La relación que inspiró la letra del popular tema estaba condenada
al fracaso, pero este canto a la indiferencia se convirtió en el mayor
éxito de la cantante.
Tú juegas a quererme
yo juego a que te creas que te quiero
En el quinto álbum de Luz Casal cada pista era una apuesta.
El ecléctico Luz V
(1989), en el que convivían guitarras eléctricas, sintetizadores e
incluso había espacio para las maracas, abría con dos canciones de amor
de estilos y enfoques opuestos.
Mientras que Loca era la provocativa declaración a un exnovio asentado y, probablemente, algo arrepentido, la desgarrada Te dejé marchar
tenía sección de cuerda y era un hermoso canto a la frustración de
haber amado y haber perdido.
En medio de este sentido repertorio, una canción cínica y descreída se convertiría en el mayor éxito de Luz Casal. No me importa nada tenía como inspiración a una pareja que no estaba a la altura del romance de los sonetos, su letra era una narración sobre la falta de emoción, carente del drama de los boleros y sin la ilusión del pop, que hablaba de una de esas relaciones en las que uno se embarca sin estar convencido y de las que sale preguntándose: ¿qué estoy haciendo con mi vida?
Y no me importa nada
que rías o que sueñes
que digas o que hagas
A finales de los ochenta, Gloria Varona había compuesto algunos versos,
pero nunca se había planteado hacer canciones. Su hermano, el músico
Pancho Varona, fue quien animó a esta funcionaria del Ministerio de
Empleo y Seguridad Social a que le proporcionara letras: ‘No me importa
nada’ fue su tercera composición. Ya se sabe que las obras primerizas
tienden a ser especialmente autobiográficas… y por entonces aquella
treintañera tenía novio.
“Era el típico tío que sabes que te está mintiendo y engañando”,
explica Gloria, “pero que en el fondo tampoco te importa demasiado
porque eres consciente de que es una persona transitoria”.
Serena y confiada
invento las palabras que te hieren
El desencanto con esa relación en piloto automático facilitó que
escribiera la letra de corrido. En apenas diez minutos Gloria tenía un
manuscrito que se convertiría en número 1 de Los 40 Principales, abriría a Luz Casal las puertas del mercado internacional y, años más tarde, se traduciría al francés. Apenas hubo cambios a posteriori,
si bien en un principio la letra decía “escucho tus chorradas acerca
del amor y del deseo” (Gloria finalmente cambió el término ‘chorradas’
por ‘bobadas’ porque, reconoce entre risas, “cantado sonaba demasiado
duro”).
“Mucha gente me decía: “Ay, qué triste”, pero a mí la canción no me
parecía triste ni era mi intención cuando la hice”, afirma. “Habla sobre todo del hartazgo, de ese estar jugando a que somos novios. ¿Qué necesidad hay de que me cuentes bolas y de que vengas a hablarme del amor, si los dos sabemos de qué va esto?”.
Esa variedad de lecturas que tiene el tema es especialmente gráfica si
comparamos los dos videoclips que acompañaron a la canción.
El primero,
bastante turbio, tenía de protagonista a una castigadora Luz vestida de
cuero que recorría una discoteca seduciendo con desgana a quien se
pusiera por delante.
‘No me importa nada’ es la banda sonora de un duelo prematuro, una
canción que escuchar para coger fuerzas antes de agarrar las maletas y
salir de una relación que hace tiempo que ha dejado de sumar.
Encontrarla triste o no depende de si quien la escucha cree que la vida merece la pena sin pareja.
Cuando la interpreta sobre el escenario, sonriendo con plenitud
mientras repite una y otra vez que no le importa nada,
Luz transmite que
ella también es de las que valora el amor propio por encima del amor romántico.
“Es una declaración de independencia, una muestra de seguridad”,
explica la cantante, que recuerda que al principio hubo gente que
incluso calificó la canción de “feminista”.
El público escuchó el tema dos años después de haber sido escrito.
En el quinto álbum de Luz Casal cada pista era una apuesta. El ecléctico
Luz V
(1989), en el que convivían guitarras eléctricas, sintetizadores e
incluso había espacio para las maracas, abría con dos canciones de amor
de estilos y enfoques opuestos. Mientras que
Loca era la provocativa declaración a un exnovio asentado y, probablemente, algo arrepentido, la desgarrada
Te dejé marchar
tenía sección de cuerda y era un hermoso canto a la frustración de
haber amado y haber perdido.
