Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 sept 2015

Tu nunca me has querido

www.youtube.com/watch?v=Aakp8FMC2qA

Joyas y millones para Carla Bruni............................................................... Álex Vicente

La cantante y modelo renueva como imagen de Bulgari. Solo el año pasado cobró 2,15 millones por ceder su imagen.

Carla Bruni en uno de los anuncios de la firma de joyas. / Instagram

Carla Bruni acaba de renovar su contrato con Bulgari, de la que volverá a ser imagen durante la temporada otoño-invierno que ahora arranca.
 La cantante, modelo y exprimera dama francesa protagoniza la nueva campaña publicitaria de la lujosa marca de joyería italiana, a la que representa desde 2013.
A partir de ahora, Bruni será imagen de tres colecciones distintas —Serpenti, Diva y Lucea—, en una campaña disparada por el cotizado fotógrafo Mikael Jansson. Según el semanario L’Express, Bruni cobró el año pasado 2,15 millones de euros por prestar su imagen a Bulgari.
 Se desconoce la cifra por la que ha renovado su colaboración con la marca, pero en ningún caso debería de ser una suma inferior.
Con sede en la exclusiva Via Condotti de Roma, Bulgari es propiedad desde 2011 del conglomerado del lujo LVMH (Louis Vuitton Moët Hennesy, propiedad del empresario Bernard Arnault, primera fortuna de Francia) desde 2011.
 Fundada en 1884, es el tercer joyero del mundo, tras Cartier y Tiffany.
Desde que Bruni firmó como imagen de la marca en 2013, las ventas han registrado una sustancial mejora.
 El año pasado superaron los 1.500 millones de euros. Durante los últimos meses, Bulgari habría registrado un crecimiento de más del 10% gracias a su expansión en Estados Unidos, China y Japón, según su presidente, Jean-Christophe Babin.
La marca contará con 312 tiendas a finales de 2015, frente a las 290 con las que contaba hace dos años.
A punto de cumplir 48 años, Bruni también sigue adelante con su carrera como intérprete y compositora.
 La semana pasada, actuó en tres conciertos en Brasil, donde aprovechó para visitar a su padre biológico, el empresario Maurizio Remmert, de quien conoció la existencia hace solo veinte años (la crio Alberto Bruni-Tedeschi, industrial y compositor turinés que falleció en 1996).
Después, Bruni se reunió con su marido, Nicolas Sarkozy, de visita en Argentina para entrevistarse con los candidatos a las elecciones presidenciales.
Durante el verano, Sarkozy y Bruni también llenaron portadas durante sus vacaciones en la mansión familiar de los Bruni en la Costa Azul.
 Ambos aparecieron abrazados, en un probable posado, paseando por la playa, con Bruni contorneando su silueta para no parecer más alta que su marid
o. Quedó claro que la power couple calentaba motores de cara a la precampaña para las elecciones presidenciales de 2017, en las que Sarkozy aspira a arrebatar el Elíseo a François Hollande.
 No parece descabellado que Bruni vuelva a jugar un papel destacado en la campaña de su marido, a quien ha acompañado en distintas ocasiones durante los últimos meses.
 En enero, por ejemplo, se presentó por sorpresa junto a Sarkozy a la gran manifestación ciudadana que siguió al atentado contra Charlie Hebdo, cuando ninguno de los demás mandatarios que encabezaban el desfile había acudido con su pareja.

 

Un niño es el mundo entero...................................................................... Juan Cruz

La muerte de un niño huyendo de la guerra es una afrenta, un grito de la vida contra la muerte.

