Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 sept 2015

Van Gogh, un asunto de familia............................................................................. Isabel Ferrer

Tras las celebraciones del 125º aniversario de la muerte de Van Gogh la conmemoración culmina en septiembre con la apertura de un nuevo acceso en el museo de Ámsterdam.

 

Autorretrato de Vincent van Gogh, de 1887. / Museo Kröller Muller

Todos los años, la escena se repetía el primer día de clase.
 Al pasar lista, los profesores respiraban profundamente un segundo cuando llegaba el turno de Vincent Willem van Gogh, sobrino biznieto del pintor holandés. “¿Eres… pariente suyo?”, preguntaban casi de forma retórica.
 Cumplido el ritual y explicada la afinidad, al muchacho le dejaban tranquilo durante el resto del curso.
Ahora que tiene 61 años y asesora al museo que lleva el nombre de su tío en Ámsterdam –es una especie de embajador cultural–, su tarjeta de visita le presenta como V. Willem van Gogh.
Un pequeño truco que despista al principio y explica con modestia: “Hay suficientes Vincent en la familia”.
El sobrino biznieto del artista habla arropado por un mural en tonos sepia que resume la vida y obra de su ilustre antepasado en una sala de reuniones del centro.
 Entre sus tocayos destaca su abuelo, Vincent Willem, claro.
 Era el único hijo de Theo, el sufrido hermano y receptor de 651 cartas del artista, muchas ilustradas. La correspondencia completa suma 819, dirigidas también a otros colegas, o bien a la madre y una hermana
. Es una cifra abultada, mas no excepcional.
 Monet, el impresionista parisiense, superó las 3.000.
De su compatriota Delacroix, padre de la escuela romántica francesa, se conservan 1.500.
 Lo verdaderamente valioso de las misivas es que deshacen el equívoco de la dependencia fraterna de un creador en busca de su identidad. Muestran que la intensidad del vínculo era doble y los hermanos se apoyaban por igual, algo que el sobrino está empeñado en demostrar.
Es un hecho constatado que Vincent se amparaba en Theo y sobrevivía, y pintaba, gracias al estipendio y los materiales que recibía de este.
 También lo es su plan vital, porque en las notas esbozaba los cuadros que bullían en su cabeza y deseaba ejecutar. “Pero lo más importante es que ambos se necesitaban mentalmente, algo de lo que no suele hablarse”, insiste el sobrino biznieto.
“Era una sujeción mutua. Theo pensaba que Vincent era grande.
 Estaba metido en el negocio del arte y animó la evolución pictórica de su hermano mayor. Vincent, por su parte, volcaba en sus escritos su alma.
 Se alimentaban uno a otro, y cuando llegó el suicidio, murieron casi al mismo tiempo
. Mi tío, de su propio disparo el 29 de julio de 1890, a los 37 años
. Mi bisabuelo, el marchante, apenas seis meses después (supuestamente de sífilis) a los 33 años”.
Su teoría iguala a los hermanos y propone una doble imagen novedosa: el artista febril a la espera constante de remesas, y el hermano deseoso de recibir otra carta excepcional
. Empeñado como está en despejar equívocos sobre la vida del artista, Willem, casado desde 2007 con una cubana, no duda en abordar el ya legendario tema de la salud mental de Vincent. “Se han escrito por lo menos 400 libros o ensayos
. No soy médico ni psiquiatra, pero sí tuvo obsesión por su arte y depresiones.
 Y sí, creo que se suicidó.
 No hubo terceras personas, como sugiere la biografía Van Gogh: la vida, de los estadounidenses Steven Naifeh y Gregory White Smith”.
 Los escritores apuntan que la bala que le costó la vida fue disparada, accidentalmente, por un adolescente que jugaba a los vaqueros en un trigal en la propia Auvers-sur-Oise
