Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

28 may 2015

Los hijos de Audrey Hepburn se pelean por su herencia....................................Rocío Ayuso

Sean Ferrer y Luca Dotti dejan en manos de la justicia llegar a un acuerdo sobre cómo dividirse la colección de joyas, sombreros, fotografías y vestuario de la actriz.

No hay herencia que se escape de una pelea entre herederos, sea dinero, sean pulseras, sean vestidos o pijamas, sean joyas cuyo valor sentimental no llega para pagar a un abogado que pleitee por ellas, ni vestidos, en este caso igual hasta las bailarinas que sacaba en Vaca ciones en Roma o la boquilla con su desayuno con Diamantes sea motivo de pleitos.

Retrato de Audrey Hepburn durante el rodaje de 'Desayuno con diamantes'. / Corbis
Pocos objetos son tan icónicos como aquellos que tocaba Audrey Hepburn 
. La actriz, modelo y estrella es recordada tanto por su trabajo en películas como My Fair Lady, Desayuno con diamantes o Fedora como por su estilo dentro y fuera de la pantalla.
 Sus gafas de sol redondeadas de concha, los guantes largos blancos, la pamela amplia en su cabeza o sus vestidos de Dior y Givenchy, entre otros, siguen siendo recordados 22 años después de la muerte de una intérprete que falleció demasiado joven, a los 63 años, de cáncer de colon.
Pero mientras el recuerdo los mantiene vivos en nuestra mente, muchos de estos objetos así como el resto de sus enseres más personales siguen perdidos en una batalla legal entre sus hijos, Sean Ferrer y Luca Dotti.
 Hepburn pensó que lo dejaba todo bien atado, repartiendo mitad y mitad entre sus dos únicos descendientes, fruto de sus matrimonios con el actor Mel Ferrer y con el psiquiatra italiano Andrea Dotti, respectivamente.
 Pero los hijos nunca han llegado a un acuerdo sobre cómo dividirse esta vasta colección de joyas, sombreros, fotografías y vestuario. 
La herencia de Hepburn también incluye un gran número de pósters y guiones de sus icónicas películas así como elementos de attrezo utilizadas en ellas, piezas de coleccionista de inmenso valor tanto histórico como personal, además de económico. 
Una herencia que permanece guardada en una compañía profesional de almacenaje dedicada a las bellas artes y otras colecciones privadas en Los Ángeles mientras un juez decide su futuro.
Audrey Hepburn, ganó el Oscar como actriz protagonista de 'Vacaciones en Roma'. / Ralph Morse
Este no es el primer caso en el que la herencia de una de las estrella de Hollywood se ve en disputa no importa el empeño que dedique el finado a dejar claras sus últimas voluntades. 
El caso más reciente es la herencia de Robin Williams, también motivo de disputa legal cuando se acerca el primer aniversario de su muerte. Williams dejó claro en su testamento que sus hijos Zak, Zelda y Cody heredaban sus efectos personales, incluido el Oscar que ganó por El indomable Will Hunting, así como sus joyas, mientras que a su última esposa, Susan Schneider, le dejó la casa en la que vivieron estos tres últimos años de casados.
 Sin embargo, Schneider se ha quejado de que los hijos de Williams se llevaron objetos de su casa mientras que sus descendientes reclamaron en los tribunales que la viuda no tiene ningún derecho sobre algunas de las colecciones personales de su padre que estaban en esta finca del norte de California donde murió el actor y a la que se les ha prohibido la entrada.
 Entre otros objetos en disputa está la extensa colección de relojes que tenía Williams, un ávido coleccionista de este complemento. Los hijos reclaman esta colección de joyería mientras que Schneider quiere incluirla entre los objetos de la casa que le corresponden. 
También existe una versión según la cual esta colección le fue regalada a un amigo por el propio Williams el día antes de su suicidio.
Creo que lo mejor es dejar dicho que todos los enseres personales sea uno como recurdo para cada heredero y el resto para Cáritas u otra ONG. Porque valor tiene hasta unos calcetines, o una vajilla corriente, y si no les gusta, que se habra testamento ante un juez o mediador familiar.
Y Por cierto los libros tb serán motivo de disputas? pues para la libreria de una cárcel o tb para cáritas que no solo de alimentos y ropa vive el hombre.

 

España se juega su participación en la mayor instalación científica del planeta........................... Javier Salas

Empresas y científicos pueden perder su "posición privilegiada" en la mayor instalación científica del planeta.

