Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 mar 2015

Mentira y piedad.............................................................................Elvira Lindo

Me gustaría saber cuál es el impulso que lleva a algo tan complicado como fabricarse una vida falsa.

 

Yo no soy de este mundo y como no soy de este mundo no me divierto con las desgracias de otros. Pero no estoy sola.
 Somos muchos los que no somos de este mundo, más de lo que cabría pensar si uno le echa un vistazo a las redes y contempla con estupor el cachondeo que genera el ridículo ajeno
. El problema de los que no somos de este mundo es que gozamos de menos visibilidad.
 Yo soy anormal, como anormal que soy siento vergüenza o piedad ante el ridículo ajeno, no sé si piedad hacia el prójimo o hacia mí misma, a causa de esa capacidad enfermiza a ponerme en los zapatos de otros, como decía el gran Atticus Finch, que tanta falta nos hace.
Me paso el día cambiándome de zapatos para poder entender por qué los demás hacen lo que yo jamás haría
Jamás recortaría mi cara de una foto y se la colocaría a una catedrática que aparece dando una charla en Harvard.
Más aún: si alguna vez he tenido la ocasión de dar una charla en Harvard, he tendido a pensar que no estaba a la altura de la tarea.
 No es complejo de inferioridad sino decoro, una palabra que anda desterrada del diccionario, con la falta que hace.
En mi vida me he visto varias veces señalada públicamente.
 Es un bautismo obligado para todo aquel que se dedica a esta faena.
Ahora conozco mejor la relación entre actos y consecuencias; cuando piso un terreno pantanoso, sé dónde me estoy metiendo.
 Y si alguien tiene el mal gusto de ridiculizarme, trato de aliviar el embate pensando que defendí una causa justa o que, sencillamente, dije lo que pensaba.
Pero me resulta difícil de comprender a ese tipo de persona tan insensata que no calibra la repercusión de sus mentiras, que no tiene ese mecanismo de defensa que consiste en imaginar el ridículo que uno puede sentir si es descubierto
. Leo sobre esta tal Anna Allen y recuerdo una tarde de septiembre pasado, en la peluquería del Teatro Español.
 No era algo nuevo.
 Algunos trabajadores del teatro hablaban de ella, de su tendencia a embaucar a los compañeros, a fabular con proyectos internacionales.
 Nadie decía, en cambio, que fuera mala actriz.
 Llevaba tiempo siendo un misterio
. Un misterio no desvelado ahora, porque de la mofa jamás se concluye nada.
 Risotadas, crueldad, escarnio
. Mucho montaje fotográfico añadido a los que ella pergeñó.
 Tiendo a pensar que alguien que fabrica una mentira que más tarde o más temprano se descubrirá es porque no tiene la cabeza en su sitio.
 Tirarse el rollo se lo tiran muchos.
 En mi profesión también. Hace no tanto, algunos recordarán que una escritora fabricó o hizo que le fabricaran una reseña en The New York Times.
 Ya no digamos en el show business. Hay ciudades, como Los Ángeles, que son fábricas de sueños para unos y fábricas de alucinaciones para otros. Nueva York no le anda a la zaga
. Estas moles urbanas albergan a miles de desgraciados que tratan de vender la moto de que han triunfado.
 A ver si cuela. Engañan a los demás un rato, pero finalmente acaban siendo víctimas de su propia mentira.
Yo soy anormal, como anormal que soy siento vergüenza o piedad ante el ridículo ajeno
Estos días pasados, en la prensa americana, se habló mucho de embusteros
. Dos célebres presentadores de noticias en la televisión fueron destapados en su mentira
. El primero, Brian Williams, de NCB News, escribió en un libro de experiencias periodísticas que cuando cubría la guerra de Irak en 2003 el helicóptero en el que viajaba fue abatido. Pues resulta que no. Se ha descubierto que no.
 El tipo ha tenido que pedir disculpas y se le ha sancionado sin empleo y sueldo durante seis meses. Otra batallita ha sido la del rey del periodismo reaccionario, Bill O’Reilly, de la Fox, el individuo que consigue a diario echar más leña al fuego ardiente del ala fanática del Partido Republicano. O’Reilly escribió que había cubierto la guerra de las Malvinas desde primera línea de fuego.
 Pues tampoco. Resultó que estaba a salvo y en Buenos Aires.
 Unos reporteros han rastreado el asunto y la verdad parece clara, aunque la Fox está siendo implacable en la defensa del tipo, amenazando incluso a otros medios si siguen poniendo en duda la honorabilidad de su presentador
. O’Reilly tiene a su favor a un público que no cree en el buen periodismo sino en el mero aniquilamiento del enemigo político, ¿nos suena de algo?
Podría concluir que los hombres mienten para presumir de un valor que les falta; quién no conoce a algún fabricante de valentías a toro pasado y desde la barrera.
 Podría pensar que las mujeres fabulan sobre lo que se espera de ellas, celebridad y belleza. No lo haré.
 Estos delirios son transversales. Acabo de leer, por ejemplo, las memorias recién reeditadas de Lillian Hellman, la guionista y escritora americana, en las que se ve a sí misma como protagonista de pequeñas o grandes heroicidades que luego han sido desmentidas abundantemente.
Nada más irritante para una lectora informada que leer las aventuras de una heroína falsa, más todavía a lo largo de un siglo XX en el que hubo tantos héroes involuntarios.
Pero esto merece un capítulo aparte.
Lo que me gustaría saber es cuál es el impulso que conduce a algo tan complicado como fabricarse una vida falsa
. Aunque más me inquieta la risotada colectiva: hay personas que no se imaginan nunca como víctimas de un trastorno mental.
 Con lo cerca que estamos todos de perder la cabeza.

