Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 mar 2015

Sed de Mal Película

Sed de mal

Barroca hasta los tuétanos, “Sed de mal” es quizá la mejor película realizada por Orson Welles. La razón de que el maestro filmará esta joya del cine la tiene Charlton Heston. En en un primer momento Welles sólo estaba contemplado para interpretar a Hank Quinlan, pantagruélico policía que camina pesadamente entre el filo de lo legal e ilegal para lograr sus propósitos; pero Heston, en la cima de su carrera, entendió que sería Welles quien lo dirigiera y aunque no era así mantuvo esta exigencia y logró que el maestro filmara una de las mejores películas de la historia del cine. 
Intriga criminal desarrollada en un pueblo fronterizo entre EE.UU y México, que enfrenta a un Quinlan, amargado y fascista, con su contrario, Vargas (Heston), inquebrantable en su honradez y limpio en sus métodos (ironías del cine). La primera secuencia ha pasado con justicia a la historia del cine. Un plano secuencia de casi tres minutos (ahora en la versión “director’s cut” la podemos ver sin los títulos de crédito que “ensuciaban” esta joya) que comenzando por un plano detalle de una bomba de relojería recorre todo el lenguaje cinematográfico hasta terminar en la explosión que iniciará todo la intriga y la llegada del fascinante Hank Quinlan. 
La película es un ejercicio alucinógeno, con una atmósfera pesada, genialmente fotografiada por Russell Mety, que nos transportará a un universo bizarro y putrefacto, con encuadres que subrayan desde la trama a las características de los principales personajes. Esta puesta en escena, llena de encuadres asombrosos y movimientos de cámara para nada gratuitos y de una modernidad asombrosa, destilan la savia que sólo un genio como Welles poseía. Muestra de esto, sería la última secuencia, un ejercicio visual y sonoro que resume el tono alucinante que preside esta película de cine negro, negrísimo. 
La actuación de Welles es estremecedora, llena de una hondura psicológica que logra acercarte a ese ser monstruoso que es Quinlan. También encontramos a una Janet Leigh, “prespiscosis”, como esposa del comisario Vargas y también acosada en un motel; y a un Akim Tamiroff como el mafioso mejicano, Tío Joe Grandi. Cuenta también con una serie de cameos: Mercedes McCambridge, Cotten, Zsa Zsa Gabor y una misteriosa Marlene Dietrich, como la gitana Tanya, que dará muestras de su valía en un pequeño papel que llena toda la pantalla y cierra esta historia con una frase que resume toda la película: “un buen hombre, un mal policía”.
Hay muy pocos directores de la época clásica del cine que cuenten con fans en la actualidad. Cuando hablo de fans, lo digo literalmente, me refiero a esa gente que son incondicionales y que resulta en vano dialogar críticamente sobre el personaje en cuestión. Uno de ellos es Alfred Hitchcock y otro desde luego es Orson Welles, uno de los que más seguidores acérrimos tiene.

Los que no somos antiWelles, pero sí creemos que se trata de un director que cuando menos merece una revisitación a la baja, se nos intenta desterrar. De su filmografía uno de los casos más paradigmáticos es sin duda “Sed de mal”, un trabajo bastante desafortunado, donde hay un caos que por mucho que se empeñen los diferentes montajes que se han hecho en la historia, la cosa no funciona.

El reparto es genial, pero desaprovechado, es una mera colección de cromos de Welles donde deambulan algunas de las más grandes estrellas del cine de forma desafortunada – en este capítulo se lleva la palma las escenas de Janet Leigh-. Sigue Welles con su autocomplacencia y su egolatría, que tiende a estar siempre por encima de la historia. Ese afán por gustarse es cansino, momentos interminables donde la luz de la habitación se enciende y se apaga, demuestra que no confia en lo que cuenta y tiene que recurrir siempre a una puesta en escena muy personal para llamar la atención.

Y luego directamente la película es bastante aburrida, su intento de mezclar delitos y comportamientos más modernos, con un aire de cine negro clásico no cuaja en absoluto.

