Todo se queda en casa en Tribeca.
No es un festival de cine como los demás.
Tiene aspiraciones internacionales, pero al final siempre vuelva a mirar dentro y en su 14ª edición aún tiene claro el objetivo con el que nació de revitalizar Nueva York
. Por eso, este año inauguraron con el documental Live From New York! para celebrar el 40º aniversario de uno de sus emblemas, el programa Saturday Night Live.
Y, por eso, el Festival se clausuró este sábado con la proyección y reunión de parte del equipo de Uno de los nuestros, otro símbolo cinéfilo neoyorquino, que también cumplía años, 25.
“Era el aniversario y es una copia digital remasterizada genial”, contó Jane Rosenthal de por qué decidieron cerrar esta edición con el filme de Scorsese, quien supervisó la restauración sacada de un negativo original.
“Si no lo hacíamos nosotros, alguien más lo iba a hacer”. Y, además, ellos jugaban con ventaja siendo De Niro miembro fundador de las dos familias, la de Scorsese y la de Tribeca.
Durante la proyección, el público neoyorquino aplaudía y repetía cada línea de diálogo de unos personajes que consideran unos de los suyos
. “Es simplemente increíble que 25 años después la gente aún responda así a la película”, dijo Ray Liotta, tras el pase de la película, acompañado en el escenario del teatro Beacon por Robert De Niro, Lorraine Bracco, Paul Sorvino y el guionista Nicholas Pileggi; y por una decena más de actores sentados entre el público (Debi Mazar, Kevin Corrigan…).
Scorsese y su mítico productor Irvin Winkler no pudieron acudir a la celebración porque están en Taipéi rodando su nueva película Silence, pero mandaron un vídeo en el que el director italoamericano recordó la escena a la que tiene más cariño: esa en la que su propia madre, Catherine, interpretando a la madre del personaje de Joe Pesci, cocina unos espaguetis para los ‘chicos’ en mitad de la noche.
Además, Marty se acordó de las malas reacciones en el estreno de la película.
“Recuerdo que los pases previos fueron una de las peores experiencias de mi vida.
Parecía que la audiencia tenía que estar preparada para lo que iba a ver, pero hubo mucha controversia”. Y continuó, dirigiéndose a su coguionista, Pileggi: “¿Te acuerdas de aquel buen restaurante italiano en Tribeca al que solíamos ir? ¿Y cuando la película se estrenó, el propietario nos prohibió la entrada porque al parecer la película denigraba a cierto grupo étnico?”.
Uno de los nuestros no era un cuento de hadas sobre la mafia italoamericana de Nueva York entre los sesenta y los ochenta.
Era un retrato crudo y violento del crimen organizado, una obra cumbre de un género que casi reinventó. “No sé si lo reinventó –dijo Liotta el sábado–, creó su propia versión”.
“No es ni siquiera parte del género”, añadió Paul Sorvino. “Es parte de la iconografía americana.
Es una de las tres o cuatro mejores películas de la historia, y si tienes la suerte de hacer algo así en tu carrera, eres muy afortunado”.
Sorvino, protagonista de una de las escenas más recordadas de Uno de los nuestros cuando corta el ajo con cuchillas de afeitar en la cárcel, fue el más hablador de todos los asistentes, que, a pesar de los esfuerzos del showman Jon Stewart como moderador, parecían poseídos por la regla básica de sus personajes: no irse nunca de la lengua.
El actor contó que a punto estuvo de abandonar el rodaje a los dos días:
“Llamé a mi agente y le dije: ‘Sácame de aquí, no puedo hacerlo”. Sin embargo, un día después mientras se colocaba la corbata delante del espejo, se vio como Paul Cicero. “Y me dio miedo”.
Liotta recordó que él, en cambio, sabía que podía interpretar al mafioso e informador, Henry Hill, y rogó a Scorsese, de quien contó que no tuvo problemas en convertirse en un capo durante el rodaje. “Me dijo: ‘Quiero rodar esto como un gángster. Si quiero congelar planos, si quiero poner voz en off, si quiero lo que sea…’ Y eso es lo que hizo. Le dio mucha libertad ser él mismo”.
Ray Liotta también contó cómo Joe Pesci improvisó su famosa escena “Gracioso, ¿por qué?”, que Jon Stewart confesó haber usado durante años como coletilla en sus monólogos.
Pesci, tampoco pudo acudir, pero mandó una nota que De Niro leyó entre risas en esta especial reunión familiar para él: “Fuck, fuck, fuckity fuck fuck”, decía la nota.
“Lo traduciré –dijo el actor y fundador de Tribeca–: ‘Querido, Bob, Disculpa que no pueda estar allí. Con cariño, Joe”.
