Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 sept 2015

El triunfo de la libertad y la belleza de ‘Lolita’....................................... Winston Manrique Sabogal

Poetas, narradores y filósofos explican las puertas que abrió a la literatura la gran y controvertida obra de Nabokov.

 

James Mason y Sue Lyon, en un fotograma de 'Lolita', de Stanley Kubrick, con guion de Nabokov, autor de la novela.

“Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul” (Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía).
 Son las palabras mágicas con que Vladímir Nabokov abre el mundo de Lolita, una de las novelas más perturbadoras y cautivadoras de la literatura, y un clásico universal
. Uno cuya belleza aumenta con el tiempo.
Como aumentan las dudas de si hoy, sesenta años después de su primera edición, sería publicada en un mundo que parece retroceder en ciertos aspectos.
 Pero, ¿qué se habría perdido la literatura de no haber existido Lolita?
En la larga lucha entre la libertad y el puritanismo, 'Lolita' está del lado de la libertad”, dice el poeta González Iglesias
Su publicación hoy sería difícil según algunos escritores, pensadores y críticos
. Incluso su condición de clásico tambalearía, explica el poeta Juan Antonio González Iglesias, “porque los enemigos de la libertad son muchos, y con un gran poder
. En la larga lucha entre la libertad y el puritanismo, Lolita está del lado de la libertad”.
 Una obra, según el filósofo Manuel Cruz, que “muestra que la apariencia de libertad y de tolerancia sexual y amorosa en general en la que vivimos no viene a ser otra cosa, a fin de cuentas, que la sustitución de los viejos tabúes visibles por otros nuevos, invisibles por representar la obviedad emergente”.
Nabokov, asegura la escritora Marta Sanz, “invitó a reflexionar sobre el significado de lo obsceno y sobre nuestra propia hipocresía”.
Más allá del deseo, más acá del amor, rodeado de obsesión y dolor, el protagonista de la novela, un escritor llamado Humbert Humbert, hace público su “pecado” de amar y desear a una adolescente con el arte de la literatura hasta crear, según escribió Mario Vargas Llosa en 1987, una de “las más sutiles y complejas creaciones literarias de nuestro tiempo”.
Rechazada por cuatro editoriales, solo The Olympia Press, un pequeño sello editorial parisino especializado en obras eróticas, se atrevió a publicarla el 15 de septiembre de 1955, tres años después apareció en Estados Unidos
. Lolita nació casi maldita, el propio Nabokov (1899-1977) un día echó el original al fuego y su esposa Vera lo rescató; luego, tras llegar a las librerías generó una estela de escándalo y acusaciones por desafiar tabúes y poner a la sociedad ante el espejo de deseos oscuros.
Su popularidad aumentó cuando Stanley Kubrick le hizo justicia en el cine, en 1962, con guion del propio escritor ruso.
“Lo-lee-ta: the tip of de tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo.Lee.Ta” (Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta).
Lanzó una pregunta sobre si resulta más obsceno, incluso más inmoral, la atracción hacia una nínfula o el asesinato.

