Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 abr 2015

Muere el historiador británico Raymond Carr

El ganador del premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1999 fallece a la edad de 96 años.

 

Raymond Carr
Raymond Carr en una imagen de archivo.

Fue uno de los grandes hispanistas. Un historiador que marcó escuela.
 De hecho, está considerado como precursor de la escuela de hispanistas. El británico Raymond Carr falleció el pasado domingo a la edad de 96 años.
 Nacido en 1919 en Bath, Reino Unido, profesor de Oxford y galardonado en 1999 con el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, fue autor de libros fundamentales sobre la historia de España del siglo XIX, como España 1808-1975, Estudios sobre la República y la Guerra Civil española (Ariel, 1974) o Historia de España (Península, 2007).
Este mismo lunes, el también historiador e hispanista Paul Preston comentó en Barcelona el fallecimiento del historiador que recibió también la cruz de Alfonso X El Sabio en 1983.
 Sus numerosos estudios, algunos en colaboración con el historiador español Juan Pablo Fusi, le procuraron el reconocimiento como uno de los grandes historiadores contemporáenos de España. La internacionalización de la guerra civil española y España, de la dictadura a la democracia, escrita junto a Fusi, ganó el Premio Espejo en 1979
. Su obra también se ha centrado en el estudio de Latinoamérica y Suecia.

No en vano, Carr dejó sus estudios sobre el país escandinavo y se centró en España cuando visitó Torremolinos en su viaje de novios en los años cincuenta
. Impresionado por un país sumido en una "pobreza degradante", se apasionó por su historia contemporánea, como recordaba cuando recibió el Príncipe de Asturias en 1999
. Entonces manifestó a este periódico con humildad que su propósito era cubrir un vacío que los historiadores españoles no podían llenar durante el franquismo. 
Su labor y la de otros hispanistas, añadió, fue continuada brilantemente por historiadores españoles ya en la Transición.
Carr obtuvo el premio Príncipe de Asturias por "la excelente calidad de su obra". "Sus trabajos sobre la historia de España de los siglos XIX y XX", señalaba el acta del premio, "renovaron los estudios sobre la modernización contemporánea y se han convertido en modelos de investigación".
 Su obra aporta "una visión global a la historia contemporánea, que ha ayudado a ver la historia española dentro de su contexto europeo y que ha contribuido a la mejor comprensión tanto de la guerra civil como de la transición a la democracia", agregaba el acta del galardón.
Uno de los últimos galardones que recibió fue en 2012, el primer premio que concedió la Fundación Banco de Santander a las Relaciones Hispano-Británicas.
Lo recogió el mismo, con 93 años, en la embajada española en Londres.

Vida y obras clave

Raymond Carr nació el 11 de abril de 1919 en Bath, Reino Unido.
Era miembro de la Real Academia Británica, de la Academia de Historia de España y ganó el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
Entre sus obras clave, destacan:
España, 1808-1939, de 1963, luego reeditado como España, 1808-1975.
Estudios sobre la República y la Guerra Civil española, 1974.
La tragedia española: la guerra civil en perspectiva, 1977.
España, de la dictadura a la democracia, 1979, con Juan Pablo Fusi.
España, de la Restauración a la democracia, 1875-1980, 1983.
Richard Ford, Gerald Brenan y el descubrimiento de España por los viajeros, 1995.
Visiones de fin de siglo, 1999.
El rostro cambiante de Clío, 2005.
Historia de España, 2007.
España, 1808-2008, 2009.