Un policía recoge el cadaver de un niño en una playa de Turquía. / Ap

La muerte de un niño es una afrenta, un grito de la vida contra la muerte.
 Un niño muerto en la playa, en el lugar en el que se produce ese idilio del mar con la tierra y que ahí no desprende felicidad sino el terrible sonido de una noticia que llueve como el llanto en el corazón. Un niño muerto en la playa, buscando refugio en el mundo, huyendo de la guerra, escapando del cruel sonido de las armas y también del hambre.
Esta imagen del niño sirio muerto en una playa turca, la desolación que desprende el gesto del guardia que fue a salvarlo, la luz, la playa, esa orilla que parece un símbolo del propio paso descalzo del muchacho por un mundo que ya no lo va a recibir nunca, ni a él ni a tantos.
Es un poema desgarrador, un réquiem como aquel que entonaba José Hierro: es un niño como millones de niños, un ser humano que ya ríe y pregunta y persigue sombras como si fueran juguetes.
El hachazo cruel de la época lo convierte en el retrato con el que la conciencia del mundo ha de convivir como la expresión de esa afrenta.
 El guardia hizo el gesto desesperado; pero antes del guardia fue el mundo el que no lo supo salvar; el guardia fue el héroe de los ojos tristes, hizo todo lo que pudo.
No lo supo salvar el mundo.
Su único destino, el de sus padres, el de sus pasos, era sobrevivir; su horizonte no era ni siquiera vivir, tener oficio, amores y despedidas: su destino, ese que yace ahora sin vida en el mundo, era el de dibujar en la arena la casa, el barco, y ya no hay ni casa ni barco ni nada.
No hay nada.
 El mundo se lo ha quitado todo: ni este ni aquel, ni este país ni este otro: el responsable de esa terrible expresión de este tiempo es el mundo entero, porque el niño también es el mundo entero.
 Sus manos son los dibujos que deja, su cuerpo de tres o cuatro años es lo que queda del árbol que él hubiera imaginado que era la vida, y antes de tiempo supo que el mundo no sabe salvar a los niños porque también desconoce cómo salvarse.
 Ahí yace, en esa playa, el mundo entero.

 

El hombre que calza los sueños de miles de mujeres.................................................... Elsa Fernández-Santos

El influyente diseñador de zapatos Manolo Blahnik publica sus memorias visuales, recibe el máximo premio del Fashion Institute of Technology y rueda una ficción documental sobre su vida.

 

Manolo Blahnik posando para ICON en Londres, donde tiene su taller despacho. / Piers Calvert