Cuando en los años noventa a “Sed de mal” la empezaron a dar cien mil premios, de esos que valoran un siglo de cine, y que premian a películas “injustamente olvidadas”, se terminó por consagrarla leyenda. Todo es un mero complejo de culpabilidad, como Welles pasó de ser el niño mimado al proscrito de turno, parece que sus películas son valoradas a posteriori con ojos de verdugo arrepentido. Puede que Welles perdiera en su momento el respaldo de la industria, pero ganó algo más importante con los años: El Mito. 
TÍTULO ORIGINAL Touch of Evil
AÑO 1958




DIRECTOR Orson Welles
GUIÓN Orson Welles (Novela: Whit Masterson)
MÚSICA Henry Mancini
FOTOGRAFÍA Russell Metty (B&W)
REPARTO Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor
PRODUCTORA Universal Pictures


SINOPSIS Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro.
CRÍTICAS ----------------------------------------
Obra maestra de Welles de deslumbrante reparto y compleja historia sobre el poder y la corrupción. Atención a su escena de apertura, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. "Sobresaliente filme (...) la magnífica dirección de Orson Welles eleva a la categoría de clásico esta intriga policiaca (...) ejercicio de estilo inigualable" (Fernando Morales: Diario El País)
TÍTULO ORIGINAL Touch of Evil
AÑO 1958




DIRECTOR Orson Welles
GUIÓN Orson Welles (Novela: Whit Masterson)
MÚSICA Henry Mancini
FOTOGRAFÍA Russell Metty (B&W)
REPARTO Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Joseph Calleia, Akim Tamiroff, Dennis Weaver, Ray Collins, Mercedes McCambridge, Joseph Cotten, Zsa Zsa Gabor
PRODUCTORA Universal Pictures


SINOPSIS Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro.
CRÍTICAS ----------------------------------------
Obra maestra de Welles de deslumbrante reparto y compleja historia sobre el poder y la corrupción. Atención a su escena de apertura, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. "Sobresaliente filme (...) la magnífica dirección de Orson Welles eleva a la categoría de clásico esta intriga policiaca (...) ejercicio de estilo inigualable" (Fernando Morales: Diario El País)

«Isabel Presyler produce en mí una absurda fascinación que nace de la nada»

Isabel Preysler

Llega el momento de sacar a relucir mi pronunciada vena paleta y dedicarle un panegírico a Isabel Presyler
. Ella produce en mí una absurda fascinación que nace de la nada.
No es guapa, no sé si es interesante porque jamás he hablado con ella pero llevo conviviendo con su impávida imagen desde que tengo uso de razón.

La Preysler ha hecho del silencio su mejor arma: al manifestarse en tan pocas ocasiones provoca que todo Dios especule acerca de cómo será, qué le gustará, con qué se divertirá o qué programa de televisión no se pierde jamás.
 Tengo una amiga poco sospechosa de bailarle el agua a nadie que de tanto en tanto almuerza con ella y me la pone bien.
La describe como una mujer que, sepultada por decisión propia su época de reinado en las revistas, prefiere disfrutar de las bondades del hogar.

A mí la Preysler me gusta porque la veo muy fina, muy mona, y me hace gracia que cada vez que tiene que ir a algún sitio no se salga de su papel de estatua.
La veo siempre tan peripuesta y contenida que al llegar a casa la imagino soltándose el pelo y descojonándose de ella misma, preguntándose continuamente por qué alguien como ella tiene enganchada a media humanidad.

Fernán Gómez, palabras mayores............................................................. Luis Alegre

El gran cómico y maestro regresa al primer plano con la reedición de sus memorias.

El actor Fernando Fernán Gómez.

