Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 ago 2015

Sexy, escotazos y liberación: la cruzada de Diane von Furstenberg ..............................................Begoña Gómez Urzaiz..........

Su vestido cruzado se lo (auto)regalaban las chicas que conseguían un ascenso en los 70. La diseñadora más salvaje reivindica saltarse las normas y vivir a su manera.

Diane von Furstenberg
Diane von Furstenberg, fotografiada en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas (Bozar).
Foto: Germán Sáiz

Ava Gardner. Lola Flores. Rihanna.
 Hay mujeres que dan la impresión de habérselo pasado muy bien en la vida.
Habrán sufrido como cualquiera, pero no van a dejar que nadie lo sospeche.
Nunca cultivarán un aura trágica ni subrayarán los esfuerzos y los sacrificios que les ha costado llegar a no dejar de reír.
 Diane von Furstenberg tiene tarjeta de socia en ese club. «Créeme», dice con sonrisa pilla, «fue divertido ser joven en los 70».
La empresaria, que preside el Consejo de Diseñadores Americanos (CFDA), y se considera la matriarca de la moda americana, tardó mucho en verse a sí misma como una diseñadora.
 Creía que había tenido una buena ocurrencia, como el Tetra Brik o el Chupa Chups.
 En su caso, el wrap dress, el vestido envolvente, que lanzó en 1974. «Siempre he estado agradecida a esas prendas porque me cuadraron las cuentas y me pagaron el Bentley que conduzco y todas las casas que tengo, pero antes a veces pensaba:
 “Con todas las cosas que he hecho, ¿por qué solo hablan de eso?”. Ahora ya no.
 La exposición que hice en Los Ángeles me sirvió para darme cuenta de que no son solo importantes para mí, sino para muchas personas», dice saltando del inglés a un perfecto castellano que aprendió de joven en Madrid, con una sonrisa muy business-friendly de la que no se despega.
 La muestra que menciona, The Journey of a Dress, que acogió el LACMA, el museo de arte contemporáneo de la ciudad, fue uno de los hitos con los que celebró el año pasado el 40 aniversario de su creación más famosa.
Todo se conjuró para obligar a esta mujer hipervitaminada y adicta al futuro a mirar hacia atrás y hacia dentro.
 Publicó sus memorias, The Woman I Wanted to Be (La mujer que quise ser, Simon & Schuster) y metió las cámaras de televisión en su casa, en el reality House of DVF.

Diane von Furstenberg
Exposición en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas de la que Von Furstenberg es una de las protagonistas.
Foto: Germán Sáiz
Magnate y madre. En un pasaje de su libro, mucho más jugoso y franco de lo habitual, habla de los años que vivió como joven divorciada madre de sus dos hijos, Tatiana y Alexandre, que ahora es el gestor financiero de su empresa
. «Pasaba mucho tiempo con los niños, cocinando para ellos y sus amigos, y a menudo llevando a alguno a urgencias para ver si un corte necesitaba puntos o si un brazo estaba más que amoratado. Durante la semana, volvía a Nueva York a ser una magnate, atravesando las puertas con mis tacones altos y mis medias de rejilla».
 Cuando dice magnate, en realidad utiliza la inusual forma femenina de esa palabra inglesa, tycoonness, que posee un timbre similar al castizo lideresa.
 Ahora tiene algunos años más y ningún niño accidentado a la vista, pero sigue siendo esencialmente una jewish mama, una gallina clueca tanto para su familia real como para los creativos que apadrina en el CFDA.

El día que habló con S Moda estaba en Bruselas, su ciudad natal, para la apertura de la exposición Los belgas. Una historia de moda inesperada
. Calzaba mules de tacón vertiginoso y la acompañaba su cuñada, que controla las tiendas de su marca en Bélgica y viste como una DVF centroeuropea, con las mismas gigantescas pulseras doradas en ambos brazos.
 
