incapaz de percibir lo bello.
 Realmente está a la mano de cualquiera, pero distinguirla y sentirla es una cuestión de grados o estados de sensibilidad.
No se hace presente a todos
. Riadas de personas pueden pasar todos los días por un mismo lugar sin descubrir su belleza, y otra persona descubrirla al momento.
 La belleza es un estado.
 Resuena en nuestro interior.
Yamamoto anuncia ya el advenimiento de una nueva belleza, cuyos santuarios se encuentran en los cada vez más escasos espacios naturales.
 Quizá esto nos ayude a volver a dialogar y sentir de nuevo la naturaleza como algo propio, no como algo distinto de nosotros, sino como el espejo de una realidad de la cual formamos parte.
 Su fotografía es la prueba fehaciente de cómo un artista, a contracorriente de todas las supersticiones modernas, abre una puerta al futuro; y en lugar de rendir culto a un presente cada vez más confuso, retoma ciertas claves culturales del pasado para renovar el lenguaje estético y expresar con todo rigor y naturalidad la transparencia original de la vida, que no es otra cosa que belleza y misterio en su más natural simplicidad.
elpaissemanal@elpais.es
Todo este ártículo me parece que veo lo que escribe, siempre Jacobo Siruela su tendencia hacia lo bello, pero a la vez silencioso no se podia ver o notar de golpe, era algo más que todo eso y aquí lo dice bien claro, es un lenguaje exquisito hacia la armonía, contemplar y leer con sosiego y pensar en estos momentos tan complicados, en su lectura hay serenidad y sus fotografías armonías. Hace una esplendida descripción de la belleza de Yamamoto en su obra, sobre la armonía china y japonesa, pasando por toda la Historía del Arte desde Grecia, que ahora no está en esas fotos del Olimpo sino en su Iliada particular hasta ahora justo es reconocer la belleza que vuelve en el Renacimiento y justo es recrearnos en todo pasado y Presente.

 

Carolina Herrera, más allá de las tendencias........................................................ Leticia García

La diseñadora presenta una colección de apariencia sencilla y factura artesanal.

Diseño de Carolina Herrera durante su desfile en la Semana de la Moda de Nueva York. / AP
Nueva York no es París, Milán ni, por supuesto, es Londres.
 Esa cosa confusa llamada chic se ha convertido en un concepto patrimonial francés.
 Aquí no se obsesionan con la dramatización de las prendas.
 Tampoco suelen empeñarse en experimentar para ser tenidos en cuenta.
 En Norteamérica la moda ha discurrido por otros cauces sociales: el cultural, o lo que es lo mismo, la obsesión por vender y no por exhibir en eventos efímeros.
Y el histórico; que la ha apartado siempre del esplendor que envuelve a lo parisino, de la vanguardia que se asocia a lo londinense o de la idea de glamour que sostiene la industria milanesa.
Modelos durante el desfile de Carolina Herrera. / AP
Y en esta semana de la moda, la tarde del domingo y la mañana del lunes han recordado de qué va esto de ser un diseñador de éxito en Nueva York porque han presentado colección para el verano dos de sus bastiones: Diane von Fürstenberg y Carolina Herrera
. Dos estilos distintos y que, sin embargo, reúnen a la misma congregación en sus respectivos desfiles. Junto a Anna Wintour, Tim Blanks, y otros gurús de la comunicación de moda a este lado del charco, se sentaban miembros del Upper East Side e iconos de ese nuevo estilo aristocrático que encarnan a la perfección Lauren Santo Domingo o Miroslava Duma.
Mini vestido fucsia de Carolina Herrera. / AP
En plena explosión de los rumores que especulan con su jubilación, Carolina Herrera (que ha mostrado la colección en dos turnos, dada la inmensa cantidad de peticiones recibidas) ha elegido la Frick Collection, uno de los edificios más bellos de la Gran Manzana, para demostrar, una vez más, que lo suyo va más allá de las tendencia
s. Organza, sedas, plumas y rosa, mucho rosa en vestidos de apariencia sencilla y factura artesanal.
Al fin y al cabo, ella, con permiso de Óscar de la Renta, es la gran aliada de la alta sociedad americana.
 No es alta costura porque no desfila en Francia y, en ocasiones, tampoco está confeccionado a mano. Pero visualmente (y, sobre todo, socialmente) cumple la misma función.
Astucia
Fürstenberg, inventora del wrap dress, ese vestido cruzado que hace tres décadas se convirtió en el uniforme de la norteamericana cosmopolita e independiente, lleva más de tres décadas adaptando esa idea de sofisticación urbana a los vaivenes estéticos de cada época
. Para el verano propone vestidos mini en colores camel, mariposas y flores alineadas en estampados geométricos sobre blusas y pantalones de seda y una reformulación del estilo safari en materiales de lujo. 
Nada radicalmente novedoso pero sí astuto, dado que acerca su identidad a un público más joven pero igualmente deseoso de demostrar su puesto en la sociedad.
Modelos durante la presentación de Prabal en la Semana de la Moda de Nueva York. / AP
El legado de ambas se impone en enseñas más jovenes y semidesconocidas (en Europa, no en Estados Unidos) como Prabal Gurung.
 La firma, que casi siempre juega en el uso del color su mejor baza, rindió homenaje al Tibet con una colección centrada en el color naranja y en piezas con cortes y drapeados fluidos que aludían implícitamente a las túnicas budistas
. Una propuesta tan sobria y serena como los monjes que aparecieron al final del show.
Ya ha transcurrido la mitad de la semana de la moda, y aunque no ha habido ninguna colección decepcionante, la gran mayoría de las firmas se han mantenido en el terreno de la corrección.
 Pero una cosa es el contexto del desfile, en el que se juzga la novedad, y otra muy distinta el contexto comercial, en el que entran en juego las calidades, los precios y, sobre todo, la clientela.
En este sentido Nueva York y sus marcas demuestran que conocen muy bien su mercado, y se dirigen directamente a él, dándoles la dosis de innovación justa para generar tendencias realistas.
 Por eso no es París ni Milán ni Londres.
No rompe esquemas, no busca aproximar la Moda al arte ni fabular con las fuentes de inspiración, pero ni falta que le hace.

La excepción radical

L.G.
Desfile de Hood By Air. / ap
Shane Oliver, alma máter de la marca Hood by Air, lleva varias temporadas siendo el niño mimado de la semana de la moda. Sobre todo entre el público más vanguardista.
 No es que la marca sea un soplo de aire fresco, es que está en las antípodas de lo que suele verse en Nueva York
. El domingo congregó a un público de lo más variopinto en una sala industrial y llena de tuberías. Esta vez se olvidó del negro y presentó prendas deconstruídas en rosa, blanco y denim
. La inspiración: el modo en que se customizan los uniformes del colegio los niños descarriados para hacerse los malotes.
 Los modelos llevaban las manos atadas y tiritas en las manos
. Por supuesto, su propuesta también desfila en París. Y ya está en el punto de mira de LVMH.