Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 sept 2015

El hombre que calza los sueños de miles de mujeres.................................................... Elsa Fernández-Santos

El influyente diseñador de zapatos Manolo Blahnik publica sus memorias visuales, recibe el máximo premio del Fashion Institute of Technology y rueda una ficción documental sobre su vida.

 

Manolo Blahnik posando para ICON en Londres, donde tiene su taller despacho. / Piers Calvert

Antonio, el camarero italiano de Bibendum –luminoso restaurante de Fulham Road donde hemos comido y cenado en un mismo día– tiene un bigotillo fino a lo Errol Flynn que divierte a Manolo Blahnik.
El problema es que Antonio no sabe quien es Errol Flynn y pese al gesto pícaro no le ve la gracia a parecerse a aquel irlandés nacido en Tasmania y convertido –por gracia de aquel bigotillo– en la legendaria estrella de Murieron con las botas puestas.
- "¿Y Pupetta Maresa? Esa sí la conoces ¿verdad?", pregunta retórico Blahnik en su perfecto italiano. "Era italiana del sur.
Una belleza de los 50 y 60. Una chica increíble", le aclara sin esperar respuesta
Sentado en un rincón privilegiado de Londres, donde en una mesa vecina puedes encontrar a Michael Caine cenando con su esposa, el célebre zapatero canario (Santa Cruz de La Palma, 1942) lamenta algo que para él es una certeza: en apenas un par de generaciones todo un mundo –y sobre todo una forma de estar en el mundo– se extinguirá sin remedio.
 Y él, y su trabajo, dejarán de tener sentido, porque sus preciados zapatos habrán perdido una de sus mágicas e inasibles cualidades: la memoria.
Cuando tomé la palabra dije que las revistas de hoy debían mirar más al pasado. Mi intención no era ser grosero"
La excusa que nos acerca esta vez al hombre que calza los sueños de miles de mujeres de todo el mundo es una anomalía: su primera colección de zapatos para hombres. Blahnik siempre ha diseñado cuatro o cinco modelos masculinos que confeccionaba para él y pocos afortunados más. Pero ahora, con más de 40 modelos en fábrica, pretende ir un paso más allá.
 La colección fue presentada en enero en uno de sus lugares londinenses favoritos, la casa museo del arquitecto Sir John Soane, situada al norte de Lincoln's Inn Fields.
Un edificio de principios del XIX repleto de los libros, cuadros, muebles y antigüedades coleccionados por el excéntrico personaje y que haría las delicias de cualquier amante de los gabinetes de curiosidades.
Un telón de fondo decimonónico para una colección que bebe de referencias austro-húngaras (en las botas), estadounidenses (en los zapatos bicolores) o españolas (en los de noche)
. Iluminados con velas, los pares se camuflaban entre esculturas, misteriosos escalones y hasta un sarcófago. Casi vivos, proponen uno de los juegos favoritos del diseñador: ir descubriendo historias.
En su despacho taller, y mientras se prepara para la mudanza a unas nuevas oficinas en el barrio de Marylebone, esas historias invaden hasta el último rincón de la pared y del suelo.
 Es imposible apartar la mirada de la mesa de trabajo, de su divertido caos.
 Se acumulan materiales, papeles y mucha tarea.
 Desperdigados por el cuarto, zapatos planos, con tacón ancho o de aguja, botines de noche, de brocados y de pieles
. Cada uno evoca un relato.
 Los zapatos de hombre se han cruzado en el camino con una colección cápsula de tres calcetines unisex para Falke, que solo se venden en una tienda de Londres.