1. Sin padre. Fernando Fernán Gómez nació en 1921 en Lima (Perú), durante una gira de teatro de su madre, Carola
. Fue adorado por su madre y su abuela materna, pero vivió sin padre: el actor Fernando Díaz de Mendoza, hijo de María Guerrero, no le reconoció.
 Un día fue al teatro donde actuaba su padre, pero éste no le saludó y ordenó que ese chico no volviera a aparecer por allí.
 Cada vez que le preguntaban cómo se llamaba su padre le sacaban los colores.
El padre murió en 1942 en un naufragio en el océano Atlántico, a los 45 años.
 Su identidad no se aireó hasta la muerte de Fernán Gómez, el 21 de noviembre de 2007
. Se subrayó que, entonces, era nieto de una de las actrices más ilustres del teatro español. Fernán Gómez no cruzó una sola palabra con su padre, pero, en cambio, mantuvo buena relación con su tío Carlos Díaz de Mendoza, con el que contó como actor en algunas de las películas que dirigió.
2. Fuera de serie. Dejó obras de culto como dramaturgo (Las bicicletas son para el verano), escritor de memorias (El tiempo amarillo), novelista (El vendedor de naranjas), guionista, director de cine (La vida por delante, El mundo sigue, El extraño viaje, El viaje a ninguna parte), teatro (Un enemigo del pueblo) y televisión (Juan Soldado, El pícaro), y por descontado, como intérprete de multitud de personajes desde la década de los cuarenta hasta los primeros años del siglo XXI
. Ese cóctel de exuberancia, versatilidad, resistencia y excelencia marca un techo en la cultura española.
Sin embargo, no se libró de la precariedad y los altibajos
. Por ejemplo, durante más de un año, en los sesenta, no recibió ni una sola propuesta laboral y tuvo que recurrir a los amigos para salir adelante.
 Y, con 85 años, él admitía que si no dejaba de trabajar era, sencillamente, porque no consideraba que tuviera el futuro asegurado.
Fue un gigante de la cultura en un país que siempre la despreció.
3. Amigos y amores. Tenía un poderoso sentido de la amistad y de la lealtad.
 Siempre estaba a punto para ayudar a los amigos en apuros. Cuando a finales de los cuarenta Jardiel Poncela, el primero que confió en su talento, se arruinó, Fernán Gómez fue uno de sus benefactores anónimos.
 Tuvo decenas de amigos íntimos, pero se sentía incapaz de ser amigo de una mujer. Ahora bien, las tres grandes mujeres de su vida han sido de lo mejorcito de nuestro tiempo: María Dolores Pradera, Analía Gadé y Emma Cohen.
4. Libertario. Él sostenía que, así como la historia había demostrado el rotundo fracaso del comunismo y el capitalismo para hacer del mundo un lugar decente, a las ideas libertarias no se les habían concedido demasiadas oportunidades.
5. Bombas verbales. Era genial, también, cuando tomaba la palabra
. Nadie que le conociera ha dudado sobre quién ha sido el conversador más deslumbrante, explosivo, inesperado, incorrecto, excitante, divertido e irresistible
. Te miraba con los ojos azules, disparaba sus bombas verbales y tú sabías que ese tipo sí que era un ser superior.
 Alex de la Iglesia le bautizó como “el puto amo”. Llegó a la vejez en estado de gracia
. Decía lo que se le pasaba por la cabeza, sin filtro, sin importarle el qué dirán, ni las consecuencias de sus palabras.
 En La silla de Fernando David Trueba y yo procuramos capturar algunos destellos de ese milagro. En sus últimos días soltó esta perla:
 “Una de las cosas de las que más me arrepiento es de no haberle dicho a la gente que quería hasta qué punto la quería”.

 

Todo lo que le debemos a la siesta de Patricia Highsmith............................................... Berna González Harbour

La reina del suspense dejó un puñado de consejos básicos e inteligentes que son las tablas de la ley para un escritor.

 