Sobre si resulta más inmoral cometer estas acciones o mostrarlas regodeándose en ellas", explica Marta Sanz
A partir de este magistral y musical comienzo, la historia de Humbert Humbert se desliza por varios estadios de lectura donde destaca el virtuosismo del lenguaje y su arquitectura. Nabokov, asegura Marta Sanz, “lanzó una pregunta sobre si resulta más obsceno, incluso más inmoral, la atracción hacia una nínfula o el asesinato.
Sobre si resulta más inmoral cometer estas acciones o mostrarlas regodeándose en ellas.
 Sobre si lo obsceno es la vulgaridad de una sociedad que cree que el Reader Digest es cultura o la sofisticación intelectual (¿maligna?) de un Humbert Humbert que en el fondo se mueve por el impulso lascivo de sus ojos de mono
. Nabokov tal vez enlaza con esa sensibilidad estética tan contemporánea que mantiene que la provocación puede constituir una acción moral sin caer en el moralismo.
 Todo eso se sugiere a través de una palabra sensual en la que importan las uñas pintadas de los pies de la nínfula tanto como el sonido de su nombre:
 Lo-li-ta. Nabokov sabe que es imposible decir lo mismo de otra manera y que la textura de su lenguaje es tan atractiva, provocadora y morbosa como lo que nos está contando.
 De hecho, es lo que nos está contando: la fusión de la ética y la estética en función del principio libertino del placer”.
Pero Lolita desató un escándalo moral, cuando justo lo que Nabokov buscaba era alejarse de la moral, afirma Javier Aparicio Maydeu, crítico literario y especialista en el autor ruso.
 La novela es mucho más que esos adjetivos envenenados al convertirse en un eslabón en la sensibilidad del siglo XX.
 Es sobre todo, agrega Aparicio Maydeu, “el triunfo de la novela que no persigue ya la militancia moral que sostuvo la novela naturalista del XIX (de la que parece burlarse). Lolita parece extirparle la ética a la novela y, sin lugar a dudas, conquista para la novela moderna la ambigüedad (del narrador) y el protagonismo del lenguaje por encima de la trama en sí”.
“Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba de pie, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita”.
A partir de ahí se acuñó ese nombre para referirse a aquellas preadolescentes tan seductoras como inocentes de su propio milagro de atracción sobre algunos hombres. Vladímir Nabokov no estuvo del todo contento con la popularidad y algunas interpretaciones de su obra.
 En una entrevista en la televisión francesa a Bernard Pivot dijo:
 “Fuera de la mirada maniaca del señor Humbert no hay nínfula. Lolita, la nínfula, sólo existe a través de la obsesión que destruye a Humbert. Este es un aspecto esencial de un libro singular que ha sido falseado por una popularidad artificiosa".
La novela muestra que la apariencia de libertad y de tolerancia sexual y amorosa en general en la que vivimos no viene ser otra cosa, a fin de cuentas, que la sustitución de los viejos tabúes visibles por otros nuevos", asegura Manuel Cruz
La lucha de esta historia en la novela es entre la obsesión presente del protagonista y un recuerdo y sueño frustrado que se niega a morir; y, en la vida real, entre la libertad y el puritanismo, entre la ética y la estética.
 “No es únicamente un placer intelectual para cada lector”, asegura el poeta Juan Antonio González Iglesias.
 Ese mundo que Nabokov crea, agrega el poeta, “ensancha los límites de nuestro mundo. Lolita es una novela de estirpe poética, tiene la belleza, la sensibilidad y la perfección, pero también la tensión ética y política de un acontecimiento que es de todos.
 En la larga lucha entre la libertad y el puritanismo, Lolita está del lado de la libertad. Su impacto universal es hacia el futuro, aunque también repercute en el pasado.
 Permite releer la experiencia humana de otra manera”.
No duda González Iglesias en considerarla un clásico con fuerza para modificar el mundo.
 A lo cual contribuyó, añade, la vocación formal de N
abokov, y también el hecho de que él lo escribiera fuera de su país y fuera de su lengua natal: “Expone un arquetipo y por eso pertenece a la historia de la literatura.
 A la universal, no a la norteamericana ni a la rusa, ni debe centrarse sólo en lo superficial de la cuestión erótica.
 Afortunadamente, Lolita es ya un clásico.
 Me pregunto si llegaría a serlo en caso de publicarse ahora”.
Entonces, tal vez la respiración de algunos volvería a alterarse
. Cuando la verdad, explica el filósofo Manuel Cruz, es que “la gran virtud del libro es haber puesto en evidencia, más allá de los recovecos del deseo, el modo oscuro e invisible en que nuestras sociedades responden a él.
 El catálogo de figuras de los distintos poderes que (cada uno a su manera) atemorizan al protagonista, los fantasmas que lo amenazan con convertirlo ante sí mismo y ante los demás en la materialización de las diferentes figuras de la maldad (delincuente, pervertido, loco...) muestra que la apariencia de libertad y de tolerancia sexual y amorosa en general en la que vivimos no viene a ser otra cosa, a fin de cuentas, que la sustitución de los viejos tabúes visibles por otros nuevos, invisibles por representar la obviedad emergente.
 ¿O es que alguien se atrevería a escribir hoy un libro en el que el autor hiciera suya la mirada amorosa de Dante hacia Beatriz? “.
Tesoros perdidos o secretos.
 Un grito que se niega a ser silenciado.
 El resultado, según el escritor Colm Tóibín, “es como si Nabokov insertara una música artística y exquisita en la vida estadounidense
. Encontró un tono astuto, cómico, lleno de belleza y deseo para ponerlo en el país que estaba menos dispuesto a resistir todo eso.
 El hecho de que Lolita fuera estadounidense y la novela se desarrollara en los suburbios y carreteras abiertas de ese país creó la gracia del estilo, la risa oscura en las sentencias y la hizo más seductora”.
Lolita es una matrioska en la realidad y en la ficción.
 En manos de los lectores surgen múltiples lecturas, pero siempre belleza
. Debajo de la novela, en su origen, está El hechicero, un relato que Nabokov escribió en 1939 y que mantuvo entre sombras hasta un par de años después de la publicación de Lolita.
 A su vez, esa nínfula de la ficción tiene una precursora, el fantasma que persigue Humbert Humbert llamado Annabel Leigh, aquel amor adolescente, correspondido pero frustrado en el límite de la realización.
 Y Annabel, a su vez, viene de un tiempo muy lejano.
Nace en 1849 de la mano del último poema completo que escribió Edgar Allan Poe: Annabel Lee:
“Fue hace muchos y muchos años,
en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
que amar y ser amada por mí.
(…)
Porque la luna no luce sin traérme sueños
de la hermosa Annabel Lee;
ni brilla una estrella sin que vea los ojos brillantes
de la hermosa Annabel Lee;
y así paso la noche acostado al lado
de mi querida, mi querida, mi vida, mi novia,
en su sepulcro junto al mar—
en su tumba a orillas del mar”.
Y a orillas del mar fue la última vez que Humbert Humbert vio a su primer amor, Annabel Leigh, que luego se convertiría en un deseo malsano.
 Aquella historia de amor y pasión de Poe con su música de elegante tristeza y orfandad, Vladímir Nabokov la hace resonar en su protagonista que sueña con su nínfula y su amor marchitado antes de florecer, y sobre todo, desea ser deseado.
"Simplemente me gusta componer acertijos con soluciones elegantes", dijo su autor.
 Y dejó clara su concepción de la literatura: "una obra de ficción solo existe en la medida en que me proporciona lo que llamaré, lisa y llanamente, placer estético".
Y es así como en la confesión de su escritor Humbert Humbert, se lee: "
A decir verdad, es muy posible que la atracción que ejerce sobre mí la inmadurez resida no tanto en la limpidez de la belleza infantil, inmaculada, prohibida, cuanto en la seguridad de una situación en que perfecciones infinitas colman el abismo entre lo poco concedido y lo mucho prometido...".

14 sept 2015

Mensajero de la naturaleza....................................................................... jacobo siruela

Las atmósferas del fotógrafo japonés Masao Yamamoto invitan a la contemplación

El editor de Atalanta reflexiona sobre la fuerza de lo vivo que se plasma en sus imágenes.