“Los calcetines conectan el pie con el resto de la ropa, tengo miles, de tantos colores y materiales, es una de las prendas más divertidas que existen”, asegura Blahnik.
Manolo Blahnik posando para ICON. / Piers Calvert
Los bocetos y materiales para la colección de la primavera-verano de 2016 se mezclan con algún prototipo del próximo invierno, fotos recortadas, notas, pompones rojos (“¡me vuelven loco!”) y las primeras pruebas de un singular y monumental libro de memorias creativas que edita Rizzoli y que se presentará en septiembre en Nueva York, coincidiendo con la entrega del Couture Council Award for Artistry in Fashion, del Fashion Institute of Technology
. El libro, un banquete de palabras e imágenes, resume perfectamente la esencia heterogénea y exuberante de Blahnik y también su elegante armonía.
A través de sus páginas, viaja por sus obsesiones utilizando diálogos con amigos y creadores como los cineastas Pedro Almodóvar y Sofía Coppola, la influyente especialista en los clásicos de la antigüedad Mary Beard o la conservadora del Museo del Prado Manuela Mena.
Por si fuera poca cosa, cuando el volumen ya esté en imprenta empezará el rodaje de una ficción documental sobre su vida dirigida por Michael Roberts y con Rupert Everett en el papel del zapatero. “Como yo soy alérgico a las cámaras saldré muy poco, solo en algunas escenas, hablando. ¡Mucho mejor Rupert que yo!”, afirma con una gran carcajada.
La adicción al trabajo y su inagotable energía no le permiten tomarse un respiro. “También podría darle mi parte médico, pero no me parece muy educado”, bromea sobre algo serio, los avisos de su cuerpos a un ritmo frenético
. “El premio del Fashion Institute es el más importante de mi vida, y eso que en los últimos tiempos me han dado muchos.
 Lo cierto es que en general me incomodan bastante. Me gusta el reconocimiento pero tienen un aire de despedida que no me gusta tanto; estoy vivo, quizá no por mucho tiempo, pero de momento lo estoy. Además, cuando llega el momento de los agradecimientos no siempre sé qué decir
. Hace unos días recibí un premio de la revista Elle, que me entregó el encanto de Naomi [Campbell]. El caso es que cuando tomé la palabra dije que las revistas de hoy debían mirar más al pasado
. Mi intención no era ser grosero, ni siquiera pretendía ser una crítica, lo dije para alentar a los jóvenes a acercarse a los trabajos que hizo Diane Vreeland en Vogue o Harper’s Bazaar, por ejemplo, que se aprovechen de las ideas del pasado, que las usen, que las estudien, que se inspiren.
 Pero debí de explicarme mal y todo el mundo se quedó en silencio, fue un poco incómodo”.
En breve empezará el rodaje de una ficción documental sobre su vida dirigida por Michael Roberts y con Rupert Everett en el papel del zapatero.
 “Como yo soy alérgico a las cámaras saldré muy poco, solo en algunas escenas, hablando. ¡Mucho mejor Rupert que yo!”, afirma 
Blahnik le quita importancia y se ríe.
 Bajando la voz, confiesa que aunque le gusta decir lo que piensa cada vez lo hace menos; cree que cierta incorrección es una manera necesaria de estar en la vida pero hoy, con la simplificación a la que empujan las redes sociales, todo se presta al malentendido y entonces es mejor callar.
Con su larga zancada, fiel al traje y los zapatos gastados, siempre a contracorriente del gusto dominante, recorre Chelsea en una de esas tardes soleadas que los londinenses celebran como un regalo de los dioses.
 Repara en una tienda nueva de telas para cortinas y sofás