Recreación artística de los cuatro tipos de instrumentos que se desplegarán en Sudáfrica y Australia.
Cuando esté terminado, el proyecto SKA será la mayor instalación científica del planeta, sumando cientos de miles de antenas que cubrirán vastas extensiones en desiertos de dos continentes, entre África y Australia, proporcionando una sensibilidad y resolución nunca vistas
. Promete arrojar luz sobre algunos de los mayores misterios del universo, llegando a periodos todavía desconocidos de su historia, para convertirse en uno de los proyectos de astrofísica más notables de este siglo.
 Y España se juega en estas fechas su participación como miembro de pleno derecho.
Se trata de una apuesta científica descomunal, comparable con el LHC que ha cazado el bosón de Higgs, en la que de momento participan once países miembros (como China, Holanda, India y Reino Unido) y un centenar de organizaciones científicas de 20 países en total, entre los que sí está España, y que han estado participando desde 2012 en su diseño y en el desarrollo de los primeros pasos del proyecto.
 Pero ahora, cuando se acerca el momento de la construcción de las monumentales instalaciones del SKA, es cuando España debe tomar la decisión de entrar en el proyecto si quiere garantizarse un buen puesto en el reparto de contratos de desarrollo y de I+D+i y que los científicos españoles sean relevantes en la definicion de los proyectos clave.
En el Libro Blanco del proyecto han participado más de 130 científicos de las principales instituciones españolas
El SKA va a suponer un salto gigantesco en el plano científico, ya que mirará hacia los primeros mil millones de años del universo con una resolución hasta 50 veces mayor a la del mítico Hubble.
“Es un instrumento revolucionario, porque va a permitir estudiar con toda seguridad lo que se llama la época oscura, desde que se emite la radiación de fondo de microondas y se llega a los procesos que dieron lugar a la formación de las primeras estrellas”, asegura Jesús Martín-Pintado, investigador del Centro de Astrobiología.
El proyecto, cuya primera fase científica estará en marcha en 2020, ayudará no sólo a conocer la evolución de las primeras estrellas y galaxias después del Big Bang, sino también a descifrar la energía oscura, a aprender más sobre la naturaleza de la gravedad e incluso —gracias a su sensibilidad— será capaz de detectar señales extraterrestres muy débiles a varios años luz y buscar moléculas complejas que ayuden a dar con el posible origen de la vida en otros planetas.
Aspecto que tendrá la instalación en Sudáfrica.
“Estamos en un momento crítico para la entrada en SKA.
 La comunidad científica, tecnológica y empresarial en España ha hecho todo lo que se podía hacer”, explica Lourdes Verdes-Montenegro, investigadora del Instituto Astrofísico de Andalucía (CSIC) y coordinadora de la participación española en el proyecto.
 Numerosos científicos e ingenieros españoles participan en diferentes grupos de trabajo de SKA desde hace varios años, y actualmente nueve centros de investigación españoles y 11 empresas están contribuyendo a los esfuerzos de diseño del SKA con dos millones de euros.
La intención es que España se sume aportando unos 3 millones de euros anuales hasta 2023, de los que un tercio serían en metálico y el resto en especie, en forma de contratos de construcción o de desarrollo.
El interés científico del proyecto para la comunidad científica española ha quedado reflejado claramente en el Libro Blanco del proyecto, en el que han participado más de 130 científicos de las principales instituciones españolas.
 Ahora, la pelota está en el tejado del Ministerio de Economía, que debe decidir si invierte el dinero necesario para ser país miembro del SKA antes de 2017, cuando ya podría ser demasiado tarde para los grupos y empresas que han participado en el diseño. Desde la Secretaría de Estado de Investigación se asegura que se está estudiando la entrada en SKA y se recuerda que España está a punto de asumir otras importantes responsabilidades en el campo de la astrofísica, como la futura Red de Telescopios Cherenkov (CTA).
“Estamos en la cuenta atrás”, advierte Verdes-Montenegro, “ya hay países negociando su nicho, se está empezando a pelear por realizar contribuciones en áreas tecnológicas punteras, y si no se da el paso, perderemos la oportunidad de que nuestra industria esté en la primera línea de un proyecto de megaciencia”
. Martín-Pintado coincide en que estamos en un momento decisivo:
 “España tiene una larga tradición de radioastronomía y esperamos que no pierda el carro del SKA. Es importante que esté en la primera fase, en la que se comienzan a hacer los desarrollos tecnológicos, para estar en una posición privilegiada que nos permitan optar a construir sus partes relevantes”.
“Científicos y empresas españolas han logrado dejar muy bien situada a España con mucho esfuerzo y sería un error que nos quedáramos en la puerta después de tanto trabajo”, resume este astrofísico, presidente del grupo de Infraestructuras en Radioastronomía de la RIA.
El telescopio mirará hacia momentos del universo poco conocidos, cuando comenzaron a formarse las primeras estrellas
La importancia de SKA en el plano tecnológico es casi más impresionante que desde el punto de vista científico, y los desarrollos que se logren pueden marcar un punto de inflexión en ámbitos como los de la supercomputación y de las telecomunicaciones.
 Se van a levantar miles telescopios de plato, con 15 metros de diámetro, y hasta un millón de antenas en sendos desiertos, en Sudáfrica (y otros siete países africanos) y Australia.
 Ese vastísimo terreno cubierto por el instrumental científico, que podría llegar al millón de metros cuadrados, se convierte en un gigantesco radiotelescopio que suma el área de recepción de todas sus antenas.
 La cantidad descomunal de terabytes de información que van a recoger y generar las antenas equivale a 100 veces el tráfico mundial de internet, lo que implica la necesidad de grandes avances en los campos relacionados con la transmisión y el procesamiento de toda esa cantidad de información.
Todos estos retos tecnológicos —junto a otros como los sistemas de control, el suministro de energía, manejo eficiente de los datos, construcción de las antenas— supondrán un impacto notable para la industria relacionada y estos contratos de suministros serán proporcionados, principalmente, por los países miembros.
 Por ejemplo, uno de los ejes esenciales del proyecto es el abastecimiento mediante energías renovables, un campo en el que España podría aportar su importante experiencia
. La primera fase de SKA, que tiene un presupuesto global de 650 millones de euros, se empezará a construir en 2018.
 La segunda fase del proyecto, cuando muestre realmente sus extraordinarias capacidades, estará en marcha hacia 2030.