Fotografía de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
Hay artistas cuyas imágenes de gran formato o temas fuertes vienen a nuestro encuentro, como una flecha directa a los ojos, con el fin de hacernos aspirar el ácido hedor de nuestros días.
 Masao Yamamoto no se cuenta entre ellos; más bien está en las antípodas.
 Sus fotografías no nos llegan fácilmente: somos nosotros los que debemos ir a su encuentro, y a menudo acercarnos mucho debido a su pequeño formato, como si nos aproximáramos a mirar en el hueco de una cerradura.
 Frente a la espectacularidad o violencia de muchas imágenes contemporáneas, él opone lo suave, lo sutil; lo cual no indica blandura ni conformismo de ningún género: su suavidad es semejante a la niebla que envuelve en misterio a un paisaje y lo transmuta.
Yamamoto anuncia ya el advenimiento de una nueva belleza
Tampoco su arte corresponde a ningún formalismo al uso.
Su poética particular es fiel a su tradición cultural, vive apartada de la inercia desintegradora que impulsa a las nuevas corrientes artísticas.
Visto desde esta óptica,
 Yamamoto podría parecer un artista nostálgico, un artista “antimoderno”.
 Sus fotografías, casi siempre en blanco y negro y delicadamente bañadas en té o café, tienen a menudo los bordes desgastados adrede, a veces rotos o raspados, o con pequeños arañazos y diminutas salpicaduras; parecen sacadas de un viejo álbum fotográfico en el que el tiempo ha dejado su marca indeleble.
Sus fotos nunca tienen el brillo artificial de las superficies nuevas ni la viveza postiza de los tonos subidos. Yamamoto rechaza el aspecto nuevo de los objetos que parecen haber quedado fuera del efecto del tiempo: para él, cualquier máscara de actualidad o de vana pretensión de escapar al desgaste temporal, sencillamente, es ilusoria.
 Pero, si bien el tiempo histórico no ha dejado ninguna huella en sus fotografías, el tiempo se expresa como eterno presente, o un instante sin fin, inmóvil, de lo intemporal.
Y también, por otro lado, el flujo del tiempo deja su rastro de deterioro en la materialidad de las fotografías, lo cual es una toma de conciencia con la fugacidad de todas las cosas
. Pero volvamos a su paciente y delicado trabajo de taller, que tiene la particularidad, la rara virtud, de convertir una fría reproducción serial en un objeto único, que muchas veces cabe en la palma de la mano.
 Esto devuelve de algún modo la fotografía a una dimensión artesanal emparentada con los viejos oficios manuales de los pintores o miniaturistas del pasado.
 No en vano, Yamamoto comenzó su andadura artística como pintor.
Fotografía de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
Otra de las particularidades que solía distinguir su arte –ahora ya no lo hace– era la manera en que distribuía sus fotos en las galerías, deliberadamente desperdigadas en las paredes. Formaban parte de una instalación efímera, aparentemente azarosa, cuya colocación guardaba, sin embargo, un sentido narrativo, vago pero implícito.
 Es curioso, pero lo narrativo –lo supuestamente literario– también fue un procedimiento que las vanguardias del siglo pasado (cubismo, futurismo, abstracción y arte conceptual…) quisieron desterrar del ámbito artístico.
 Su intención era concentrar toda la expresión en la pura forma, en las nuevas formas de la modernidad, totalmente distanciadas de la narración sentimental o costumbrista del siglo XIX.
 Sin embargo, Yamamoto no corresponde en realidad a esta pretensión literaria de narrar historias con las imágenes.
 Si rescata la sucesión temporal de la tradición asiática –concretamente la de los largos rollos horizontales chinos, que a medida que se desplegaban iban mostrando un paisaje pintado– es con el objeto de introducir el tiempo en el espacio, de dar énfasis a un dinamismo temporal vivo y reversible, más allá del instante único y estático que establece la imagen fotográfica.
Frente a la espectacularidad, Yamamoto opone lo suave, lo sutil
Parece un mero juego vanguardista, pero, como ya se ha dicho, Yamamoto no comulga con ninguna pretensión rupturista ni abriga intención alguna de romper ningún molde establecido. Si ha obrado así es más bien por necesidades de contenido que de forma.
 Su arte no brota de ningún obligado formalismo, sino de una necesidad interior, de una búsqueda permanente de las cualidades secretas del mundo.
 Esa cualidad implícita que hallamos en el espacio vacío y silente de la naturaleza, en el flujo sutil del tiempo y en la huella que deja en todas las cosas materiales, o en la belleza que emana de la interminable cadena del ser compuesta por aves, nubes, flores, montañas, mares, raíces, frutas, monos, gatos, insectos, cuerpos desnudos tendidos en la oscuridad…
Su arte se concreta en la vida natural, se concentra en el retorno al origen.
Hace muchos siglos que la cultura europea propició la separación del ser humano de la naturaleza. Primero, el cristianismo la despojó de todo el valor sagrado que le había atribuido la religión pagana; luego, el pensamiento moderno lo redujo con Descartes a cosa, res extensa; y más tarde, el mito del progreso alentó su conquista apoyado en una tecnología cada vez más avanzada con consecuencias cada vez más devastadoras.
Aunque el progreso del siglo XX haya tenido las mismas consecuencias en los países asiáticos, la tradición nipona parte de un sustrato ideológico totalmente diferente.
 Antes de la revolución industrial, los japoneses no se sentían separados de la naturaleza ni se consideraban sus dueños, como los europeos en Occidente. Herederos del sintoísmo, siempre guardaron una actitud reverencial ante ella, y observarla, descubrir sus leyes y asumirlas como propias y plenas de valor fue la aspiración máxima de los antiguos sabios de Extremo Oriente.
Pero también de los artistas. Los pintores chinos debían conocer las leyes secretas de lo que llamaban el li –principio que estructura todas las formas naturales– así como las del qi, o estudio de las características de la energía vital que anima a todo el universo.
Fotografías de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
Tanto en China como en Japón, los artistas plásticos no intentaron imitar el aspecto externo de las cosas, su objetivo fue reflejar el “principio interior” que rige todas las cosas.
 Esto comportaba una absoluta interiorización de la naturaleza a través de contemplarla de forma continuada hasta fundirse con ella. Yamamoto forma parte de esta tradición, o al menos del sentimiento original que la propició
