Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 mar 2015

Los misterios de Madame Lanvin................................................................ Álex Vicente

El diseñador Alber Elbaz rinde homenaje a la fundadora de la marca que dirige con una exposición en el Museo Galliera de París.

Retrato de Jeanne Lanvin. / Harcourt (Patrimoine Lanvin)

Hace casi 15 años, cuando Alber Elbaz fue nombrado director creativo de Lanvin, tuvo el reflejo de encerrarse varios días en los archivos de la mítica maison parisina, la más antigua que sigue hoy en activo.
 Su objetivo era entender quién fue su semidesconocida fundadora, una mujer avanzada a su tiempo que empezó su carrera en la Francia de 1885 y logró abrir su primera boutique cuatro años más tarde, en los albores de la Belle Époque.
“De todas las costureras de su época, Jeanne Lanvin fue la más misteriosa y la menos conocida”, explica Elbaz, quien encontró la clave para entender al personaje en los vestidos que diseñó. “Descubrí a una mujer a imagen y semejanza de sus creaciones: de apariencia frágil, pero con una fuerte personalidad.
 A través de esta exposición, he querido compartir presentarla al mundo”.
Elbaz habla de la suntuosa muestra que ha orquestado en el Palais Galliera, museo municipal de la moda en París, donde a partir de este domingo se exponen un centenar de vestidos de elegancia atemporal, que resumen la trayectoria de una mujer cargada de misterios
. La misma Jeanne Lanvin da la bienvenida a la exposición a través de una fotografía de 1937, donde aparece tapándose la cara con las manos.
 Tal vez fueron su atributo más conocido: Lanvin fue celebrada por su virtuosismo en el bordado, la sobrecostura y el uso de abundante pedrería, así como en la combinación de elementos procedentes de horizontes estéticos muy diversos
. Pasó sin transición del clasicismo Dieciochesco a la modernidad art déco, y de los monacales atuendos medievales a la inspiración venida de las culturas asiáticas.
 En las piezas presentadas sobresale su predilección por un minimalismo en blanco y negro, pero también por su color fetiche, el azul, que declinó del lavanda al añil, inspirándose en los cuadros del Quattrocento italiano.
Patrimoine Lanvin
Hija de periodista y nieta de tipógrafo, de familia humilde pero cultivada, Jeanne Lanvin se casó dos veces –la primera, con el conde italiano Emilio di Pietro– ­­y tuvo una vida más tradicional que Coco Chanel, a quien llevaba 16 años de ventaja.
 “Chanel fue una mujer del siglo XX, mientras que Lanvin todavía pertenecía al XIX. No tuvo el mismo gusto por lo mundano.
 Fue una patrona a la antigua, tan admirada como temida, de carácter discreto aunque no necesariamente austero”, aclara el director del Palais Galliera, Olivier Saillard.
 Este reputado historiador de la moda afirma que no existió rivalidad alguna entre ambas, pese a que sus concepciones de la moda fueran muy distintas.
 “Para vestir de Chanel más valía ser joven, mientras que Lanvin vestía a mujeres de todas las edades”, apunta.
El propio logo de la marca, que representa a la modista bailando junto a su adorada hija Marguerite, da fe de ello.
 De hecho, Lanvin confeccionó colecciones de alta costura para niños desde 1908, antes de crear también una línea sport, una colección para novias y otra masculina, además de perfumes y objetos de decoración. “No tenía el sentido del marketing de Chanel, ni la técnica de Madame Grès, ni los cortes de Vionnet, pero tal vez fue la más inteligente de todas.
 No se trataba solo de hacer vestidos, sino de responder a todas las necesidades de la mujer de su época
. Fue la primera en entender la costura como un estilo de vida”, analiza Alber Elbaz, quien dice encontrar numerosos parecidos entre su trabajo al frente de Lanvin y la herencia de su predecesora. “Mi trabajo se centra en una reflexión sobre la vida de hoy, sobre la comodidad.
Me interesa crear vestidos que a las mujeres les apetezca llevar, que sean ligeros y cómodos, y que permitan que quien los lleva pueda repetir postre”, sonríe.
Vestido Scintillante, de 1939 / Katerina Jebb
En el trabajo de Lanvin se detecta la misma preocupación por el confort, como si quisiera liberar a la mujer de la fortaleza del vestido decimonónico.
 “Nunca tuvo un discurso feminista, aunque su posición creativa la acercaba a eso sin saberlo”, matiza Saillard.
 “No suprimió el corsé como Poiret, ni tuvo las opiniones radicales de Chanel, pero quiso que quien llevara sus vestidos se sintiera a gusto.
En ese sentido, se nota que están diseñados por una mujer: su ropa pesa muy poco”.
En la sala principal, un espejo perpendicular da el reflejo de un vestido dispuesto en una vitrina. Parece cobrar vida “como si fuera una bella durmiente”, bromea Elbaz.
Lo mismo sucede con la propia protagonista, cuya borrosa silueta será, a partir de ahora, un poco menos imprecisa.

