Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

20 mar 2015

Todo vale, todo cambia.................................................................... Luis Arias

Los aspectos comerciales se han impuesto a los artísticos en el mercado global de la moda.

 Pero la artesanía y la responsabilidad social pesan como argumento de compra.

 

"Aunque los números salgan, el panorama no es tan optimista desde el punto de vista sociocultural". / Juan Gatti

Las informaciones económicas, tan cotidianas últimamente, indican que la industria de la moda está resistiendo la crisis razonablemente bien
. Se refieren, en concreto, a la bonanza que atraviesan el lujo y las marcas low cost y deportivas que, en general, han mejorado notablemente sus cuentas de resultados.
Sin duda, los criterios globalizadores del neocapitalismo están en el origen de este éxito
. La deslocalización de la producción y la modulación de las fronteras comerciales han sido claves para esta etapa de prosperidad
. Lamentablemente, en algunos casos, hay que recordar las injusticias laborales cometidas por las empresas o su insensibilidad medioambiental, extremos denunciados por los medios de comunicación e ignorados, a la vista de los magníficos resultados, por muchos de los consumidores.
Pero, aunque los números salgan, el panorama no es tan optimista desde el punto de vista sociocultural
. Con la llegada de grandes compañías multinacionales, la moda se ha transformado en un negocio global de gran calado y la imposición de tantos valores mercadotécnicos ha debilitado sus aspectos artísticos y culturales en favor de los meramente comerciales.
 Por ejemplo, las nuevas tecnologías de comunicación han favorecido la globalización de los hábitos de consumo y la consiguiente estandarización de los gustos y estilos de vestir a nivel planetario
. En una escena dominada por las blandas tendencias que proyectan las marcas hegemónicas y con la antaño inspiradora moda callejera en horas bajas, el acto íntimo de cubrirse está perdiendo vigor creativo y capacidad subversiva.
A mediados de los ochenta, la forma de vestir de la gente “a la moda” estaba plagada de mensajes y expresaba una palmaria adscripción a ciertas ideas y estilos de vida.
 La originalidad en la construcción de la imagen personal y la extravagancia eran especialmente apreciadas.
Los chándales y la jeansmanía llegaron después.
Ni viajar con maletas de Vuitton es signo burgués, ni se considera vulgar un jersey de Zara”
Los jóvenes encontraban la inspiración, sobre todo, en la imagen que proyectaban las bandas de música y en la ropa de segunda mano.
 Las marcas que molaban, como Gaultier o Yohji, eran minoritarias y caras, y desempeñaban un papel definitivamente secundario en nuestra indumentaria. Chanel o Dior (marca que entonces siempre iba precedida de Christian, el nombre de pila de su creador) estaban reservadas a la más conservadora burguesía de gusto provinciano.
 Yves Saint Laurent se vendía en grandes almacenes, a pesar de la prestigiosa retrospectiva que Diana Vreeland le había dedicado en el MET en 1983
. Balenciaga, para muchos, llevaba a una relación mental con la mercería de la esquina donde se vendían buenas medias… Aunque no se discutía el talento de estos maestros, sus marcas se identificaban nítidamente con una ideología en decadencia o estaban devastadas, al menos desde el punto de vista de la imagen, por políticas de distribución y licencias poco rigurosas.
La situación comenzó a cambiar cuando los propietarios de Chanel contrataron a Karl Lagerfeld y le encomendaron una renovación de la marca que permitiera proponerla de nuevo al mercado
