Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 may 2015

Alejandro Sanz presenta ‘Sirope’, “un disco que te endulza y te cura”.................................. Fernando Navarro

Alejandro Sanz
Alejando Sanz, durante la presentación de su disco, hoy en Madrid. / Claudio Álvarez

Con su sonrisa perenne y su habitual buen humor, Alejandro Sanz, ha presentado esta mañana en el Museo Reina Sofía de Madrid su nuevo disco, Sirope. “El nombre viene de un pensamiento que se refiere a algo que te endulza y te cura”, ha dicho en referencia al título de su "nueva criatura", tal y como ha calificado a su décimo álbum en estudio en su carrera.
Bajo una gran expectación mediática, durante una rueda de prensa que ha durado cerca de una hora, el músico español se ha mostrado muy ilusionado por volver a tener un trabajo con nuevas canciones en circulación después de la publicación en 2012 de La música no se toca. “Hay toques de flamenco, como siempre cuando se trata de mí, pero también de pop, rock o funk”, ha explicado sobre Sirope, grabado en Miami y producido por Sebastián Krys y el propio músico.

Sirope nació cuando el músico español empezó a grabar notas en su móvil, en el que llegó a registrar hasta 40 temas con voz y sonido en su "estudio virtual" durante ocho meses. "Me gusta grabar solo. En la intimidad, me gusta buscar lo mejor de mí", ha dicho. Pero, finalmente, ayudado por Krys, Sanz hizo una criba que dejó el disco en 13 composiciones, entre las que se halla Capitán tapón, dedicada a su hijo Dylan. "Sé que va a ser una canción que le encantará cuando tenga 30 años y va a odiar cuando tenga 14", ha apuntado. No es la única dedicatoria: Sanz ha recordado que ha tenido muy presente durante todo el proceso de creación a su amigo y maestro Paco de Lucía, cuya muerte fue un "vapuleo sentimental". "Le quiero recordar con toda la alegría que tenía".
En este álbum, colaboran, entre otros, Juan Luis Guerra, con el que canta Suena la pelota, o Arturo Sandoval, que pone su trompeta al servicio de algunas canciones y al que ha definido como "uno de los músicos de jazz más importantes del mundo". Para Sanz, es "el trompetista más importante tras Miles Davis y Dizzy Gillispie". También ha explicado que ha contado con una sección de vientos proveniente de Filadelfia.
Desde el lanzamiento de su primer álbum, Viviendo deprisa, en 1991, Sanz se ha consolidado como uno de los artistas españoles que más discos vende de todos los tiempos. Su anterior disco de estudio, La música no se toca, debutó como número 1 en 18 países y encabezó la lista Top Álbumes Latinos de la revista especializada Billboard. Se mantuvo en el top 10 de los discos más vendidos en Estados Unidos durante 25 semanas consecutivas. Y con Sirope parece que las cifras le van a seguir sonriendo. El disco, que mañana martes sale a la venta en España, ya se ha colado como el más vendido en las listas de preventa de iTunes. Luego llegará una gira por España que arranca el 30 de julio en Cordoba y termina el 26 de septiembre en Sevilla, tras recalar en 16 ciudades más.

Vietnam: 40 años de una masacre

PeticionImagenCAGDPPIWUn tanque norvietnamita cruza delante del palacio presidencial en Saigón el 30 de abril de 1975. / Reuters