 

El otro funeral del comandante Spock...................................................... Tom C. Avendaño

A la vez que las redes sociales enaltecían la figura de Leonard Nimoy tras su muerte el pasado viernes, condenaban también a su mejor amigo.

Leonard Nimoy y William Shatner, caracterizados como Mr Spock y el capitán Kirk en un capítulo de 'Star Trek' de 1968. / Cordon Press

Larga y próspera...

Llorar una muerte es un proceso e Internet es un momento.
 Por culpa de este choque de cimientos, el fallecimiento de un personaje público siempre acaba siendo un terremoto cibernético: el público en redes sociales intenta dar la noticia, reaccionar, asimilar y enterrar a la vez y, en el camino, se lleva por delante cualquier matiz que requiera una pausa.
 Esto se vio la semana pasada al saltar la noticia de que Leonard Nimoy, el legendario Spock de Star trek, había muerto a los 83 años.
  Como su personaje es reconocido intergeneracional e internacionalmente, su duelo en Twitter se confundió con su beatificación tanto como Nimoy se confundió siempre con el admirable Spock. Y cuando este aplauso colectivo parecía tocar techo, a la historia le salió un villano.

... Muerte

Si la gente ve en Nimoy las virtudes de Spock, en su amigo y compañero de reparto, William Shatner, ve el ego, el narcisismo y la grandilocuencia del capitán Kirk, el otro protagonista de la serie
. El fin de semana pasado, Shatner desapareció de las redes sociales cuando se supo la noticia.
 Un día después dejó en un tuit una razonable tristeza por la muerte de su mejor amigo.
 Y anunció que no iría a su funeral en Los Ángeles porque se había comprometido a aparecer en un acto benéfico de la Cruz Roja en Florida.
 La respuesta en Twitter fue sulfúrica, vitriólica y arsénica: Shatner estaba haciéndole el feo definitivo a Nimoy. El New York Daily News del domingo le dedicó su portada, llamándole capitán Jerk (imbécil). Un buen número de usuarios de Twitter se mostró de acuerdo. Shatner era el demonio.

Pura lógica

Cuanto más razonaba Shatner que lo demoniaco sería dejar tirada a la Cruz Roja, menos autoridad le daba la masa.
 Contestó a los críticos uno por uno, repitió lo triste que estaba, explicó que no había vuelos...
 No había lamento que bastara. Así que probó otra estrategia: “Vamos a celebrar la vida de Leonard, mejor” y empezó a recordar las virtudes de su recién fallecido mejor amigo.
 Qué se enseñaron mutuamente —“yo aprendí a ser un poco más serio, él un poco menos”—, lo difícil que era hacerle reír cuando estaba en el papel de Spock, la primera vez que le dijo que le quería... Las críticas cesaron
. La histeria hacia Shatner, el hombre que tardó más que una máquina en asimilar la muerte de su mejor amigo, se volvieron preguntas sobre su medio siglo de relación.
 Hacia el final de la tarde, un usuario le dijo: “Esta conversación le debe estar costando”
. Él contestó: “Me está curando”.

 

Perra vida................................................ Juan José Millás

Hay gente que nos importa un rábano, pero con la que, a fuerza de convivir, acabamos soñando.