. Atraído por su linos envejecidos, de rayas y lunares y con preciosos colores gastados, entra en busca de muestras.
 Ante el pasmo de los educados dependientes pregunta cuanto tardarían en servir unos metros. Son fabricantes ingleses, le aclaran, así que no mucho.
 Ya en la calle, Blahnik celebra que aún queden pequeños reductos de manufacturas locales. “Entiendo los beneficios de la globalización pero no puedo aceptar todo lo que se ha llevado por delante.
Yo creo en la idea de Europa pero no sé si en la idea de esta Europa. Europa no es solo una gran autopista.
 Hemos llegado a un mundo incomprensible y muy vulgar. Vivimos en un selfie permanente y me preocupa que los jóvenes crezcan sin memoria ni capacidad para mirar atrás”.
En su propia memoria, como antídoto al presente uniforme y pedestre, atesora una interminable lista de pasiones.
 Tiene su peculiar altar laico, construido con las imágenes de sus particulares ángeles de la guarda. Son muchos, pero la periodista y gurú de la moda Anna Piaggi y la modelo y diseñadora Tina Chow brillan con luz propia.
 Nadie se parece a ellas. De Piaggi, fallecida en 2012, guarda una imagen tomada por su marido, Alfa Castaldi, en 1987.
 De Tina Chow, fallecida en 1992, algunos de sus retratos más hermosos. Las echa de menos, y no se cansa de repetirlo. Pese a que no le gusta admitirlo, la nostalgia forma parte de su trabajo y de su modo de vida. Y eso que, como rezaba la maravillosa autobiografía de Simone Signoret, la nostalgia ya no es lo que era.
Con la simplificación a la que empujan las redes sociales, todo se presta al malentendido y entonces es mejor callar"
Ronda la medianoche y el cansancio le hace declinar la invitación a la fiesta de cumpleaños de Antony Price, el hombre que en los setenta vistió a Bowie y Bryan Ferry.
 Será una reunión de viejos amigos de aquellos años.
“Pensar que entonces me pasaba el día en bicicleta, de las sesiones dobles y triples de cine a Northhampton, donde hacía mis primeros zapatos.
Había pedido un préstamo en el banco y no paraba de trabajar, ir al cine y a fiestas. Nos pasábamos horas, hasta el amanecer, charlando y charlando. Yo hablaba por los codos, mucho más que ahora. Es curioso, pero empecé en este oficio haciendo zapatos para Bryan Ferry.
Estaban inspirados en los saddle shoes, un modelo popular en Estados Unidos que me envió un amigo californiano
. Eran un tipo de zapato de cordones, bicolores, que usaban los mozos de cuadra y que se puso de moda entre los estudiantes americanos en los años 50. James Dean los llevaba siempre.
 En Europa era muy raro ver zapatos blancos, no gustaban nada, pero yo no me quitaba los míos, me encantaban.
 Aún los tengo, los guardo como oro en paño. El caso es que yo presenté una colección de zapatos de mujer para Saint Laurent que no funcionó.
Me rechazaron y cuando volví a Londres me puse a hacer saddle shoes para todos mis amigos, en todos los colores posibles: verde brillante con blanco, azul brillante con blanco… de todo
. Fueron un éxito y todos los llevaban, las mujeres también.
 Los adoraban”.
Fue en ese momento cuando viajó a Milán y allí Anna Piaggi le llevó a conocer a los artesanos que cambiaron definitivamente el rumbo de su vida.
“Empecé entonces a hacer zapatos de mujer, los traje a Londres y en tres días vendí toda la colección. Aparqué definitivamente los zapatos de hombre, me aburrían, dejé de hacerlos excepto algunos para mí y mis amigos, hasta ahora, después de tantos años.
 Quizá es extraño o tal vez es que así se cierra el círculo”.