Diane von Furstenberg


Colección o-i 2015/2016.
Foto: Imaxtree
No era ésa la imagen que proyectaba en los años 70, ni la de fiera matriarca ni la de responsable empresaria, cuando ella y su primer marido, el príncipe austroalemán Egon von Fürstenberg, se instalaron en medio del Nueva York warholiano, con sangre joven, dinero viejo y muchas ganas de fiesta
. El día que se casó con él, embarazada, su suegro, un fascista que había posado brazo en alto en una foto con Hitler, no acudió a la recepción.
 No le emocionaba la idea de que su hijo se uniese a una judía hija de una superviviente de Auschwitz.
Un artículo publicado en la revista New York precipitó el final de su matrimonio.
 Allí ambos hablaban sin reserva de la bisexualidad de él y de la política «abierta» que seguía la pareja.
Ella declaraba que hacer el amor con su marido era tan aburrido «como si tu mano derecha tocase a la izquierda». En sus memorias admite: «Me di cuenta de que no quería ser esa princesa de Park Avenue con una falsa vida decadente».
 Su divorcio coincidió con el auge de su negocio.
 «Nunca quise ni un dólar de mi exmarido», aclara hoy, cuando lleva décadas casada con Barry Diller, un empresario audiovisual multimillonario que solo había tenido relaciones con hombres hasta conocerla.
Princesa por caché. En 1968, huyendo de un París que le parecía «un lío» –«Yo tenía la edad de los estudiantes que protestaban pero debo confesar que si cruzaba las barricadas era para ir al club Jimmy’s en el bulevar Montparnasse»– aceptó trabajar para el empresario textil italiano Angelo Ferretti.
 Éste se había quedado con una obsoleta maquinaria para medias y Von Furstenberg descubrió que podía utilizarla para hacer camisetas, y más tarde vestidos, de nailon.
 Costaba menos de 15 euros producir cada uno; los minoristas los adquirían a 35 la pieza y en las tiendas se vendían a casi 70.
 Se despachaban más de 25.000 a la semana a mediados de los 70.
 Es fácil hacer las matemáticas.
 Antes de llegar a los 30, la diseñadora ya era, si no una empresaria hecha a sí misma –mantuvo su título de princesa porque le daba caché y sin duda los contactos de su exmarido fueron cruciales en sus inicios–, sí un rotundo éxito autoproducido.

Diane von Furstenberg 
 
Cybill Shepherd, en Taxi Driver (1976)con diseño de Diane von Furstenberg.
Foto: Cordon Press
Se ha dicho que los vestidos cruzados quedan bien a todo el mundo –no es cierto, se llevan mejor con las mujeres de caderas escurridas– y que eran un símbolo de cierto feminismo corporativo previo a Sheryl Sandberg, quien, por cierto, prestó una cita promocional a su libro.
 Y es verdad. Tanto en los 70 como en los 90, cuando la marca protagonizó un sonado regreso tras una década menos triunfante, el little DVF era el regalo que las jóvenes profesionales se hacían a sí mismas cuando conseguían un ascenso.
«No son un hito de la moda, son un hito sociológico y gracias a ellos conseguí convertirme en la mujer que siempre quise ser.
Almodóvar me dijo que los consideraba un símbolo de la feminidad –si alguien no ha visto La piel que habito puede dejar de leer en este instante–. Por eso se los puso a Elena Anaya en esa película en la que un hombre se convierte en mujer», cuenta.
 Y repite las señas de identidad de la firma: «Mi estilo es natural, sexy y en marcha. Si no lo puedes enrollar y meter en una maleta, no es de mi casa».
 