Antonio, el camarero italiano de Bibendum –luminoso restaurante de Fulham Road donde hemos comido y cenado en un mismo día– tiene un bigotillo fino a lo Errol Flynn que divierte a Manolo Blahnik.
El problema es que Antonio no sabe quien es Errol Flynn y pese al gesto pícaro no le ve la gracia a parecerse a aquel irlandés nacido en Tasmania y convertido –por gracia de aquel bigotillo– en la legendaria estrella de Murieron con las botas puestas.
- "¿Y Pupetta Maresa? Esa sí la conoces ¿verdad?", pregunta retórico Blahnik en su perfecto italiano. "Era italiana del sur.
Una belleza de los 50 y 60. Una chica increíble", le aclara sin esperar respuesta
Sentado en un rincón privilegiado de Londres, donde en una mesa vecina puedes encontrar a Michael Caine cenando con su esposa, el célebre zapatero canario (Santa Cruz de La Palma, 1942) lamenta algo que para él es una certeza: en apenas un par de generaciones todo un mundo –y sobre todo una forma de estar en el mundo– se extinguirá sin remedio.
 Y él, y su trabajo, dejarán de tener sentido, porque sus preciados zapatos habrán perdido una de sus mágicas e inasibles cualidades: la memoria.
Cuando tomé la palabra dije que las revistas de hoy debían mirar más al pasado. Mi intención no era ser grosero"
La excusa que nos acerca esta vez al hombre que calza los sueños de miles de mujeres de todo el mundo es una anomalía: su primera colección de zapatos para hombres. Blahnik siempre ha diseñado cuatro o cinco modelos masculinos que confeccionaba para él y pocos afortunados más. Pero ahora, con más de 40 modelos en fábrica, pretende ir un paso más allá.
 La colección fue presentada en enero en uno de sus lugares londinenses favoritos, la casa museo del arquitecto Sir John Soane, situada al norte de Lincoln's Inn Fields.
Un edificio de principios del XIX repleto de los libros, cuadros, muebles y antigüedades coleccionados por el excéntrico personaje y que haría las delicias de cualquier amante de los gabinetes de curiosidades.
Un telón de fondo decimonónico para una colección que bebe de referencias austro-húngaras (en las botas), estadounidenses (en los zapatos bicolores) o españolas (en los de noche)
. Iluminados con velas, los pares se camuflaban entre esculturas, misteriosos escalones y hasta un sarcófago. Casi vivos, proponen uno de los juegos favoritos del diseñador: ir descubriendo historias.
En su despacho taller, y mientras se prepara para la mudanza a unas nuevas oficinas en el barrio de Marylebone, esas historias invaden hasta el último rincón de la pared y del suelo.
 Es imposible apartar la mirada de la mesa de trabajo, de su divertido caos.
 Se acumulan materiales, papeles y mucha tarea.
 Desperdigados por el cuarto, zapatos planos, con tacón ancho o de aguja, botines de noche, de brocados y de pieles
. Cada uno evoca un relato.
 Los zapatos de hombre se han cruzado en el camino con una colección cápsula de tres calcetines unisex para Falke, que solo se venden en una tienda de Londres.
“Los calcetines conectan el pie con el resto de la ropa, tengo miles, de tantos colores y materiales, es una de las prendas más divertidas que existen”, asegura Blahnik.
Manolo Blahnik posando para ICON. / Piers Calvert
Los bocetos y materiales para la colección de la primavera-verano de 2016 se mezclan con algún prototipo del próximo invierno, fotos recortadas, notas, pompones rojos (“¡me vuelven loco!”) y las primeras pruebas de un singular y monumental libro de memorias creativas que edita Rizzoli y que se presentará en septiembre en Nueva York, coincidiendo con la entrega del Couture Council Award for Artistry in Fashion, del Fashion Institute of Technology
. El libro, un banquete de palabras e imágenes, resume perfectamente la esencia heterogénea y exuberante de Blahnik y también su elegante armonía.
A través de sus páginas, viaja por sus obsesiones utilizando diálogos con amigos y creadores como los cineastas Pedro Almodóvar y Sofía Coppola, la influyente especialista en los clásicos de la antigüedad Mary Beard o la conservadora del Museo del Prado Manuela Mena.
Por si fuera poca cosa, cuando el volumen ya esté en imprenta empezará el rodaje de una ficción documental sobre su vida dirigida por Michael Roberts y con Rupert Everett en el papel del zapatero. “Como yo soy alérgico a las cámaras saldré muy poco, solo en algunas escenas, hablando. ¡Mucho mejor Rupert que yo!”, afirma con una gran carcajada.
La adicción al trabajo y su inagotable energía no le permiten tomarse un respiro. “También podría darle mi parte médico, pero no me parece muy educado”, bromea sobre algo serio, los avisos de su cuerpos a un ritmo frenético
. “El premio del Fashion Institute es el más importante de mi vida, y eso que en los últimos tiempos me han dado muchos.
 Lo cierto es que en general me incomodan bastante. Me gusta el reconocimiento pero tienen un aire de despedida que no me gusta tanto; estoy vivo, quizá no por mucho tiempo, pero de momento lo estoy. Además, cuando llega el momento de los agradecimientos no siempre sé qué decir