. Aunque entonces parecía que Coco jamás aprobaría lo que estaba haciendo Karl con su nombre, la revisión que hizo el alemán de la casa de modas más famosa de la historia fue bastante respetuosa, al menos en aquella época.
 Probablemente animadas por el éxito de esta operación, en los últimos 25 años, grandes corporaciones industriales extrañas al sector se han lanzado a comprar vetustas casas de costura y haute maroquinerie y a ponerlas en marcha, pero ahora ya sin atisbo de lealtad a sus legados artísticos.
 Esta vez la pirueta de marketing ha sido más agresiva: tras poner orden en sus licencias vergonzantes, se ha quitado a las marcas sus atributos de estilo más genuinos para hacer colecciones de ligero prêt-à-porter (y, sobre todo, de complementos asequibles) que pueden venderse tanto en Shanghái como en Dallas
. Para ello se ha contratado a enfants terribles del diseño más puntero y se han puesto a su disposición maestros patronistas, materiales preciosos, desfiles cañeros con musicón, billetes de avión en primera clase y suntuosas suites de hotel.
Paralelamente, el aparato propagandístico de las industrias se ha encargado de volver a excitar el efecto hipnótico que las marcas de los grandes couturiers del siglo XX, con su promesa de lujo y distinción y su fantasía de estatus, han ejercido siempre sobre el imaginario de los consumidores de todo el mundo
. Costosas campañas publicitarias, megatiendas diseñadas por los mejores arquitectos y estrellas de cine disfrazadas sobre alfombras rojas han sido decisivas para conseguirlo.
Para satisfacer la soñadora demanda de las clases medias, sofisticados programas de marketing han suavizado los requisitos de acceso a los productos 'de lujo'
Aunque esta banalización que han sufrido las marcas históricas es uno de los fenómenos más característicos de la moda actual porque evidencia su enfoque fuertemente mercantilista, sería injusto no reconocer algunas aportaciones significativas que debemos a estas colaboraciones a contrapelo, aunque sea en el territorio del alto estilismo: sigue siendo estimulante la recuperación del glam setentero y festivo con el que Tom Ford dio la vuelta a Gucci, o el trabajo de Hedi Slimane para Dior Homme que marcó una rotunda inflexión en la imagen masculina que todavía perdura.
El vaciado de identidad de las grandes marcas ha sido acompañado también por un proceso de homologación social (¿democratización?) del mercado.
Para satisfacer la soñadora demanda de las clases medias, sofisticados programas de marketing han suavizado los requisitos de acceso a los productos “de lujo” mediante la habilitación de gamas de pequeños artículos más asequibles y de canales de distribución alternativos.
Por otro lado, las élites acuden sin rubor a las grandes superficies y rebuscan en los montones de ropa low cost… Ni viajar con maletas de Louis Vuitton es un signo burgués, ni se consideran vulgares los jerséis de incierto cachemir de Zara
. En la alegre kermés del consumismo interclasista todo vale.
 Cuando lo consiguen, las tendencias se imponen con dificultad porque no están conectadas con los deseos y necesidades reales de la gente, ni con el pulso cultural del momento, sino con una ficción mercadotécnica.
Sin embargo, como en otros ámbitos, también en la moda parece percibirse una brisa esperanzadora: se dice que la esclavista industria china de la confección ha dejado de ser la panacea, que crece la demanda de trabajos artesanos, que el mercado empieza a valorar los criterios de responsabilidad social y comercio justo…
 Y además, siempre nos queda Comme des Garçons. ¡Uf, menos mal! Estaba quedando un artículo algo sombrío…
Luis Arias fue director de Sybilla entre 1985 y 2003.
 En la actualidad colabora con la firma como consultor.