 

Ella.................................................................................. Luis Alegre

Pepa Flores lleva cuarenta años empeñada en matar a Marisol para ser una persona normal. 

Cualquiera sabe que eso es imposible: nadie ha podido aún matar lo inmortal.

La Térmica de Málaga acoge una exposición, comisariada por Sylvie Imbert, con 50 fotos que César Lucas le hizo a Pepa Flores cuando era Marisol, la única niña que ha sido capaz de enamorar a España
. La muestra incluye el desnudo sublime que calentó la Transición. 
Pero Pepa no se acercará a la Térmica para ver a Marisol.
Sonará raro pero una noche me perdí con ella por Málaga. 
Fue en 1999. Rosa León me había guardado sitio al lado de Pepa en el Pasadena Jazz, el pub donde actuaba Aurora Guirado, amiga de Pepa a la que Rosa quería lanzar.
 Al acabar el concierto Aurora nos citó en el Esperanto de la calle Esperanto. Subí con Pepa al asiento trasero de un coche, con dos amigos.
 Los tres creían que los otros conocían el local. 
Pero ninguno tenía ni idea
. Durante una hora dimos vueltas absurdas en busca de un lugar inexistente: Aurora se había liado, era el Espartero de la calle Esparteros.
 Alguien reparó en el equívoco y la velada en el Espartero fue una de esas que se te quedan pegadas: Pepa nos cantó de madrugada.
En aquel asiento trasero, perdidos en su ciudad, hablamos, qué íbamos a hacer.
 Descubrí a una mujer cálida dispuesta a reírse de todo salvo de la niña que fue.
 Logré que no se me escapara la palabra “Marisol” y a ella se le escapó un suspiro:
 “Lo único que quiero es ser una persona normal”.
 Pepa lleva cuarenta años empeñada en matar a Marisol para ser una persona normal.
 Cualquiera sabe que eso es imposible: nadie ha podido aún matar lo inmortal.

La tenacidad de la señora juez.................................................................. Malen Aznarez Torralvo

Manuela Carmena, hoy posible alcaldesa de Madrid, fue entrevistada por 'El País Semanal' en 1982.

 Ex comunista, antes de ser juez fue abogada laboralista del despacho de Atocha.

Una superviviente porque el destino quiso que llegara ahora donde está.

 

Manuela Carmena
Manuela Carmena, en 1982. / Chema Conesa
A finales de los sesenta, Manuela Carmena, comunista, en plena clandestinidad y con el título de abogada todavía húmedo, formó el primer despacho laboralista del país, directamente ligado a Comisiones Obreras. 
Fue una de los "abogados-niños terribles" de las postrimerías del franquismo, cuando Magistratura del Trabajo "cayó en poder de los rojos". 
Unos años después, en 1977, un escalofrío de pasmo y horror recorrió el país con las palabras "matanza de Atocha", y Manuela Carmena era, en aquellos momentos, la titular del despacho laboralista maldito
. Algunos todavía recuerdan, en las primeras elecciones, la imagen insólita de una Manola —como la llamaban los peceros—haciendo campaña electoral
. Después vino el abandono silencioso del partido, las oposiciones a juez y el primer destino en La Palma.
Ahora, a los 37 años, en el despachillo insignificante de los juzgados de El Escorial, comida por los legajos, entre escaleras desconchadas y pasillos encolillados, doña Ma­nuela, la señora juez, maneja la ley desde el otro lado de la mesa, dejando pasmado al personal cuando les dice eso de «los jueces esta­mos para servirles», desconcertando con sus respuestas a los vetustos funcionarios que pregun­tan afirmando: "Doña Manuela: usted no irá a las autopsias, ¿verdad?".
"Yo me metí en Derecho sin ninguna idea de lo que significaba, porque en todo el bachiller nadie me había hablado del tema, y en mi fami­lia, pues igual
. Porque normalmente la gente que va a Derecho está relacionada con la profe­sión, pero yo no.
 Mi familia es, por una parte, de extracción campesina, campesinos de Toledo con algo de tierras, y de otra, comerciantes, muy pequeña burguesía.
 Me acuerdo que nada más entrar en la universidad, a la puerta de Derecho estaban un día leyendo unos versos de Machado y vino la policía y disolvió a la gente.
Tengo esa imagen grabada. De pronto, empecé a conocer autores y gente que había hablado de la guerra.
 Mi sorpresa fue comprender que la guerra había sido entre pobres y ricos, explotadores y explo­tados, y a partir de ese momento empecé a sen­tirme muy interesada por todas esas cosas y a conocer a personas que estaban en grupos políticos".

