Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 abr 2015

“Liria es la casa del duque de Alba. Mis hermanos pueden venir”................... Mábel Galaz

El nuevo jefe de los Alba diseña su modelo de gestión para el patrimonio que ha heredado

Carlos Fitz-James Stuart quiere ser un duque del siglo XXI

En este tiempo de cambios, la familia ha sufrido fisuras.

El duque de Húescar, en el palacio sevillano de Las Dueñas, el pasado mes de noviembre. / Raúl Caro (EFE)

Desde el 20 de noviembre ejerce como jefe de la Casa de Alba, aunque el título de duque no lo recibirá oficialmente hasta dentro de dos o tres meses cuando todos los trámites legales estén cumplimentados.
En este tiempo, Carlos Juan Fitz-James Stuart Martínez de Irujo se ha visto envuelto ya en varias polémicas de índole familiar y también en alguna gestión fallida, como el intento de venta de importantes documentos de Cristóbal Colón.
 No le gustan los medios de comunicación de los que toda su vida ha huido, pero su nuevo papel le lleva de vez en cuando a responder a los reporteros a pie de calle. Esta entrevista, la primera que concede como nuevo jefe de los Alba, la responde con un cuestionario previo.
Pregunta. ¿Cómo afronta la responsabilidad de estar al frente de la Casa del Alba?
Respuesta. Con ilusión y sentido de la responsabilidad.
Los seis hijos de la duquesa de Alba y Alfonso Díez, en su entierro. / CRISTINA QUICLER (AFP)
P. ¿Qué proyectos tiene para esta nueva etapa?
R. En primer lugar, consolidar y racionalizar unos activos muy variados y complejos que tienen su origen hace casi 600 años, estabilizando su gestión, y continuar enriqueciendo su Patrimonio Histórico, por ejemplo completando la digitalización de su archivo.
Carlos Fitz-James Stuart, que todavía usa el título de duque de Huéscar cedido por su madre, es consciente de que la gestión del legado que ha recibido debe ser acorde con los nuevos tiempos. Por eso anuncia que su gestión de la Casa de Alba en el siglo XXI “será muy activa en todos los frentes; cultural, económico cívico y con una importante proyección social”, sin concretar más sus planes. Y asegura que ahora tiene presente los consejos que le dio su madre para cuando llegara el momento. “Mi madre tuvo siempre un gran interés en que el legado de la Casa se conservara a la vez de manera dinámica y muy digna”.
“Carlos es conservador y protegerá el título”, dijo de él la duquesa en su biografía titulada Lo que la vida me ha enseñado. Ese es su gran reto; preservar el patrimonio histórico artístico de sus antepasados.
La aristócrata Cayetana de Alba entre su hijo mayor y su tercer esposo. / GTRESONLINE
Nacido en Madrid en 1948, como primogénito ha heredado todos los tesoros de su familia: la Fundación Casa de Alba (con sus palacios de Liria y Monterrey, entre otros); la colección de medio centenar de ducados, marquesados, condados y grandezas, y la responsabilidad de preservar el legado histórico y monumental
. Toma así el relevo de los 18 duques que le han precedido, desde el primer portador del título, García Álvarez de Toledo, en el último cuarto del siglo XV.
El nuevo duque está divorciado de Matilde Solís-Beaumont, hija de los marqueses de la Motilla
. El matrimonio, que se anuló en 2006, tuvo dos hijos varones, Fernando y Carlos.
 El primero de ellos se ha convertido, tras la muerte de su abuela, en el nuevo heredero. Carlos Fitz-James mantuvo posteriormente una relación con la empresaria Alicia Koplowitz. Ahora no se le conoce ninguna pareja.
 No le gusta hablar de su vida privada pero sabe el interés que despierta.

 

“Los hospitales están colapsados. Necesitamos ayuda”, alerta Nepal

Los equipos de rescate buscan desesperadamente a supervivientes. El balance de fallecidos supera los 2.000.

