Natasha Yarovenko es menos alta de lo que uno espera por las fotos.
Y
eso es bueno, porque tiene porte de maniquí de pasarela, pero no ese
aspecto de flamenco rosa metido dentro de la piel de un ser humano que
poseen la mayor parte de las modelos.
A pesar de su presencia
espectacular, frente a ella uno no se siente como si no perteneciera a
la misma especie, algo que pasa la mayor parte de las veces que un
homo sapiens
se enfrenta a uno de esos seres con el físico que tendría un
extraterrestre venido de un planeta en el que la gravedad es tres veces
menor que en la Tierra.
Además, esos cinco centímetros de menos dan un tremendo aplomo a los
movimientos de una persona que de por sí desprende seguridad en sí
misma. Ucrania de Odessa, a Yarovenko lo mismo es posible imaginarla
enamorando a un duque en un refinado baile de la corte zarista como
amamantando a su hija en las barricadas de Stalingrado, mientras con la
mano que le queda libre dispara su fusil contra las tropas de asalto
nazis.
Barcelona se parece a Odessa. Las dos son ciudades a la orilla del mar, y las dos son cosmopolitas
Y sin embargo, está mujer de 31 años que parece cualquier cosa
excepto frágil, pide nada más sentarse a contestar la entrevista que se
la trate con cuidado porque dice sentirse “muy sensible”. Ante la cara
de sorpresa del interlocutor, aclara esa afirmación
. “Debes entender que
he dado a luz hace pocos meses, y cuando la mujer da a luz se vuelve
muy instintiva, muy sensible. Es muy animal y muy poco cerebral.
Para mí
es muy raro. Yo, que siempre he sido lo contrario. Sufría de tanto
pensar y ahora tengo la sensibilidad a flor de piel”, calla y suelta una
carcajada.
“Estoy muy feliz. La niña es muy divertida. Estoy contenta
de no haber sido madre antes.
En mi país se tienen hijos muy pronto y yo
siempre quise ser madre, pero supe esperar y ahora soy una madre
consciente”.
Tengo la mitad de la familia en Rusia y la otra mitad en Ucrania. Fue
terrible ver la separación de ambos países. De repente, todo el
imperio, todo el cuento que nos contaron, se derrumbó
Creo que [la serie 'Alastriste'] era un producto de calidad. Jamás en
mi vida he mantenido una relación con el reparto tan cercana
Esa maternidad prudente le llevó por ejemplo a elegir México para dar
a luz y residir allí los primeros meses de vida de su hija.
“Sigo en
México. Me he mudado solo una temporada. Fui porque tenía la ilusión de
que los primeros días de mi hija fueran en la naturaleza.
Fui a Tulum,
es un un sitio paradisiaco, donde no necesitamos ropa ni zapatos. No
quería meterla en un apartamento.
Creo que el parto es algo muy natural.
Quería dar a la luz en un sitio en el que hubiera contacto con la
tierra”. Yarovenko practica la meditación trascendental, una disciplina
con origen en India, creada en los cincuenta por el Maharishi Mahesh
Yogi, traída a occidente por los hippies y popularizada por los Beatles.
“Es mi pasión”, dice, y explica que le interesa hasta el punto de que
cuando en 2012 la reclamaron para rodar
Aftershock, una
película chilena de terror, estaba inmersa en un curso en Onenes
University, un centro de meditación regido por un conocido gurú llamado
Sri Braga situado a unos 70 kilómetros de Chennai (la antigua Madrás),
en la costa del Oceano Índico
. “Es un lugar para retirarse a crecer
. En
ese momento estaba haciendo un curso de un mes. Lo he hecho varias
veces.
De hecho, es lo único de la India que conozco. Me gusta porque
cada vez descubro más y más de mi ser y del universo.
Creo que gracias a
la meditación podemos llegar a un lugar donde no haya sufrimiento. Es
difícil, pero está en nuestro interior, y podemos lograrlo”.
Ha llegado con su hija y su suegra en taxi a la sesión
. Ha decidido
comenzar con la entrevista antes que con el maquillaje para las fotos, y
mientras responde, la madre de su pareja da un paseo al bebé por los
alrededores de una lonja reconvertida en estudio fotográfico que parece
poseer la cualidad de potenciar la temperatura exterior.
En verano esto
debe de ser un horno, pero estamos en invierno y si en las calles de
Madrid hace un frío considerable, en el interior del local hay varios
grados menos.
El estilista planeaba tomar instantáneas en ropa interior, lo que en
estas condiciones y en algunos países civilizados podría considerarse
atentado contra la salud de los trabajadores.
Cuando se lo comentan,
ella hace notar, tan educada como firme, que no es la mejor de las
ideas. Nadie intenta convencerle de lo contrario.
Parece más sensato
comenzar un zafarrancho para calentar el plató.
Habla español perfectamente. Emigró con sus padres a Barcelona cuando
tenía 18 años, hace ahora 13. “No sabía nada del país, ni conocía el
idioma, pero me ayudó que Barcelona se parece a Odessa. Las dos son
ciudades a la orilla del mar, y las dos son cosmopolitas. Odessa era,
incluso cuando pertenecía a la Unión Soviética, una ciudad turística,
donde había gente de 40 nacionalidades, y eso hace que estuviera
acostumbrada a ver personas de otros países, de otras razas, que
hablaban en lenguas distintas a la mía”.