Cuán fresca figura............................... Javier Marías

Faltan cinco semanas para que se celebren elecciones municipales.
 Son las primeras de envergadura desde las generales de 2011
. No sé si se acuerdan: aquellas en las que el PP juró en su programa que bajaría los impuestos; que no haría el menor recorte en sanidad, educación, pensiones, salarios ni ayudas a los dependientes; en que habló de regeneración democrática y de lucha contra la corrupción, y también de libertades.
 De estas últimas no estoy ya seguro de lo que dijo, pero a día de hoy, con la aprobación en solitario –sin el apoyo de un solo partido– de la reforma del Código Penal o “Ley Mordaza”, lo único que ha hecho ha sido restringirlas, “madurizarlas” o “putinizarlas”, venezuelizarlas o rusificarlas.
 Para lo que le conviene, el Gobierno no tiene empacho en imitar a sus “enemigos”.
 Hay medidas que, si las adoptan otros, conducen hacia una dictadura.
 En cambio, si las toma él parecidas, son una “garantía de democracia”.
Pero volvamos a las municipales.
 Como renovación, como propósito de limpieza y enmienda y borrón y cuenta a cero, como relevo generacional y aires frescos, el PP nos ofrece en Madrid la candidatura de Esperanza Aguirre
. Está bien elegida: una figura emergente y no gastada, sin apenas pasado, sin ningún lastre de corrupción en su entorno; juvenil y descarada, llena de majeza, espontánea: nada más ser dedificada para regir la capital, y para demostrar que nada tenía que agradecer ni deuda alguna con nadie, empezó a soltar dardos contra sus correligionarios: contra la candidata a la Presidencia madrileña Cifuentes, contra la alcaldesa de rebote Botella, contra el anterior corregidor Gallardón, incluso contra Rajoy más veladamente.
 Ha debido de excitarla mucho la idea de poder dar órdenes a los guardias que osaron recriminarla por estacionar el coche en el carril bus de Gran Vía y luego la persiguieron hasta su domicilio, al darse ella a la fuga, espíritu rebelde
. Se la nota exultante y exaltada.
Su trayactoria ha sido de una coherencia absoluta: cuando, sin apenas explicaciones, abandonó la Presidencia de la Comunidad
Su trayectoria está libre de manchas y nubes: nada tuvo que ver con el proyecto de Eurovegas ni con el tenebroso multimillonario Adelson, cuyos casinos de Macao y otros sitios están bajo la lupa del FBI.
Es más, se opuso a la construcción de un paraíso de garitos y a la proliferación de gangsters (de poca o mucha monta) que éstos traen siempre consigo.
 Ha sido invariablemente respetuosa y educada con sus subordinados, a los que no ha reprochado haber autorizado “esa puta mierda” ni les ha pedido sostenerle el espejo mientras ella se retocaba; y a nadie le ha puesto el mote de “el Hijoputa”.
 Ha sido de una coherencia absoluta y ha cumplido sus promesas: cuando, sin apenas explicaciones (bueno, quería disfrutar de sus nietos, creo), abandonó la Presidencia de la Comunidad, se abstuvo de anunciar que su retirada de la primera línea política era definitiva, así que no sé por qué nadie se extraña de que ahora aspire a la alcaldía.
 Aquella Presidencia la consiguió en su día de manera diáfana: no se le ocurrió aprovechar la sospechosísima ausencia de dos diputados socialistas (se me han quedado ya como Tamayo y Baus, lo siento) para ver abortada la investidura de su rival y repetidas las elecciones adversas a sus pretensiones.
 Lejos de una ventajista, la candidata inédita.
Tampoco fue demagógica ni se prestó a la farsa: no inauguró quirófanos inexistentes de cartón piedra (de hecho, que yo recuerde, nunca se exhibió inaugurando nada, real ni ficticio).
Ni se le ocurrió perseguir a médicos honrados, ni desmantelar la sanidad madrileña para privatizarla. No consintió que sus colaboradores se montaran en las “puertas giratorias” para, una vez perdidos sus cargos, beneficiarse en el sector privado
. Y sobre todo, sobre todo, ha contado con un ojo infalible para nombrar y rodearse de políticos intachables.
 No se entiende cómo tantos de ellos están en la cárcel (su mano izquierda Granados) o pendientes de acusaciones graves (López Viejo, Sepúlveda, alcaldes y concejales varios de la región).
Además ella ha sido solidaria con todos y los ha defendido hasta el último suspiro: no se le ha ocurrido llamarlos de pronto “ese señor” o “esa persona” como si no los conociera de nada; es patológicamente leal, se puede uno fiar siempre de ella, a nadie va a dejar en la estacada.
 Que todos esos individuos sin mácula estén a punto de sufrir procesos o amenazados con condenas es tan sólo una injusticia o un equívoco, de los que la vida está llena.
 No sé, por poner un ejemplo extremo, y salvando las insalvables distancias: es como si alguien hubiera contratado o nombrado en su día a Al Capone, Lucky Luciano, Meyer Lansky, Bugsy Siegel, John Dillinger, Bugs Moran y Baby Face Nelson, y a la gente se le pasara por la cabeza que ese alguien tuviera la menor culpa de ello.
 Menuda suspicacia, menuda tontería.
 Ya lo creo que está bien elegida: Esperanza Aguirre para alcaldesa de Madrid, un rostro nuevo, una regeneración en toda regla, un azote contra la corrupción, una persona modesta.
Y además una señora nada despótica ni malhablada: leal, dulce, sexagenaria y jamás vengativa
. Una mujer sin colmillos, ni rectos ni retorcidos.
elpaissemanal@elpais.es