Lo que un cosmético nunca podrá hacer por ti...............................................................Daniel Mediavilla

La ciencia ha sido capaz de identificar factores del envejecimiento de la piel, pero el camino para aplicar ese conocimiento a cosméticos efectivos aún será largo.

Maquillaje
Varias mujeres maquillándose. / Getty Images /Jamie Grill

En un estudio publicado este año, la compañía de cosméticos Olay anunciaba el descubrimiento de la huella digital genética de las mujeres cuya piel parece no envejecer.
 El estudio, presentado en el Congreso Mundial de Dermatología celebrado en Vancouver entre el 8 y el 13 de junio, había estudiado a mujeres de veinte a setenta años e identificaba variantes genéticas y de otros tipos de estas privilegiadas
. A la cabeza del estudio se encontraba Alexa Kimball, profesora de dermatología de la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU).
Después de analizar 20.000 genes, se habían identificado 2.000 que, aunque también están presentes en el resto de la población, se expresaban de una manera diferente entre las “eternamente jóvenes”
. El trabajo de estos genes influye en la capacidad de las células para reparar el ADN, producir antioxidantes y otros factores relacionados con el envejecimiento
. Para Rosemarie Osborne, investigadora de Procter & Gamble, conocer por qué estos genes actúan distinto en algunas mujeres “puede permitir a los investigadores ayudar a más mujeres a lograr una piel que parezca la excepción y no la regla en cualquier etapa de la vida”.
Según la Academia Americana de Dermatología los mejores productos antiedad son cremas hidratantes y protectores solares
El estudio es científicamente sólido, pero el salto que se sugiere entre el conocimiento obtenido y la posibilidad de mejorar sus productos no es tan sencillo.
 “Parece un trabajo ambicioso y han cumplido la parte descriptiva usando las últimas tecnologías; ahora viene lo difícil, que es encontrar la manera de rejuvenecer la piel”, comentaba Manuel Serrano, jefe del Grupo de Supresión Tumoral del CNIO y especialista en el estudio de los mecanismos relacionados con el envejecimiento. Serrano, que ha participado en estudios que describen las causas del deterioro biológico que se produce con el paso del tiempo, conoce la gran distancia que existe entre conocer un proceso y ser capaz de manipularlo.
Por ahora, ninguna estrategia ha mostrado ser efectiva para prolongar la vida humana.
Esto no desanima a la industria de los cosméticos.
Elio Estévez, responsable de comunicación científica de Procter & Gamble Beauty, asegura que desde su compañía quiere “identificar moléculas que sean capaces de modificar rutas metabólicas o bioquímicas para que una piel no excepcional se comporte como excepcional”.
 Para lograrlo, realizan pruebas en cultivos de laboratorio para exponerlos a distintos componentes con el fin de seleccionar los efectos deseados.
 Según Estévez, buscan moléculas capaces “de ralentizar los genes activados en los procesos de envejecimiento y poder hacer que el ADN se comporte como ARN mensajero”.
Más allá de la posibilidad de lograr manipular el material genético de la piel para evitar su envejecimiento y pese a lo que se sugiere en algunos anuncios (que introducen el ADN o las células madre como atractivo), un producto capaz de alterar el ADN dejaría de ser cosmético.
“La acción de los productos cosméticos, por su propia definición, siempre ha de limitarse a la capa superficial de la piel (epidermis) o de las mucosas bucales.
 Las reivindicaciones de 'cambio en la expresión génica' o 'acción sobre el funcionamiento de las mitocondrias' deben ser valoradas cuidadosamente, ya que en ningún caso un cosmético podría producir una alteración del material genético o de las células que pudiera afectar a las funciones fisiológicas del organismo”, explican desde la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios
. “Cuando un producto produce la modificación de funciones fisiológicas mediante mecanismos de acción de tipo inmunológico, metabólico o farmacológico, estaríamos hablando de medicamentos”, añaden.
Los cosméticos, por ley, no pueden actuar sobre la expresión genética o el ADN de una persona
“En dermatología, para aplicaciones médicas, como el tratamiento de la epidermolisis bullosa [la enfermedad conocida como piel de mariposa], se están estudiando formas de revertir una determinada expresión genética, pero no creo que eso se vaya a aplicar a cosmética de momento”, afirma Bibiana Pérez, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal y miembro de la Academia Española de Dermatología.
"Tiene que pasar muchos tests científicos, lo veo lejísimos", añade
. En su opinión, el interés de estudios como el realizado por Olay puede ir más en la dirección hacia una cosmética personalizada. “Se pueden ver los cambios que se producen con la edad y cómo varían según la raza, y analizar cuáles son los puntos débiles de la piel de una persona.
Por ejemplo, si tienes dificultad para contrarrestar el estrés oxidativo, aplicar un cosmético que ayude”, indica
. Sobre las pruebas a las que se someten los cosméticos, Pérez explica que, aunque se hacen estudios con controles, estos “no son reconocidos universalmente”, y existe una parte importante de percepción subjetiva del paciente y el médico que evalúa.
La acción de los productos cosméticos, por su propia definición, siempre ha de limitarse a la capa superficial de la piel"
Aunque se realicen investigaciones de calidad como la financiada por Olay, los productos de la industria cosmética no están sometidos a los controles de los medicamentos y afirmaciones como “clínicamente probado” no significa que hayan superado los estrictos controles de los fármacos. Tiene similitudes con la homeopatía, en la que los fabricantes solo tienen que garantizar su calidad y su seguridad.
 La eficacia solo se debe demostrar en la minoría de casos en que se declara una indicación terapéutica.
Para quienes quieran seguir manteniendo la esperanza de que al menos parte del proceso natural de envejecimiento está bajo su control, la Academia Americana de Dermatología asegura que los dos productos antiedad más efectivos que los consumidores pueden comprar son cremas hidratantes y protectores solares de amplio espectro, y que el ingrediente secreto de muchas cremas antienvejecimiento es una buena crema hidratante.

