Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 sept 2015

Ha Muerto Elena Arnedo

Ginécologa de profesión, ocupó un cargo político en las filas del PSOE. Tuvo que hacer frente a la mediática relación de su marido con Isabel Preysler.

 

«Acaba de fallecer Elena Arnedo. Con profunda tristeza y todo nuestro cariño despedimos a una extraordinaria mujer de la que tanto aprendimos»
Con este tuit informaba el PSOE de la muerte de Elena Arnedo, «la otra viuda de Miguel Boyer». Arnedo, primera mujer del fallecido ex ministro de Economía socialista, ha fallecido este lunes en Madrid tras sufrir una larga enfermedad.
Ginécologa de profesión, Arnedo también ocupó un cargo político, ya que en las elecciones municipales de 2003 fue elegida concejala por el PSOE en el Ayuntamiento de Madrid 
. Hija de la escritora feminista Elena Soriano, se casó muy joven con Miguel Boyer, con el que tuvo dos hijos, Laura y Miguel.
 Se especializó en Ginecología y posteriormente en Patología Mamaria en la Universidad de Estrasburgo.
Se divorció de Boyer cuando este inició una relación sentimental con Isabel Preysler. 
Tres años después, ella también se volvió a casar. Sin embargo, la separación del matrimonio Boyer-Arnedo trajo consecuencias serias para toda la familia. Fue una dura experiencia que marcó el carácter rebelde de sus hijos, sobre todo de Laura.
 Cuando su padre dejó el hogar familiar de la calle Maestro Ripoll, la primogénita comenzó a tener problemas psicológicos, de abatimiento y desánimo.
 Eso le llevo a abandonar muy pronto la carre
ra de Económicas y contraer matrimonio, a los 21 años, con un joven abogado, Luis Imedio Serrano. El enlace produjo un ligero acercamiento con su padre, quien fue su padrino.
La popularidad de Isabel Preysler fue una pesadilla para la familia Boyer-Arnedo. 
El acoso mediático hizo que Laura fijara su residencia en París, donde trabajaba su marido. Tuvieron dos hijos, Gonzalo y Hugo
. El nacimiento de Gonzalo convirtió en joven abuelo a Boyer, que apenas veía a sus nietos
. Por su parte, la exmujer del ministro volvió a la vida pública colaborando con la plataforma «Nosotras Decidimos», con el PSOE, siempre en el campo del feminismo y luchando por los derechos de la mujer.

Ha muerto Elena Arnedo, la que que fue esposa de Miguel Boyer

ELENA  ARNEDO
VELASCO/CHANCE
 
Aunque a ella no le gustaría pasar por lo que fue su marido, antes que Isabel, esa mujer que arrasa, se entrometiese en su vida, 3 años 3 que figuraba como la esposa del Marqués de Griñón, Elena fue una prestigiosa ginecóloga y una luchadora a favor de la mujer.
Fue al entierro de su exmarido. y ya estaba enferma. D.E.P.

De verdad, ¿somos peores ahora?...................................................................................Elvira Lindo

Más que aceptar un discurso catastrofista tenemos voz para exigir a nuestros Gobiernos que nuestras puertas han de estar abiertas.