. Para él, toda la vida natural es pura inmanencia de cualidades y energías, que dice sentir, ya sea en las suaves ondas de las olas, en la singular morfología de las piedras y raíces del campo o en las hermosas formas coloristas en las alas de las mariposas.
 Todas sus fotos intentan transmitir, como los maestros antiguos, la poesía interna de la naturaleza que solo el artista puede captar y expresar:
“He intentado ser el mensajero de la naturaleza”, escribe en uno de sus textos.
Su arte recupera el diálogo espiritual del hombre asiático con la naturaleza
Yamamoto vive alejado del ruido y el bullicio de las ciudades y, como habitante del bosque, su mirada nos devuelve al antiguo sentido contemplativo de los monjes y artistas asiáticos
. Sus fotos comunican la fuerza y sencillez de todo lo vivo, la poderosa y delicada belleza que irradia todo aquello que simplemente es: el estado natural y original del ser.
Lo natural en su estado originario es llana y simplemente la belleza.
 Pero lo bello es un anhelo, no una meta alcanzada.
 ¿Es acaso inalcanzable? En realidad, no hay nada más huidizo (ni más profundo) que esta misteriosa cualidad del universo que las capillas artísticas hoy día han decidido relegar hasta haberla convertido en estorbo
. Pero esta pérdida de sentido –consecuencia directa del olvido– no implica en modo alguno su desaparición porque, digan lo que digan las voces oficiosas, la belleza encierra el mayor misterio del arte.
Heráclito y Pitágoras fueron los primeros pensadores occidentales en captar y entender la armonía secreta del universo, que el segundo de ellos denominó kosmos
. Para el pitagorismo, la belleza expresaba la proporción de las partes y su recíproca relación, fundamento de todo el arte clásico
. Esta teoría mantuvo su vigencia en Europa hasta mediados del XVIII. Un siglo después, la Ilustración transformaría el estudio de la belleza en estética.
Palabra que proviene de la acepción griega aistetikós, que designa todo lo que es susceptible de ser percibido por los sentidos
. De modo que a partir del siglo XVIII, la estética entregó el arte al endeble reino de las sensaciones agradables, desposeyéndolo de todo su antiguo sentido metafísico dado por Platón en la antigüedad, que se conservó vivo durante toda la Edad Media, siendo impulsado de nuevo en el Renacimiento por el neoplatonismo de Ficino, cuya influencia llegó hasta Miguel Ángel.
Fotografías de la exposición Small Things in Silence. / Masao Yamamoto
A partir de este momento, las ideas estéticas fueron sufriendo diferentes metamorfosis al ritmo de sucesivos movimientos siempre duales: neoclasicismo-romanticismo, realismo-simbolismo, hasta llegar al siglo XX, en donde Valéry anuncia ya su muerte, en 1929, cuando escribe: “
La Belleza es una especie de muerte.
 La novedad, la intensidad, la extrañeza, en una palabra, todos los valores de choque, la han suplantado”
. Y tal es la situación presente
. Ahora el coro de la obra parece recitar como las brujas de Mac­beth: ahora “lo bello es feo; lo feo, hermoso”.
En fin, todo esto viene a cuento para colocar a Yamamoto en un contexto histórico, ya que la belleza parece ser su verdad
. En efecto, su arte recupera el diálogo espiritual del hombre asiático con la naturaleza y su deseo de transmitir la misteriosa expresión feliz de la vida.
 La muerte de la belleza es una mera desaprensión de significado; la consecuencia de haber perdido un sentimiento primigenio.
Ahora la belleza no puede ser idealista ni reclamar este tipo de trascendencia.
 Lo bello solo puede ser hoy inmanente.
Solo puede regresar a nuestro mundo artificial tecnificado de una manera renovada y natural, a través de su opuesto: la naturaleza.
Tal como hace Yamamoto.
Su fotografía es la prueba fehaciente de cómo un artista abre una puerta al futuro
Pero ¿de dónde proviene realmente lo bello? Esta es una pregunta sustancial, que nos obliga a abordar este asunto desde una perspectiva psicológica.
En efecto, a partir de que todo lo contemplado es siempre inseparable de quien lo contempla, se deduce que la belleza, en realidad, es un estado. Lo cual no quiere decir que se pueda afirmar taxativamente que no se encuentra también en la naturaleza.
La liebre, el caballo y las aves marinas son bellas en sí mismas; sin embargo, no conocen la belleza, porque esta solo existe a través de la mirada y sentimiento del ser humano.
Quien no alcanza ese estado es incapaz de percibir lo bello.
 Realmente está a la mano de cualquiera, pero distinguirla y sentirla es una cuestión de grados o estados de sensibilidad.
No se hace presente a todos
. Riadas de personas pueden pasar todos los días por un mismo lugar sin descubrir su belleza, y otra persona descubrirla al momento.
 La belleza es un estado.
 Resuena en nuestro interior.
Yamamoto anuncia ya el advenimiento de una nueva belleza, cuyos santuarios se encuentran en los cada vez más escasos espacios naturales.
 Quizá esto nos ayude a volver a dialogar y sentir de nuevo la naturaleza como algo propio, no como algo distinto de nosotros, sino como el espejo de una realidad de la cual formamos parte.
 Su fotografía es la prueba fehaciente de cómo un artista, a contracorriente de todas las supersticiones modernas, abre una puerta al futuro; y en lugar de rendir culto a un presente cada vez más confuso, retoma ciertas claves culturales del pasado para renovar el lenguaje estético y expresar con todo rigor y naturalidad la transparencia original de la vida, que no es otra cosa que belleza y misterio en su más natural simplicidad.
elpaissemanal@elpais.es
Todo este ártículo me parece que veo lo que escribe, siempre Jacobo Siruela su tendencia hacia lo bello, pero a la vez silencioso no se podia ver o notar de golpe, era algo más que todo eso y aquí lo dice bien claro, es un lenguaje exquisito hacia la armonía, contemplar y leer con sosiego y pensar en estos momentos tan complicados, en su lectura hay serenidad y sus fotografías armonías. Hace una esplendida descripción de la belleza de Yamamoto en su obra, sobre la armonía china y japonesa, pasando por toda la Historía del Arte desde Grecia, que ahora no está en esas fotos del Olimpo sino en su Iliada particular hasta ahora justo es reconocer la belleza que vuelve en el Renacimiento y justo es recrearnos en todo pasado y Presente.