Ava Gardner. Lola Flores. Rihanna. Hay mujeres que dan la impresión de habérselo pasado muy bien en la vida. Habrán sufrido como cualquiera, pero no van a dejar que nadie lo sospeche. Nunca cultivarán un aura trágica ni subrayarán los esfuerzos y los sacrificios que les ha costado llegar a no dejar de reír. Diane von Furstenberg tiene tarjeta de socia en ese club. «Créeme», dice con sonrisa pilla, «fue divertido ser joven en los 70».
La empresaria, que preside el Consejo de Diseñadores Americanos (CFDA), y se considera la matriarca de la moda americana, tardó mucho en verse a sí misma como una diseñadora. Creía que había tenido una buena ocurrencia, como el Tetra Brik o el Chupa Chups. En su caso, el wrap dress, el vestido envolvente, que lanzó en 1974. «Siempre he estado agradecida a esas prendas porque me cuadraron las cuentas y me pagaron el Bentley que conduzco y todas las casas que tengo, pero antes a veces pensaba: “Con todas las cosas que he hecho, ¿por qué solo hablan de eso?”. Ahora ya no. La exposición que hice en Los Ángeles me sirvió para darme cuenta de que no son solo importantes para mí, sino para muchas personas», dice saltando del inglés a un perfecto castellano que aprendió de joven en Madrid, con una sonrisa muy business-friendly de la que no se despega. La muestra que menciona, The Journey of a Dress, que acogió el LACMA, el museo de arte contemporáneo de la ciudad, fue uno de los hitos con los que celebró el año pasado el 40 aniversario de su creación más famosa. Todo se conjuró para obligar a esta mujer hipervitaminada y adicta al futuro a mirar hacia atrás y hacia dentro. Publicó sus memorias, The Woman I Wanted to Be (La mujer que quise ser, Simon & Schuster) y metió las cámaras de televisión en su casa, en el reality House of DVF.
Diane von Furstenberg
Exposición en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas de la que Von Furstenberg es una de las protagonistas.
Foto: Germán Sáiz
Magnate y madre. En un pasaje de su libro, mucho más jugoso y franco de lo habitual, habla de los años que vivió como joven divorciada madre de sus dos hijos, Tatiana y Alexandre, que ahora es el gestor financiero de su empresa. «Pasaba mucho tiempo con los niños, cocinando para ellos y sus amigos, y a menudo llevando a alguno a urgencias para ver si un corte necesitaba puntos o si un brazo estaba más que amoratado. Durante la semana, volvía a Nueva York a ser una magnate, atravesando las puertas con mis tacones altos y mis medias de rejilla». Cuando dice magnate, en realidad utiliza la inusual forma femenina de esa palabra inglesa, tycoonness, que posee un timbre similar al castizo lideresa. Ahora tiene algunos años más y ningún niño accidentado a la vista, pero sigue siendo esencialmente una jewish mama, una gallina clueca tanto para su familia real como para los creativos que apadrina en el CFDA.
El día que habló con S Moda estaba en Bruselas, su ciudad natal, para la apertura de la exposición Los belgas. Una historia de moda inesperada. Calzaba mules de tacón vertiginoso y la acompañaba su cuñada, que controla las tiendas de su marca en Bélgica y viste como una DVF centroeuropea, con las mismas gigantescas pulseras doradas en ambos brazos.
Diane von Furstenberg
Colección o-i 2015/2016.
Foto: Imaxtree
No era ésa la imagen que proyectaba en los años 70, ni la de fiera matriarca ni la de responsable empresaria, cuando ella y su primer marido, el príncipe austroalemán Egon von Fürstenberg, se instalaron en medio del Nueva York warholiano, con sangre joven, dinero viejo y muchas ganas de fiesta. El día que se casó con él, embarazada, su suegro, un fascista que había posado brazo en alto en una foto con Hitler, no acudió a la recepción. No le emocionaba la idea de que su hijo se uniese a una judía hija de una superviviente de Auschwitz. Un artículo publicado en la revista New York precipitó el final de su matrimonio. Allí ambos hablaban sin reserva de la bisexualidad de él y de la política «abierta» que seguía la pareja. Ella declaraba que hacer el amor con su marido era tan aburrido «como si tu mano derecha tocase a la izquierda». En sus memorias admite: «Me di cuenta de que no quería ser esa princesa de Park Avenue con una falsa vida decadente». Su divorcio coincidió con el auge de su negocio. «Nunca quise ni un dólar de mi exmarido», aclara hoy, cuando lleva décadas casada con Barry Diller, un empresario audiovisual multimillonario que solo había tenido relaciones con hombres hasta conocerla.
Princesa por caché. En 1968, huyendo de un París que le parecía «un lío» –«Yo tenía la edad de los estudiantes que protestaban pero debo confesar que si cruzaba las barricadas era para ir al club Jimmy’s en el bulevar Montparnasse»– aceptó trabajar para el empresario textil italiano Angelo Ferretti. Éste se había quedado con una obsoleta maquinaria para medias y Von Furstenberg descubrió que podía utilizarla para hacer camisetas, y más tarde vestidos, de nailon. Costaba menos de 15 euros producir cada uno; los minoristas los adquirían a 35 la pieza y en las tiendas se vendían a casi 70. Se despachaban más de 25.000 a la semana a mediados de los 70. Es fácil hacer las matemáticas. Antes de llegar a los 30, la diseñadora ya era, si no una empresaria hecha a sí misma –mantuvo su título de princesa porque le daba caché y sin duda los contactos de su exmarido fueron cruciales en sus inicios–, sí un rotundo éxito autoproducido.
Diane von Furstenberg
Cybill Shepherd, en Taxi Driver (1976)con diseño de Diane von Furstenberg.
Foto: Cordon Press
Se ha dicho que los vestidos cruzados quedan bien a todo el mundo –no es cierto, se llevan mejor con las mujeres de caderas escurridas– y que eran un símbolo de cierto feminismo corporativo previo a Sheryl Sandberg, quien, por cierto, prestó una cita promocional a su libro. Y es verdad. Tanto en los 70 como en los 90, cuando la marca protagonizó un sonado regreso tras una década menos triunfante, el little DVF era el regalo que las jóvenes profesionales se hacían a sí mismas cuando conseguían un ascenso. «No son un hito de la moda, son un hito sociológico y gracias a ellos conseguí convertirme en la mujer que siempre quise ser. Almodóvar me dijo que los consideraba un símbolo de la feminidad –si alguien no ha visto La piel que habito puede dejar de leer en este instante–. Por eso se los puso a Elena Anaya en esa película en la que un hombre se convierte en mujer», cuenta. Y repite las señas de identidad de la firma: «Mi estilo es natural, sexy y en marcha. Si no lo puedes enrollar y meter en una maleta, no es de mi casa».
Diane von Furstenberg
Catalina de Cambridge con diseño de Diane von Furstenberg.
Foto: Getty Images
Bienvenida a ‘su’ casa. Von Furstenberg admite que durante mucho tiempo ni siquiera se percibió a sí misma como diseñadora, sino como una empresaria con suerte.
 «En 2005 vine a Bélgica para abrir mi primera tienda en el país, en Amberes.
Me sentía muy intimidada ante la idea de conocer a los creadores de aquí.
 ¡Tan serios, tan rigurosos! Pero luego resultó que fueron muy amables y me dieron una gran bienvenida», recuerda.
 Sus otras dos misiones en Bruselas ahora, además de recibir esta «validación tan linda», como dice de nuevo en castellano, son juzgar los trabajos de graduación de la escuela de moda de La Cambre, algo que asegura que le fascina, y participar en una mesa redonda sobre el empoderamiento femenino
. «Si eres exitoso, lo primero que consigues es independencia económica, lo cual es muy agradable», confía.
«Y lo segundo es una voz. Es tu obligación cedérsela a la gente que no la tiene, el poder de las mujeres es mi misión en la vida».
 Su diagnóstico de la actualidad no es muy optimista:
«Cuando estaba interna en el colegio, había chicas persas y afganas, y esos países eran seculares
. Ya no es así. Cada día en Mosul se venden chicas en jaulas y se pueden comprar por Internet.
 No, a las mujeres no les va muy bien ahora mismo».
A ella sí, pero ésa es otra historia.

