Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 abr 2015

¿Conocer más o menos a Virginia Woolf?....................................................................Marta Sanz

La monumental biografía de la autora muestra un lado comunicativo que sorprende. Bauer nos descubre el lado xenófobo y clasista entre una profusión de detalles y documentos.

Retrato de Virginia Woolf en 1926. / Lady Ottoline Morrel

Cuando Virginia Woolf paseaba por la calle con aire distraído, la gente decía: “Mírala”
. Leonard Woolf da cuenta de la doble faz de una persona a la vez ridícula y bella
. Absolutamente fascinante
. Quizá el propósito de Irene Chikiar Bauer al escribir esta biografía monumental sobre una de las más grandes escritoras del siglo XX consista en entender, a través del análisis del ingente acervo de documentos de Virginia Woolf y de parte de los integrantes del grupo de Bloomsbury, la complejidad de una mujer peculiar por sí misma que es simultáneamente un fruto reconocible de su época.
 El resultado es el mismo que se produce cuando en una novela se acumu­lan los detalles para construir un personaje: la asequibilidad de lo esquemático cede ante la bruma; el carácter revelador y subjetivo del impresionismo —el ojo que selecciona según comprende o comprende a medida que selecciona— deja paso a la minuciosidad de ese hiperrealismo que, en su recreación de cada arista, pelo, sombra, produce opacidad y se acerca a la abstracción. Chikiar Bauer consigue sustraer a la gran figura de Bloomsbury —con perdón de Keynes— de la espectacularización del icono que ha llegado a hacer de su imagen una mariquitina o un punto de lectura
 Al acabar este libro no sabemos si conocemos más o menos a Virginia Woolf y nos formulamos las preguntas de a quién va dirigida esta biografía y, sobre todo, de cómo la debemos leer: con el impulso fascinante de la novela río, con demorada lente académica o picoteando a la búsqueda de informaciones específicas de cualquier índole —puro cotilleo, apunte filológico, dato histórico—.
La biógrafa revisa los diarios y la correspondencia de una autora que llegó a escribir siete cartas diarias: tal exceso nos suscita la duda de si Virginia Woolf escribió tanto por su deseo de encontrarse con el otro o por esa modalidad del onanismo que, a través del ejercicio mental de la escritura, persigue el autorreconocimiento
. A diferencia de autores que han buscado ocultarse y escatimar detalles de su intimidad —fantasmagorizarse en vida—, nos sorprende el lado social y comunicativo de una Virginia Woolf que suele sernos presentada en sus facetas más introspectivas y delirantes.
 El celo de la biógrafa es casi tan grande como el de Virginia Woolf e incluso visibiliza las peculiaridades de la defecación de la escritora. Chikiar Bauer nos descubre el lado xenófobo, esnob y clasista de una mujer que tenía prejuicios contra los judíos, pero se casó con uno
. Acaso la conciencia de posteridad de Virginia Woolf puede ser otra de las razones para entender qué la condujo a producir esa mastodóntica cantidad de textos autobiográficos.