Trabajadores de rescate junto a un cadáver en las ruinas de un edificio en Bhaktapur. / AP / REUTERS-LIVE!

Cientos de personas han pasado la noche al raso en Katmandú, la capital de Nepal, tras el devastador terremoto que ayer sacudió el país, afectando también zonas de India, China y Bangladesh y que causó la muerte a más de 2.200 personas, según el último balance oficial, y cuantiosos daños en el patrimonio histórico del país.
 Los trabajadores de emergencias y voluntarios siguen removiendo los escombros, en ocasiones con las propias manos, para tratar de localizar supervivientes mientras se producen réplicas del temblor de ayer.
 Una, de 6,7 en la escala de Richter, ha causado este domingo nuevos aludes en la zona del Everest. Con el temblor de ayer, ya se produjeron avalanchas en la montaña más alta del mundo, justo en el comienzo de la temporada de escalada. 17 montañeros murieron y decenas resultaron heridos en el campo base de la vertiente sur de la montaña, tragado por un alud.
"Tanto los hospitales públicos como los privados están colapsados y está tratando a los pacientes al aire libre", ha alertado el embajador nepalí en India.
"Estoy exhausto, pero tenemos que seguir", declaró a la agencia Reuters un agente de policía cuyo equipo ya había trasladado 166 heridos y cadáveres a los centros médicos.
 "Necesitamos ayuda", señaló el ministro de Información, Minendra Rijal.
Con epicentro a unos 150 kilómetros al noroeste de Katmandú, el seísmo se dejó sentir especialmente en el valle en el que se sitúa la capital nepalí, que vio caer a tierra buena parte de su patrimonio histórico, como la torre Dharahara.
 También otros edificios de Katmandú se vinieron abajo o quedaron gravemente dañados, con lo que las tareas de rescate se centran en localizar supervivientes entre las montañas de escombros. Mientras, se alinean los cadáveres en la calle.

Teléfonos de emergencia

MIGUEL GONZÁLEZ, Nueva Delhi
El Ministerio de Asuntos Exteriores ha facilitado dos direcciones de correo electrónico y dos teléfonos para las "personas afectadas o que puedan tener afectados entre sus allegados".
 Los teléfonos son: (91)1141293000 y (91)9810174160. Las direcciones de correo son emb.nuevadelhi@maec.es y unidaddecrisis@maec.es.
El oficial militar Santosh Nepal relató a la agencia Reuters que había trabajado toda la noche en las ruinas de un edificio de tres plantas derrumbado en el centro de Katmandú, usando picos porque las máquinas no podían pasar por las estrechas calles del centro histórico de la ciudad. "Creemos que aún hay personas atrapadas dentro", ha declarado.
 Hay edificios reducidos a montones informes de ladrillos, mientras que otros han quedado inclinados, en precario equilibrio y amenazando con venirse abajo en cualquier momento.
 Otros, que han sufrido derrumbes parciales, mostraban desventrados las pertenencias de sus habitantes.
Miles de personas han pasado la noche al raso con temperaturas bajo cero y bajo una ligera llovizna, temerosos de volver a sus casas, dañadas.
Muchos deambulaban por las calles envueltos en mantas o se sentaban en la calle acunando a sus niños pequeños, cargando con pequeñas bolsas con sus pertenencias.
Las réplicas se han dejado sentir desde ayer.
En la torre Dharahara, una de las atracciones turísticas más importantes de la ciudad, construida en 1832 por la reina de Nepal y de la que apenas ha quedado en pie un trozo de pared, hasta 200 de personas quedaron atrapadas, según un agente de policía.
Con la llegada del buen tiempo, unos 300.000 turistas se encontraban en el país cuando, a mediodía de ayer (hora local), la tierra tembló como no lo había hecho desde 1934, cuando un temblor de magnitud 8,1 (el de ayer alcanzó 7,9) mató a más de 8.500 personas. El último balance hecho público por las autoridades nepalíes cifra los muertos en 1.953, a los que hay que sumar 53 en India y 17 en Tíbet. Hay más de 4.500 heridos.
En los hospitales, siguen llegando heridos y, sobre todo, cadáveres rescatados de entre las montañas de escombros.
El oficial de policía Sudan Shreshtha aseguraba a Reuters haber llevado durante la noche un total de 166 cadáveres al Hospital Universitario Tribhuvan.
Allí quedaban los cuerpos almacenados, apenas cubiertos con alguna tela. Otros, ni eso. Empiezan a escasear los suministros médicos.
Con el gobierno nepalí desbordado por la dimensión de la tragedia, India ha enviado suministros médicos y equipos de salvamento, un total de 285 miembros de su Fuerza de Respuesta a Desastres, mientras que China ha mandado un equipo de emergencia de 60 personas.
Organizaciones internacionales reunen asimismo personal para acudir a Nepal a colaborar en las tareas de rescate. Países como EE UU, Reino Unido o Pakistán han ofrecido ayuda.