Entonces, lógicamente, apareció el partido comunista, aunque camuflado en la Federación Universitaria de Estudiantes (FUDE), y da la impresión, oyendo hablar a Manuela Carmena, de que sintió por el partido una atracción y rechazo simultáneos muy similar a la de tantos intelectuales y profesionales de la época, que llegaron al mismo más como luchadores antifascistas, que descubrían en él una vía eficaz de lucha por la democracia, que como auténti­cos comunistas o marxistas.
 Un camino más visceral que intelectual o teórico.
 "Totalmente visceral, desde luego.
 El partido me produjo de entrada una reacción doble: por una parte, me gustaba mucho su decisión, su eficacia, su clari­dad de ideas; pero, por otra, algunos aspectos de su manera de ser me producían rechazo
. En­tonces conocí al primer obrero-obrero, de pro­cedencia obrera, que me llevó a su casa a la celebración de un Primero de Mayo, y aquello me hizo mucho impacto
. Primero, porque todo aquello era nuevo para mí, y segundo, porque empezaba a comprender cómo la gente sentía la explotación.
 Descubrí lo que había sido la gue­rra, la tortura, y a partir de aquel momento me sentí totalmente comprometida; comprendí que aquellas gentes tenían razón".
Es inevitable hablar de la ma­tanza de Atocha, recordar aquella sensación de espantosa angustia e incredulidad, algo que Manuela Carmena vivió tan directamente
Fue una militante significada, que nunca llegó a leerse las obras de Lenin y que se hacía chuletas, como los malos estudiantes, cuando tenía que dar seminarios políticos.
"Creo que entonces no había otra alternativa; lo que pasa es que posteriormente, a diferencia de muchos compañeros, yo no me he sentido desencantada, porque nunca me creí el partido como dogma.
Claro que esto me producía una disociación muy grande".
 Una contradicción que, no obstante, no impidió a Manuela Carmena ju­garse el tipo por el partido comunista en las épocas duras:
"Esa reacción la tenía también con el Mundo Obrero, que nunca me ha gustado, y cuando me daban un taco de Mundo Obrero —que casi nunca llegué a repartir porque me daba vergüenza dar un periódico donde había cosas en las que yo no creía—, pues tenía una sensación contradictoria. Porque, por otra par­te, veía que los obreros tenían tanto derecho a tener su Prensa y a decir las cosas que se le ocurrieran, que estaba convencidísima de que había que luchar por que todo el mundo que quisiera vendiera Mundo Obrero donde le ape­teciera
. Luego he comentado con muchos com­pañeros que a nadie nos gustaba Mundo Obrero, pero estábamos dispuestos a que nos cayeran un montón de años por tener los cajones llenos de periódicos".
Eso suena un poco a complejo de culpabili­dad de pequeños burgueses.
—Yo creo que sí, totalmente.
 Lo que ocurrió es que de ese punto de partida extraño en segui­da fui evolucionando y encontrándome con gentes que éramos muy parecidas
. Cuando estábamos haciendo la carrera, el partido dijo que era necesario que fuéramos a Francia a hacer un cursillo.
 Yo me marché con muchísi­mos problemas personales, y nos metieron a los cuatro que fuimos en un campamento de ju­ventudes del partido para la emigración.
 Pocas veces me he sentido tan mal y tan incómoda.
 De los cuatro que íbamos, tres nos sentimos muy mal, y de hecho, los del campamento nos pidie­ron que nos marcháramos antes, porque no hacíamos más que incordiar.
 Y nos sentimos mal porque era la primera vez que veíamos al partido como religión: banderas por todas par­les, cantos...
 Me acuerdo que hacíamos juegos como los scouts, y una de aquellas veces tocó andar descalzos por una carretera llena de gui­jarros.
 A mí aquello me parecía una estupidez enorme, y no se me olvidará que una compañera dijo: "Hacedlo por los presos de Burgos...".
Cuando llegó el momento en que el partido decidió que había que organizar un despacho laboralista para asesorar a Comisiones Obreras, no se lo pensó dos veces:
 "A mí el derecho la­boral me parecía un rollo y siguió sin gustarme; pero era tan sugerente, tan precioso eso de ser el brazo jurídico de los obreros...".
 Así que, como los compañeros que terminaban se tenían que ir a la mili, Manuela y Cristina Almeida fueron las primeras voluntarias.
"En la carrera había descubierto que las leyes eran una de las formas más importantes de las estructuras del poder y me había quedado sorprendida de lo que valía el derecho.
Pero la primera sensación fue mala: sentirnos con poquísimos medios, tener que competir con abogados y magistrados que se las sabían todas
. Yo recuerdo una sensación como de bombero...".
Mientras tanto, entre sanción y sanción uni­versitaria, Manuela Carmena se había casado con el arquitecto y hoy también ex militante comunista Eduardo Leira.
 Hay muchos que todavía recuerdan de aquellos tiempos a la hija recién nacida de Manuela, metida en un capa­cho, criándose prácticamente "a los pechos de los obreros de Atocha".
 "La niña acababa de nacer y me la tenía que llevar a todas partes, porque había un trabajo horrible
. A veces esta­ba en un juicio y veía que era la hora de darle de mamar y que no me daba tiempo... Luego, en el despacho, los obreros me avisaban:
 "Oiga, que la niña se ha despertado y está llorando".
Manuela Carmena
Manuela Carmena, en 1982. / Chema Conesa
Es inevitable, puesto que el despacho sale una y otra vez en la conversación; hablar de la ma­tanza de Atocha, recordar aquella sensación de espantosa angustia e incredulidad, algo que Manuela Carmena vivió tan directamente.
 "El impacto, sobre todo, fue a nivel personal, aun­que yo, a mucha menor escala, había tenido una experiencia similar.
 Fue en 1970, la muerte de Pedro Patino, un obrero de la construcción de Getafe: le mataron cuando repartía propagan­da en una huelga.
 Este chico, además de ser cliente mío, era el marido de mi secretaria una de mis mejores amigas
. Yo recuerdo con un espanto horroroso aquella situación, porque le estaba dictando una sentencia a Dolores, su mujer, y me llamó Jaime Sartorius por teléfono para decirme que había venido en el Madrid que habían matado a Pedro Patiño.
 Esa sensación terrible de tener que decirle: "Han matado a tu marido". Lo del despacho fue como eso pero multiplicado».
—Se ha repetido luego que lo esperaban, pero realmente, ¿se podía esperar algo tan alucinante?