 

Tenían los ojos dorados.......................................................................... Ricard Ruiz Garzón

Una nueva edición celebra los 60 años en castellano de 'Crónicas marcianas', de Bradbury.

Ray Bradbury, en su casa de Los Ángeles en una imagen de archivo tomada en octubre de 2000. / JONATHAN ALCORN

Esta es la historia de tres héroes y un marciano.
Explotó en agosto de 1955, en un verano de cohetes de plata, planetas rojos y perritos calientes, pero tardó décadas en gestarse
. Del resultado, la creación de la editorial Minotauro y la aparición de su título fundacional, las Crónicas marcianas de Ray Bradbury (1920-2012) se cumplen estos días 60 años.
 Una breve cita del libro —“cuando no se puede tener la realidad, bastan los sueños”, en la página 168— permitiría sintetizar la trascedencia de la efeméride, que cuenta con celebraciones, guiños online y una reedición especial del libro, numerada y con diversos extras: prólogos añadidos (de John Scalzi y del autor, además del ya clásico de Jorge Luis Borges), relatos nuevos (Los globos de fuego y el inédito en español El desierto, sobre las mujeres que siguen a los colonizadores) y cuatro ilustraciones a color de Edward Miller.
La historia completa, de todos modos, merece la ocasión de explayarse un poco más.
El primero de esos héroes se llamaba Sherwood Anderson y en 1919 publicó un libro fundamental para la narrativa norteamericana, un compendio de relatos entrelazados sobre un pueblecito que trata de adaptarse a la modernidad.
 El día en que ese libro, Winesburg, Ohio, llegó a manos de un joven de 24 años llamado Ray Bradbury, este pensó:
 “Ay, Dios. Si pudiera escribir un libro que fuese la mitad de bueno, pero ambientado en Marte, ¡sería increíble!”.
 Quedaba así el futuro marcado para el segundo héroe, el editor de Doubleday Walter I. Bradbury (ningún parentesco).
En junio de 1949, con 29 años, el aún inédito Ray, que llevaba desde la infancia soñando con poéticas expediciones espaciales, viajó de Waukegan (Illinois) a Nueva York para mover sus manuscritos. Allí, los editores le dijeron que buscaban novelas, pero él solo tenía cuentos aparecidos en revistas. Finalmente, Ray y Walter cenaron, y el segundo Bradbury dijo al primero: “Creo que ya ha escrito usted una novela. ¿Qué piensa de esa cantidad de cuentos marcianos que ha publicado? ¿No hay un hilo común escondido? ¿No podría coserlos, hacer una especie de tapiz, medio primo de una novela?”.
“Dios mío”, respondió el escritor, “¡Winesburg, Ohio!”.
 Un día después, cobraba un anticipo de 1.500 dólares (1.360 euros) por Crónicas marcianas y el proyecto de El hombre ilustrado.
 Y cinco años más tarde, un tercer héroe, el argentino Francisco Porrúa —uno de los más grandes editores en lengua española, responsable de descubrir y publicar Cien años de soledad, Rayuela o El señor de los anillos— estrenaba en Buenos Aires su recién creada editorial Minotauro con la contratación de ambos libros: el hoy conmemorado, que había conocido leyendo un artículo de Jean-Paul Sartre (otros dicen que por recomendación de Marcial Souto, su asesor en la sombra y amigo de Bradbury), acabó por traducirlo él mismo —como tantos en adelante— bajo el pseudónimo de Francisco Abelenda, su apellido materno.
Nacía así, gracias a los heroicos Anderson, Bradbury (Walter) y Porrúa, y gracias sobre todo a su propio talento y tesón —escribía 1.000 palabras diarias desde los 12 años—, el autor legendario, el amante de listas, gatos y viñedos, el futuro autor de Fahrenheit 451 y guionista de Moby Dick, uno de los más grandes renovadores de la ciencia ficción.
Alguien especial. Un marciano. El poeta de las estrellas.