En medio de este sentido repertorio,
una canción cínica y descreída se convertiría en el mayor éxito de Luz Casal.
No me importa nada tenía como inspiración a una pareja que no estaba a la altura del romance de los sonetos, su letra era
una narración sobre la falta de emoción, carente del drama de los boleros y sin la ilusión del pop, que hablaba de una de esas relaciones en las que uno se embarca sin estar convencido y de las que sale preguntándose:
¿qué estoy haciendo con mi vida?
Y no me importa nada
que rías o que sueñes
que digas o que hagas
A finales de los ochenta, Gloria Varona había compuesto algunos versos,
pero nunca se había planteado hacer canciones. Su hermano, el músico
Pancho Varona, fue quien animó a esta funcionaria del Ministerio de
Empleo y Seguridad Social a que le proporcionara letras: ‘No me importa
nada’ fue su tercera composición. Ya se sabe que las obras primerizas
tienden a ser especialmente autobiográficas… y por entonces aquella
treintañera tenía novio.
“Era el típico tío que sabes que te está mintiendo y engañando”,
explica Gloria, “pero que en el fondo tampoco te importa demasiado
porque eres consciente de que es una persona transitoria”.
Serena y confiada
invento las palabras que te hieren
El desencanto con esa relación en piloto automático facilitó que
escribiera la letra de corrido. En apenas diez minutos Gloria tenía un
manuscrito que se convertiría en número 1 de
Los 40 Principales, abriría a Luz Casal las puertas del mercado internacional y, años más tarde, se traduciría al francés.
Apenas hubo cambios
a posteriori,
si bien en un principio la letra decía “escucho tus chorradas acerca
del amor y del deseo” (Gloria finalmente cambió el término ‘chorradas’
por ‘bobadas’ porque, reconoce entre risas, “cantado sonaba demasiado
duro”).
“Mucha gente me decía: “Ay, qué triste”, pero a mí la canción no me
parecía triste ni era mi intención cuando la hice”, afirma. “Habla
sobre todo del hartazgo, de ese estar jugando a que somos novios. ¿Qué necesidad hay de que me cuentes bolas y de que vengas a hablarme del amor, si los dos sabemos de qué va esto?”.
Esa variedad de lecturas que tiene el tema es especialmente gráfica si
comparamos los dos videoclips que acompañaron a la canción. El primero,
bastante turbio, tenía de protagonista a una castigadora Luz vestida de
cuero que recorría una discoteca seduciendo con desgana a quien se
pusiera por delante.
El segundo (el preferido de la cantante, grabado para promocionar su
primer recopilatorio en Francia) era mucho más optimista, un paseo en
solitario despreocupado, liberador y a plena luz del día.
Tú juegas a olvidarme
yo juego a que te creas que me importa
‘No me importa nada’ es la banda sonora de un duelo prematuro, una
canción que escuchar para coger fuerzas antes de agarrar las maletas y
salir de una relación que hace tiempo que ha dejado de sumar.
Encontrarla triste o no depende de si quien la escucha cree que la vida merece la pena sin pareja.
Cuando la interpreta sobre el escenario, sonriendo con plenitud
mientras repite una y otra vez que no le importa nada, Luz transmite que
ella también es de las que
valora el amor propio por encima del amor romántico.
“Es una declaración de independencia, una muestra de seguridad”,
explica la cantante, que recuerda que al principio hubo gente que
incluso calificó la canción de “feminista”.
El público escuchó el tema dos años después de haber sido escrito. Para
entonces, Gloria y su antimuso ya no estaban juntos. “Siempre tuvo una
vaga idea de que estaba dedicada a él y no le hacía mucha gracia. Yo no
insistía por no hacer sangre, pero también bromeaba diciendo que era el
único novio que me había dado pasta”. La letrista, por supuesto, se
refiere a los jugosos cheques que le llegaron en concepto de derechos de
autor.
Portada del álbum 'Luz V', donde se incluye el popular tema.
Esquivando el baladón
En cuanto terminó la letra
se la pasó a su hermano Pancho, compositor, productor y compañero de gira de Joaquín Sabina,
a quien el cantante de voz rota describió en una ocasión como “mi
andamio, mi todo”.