 Sí que lo esperábamos, porque, aunque parezca mentira, no se me olvidará que aquella noche, cuando salía del 55 de Atocha para ir al 49, a la otra reunión, la calle estaba temerosa —era explicable, porque había pasado lo de Villaescusa—, y yo también iba temerosa
. En­tonces me crucé con tres chicos y me dio la im­presión de que les brillaba algo, y me acuerdo que sentí miedo y me puse el bolso delante, entre los brazos; figúrate qué bobada, pero pensé que podían llevar una pistola. Cuando les rebasé, vi que lo que llevaban era una máquina de fotos.
 Luego, en el 49, mientras en el 55 esta­ba pasando la matanza, fui mirando, por una ventana que teníamos en el pasillo y que daba a la puerta de entrada, a todos los que iban lla­mando para la reunión de profesionales, porque me sentía intranquila.
 Pensábamos que podía ocurrir en cualquier momento, era la verdad.
Antes había habido ataques y cosas similares aunque, claro, nunca creímos que pudiera ser tanto. Quizá luego me impresionó mucho la frialdad que encontré en algunos ambientes, por ejemplo, entre los clientes
. Me sorprendía que a los cuatro días de haber pasado aquello la gente llegara como si nada; yo pensaba que qué desprecio tenían por la vida, que por reclamar 4.000 o 5.000 pesetas se metían en un despacho donde les podían pegar un tiro.
 Pero es posible que la gente que se juega la vida en un andamio tenga más desprecio por ella
. Me pareció que no tenían esa consternación nuestra.
Hay momentos en que piensas que esa Ma­nuela de esporádicos y repentinos matices inge­nuos no es sino la sombra furtiva de esta otra Manuela racionalista y eficaz, que sin duda se impone, y que, pese a su sensibilidad evidente, tiene que ser una persona fuerte, tenaz, puede que incluso dura, capaz de digerir una expe­riencia tan traumática como la de Atocha y sonreír mientras habla de aquello, al mismo tiempo que repite lo de "Habla que vivir, vivir muy rápi­damente y olvidar".
—Poco después, usted dejaba el partido comunista.
Hay quien dijo que en ello había tenido que ver cierta disconformidad con la ac­tuación del partido en todo el pro­ceso de Atocha.
—No; lo de Atocha no tuvo nada que ver.
 Me pareció que algunas personas denotaban una falta de sensibilidad, y ciertos comentarios que oí me demostraron lo poco sensibles que eran humanamente algunos militantes; pero no tuvo nada que ver con una crítica sobre que hicieran mal las cosas en aque­llos momentos
. La determinación de dejar el partido como opción política se debió a otras razones.
— ¿Qué razones?