Por Luis Mazarrasa
Mowinckel

El 30 de abril de 1975 los telediarios mostraban la imagen en blanco y negro de un tanque con la bandera del Vietcong derribando la verja metálica del Palacio Presidencial de Saigón. La Guerra de Vietnam había terminado.
 Atrás quedaba un conflicto de altísima intensidad que había durado quince años, si se cuenta a partir del comienzo de la actividad guerrillera del Vietcong contra el Gobierno de Vietnam del Sur, en 1959, o incluso 34 si se considera como punto de partida los ataques de las guerrillas de Ho Chi Minh contra el colonialismo francés.
La Guerra de Vietnam, que tomaba por asalto a diario los noticieros de los años sesenta y setenta, fue el enfrentamiento bélico más fotografiado y filmado de la historia, el mayor filón que haya existido para un corresponsal de guerra y el que dejó también casi tantas bandas sonoras como los filmes sobre la II Guerra Mundial.
Esa cobertura exhaustiva del conflicto, sobre todo a partir de la total implicación del Ejército de EE UU a favor de Vietnam del Sur en 1964, fue precisamente un factor fundamental en su desarrollo, ya que incendió a la opinión pública mundial, incluida la norteamericana, que reclamó masivamente la retirada de esa potencia de la guerra en un país del Sureste asiático.
El origen de la contienda que terminó con la victoria de las tropas del Norte y la reunificación de Vietnam en 1975 se encuentra en la lucha del Viet Minh –el ejército guerrillero al mando del líder Ho Chi Minh- en los años cincuenta contra la potencia colonial que desde 1883 había integrado el país, junto con Laos y Camboya, en la Indochina Francesa.
Efectivamente, tras la derrota del invasor japonés al término de la II Guerra Mundial la actividad guerrillera y las ansias independentistas de los vietnamitas se recrudecieron. Así, con la rendición del ejército colonial en 1954 a los vietnamitas del general Giap, en lo que se calificó como el desastre de Dien Bien Phu, Francia se vio obligada a abandonar sus colonias en Indochina.
Los Acuerdos de Ginebra de ese mismo año establecieron una frontera temporal a lo largo del río Ben Hai, a la altura del Paralelo 17, que separó hasta las elecciones de 1956 el norte del país, con un Gobierno comunista que había liderado la victoria, de un Vietnam del Sur, capitalista y cuyos dirigentes se habían alineado con la Francia colonial.
Sin embargo, ante la previsible victoria de Ho Chi Minh –el líder del Norte apoyado por China- en las elecciones acordadas en Ginebra por todas las partes, el primer ministro del Sur, Ngo Dinh Diem, convocó un referéndum en su territorio que lo reafirmó en el cargo, suspendió los comicios y estableció como definitiva la frontera que dividía a la República Democrática de Vietnam del Norte –con capital en Hanoi- y a Vietnam del Sur, con un gobierno instalado en Saigón, también dictatorial, anticomunista y fuertemente ligado a los intereses de Estados Unidos, que desde la marcha de los franceses había inundado el sur de asesores militares.
La flagrante violación de los acuerdos de paz provocó el fin del alto el fuego y la reanudación, pues, de los ataques del Ejército del Norte en los alrededores del Paralelo 17 y de su guerrilla aliada del Vietcong en numerosos puntos del Sur donde se había infiltrado.            Museo de Arte (11)
Cartel de propaganda en el Museo de Arte de Vietnam. / luis mazarrasa
1964 marca el inicio de la implicación total de EE UU en el conflicto. El presidente Lyndon B. Johnson, que ha sucedido al asesinado John F. Kennedy, aprovecha el incidente del Golfo de Tonkín, en agosto de ese año –cuando dos buques norteamericanos fueron supuestamente atacados-, como pretexto para bombardear Vietnam del Norte y ordenar el desembarco masivo de marines en las playas de Danang. A finales de 1965 ya eran 184.000 los soldados estadounidenses en el territorio y dos años más tarde, medio millón.
Años después del fin de la contienda se reveló que, en realidad, el destructor Maddox sufrió un ataque al encontrarse en aguas jurisdiccionales norvietnamitas apoyando una operación de tropas de Vietnam del Sur, mientras que el Turner Joy no sufrió agresión alguna. Además, también se demostró que Lyndon Johnson ya disponía de un borrador de la resolución del suceso con fecha anterior a que el incidente de Tonkín hubiera ocurrido.
Las razones que en un principio los presidentes Kennedy y Johnson declararon a la opinión pública norteamericana para justificar la implicación en una guerra: la agresión a un país aliado por los comunistas de Ho Chi Minh y la “evidente” amenaza de un contagio a todo el Sureste asiático en caso de la victoria del Norte, que podría inducir a Tailandia, Camboya, Laos y Corea del Sur a integrarse en el bloque socialista, fueron perdiendo fuerza a medida que las noticias mostraban la terrible devastación provocada por los bombardeos de los B-52 en ciudades y aldeas y los testimonios de numerosos veteranos licenciados del combate y de otros tantos objetores a filas que rechazaban “ir a masacrar a unos campesinos de un país tan lejano”, como declaró algún marine a la vuelta a casa.
PeticionImagenCAQC6OHGDos niños corren por una carretera intentando escapar de un ataque con napalm, en Trang Bang, a 26 millas de Saigón, el 8 de junio de 1972. / Reuters