. Para evitarle el reformatorio, el pintor no le denunció. En su lugar, regresó a casa y dio una explicación incoherente de lo ocurrido.
 Dos días después, la infección desen­cadenada por el balazo le produjo la muerte.
El sobrino biznieto de Vincent van Gogh está empeñado en demostrar que el vínculo con Theo era doble y los hermanos se apoyaban por igual
Sentado frente a un austero té, y en una mañana de luz gloriosa, de esas que el cielo del norte europeo regala pocas veces, el embajador cultural agradece el esfuerzo de los escritores.
 Pero aporta un testimonio familiar:
“Es una biografía estupenda, de las mejores que se han publicado. Sin embargo, no comparto la versión de cómo fue el final
. Los autores asumen demasiadas cosas sobre lo que pudo pasar. Theo lo vio al día siguiente del tiro y le preguntó si había sido un suicidio. Vincent respondió que sí y que era hora de irse. ¿Por qué iba a mentir a su hermano y mentor en el último momento de intimidad?”.
El pintor sigue inspirando con su obra porque sabemos cuánto le costó el arte
. Era a su vez un europeo moderno: hablaba inglés y francés y viajó a Bélgica, Inglaterra y Francia. Hasta donde pudo, llevado por su arte.
“Fíjese, por otro lado, en la adoración de los japoneses.
 Cuando llegan al museo y ven las telas de los almendros en flor, la empatía es instintiva. Hay algo en la exploración de uno mismo que les atrae
. En China, su obra sobrevivió incluso a la Revolución Cultural de Mao. Allí es apreciado porque era autónomo. Como pintor, no quiso formar parte de la burguesía y no retrataba a los ricos, sino a la gente corriente”.
Willem asegura que su familia está muy unida y que suelen citarse todos, cada dos años, en algún lugar que fue especial para el pintor.
En esta última ocasión ha sido en Auvers-sur-Oise, con motivo de la presentación del Atlas de Van Gogh. Una obra que recorre los lugares señalados, desde los balbuceos artísticos en Holanda, de paleta oscura y motivos campesinos, hasta el estallido de luz y color de Francia. “Somos unos 30, y nos reciben bien porque la gente siente afinidad por la peripecia vital del pintor. Eso sí, entre nosotros hay de todo, ingenieros, juristas, historiadores o sociólogos, pero nada de pintores. Es imposible competir.
 Sin duda, el que tenía más talento era mi primo Theo, el cineasta [asesinado en 2004 por un islamista holandés de origen marroquí]”.
Imagen de la casa donde nació el pintor Vincent van Gogh. / Fundación Vicent Van Gogh
Después de tanto esfuerzo y metros y metros de lienzos sin vender, Vincent expiró al borde de la fama
. Tan tópico como cierto. Tras el entierro de Theo, su viuda, Johanna Bonger, se vio en casa con un bebé y 450 pinturas y 700 dibujos originales.
 Convencida de la valía de su cuñado, se impuso la tarea de hacerle justicia
. Aunque solo se ha podido comprobar la venta, en vida del artista, de una tela, El viñedo rojo, Van Gogh intercambió cuadros con colegas como Émile Bernard, Toulouse-Lautrec y Gauguin. Renoir y Manet le consideraron uno de los mejores vanguardistas.
 “Si bien durante su estancia en La Haya también había vendido algunos dibujos, cuando falleció era un desconocido para el gran público
. De todos modos, eso de que era un hombre aislado es otro mito. Intenso, conflictivo, trabajador y estudioso sin descanso
. Seguro. Chocó con Gauguin, sin duda. Pero era amigo de sus contemporáneos, salió a pintar al campo con Seurat y compartía tardes con ellos en los cafés de París”.
Aun así, lo que le lanzó a la fama fue el tesón de Johanna.
 Ella organizó exposiciones y vendió obras a colecciones y museos.