Ahí sigue, después de tanto tiempo.................................................. Carlos Boyero

Solo podría comparar el disfrute del cine con el amor correspondido.

 


Un amigo me cuenta con entusiasmo adolescente y sin utópico ánimo de lucro que en compañía de otros benditos locos piensa abrir una sala de cine en su ciudad natal, condenada como casi todas las ciudades de provincia a la acelerada agonía de ese opiáceo ritual llamado “ir al cine”, y que además pretenden la osadía de exhibir las películas en versión original. No son los únicos. En Majadahonda, antiguos empleados de los Cines Renoir y vecinos de ese pueblo que no se resignaron a que desapareciera su Arcadia han montado una asociación para que esas desvalidas salas intentaran sobrevivir.
 Y me aseguran que no hay butacones más confortables que los de unos cines en Las Rozas que han vuelto a abrir después de una década de clausura una gente que utilizó para ello las indemnizaciones de sus despidos laborales.
 Además, hay pequeñas mesas en las que depositar tus bebidas, incluidas las alcohólicas, si quieres compaginar el placer de ver cine con tomarte una copa, aunque en mi caso sean dos drogas que no conviene juntarlas.
 Quiero visitar alguna vez esos templos milagrosos.
 Y ojalá que esa experiencia sea larga y fructífera
. Que las personas que tomaron decisión tan arriesgada y épica se hicieran millonarias
. O al menos, que pudieran vivir de ello.
 Y la cinefilia irrenunciable seguir degustando lo que más ama sin tener que moverse de su entorno. O sea, que floreciera la propuesta del viejo grafiti: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Hace 120 años, dos hermanos visionarios congregaron por primera vez a un grupo de personas para que vieran en una pantalla imágenes en movimiento.
 Y nueve meses después empezaron a cobrar por ello.
 Se apellidaban Lumière y fueron los pioneros de que la vida de tanta gente a ratos se llenara de luz. Y cuenta la historia que los hermanos se sintieron tan felices con su invento que rodaron 1.400 películas
. De acuerdo, la inmensa mayoría de los cinéfilos solo les recordaremos por unos obreros saliendo de la fábrica familiar, un regador regado y un tren entrando en la estación de Lyon.
 Pero el amor hacia la cultura que siempre ha formado parte de las señas de identidad de Francia ha logrado la heroicidad de encontrar y restaurar casi todo lo que filmaron.
Y les homenajea con una grandiosa exposición en el Grand Palais. Qué gusto debe dar vivir bien en París.
Fotograma de 'El regador regado', comedia de los Lumière de 1895.
Y por supuesto que identificamos la plenitud de los primeros tiempos del cine, su capacidad para narrar historias y provocar sensaciones maravillosas no con sus inventores, sino con algunos creadores geniales que percibieron sus posibilidades para introducir la poesía, la épica, la comicidad, la imaginación, el miedo, el amor, la tragedia, a través de lo que filmaba una cámara.
 Pensamos en Méliès, Griffith, Murnau, Keaton, Chaplin, Von Stroheim, Lubitsch, gente así
. Pero todo eso hubiera sido imposible sin los padres de esta criatura, uno de los descubrimientos más gozosos para la vista, el oído, la retina y el alma que han hecho los terrícolas.
Yo, al menos, aunque disponga de capacidad para disfrutar de muchas cosas, no he conocido nada mejor que el cine. Solo lo podría comparar al amor correspondido.
 Con la diferencia, de que este, antes o después, puede acabarse y el cine siempre estará ahí. Como refugio, éxtasis, ensoñación, droga suprema y sin resaca, entretenimiento, dicha, magia.
Y no sabemos lo que ocurrirá en el futuro con él, pero ya sabemos que será un prodigio que se consume en soledad.
 Y en formatos que jamás pudieron imaginar sus creadores.
 Ya ocurre. Y debe de ser una experiencia muy rara ver una película en la pantalla de un teléfono mientras que vas caminando o en esos bares y restaurantes en los que todo cristo está mirando a una máquina, aunque se suponga que se han reunido por el placer de estar juntos, de practicar esa cosa que acabará siendo anormal consistente en hablar con el prójimo utilizando la boca.

Literatura de placer ¿o de mercado?..........................................................Rut de las Heras Bretín

Multitud de publicaciones con un tinte de erotismo se dan cita en las mesas de novedades. ¿Se han instalado para quedarse o son fruto de un pasajero fenómeno editorial?.

Ilustración de Manuel Alcorlo para los 'Escritos pornográficos', de Boris Vian.