 

Este es un artículo cursi........................................................ Rosa Montero

Los magníficos leones del Retiro de mi infancia siguen allí, al alcance de la mano, calentando al sol sus músculos metálicos.

Uno de los primeros recuerdos de mi vida es un largo, fatigoso y tórrido viaje en autobús hacia algún destino remoto al que llegué colgando de la mano de mi madre, con ganas de vomitar y extenuada. Pero, tras la dura prueba del trayecto, me encontré con un bosque encantado salpicado de casitas de cuento, con patos y cisnes, jardines perfumados, lagos misteriosos y peces perezosos del color del barro.
Y lo más increíble: había unos inmensos leones de bronce, hipnotizantes esculturas que podías tocar. Era un lugar mágico.
Aquel espacio asombroso era el parque del Retiro de Madrid, y el heroico recorrido hasta llegar allí, tal vez cuarenta minutos de trayecto en un autobús de línea atestado y sin aire acondicionado desde el barrio de mi infancia.
 Creo que ya en aquel primer encuentro deslumbrante con el parque decidí que algún día viviría cerca de ese jardín de fábula; lo he conseguido, cosa que considero uno de los grandes logros de mi vida (el otro son mis amigos).
Los magníficos leones siguen allí, al alcance de la mano, calentando al sol sus músculos metálicos en las escalinatas del embarcadero de Alfonso XII: no han perdido ni un ápice de su grandiosidad.
 Lo que sí ha empequeñecido mucho con el tiempo es el estanque; de niña, siendo como era hija del secarral madrileño, aquello me parecía un mar, y dar una vuelta en la barca colectiva era toda una proeza
 Hoy los amigos extranjeros a los que llevo al parque se desternillan ante la visión de ese estanque inocente de dimensiones modestas y pocos palmos de profundidad por donde da vueltas, toda ufana, una barcaza con toldillo como las que remontan el río Congo, fingiendo quién sabe qué aventuras. Sí; visto desde fuera es un afán náutico ridículo
. Y enternecedor. Los océanos de la infancia terminan convertidos en palanganas en la madurez.
Los océanos de la infancia terminan convertidos en palanganas en la madurez
Este va a ser, me temo, un artículo más bien cursi
. Con los años, ya lo he escrito alguna vez, a uno se le va ablandando el músculo emocional, al igual que los glúteos y los abdominales.
 Cuando vi por primera vez la película Blade Runner, la escena culminante de la muerte del replicante me pareció un pestiño: pero, por favor, qué obviedad, qué blandenguería, soltando una paloma blanca en el momento del último suspiro…
 Hoy, treinta años después, no la puedo ver sin soltar una lágrima.
 Me he convertido en una ñoña y ni siquiera me avergüenzo de ello. Hasta me parece una liberación (debo de ser un caso perdido).
Creo que El Retiro es el parque urbano más bello del mundo, y no sólo por su antigüedad (1630), por la mezcla extraordinaria de especies vegetales y construcciones de épocas muy diversas, algunas tan extraordinarias como el etéreo Palacio de Cristal, o por sus viejísimos paseos perfumados y polvorientos: es un espacio lleno de rincones y de secretos
. Pero, sobre todo, es un lugar que estalla de vida. Yo diría que es el corazón de la ciudad de una manera en que ningún otro gran parque urbano lo es. Todos los madrileños tenemos algún recuerdo intenso, algún acontecimiento íntimo, algún beso robado en El Retiro
. Aquí llega cualquiera y hace lo que quiere; hay bodas y comuniones, grupos de rezos, de baile, de taichi, de esgrima; coros, trompetistas, violinistas, magos; carreras a pie, en triciclo, en bici, en patines; hay legiones de perros, pavos reales, patos, cisnes, ardillas, gansos, tortugas, gorriones, urracas, carpas; hay chiringuitos para beber y comer.
 Y la barca tipo río Congo para navegar majestuosamente por el pequeño charco del estanque. Me dejo mucho fuera. Muchísimo.
Entre otras cosas, que es un lugar absolutamente transversal en el que caben todos los estratos sociales, desde el inmigrante más pobre y recién llegado al ciudadano de clase más pudiente con un equipamiento deportivo supermegaguay.
El pasado Jueves Santo El Retiro estaba más lleno que nunca: más que un parque parecía una manifestación.
 El día era bellísimo, tibio pero no demasiado caluroso, con un sol dulce y un cielo lacado en azul brillante.
La primavera encendía el aire y había llenado el césped de margaritas blancas que sólo duraron veinticuatro horas. Y la gente parecía haberse dado cuenta de la fugitiva belleza de ese instante. He estado otros domingos en El Retiro: hay niños que berrean, parejas que discuten, padres fatigados y ceñudos que arrastran a sus hijos.
 Este Jueves Santo, sin embargo, y pese al gentío, flotaba en el aire como la tácita y unánime voluntad de ser felices, de no estropear el momento, de intentar tener unas horas de tregua en el fragor lacerante de la vida
. No oí a un solo niño llorar, a un solo adulto gruñir.
 Pocas veces he sentido de forma tan intensa y tan humilde el esplendor de la vida
. El Retiro está propuesto para entrar en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco
. Me parece muy justo. Es el paraíso.
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
www.rosamontero.es