De héroe a villano

“Me cambió la vida, leí sus Crónicas... de adolescente y fue como recibir un puñetazo en el plexo solar”, rememora el premio Nacional César Mallorquí, que en septiembre, con la esperada Trece monos, vuelve a la ciencia ficción.
 “El ser humano, con Bradbury, pasó de héroe a villano, y esa melancolía, pura poesía nostálgica, proviene de la pérdida del mundo de su niñez por la Segunda Guerra Mundial.
Él nos enseñó a reinventarnos”, añade.
“Bradbury va a la esencia, no se deja cegar por la tecnología”, dice el hoy editor de Minotauro, José López Jara, tras reivindicar a Porrúa y a su continuador, Francisco García Lorenzana.
“Nos llevó del pulp a la new wave, advirtiéndonos de que vayamos adonde vayamos, cargaremos con nuestro infierno”.
 Para el editor, que anima a las generaciones más jóvenes a descubrir la genialidad del estadounidense, la efeméride es además motivo para sacar pecho:
“Los 60 años de Minotauro nos obligan a seguir el legado de Porrúa, somos una de las grandes marcas de Planeta y tenemos que pelear para estar a la altura”.
De ahí que, junto a un jugoso anuncio sobre el otro gran creador marciano del sello —Kim Stanley Robinson, también hijo de Waukegan, de quien tras su célebre Trilogía marciana Minotauro lanzará Aurora en 2016—, López Jara se muestre orgulloso de rescatar en breve El tiempo de la noche, de William Sloane, con un nuevo prólogo de Stephen King.
 “Hay joyas como estas en el catálogo que conviene revalorizar, Bradbury es el mejor ejemplo: hay mucha más gente que lo conoce que gente que lo haya leído.
 Y no saben lo que se pierden”. La realidad, los sueños, la épica lírica de nuestra más ambiciosa colonización.
 Se pierden, sí, a héroes, a traidores, a marcianos, todos más pronto o más tarde, como profetizó el autor hace 60 años, de piel oscura y de ojos dorados.
 Es la hora de aceptarlo, de dar, admoniciones incluidas, el salto final: al fin y al cabo, y gracias al gran soñador de Waukegan, todos tenemos plaza en los cohetes de la posteridad.

 

Lágrimas de san Lorenzo.............................................................. Jovi Esteve

Todos los años, nuestro planeta atraviesa esta estela de fragmentos de polvo que el cometa Swift-Tuttle dejó en su camino.

Lágrimas de san Lorenzo.

El cometa Swift-Tuttle tarda 133 años en dar una vuelta completa al Sistema Solar.
 Cuando se acerca a nuestra estrella se va calentando cada vez más y empieza a expulsar chorros de gas y partículas de arena que forman la cola del cometa.
 Todos los años (entre mediados de julio y finales de agosto), nuestro planeta atraviesa esta estela de fragmentos de polvo que este cometa dejó en su camino.
 Cuando esto ocurre, estos diminutos granos se desintegran y queman al penetrar en nuestra atmósfera por efecto de la fuerte fricción que se produce ya que entran a una velocidad de más de 200.000km/h produciendo espectaculares trazos luminosos en el cielo nocturno llamados ‘meteoros’, más popularmente conocidos como estrellas fugaces (cuando en una noche son muy frecuentes se llaman ‘lluvia de estrellas’). 
 El brillo dependerá del tamaño de la partícula y el color, de su composición
. Como estos meteoros parecen provenir todos desde una misma zona de la bóveda celeste, ese punto se llama ‘radiante’ y la constelación que allí se encuentra, es la que da nombre a esa lluvia de estrellas.
 Por ejemplo, el nombre de Perseidas, la que se producirá estos días, se debe a que su radiante se encuentra en la constelación de Perseo.
 Son conocidas también como lágrimas de San Lorenzo porque su mayor actividad se localiza alrededor del 10 de agosto, día de la celebración de este Santo y por las ‘lágrimas’ que este derramó al morir quemado vivo en la hoguera.
 Este año la noche donde habrá más actividad será la del 12 al 13 (se podrán visualizar hasta 100 meteoros por hora) y además, las condiciones serán inmejorables puesto que se producirá dos días antes de la Luna nueva, es decir, no tendremos reflejos del Sol sobre nuestro satélite que dificulten su observación ya que estará muy menguada.