Tiene aspiraciones internacionales, pero al final siempre vuelva a mirar dentro y en su 14ª edición aún tiene claro el objetivo con el que nació de revitalizar Nueva York
. Por eso, este año inauguraron con el documental Live From New York! para celebrar el 40º aniversario de uno de sus emblemas, el programa Saturday Night Live.
Y, por eso, el Festival se clausuró este sábado con la proyección y reunión de parte del equipo de Uno de los nuestros, otro símbolo cinéfilo neoyorquino, que también cumplía años, 25.
“Era el aniversario y es una copia digital remasterizada genial”, contó Jane Rosenthal de por qué decidieron cerrar esta edición con el filme de Scorsese, quien supervisó la restauración sacada de un negativo original.
“Si no lo hacíamos nosotros, alguien más lo iba a hacer”. Y, además, ellos jugaban con ventaja siendo De Niro miembro fundador de las dos familias, la de Scorsese y la de Tribeca.
Durante la proyección, el público neoyorquino aplaudía y repetía cada línea de diálogo de unos personajes que consideran unos de los suyos
. “Es simplemente increíble que 25 años después la gente aún responda así a la película”, dijo Ray Liotta, tras el pase de la película, acompañado en el escenario del teatro Beacon por Robert De Niro, Lorraine Bracco, Paul Sorvino y el guionista Nicholas Pileggi; y por una decena más de actores sentados entre el público (Debi Mazar, Kevin Corrigan…).
Scorsese y su mítico productor Irvin Winkler no pudieron acudir a la celebración porque están en Taipéi rodando su nueva película Silence, pero mandaron un vídeo en el que el director italoamericano recordó la escena a la que tiene más cariño: esa en la que su propia madre, Catherine, interpretando a la madre del personaje de Joe Pesci, cocina unos espaguetis para los ‘chicos’ en mitad de la noche.
Además, Marty se acordó de las malas reacciones en el estreno de la película.
“Recuerdo que los pases previos fueron una de las peores experiencias de mi vida.
Parecía que la audiencia tenía que estar preparada para lo que iba a ver, pero hubo mucha controversia”. Y continuó, dirigiéndose a su coguionista, Pileggi: “¿Te acuerdas de aquel buen restaurante italiano en Tribeca al que solíamos ir? ¿Y cuando la película se estrenó, el propietario nos prohibió la entrada porque al parecer la película denigraba a cierto grupo étnico?”.
Uno de los nuestros no era un cuento de hadas sobre la mafia italoamericana de Nueva York entre los sesenta y los ochenta.
Era un retrato crudo y violento del crimen organizado, una obra cumbre de un género que casi reinventó. “No sé si lo reinventó –dijo Liotta el sábado–, creó su propia versión”.
“No es ni siquiera parte del género”, añadió Paul Sorvino. “Es parte de la iconografía americana.
Es una de las tres o cuatro mejores películas de la historia, y si tienes la suerte de hacer algo así en tu carrera, eres muy afortunado”.
Sorvino, protagonista de una de las escenas más recordadas de Uno de los nuestros cuando corta el ajo con cuchillas de afeitar en la cárcel, fue el más hablador de todos los asistentes, que, a pesar de los esfuerzos del showman Jon Stewart como moderador, parecían poseídos por la regla básica de sus personajes: no irse nunca de la lengua.
El actor contó que a punto estuvo de abandonar el rodaje a los dos días:
“Llamé a mi agente y le dije: ‘Sácame de aquí, no puedo hacerlo”. Sin embargo, un día después mientras se colocaba la corbata delante del espejo, se vio como Paul Cicero. “Y me dio miedo”.
Liotta recordó que él, en cambio, sabía que podía interpretar al mafioso e informador, Henry Hill, y rogó a Scorsese, de quien contó que no tuvo problemas en convertirse en un capo durante el rodaje. “Me dijo: ‘Quiero rodar esto como un gángster. Si quiero congelar planos, si quiero poner voz en off, si quiero lo que sea…’ Y eso es lo que hizo. Le dio mucha libertad ser él mismo”.
Ray Liotta también contó cómo Joe Pesci improvisó su famosa escena “Gracioso, ¿por qué?”, que Jon Stewart confesó haber usado durante años como coletilla en sus monólogos.
Pesci, tampoco pudo acudir, pero mandó una nota que De Niro leyó entre risas en esta especial reunión familiar para él: “Fuck, fuck, fuckity fuck fuck”, decía la nota.
“Lo traduciré –dijo el actor y fundador de Tribeca–: ‘Querido, Bob, Disculpa que no pueda estar allí. Con cariño, Joe”.