Patricia Highsmith / ricardo martín

Cuenta Patricia Highsmith que una de las herramientas que más le ayudó a escribir fue la siesta.
 En sus primeros tiempos, cuando aún desempeñaba otros trabajos para sobrevivir, dormía al llegar a casa por la tarde y se bañaba al despertar para simular que empezaba un nuevo día, el de verdad, aquel en el que podía hacer lo que soñaba: poner una palabra tras otra para construir historias. Multiplicar cada día por dos fue el sombrero de su magia, del que iba a salir no un conejo, sino el puñado de las mejores novelas de suspense que siguen latiendo con brío décadas después.
“Un sueñecito ahorra tiempo en lugar de malgastarlo”, cuenta como si tal cosa. “Me duermo con el problema y me despierto con la respuesta”.
La divina siesta de Patricia Highsmith no es solo una de las sencillas confesiones que nos regala el libro del que aquí vamos a hablar.
 Es el retrato de que la literatura más sofisticada no está en la sofisticación, en la mirada perdida en busca de musas inexistentes ni en la ensoñación profunda, sino que se puede esconder en los ronquidos.
 Y es muestra del vigor de un libro cargado de lecciones de oficio, de humildad, de cotidianidad y también de fracaso.
 Si yo lo he conocido, nos viene a decir, no tenéis nada que temer. “Esto es lo que hace que la profesión de escritor sea animada y apasionante: la constante posibilidad de fracasar”.
Highsmith buscaba inspiración o desconexión en los episodios y personajes más mundanos, en momentos absurdos como el lavado del coche y nunca en conversaciones con otros escritores, de los que huía como de los celos
. De éstos dice: “Aunque son poderosos no me sirven de nada y a lo más que se parecen es al cáncer, que va devorando sin dar nada”.
Hablemos del libro.
Sus… pense. Cómo se escribe una novela de misterio es al reino de la literatura lo que los mandamientos al reino de Dios.
 Algo así como si a Moisés la zarza le hubiera seguido hablando: ven, vuelve, no te olvides de las otras tablas de la ley.
 Las disfrutaréis.
Destruyó las primeras versiones de Ripley hasta dar con la clave: escribir incómoda, al borde de la silla, como habría hecho él
Publicado por Highsmith en 1983, Círculo de Tiza lo recupera ahora en España con aroma a gran reserva.
 Corto pero de largo aliento, sagaz como sus novelas, práctico como su autora, inteligente y honesto, el libro solo tiene peligro para las escuelas de literatura creativa, que podrían caer fulminadas si los aprendices se dieran cuenta de que en esas 159 páginas está la verdadera lección, y no en las aulas. Es un decir.
La dama del suspense desgrana lecciones como quien explica una receta para la lasaña: tantos gramos de ambiente por aquí, un poco de sal por allá, carga de personajes, la capa de pasta, olor a alcanfor, la bechamel en su punto, el ritmo, el principio, el final y la inyección de matices para hacer de un protagonista un suicida convincente.
 Y al horno.
Pero hay una que centra y eleva el debate a ese lugar donde cada autor puede tiritar antes de posicionarse: cuánto hay de calculado y frío en una obra y cuánto de emocional; cuánto de cabeza y cuánto de corazón; cuánto de ajeno y cuánto de desnudez.
“Las buenas narraciones se hacen solo con las emociones del escritor”, resuelve Highsmith.
 “Aunque un libro de suspense esté totalmente calculado, habrá escenas, descripciones —un perro atropellado, la sensación de que alguien te sigue por una calle oscura— que probablemente el escritor habrá experimentado en persona. El libro es siempre mejor si contiene experiencias como estas, de primera mano, realmente sentidas”.
Todos construimos un caparazón para protegernos de los golpes emocionales y lo vestimos de decoro, corrección, juicio moral, ceguera o indiferencia adquirida, nos cuenta
. ¿Cómo si no ser un granjero entero si coges cariño al animal que debes sacrificar? ¿Cómo ser psicólogo si te pueden contagiar la depresión? ¿O un geriatra efectivo entre ancianos que avanzan hacia la muerte?
 Para ser escritor se necesita, sin embargo, un grosor bastante más ligero en el caparazón: fino como para captar, sentir, comprender y trasladar las emociones, y sin morir en el intento.
 “Los escritores tienen un caparazón protector muy pequeño y durante toda la vida tratan de desprenderse de él, ya que los diversos golpes e impresiones que recibirán son el material que necesitan para crear.
 Esta receptividad es el ideal del artista”. Se llama empatía.
Cuando Highsmith creó a Tom Ripley trabajó durante días estérilmente hasta tirar a la basura las primeras versiones.
 Estaba acomodada en una casa de campo, feliz y relajada, y se dio cuenta de que la placidez de su estado de ánimo se había contagiado a su escritura “flácida”. Y eso no casaba con un Ripley tormentoso y brutal.
 Así que lo destruyó y decidió volver a empezar sentada al borde de la silla, incómoda, en tensión, como se lo imaginaba a él. Así pudo asesinar a Greenleaf y a todos los demás.
“No hay nada de espectacular en el argumento de A pleno sol, pero se hizo popular por su prosa frenética y la insolencia y audacia del propio Ripley
. Me imaginé a mí misma en su piel. Ningún libro me ha resultado tan fácil y a menudo sentí que Ripley lo estaba escribiendo y que lo único que hacía yo era pasarlo a máquina”.
En otra ocasión, hojear un simple libro de recetas y descubrir las instrucciones para matar a una tortuga de forma que resultara más sabrosa bastó para poner en marcha su imaginación.
 Le añadió un niño atormentado y una madre y creó La tortuga de agua dulce, un relato que obtuvo el Premio Mystery Writers of America.
Un verdadero escritor se distingue del falso porque seguiría escribiendo en una isla desierta aunque no hubiera lectores.
Y eso es así porque, en palabras de Highsmith: “Escribir es una forma de organizar la vida. Y la necesidad de hacerlo sigue presente aunque no se tenga público”.
Sus…pense. Cómo se escribe una novela de misterio. Patricia Highsmith. Círculo de Tiza. Madrid, 2015. 175 páginas. 22 euros.