La gente se siente como si tuviera que expresar agradecimiento por ser recibida por el juez. En algunos casos, in­cluso, preguntan cuánto deben
—El choque más grande para mí fue participar en la campaña elec­toral.
 Realmente fue una sorpresa. Creo que me metieron en los míti­nes porque pensaron que, como tenía costumbre de hablar, lo haría bien, y fue un rotundo fracaso.
 A mí me gustaba hablar, pero para convencer, y me hice una especie de guión de mitin para convencer.
 Pero cuando llegué allí y me di cuenta que había que decir las co­sas con pausas, para que la gente aplaudiera, y que era más bien un espectáculo sensible y emotivo, con símbolos, pues me repugnó. Me parecía que se decían cosas que no eran verdad, que sólo se decían para quedar bien.
Manuela Carmena decidió entonces dejar el derecho; incluso pensó hacerse perito agrícola, pero las ma­temáticas le hicieron desistir
. Así que se inclinó, finalmente, por algo distinto, aunque dentro de las leyes.
Una especie de "ruptura dentro de un orden". Sonríe Carmena cuando le digo que pasar de un despacho laboralista rojo a ser la señora juez tiene que ser algo muy distinto a la hora de aplicar la ley. "Es muy distinto, sí.
 Me gusta trabajar con la gente desde siempre, y ahora me viene, la escucho, y se me pasa el tiempo sin darme cuenta.
 Cuando era abogada también me pasaba eso, con la diferencia de que entonces te sentías menos libre.
 Una persona te ha escogido como abogado y la tienes que acep­tar, ir con ella a todas partes. Sin embargo, como juez puedes disfrutar del contacto con las per­sonas con una cierta independencia, puedes elegir.
 Esa primera impresión me ha resultado muy agradable.
Luego hay una segunda parte: que tengo siempre muy presente cómo veía yo a los jueces cuando no lo era; entonces procuro hacer cosas que a mí me hubiera gustado que los jueces hicieran".
—¿Cómo los veía?
—Cuando era abogada veía al juez muy leja­no, muy distante, muy poco accesible; por eso yo trato de ser todo lo contrario.
 Trato que el juzgado no sea lo que aparentemente es: mon­tañas de papeles, un poco lo de El proceso, de Kafka.
 Porque esos papeles judiciales que en apariencia no son nada tienen un contenido importantísimo para la gente
. Detrás de los papeles judiciales hay problemas e historias de fracasos, de amor, de desamor, ruinas económi­cas, delitos...
—Creo que su llegada a La Palma produjo una auténtica revolución en los juzgados; que las mujeres prácticamente hacían cola para ha­blar con la juez.
—En los juzgados de pueblo el juez es algo más cercano.
Se le conoce, se sabe cómo se llama, dónde vive, la gente tiene una tendencia a ir al juez; lo que quizá les pudo sorprender más fue encontrar una actitud más de igualdad, más demócrata.
 En la mayoría de los casos la gente se siente como si tuviera que expresar agradecimiento por ser recibida por el juez.
 En algunos casos, in­cluso, preguntan cuánto deben.
Yo procuro disculparme cuando tengo que hacer esperar, y veo que se quedan muy sorprendidos cuando les digo que los jueces estamos al servicio de la sociedad y de las per­sonas que nos quieran ir a ver, y que el Gobierno nos paga para eso.
Me he dado cuenta de que les causa mucha extrañeza.
 En cuanto a las mujeres, en La Palma, es un capítulo muy especial
. Es una so­ciedad con bastantes problemas, de poco desarrollo, donde la mujer está muy explotada y recibe fre­cuentes malos tratos.
 Y en una so­ciedad donde la mujer no tiene ninguna independencia económi­ca todos éstos problemas tienen más dificultad para solucionarse, porque no tiene alternativa; está con el marido, y si el marido no le paga tiene que buscarse otro hom­bre, porque su única posibilidad, y ahora no se encuentra, es el trabajo de limpieza
. Entonces ese tipo de mujer sencilla, de entrada, al ver una mujer se sentía mejor y te em­pezaba a contar su vida.
 Y salía todo lo que es una vivencia matri­monial, esas terribles historias de amor y desamor que pasan todos los matrimonios litigiosos, se crea­ba una situación de muchísima más confianza, que no podía surgir con un hombre.
—Debe de ser divertido eso de pasar, en poco tiempo, de correr de los guardias a que se le cuadren.
Una cosa que me sorprendió muchísimo es que cuando se produ­jo el 23 de febrero fuera competente la jurisdic­ción militar del conocimiento de los hechos. Eso para mí es incomprensible
—Quizá, más que divertido, resulta extraño.
 El mundo militar tiene unas normas de com­portamiento muy propias, y para quienes no hemos tenido contacto con él nos resultan extrañas.
 Yo nunca he sabido bien qué trata­miento emplear con todo tipo de autoridades militares.
 Me acuerdo que una de las veces que estuve detenida en la Dirección General de Seguridad necesitaba ir al servicio, y con toda mi buena voluntad yo gritaba por el ventanuco: "¡Guardia! ¡Guardia!" Hasta que vino uno y me dijo que se les llamaba señor agente.