Un alumno mata con una ballesta a un profesor en Barcelona..........................................Clara Blanchar / Rebeca Carranco




Un profesor ha muerto y cuatro personas han resultado heridas tras irrumpir esta mañana un alumno, de 13 años y de segundo de ESO, armado con una ballesta en el instituto Joan Fuster, ubicado en la plaza Ferran Reyes, en el barrio de La Sagrera de Barcelona.
 El profesor fallecido trabajaba como sustituto en materia de ciencias sociales de una profesora del centro, que se encontraba de baja
. Tres de los cuatro heridos están siendo atendidos en el Hospital de Sant Pau de Barcelona de heridas leves y se encuentran estables.
 El Juzgado de Instrucción 24 de Barcelona, en funciones de guardia, ha abierto diligencias este lunes, ha informado en un comunicado el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC).

El alumno, de 13 años y por tanto inimputable, iba armado con un puñal, la ballesta y una pistola de balines.
 Ha sido identificado por los Mossos d'Esquadra y custodiado en el interior del centro escolar hasta pasadas las 13 horas, según ha informado un portavoz de la policía autonómica.
 Posteriormente, ha sido trasladado a una unidad de psiquiatría de un hospital de Barcelona, para ser explorado, antes de pasar a disposición de la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia, de la Generalitat.
El adolescente llevaba una mochila con material que podría haber utilizado para preparar un cóctel molotov.
En estos momentos, decenas de estudiantes se concentran a las puertas del instituto, juntos a los padres que han llegado inmediatamente tras el suceso.
"Benditos móviles. Nos han informado al minuto", explicaba uno de ellos.
 Hay media docena de ambulancias en la entrada..
Si pero el sustituto que se alegraria por tener trabajo no sabía que firmaba su sentencia de muerte....por el capricho de un descerebrado que seguramente quiso ser famoso.

19 abr 2015

PERFIL Russell Crowe, maestro y director............................................... Elsa Fernández-Santos

El actor e icono de Hollywood se pasa a la dirección con una cinta sobre la batalla de Galípoli por una buena causa

 