 

Intolerancia a la tristeza.................................................................... Javier Marías.

Quizá eso consuele: pensar que el desastre pudo evitarse, que no se debió a la mala suerte; que si todo el mundo hubiera cumplido debidamente con su cometido, no habría pasado.

 

Casi siempre que se produce una catástrofe natural o un accidente, sobre todo cuando las víctimas son numerosas, los deudos forman en seguida una asociación que se dedica, más que nada, a buscar y señalar culpables por acción o por omisión, por negligencia o falta de previsión, por no haber sabido adivinar el futuro e impedir el desastre
. A eso siguen las denuncias, las demandas y la petición de indemnizaciones, y raro es hoy el caso en que alguien sin mala intención, desolado, no acaba en la cárcel.
Si hay un tsunami, ¿cómo es que no se lo detectó con antelación y se previno a la población?
 Lo mismo si es un terremoto, un huracán, un tornado, si se derrumba un edificio por un atentado.
 Si una gran nevada deja intransitable una carretera y centenares de coches se quedan varados, la responsabilidad nunca será de sus imprudentes conductores (avisados del riesgo las más de las veces), sino de los meteorólogos, o de las autoridades que a punta de pistola no les prohibieron ponerse al volante
. Cuando Ingrid Betancourt fue por fin liberada tras su secuestro de años a manos de la guerrilla colombiana, decidió demandar al Estado porque sus representantes no le impidieron adentrarse, en su día, en una zona peligrosa.
 Se lo habían desaconsejado con vehemencia, pero entonces ella reclamó su derecho a moverse con libertad y a hacer lo que le viniera en gana.
Al cabo de su largo cautiverio, se quejó de que no se la hubiera tratado como a una menor de edad: de que las autoridades no hubieran sido lo bastante contundentes como para torcer su voluntad y cerrarle el paso
. Es un ejemplo cabal de la actitud interesada de mucha gente en nuestros tiempos.
 A Betancourt no le sirvió retractarse al poco y retirar la demanda contra el Estado que la había rescatado. Quedó como ventajista y perdió todas las simpatías que su prolongado sufrimiento le había granjeado.
Tengo la impresión de que las reacciones furiosas y la búsqueda febril de culpables tienen algo que ver con la intolerancia actual a estar sólo tristes
Tras la tragedia del avión de Germanwings estrellado por el copiloto contra los Alpes, la reacción dominante ha sido de indignación.
En primer lugar contra el presunto suicida-asesino, como es lógico y razonable.
Pero como éste pereció y no puede castigársele, se vuelve la vista hacia la compañía, hacia los psicólogos, hacia las deficiencias de los tests para tripulaciones, hacia las normas vigentes para abrir o cerrar la cabina