 No obstante, lo trascendente es la metodología de Chikiar Bauer que los utiliza como las miguitas de Pulgarcito: por una parte, da la impresión de que la biógrafa no hubiese escrito ni una sola línea sin haber consultado una prueba documental y conoce detalles tan asombrosos como el de que el fuego estaba encendido cuando Julia, madre de la autora, aceptó casarse con Leslie.
 Por otra parte, ante estas pinceladas de ambientación, los lectores más ortodoxos académicamente pueden llegar a inquietarse cuando las expectativas que desencadena Virginia Woolf. La vida por escrito derivan hacia lo libresco.
El contorno de Virginia Woolf y el fondo del cuadro se presentan como indisolubles y dan sentido a la palabra queer
. La escritora londinense era completamente queer y su extrañeza se vincula con su sexualidad, que camina entre lo frío y lo ambiguo, entre las experiencias traumáticas de abuso sufridas en la infancia y una virginidad que se prolonga hasta casi los 30 años, y que ella quiere superar fundamentalmente porque piensa que no conocer esa parte de la vida puede ser un lastre para su escritura.
La extrañeza de Virginia conecta con su deseo truncado de ser madre; con la dependencia y la competición permanente con su hermana Vanessa —carnalidad, maternidad, calidez—; con esos episodios patológicos en los que oía hablar en griego a los pájaros; con su vocación espeleológica, su autoexigencia y su afán de experimentación.
Precisamente uno de los aspectos más sobresalientes de este volumen es la inteligencia con que Chikiar Bauer va enlazando la biografía de Virginia con su concepción del lenguaje y la literatura, con sus novelas y ensayos. Se observa el proceso de evolución de una escritora y una mujer vital.
 La extrañeza de Virginia Woolf se relaciona también con el imperativo de ser una mujer, pero escribir como un hombre:
 Un cuarto propio, Orlando, la consigna de huir del imaginario victoriano del ángel del hogar, la reivindicación de que lo privado es político o de que las muchachas deberían beber vino, la conveniencia de alejarse de la cocina para que la escritura no se convierta en un vómito sensiblero de emociones… Chikiar Bauer, partiendo de los estudios de Leah Leone, se aproxima al peliagudo asunto de cuál hubiese sido la repercusión de Virginia Woolf en los autores del Boom si en las traducciones que Borges hizo de sus obras no hubiese alterado las cuestiones de género y neutralizado hasta cierto punto su efecto transgresor.
El fondo del cuadro se completa con una galería de personajes de una entidad indiscutible:
 Henry James, Leonard Woolf, Vanessa Bell, Katherine Mansfield, Roger Fry, T. S. Eliot, James Joyce, Vita Sackville-West, Ethel Smyth, Lytton Strachey, Dora Carrington…
 Al fondo de la imagen, pero tal vez mucho más dentro de sí misma de lo que la propia escritora hubiera deseado, aparece la guerra, el nazismo, el racionamiento, la falta de combustible, la percepción de que no hay futuro, las dificultades para escribir, el miedo a la locura, la renuncia a los placeres de la vida —caminar, conversar—, la impresión horrible de que el esposo y la hermana se alejan…
 Entonces aparece el río turbulento, una pesada piedra y una necrológica donde el suicidio de Virginia Woolf casi se interpreta como una imperdonable falta de patriotismo. Irene Chikiar Bauer lo cuenta bien.
Virginia Woolf. La vida por escrito. Irene Chikiar Bauer. Taurus. Madrid, 2015. 952 páginas. 23,90 euros.