 

1 sept 2015

Eddie Redmayne se transforma en 'La chica danesa'

El actor que ganó el último Oscar interpreta en su nueva película al primer hombre en pasar por una cirugía de cambio de sexo.

Escena de la película en la que aparece Redmayne vestido de mujer. / Universal Pictures

El actor Eddie Redmayne (Londres, 1982) vuelve a apuntar directo a la estatuilla con su papel en 'La chica danesa'.
 En la película, cuyo trailer ha visto la luz este martes, el ganador del último Oscar al mejor actor interpreta al pintor danés Einar Wegener, el primer hombre que pasó por una cirugía de cambio de sexo.
Wegener, un artista que vivió a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX, comenzó a vestirse de mujer animado por su esposa, Gerda.
 Pero lo que empezó como un juego se convirtió en una emocionante y perturbadora historia que terminó por convertir a Einar en Lili.
La cinta está basada en la novela homónima de David Ebershoff (California, 1969) y se estrenará en los cines de Estados Unidos en noviembre de 2015
. En España habrá que esperar hasta el 15 de enero de 2016.

 

Henning Mankell frente al duelo de la muerte................................................... Winston Manrique Sabogal

El escritor sueco relata en un libro la manera en que sus recuerdos le han servido como tabla de salvación para afrontar el cáncer.

El escritor sueco Henning Mankell. / sara appelgren

Nueve años tenía Henning Mankell (Estocolmo, 1948) cuando el futuro puso en él la semilla de la cara y la cruz de lo que sería su vida.
 Al menos una parte esencial. La primera lo haría consciente de su existencia en el mundo y delinearía su identidad y destino, cuando una mañana de invierno, camino del colegio, lo sorprendió “una certeza inesperada.
 Como una carga eléctrica:
‘Yo soy yo y ningún otro. Yo soy yo”.
 La otra mitad de la semilla guardaba el primer atisbo de la enfermedad que hoy está en su horizonte, cuando estaba en un hospital con unas molestias en el apéndice y el compañero de habitación era un hombre con cáncer terminal.
Esa fue la primera vez que el escritor sueco, que puso la novela policiaca de su país en el mapa mundial y lo convirtió en uno de los clásicos contemporáneos del género, escuchó esa palabra que 57 años después lo tocaría a él de manera contundente.
 Una pesadilla.
El 16 de diciembre de 2013 sufrió un accidente en su coche, el día de Navidad se despertó con lo que pensó era una tortícolis, en los días sucesivos el dolor se extendió de manera extraña, el 8 de enero de 2014, de una mañana fría y nevada, fue al hospital y tras unas radiografías le diagnosticaron un tumor cancerígeno en el pulmón izquierdo con metástasis en la nuca.
 Los siguientes diez días fueron devastadores para su ánimo.
 Conoció el pavor.
 Creyó hundirse.
 Hasta que emergió con la idea de afrontar la enfermedad, de no dejarse vencer y de contar ese duelo con la muerte desde la perspectiva de la vida.
Arenas movedizas es el título que le puso Mankell a ese libro que reúne sus vivencias y que edita Tusquets (traducción de Carmen Montes Cano), el sello que ha publicado todos sus libros.
Allí enfrenta el horizonte de la muerte creando el arco de algunos de los primeros hallazgos que han marcado su existencia personal y colectiva.
No es un libro filosófico ni de autoayuda, aunque esté esparcido de preguntas esenciales de siempre, sino que a partir de ellas recuerda que la vida de cada uno está llena de historias luminosas o sombrías, cuentos o novelas según se quiera, que nos conectan con el mundo.
Y, claro, al estilo de Mankell, hay una denuncia política y social sobre el legado que dejaría esta civilización a la humanidad:
 No será Rubens, ni Shakespeare, ni Beethoven, sino los residuos nucleares enterrados en el fondo de alguna montaña sueca jugando con la memoria de las siguientes generaciones, con el riesgo paradójico de que, afirma Mankell, el último recuerdo que deje el ser humano será ése:
 "Que nadie recuerde nada
. Lo último que dejaremos detrás de nosotros es algo que escondemos para que nadie lo encuentre”.
Arenas movedizas es la vida como un rompecabezas de historias que entretejen en silencio el porvenir de una persona.
Empezando por el título, Mankell cuenta cómo le aterraba, desde niño, y durante sus periplos por el mundo la idea de ser engullido por una de esas arenas pero luego descubre la verdad que las rodea, todo mito.
Y en este caso, frente a la enfermedad que parecía engullirlo sale de allí al aferrarse a los recuerdos, al repasar su vida: “Puede que no me atreviera a pensar en el futuro.
Era territorio incierto, minado.
Así que volvía continuamente a la infancia”, escribe en el libro.
Y también a su adolescencia y a su madurez, a sus momentos estelares.
Entre las obras de Henning Mankell destaca la serie policiaca del inspector Kurt Wallander, traducido a 40 idiomas, que inició en 1990 con Asesino sin rostro.
  En sus novelas, narra dramas humanos en los que advierte problemáticas sociales o políticas de su país o de Europa. Una mirada a la cual ha contribuido su presencia en África desde 1973 cuando fue por primera vez.
Con todo eso ha creado este libro-testimonio.
Una procesión de episodios de primeras veces y sus sombras.
 Un espejo retrovisor, como él lo llama, en el que mira atrás para seguir avanzando