 Se pone el grito en el cielo porque un individuo que había padecido depresión años antes pudiera volar y hubiera conseguido su empleo.
Si a toda persona con un antecedente de depresión o desequilibrio leve (crisis de ansiedad, por ejemplo) se la vetara para ejercer sus tareas, apenas quedaría nadie apto para ningún trabajo.
También es imposible controlar lo que cada sujeto piensa o maquina, o sus consultas internéticas: ¿cómo saber que ese copiloto había estudiado maneras de suicidarse en las fechas previas?
No puedo imaginarme el horror de perder a seres queridos en una de esas calamidades, pero tengo la impresión de que las reacciones furiosas y la búsqueda febril de culpables tienen algo que ver con la intolerancia actual a estar sólo tristes.
 Parece como si esto fuera lo más insoportable de todo, y que resultaran más llevaderos el enfado, la rabia, la indignación
. Quizá eso consuele: pensar que el desastre pudo evitarse, que no se debió a la mala suerte; que si todo el mundo hubiera cumplido debidamente con su cometido, no habría pasado. Sí, uno ha de creer que eso consuela, pero no acabo de verlo, al contrario.
Para mí el dolor sería mucho mayor si pensara eso.
 A la pena se me añadiría el furor, y ya lo primero me parece bastante.
De entre todas las declaraciones de familiares de víctimas me llamó la atención, precisamente por infrecuente, la de un hombre que había perdido a su hijo, si mal no recuerdo.
 “Me da lo mismo lo que haya pasado”, venía a decir; “si ha sido un mero accidente, un atentado, un fallo humano u otra cosa” (entonces aún se ignoraba que la catástrofe había sido deliberada). “Nada cambia el hecho de que se me ha muerto mi hijo, y eso es lo único que cuenta ahora mismo. Ante eso, lo demás es secundario”.
 Fue la persona con la que me sentí más identificado, aquella a la que comprendí mejor, y también la que me inspiró más compasión (inspirándomela todas).
 Era un hombre que aceptaba estar triste y desconsolado, nada más (y nada menos).
Cuyo dolor por la muerte era tan grande y abarcador que todo lo demás, al menos en el primer momento, le resultaba insignificante, prescindible, hasta superfluo
. Al lado del hecho irreversible de la pérdida, el porqué y el cómo y el antes no le interesaban. Si me fijé tanto en él y me conmovió su postura fue porque se ha convertido en casi excepcional que la gente se abandone a la tristeza cuando tiene motivos, sólo a ella.
 Como si ésta fuera lo más intolerable de todo y se requiriera una especial entereza para encajarla. Como si ya no se supiera convivir con ella si no lleva mezcla, y no va acompañada de resentimiento o rencor hacia algún vivo.
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