 

3 abr 2015

Adiós a Pedro del Hierro, el modisto del arte

El diseñador madrileño de 66 años, uno de los últimos grandes de la alta costura, fallece.

 

El diseñador Pedro del Hierro.

Pedro del Hierro fue “uno de los diseñadores más cultos de nuestro país”, según Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME)
. El viernes fallecía a los 66 años de edad tras una larga enfermedad cardiovascular.
 En 2011 anunció su retirada por su delicado estado de salud
. Con él no desaparece sin embargo su marca, que integrada en el grupo Cortefiel y con Carmen March como dirección creativa presenta sus propuestas en la semana de la moda de Nueva York.
 Que una firma sobreviva a su creador es algo común en Francia –Dior, Chanel, Saint Laurent-, pero todavía resulta un hecho extraordinario en España.
Pero es que Del Hierro era “una rara avis”, en palabras del antropólogo de la moda,
 Pedro Mansilla.
 El madrileño no solo poseía una sensibilidad creativa única, sino también una visión del negocio textil tan inusual como necesaria dentro del sector nacional.
Una dualidad que también se repite en su trabajo como modista.
 Sus colecciones aunaban con éxito su pasión por las estructuras arquitectónicas con su querencia por lo barroco y lo decorativo.
“Sus prendas tenían un gran peso artístico porque era un hombre que vivía rodeado de cultura y de belleza [era hijo del pintor Pedro Mozos], pero a su vez nunca perdía de vista la realidad de la mujer, sus necesidades.
Ese es el hilo conductor que vertebra la marca hoy y que tiene que ver con su valentía en el uso del color, con el amor por los tejidos y el estudio del cuerpo femenino”, explica March.
Del Hierro Debutó en 1974 y dos años después, con 28, se convirtió en el diseñador más joven y también en el último en ingresar en la Cámara de la alta costura española, compuesta, entre otros, por Manuel Pertegaz, Pedro Rodríguez y Elio Berhanyer.
Llegó, según Pedro Mansilla, en el peor de los momentos posibles, cuando las grandes casas comenzaban a agonizar y “sus modistas empezaban a buscar trabajo en Galerías Preciados”ç. Prometió “no derramar una sola lágrima si la haute couture moría”. Y no se quedó regodeándose en la nostalgia mientras el sector de la moda se transformaba.
“Quizá por su edad fue el que mejor de todos supo hacer la transición a la alta costura y uno de los primeros en apuntar, con total lucidez, que el futuro de un creador pasaba por unirse a un gran grupo”, recuerda Lomba.
Una cualidad, la de “vincular” negocio y diseño, que también quiso destacar ayer el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert. A Del Hierro le gustaba decir que “la moda sin industria no es nada” y en 1981 pudo presumir –“y lo hacía”, según Mansilla- de ser el primer modista en tener una boutique en el Corte Inglés.
En 1986, en una entrevista concedida a TVE, aseguraba que la diferencia entre los diseñadores españoles y los franceses no residía en el talento sino en que los segundos contaban con un apoyo empresarial del que carecían los primeros.
 Un discurso aún vigente tres décadas después, pero que el creador madrileño quiso subvertir.
En 1989, finalmente, consiguió asociarse con el grupo Cortefiel para introducir su línea de prêt à porter en la cadena de tiendas nacional, y nueve años después empezarían a desarrollar juntos las boutiques de Pedro del Hierro. En 2003, cuando abandonó la firma, esta continuó en activo y en 2012, Carmen March –que había cerrado su propia marca dos años antes – fue nombrada directora creativa de Pedro del Hierro Madrid, una línea más exclusiva que presenta sus colecciones actualmente en la semana de la moda de Nueva York y se vende, entre otros, en puntos de venta tan influyentes como Net a Porter.
“Fue muy generoso conmigo cuando tomé las riendas de la marca”, explica March
 “Tenía fotos, bocetos y muestras de tela de todas sus colecciones y las compartió conmigo. Manteníamos conversaciones sobre su concepto de la belleza de la mujer
. Era un gran admirador de los cánones de belleza clásica y un obseso del trabajo de materiales”, cuenta la diseñadora.
Sus últimos años los pasó apartado del mundo de la moda, aunque esta no se olvidó de él.
 En 2011 el Museo del Traje de Madrid le dedicó una exposición retrospectiva titulada Color, belleza y tiempo.
 “Es triste que mucha gente vaya a recordar esta época final por el episodio de su desahucio [2005]”, apunta Mansilla.
March prefiere quedarse con otra imagen.
“Se sabía el nombre y los apellidos de todas las personas que habían pasado por su taller a lo largo de 40 años.
 Le encantaba el trabajo de costura y cuando hablaba de un tipo de acabado que había hecho décadas atrás lo hacía en presente y lleno de ilusión”.

2 abr 2015

El copiloto Lubitz investigó métodos para matarse la víspera del siniestro

Hallada la segunda caja negra del A320 estrellado en los Alpes

Las autoridades francesas finalizan la recogida de restos relevantes en Seyne-les-Ales

Hallada la segunda caja negra del A320 estrellado en los Alpes

Las autoridades francesas finalizan la recogida de restos relevantes en Seyne-les-Ales

 

Flores y velas en el aeropuerto de Düsseldorf. / Reuters | Atlas

El comunicado que dio a conocer este jueves la fiscalía de Düsseldorf, que tiene a su cargo las investigaciones para determinar las causas que ocasionaron la tragedia del Airbus A320 de Germanwings, es breve pero confirma la sospecha de que el copiloto Andreas Lubitz estrelló el aparato deliberadamente para poner fin a su vida (y matar a otras 149 personas) de una manera brutal. La noche anterior a la tragedia, Lubitz utilizó una tableta para investigar en Internet las diversas formas de suicidio y cómo llevarlo a la práctica. También buscó detalles sobre la puerta de la cabina de pilotaje.