 

8 ago 2015

El crimen de 'Los Galindos' puede dejar de ser un crimen perfecto..........................................Ismael Fuente Lafuente

El crimen de 'Los Galindos' puede dejar de ser un crimen perfecto.

 

Los asesinos fueron al menos dos, y la nueva línea de investigación pretende demostrar la inocencia del tractorista José González, principal sospechoso según la primera versión policial.

La exhumación de los cinco cadáveres aparecidos en el cortijo de Los Galindos, en el término municipal de Paradas, a 53 kilómetros de Sevilla, en julio de 1975 (véase recuadro aparte), ordenada por el juez de Marchena y realizada en los últimos días de enero, puede aportar datos decisivos en la investigación sobre unos crímenes que no fueron perfectos por lo burdo de su ejecución, pero que las deficientes diligencias en los primeros y decisivos momentos lo hicieron, de hecho, perfecto hasta ahora.
La línea central de la nueva investigación pretende demostrar la inocencia del hasta ahora principal sospechoso, en opinión de la Guardia Civil y de la policía gubernativa, el tractorista José González, de quien se dijo que se había suicidado prendiéndose fuego después de asesinar a las otras cuatro personas.
También se da por descontado que los autores de las muertes fueron dos, también en contra de los primeros informes oficiales.

ENVIADO ESPECIALPara Heriberto Asensio Cantisán, veintisiete años, casado, una hija, Marchena fue su primer destino como juez, recién sacadas las oposiciones en el año 198 1.
Se convertía en uno de los magistrados más jóvenes de España y en el cuarto que heredaba el sumario de Los Galindos, el número 20 del año 1975, un sumario con casi seiscientos folios, muchos de ellos escritos a un solo espacio y por las dos caras.
El 22 de julio de 1975 Marchena, cabecera del partido judicial del que depende Paradas, en cuyo término municipal está el cortijo de Los Galindos, tenía vacante el puesto de juez.
 Hacía sus veces el titular de Carmona, Víctor Fuentes.
 Pero acababa de tomarse sus vacaciones de verano. Así que era el magistrado de Ecija, Andrés Márquez, quien llevaba los asuntos de Marchena.
Y Márquez no pudo poner en marcha el sumario de Los Galindos hasta el día siguiente.
Tuvieron que darse todas estas circunstancias para que Antonio Jiménez, el juez de paz de Paradas jubilado hace unas semanas, levantara los cuatro primeros cadáveres y los enviase al cementerio, distante medio kilómetro del pueblo, donde el sepulturero Rafael Peña, que se encontraba el día de autos viendo un partido de fútbol en el pueblo cercano de Arahal, hubo de ser llamado con urgencia, para que se hiciera cargo de los primeros cuatros cuerpos, que fueron enterrados en nichos individuales una vez que el forense Alejandro Harcenegui concluyera las autopsias.
Márquez fue titular del caso algo más del tiempo que tardó la Guardia Civil que se hizo cargo de las diligencias en emitir su informe, el 16 de agosto siguiente: el asesino era José González Jiménez. Según la conclusión, González pretendía a una de las hijas del capataz Manuel Zapata.
Este le había negado esas relaciones y en cualquier caso la chica terminó casándose con otro y marchándose fuera de Paradas.
 El marqués de Grañina, que asistió a la boda de la hija de Zapata, bromeó en la iglesia con José. Le dio una palmada y le dijo:
 "La próxima, la tuya, Pepe". Y así fue.
González, un hombre asténico de menos de metro sesenta, cincuenta y pocos kilos de peso, con una miopía que le libró del servicio militar, a quien algunos pretendieron ver acomplejado (lo que niega terminantemente la familia) se había casado con Asunción Peralta seis meses antes.
 Asunción, una mujer guapa, seis años mayor que él, había sido novia muchos años de Miguel Vargas, el cantaor, otro vecino de Paradas, que la dejó plantada.