 Creo que a todo estamento militar, en general, el trato de trabajo con una mujer que puede ser su superior les resulta bastante desacostumbrado, les desconcierta.
 Yo recuerdo en La Palma, un día que estaba en casa haciendo la comida, con calcetines, unos zuecos y un delantal a cuadros, una pinta absolutamente innoble para una au­toridad, y llegó un guardia civil a darme un parte, y yo veía que al pobre guardia civil, que se había cuadrado al saludar, se le caía la mano, que había un peso de gravedad desde la sien hasta el suelo, que le resultaba absolutamente difícil mantenerse cuadrado ante aquello.
En estos momentos sí que ves que son los sectores más conservadores.
 En algún sector de jueces, por ejemplo, no les habrá gustado mucho mi llegada; en la Audiencia de Tenerife había cierta expectación cuando iba la comunista de La Palma, pero conmigo han procurado estar encantadores, no han tenido ningún tipo de desplante.
Puede que no haya habido desplantes, pero comentarios y anécdotas no le han faltado a Manuela Carmena en los dos últimos años, porque esto de ver mujeres en determinados cargos tradicionalmente masculinos sigue cau­sando desazón, cuando no franco estupor.
 Un oficial de la Marina llegó a pedir a su señoría que se fotografiara con él, "porque nunca había visto una juez".
"Es que allí, en La Palma, cuando van los barcos de guerra, hacen una recepción con las autoridades. Son recepciones donde las esposas están en un rincón, en otro las autoridades y en el centro las jovencitas casade­ras, con los tenientes y solteros del barco, llenas de risitas.
 Entonces llegué yo y me preguntaron que dónde estaba mi marido, el señor juez, y cuando contesté: "No, el juez soy yo", pues vi que se quedaban atónitos, que no sabían qué hacer".
—El mundo de la judicatura es un mundo de fórmulas hechas, a veces rimbombantes, y tra­dicionalmente masculino, donde la mujer tiene que introducir, forzosamente, nuevos compo­nentes, como el que antes aludía de las mujeres de La Palma. ¿Se nota?
—Realmente es un mundo muy diferente.
A mí me parece muy bien que al mundo judicial, al mundo de los papeles, lleguen también las vivencias y el modo de ser de la mujer.
 En las sentencias, en las resoluciones, en los textos de separación, todo viene redactado en un estilo masculino.
 Por ejemplo, hace poco, en un pleito de separación, llegó el momento de confesar la mujer, y tanto su abogado como el del marido y los procuradores eran hombres, es decir, las dos columnas sobre las que gira el proceso judicial eran masculinas.
 La manera en que se hacen las preguntas es muy formalista: "¿Confiesa ser cierto...?", y la costumbre es responder sí o no.
 Yo veía que la mujer lo que quería, fundamental­mente, era desahogar una tensión, contarnos lo que en resumen era la historia de su fracaso matrimonial, que lo había vivido día a día y con un sufrimiento tremendo
. Era una mujer terri­blemente femenina, incluso yo diría que un poco cursi.
 Iba vestida de rosa, en fin..., y además lloraba, contaba las cosas entrecorta­damente y a veces nos teníamos que parar por­que no le salían las palabras, le salían raudales de lágrimas.
 A mí me parecía que los abogados estaban como molestos, porque entendían que era exagerado, que las preguntas se respondían sí o no, y a correr.
 Parece que se sentían heridos por aquella bofetada de sentimentalismo e inti­midad con que de repente se había llenado la sala de vistas.
Pero a mí me pareció bonito el que se empaparan de ello, porque pensaba que aquella mujer había estado muchas horas ma­chacada dándole vueltas y ahora era su juicio, y tenía derecho a que todos la oyeran.
—¿Qué pasaría si ahora le llegara un caso por aborto, donde tuviera que aplicar la ley en con­tra de sus criterios personales, por ejemplo?
Esta es una de las preguntas más difíciles que me ha hecho... Tendría presentes todas las circunstancias que habían concurrido en ese he­cho, hoy todavía punible, puesto que pienso que no debería serlo.
 Lo que me parece importante es que el juez tenga la sufi­ciente sensibilidad para saber cuándo una ley está siendo socialmente rechazada, y si una ley es socialmente rechazada por muchos sectores, eso indica que tiene que cambiarse, y el juez debe aplicarla con todos los criterios que per­miten los principios generales de derecho
. Es decir, que nunca se puede olvidar que la ley está hecha para la sociedad y no la sociedad para la ley. No se debe inculpar o responsabilizar cuando hay un rechazo social importante.
—Hace poco, en un debate sobre El imperio de la ley, se afirmaba que la Administración de justicia española no se había adaptado aún a la Constitución.
Más claro: que de demócrata, poco.