Un viernes cualquiera del verano de 2012 un grupo de compañeras, y algún compañero, se toman unas cañas a la salida del trabajo
. Invita una de ellas. Es su cumpleaños
. De regalo ha recibido el libro del momento Cincuenta sombras de Grey. En cuanto le quita el papel que lo envuelve empiezan las risas.
 Lo abren por cualquier página y leen un fragmento: “...Menuda invasión. Floto, con las extremidades desmadejadas y lánguidas, completamente exhausta...”. Vuelven las risas, unas más exageradas que otras.
 Alguna mira alrededor y dice en alto: “Qué pensarán”, refiriéndose a los que ocupan las otras mesas de la terraza.
 Tampoco les importa demasiado. Se quitan el libro las unas a las otras y siguen leyendo
. Los dos hombres que están con ellas no cogen el libro.
¿Es esa la manera en la que se leen los textos eróticos? ¿En una plaza, rodeados de gente y con la temperatura in crescendo, fruto, únicamente, del caluroso verano madrileño?
 Tradicionalmente no era la manera de "disfrutar" este género, más unido a lo clandestino, a las listas de libros prohibidos.
Febrero de 2015: se estrena la película basada en el libro de la escena anterior. Más de 78 millones y medio de euros recaudados en todo el mundo el primer fin de semana en la gran pantalla, "casualmente" el de San Valentín, fecha paradigmática en la que se mezcla el amor y el consumo, con permiso del mártir romano.
Entre los dos momentos anteriores, verano de 2012 e invierno de 2015, han ido apareciendo cantidad de publicaciones en las estanterías de las librerías, originales en los despachos de las editoriales, volúmenes apilados sobre las mesas de los periodistas y críticos de suplementos y revistas culturales. Novedades de temática más o menos erótica se acumulan formando torres que bien podrían ser las de un castillo, el de Lacoste del Marqués de Sade o el de Roissy, lugar en el que transcurre Historia de O escrito en 1954 por Pauline Réage seudónimo de Anne Desclos (1907-1998), icono de esta literatura, de la que, ¿se ha producido un repunte?
El deseo es el elemento origen del género erótico
El número de publicaciones es mayor que hace una década, cuando se suspendió el premio de novela erótica La Sonrisa Vertical, una de las referencias de este género. La colección de Tusquets sigue activa a un ritmo de dos o tres publicaciones al año.
 La editora Ana Estevan, que empezó a trabajar en 1993 con Luis García Berlanga, director y creador del premio, manifiesta que el mercado editorial en este campo siempre ha sido "un péndulo".
 Apunta que crece y decrece, pero, de una manera o de otra, se ha mantenido.
El boom de los últimos años aparentemente responde al fenómeno que ha supuesto la publicación de la trilogía de E. L. James Cincuenta sombras de Grey (Grijalbo, 2012), con más de seis millones de copias en castellano.
 El tsunami que supuso su salida ha sido aprovechado por el mercado editorial para buscar novedades y fabricar obras a imagen y semejanza de las muchas sombras y pocas luces de la Bella y la Bestia de este lustro, Anastasia Steele y Christian Grey, protagonistas del best seller.
No solo se ha aprovechado en esos casos. Mayra Montero (La Habana, 1952), ganadora de La sonrisa vertical en el año 2000 con Púrpura profundo, se muestra molesta cuando oye calificar a los libros de James de transgresores.
 "No los son", dice mientras admite que se sube al carro de ese resurgir, que en algo les convendrá a los que ya habían escrito erótica hace años. Editores y libreros no pueden negar que ha favorecido el tránsito en las librerías y eso siempre es positivo. Almudena Grandes (Madrid, 1960) está de acuerdo en que hacen bien en aprovecharlo.
 En su opinión, estas nuevas publicaciones son fruto de la unión de dos factores: el sexo ya no está proscrito, ya no es clandestino, no pertenece únicamente a los hombres; sumado a que las mayores "consumidoras" y compradoras de literatura de ficción son las mujeres.
 Et voilá!, un nuevo género "que nada tiene que ver con la erótica", afirma la autora de Las edades de Lulú (Premio La sonrisa vertical 1989), que sostiene que asegurar que los lectores de E.L. James van a leer a Sade es hacer un cálculo equivocado. Sin embargo, comenta con cierta ternura cómo le conmueven las chicas de veintitantos que se le acercan con su primera novela porque se la ha recomendado su madre.
"Les pregunto: '¿Te estabas leyendo Cincuenta sombras...?', y no fallo”.