Los misterios de Madame Lanvin................................................................ Álex Vicente

El diseñador Alber Elbaz rinde homenaje a la fundadora de la marca que dirige con una exposición en el Museo Galliera de París.

Retrato de Jeanne Lanvin. / Harcourt (Patrimoine Lanvin)

Hace casi 15 años, cuando Alber Elbaz fue nombrado director creativo de Lanvin, tuvo el reflejo de encerrarse varios días en los archivos de la mítica maison parisina, la más antigua que sigue hoy en activo.
 Su objetivo era entender quién fue su semidesconocida fundadora, una mujer avanzada a su tiempo que empezó su carrera en la Francia de 1885 y logró abrir su primera boutique cuatro años más tarde, en los albores de la Belle Époque.
“De todas las costureras de su época, Jeanne Lanvin fue la más misteriosa y la menos conocida”, explica Elbaz, quien encontró la clave para entender al personaje en los vestidos que diseñó. “Descubrí a una mujer a imagen y semejanza de sus creaciones: de apariencia frágil, pero con una fuerte personalidad.
 A través de esta exposición, he querido compartir presentarla al mundo”.
Elbaz habla de la suntuosa muestra que ha orquestado en el Palais Galliera, museo municipal de la moda en París, donde a partir de este domingo se exponen un centenar de vestidos de elegancia atemporal, que resumen la trayectoria de una mujer cargada de misterios
. La misma Jeanne Lanvin da la bienvenida a la exposición a través de una fotografía de 1937, donde aparece tapándose la cara con las manos.
 Tal vez fueron su atributo más conocido: Lanvin fue celebrada por su virtuosismo en el bordado, la sobrecostura y el uso de abundante pedrería, así como en la combinación de elementos procedentes de horizontes estéticos muy diversos
. Pasó sin transición del clasicismo Dieciochesco a la modernidad art déco, y de los monacales atuendos medievales a la inspiración venida de las culturas asiáticas.
 En las piezas presentadas sobresale su predilección por un minimalismo en blanco y negro, pero también por su color fetiche, el azul, que declinó del lavanda al añil, inspirándose en los cuadros del Quattrocento italiano.
Patrimoine Lanvin
Hija de periodista y nieta de tipógrafo, de familia humilde pero cultivada, Jeanne Lanvin se casó dos veces –la primera, con el conde italiano Emilio di Pietro– ­­y tuvo una vida más tradicional que Coco Chanel, a quien llevaba 16 años de ventaja.
 “Chanel fue una mujer del siglo XX, mientras que Lanvin todavía pertenecía al XIX. No tuvo el mismo gusto por lo mundano.
 Fue una patrona a la antigua, tan admirada como temida, de carácter discreto aunque no necesariamente austero”, aclara el director del Palais Galliera, Olivier Saillard.
 Este reputado historiador de la moda afirma que no existió rivalidad alguna entre ambas, pese a que sus concepciones de la moda fueran muy distintas.
 “Para vestir de Chanel más valía ser joven, mientras que Lanvin vestía a mujeres de todas las edades”, apunta.