Lo que me parece importante es que el juez tenga la sufi­ciente sensibilidad para saber cuándo una ley está siendo socialmente rechazada
—Creo que la idea que yo tengo de la demo­cracia, que es una idea profunda de lo que es un país y un sistema con libertades, me parece que no, que los estamentos judiciales no han asumi­do esa idea
. A mí, por ejemplo, una cosa que me sorprendió muchísimo es que cuando se produ­jo el 23 de febrero fuera competente la jurisdic­ción militar del conocimiento de los hechos
. Eso para mí es incomprensible; que el legislativo haya aceptado en el Código de Justicia Militar una cláusula que, de una manera indirecta, viene a restar todo el peso de la Constitución, en la que clarísimamente delimita que solamente la ju­risdicción castrense deberá conocer de los temas castrenses, me parece un desastre y totalmente sorprendente.
Entonces, que no haya habido una reacción del poder judicial en este tema me indica que no está muy arraigado el sentimiento democrático dentro de la organización judicial.
 Además, creo que el comportamiento de las propias estructuras judiciales, jueces, presiden­tes de las audiencias, etcétera, sobre el 23 de febrero ha sido decepcionante, especialmente en las demarcaciones de las jurisdicciones cas­trenses, que fueron asumidos los poderes a las autoridades civiles.
Es algo impensable que inmediatamente no haya habido algún tipo de protesta, y, según tengo entendido, no se ha producido por parte de los correspondientes estamentos judiciales.
 Me parece fundamental que quede clarísimo que un golpe de Estado es absolutamente ilegal en una sociedad de­mocrática, y que tiene que ser terminantemente rechazado por el poder judicial, que es el que tiene que impedir el delito.
Es que mi sorpresa fue grandísima, porque además, como tenía recientísimas las oposiciones a juez, me acorda­ba perfectamente del delito que decía: "Aque­llos que invadan violentamente las Cortes es­tando reunidas...". Sabía que era un delito tipi­ficado en el Código Penal, y por el hecho de que fuera cometido por los militares, con la Consti­tución en la mano no tenía por qué no juzgarse por la jurisdicción ordinaria.
 Parece que no se dieron cuenta de ese error, pero creo que es significativo que no haya habido protestas del estamento judicial.
 Pienso que cuando llegan unos militares al juez y le dicen que asumen sus poderes, el juez tiene que decir que de ninguna de las maneras se va, que no, aun a riesgo de asumir las consecuencias.
—Como contrapartida, últimamente, hay un endurecimiento visible en determinadas sen­tencias, especialmente en aquellas que afectan a la libertad de expresión, como el caso Vinader.
—Personalmente, esto me parece gravísimo, ya que ni siquiera durante la época del Tribunal de Orden Público recuerdo que hubiera senten­cias de este tenor, puesto que es introducir cri­terios jurídicos nuevos que parece que tratan de limitar la libertad de expresión y, por tanto, de no aceptar la democracia.
 Me parece que era Voltaire el que decía que el principio de publi­cidad es tan sagrado que le podían juzgar sus peores enemigos siempre que lo hicieran públi­camente, que con eso se quedaba tranquilo. Hoy día no hay que olvidar que el principio de pu­blicidad pasa por la Prensa; es lo que decía Voltaire, que esas decisiones sean transparen­tes, cristalinas y puedan ser justificadas y expli­cadas
. Claro, si a los periodistas se les cohíbe o amenaza, si de alguna manera tienen esa espe­cie de espada de Damocles sobre sí, esa punta aguda que debe de ser la Prensa deja de serlo, y esa publicidad que exigen todos los procesos, pues se pierde.
 Y la publicidad no consiste en que el alguacil abra una puerta del juzgado y diga: "¡Audiencia pública!", y los cuatro viejecitos que no tienen nada que hacer entren.
 Le verdadera audiencia pública, hoy día, es la Prensa, la radio, la televisión.
Y en este sentido, una de las cosas que me encantaría, y creo que se debería ya empezar a insistir en ello, es que el juicio del 23 de febrero sea televisado, ya que todos los españoles tienen derecho a saber cómo se va a juzgar a esas personas y saber por qué se les va a juzgar de una determinada manera y se les va a condenar.
 Creo que el Watergate fue importante en Estados Unidos, pero el 23 de febrero es más importante todavía para nosotros. 
Hay que insistir en ello, me parece sumamente importante para el ciudadano.

Nos hemos quedado solas en el inhóspito juzgado de El Escorial. Han desaparecido con la tarde las montañas recortadas detrás del venta­nuco, y los funcionarios han ido pasando para decir adiós a doña Manuela, que encaja el tra­tamiento muy seria, como si los tiempos laboralistas del tuteo y el Manola quedaran muy atrás. "Esa sensación que tengo ahora de cola­borar en que la justicia sea para el pueblo tam­bién me parece una determinada forma de ha­cer política”.