Fotografías "artísticas beldades femeninas" recogidas en el libro de Maite Zubiaurre 'Culturas del erotismo en España 1893-1939'.
Versionando la máxima de Anaïs Nim (1903-1977), otra clásica referente del género, "cualquier forma de amor que encuentres, vívelo...", se podría llegar al "cualquier forma de este género que encuentres, vívelo", porque en los últimos años se han multiplicado las maneras.
 Y así, con esta excusa, o gracias a ella, Errata Naturae publica Historia del erotismo, de George Bataille, hasta ahora inédita en castellano.
Un ensayo que aborda la sexualidad, el deseo, verdadero ingrediente intangible generador de esta temática.
 El autor defiende una idea contraria a la actual de dar visibilidad al sexo.
El hacerlo público lo expone más y lo hace vulnerable a ser sometido a reglas y controlado por el Estado y el capital.
Lejos de Bataille en el tiempo de creación, pero coetánea en cuanto a su publicación en español, está la edición de Mauro Armiño de novelas eróticas de los siglos XVIII y XIX, titulada Los Dominios de Venus. Armiño explica que son la continuación de Cuentos y relatos libertinos (Siruela, 2008), bastante anterior al fenómeno Cincuenta sombras, por tanto, no responde a ninguna tendencia, sino que sigue su línea editorial.
 Dentro de esta antología se puede destacar La Venus de las pieles, de Leopold von Sacher-Masoch (1836-1895), el Sade austriaco, ¿qué sería de Grey sin la imaginería creada por estos dos clásicos? Esta novela se reeditó, además, por La sonrisa vertical en 2014, tras ser llevada al cine por Roman Polanski en 2013 y por la que ganó el premio César a la mejor dirección
. Lo que causó un reposicionamiento comercial de la colección, ya que del 2013 al 2014 se produjo un incremento del 50% en las ventas, según los datos reportados a la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL).
El erotismo es la pornografía vestida de Chanel
Luis García Berlanga
Alfaguara se une a esta corriente con Lisario o el placer infinito de las mujeres, de la escritora italiana Antonella Cilento, que aborda a la protagonista desde su dimensión sexual.
 Cátedra, también coge esta ola, ya que publicó hace seis meses Culturas del erotismo en España, 1898-1939, de la profesora de la Universidad de California (UCLA) Maite Zubiaurre.
 Una enciclopedia tanto de textos como de imágenes que muestran el género sicalíptico de principios del siglo XX. Reino de Cordelia ha sacado Un paraíso después del paraíso (Y otros 9 relatos eróticos), un compendio de 10 historias, las finalistas de un nuevo premio de literatura erótica del que ya se está preparando una segunda edición.
El premio Válgame Dios cuenta entre sus impulsores con José Luis García Berlanga, hijo del director de cine, que inevitablemente hace que se asocie a La sonrisa vertical aunque no tienen ninguna vinculación, y como dice el propio Berlanga hijo, él no es el erotómano que era su padre, que hizo de esto una de sus pasiones. Reino de Cordelia, con este libro, sigue una línea que ya se estaba construyendo al publicar en 2012 Los 120 días de Sodoma, el catálogo de perversiones del Marqués de Sade, ilustrado por los explícitos dibujos de Miguel Ángel Martín; y en 2013 editó La mujer y el Pelele, otro de los clásicos del erotismo con más de un siglo de antigüedad, de Pierre Louÿs.
 Por su parte, Rey Lear, su sello hermano, acaba de rescatar los Escritos pornográficos de Boris Vian.
Berlanga decía que el erotismo es la pornografía vestida de Chanel.
 Las novedades del género no lo son tanto, muchas son reediciones o traducciones.
 Las que realmente son de nueva creación, salvo excepciones como la novela de Cilento, no buscan un exclusivo Chanel.
 No son transgresoras, al contrario, son demasiado convencionales: novelas románticas salpicadas de escenas de sexo explícito cuya innovación no va más allá de meter al lector en el cuarto y no dejarle fuera como antaño.
 Exactamente igual que en series y películas donde los personajes ya han dejado de tener las sábanas convenientemente colocadas entre axila y axila, pero sin exagerar, que tampoco se muestran excesivos pubis, en todo caso, alguno de mujer.
Más que alta costura se busca ropa low cost, asequible para todos los públicos.
En palabras de Almudena Grandes: "La literatura erótica murió de éxito a finales del siglo XX, y esa es la mejor manera de morir. Lo que hay que hacer ahora es bailar sobre su tumba".