 

Cordon Press

Hay gente que nos importa un rábano, pero con la que, a fuerza de convivir, acabamos soñando.
 Tal es el caso de esta pareja, cuya procedencia conocemos, aunque para lo que nos importa, lo mismo podrían ser los personajes de un cómic o de una comedia de situación australiana.
 Y lo malo no es que soñemos con ellos, sino que quizá en el lecho de la muerte, por una de esas jugarretas del disco duro, podrían aparecérsenos también, de forma que nos despidiéramos de este mundo con esa imagen mental completamente absurda.
 El caso es que la noche siguiente a tropezar con esta fotografía en el periódico soñé con Carlos de Inglaterra y con su madre y me levanté cabreado, claro, porque una cuestión es que se metan en el telediario y otra que se metan en tu cabeza.
Pues ahí estaban, como en la imagen, solo que en el sueño eran un matrimonio que se decían una cosa con la boca y otra con las antenas
. Por antenas me refiero al mechón de pelo de él, que se agita en el aire como en busca de una señal radioeléctrica, y al ricito que sale del sombrero de ella.
 El ricito le estaba preguntando al mechón qué llevaba Carlos en el bolsillo de la chaqueta, que parece un poco abultado
. Una caja de Tampax, respondía el mechón
. Como es fácil de suponer, abrí los ojos espantado, preguntándome por mis responsabilidades oníricas.
Luego busqué el periódico y estuve un buen rato observando la foto, por si encontrara en ella algún detalle que me concerniera.
 Las flores, el bolso, el collar, los guantes, la corbata… Nada: me seguían importando un rábano, pero se habían metido en mi cama, perra vida.

8 mar 2015

Ni Bruto, ni Casio: Décimo es el nombre clave en la muerte de César................................... Guillermo Altares

Una investigación sobre el asesinato de Julio César revela un nuevo personaje clave en el magnicidio de los idus de marzo.

 

Marco Antonio (Marlon Brando) contempla el cadáver de Julio César en la película de 1953 basada en la obra de Shakespeare.

"El asesinato de Julio César es un carajal"
. Así resumió, con su habitual estilo directo, la gran latinista Mary Beard todos los hechos que rodearon el apuñalamiento del político romano en el pórtico de la Curia de Pompeyo, el 15 de marzo del 44 antes de nuestra era
. En cualquier acontecimiento de esta magnitud, resulta casi imposible separar la leyenda de la historia, pero este caso es especialmente complejo por su enorme valor simbólico y porque se cruzó Shakespeare de por medio
. La fuerza de su obra es tan grande y la influencia de sus personajes tan profunda que se han apoderado de la realidad.
Sin embargo, los historiadores siguen peleándose con los hechos, luchando contra las leyendas.
 El profesor de clásicas de la Universidad estadounidense de Cornell, Barry Strauss, acaba de publicar The Death of Caesar, un libro en el que lanza una novedosa teoría sobre lo que ocurrió en aquellos idus de marzo.
 "Hubo un tercer hombre en el complot para matar a César", explica Strauss, un experto en historia militar, autor de libros como La guerra de Espartaco o La batalla de Salamina.
 "Bruto y Casio no estaban solos.
 Décimo fue un personaje clave. Los conspiradores no eran aficionados, políticos civiles, sino generales que organizaron el magnicidio con una precisión militar.
 Los gladiadores también tuvieron un papel importante, al igual que varias mujeres de la élite romana", prosigue Strauss (Nueva York, 1953) en una conversación por correo electrónico.