Odessa, en la península de Crimea, fue el primer lugar en el que
estalló el conflicto en 2013 que ha desembocado en algo que hoy es
guerra abierta entre las nuevas autoridades ucranias y el gobierno de
Moscú.
Tras unas semanas de confusión, Rusia se anexionó la zona y, poco
después, la población local, en su mayor parte de origen ruso, como
Yarovenko, aceptó esa decisión en un referéndum considerado ilegal por
la comunidad internacional.
Una guerra que es consecuencia de la desintegración de la URSS a
principio de la década de 1990. “Me acuerdo perfectamente de la
transición de la URSS a ser parte de Ucrania
Fue muy duro percibir todo
el estrés de mis padres.
Tengo la mitad de la familia en Rusia y la
otra mitad en Ucrania. Fue terrible ver la separación de ambos países.
De repente, todo el imperio, todo el cuento que nos contaron, se
derrumbó. Ahora mismo estoy viviendo otras cosas, pero me entristece la
situación. Aunque intento no ver las noticias, tengo familia por la que
me preocupo”.
Lo que está ocurriendo en Ucrania es, en principio, tan absurdo como
que Cataluña y Aragón se enfrentasen con tanques por la posesión de una
comarca de Girona. Resulta difícil creer que se abstraiga del conflicto.
“Es que en la vida suceden siempre cosas que no esperas. Nunca sabes,
así que aprovecha el presente porque no sabes lo que va pasar en el
futuro. No es que sea pesimista, pero es lo que hay”, dice
escabulléndose, y da la impresión de que, a pesar de lo que dijo al
principio, cuando es necesario la parte cerebral se impone sobre la
emocional .
Cuando habla de que su vida ha dado giros inesperados se refiere a
que apenas habían pasado dos semanas de su llegada a Barcelona cuando un
fotógrafo la abordó frente a la Sagrada familia. “Me invitó a un
concurso. Yo no entendía nada. Pero me presenté y lo gané”.
Asegura que no le costó aprender castellano (“a los tres meses ya
hablaba como un loro”), algo que atribuye a su facilidad para los
idiomas, domina cinco
. “Después del ruso todo es fácil. Muy pocos rusos
lo hablan bien”.
En estos momentos es la protagonista de
Alastriste, una de
las producciones más complicadas de la televisión en España, de esas que
de tanto manosearlas para que sea para todos los gustos se han
convertido en algo que no convence a nadie.
Pero ella lo defiende con
uñas y dientes. “Terminamos de rodarla en diciembre de 2013, más o
menos.
Para mí fue un regalo. Creo que es un producto de calidad. Jamás
en mi vida he mantenido una relación con el reparto tan cercana.
Éramos
una familia”. Hace ya más de una década que debutó en una serie de la
televisión autonómica catalana.
“Lo veía como un juego, hice dos
películas y después empecé a tomármelo en serio. Pero desde el primer
día de rodaje me encantó esta profesión.
Porque todo el mundo tiene sus
temores y este trabajo me permite ser otra persona”.
Pero el gran salto de su carrera llegó en 2010, cuando protagonizó con Elena Anaya
Habitación en Roma,
la historia de un breve y tórrido idilio lésbico.
La historia, dirigida
por Julio Medem, le proporcionó una nominación al Goya a actriz
revelación. “Siempre fue mi sueño trabajar con Medem. Cuando me llamaron
me hizo mucha ilusión. Pero cuando llegó el guion cada página que leía
me alejaba de ese sueño.
Aunque viendo la película no lo creas, soy muy
pudorosa.
No he hecho
topless en mi vida. Y claramente la
historia no me hacía mucha ilusión
. Pero pensé que Medem es un director
tan magnífico que tenía que darle la oportunidad de hablarme. Necesitaba
explicaciones.
A partir de ahí fue todo como un cuento.
Cuando nos
encontramos estaba Julio con Elena. Llevaban seis meses tratando de dar
con la otra chica. Habían pasado un mes en Moscú buscándola.
Una que
vieron les gustó mucho. Ella aceptó, y al final, el día que tenía que
viajar a Madrid llamó y dijo que su marido no le permitía venir.
Le
tengo que mandar un jamón a esta… al marido”, se ríe de la malicia de su
chiste y continúa con la historia. “Quedamos en un bar en Madrid.
Cuando nos vimos parecía que nos conocíamos de toda la vida. Charlamos
un par de horas. Al final hicimos la prueba y allí mismo dijo que sí”.
Y sí, considera que aceptar fue una de las mejores decisiones de su
vida.
“Me parece que la película es muy sutil. Para mí fue un trance de
felicidad. Estuve en un nivel de alteración muy fuerte.
Se me pedía
soltarme mucho. Al final, desnudarme físicamente no fue tan duro como
desnudar mi alma.
Ahí hay mucha Natasha".