Las fiestas de San Eutropio

Para el 15 de julio, festividad de San Eutropio, patrono de Paradas (la enorme iglesia parroquial de hasta cinco naves, del año 1600, que cuenta con un Greco, desproporcionada para un pueblo como este que no se distingue por el número de feligreses), la hija de Zapata regresó al pueblo embarazada, y González fue objeto de bromas de los compañeros del cortijo.
"Pepe, a ver cuándo cumples tú con la Asunción"
.Según la versión de la Guardia Civil, el día 22 de julio Zapata reprendió duramente a González por su poco cuidado con los vehículos (el tractorista estaba arreglando una empacadora) y éste no pudo controlarse y le golpeó en la cabeza con una de las piezas que tenía en la mano.
 Escondió su cuerno debajo de un árbol situado a solo cinco metros del cortijo (véase recuadro) lo tapó bien con paja y se fue a buscar a Juana a la casa.
 La mató de la misma forma, la arrastró hasta la habitación del fondo de la vivienda de los capataces y cerró la puerta de entrada de la misma con un candado.
Parrilla pasaba por el lugar accidentalmente -testigo indiscreto- y fue liquidado a tiros.
González buscó entonces a su mujer en Paradas, la llevó al cortijo y tras discutir con ella la mató igualmente, la arrojó encima del almiar del cobertizo y la prendió fuego.
 La versión de la Guardia Civil finaliza con que o bien González se suicidó autoquemándose con su esposa o bien sufrió un accidente y se carbonizó.
La versión se mantuvo en secreto, pero el juez no pareció conforme y encargó a la policía de Sevilla que iniciara una investigación.
 Fuentes regresó de vacaciones y siguió con el caso hasta que Antonio Moreno (hoy juez en Canarias) fue nombrado titular de Marchena semanas antes de que la policía elevara un informe sospechosamente parecido al de la Guardia Civil, solo que esta vez no se mantuvo en secreto.
 Al nuevo juez tampoco le bastó este nuevo informe y siguió adelante el caso. El sumario 20/1975 seguía engordando con la resolución de nuevas diligencias.
Pero la consecuencia para la vida cotidiana de Paradas fue inmediata:
 En un pueblo de casi 8.000 habitantes, que vive únicamente del campo, "donde nunca había pasado nada importante y donde nunca volverá a ocurrir algo fuera de la rutina diaria", en opinión del que era entonces su alcalde, José Gómez Salvago, que ocupó el sillón municipal durante veintidós años hasta que en 1977 fue nombrado gobernador civil de Huesca, y que hoy vive entre Sevilla y Paradas, retirado de la política y al cuidado de su pequeño cortijo El Fiscal, las cosas cambiaron notablemente para las familias de los afectados
La viuda de Parrilla, con dos hijas y el equivalente de entonces a las 15.000 pesetas que cobra hoy de pensión, retiró el saludo a la de los González.
 La madre de José, Concepción, de setenta años, no volvió a salir a la calle.
Su familia vivió entre la sombra de la duda y en cierto modo del deshonor.
 Las dos hijas de Zapata liquidaron la casa que su padre había comprado en la calle Olivares con dinero adelantado de los marqueses y no volvieron por el pueblo
. Antonio Fenet, que era de los pocos que tenían una cierta amistad con González, hace una vida solitaria, y el marqués de los Galindos, que se separaría legalmente de su mujer el 26 de marzo de 1976, no volvería a pisar el cortijo ni el pueblo.