El propio logo de la marca, que representa a la modista bailando junto a su adorada hija Marguerite, da fe de ello.
 De hecho, Lanvin confeccionó colecciones de alta costura para niños desde 1908, antes de crear también una línea sport, una colección para novias y otra masculina, además de perfumes y objetos de decoración. “No tenía el sentido del marketing de Chanel, ni la técnica de Madame Grès, ni los cortes de Vionnet, pero tal vez fue la más inteligente de todas.
 No se trataba solo de hacer vestidos, sino de responder a todas las necesidades de la mujer de su época
. Fue la primera en entender la costura como un estilo de vida”, analiza Alber Elbaz, quien dice encontrar numerosos parecidos entre su trabajo al frente de Lanvin y la herencia de su predecesora. “Mi trabajo se centra en una reflexión sobre la vida de hoy, sobre la comodidad.
Me interesa crear vestidos que a las mujeres les apetezca llevar, que sean ligeros y cómodos, y que permitan que quien los lleva pueda repetir postre”, sonríe.
Vestido Scintillante, de 1939 / Katerina Jebb
En el trabajo de Lanvin se detecta la misma preocupación por el confort, como si quisiera liberar a la mujer de la fortaleza del vestido decimonónico.
 “Nunca tuvo un discurso feminista, aunque su posición creativa la acercaba a eso sin saberlo”, matiza Saillard.
 “No suprimió el corsé como Poiret, ni tuvo las opiniones radicales de Chanel, pero quiso que quien llevara sus vestidos se sintiera a gusto.
En ese sentido, se nota que están diseñados por una mujer: su ropa pesa muy poco”.
En la sala principal, un espejo perpendicular da el reflejo de un vestido dispuesto en una vitrina. Parece cobrar vida “como si fuera una bella durmiente”, bromea Elbaz.
Lo mismo sucede con la propia protagonista, cuya borrosa silueta será, a partir de ahora, un poco menos imprecisa.

 

El otro funeral del comandante Spock...................................................... Tom C. Avendaño

A la vez que las redes sociales enaltecían la figura de Leonard Nimoy tras su muerte el pasado viernes, condenaban también a su mejor amigo.

Leonard Nimoy y William Shatner, caracterizados como Mr Spock y el capitán Kirk en un capítulo de 'Star Trek' de 1968. / Cordon Press

Larga y próspera...

Llorar una muerte es un proceso e Internet es un momento.
 Por culpa de este choque de cimientos, el fallecimiento de un personaje público siempre acaba siendo un terremoto cibernético: el público en redes sociales intenta dar la noticia, reaccionar, asimilar y enterrar a la vez y, en el camino, se lleva por delante cualquier matiz que requiera una pausa.
 Esto se vio la semana pasada al saltar la noticia de que Leonard Nimoy, el legendario Spock de Star trek, había muerto a los 83 años.
  Como su personaje es reconocido intergeneracional e internacionalmente, su duelo en Twitter se confundió con su beatificación tanto como Nimoy se confundió siempre con el admirable Spock. Y cuando este aplauso colectivo parecía tocar techo, a la historia le salió un villano.