 

Carolina Herrera, más allá de las tendencias........................................................ Leticia García

La diseñadora presenta una colección de apariencia sencilla y factura artesanal.

Diseño de Carolina Herrera durante su desfile en la Semana de la Moda de Nueva York. / AP
Nueva York no es París, Milán ni, por supuesto, es Londres.
 Esa cosa confusa llamada chic se ha convertido en un concepto patrimonial francés.
 Aquí no se obsesionan con la dramatización de las prendas.
 Tampoco suelen empeñarse en experimentar para ser tenidos en cuenta.
 En Norteamérica la moda ha discurrido por otros cauces sociales: el cultural, o lo que es lo mismo, la obsesión por vender y no por exhibir en eventos efímeros.
Y el histórico; que la ha apartado siempre del esplendor que envuelve a lo parisino, de la vanguardia que se asocia a lo londinense o de la idea de glamour que sostiene la industria milanesa.
Modelos durante el desfile de Carolina Herrera. / AP
Y en esta semana de la moda, la tarde del domingo y la mañana del lunes han recordado de qué va esto de ser un diseñador de éxito en Nueva York porque han presentado colección para el verano dos de sus bastiones: Diane von Fürstenberg y Carolina Herrera
. Dos estilos distintos y que, sin embargo, reúnen a la misma congregación en sus respectivos desfiles. Junto a Anna Wintour, Tim Blanks, y otros gurús de la comunicación de moda a este lado del charco, se sentaban miembros del Upper East Side e iconos de ese nuevo estilo aristocrático que encarnan a la perfección Lauren Santo Domingo o Miroslava Duma.
Mini vestido fucsia de Carolina Herrera. / AP
En plena explosión de los rumores que especulan con su jubilación, Carolina Herrera (que ha mostrado la colección en dos turnos, dada la inmensa cantidad de peticiones recibidas) ha elegido la Frick Collection, uno de los edificios más bellos de la Gran Manzana, para demostrar, una vez más, que lo suyo va más allá de las tendencia
s. Organza, sedas, plumas y rosa, mucho rosa en vestidos de apariencia sencilla y factura artesanal.
Al fin y al cabo, ella, con permiso de Óscar de la Renta, es la gran aliada de la alta sociedad americana.
 No es alta costura porque no desfila en Francia y, en ocasiones, tampoco está confeccionado a mano. Pero visualmente (y, sobre todo, socialmente) cumple la misma función.
Astucia
Fürstenberg, inventora del wrap dress, ese vestido cruzado que hace tres décadas se convirtió en el uniforme de la norteamericana cosmopolita e independiente, lleva más de tres décadas adaptando esa idea de sofisticación urbana a los vaivenes estéticos de cada época
. Para el verano propone vestidos mini en colores camel, mariposas y flores alineadas en estampados geométricos sobre blusas y pantalones de seda y una reformulación del estilo safari en materiales de lujo. 
Nada radicalmente novedoso pero sí astuto, dado que acerca su identidad a un público más joven pero igualmente deseoso de demostrar su puesto en la sociedad.
Modelos durante la presentación de Prabal en la Semana de la Moda de Nueva York. / AP
El legado de ambas se impone en enseñas más jovenes y semidesconocidas (en Europa, no en Estados Unidos) como Prabal Gurung.
 La firma, que casi siempre juega en el uso del color su mejor baza, rindió homenaje al Tibet con una colección centrada en el color naranja y en piezas con cortes y drapeados fluidos que aludían implícitamente a las túnicas budistas
. Una propuesta tan sobria y serena como los monjes que aparecieron al final del show.
Ya ha transcurrido la mitad de la semana de la moda, y aunque no ha habido ninguna colección decepcionante, la gran mayoría de las firmas se han mantenido en el terreno de la corrección.
 Pero una cosa es el contexto del desfile, en el que se juzga la novedad, y otra muy distinta el contexto comercial, en el que entran en juego las calidades, los precios y, sobre todo, la clientela.
En este sentido Nueva York y sus marcas demuestran que conocen muy bien su mercado, y se dirigen directamente a él, dándoles la dosis de innovación justa para generar tendencias realistas.
 Por eso no es París ni Milán ni Londres.
No rompe esquemas, no busca aproximar la Moda al arte ni fabular con las fuentes de inspiración, pero ni falta que le hace.

La excepción radical

L.G.
Desfile de Hood By Air. / ap
Shane Oliver, alma máter de la marca Hood by Air, lleva varias temporadas siendo el niño mimado de la semana de la moda. Sobre todo entre el público más vanguardista.
 No es que la marca sea un soplo de aire fresco, es que está en las antípodas de lo que suele verse en Nueva York
. El domingo congregó a un público de lo más variopinto en una sala industrial y llena de tuberías. Esta vez se olvidó del negro y presentó prendas deconstruídas en rosa, blanco y denim
. La inspiración: el modo en que se customizan los uniformes del colegio los niños descarriados para hacerse los malotes.
 Los modelos llevaban las manos atadas y tiritas en las manos
. Por supuesto, su propuesta también desfila en París. Y ya está en el punto de mira de LVMH.

 

Generación 'reality': crecer queriendo ser famoso de la tele.................................................... Diana Aller

Quince años después del estreno de 'Gran hermano', hay toda una generación de jóvenes que han vivido con la telerrealidad. Para algunos es también una puerta de acceso a la fama.

 

Foto: L. Jiménez

Le están haciendo las fotos ahora mismo
. Sí, está quedando estupendo. Si es que este chico vale pa' tó. "¿Que quieren que vaya a plató qué día? Vale, lo miro y luego lo vemos".
 Al habla la acompañante de Christopher Mateo; al otro lado del teléfono, su madre, María Luisa, convertida ya en estrella catódica por derecho propio.
 El millonetis franco-marbellí de 19 años es el ganador de la última edición de Supervivientes (200.000 euros)
. En todos los sentidos: pasó de hacer un cameo en otro reality show,  
¿Quién quiere casarse con mi hijo? (QQCCMH), a eclipsar a su hermano, Rafa, el que se presentó a buscar novia; se ha hecho más famoso que él; tumbó también a otras caras mucho más populares que él en la isla y se ligó (o algo parecido) a Chabelita
. Es el paradigma de la generación reality: gente que ha crecido viendo eso y ve en ello una fórmula para alcanzar fama, éxito, con suerte algo de dinero...
El reality que le ha visto triunfar ha puesto en marcha desde ya su convocatoria para el año que viene con otro invento, Pasaporte a la isla, cuyo premio es exactamente eso
. Esto cada vez va más rápido.
Y sigue sumando audiencias. Ha dejado de ser un placer culpable para que hasta el moderno de turno lo comente en las redes, en el curro, en los bares (con o sin ironía).
 Los shares dan la razón
. Particularmente a Gran Hermano (GH), que acaba de comenzar su 16ª edición.
 Y para enero tendremos nuevo GH VIP, remedo actualizado del mítico Hotel Glam, solo que con celebrities amasadas en la factoría Mediaset.
En el año 2000, Mercedes Milá se asomó a la parrilla televisiva anunciando este novedoso experimento sociológico que resultó tener poco o nada de una cosa y la otra, pero mucho de nuevos códigos del entretenimiento. Jaime Guerra, productor ejecutivo de Zeppelin, recuerda así aquellos comienzos:
GH se había estrenado en Holanda en una televisión pequeñita; tenía buenos resultados por el boca a boca
. Con su llegada, en Zeppelin conseguimos algo más allá de un nuevo formato: un nuevo género, la telerrealidad.
Un cambio tan grande en el lenguaje televisivo, que tardará mucho en volver a darse otro
. La generación que hoy se presenta a los castings de GH tenían cinco años en aquellos comienzos”.
Ylenia saltó a la fama con Gandía Shore (Foto: L. Jiménez)
Es el caso de Ylena Padilla (conocida como Ylenia, a secas), de 27 años, entregada estos días a su insólita faceta –incluso para ella- de cantante rompelistas.
 Su único tema, Pégate, lleva ocho millones de visitas en YouTube y la ha llevado desde los escenarios del Orgullo gay a festivales veraniegos de música calentita