Cuando en 2001 Russell Crowe logró el Oscar al mejor actor por Gladiator, fue el único de los cinco finalistas –entre los que se encontraban Javier Bardem, Tom Hanks, Ed Harris y Geoffrey Rush– que al escuchar su candidatura se aplaudió ostensiblemente a sí mismo. Sin atisbo de falsa modestia, con el mismo orgullo y sangre fría que exhibió minutos después, subió al escenario con uno de los peores looks masculinos de la historia de Hollywood a recoger la dorada estatuilla. Crowe recordó entonces de dónde venía –un suburbio de Sídney, ciudad en la que creció– y adónde sentía que le llevaba ese glorioso instante, de regreso a esa humilde procedencia.
Esta mezcla de autenticidad, determinación y seguridad en sí mismo es una de las señas de identidad de este actor nacido en Wellington, Nueva Zelanda, en 1964. La misma fe inquebrantable que le ha llevado a embarcarse en la dirección de su primera ­película, El maestro del agua, protagonizada por él en la piel de un padre-granjero-aventurero en busca de sus hijos muertos en la batalla de Galípoli. Un batido sentimental y antibelicista que naufraga en un mar de buenas intenciones.
Crowe, un actor con fama de asilvestrado y metepatas, cree que a estas alturas sabe lo suficiente para embarcarse en una carrera como realizador, algo que le permitiría mantener su residencia en Australia y poder vivir junto a sus dos hijos, Charlie y Tennyson, de 11 y 8 años respectivamente. Dirigir, aseguraba hace unos días en Madrid, no es un accidente en su carrera, sino sencillamente una apuesta que tiene como meta lograr la “libertad” creativa. “Si me diesen a elegir a cualquier director vivo con el que trabajar, no escogería a ninguno; no creo que exista uno solo del que a estas alturas pueda aprender algo. Hay muchos que me fascinan, eso es distinto, pero habiendo probado ya las mieles de mi propio rodaje, creo que puedo decir que hasta la fecha es el más feliz y divertido que he conocido nunca”.
Aunque resulte presuntuoso, el actor lo suelta con tantísima convicción que no queda otra que asentir su afirmación. “Sí, es arriesgado, y si esta película no funciona volveré a trabajar para otros, y tampoco está mal, aunque será volver a un limbo no muy cómodo para mí. Ahora mismo no tengo ningún proyecto porque necesito tiempo para mí mismo. Hasta la primera semana de mayo no regreso a casa y en este momento es lo único que necesito, porque no me siento ni muy sano, ni muy motivado, ni muy conectado con nada. Necesito volver y recuperar las cosas más esenciales de la vida”.
Entre esas cosas están, además de sus hijos, su tierra, su equipo de rugby (los South Sydney Rabbitohs), su banda de rock y una forma de vida que rechaza el lujo de Hollywood. Crowe cree que el tiempo no ha pervertido tampoco su esencia como actor. “Tengo más capas de experiencia, pero creo que hay una pureza en mi forma de ver el trabajo que sigue intacta, igual que el primer día. Elijo los personajes siempre con mi propio criterio y sigo, como me gusta decir, respetando a los dioses del cine. Solo acepto proyectos con los que tengo una honda conexión. No hago anuncios de televisión ni presto mi imagen para vender ninguna clase de productos. Amo mi trabajo. Eso tampoco quiere decir que sea de esos que se lo toman demasiado en serio, pero siento muchísimo respeto por lo que hago”. Dirigir a otros actores no solo no le impone, sino que le parece lo mejor de su nueva faceta como director. “Conozco el grado de intimidad y de esfuerzo que necesita un actor para sentirse a gusto. Creo mucho en la preparación de un personaje, en el trabajo previo. Todo lo que se camina antes del rodaje solo puede beneficiar a una película. Es una pena que esto no se cuide suficiente, y lo sé por experiencia propia, que ya es larga y va desde mi adolescencia hasta hoy. Muchas veces he echado de menos que los directores no te escuchen suficiente ni tampoco se tomen la molestia de preguntarte nada. No siempre es así, Ridley Scott es un director que espera que contribuyas con tus ideas a la película. Al menos lo hizo conmigo y quizá se arrepintió porque sé que me ponía muy pesado. Pero creo que para un realizador escuchar a un actor es un privilegio, su poder sobre ellos y el equipo en general debe aceptarse como una enorme suerte, y los que lo olvidan están simplemente dejando de lado lo más importante de su oficio”.