El comunicado emitido por la fiscalía revela que en el curso de las pesquisas los agentes descubrieron en la vivienda del copiloto en Düsseldorf una tableta cuyo contenido no había sido borrado por su propietario.
 Según el organismo, el nombre del usuario, la correspondencia personal y el historial de búsqueda le habían permitido llegar a la conclusión que la tableta había sido utilizada por el copiloto de Germanwings.
El análisis del historial del dispositivo electrónico reveló detalles macabros. Entre el 16 y el 23 de marzo, Andreas Lubitz se dedicó a buscar, además de información relacionada con tratamientos médicos, informaciones que le ayudaran a conocer todas las formas de suicidio y los medios para llevarlo a cabo.
“Por lo menos durante un día, el afectado buscó durante varios minutos detalles sobre la puerta de la cabina y sus mecanismos de seguridad”, añade el texto de la fiscalía.
vídeo: reuters live
Esos datos abundan en la tesis de la fiscalía francesa, que dos días después de la tragedia, tras valorar las grabaciones de la primera de las cajas negras encontradas y que señalaban que el copiloto había bloqueado por dentro la puerta blindada de la cabina e impidió que el capitán pudiera regresar a su puesto.
También este jueves, los investigadores franceses informaron de la recuperación de la segunda caja negra del avión, la que registra los datos de vuelo, como posición, velocidad y trayectoria, así como si estaba activado el piloto automático y las acciones de la tripulación.
 La segunda caja negra se encontraba en una zona que ya había sido rastreada en varias ocasiones. Pero había quedado enterrada, y la baliza de localización que lleva incorporada sólo se activa debajo del agua, según explicó el fiscal de Marsella, Brice Robin.
 Fue al cavar que una gendarme descubrió la caja, después de nueve días de búsqueda
. La caja presenta un aspecto ennegrecido, probablemente está quemada, pero su “estado general da esperanzas razonables” de que sus datos podrán ser analizados, según Robin. Debe llegar al aeropuerto de Roissy esta noche para ser entregada a la Oficina de Investigación y Análisis (BEA) encargada de la investigación técnica del siniestro.
Los equipos de rescate han recogido 2.285 fragmentos de ADN y aislado 150 perfiles.
Las identificaciones deberían empezar a principios de la semana que viene. El fiscal se ha comprometido a avisar a los familiares en cuanto haya resultados.
 La restitución de los restos mortales deberá sin embargo esperar a que se haya localizado a la totalidad de los pasajeros, un proceso que podría tardar entre tres y cinco semanas.
También se han recuperado 470 bolsas de objetos personales, entre ellos unos 40 teléfonos móviles en estado “muy dañado”, que serán restituidos a los familiares cuando finalice la investigación.
Los gendarmes se mantendrán en la zona siniestrada para acompañar las labores de limpieza de la zona, pero dan por finalizado el dispositivo de búsqueda.
El resultado de las investigaciones que inició la fiscalía de Düsseldorf ha revelado hasta ahora que Andreas Lubitz había interrumpido en 2009 su formación como piloto en la escuela de Lufthansa en Bremen a causa de una depresión.
 El organismo también reveló que el copiloto había recibido, antes de conseguir su licencia de piloto, tratamiento psicoterapéutico por “tendencias suicidas” y que Lubitz tenía una baja médica el día de la catástrofe, que fue hallada en trozos en su domicilio.
Lufthansa admitió el miércoles que el copiloto informó en 2009 a la escuela de la compañía de que había padecido un “episodio previo de depresión grave”.

Manicura francesa..................................................................... Boris Izaguirre

Observando las manos de Susana Díaz uno puede entrever que no tiene miedo ni al ridículo ni a las modas que vienen y van, ni muchísimo menos a la feminidad.

 