. ¿Cómo explicar a alguien recién aterrizado en España por qué se ha hecho tan popular?
 Su trayectoria profesional se resumiría así: con 24 se dio a conocer en Gandía Shore, un reality sucursal de otro norteamericano, Jersey Shore, en el que unos ninis veranean juntos ante las cámaras de televisión.
 Acudió a la llamada de GH VIP, robó el plano a todos menos a Belén Esteban (la gran redimida gracias al programa y hoy su nueva íntima, que la invita incluso al cumpleaños de Andreíta) y desató su potencial máximo como personajón televisivo.
El éxito de Ylenia radica en su incontrolable personalidad y su chonismo; en mantenerse fiel a su tinte y a sus ideas y en que el pueblo la percibe como "auténtica" (vocablo que, por el contrario, produce alergia en los departamentos de casting: cuando alguien se define como "auténtico" o "amigo de mis amigos" pierde todo el interés).
Su “hasta nunqui” ha calado tanto que debería ser aceptado por la RAE.
Ylenia nunca se desmaquilla (nosotros la convocamos para que posara “natural y despeinada” y casi nos cuesta a todos un trauma), responde rauda e ingeniosa, ataca cuando le tocan sus inseguridades... es de verdad, es carne de reality
. “Ahora ya no tanto, pero antes… Antes los veía todos. Siempre he sido muy de realities; el que más, Gran Hermano.
 Ni de coña me imaginaba que acabaría ahí”.
En apenas unas semanas, comenzará su andadura en otro programa de tele junto a otro personaje adicto a la fama catódica: Carmen Lomana.
 Admite que “con esto de los realities no te forras” pero que “participar en uno es toda una aventura”. También dice que si se pega la torta siempre le quedará la inmobiliaria de su padre, en Benidorm, de donde salió.
 Por el camino, cuenta, se dedica a hacer bolos en discotecas, un recurrente sustento entre participantes de programas tipo Mujeres y hombres y viceversa (MYHYV) y personajes que salen al mercado laboral cuando abandonan la experiencia televisiva.
 Generalmente son captados por agencias que los mueven casi "al peso" por discotecas de toda la geografía española.
 Los bolos en sí consisten en hacerse fotos con la peñita y alguna vez twittearlo o instagramearlo.
 El líder absoluto en esto es Kiko Rivera que, además de ser participante de reality, pertenece a una famosa saga y ejerce de dj; labores para las que a simple vista (y solo a simple vista, seguro que luego es harto complicado) no hace falta gran cualificación profesional
. Le preguntamos a Ylenia, que este verano se ha hinchado a hacerlos. “¿Qué en qué consiste eso de hacer bolos? Pues en plantarte allí y hacerte fotos con todo el mundo.
 Sí, la gente es muy fuerte, hacen cola por hacerse una foto contigo”.
Es una de las consecuencias de esa fama tan bestia e inmediata que da copar horas y horas de tele. Que se lo digan a Christopher Mateo, “el artista de la familia”, como se le presentó en QQCCMH.
Al preguntarle qué supone participar en un reality, responde: “Pues depende cómo lo quiera enfocar cada persona. A mí, aparte de ser un gran reto, me ha sido para darme a conocer, ya que tenían una imagen equivocada de mí, y también para promocionarme como el artista que soy”. Así ve él su futuro: “
Estoy lanzando mis propios temas de música electrónica. ¡Voy a seguir luchando por ser un artistazo! En unos años me veo haciendo mis propios conciertos y teniendo algún papel importante en alguna película”.
Aparte de estudiar interpretación, quiere probar como DJ, cantante y modelo.
Está claro que tendrá que elegir. La telerrealidad no da para todo.

"Siempre he sido muy de realities; el que más, 'Gran Hermano'. Ni de coña me imaginaba que acabaría ahí"