 Como había varias repetidas, por ejemplo, las cinco versiones de Los girasoles, pudo escoger los compradores y quedarse alguna
. En Holanda, la primera muestra de envergadura llegó en 1905, en el Museo Stedelijk, de arte moderno, de la capital.
“Piense que cuando Vincent pintaba a destajo en París, la fama era distinta”, prosigue Vincent Willem. “No suponía que los aficionados compraran a grandes precios.
 Era otra dimensión. Por eso mi tío ansiaba tanto una buena crítica.
 Creía que pintar era un oficio democrático y siempre quiso ser apreciado”.
Después de vender 250 obras y promover la publicación de la correspondencia del artista, la tía Jo, hija de un corredor de Bolsa y una de las fundadoras del movimiento socialista holandés de mujeres, se quedó con las 200 restantes
. Van Gogh ya era famoso, muy famoso, y había que hacer algo más.
 A la muerte de su madre, en 1925, Vincent Willem sénior heredó la colección.
 En su casa, las telas estaban en el comedor y repartidas por las habitaciones. “Era mi abuelo y no reparé en lo que suponían hasta unas vacaciones de verano.
Tendría unos 10 años, y al entrar en la habitación de un hotel en Francia, vi una reproducción de Los girasoles. Entonces pensé que la cosa iba en serio”.
 Después de abundantes antológicas y cesiones temporales al extranjero, el Estado holandés propuso en 1960 la creación de la Fundación Van Gogh. El actual museo abrió sus puertas en 1973.
Theo van Gogh, el inseparable hermano de Vincent, en una fotografía de infancia tomada en Ámsterdam. / Fundación Vicent Van Gogh
Diseñado por dos pesos pesados de la arquitectura, el holandés Gerrit Rietveld y el nipón Kisho Kurokawa, presenta a la familia Van Gogh, ensombrecida por la rigidez del patriarca, Theodorus, pastor protestante.
 “En realidad, el pintor se llevaba bien con sus tres hermanas (Anna, Lies y Willemina, que acabó en una institución psiquiátrica, y sus dos hermanos, Theo y Cor, muerto en Sudáfrica)”,
 añade el sobrino biznieto. “A su madre, Ana, la quería mucho y le envió una copia de su dormitorio en Arlés
. Sí se enfrentó a su padre, preocupado porque el chico no encajara en ninguna parte.
 Además, todos los amores de Vincent se truncaron y con ellos la perspectiva de asentarse”.
No debió de ser fácil convivir con un tipo que apenas comía y bebía café y fumaba sin parar.
 Que pintaba y dibujaba hasta el alba bebiendo absenta, el ajenjo, licor por antonomasia de la belle époque.
 Le rechazaron Eugénie Loyer, en La Haya, cuando tenía 20 años, y su prima viuda, Kee Vos-Stricker.
A la prostituta Sien Hoornik, madre de una niña y embarazada de otro hombre, de la que se apiadó al principio, la abandonó él.
Su vecina, Margot Begemann, que le correspondió pero era 10 años mayor, intentó suicidarse cuando ambas familias se opusieron al enlace.
 La última fue Agostina Segatori, dueña de Le Tambourin, café restaurante parisiense. Modelo de Corot, Delacroix, Jean-Léon Gérôme, Manet y del propio Van Gogh, cuando se retiró de posar compró el local. Acabó mal
. Ella perdió el café y los lienzos del holandés que se había quedado.
Esquivar el tópico del artista desgraciado que triunfa a posteriori es siempre un reto, pero 125 años después de su muerte el museo de Ámsterdam se prepara para inaugurar en septiembre una nueva entrada en forma de elipse.
Acompañada de un bulevar exterior, permitirá gestionar mejor el flujo de visitantes.
 Hace cuatro décadas se pensó que el pintor atraería a unas 200.000 personas al año. Hoy suman 1,6 millones y por eso la nueva puerta al universo de Van Gogh está a punto de abrirse.
elpaissemanal@elpais.es