Décimo Junio Bruto Albino, compañero de armas de Julio César (100-44 antes de Cristo) en las Galias, aparece en todos los relatos sobre el asesinato, pero nunca en un papel protagonista, aunque algunas versiones señalan que las famosas palabras "¿tú también, hijo mío?" iban dirigidas a él, no al Bruto más famoso.
 De hecho, Shakespeare cambió su nombre y le llamó Decio en su Julio César. En el relato clásico, es la persona que acude a casa de César para convencerle de que, pese a los malos augurios —"cuidaos de los idus de marzo"— y de la pesadilla que ha sufrido su esposa, Calpurnia, que soñó su apuñalamiento, debía acudir al Senado.
"En los últimos años, los estudiosos han recuperado a Nicolás de Damasco (64-4 antes de Cristo), una oscura figura, que era un joven en el 44 y que escribió el relato más antiguo del asesinato de César. Durante muchos años, fue desdeñado porque luego trabajó para Augusto, el heredero de César y el primer emperador, y se pensaba que esa relación había contaminado su visión.
Sin embargo, ahora se le toma muy en serio y su narración de los hechos es muy diferente, mucho menos idealista, que la de Plutarco, en la que luego se basa Shakespeare", afirma Strauss.
 Nuevos estudios han demostrado que los textos de Nicolás de Damasco merecen mayor atención, así como su correspondencia con Cicerón, que también había sido olvidada.
En el relato clásico, es Cayo Casio Longino el que impulsa el complot y el que logra convencer a Marco Junio Bruto, un noble patricio romano que nada en dudas entre su lealtad a César y su deber con la República romana, que el creciente poder del conquistador de las Galias está poniendo en peligro. "La culpa, Bruto, no está en las estrellas", es, según Shakespeare, la famosa frase con la que Casio le convence para participar en el magnicidio.
 Décimo, según esta nueva versión, fue un personaje central tan importante como Casio, uno de los líderes de una conspiración mucho ante todo militar
. Combatió con César en la Galia y le apoyó durante toda la guerra civil.
 Sin embargo, por motivos que no están totalmente claros, cambió de bando. Strauss cree que el poder fue mucho más importante que los principios.
Se convirtió entonces en el único conspirador en el círculo íntimo de César y, por lo tanto, en el principal espía.
Pocos autores creen que la intención de los conspiradores (unos 60 aunque solo 20 tienen un nombre) era defender la democracia sino los privilegios de su clase.
 Mary Beard describe en La herencia viva de los clásicos el magnicidio como "el chapucero asesinato de un ídolo del pueblo por un grupo de aristócratas enojados en el nombre de (su propia) libertad". Ronald Syme, uno de los grandes investigadores del siglo XX de la historia de Roma, fallecido en 1989, escribe en su libro La revolución romana: "Las tragedias de la historia no surgen del conflicto entre el bien y el mal convencionales.
 Son más augustas y más complejas. César y Bruto, los dos, tenían la razón de su parte".
Es precisamente esta complejidad lo que convierte el asesinato de César en un hecho único, porque concentra todos los elementos que forjan una gran historia, la traición, la amistad, la lucha contra la tiranía, la nobleza, la mentira, la lealtad, la política...
Si a ello se suma Shakespeare y una increíble versión cinematográfica de 1953 de Joseph L. Mankiewicz con John Gielgud, James Mason, Deborah Kerr y, sobre todo, Marlon Brando en su apogeo como Marco Antonio ("y, sin embargo, Bruto es un hombre honrado"), la historia se convierte en mito.
 Julio César encarna un momento clave de la historia de la humanidad, cuando Roma se debatía entre continuar siendo una República o convertirse en un Imperio
. Es un personaje que representa una de esas pocas encrucijadas en las que un camino u otro hubiesen cambiado la historia del mundo.
"Shakespeare ofrece un mito bellísimo sobre el asesinato, pero es un mito", afirma Strauss, cuyo libro está publicado por Simon & Shuster aunque aún no tiene editor en España.
 "Los asesinos reales no fueron amateurs y civiles, fueron generales y oficiales militares que también fueron políticos
. Sabían cómo llevar a cabo un complot con precisión militar y reclutar a gladiadores para ayudarlos. Las mujeres también tuvieron un papel más importante del que muestra Shakespeare, desde Cleopatra, que era la amante de César en el momento de su asesinato y se encontraba en su villa de los suburbios de Roma, hasta Fulvia, la esposa de Marco Antonio, y, en mi opinión, la inspiradora de su discurso en el funeral de César".
Todavía quedan muchos misterios en torno a Julio César
. Solo hace tres años, un equipo de arqueólogos dirigido por el español Antonio Moterroso, investigador del CSIC, descubrió el lugar donde fue asesinado —en los restos arqueológicos que se encuentran en el Largo Argentina, en pleno centro de Roma—. Los expertos siguen debatiendo sobre el emplazamiento exacto del Rubicón, el río clave en la historia de Julio César y de Europa. Al cruzarlo con sus tropas, violó una de las más profundas prohibiciones romanas (ningún general podía entrar con su Ejército en Italia) y desató la guerra civil que le llevaría al poder absoluto.
 Como escribió el historiador británico Adrian Goldsworthy al final de su biografía César, "más de dos mil años después su historia nos sigue fascinando. Una cosa es segura: estas no son las últimas palabras que se escribirán acerca de Julio César".
 Tenía toda la razón.