... Muerte

Si la gente ve en Nimoy las virtudes de Spock, en su amigo y compañero de reparto, William Shatner, ve el ego, el narcisismo y la grandilocuencia del capitán Kirk, el otro protagonista de la serie
. El fin de semana pasado, Shatner desapareció de las redes sociales cuando se supo la noticia.
 Un día después dejó en un tuit una razonable tristeza por la muerte de su mejor amigo.
 Y anunció que no iría a su funeral en Los Ángeles porque se había comprometido a aparecer en un acto benéfico de la Cruz Roja en Florida.
 La respuesta en Twitter fue sulfúrica, vitriólica y arsénica: Shatner estaba haciéndole el feo definitivo a Nimoy. El New York Daily News del domingo le dedicó su portada, llamándole capitán Jerk (imbécil). Un buen número de usuarios de Twitter se mostró de acuerdo. Shatner era el demonio.

Pura lógica

Cuanto más razonaba Shatner que lo demoniaco sería dejar tirada a la Cruz Roja, menos autoridad le daba la masa.
 Contestó a los críticos uno por uno, repitió lo triste que estaba, explicó que no había vuelos...
 No había lamento que bastara. Así que probó otra estrategia: “Vamos a celebrar la vida de Leonard, mejor” y empezó a recordar las virtudes de su recién fallecido mejor amigo.
 Qué se enseñaron mutuamente —“yo aprendí a ser un poco más serio, él un poco menos”—, lo difícil que era hacerle reír cuando estaba en el papel de Spock, la primera vez que le dijo que le quería... Las críticas cesaron
. La histeria hacia Shatner, el hombre que tardó más que una máquina en asimilar la muerte de su mejor amigo, se volvieron preguntas sobre su medio siglo de relación.
 Hacia el final de la tarde, un usuario le dijo: “Esta conversación le debe estar costando”
. Él contestó: “Me está curando”.

 

Perra vida................................................ Juan José Millás

Hay gente que nos importa un rábano, pero con la que, a fuerza de convivir, acabamos soñando.

 

Cordon Press

Hay gente que nos importa un rábano, pero con la que, a fuerza de convivir, acabamos soñando.
 Tal es el caso de esta pareja, cuya procedencia conocemos, aunque para lo que nos importa, lo mismo podrían ser los personajes de un cómic o de una comedia de situación australiana.
 Y lo malo no es que soñemos con ellos, sino que quizá en el lecho de la muerte, por una de esas jugarretas del disco duro, podrían aparecérsenos también, de forma que nos despidiéramos de este mundo con esa imagen mental completamente absurda.
 El caso es que la noche siguiente a tropezar con esta fotografía en el periódico soñé con Carlos de Inglaterra y con su madre y me levanté cabreado, claro, porque una cuestión es que se metan en el telediario y otra que se metan en tu cabeza.
Pues ahí estaban, como en la imagen, solo que en el sueño eran un matrimonio que se decían una cosa con la boca y otra con las antenas
. Por antenas me refiero al mechón de pelo de él, que se agita en el aire como en busca de una señal radioeléctrica, y al ricito que sale del sombrero de ella.
 El ricito le estaba preguntando al mechón qué llevaba Carlos en el bolsillo de la chaqueta, que parece un poco abultado
. Una caja de Tampax, respondía el mechón
. Como es fácil de suponer, abrí los ojos espantado, preguntándome por mis responsabilidades oníricas.
Luego busqué el periódico y estuve un buen rato observando la foto, por si encontrara en ella algún detalle que me concerniera.
 Las flores, el bolso, el collar, los guantes, la corbata… Nada: me seguían importando un rábano, pero se habían metido en mi cama, perra vida.