Cuando la muerte causa un dolor tan profundo que no desaparece.................................... Paula Span

El sufrimiento complejo o prolongado puede afectar a cualquiera, pero especialmente a los adultos de más edad, debido a las muchas pérdidas que sufren.

 

'El primer duelo', de William Bouguereau.

Había cuidado de su marido durante los ocho últimos años de su vida, en los que este había padecido ceguera, cáncer e insuficiencia cardiaca.
 Tras su muerte en 2002, vendió la casa de Long Island que habían amado y compartido, ya que le traía demasiados recuerdos, y se trasladó a la casa de campo que tenían en el norte del estado de Nueva York.
Sus amigos pensaban que Anne Schomaker estaba sobrellevando bien su pérdida, según recuerda ella misma.
 “Me hice voluntaria, para salir y mantenerme activa, para llenar el vacío”, dice. 
“Me interesaba por muchas cosas”. Viajaba e incluso intentó salir con alguien otra vez.
“Pero la verdad es que no me iba bien”, relata Schomaker, de 73 años.
 “Sufría terribles ataques de tristeza y abatimiento. Echaba muchísimo de menos a mi marido”.
Anne Schomaker estuvo nueve años sumida en una pena profunda por la muerte de su marido
Incluso tras acudir a un terapeuta, lo cual la ayudó, tenía pesadillas y no soportaba escuchar las arias de sus óperas favoritas. 
“El dolor no desaparecía”, explica.
La muerte de alguien querido suele acarrear una intensa tristeza. 
Lo normal, sin embargo, es que el profundo sufrimiento de las primeras fases del duelo empiece a remitir a medida que pasan los meses, y que los periodos en los que continúa el dolor se alternen con una creciente capacidad para redescubrir los placeres de la vida.
Lo que hacía diferente al sufrimiento de Schomaker era su enorme duración
. Llevaba nueve años sumida en una pena profunda cuando vio un anuncio de la Universidad de Columbia, según el cual unos investigadores que habían ideado un tratamiento para el "sufrimiento complejo" buscaban voluntarios para un estudio.
Schomaker pensó que, a lo mejor, este nuevo planteamiento la ayudaría.
El sufrimiento complejo o prolongado puede afectar a cualquiera, pero especialmente a los adultos de más edad, debido a las muchas pérdidas que sufren (cónyuges, padres, hermanos, amigos). 
“Llega de la mano del duelo”, explica Katherine Shear, la psiquiatra que dirige el estudio de la Universidad de Columbia. “Y la prevalencia de pérdidas importantes es muchísimo mayor entre quienes tienen más de 65 años”.
En un artículo de revisión publicado en The New England Journal of Medicine a principios de este año,
 Shear enumeraba varios síntomas propios del sufrimiento complejo: añoranza o anhelo intenso, pensamientos y recuerdos que causan preocupación e incapacidad para aceptar la pérdida e imaginar el futuro sin la persona fallecida.
A menudo, quienes padecen estos síntomas están convencidos de que, de haber hecho algo de forma diferente, podrían haber evitado la muerte.
 El sufrimiento complejo, que es grave y prolongado si se compara con las reacciones habituales, reduce la capacidad funcional de quien lo padece.
“El hecho de adaptarse a una pérdida forma parte de nosotros tanto como el propio dolor”, prosigue Shear, quien dirige el Centro de Sufrimiento Complejo de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Columbia.
 En el caso del sufrimiento complejo, “hay algo que obstaculiza esa adaptación”, añade. “Algo impide que la recuperación siga su curso”.
¿Son habituales los casos de sufrimiento prolongado? 
Un estudio epidemiológico de más de 2.500 personas, llevado a cabo en Alemania en 2009, situaba la proporción en el 7 %, y el 9 % entre los mayores de 61 años.
El trastorno se caracteriza por añoranza o anhelo intenso, pensamientos y recuerdos que causan preocupación e incapacidad para aceptar la pérdida e imaginar el futuro sin la persona fallecida
George A. Bonanno, director del Laboratorio de Pérdida, Trauma y Emociones de la Escuela de Educación para Licenciados de la Universidad de Columbia, opina que la cifra real podría estar más cerca del 10 o el 15%.
Bonano, autor de The Other Side of Sadness: What the New Science of Bereavement Tells Us About Life After Loss [El otro lado de la tristeza: lo que la nueva ciencia del dolor nos dice sobre la vida después de una pérdida] sostiene que la capacidad de recuperación es la respuesta habitual a la muerte de los seres queridos. 
Sin embargo, señala, “siempre hay un grupo de personas que no se recuperan”.
Es más probable que el problema surja cuando la muerte es repentina o violenta; cuando la persona fallecida es el cónyuge, el compañero sentimental o el hijo; o cuando la persona afectada presenta un historial de depresión, ansiedad o consumo de drogas.
Definir esta clase de sufrimiento ha dado pie a algunas discrepancias profesionales. 
¿Qué criterios diferencian el sufrimiento complejo de la depresión o la ansiedad? ¿Cuándo se convierte en prolongado un sufrimiento normal? 