Si a su hermana solo le hicieron falta diez minutos
para tener la letra, Pancho necesitó dos años hasta dar con la música
apropiada.
Serena y confiada
invento las palabras que te hieren
El desencanto con esa relación en piloto automático facilitó que
escribiera la letra de corrido. En apenas diez minutos Gloria tenía un
manuscrito que se convertiría en número 1 de
Los 40 Principales, abriría a Luz Casal las puertas del mercado internacional y, años más tarde, se traduciría al francés. Apenas hubo cambios
a posteriori,
si bien en un principio la letra decía “escucho tus chorradas acerca
del amor y del deseo” (Gloria finalmente cambió el término ‘chorradas’
por ‘bobadas’ porque, reconoce entre risas, “cantado sonaba demasiado
duro”).
“Mucha gente me decía: “Ay, qué triste”, pero a mí la canción no me
parecía triste ni era mi intención cuando la hice”, afirma. “Habla
sobre todo del hartazgo, de ese estar jugando a que somos novios. ¿Qué necesidad hay de que me cuentes bolas y de que vengas a hablarme del amor, si los dos sabemos de qué va esto?”.
Esa variedad de lecturas que tiene el tema es especialmente gráfica si
comparamos los dos videoclips que acompañaron a la canción. El primero,
bastante turbio, tenía de protagonista a una castigadora Luz vestida de
cuero que recorría una discoteca seduciendo con desgana a quien se
pusiera por delante.
El segundo (el preferido de la cantante, grabado para promocionar su
primer recopilatorio en Francia) era mucho más optimista, un paseo en
solitario despreocupado, liberador y a plena luz del día.
Tú juegas a olvidarme
yo juego a que te creas que me importa
‘No me importa nada’ es la banda sonora de un duelo prematuro, una
canción que escuchar para coger fuerzas antes de agarrar las maletas y
salir de una relación que hace tiempo que ha dejado de sumar.
Encontrarla triste o no depende de si quien la escucha cree que la vida merece la pena sin pareja.
Cuando la interpreta sobre el escenario, sonriendo con plenitud
mientras repite una y otra vez que no le importa nada, Luz transmite que
ella también es de las que
valora el amor propio por encima del amor romántico.
“Es una declaración de independencia, una muestra de seguridad”,
explica la cantante, que recuerda que al principio hubo gente que
incluso calificó la canción de “feminista”.
El público escuchó el tema dos años después de haber sido escrito. Para
entonces, Gloria y su antimuso ya no estaban juntos. “Siempre tuvo una
vaga idea de que estaba dedicada a él y no le hacía mucha gracia. Yo no
insistía por no hacer sangre, pero también bromeaba diciendo que era el
único novio que me había dado pasta”. La letrista, por supuesto, se
refiere a los jugosos cheques que le llegaron en concepto de derechos de
autor.
Esquivando el baladón
En cuanto terminó la letra
se la pasó a su hermano Pancho, compositor, productor y compañero de gira de Joaquín Sabina,
a quien el cantante de voz rota describió en una ocasión como “mi
andamio, mi todo”. Si a su hermana solo le hicieron falta diez minutos
para tener la letra, Pancho necesitó dos años hasta dar con la música
apropiada.
“Estuve mucho tiempo intentando hacer algo decente, pero me salían
baladones insoportables, muy tristes, quedaba una canción coñazo”,
recuerda Pancho.
No estar emocionalmente implicado y a la vez conocer de primera mano la
inspiración del tema le hicieron ser un poquito más benévolo. Después
de todo, ya se sabe que bajo los discursos de grandeza y autoafirmación
que predicamos después de una mala experiencia amorosa también hay
decepción y pena. Él quiso que la música transmitiera aquello que las
palabras no reconocían.“Al escuchar la letra la que gana el combate es
ella, pero realmente a los dos les pasa algo malo. Me parecía una
historia triste para ambos”, afirma.
Cuando en
1989, ayudado por el guitarrista Manolo
Rodríguez, Pancho consiguió por fin ese equilibrio musical entre
seguridad y tristeza, grabó una maqueta en su casa, un piso del
madrileño barrio de La Latina en el que el tumulto de los turistas se
colaba por las ventanas.
Aquella primigenia versión de No me importa nada tenía, atención, un estilo country americano.