Ylenia
Jorge Javier Vázquez, conductor de Supervivientes, nos dice admirar el paso del proyecto de artista por la isla. “Fuera del programa me gusta menos.
 Dentro me parecía más naif. Siempre me ha chocado su discurso de ‘aquí me olvido de que soy un niño rico’.
 La que me encanta es la madre”. El joven ganador vive una paradoja.
Al mismo tiempo que se queja -“lo peor de participar en un reality es exponerte al público y oír muchas críticas, aunque no sean ciertas”- ha paseado de plató en plató junto a su familia, convertida en la comidilla catódica del largo y cálido verano
. No parece muy coherente, pero ¿quién busca coherencia en este alocado mundo? Su “relación” con Chabelita, hoy elevada a diva choni de la prensa rosa, de alimenta de la misma dualidad.
Pregunto a Josep Tomás, director de Supervivientes y de Pasaporte a la isla. “
Ni se nos pasaba por la cabeza que pudiera surgir algo entre ambos, ni hicimos nada por favorecer este romance. En cualquier caso, está claro que las adversidades del Caribe unen mucho. ¿Hasta qué punto estaban jugando con la audiencia para permanecer dentro del concurso? No lo sé. Pero si era un juego, es posible que se les haya ido de las manos. Esas cosas pasan”.
Jorge Javier Vázquez, curtido en tele como pocos, sigue admirándose por las cotas que va alcanzando la telerrealidad. “Con los realities me sucede algo maravilloso.
 Hay cosas con las que me pregunto:
 ¿Es verdad? Y te juro que no lo sé. Soy muy fan de QQCCMH y lo que pasa ahí es inaudito.
 Me parece increíble tener todavía esta capacidad de sorpresa.
 En general, lo que gusta es que los participantes sean desinhibidos y participen. Esto no significa necesariamente que discutan, tienen que ir a vivirlo
. Pero ser un mueble no funciona”.
Por eso la selección de los participantes es esencial. Cada productora cuenta con un departamento de casting cada vez más numeroso y especializado.
 Por un lado, las agencias y los representantes ofertan a sus personajes y por otro, se hace la llamada “búsqueda directa”, labor de intrépidos redactores (con abrumadora mayoría femenina) que se abren perfiles en redes sociales -incluso en Tinder o Badoo-, que visitan discotecas ibicencas o se patean polígonos de mala muerte.
 Encontrar el personaje perfecto es un trabajo altamente tecnificado. A Corina, de Un príncipe para Corina la encontraron José Romo y Marta V. Machuca en una discoteca del paseo marítimo de Marbella.
 Al verla -su porte, su mirada, su estilo-, supieron que era lo que buscaban: una princesa que protagonizara un reality piramidal.
 No se equivocaron. Corina Randazzo hizo un papel bastante destacable también en Mira quién baila. Otra multi-reality para la saca de esta peculiar industria.
Vanesa Ferreiro ha coordinado varios castings de Eyeworks-Cuatro Cabezas, productora que ha definido todo un estilo en los reality dating, el de la ultraedición de corte más humorístico (QQCCMH; Adán y Eva, que tras convertirse en el estreno más visto de la historia de Cuatro acaba de regresar con una segunda temporada). Ferreiro defiende rotundamente que el mejor casting es el que no se hace: “No se trata de buscar, sino de encontrar
. Buscamos unos perfiles determinados y encontramos siempre algo mejor.
Buscamos una tarotista, y encontramos una que además cree en las hadas, hace retiros espirituales y es súper protectora con su hijo. Nosotros contamos historias y lo hacemos a través de los personajes. Buscamos gente con un mundo interior propio, hay muchas culturas, muchas curiosidades que pueden ser contadas”.
¿Por ejemplo? “Piensa que buscamos por todas partes, redes sociales, playas, repartimos flyers, y hasta ponemos anuncios en prensa. Encontramos gente increíble.
 A lo mejor veo en las noticias que un chino monta una bodega en La Rioja.
 ¿Qué está pasando ahí? ¿Por qué no monta un bazar? Pues busco a ese chino y me intereso por su realidad, y siempre es interesante lo que encuentras.
También hay mucha gente que miente, y por supuesto les pillam
os porque hacemos una auténtica labor de investigación del entorno, el pasado, la familia… todo. Cuando fuimos a conocer a Rafa Mateo y a su madre María Luisa, nos recibieron con champán y foie, como si fuéramos una gran productora de cine, ¡y solo éramos dos guionistas con una minidv! ¿Sabes? No hay mejor guión que la realidad”.
Yo misma, la firmante de este reportaje, he participado reclutando a gente. Cuando citábamos a alguien que buscaba el amor para QQCCMH, si el perfil parecía que podría valer para Adán y Eva, se le decía “te podrías desnudar, ¿por favor?”.
 Y, por supuesto, había gente que se quitaba la ropa y continuaba hablando de sus aspiraciones sentimentales en pelotas y con toda tranquilidad.
 Llega un momento en el que trabajar en televisión supone que todo parezca absolutamente normal. Y de hecho, lo es.
Alaska y Mario, reyes del 'reality' (Foto: L. Jiménez)
Pero para “fabricar” un personaje hace falta mucho más
. No basta ser desinhibido, original o ser popular.
 Mario Vaquerizo es el ejemplo perfecto de sintonía con la cámara.
 Ha pasado de consorte de Alaska a pivotar a la diva de la movida a una nueva dimensión (televisada) para el público joven.
 La pareja ha grabado este verano la cuarta temporada de Alaska y Mario, que se emite en MTV a partir del 6 de septiembre.
Vaquerizo me aclara: “Para mí participar en un reality es un hobby.
 Y sobre todo porque vengo de una cultura muy norteamericana donde muchos famosos lo hacen y no porque estén acabados ni su popularidad esté mermada, ni nada de eso… Cuando decidimos hacerlo, las primeras reacciones fueron: ya no saben qué hacer, están acabados; para nada, señora, lo hacemos porque nos divierte y estamos encantados de cómo es nuestra vida.
Como siempre he proclamado: no eres nadie si no tienes un reality propio. Pasado el tiempo he llegado a la conclusión de que la clave de nuestro éxito es que todo es verdad. El público no es tonto”.
Alaska y Mario supieron capitalizar aquí lo que Paris Hilton, primero, y los Osbournes, después, instauraron en EE UU: mostrar tu vida tal cual (con los necesarios toques de guion para convertirla en algo televisable)
. La cantante lo justifica con su habitual lógica racional: “Cuando estás orgulloso de lo que eres, de tus amigos, de los lugares que te gustan, no solo no te importa mostrarlo sino que disfrutas haciéndolo.
 A ver, a estas alturas salir en un reality no es diferente a tener redes sociales más que por la dimensión que le da la televisión.
 Es una red social amplificada, pero mi intimidad no es más vulnerable que el que publica en Instagram las fotos de todo lo que hace o cuenta en Facebook los pormenores de su vida”.

"Cuando estás orgulloso de lo que eres, no solo no te importa mostrarlo sino que disfrutas haciéndolo"