Si me diesen a elegir a cualquier director vivo con el que trabajar, no escogería a ninguno; no creo que exista uno solo del que pueda aprender algo”
Hijo de una pareja que trabajaba sirviendo comida en rodajes y que emigró a Australia cuando él tenía apenas cuatro años, Crowe fue un mal estudiante que dio sus primeros pasos como actor en plena pubertad. Alcanzó la fama internacional en 1997 gracias a su ­interpretación de un policía taciturno en L. A. Confidential, su tercer largometraje estado­unidense. A su favor, además de su talento, jugaba una tosquedad física que le daba un atractivo añadido. Ante una legión de nuevos galanes cuya palmaria falta de testosterona les incapacitaba para la épica mascu­lina, Crowe se convirtió en todo un especialista, sutil y poderoso, en machos alfa. Su plenitud llegaría –además de con Una mente maravillosa (2001), de Ron Howard– con la magnífica interpretación del capitán Jack Aubrey en Master and Commander (2003), de Peter Weir. Una película clave en su carrera y en su vida, cuyas enseñanzas también ha aplicado para su primer trabajo detrás de la cámara. “Antes del rodaje de Master and Commander pasé bastante tiempo en alta mar, junto a capitanes de todo tipo de barcos. No tenía claro si podía ser del todo un marino y era algo que necesitaba saber antes de rodar. En aquellos días tuve largas conversaciones con muchos capitanes, de mercantes, pesqueros, de barcos militares. Les pregunté por la importancia de los galones y me dijeron que en los momentos críticos la tripulación nunca espera de ti que tengas razón, sino que tengas seguridad. Esa idea es algo que me he aplicado a la hora de rodar esta película”.
Crowe ha demostrado que es creíble en el thriller (El dilema), en la piel de un viejo periodista de investigación (La sombra del poder), que se atreve con la comedia romántica (Un buen año), que sigue siendo un detective creíble (American Gangster) y que además sabe cantar (Los miserables) y hasta puede encarnar a Robin Hood o al mismísimo Noé. Incluso se permite el lujo de rechazar la segunda parte de Gladiator por considerar que ya no tiene edad –ni figura– para interpretar el papel. Efectivamente, si el actor quiere volver a meterse en la piel de Máximo Décimo Meridio tendría que renunciar a unas cuantas cervezas. A sus 51 años recién cumplidos, fuma como un carretero y ha ganado unos kilos que exhibe sin complejos. Cuando le preguntaron hace unos meses por la decisión de decir no a la secuela de romanos, el actor dio, según algunos medios, unas polémicas declaraciones sobre lo patético que le resultaba ver a actrices ya maduras interpretando personajes jóvenes. Sus compañeras lo pusieron a caldo y solo Meryl Streep salió en su defensa al alegar que se estaban sacando sus palabras de contexto y que entendía perfectamente a qué se refería el actor con sus declaraciones. A él, básicamente, le da igual la polémica en cuestión. “Me alegra que al menos una actriz como ella supiera entender lo que dije, que hablaba solo sobre mí mismo. La pregunta incómoda era para mí ante la dura decisión de dejar de hacer papeles que ya no se ajustan a mi edad. Y no es una decisión nada sencilla, pero, bueno, es muy fácil sacar de contexto una frase para que parezca desafortunada. En cualquier caso, estoy seguro de que todas esas actrices jóvenes que tanto se escandalizaron lo entenderán perfectamente cuando tengan mis años”.