Voluntarios distribuyen comida a refugiados en Berlín.
Los hay que se preparan las lecturas de agosto, como si fuera una de aquellas carpetas de Vacaciones Santillana, y las hay, como quien esto escribe, que prefieren leer a la deriva, a donde el azar te lleve. En uno de mis paseos temerarios por el Madrid sofocante de últimos de julio compré una novela gráfica, Los últimos días de Stefan Zweig, que narra los últimos días del escritor austriaco y su joven esposa Lotte en la ciudad brasileña de Petrópolis.
No descubro nada si cuento el final, el suicidio de Zweig y su mujer; la imagen de la desgraciada pareja en la cama, abrazados y entregados a un sueño eterno se reproduce, para mi gusto con demasiada frecuencia, cada vez que se habla de aquellos días.
Esa novela de Seksik&Sorel, que cuenta a través de magníficas acuarelas el paisaje voluptuoso, casi onírico en el que respiró Zweig sus días finales, me llevó a abrir un libro de esos que me esperaba desde hacía un año, el de la correspondencia entre Stefan Zweig y el otro gran escritor y cronista austriaco, Joseph Roth.
En esas cartas, el carácter humano y generoso de Zweig contrasta con el espíritu furioso, agudo, marrullero y malgastador del brillante Roth.
Ese volumen de la correspondencia me condujo a unas memorias escritas por el novelista Soma Morgenstern, que vio su carrera frustrada para siempre por el nazismo y la guerra.
 Su libro de memorias, Huida y fin de Joseph Roth, hace recuento de la amistad vivida en cafés y en redacciones de periódico entre Austria, Alemania y Francia.
 Primero en la que fuera la capital del mundo de la inteligencia, Viena, y finalmente, en el París de los refugiados.
 He continuado, atrapada ya por una época de la que resulta imposible desprenderse, con El exilio imposible de Stephan Zweig, del profesor Prochnik, unas páginas que siguen los pasos del Zweig por sus diferentes ciudades de acogida, Londres, París, Los Ángeles, San Francisco, Nueva York y finalmente, la frondosa Petrópolis donde decidió quitarse la vida.
El haber transitado de un libro a otro por esa época de hace menos de un siglo en la que miles de personas buscaban un lugar sobre la tierra en donde no ser torturadas, encarceladas y asesinadas, me ha llevado a pensar, cómo no, en los acontecimientos de estos días
. Dicen que cuando en Londres Zweig se enteró de la entrada de los alemanes en Francia palideció y se quedó sin habla y encogido durante un rato.
 Rumiaba ya su muerte voluntaria. Si Francia no nos acoge, murmuró, el mundo (de ayer) puede darse por terminado.
 El novelista Morgenstern, que escribió sus recuerdos en Nueva York después de la guerra, sentía la muy humilde alegría de que Joseph Roth muriera antes de que la Francia que él adoraba lo mandara junto a sus compatriotas a un campo de concentración.
 Hay ecos en todas estas páginas de los españoles que huían de nuestra guerra hacia Francia y eran abandonados a su suerte en la playa, sin ningún tipo de alivio a su escasez, en tránsito, aunque ellos no lo supieran, a un campo de concentración nazi.
No fueron pocos los barcos que viajaron a América con refugiados y el puerto de llegada los rechazó. De Francia a Cuba, y de la Habana, de vuelta, a Amberes.
Tanto tiempo a bordo alimentando la esperanza de una nueva vida para ser devueltos a su temible destino: los campos, la muerte
. Cuánta no sería la angustia de todos aquellos días en alta mar. Max Aub lo contó en su obra San Juan, el nombre del barco de la diáspora.
 Aunque Estados Unidos ha presumido siempre de haber acogido a media Europa, los datos no cuadran.
De hecho, entre 1931 y 1944 el número de emigrantes llegados de Europa fue el más bajo en los últimos cien años: 377. 597.
 Sin embargo, la paranoia colectiva y una campaña interesada hicieron creer a los ciudadanos americanos que estaban perdiendo puestos de trabajo por culpa de los recién llegados
. Algunas empresas hicieron comunicados desmintiéndolo.
Ahora, cuando las imágenes de criaturas hambrientas, cansadas y desprotegidas, nos llevan a pensar que somos peores que nunca, que avanzamos en el terreno de la deshumanización y la crueldad, pienso en que no es cierto.
 Tampoco somos mejores, y hay que contar que el material con el que está hecho el cerebro humano es francamente defectuoso, pero más que aceptar un discurso catastrofista que a nada conduce tenemos voz para exigir a nuestros Gobiernos que nuestras puertas han de estar abiertas para los que huyen.
 Si Europa fue cruel con sus hijos, debemos demostrar que algo hemos aprendido. En ese acto de tender la mano debe resumirse la idea misma de Europa, su razón de ser, su corazón.