Las nuevas pistas

Heriberto Asensio debió de pasar noches enteras leyendo el sumario, que, sin duda, tiene que ser apasionante
. Probablemente pensó muchas veces en los puntos oscuros del crimen: por qué José González llevó a su mujer al cortijo precisamente ese día si Asunción había ido dos veces en toda su vida; por qué el asesino o los asesinos mataron de tres formas distintas; por qué el marqués se empeñó en dormir en Los Galindos dos noches seguidas, la última de ellas solo con dos guardas de vigilancia en todo el complejo de edificios; por qué el administrador fue la mañana de los crímenes al cortijo y lo abandonó muy poco antes de la matanza, si tenía por costumbre ir los viernes o los sábados y ese día era martes; por qué el Mercedes que llevaba el administrador tenía impactos en el parabrisas y en el morro que pudieran ser incluso de pequeñas partículas de plomo; por qué ese coche, que se había lavado antes de ir a Los Galindos, volvió a limpiarse en un taller de Sevilla; cómo pudo González, según las versiones policiales, llevar a cabo semejante carnicería y cómo morir pacientemente junto al cadáver de su mujer mientras se estaba abrasando vivo; y, sobre todo, por qué la investigación había sido tan mala los primeros días y además llevada por guardias civiles de pueblo sin ninguna experiencia en sucesos de tal magnitud.Demasiados puntos oscuros para cerrar el caso.
 La responsabilidad penal se termina con la muerte, en el caso de que el juez hubiese dado por buenos los dos informes.
 Como Antonio Moreno, el juez Heriberto Asensio, de reconocida trayectoria democrática, decidió seguir adelante, y dos hechos concretos le reafirmaron en su deseo de abrir nuevas investigaciones. Por un lado, dos excelentes reportajes (uno de la cadena SER, hecho por el periodista sevillano José Fernández, de Radio Sevilla, uno de los que más han investigado el tema de Los Galindos, y otro de la periodista Cary Peral para Informe semanal de TVE) realizados con motivo del sexto aniversario de los crímenes, y por otro, la aparición en escena del catedrático de Medicina Legal Luis Frontela, que acababa de ser destinado a Sevilla. Anónimos dirigidos a algunas personas terminaron de concretar que podría haber aún algún cabo suelto.
En el reportaje radiofónico, de 45 minutos de duración, varias de las personas relacionadas directamente con los hechos manifestaron su convicción de que González no podía ser el asesino
. A Luis Frontela, uno de los forenses que más alto rayan en esta especialidad en España, estudioso durante años de las técnicas utilizadas por el FBI y por Scotland Yard, hombre de amplia formación en el extranjero, se le pidió que estudiase el sumario y emitiese un informe
. Su primera revelación fue sorprendente: a Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio por lo menos dos personas.
Los asesinos tenían que ser dos como mínimo. Comenzaba a desmontarse la versión oficial.
Se basó en que la mancha de las gotas de sangre en el suelo (vistas en las fotografías del sumario) demostraban que el cadáver había sido levantado en algún tramo solamente medio metro del suelo, lo que equivalía con toda seguridad a que una persona la había sujetado por las manos y otra por los pies, ya que una sola persona (y más si sólo pesa unos cincuenta kilos) no puede realizar una operación similar con casi setenta kilos de peso muerto.
 Además, las huellas de sangre demostraban que al menos una persona caminaba torpemente con las piernas separadas, ya que las manchas del suelo se iban hacia la derecha o hacia la izquierda según apoyase uno u otro pie.
Hubo aún otra razón para que el juez tomase una decisión tan difícil, según fuentes de absoluta garantía contrastadas por EL PAIS: el hecho de que Frontela señalase no sólo que había posibilidades científicas de conocer la causa de la muerte de González, sino que estaba en condiciones de averiguar el grupo sanguíneo de los dos cadáveres carbonizados, desconocidos hasta entonces para la investigación.
 Aun cuando no exista líquido sanguíneo, restos de tejido pegado a los huesos pueden permitir establecer con una seguridad absoluta el grupo sanguíneo.
 Preciso es señalar lo siguiente, aunque tenga que desvelar algo que hasta la fecha se mantenía en secreto: junto a los restos de sangre de Juan Martín (grupo O) aparecieron en una de las camas manchas del grupo A Rh positivo.
Tanto Manuel Zapata como Ramón Parrilla tenían el grupo B.
La forma en que esas gotas de sangre estaban esparcidas por la colcha indican con seguridad que una persona fue golpeada fuertemente en esa habitación.
Asunción podría tener también el grupo O, ya que se por orden del juez se les practicaron pruebas sanguíneas a sus padres y estos tienen los grupos A positivo y O, este último la madre, y al parecer suele tener mayor incidencia la sangre materna cuando los grupos son distintos
. El doctor Frontela señaló, no obstante, que lo anterior no tiene rigor científico suficiente y que era incorrecto.
 Podría existir pues la posibilidad de que González tuviera el grupo A positivo.
 En cualquier caso, la investigación sigue por ahí. Frontela puede establecer igualmente la distancia desde la que se disparó contra Ramón Parrilla la primera vez, por las huellas que dejó el plomo en su cuerpo, y con una cierta aproximación dad el peso y la envergadura de la persona que hirió mortalmente a Zapata y a su esposa y si fue la misma persona.
 También si hubo defensa por parte de aquéllos, junto con varios datos de criminalística que pueden servir a la Justicia.
"Se puede averiguar incluso el grupo sanguíneo de momias egipcias de hasta 3.000 años de antigüedad, porque siempre quedan unas sustancias llamadas aglutininas capaces de ser detectadas con medios un tanto sofisticados", asegura Frontela, un hombre que se declara concienzudo y que afirma que no sólo va a presentar al juez sus conclusiones definitivas, sino que tiene expreso deseo de probarlas científicarnente,
 "ya que puede estar en juego el honor de algunas personas y eso siempre es grave".
Los resultados de los estudios que lleva a cabo en su cátedra en la planta baja del Instituto de Anatomía de Sevilla, tardarán aún algunas semanas.
 Servirán sin duda para articular el nuevo rumbo que tendrá que seguir la investigación judicial.
Heriberto Asensio, a quien restan once meses de destino en Marchena, podría pasar a la pequeña historia judicial como el juez de los Galindos