Una edad en la que Crowe está francamente decidido a dejar de ser un artista nómada para convertirse en un sedentario padre de familia. “Me he separado de mi mujer, tengo dos hijos y nada me importa ahora más que ellos. Ni mi profesión, ni nada. En el impulso de convertirme en director y hacer esta película subyace la necesidad no solo de estar a su lado, sino de que sepan que me dedico a algo que no es lejano y abstracto. No quiero que crezcan sin verme trabajar y pensando que son unos privilegiados que tienen un padre que viaja mucho, gana un montón de dinero y luego, cuando está en casa, no hace nada. Creo que es muy importante inculcarles la ética del trabajo, y esa ética solo nace viendo a tus padres trabajar. Opino que una manera de prevenirles de su propio entorno es que entiendan que todo ese glamur que indudablemente tiene mi profesión viene de algo muy concreto: el esfuerzo. Quiero que me conozcan como a un padre trabajador, de la misma manera que yo conocí a los míos, que han sido mis grandes referentes”.
En París, pocos días antes de la entrevista, Crowe supo que le había sido denegada la nacionalidad australiana, noticia un tanto chocante teniendo en cuenta que su país de adopción hasta ha estampado un sello con su cara. “Es una complicación burocrática algo absurda que intento esclarecer. Durante un tiempo dejé de entregar unos papeles que debía llevar al día y cuando lo hice ya era demasiado tarde. Fue durante una etapa muy ocupada de mi vida, que coincidió con la campaña para los Oscar de Gladiator y el rodaje y la campaña de Una mente maravillosa. Pasé casi todo aquel tiempo fuera de Australia y ahora se acogen a eso para denegarme la nacionalidad. Es absurdo, me he criado en este país, mis hijos y mi exmujer son australianos y es desde hace mucho tiempo mi hogar. Por otro lado, podría haber utilizado mis influencias para resolver este asunto sin hacer ruido, pero no he querido hacerlo porque me parecía importante ser uno más y señalar que esto que me está ocurriendo a mí le pasa a otros 200.000 neozelandeses, cuya contribución al país se niegan a reconocer las autoridades australianas”.
Quiero que mis hijos me conozcan como a un padre trabajador, de la misma manera que yo conocí a los míos, que han sido mis grandes referentes”
Los sectores más reaccionarios de aquel confín le echan ahora en cara que su pelícu­la El maestro del agua intente acabar con la heroicidad de una batalla, la de Galípoli, que ha contribuido a la narración nacional. “Quería poner sobre la mesa que se construyó una falsa épica alrededor de esta batalla, en la que murieron miles de jóvenes australianos y neozelandeses y cuya realidad espantosa poco tuvo que ver con la aventura mítica que se construyó luego. Fue brutal; los chicos morían desangrados, aullaron de dolor durante horas. Las contiendas no son ni limpias ni hermosas. Siento haber ofendido a los veteranos de guerra, pero algunos periodistas saben cómo cabrear a las publicaciones de derechas y promilitares, y eso es exactamente lo que ha pasado: algunos diarios en Australia han hablado en nombre de esos veteranos que han podido sentirse ofendidos. La película, ciertamente, no celebra la guerra, pero estoy seguro de que eso no ofenderá nunca a ningún hombre que ha conocido los horrores de una batalla”.
Por si quedaban dudas de su condición de convencido australiano (de adopción), nada más aterrizar en Madrid, Crowe preguntó por un bar con flat white, típico café espumoso que es todo un orgullo nacional. Lo encontró en la zona del cuartel del Conde-Duque, y tras degustar el cordero, la remolacha y el canguro del local dejó una generosa propina de 55 euros. “¿De verdad le parece mucho? El servicio era estupendo y la comida también. No es que necesite imperiosamente ir a un café australiano, aunque también lo hice al llegar a París. Lo cierto es que tengo bastante morriña, llevo muchas semanas viajando fuera de casa y, sí, me gusta el café que tomamos allí, que además se lo recomiendo vivamente a cualquiera. Eso no quiere decir que cuando viaje no me interese también por la comida y las costumbres de ese lugar, es solo que estoy un poco cansado después de varios meses en ruta”.
Al día siguiente de la entrevista en Madrid, el actor voló rumbo a Los Ángeles con dos inciertas misiones: convencer al mundo de sus recién adquiridas maneras de director de cine con El maestro del agua y dar con el café australiano perfecto, ese capaz de hacerle sentir como en casa.