Susana Diaz. / PACO PUENTES

La penúltima semana de marzo había empezado bien.
 Estábamos dispuestos a comentar el regreso de la manicura francesa al descubrirla en las expresivas manos de Susana Díaz, celebrando su triunfo en las elecciones andaluzas.
 Pero el caso Neymar lo cambió todo. A bordo de un taxi en Barcelona el día que el fiscal solicitó cárcel para el presidente del Barça, el chófer me comentó
: “Es un drama, y nos afecta, yo estoy todo el día en el taxi, ahora con el Bartomeu y Rosell en el banquillo, ¡echándole la culpa a Tito Vilanova, que no se puede defender, hombre, porque no está vivo!
Sonará mal pero me tienen jodido, es mucho morro y mucha pasta, tío”.
El taxista de Barcelona no se había fijado, o prefirió no comentar, en la nueva situación de Tania Sánchez (sin trabajo ni novio) ni tampoco en la manicura francesa de la legitimada presidenta de Andalucía,
 “¿Eso qué es?”. Intenté explicarle que es una técnica de manicura parisiense que tuvo un gran impacto en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, al parecer los soldados americanos la descubrieron a través de las novias que la guerra les otorgó en Europa, que también les apaciguaban con el bálsamo del sexo oral. Pero eso es otra historia.
 La manicura francesa consiste en una elegante capa de esmalte blanco aplicada en las puntas de las uñas, mientras el resto permanece cubierto de un esmalte transparente o ligeramente rosado.
 En el jolgorio sevillano por el triunfo de Susana no era fácil fijarse en ello y, además, su cabellera champagne y el impermeable verde menta, que parecía envolverla como un caramelo, competían en atención con su felicidad
. Pero allí estaban, recién hechas, quizás para darse un respiro y meditar un poquito sobre todo lo que esas uñas tendrán que agarrar, soltar o firmar.
Observando esa manicura sevillana uno puede entrever varias cosas de Susana Díaz.
 No tiene miedo. Ni al ridículo, ni a las modas que vienen y van ni muchísimo menos a la feminidad. Que es algo que la diferencia del resto de otras políticas nacionales.
 Quiere darnos una imagen pulcra y secretarial. Eficiente y coqueta. Y quizás forme parte de su empeño en que la veamos cercana a la tierra o a la calle. Pepa Bueno le pregunto en la SER qué pensaba hacer el día después de las elecciones. Respondió: “Currar”.
Lo que sí debería es pulir sus respuestas con respecto a Pedro Sánchez.
 “Es normal”, le dijo a la estrella de la mañana cuando quiso saber cómo era la relación entre ellos. Y esa es la típica respuesta que las starlets del cotilleo ofrecen al empezar o terminar una exclusiva sentimental.
 ¿Tan normal como la que mantiene con la juez Alaya?
Entre la juez y la presidenta existe un ceñidísimo duelo estilístico.
 Mientras la presidenta Díaz es expansiva, colorida y juguetea con el barrio y lo rural, la juez Alaya es funcional, severa y pelín inquisitorial. Aunque llena de finura urbana sus arreglos y apuesta sin dudar por un nuevo minimalismo andalusí.
Sabemos que a las damas de la política les disgusta que hablen de su vestuario, pero entre la juez y la presidenta se da ese desafío diario, una perfecta mezcla de política, lidia y vestimenta que no podemos dejar pasar.
¿Serán cuatro años de alto voltaje estilístico? Son tantas las citaciones y celebraciones en Andalucía que exigen respetar un código de vestuario que será muy difícil no encontrar titulares sobre este duelo de uñas esculpidas.
El regreso de la manicura francesa pilló a Rosa Díez apartada de las tendencias.
 Y allí sigue aferrada.
 Siempre nos resultó inquietante que Díez no calibrase la oportunidad de ser una Señora Robinson que le ofrecía el Graduado a Albert Rivera.
 Quizás si hubiera descubierto los beneficios de la manicura francesa, Rosa sería una mujer más feliz tras estas elecciones.
Otra mujer, de absoluta ficción, empieza a convertirse en referencia aunque sin manicura francesa. Es La Cenicienta, la célebre heroína buena y bendecida por la magia ideada por un francés y requetemejorada por un estadounidense.
 Disney vuelve al ataque esta vez con una versión real, no de animación, y dirigida por Kenneth Branagh, el niño prodigio que explotó a Shakespeare durante los años noventa.
 Esta Cenicienta es como un nuevo Jesucristo: las humillaciones a las que la someten su madrastra (una Cate Blanchett en plan Liberace) y sus hermanastras, inspiradas en las hijas de Sarah Ferguson, sirven para forjarle un carácter donde la bondad es iluminación y guía.
 Cuanto más buena y torturada eres más seguridad tienes de que la magia vendrá en tu ayuda, te conducirá al amor y al éxito tanto en el matrimonio como en la Jefatura del Estado.
Porque eso le sucede a Cenicienta, que enamora a un príncipe, con virilidad a prueba de mallas color porcelana y muy preparado para la más alta gestión pública. El día que vi la película en Miami tenía delante una fila de jóvenes japonesas cargadas de golosinas riendo y suspirando durante toda la proyección.
Y en la fila de atrás una fila de gais musculados con sus bebidas vitaminadas empáticos con la madrastra, reilones con el príncipe y sobre todo seducidos por esta nueva Cenicienta. “Más que reina”, me confesó uno de ellos, “yo la veo como Hillary presidenta”. Sin corona pero con manicura francesa, la princesa Susana se le adelantó.