 

Las compras con tarjeta pulverizan récords en España............................................... Miguel Jiménez

Las operaciones superan por primera vez el listón de los 100.000 millones.


El gesto de sacar la tarjeta de la cartera para pagar en una tienda o un restaurante se repitió en España el año pasado más de 2.500 millones de veces.
 Los españoles gastan cada vez más dinero usando la tarjeta de crédito o débito. ¿Se acabó la crisis? Parte del ascenso tiene que ver con el repunte del consumo, pero otra parte está relacionada con el creciente uso de este medio de pago.
 En 2014, según los datos recién publicados por el Banco de España, las compras con tarjeta pulverizaron su récord al crecer un 7,4%, hasta los 105.854 millones de euros.

Las cifras van referidas a operaciones realizadas en terminales punto de venta (TPV) situados en España con tarjetas emitidas por entidades adheridas a redes españolas.
Por primera vez se supera el listón de los 100.000 millones de euros anuales tras un cuarto trimestre récord en el que el gasto alcanzó los 27.995 millones.
Las cifras del Banco de España muestran que el número de operaciones, 2.502 millones, crece a una tasa del 8,5%, superior al aumento del importe total.
La operación media ha descendido a 42,3 euros, la cifra más baja registrada por el Banco de España. Eso da idea de que la tarjeta se va popularizando cada vez más como medio de pago para pequeñas transacciones.
La progresiva rebaja de las comisiones ha facilitado que comercios y restaurantes den más facilidades a la hora de admitir pagos con tarjeta de menor importe.

Más dinero en el cajero

La retirada de dinero en efectivo de los cajeros también creció en 2014, pero a un ritmo de solo el 2%, con lo que la cifra de 111.404 millones está aún a 5.000 millones de distancia del máximo que se alcanzó en 2008, cuando empezó la crisis.
En este caso, sin embargo, cada vez se retira más dinero del cajero por operación.
La media ha subido a 123 euros, nuevo récord, frente a los 121 euros del año anterior.
Los españoles sacan unos 120 euros cada vez que van al cajero automático
Eso puede deberse en parte a que cada vez es más difícil encontrar un cajero, especialmente uno que sea de la propia red, de modo que no haya que pagar comisiones.
 Desde 2008 han desaparecido casi uno de cada cinco cajeros
. La cifra ha pasado de 61.714 a 50.441 en un contexto de fusiones bancarias y cierre de oficinas.
 El número de terminales de cobro de las tiendas también se fue reduciendo durante la crisis y se pasó de 1,55 millones en 2008 a 1,32 millones en 2013.
Pero tras varios años a la baja, la cifra de TPV creció en 2014 un 6,65%, hasta 1,41 millones, siempre según los datos del Banco de España.
El aumento de las compras de 2014 se produjo pese a que el número de tarjetas se redujo un 3%.
 A cierre de 2014 había 43,2 millones de tarjetas de crédito (-0,05% frente al año anterior) y otros 24,4 millones, de débito (-7,8%).
 En total, 67,66 millones de tarjetas, más de una por cada español.