Literatura en 13 mandamientos

Esta es una lista arbitraria de mandamientos de Highsmith.
 A diferencia de los del Reino de Dios, cada lector podrá hacer la suya. Y no es literal.
1. Un secreto para el éxito. No hay fórmulas mágicas ni secretos, salvo la individualidad y la personalidad. Solo al individuo le corresponde expresar lo que le diferencia de los demás. Es “la apertura de espíritu”, pero no es nada místico.
 Es una especie de libertad, de libertad organizada.
2. Objetivo: la diversión. La primera persona a la que deberías complacer es a ti mismo.
 Si eres capaz de divertirte escribiéndolo, divertirás a los editores y a los lectores.
3. Planificación, la justa. Un argumento nunca debe ser rígido ni estar terminado.
Tengo que pensar en mi propio entretenimiento y a mí me gustan las sorpresas. Si sé todo lo que va a pasar, escribirlo no será tan divertido.
Es más importante que los personajes se muevan y tomen decisiones como personas de carne y hueso, que se les dé la oportunidad de deliberar, de elegir, de volverse atrás, de tomar otras decisiones, como en la vida real.
 Los argumentos rígidos, aunque perfectos, pueden hacer que los personajes parezcan autómatas.
4. Así empieza todo. Los gérmenes de una idea pueden ser pequeños o grandes, sencillos o complejos, fragmentarios o completos, quietos o móviles.
Yo los reconozco gracias a cierta excitación que siento enseguida, la misma que produce una sola línea de un poema.
El mundo está lleno de ideas germinales y si no las tienes es por fatiga física o mental. Entonces hay que viajar, pasear, el cerebro exige vacaciones
. A veces nos rodean personas que no nos convienen.
5. Claves para una buena atmósfera. Se consigue poniendo en marcha los cinco sentidos.
6. El diálogo, con moderación. Tres líneas de prosa son suficientes para transmitir lo esencial de una conversación.
El diálogo es dramático y debe usarse con moderación.
7. Sin trucos. Los trucos proporcionan un entretenimiento endeble y no divertirán al lector inteligente. Son ideas ingeniosas que no tienen nada que ver con la literatura.
8. No hablar con escritores. No se me ocurre nada peor o más peligroso que comentar mi trabajo con otro escritor.
 Los escritores nadan unos junto a otros en la misma profundidad, dispuestos a hincar los dientes en el mismo plancton que flota a la deriva. Me llevo mucho mejor con los pintores.
9. Cuidado con el amor. Las personas que nos atraen o de las que estamos enamorados son como una especie de caucho que nos aísla de la chispa de la inspiración.
10. El lugar de las dificultades. Están en la mente del escritor, no en el papel.
11. El dinero. El escritor hará bien en tener otro trabajo.
12. Sin juicios morales. Las personas creativas no hacen juicios morales. Hay tiempo para ello después, en lo que crearán, pero el arte no tiene nada que ver con la moral, los convencionalismos ni los sermones.
13. El arte de escribir. Lo que hace difícil escribir sobre el arte de escribir es la imposibilidad de establecer reglas.
Es decir, y después de todo esto: que nadie se haga ilusiones.