Mientras el conflicto se enconaba, EE UU bombardeaba incesantemente Hanoi y otras ciudades del Norte y el presidente de Vietnam del Sur era asesinado en un golpe de Estado apoyado por la propia Administración norteamericana, las fuerzas armadas de Ho Chi Minh protagonizaban espectaculares golpes de mano, como la Ofensiva del Tet en 1968, que marcó el punto de inflexión en la guerra. Las imágenes en directo de la mismísima embajada de EE UU en Saigón tomada durante unas horas por un grupo de guerrilleros, que actuaban en coordinación con otros que atacaron más de cien ciudades y pueblos protegidos por los marines, conmocionaron aún más a una sociedad que meses más tarde viviría las manifestaciones pacifistas del verano  del amor en 1968 en California y las más violentas del mayo francés.
A ello se sumó la revelación de masacres cometidas por los marines en distritos como My Lai, donde el 16 de marzo de 1968 tres pelotones asesinaron a cientos de campesinos, mujeres, ancianos y niños, y las imágenes de la destrucción causada por los bombardeos y la utilización masiva por parte de EE UU de armas químicas, como el napalm y otras.
En 1970, el descrédito del Gobierno norteamericano por la guerra de Vietnam alcanza su cenit a raíz del golpe de estado tramado por los servicios de inteligencia estadounidenses contra el rey de la vecina Camboya, Norodom Sihanouk. Los soldados norteamericanos cruzaron la frontera para respaldar al dictador Lon Nol como mandatario del país y la Administración de Richard Nixon, el nuevo presidente de EE UU, se vio inmersa en otra guerra hasta entonces llevada en secreto.
Para entonces Estados Unidos ya había perdido más de 40.000 soldados en la Guerra de Vietnam, algo inaceptable para su opinión pública. Por contra, los cinco millones de víctimas vietnamitas –entre combatientes y civiles- no suponían lastre alguno para el Gobierno de Lê Duân, sucesor del recién fallecido Ho Chi Minh. Nadie cuestionaba el precio que habría de pagarse por una guerra nacionalista de liberación.
El 27 de enero de 1973 Estados Unidos, los dos Vietnam y el Vietcong firmaron en París un alto el fuego, la retirada total de las tropas estadounidenses, la liberación de prisioneros y la creación de un Consejo Nacional de Reconciliación.
Por primera vez en 115 años el país se veía libre de la presencia de militares extranjeros. EE UU sufría la primera derrota de su historia, que le había causado más de 58.000 militares muertos.
PeticionImagenCAX3DEV2Atentado del Vietcong en la embajada de Estados Unidos en Saigón. / Agencia Keystone