Maestro de la novela negra contemporánea

JUAN CEREZO
Henning Mankell es el gran patriarca de la literatura policiaca escandinava, uno de los maestros de la novela negra contemporánea.
En nuestro país su serie protagonizada por Wallander fue pionera en lo que ha acabado siendo una categoría del género criminal: la novela nórdica.
 Ha vendido más de 40 millones de ejemplares de sus obras en el mundo
Mankell destaca por su infalible capacidad de observación, tanto en cuestiones sociales candentes e incómodas como en los tipos humanos que pueblan sus novelas.
 Es un gran creador de atmósferas, de la estirpe del mejor Simenon
. Y tiene un talento único para crear personajes indelebles, como el protagonista de su serie, Kurt Wallander, el inspector gruñón pero honesto, desastrado pero profesional, solitario pero dotado de certera intuición psicológica para descubrir los secretos que la gente oculta
. Es decir, un personaje que, con todos sus problemas personales, es de una humanidad desarmante. Como muchos de los que le rodean o con los que se encuentra.
Y por ello sus historias dejan poso, largo recuerdo, porque hablan de dramas humanos de la Europa contemporánea.
 Como dice en Arenas movedizas, sus emotivas memorias, si los escritores se dividen entre los que iluminan y los que ocultan, él siempre ha perseguido en sus obras desvelar lo que los algunos están empeñados en enterrar o esconder:
 “Escribir es iluminar con una linterna los rincones de penumbra.”
Autor poliédrico, ha demostrado su talento narrativo no ya en thrillers internacionales, que han sido bestsellers globales, como El chino, El cerebro de Kennedy, sino también en subyugantes historias íntimas y familiares como Profundidades o Zapatos italianos, que tendrá continuación en su recién acabada Botas de lluvia suecas, en su serie africana, con títulos como Comedia infantil o Hijo del viento, en novelas sociales que hablan de inmigración e indocumentados, como Tea Bag, o en sagas femeninas como Daisy Sisters o Un ángel caído.
En buena medida, la validez y credibilidad de sus historias se deben a la coherencia de su actitud cívica, a su compromiso social: pasa la mitad del año con África (tiene un pie en la nieve y otro en la arena, suele decir), y dirige en Maputo, Mozambique, el teatro Nacional Avenida.
 Montó una editorial con su editor, Leopard, en la que publica a muchos autores del tercer mundo. Participó en la escuadrilla que quiso romper el bloqueo al pueblo palestino.
En sus colaboraciones en prensa deja clara su denuncia de las injusticias y los abusos de una sociedad, la sueca y la occidental, demasiado segura de sí misma y no tan perfecta como nos tranquilizaría pensar.
Juan Cerezo es el editor de Tusquets, sello que edita a Henning Mankell