. Hace unos días recibí un premio de la revista Elle, que me entregó el encanto de Naomi [Campbell]. El caso es que cuando tomé la palabra dije que las revistas de hoy debían mirar más al pasado
. Mi intención no era ser grosero, ni siquiera pretendía ser una crítica, lo dije para alentar a los jóvenes a acercarse a los trabajos que hizo Diane Vreeland en Vogue o Harper’s Bazaar, por ejemplo, que se aprovechen de las ideas del pasado, que las usen, que las estudien, que se inspiren.
 Pero debí de explicarme mal y todo el mundo se quedó en silencio, fue un poco incómodo”.
En breve empezará el rodaje de una ficción documental sobre su vida dirigida por Michael Roberts y con Rupert Everett en el papel del zapatero.
 “Como yo soy alérgico a las cámaras saldré muy poco, solo en algunas escenas, hablando. ¡Mucho mejor Rupert que yo!”, afirma 
Blahnik le quita importancia y se ríe.
 Bajando la voz, confiesa que aunque le gusta decir lo que piensa cada vez lo hace menos; cree que cierta incorrección es una manera necesaria de estar en la vida pero hoy, con la simplificación a la que empujan las redes sociales, todo se presta al malentendido y entonces es mejor callar.
Con su larga zancada, fiel al traje y los zapatos gastados, siempre a contracorriente del gusto dominante, recorre Chelsea en una de esas tardes soleadas que los londinenses celebran como un regalo de los dioses.
 Repara en una tienda nueva de telas para cortinas y sofás
. Atraído por su linos envejecidos, de rayas y lunares y con preciosos colores gastados, entra en busca de muestras.
 Ante el pasmo de los educados dependientes pregunta cuanto tardarían en servir unos metros. Son fabricantes ingleses, le aclaran, así que no mucho.
 Ya en la calle, Blahnik celebra que aún queden pequeños reductos de manufacturas locales. “Entiendo los beneficios de la globalización pero no puedo aceptar todo lo que se ha llevado por delante.
Yo creo en la idea de Europa pero no sé si en la idea de esta Europa. Europa no es solo una gran autopista.
 Hemos llegado a un mundo incomprensible y muy vulgar. Vivimos en un selfie permanente y me preocupa que los jóvenes crezcan sin memoria ni capacidad para mirar atrás”.
En su propia memoria, como antídoto al presente uniforme y pedestre, atesora una interminable lista de pasiones.
 Tiene su peculiar altar laico, construido con las imágenes de sus particulares ángeles de la guarda. Son muchos, pero la periodista y gurú de la moda Anna Piaggi y la modelo y diseñadora Tina Chow brillan con luz propia.
 Nadie se parece a ellas. De Piaggi, fallecida en 2012, guarda una imagen tomada por su marido, Alfa Castaldi, en 1987.
 De Tina Chow, fallecida en 1992, algunos de sus retratos más hermosos. Las echa de menos, y no se cansa de repetirlo. Pese a que no le gusta admitirlo, la nostalgia forma parte de su trabajo y de su modo de vida. Y eso que, como rezaba la maravillosa autobiografía de Simone Signoret, la nostalgia ya no es lo que era.
Con la simplificación a la que empujan las redes sociales, todo se presta al malentendido y entonces es mejor callar"
Ronda la medianoche y el cansancio le hace declinar la invitación a la fiesta de cumpleaños de Antony Price, el hombre que en los setenta vistió a Bowie y Bryan Ferry.
 Será una reunión de viejos amigos de aquellos años.
“Pensar que entonces me pasaba el día en bicicleta, de las sesiones dobles y triples de cine a Northhampton, donde hacía mis primeros zapatos.
Había pedido un préstamo en el banco y no paraba de trabajar, ir al cine y a fiestas. Nos pasábamos horas, hasta el amanecer, charlando y charlando. Yo hablaba por los codos, mucho más que ahora. Es curioso, pero empecé en este oficio haciendo zapatos para Bryan Ferry.
Estaban inspirados en los saddle shoes, un modelo popular en Estados Unidos que me envió un amigo californiano
. Eran un tipo de zapato de cordones, bicolores, que usaban los mozos de cuadra y que se puso de moda entre los estudiantes americanos en los años 50. James Dean los llevaba siempre.
 En Europa era muy raro ver zapatos blancos, no gustaban nada, pero yo no me quitaba los míos, me encantaban.
 Aún los tengo, los guardo como oro en paño. El caso es que yo presenté una colección de zapatos de mujer para Saint Laurent que no funcionó.
Me rechazaron y cuando volví a Londres me puse a hacer saddle shoes para todos mis amigos, en todos los colores posibles: verde brillante con blanco, azul brillante con blanco… de todo
. Fueron un éxito y todos los llevaban, las mujeres también.
 Los adoraban”.
Fue en ese momento cuando viajó a Milán y allí Anna Piaggi le llevó a conocer a los artesanos que cambiaron definitivamente el rumbo de su vida.
“Empecé entonces a hacer zapatos de mujer, los traje a Londres y en tres días vendí toda la colección. Aparqué definitivamente los zapatos de hombre, me aburrían, dejé de hacerlos excepto algunos para mí y mis amigos, hasta ahora, después de tantos años.
 Quizá es extraño o tal vez es que así se cierra el círculo”.