Pero los Acuerdos de París no trajeron la paz inmediata, con el Sur tremendamente debilitado por la marcha de EE UU y las deserciones masivas de sus tropas. Las hostilidades se reanudaron y en enero de 1975 el Ejército del Norte cruzaba el Paralelo 17 en dirección a Saigón, esta vez sin ceder el protagonismo a los guerrilleros Vietcong.
El general Nguyen Van Thieu, a la cabeza de la República de Vietnam del Sur desde 1967, vio como la promesa de ayuda económica de EE UU para la fase de transición después de los Acuerdos de París era rechazada por la nueva Administración de Gerald Ford, al frente de un país con las heridas del conflicto vietnamita en carne viva y la vergüenza de la dimisión de Richard Nixon una año antes, en 1974, por el caso Watergate.
Con las ciudades del centro del país: Hue, Danang, Nha Trang... cayendo en manos del Norte como fichas de dominó, Van Thieu se atrincheró con sus pocos leales en Saigón hasta el 21 de abril de 1975, cuando dimitió y huyó camino del exilio. Nueve días más tarde, el 30 de abril, Saigón –que las nuevas autoridades de un Vietnam reunificado cambiarían el nombre por Ciudad de Ho Chi Minh- caía en medio de la euforia nacionalista
. Las imágenes de la apresurada huida del embajador norteamericano y del personal de la CIA a bordo de helicópteros, horas antes desde las azoteas de sus edificios hacia portaaviones anclados en el Mar del Sur de China, serían la última humillación mediática para EE UU, envuelto en un conflicto que, como declararía años más tarde Robert S. McNamara, el ideólogo de los bombardeos sobre Hanoi y uno de los cocineros del embuste del incidente de Tonkín, fue un tremendo error: “No fuimos conscientes que los vietnamitas no luchaban solo por imponer el comunismo, sino por un ideal nacionalista”.
Hoy, cuando Vietnam celebra los cuarenta años de paz casi por primera vez en su convulsa historia, el país pasa por un espectacular desarrollo económico en el que la pobreza extrema prácticamente se ha erradicado y llueven las inversiones nacionales y extranjeras, aunque sus campos de verdes arrozales todavía sufren las secuelas de los bombardeos y la guerra química. Y medio millón de niños, muchos de ellos nacidos cuatro décadas después, padece terribles deformidades como consecuencia de la irrigación de la jungla con el agente naranja, el defoliante utilizado por EE UU para destruir el ecosistema del país. Su componente principal, la dioxina, daña el ADN de las personas expuestas y se estima que puede transmitir sus efectos durante tres generaciones.
Con un modelo calcado de su gigante vecino chino, Vietnam es una dictadura de partido único en lo político y sin asomo de libertad de expresión ni disidencia y, al mismo tiempo, se halla inmerso en un capitalismo casi salvaje en lo económico.
Luis Mazarrasa Mowinckel es autor de Viajero al curry (Ed. Amargord) y de la Guía Azul de Vietnam y de numerosos reportajes sobre este país.
rios

3 may 2015

Querida Mamá





La tercera edad de un icono del pop francés......................................... Gabriela Cañas

Françoise Hardy relata en un libro sus problemas de salud y la “devastación” insoportable del envejecimiento”. 

Defiende la eutanasia, es ecologista y de derechas.

 Sigue escribiendo canciones pero prefiere que otros les pongan música.

 

Françoise Hardy,
La artista francesa Françoise Hardy, en 2012, a sus 71 años. / photopqr / le parisien

En el elegante distrito XVI de París vive una solitaria mujer de 71 años que apenas sale de casa. Tiene el pelo corto y blanco y es de una extrema delgadez.
 Se llama Françoise Hardy, una compositora, cantante y escritora que no ha parado de trabajar desde que en 1962, con solo 18 años, se hizo mundialmente conocida con una sencilla melodía que expresaba el romanticismo y la melancolía de la generación de los años sesenta: Tous les garçons et les filles.
La tristeza de la Françoise Hardy de hoy es bien distinta a la de entonces
. Castigada por la enfermedad y la debilidad física, el escaso éxito de su último álbum, según confiesa, le empujó a escribir Opiniones no autorizadas, el libro que acaba de publicar.
 El texto es el testimonio de una personalidad difícilmente clasificable que deplora la “devastación insoportable” del envejecimiento.
 Una nueva fractura ósea, esta vez en el hombro, le ha impedido conceder más entrevistas en plena promoción editorial.
 Sus textos hablan por ella. Son de una sinceridad sorprendente. Resumen con crudeza y ágil prosa su extraordinaria vida y sus libérrimas ideas.
Defiende la eutanasia (su madre recurrió a ella para evitar la agonía que le esperaba) y el aborto (deplora el intento del Gobierno español de abolir tal derecho) y es ecologista (le alarma el uso de los pesticidas), pero se considera de derechas
En Opiniones no autorizadas (Editorial Équateurs) dedica un capítulo a la política francesa. “La gente de izquierdas parece tener la convicción no solo de poseer la verdad, sino de ser altruista y progresista, lo que le lleva a considerar a los de derechas como retrasados mentales egoístas y reaccionarios”, afirma.
Tal consideración no le impide admirar a políticos socialistas.
 Confiesa su estima por Michel Rocard (ex primer ministro) y Hubert Védrine (exministro de Exteriores).
Vapulea, sin embargo, al presidente de la República, François Hollande, al que considera, en lo personal, ridículo y carente de seducción y carisma.
Françoise Hardy, en una foto de 1963. / Cordon Press
Apoyó a Nicolas Sarkozy.
 Estableció una buena relación con su esposa Carla Bruni y el propio exjefe del Estado la llamó un día para charlar e intercambiar opiniones.
Hoy, sin embargo, es el ex primer ministro Alain Juppé, que aspira a ser el candidato de la derecha para la jefatura del Estado, “el único capaz de atraer tanto a los electores de derecha como a los de centro e incluso a los decepcionados por el socialismo”, escribe Hardy, que añade:
 “Sarkozy no es consciente del odio que inspira a la mitad de los franceses”.
Habitualmente alejada de los focos, a pesar de su constante actividad artística, su vida es un libro abierto
. Las estrellas del pop de su generación, como Silvye Vartan o Jane Birkin, han sido mucho más recatadas. En 2008 rompió el fuego con una autobiografía descarnada: La desesperanza del mono y otras bagatelas.