Los investigadores discrepan incluso en el nombre de la afección.
La Asociación Psiquiátrica Estadounidense, en la última versión de su Manual Diagnóstico y Estadístico de trastornos mentales, prefería no catalogar el sufrimiento complejo como un trastorno mental y, en cambio, incluía el “trastorno complejo persistente relacionado con el duelo” en un anexo, con vistas a seguir estudiándolo.
La quinta edición, publicada en 2013, considera que 12 meses son el punto a partir del cual los síntomas continuos de sufrimiento intenso pueden constituir un trastorno, aunque Shear y otros investigadores han propuesto un límite de seis meses.
Algunos expertos sostienen que las pruebas de las que se dispone no respaldan la existencia de una distinción clara entre el sufrimiento de duración superior a la media y la enfermedad mental.
 “¿Es necesario que la psiquiatría catalogue continuamente como trastornos las diversas emociones humanas normales?”, preguntaba Jerome C. Wakefield, catedrático de Trabajo Social y Psiquiatría de la Universidad de Nueva York.
El Centro de Sufrimiento Complejo ha publicado un manual y ofrece cursos de formación a los terapeutas
Al diagnosticar el sufrimiento complejo tan solo seis meses después de un fallecimiento, “nos encontraremos con que muchas personas normales recibirán un tratamiento que no necesitan”, fármacos incluidos.
 A Shear también le preocupa la “patologización” de las emociones normales. 
Pero cuando una mujer sigue siendo incapaz de salir de casa o responder al teléfono cuatro años después del fallecimiento de su hijo adulto, como le sucedía a una paciente, es evidente que algo va mal.
“Si a uno le preocupa lo que le está sucediendo, si no consigue interesarse más por la vida y las personas de su alrededor le dicen:
 ‘Cariño, deja de compadecerte de ti misma’, ¿por qué no buscar ayuda?”, se pregunta Shear.
 En un estudio clínico, el tratamiento del sufrimiento complejo, desarrollado por su centro, resultaba más eficaz entre los adultos mayores que la psicoterapia interpersonal.
A los participantes, entre los que se encontraba Schomaker, se les entregaba una escala con afirmaciones que medían la respuesta a la pérdida, como
: “Pienso tanto en esa persona que me resulta difícil hacer las cosas que suelo hacer” y “Siento que la vida está vacía sin la persona fallecida”
. Las puntuaciones altas indicaban un sufrimiento complejo.
Casi la mitad de los 151 participantes (edad media: 66 años) había perdido a un cónyuge o compañero sentimental y más de la cuarta parte había perdido a un progenitor.
 Habían transcurrido más de tres años, de media, desde el fallecimiento
. La mayoría de los participantes afirmaban haber pensado en el suicidio.
De forma aleatoria, se les repartió en dos grupos de modo que unos recibiesen 16 sesiones semanales de tratamiento para el sufrimiento complejo —que se centra específicamente en los síntomas del duelo y emplea recuerdos, fotografías y grabaciones— y otros, un tratamiento de psicoterapia interpersonal.
Ambos tratamientos les ayudaron, pero en el grupo que recibió el tratamiento para el sufrimiento complejo, más del 70% mostró una mejoría "grande" o "muy grande" en cuanto a la gravedad de sus síntomas e impedimentos, frente al 32% del grupo de la psicoterapia ordinaria.
 Un estudio realizado en cuatro centros, que ya ha finalizado pero aún no se ha publicado, ha puesto de manifiesto una eficacia similar, según explica Shear.
Siempre hay un grupo de personas que no se recupera”
A fin de que todo el mundo pueda acceder a su método, el Centro de Sufrimiento Complejo ha publicado un manual y ofrece cursos de formación a los terapeutas; los miembros del personal atienden y responden a las preguntas de los pacientes y terapeutas de todo el país.
Por ejemplo, Darlyn Reardon, de Ross Township (Pensilvania), recibió tratamiento para el sufrimiento complejo en el Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh en 2011.
 Después de que su marido de 40 años muriese de cáncer, “fue como si yo también hubiese perdido la vida”, relata. 
Transcurrieron siete años y “no me cuidaba”, recuerda. “No iba al médico. Dejé de ir a la iglesia. Teníamos un grupo de amigos y dejé de verlos. Lo dejé todo”
. Reardon, de 72 años, siempre echará de menos a su marido, John, que era bombero
. Pero ahora puede disfrutar viendo una película cualquiera o saliendo a comer con su prima, o la compañía de su cariñoso doguillo llamado Lovey o de sus nietos adolescentes.
Schomaker también nota una recuperación considerable.
 Es voluntaria y aficionada a los museos, tiene una activa vida social y se siente agradecida por el tratamiento para el sufrimiento complejo que recibió. 
“Consigue que pensemos en nuestra pérdida de un modo diferente”, explica. “Nos anima a seguir adelante, porque hay felicidad en nuestro porvenir”.
Traducción de News Clips
© 2015 New York Times News Service