Alaska
Jaime Guerra, productor ejecutivo de Zeppelin, apunta la importancia de Twitter o Facebook en el inagotable auge de los realities:
“Las redes sociales han democratizado más todavía la telerrealidad. Todos opinan y participan de forma directa e indirecta.
Tienen mucho recorrido, entre otras cosas porque tienen un público interesante, lo que llamamos un buen target comercial: gente joven, consumidora, activa…”. Entren cualquier día en su cuenta de Twitter a la hora del reality de máxima audiencia y comprueben el aluvión de hashtags, mucho de ellos alentados por gente sospechosamente entregada que cuenta con muchos followers pero no ejerce el puesto de community manager oficial. ¿Una leyenda urbana más?
A la búsqueda de liquidez económica se una la de la fama, ese caramelo adictivo que, una vez se prueba, engancha.
Lo he visto demasiadas veces.
 Hasta el participante más humilde se viene arriba durante la emisión del programa.
 La gente le reconoce por la calle, se hacen fotos con él, le llaman para eventos y se convierte en una pequeña celebridad local.
 Pero la rutilante carrera suele terminar cuando su presencia desaparece de la pequeña pantalla. De golpe.
 Y, en ocasiones, desemboca en cosas más turbias y decadentes que el olvido.
 En los mentideros televisivos se dice que participantes de Popstars, Supermodelo, QQCCMH o GH han terminado en la prostitución o el cine para adultos, extremo que solo en algún caso he podido corroborar.
Así, cuando un segundo reality llama a la puerta, es difícil resistirse.
 Carlos Maldonado ha entrado por una puerta más amable, la de MasterChef. Un talent show donde se privilegian las habilidades culinarias por encima de la convivencia a la que se somete a los concursantes (que queda fuera de emisión).
 El ganador de la última edición reconoce que “por ahora” no acudiría a la llamada de un programa de otro reality: “Soy cocinero. No showman.
 Tengo claro que me quiero dedicar a algo que esté relacionado con la cocina.
 Pero es impresionante ver lo que hay detrás de las cámaras: ¡más de 200 personas moviendo el cotarro para que tú seas protagonista!”.
 A sus 24 años, recién salido de Talavera, este ex vendedor ambulante nos cuenta que su gran inversión con el premio de MasterChef será “un food truck propio con el que difundir mi tipo de cocina por los pueblos de España. Sencilla, pero con rollo
. O, directamente, hamburguesas gourmet, que le gustan a todo el mundo”. Es decir, hermanar sus raíces con sus recién descubiertas dotes de cocinillas deluxe.
Carlos Maldonado, ganador de Master Chef (Foto: L. Jiménez)
La dinámica que apunta Maldonado es igual en cada uno de estos programas: para hacer que funcionen hay muchos técnicos, muchas reuniones, muchos turnos de trabajo y una asombrosa coordinación.
 En el caso de Supervivientes, montar el programa supone dos equipos (España y Honduras) con trabajadores de todas las nacionalidades y un dispositivo organizado casi de forma militar para retransmitir la supervivencia de un puñado de personajes que no pueden ni conocer el nombre de quien les está grabando para mantener la sensación de aislamiento.
Por la noche, se queda un solo operador de cámara, “de guardia”
. Es el único momento con ciertos “puntos ciegos”; y es difícil controlar filtraciones de información, interacción con el mundo exterior o que los participantes busquen alimentarse rompiendo las reglas. El redactor Carlos Otero y Paul Pen desgranan en un blog de Telecinco el día a día de los trabajadores del programa, algo así como un reality paralelo:
“El equipo forma una especie de micro-cosmos social en Honduras durante tres meses. Es el trabajo más duro -física y mentalmente- que he hecho nunca, y a la vez el más sencillo para despertar envidias insanas entre tus amigos subiendo fotos al Facebook”.
Resulta complicado que alguien de quienes trabajan detrás de la cámara revele información sobre las dinámicas paralelas del programa, o sobre cómo se tensan los hilos para provocar situaciones entre los concursantes.
 O, incluso, cómo se puede favorecer de alguna forma la imagen de alguno de los concursantes a ojos del público (el famoso “es que no habéis puesto la escena en la que hice o dije tal” con el que se quejan algunos expulsados, indignados con el edit de su participación).
 Revelar estos trucos sería como descorrer las cortinas del mago de Oz, solo que en lugar de un globo de vuelta a Kansas lo que te puede valer es el destierro de este mundo de magia e ilusión.
Josep Tomás, director de Supervivientes, se lo toma con sentido del humor
: “A ver, ¿cosas que no se sepan? Considero que si no se saben por algo será y mejor que siga así, ¿no? Jajaja.
Aunque parezca lo contrario, un reality suele tener menos misterios de lo que se piensa. Hay mucha leyenda urbana.
 En cualquier caso, muchas cosas no se explican porque tienen que ver con la logística, la seguridad o la propia producción, Vamos, que no se oculta ninguna gran verdad, podéis estar tranquilos”. Aun así, accede a contarnos algunas rarezas que a él le han sucedido en pleno rodaje. “Reconozco que el momento en que apareció la Guardia Civil en la casona asturiana donde hacíamos Acorralados para pedir a El Dioni que les acompañara al cuartelillo fue bastante surrealista...
 Fue requerido por un simple papeleo y todo quedó en nada, pero fue un momentazo.
 Por lo demás, cualquier reality nuestro está plagado de momentos muy curiosos y surrealistas por la propia variedad de personajes en el casting.
 En esta última edición, poder asistir a una conversación sobre el auge de Podemos entre una señora de Serrano como Carmen Lomana, un actor de cine para adultos como Nacho Vidal y la hija de Isabel Pantoja, fue impagable”.
Cada producción suele contar con los servicios de un equipo entero de psicólogos.
Estos validan los castings, están al tanto de posibles patologías y, si es necesario, ejercen cierta terapia. Nacho Vidal en este último Supervivientes se alteró tras unos días de convivencia pacífica y normal; y la escritora Lucía Etxebarria tuvo un brote bastante desagradable en el modesto Campamento de Verano que la llevó a encerrarse en la cabaña del baño, convencida de ser la diana de una conspiración judeomasónica para acabar con ella.
“La esencia de un reality es su casting”, insiste Josep Tomás
. “Y tenemos más que comprobado que algunos personajes surgidos de la nada o que no suponen un drama presupuestario para la producción acaban siendo un auténtico descubrimiento mediático que se echa a la espalda el reality y tira del producto con fuerza.
 Y otras veces concursantes a los que a priori no presagias una participación muy larga, sobre todo en un reality duro de supervivencia, sorprende a propios y extraños, como Sonia Monroy, que hizo una exhibición de fuerza física y mental que nos dejó anonadados en la edición de 2011”.
Y es que no todo el mundo es lo que aparenta… antes, durante o después de entrar entrar en un reality.
 La telerrealidad es un espejo cóncavo que nos devuelve la realidad que conoceos en forma de esperpento. En general, los realities despiertan suspicacias y descrédito, pero yo me he hartado de defender que todo lo que ocurre es absoluta y totalmente verdad, y que creamos formatos, adaptamos guiones y editamos sobre una realidad, que siempre resulta más alucinante que cualquier ficción
. La gente está tan acostumbrada a la manipulación que dan por hecho que todo es mentira.
 Aquí solo se ofrece una versión distorsionada, una amplificación ficcionada del mundo. Somos Ylenia enrabietada, somos Alaska camino a una premiere, somos Christopher pescando con un cuchillo, somos Carlos Maldonado improvisando un pan negro con tinta de calamar… Son tan reales como todos nosotros.
 Y a veces más.