LA ‘CHANSON’ DE HARDY

- Grabó su primer disco, Tous les garçons et les filles, con música y letras propias, en 1962
 En pocos meses vendió dos millones de copias.
Un año después, participó en Eurovisión y actuó por vez primera en una película, de Roger Vadim
. Es en 1965 cuando triunfa en Reino Unido con All over the world, hace famosa la minifalda de Mary Quant y conoce a los Rolling Stones, los Beatles y al fotógrafo David Bailey.
- Seis años después de darse a conocer, en 1968 vive un nuevo éxito con Comment te dire adieu y posa para Paco Rabanne.
- Condecorada con la Gran Medalla de la canción francesa en 2006, ese mismo año publica el álbum Parenthèses de dúos con Julio Iglesias o Alain Delon.
- Su biografía, La desesperanza del mono y otras bagatelas (2008), se convierte en otro éxito en Francia. En 2012 sale su último álbum, el número 29º, L’amour fou, al tiempo que sale su primera novela del mismo título.
Encandiló a Mick Jagger, Bob Dylan o Eric Clapton.
Sus fotos con minifaldas y modelos futuristas de Paco Rabanne dieron la vuelta al mundo, pero ella otorga poca importancia al éxito frente a cuestiones más íntimas.
 Cayó en los brazos de un guapo cantante francés, Jacques Dutronc. Ahora viven separados, pero el hijo de ambos, el cantante Thomas Dutronc, cree que siguen viviendo “una historia de amor muy particular”
. Hoy, Hardy bromea: “Los dos estamos condenados a ser viejos y feos”.
En sus libros habla de la modestia del hogar de su infancia, de la homosexualidad de su padre, casado con otra mujer, y de la esquizofrenia de su hermana.
Se retrata como una adolescente acomplejada. “Brigitte Bardot, toda ella con gracia, curvas y sexapil, encarnaba entonces el canon de la belleza femenina de la que yo estaba desesperadamente alejada con mi aspecto andrógino”, afirma.
 Amó tanto como sufrió de amores y, por supuesto, relata los estragos de su mala salud, agravada con un cáncer, un linfoma de MALT, que le produce problemas digestivos.
 No ahorra detalles sobre colonoscopias, lavativas y tratamientos, a menudo degradantes, impropios, creyó uno de sus amigos, de un icono como ella.
Dos elementos actúan como bálsamo en su vida: la literatura y la música.
 Devoradora de libros, es amiga de Michel Houellebecq y Patrick Modiano y se lamenta de la brevedad de la vida para seguir leyendo a los escritores que admira
. Nunca ha dejado de hacer canciones, pero prefiere que sean otros los que pongan música a sus poesías
. Finalmente, una confesión poco sorprendente: “Tengo un gusto inmoderado por lo bello”.