Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

2 mar 2015

Los terribles 50 si eres mujer en Hollywood........................................... Rocío Ayuso

Kristin Scott Thomas es la última actriz que critica la falta de papeles para las veteranas

A pesar de la victoria de Moore en los Oscar y de que Monica Bellucci sea la próxima chica Bond, la industria les sigue cerrando puertas.

 

La actriz Kristin Scott Thomas attends. / CORDON PRESS
La última sátira de David Cronenberg sobre Hollywood, Maps to the Stars (filme que se estrena este mes en España), lo dice claro. En la meca del cine tener 26 años es como tener la menopausia, según bromea la cinta con más razón que un santo. Y tener los 50, “un desastre”, añadió este fin de semana la actriz Kristin Scott Thomas. Sus palabras no son parte de la sátira sino de la realidad. La dama británica no quiere aburrir a nadie con el tema de siempre, con la cantinela de “que las mujeres mayores” no consiguen trabajos en cine. “Pero es la verdad. Es un desastre”, afirmó en una entrevista a la BBC. Y si dice que el tema es aburrido es porque la intérprete de 54 años, candidata al Oscar con El paciente inglés, sabe que no va a cambiar. “Así son las cosas. Lo siento”.
Meryl Streep y Julia Roberts, en un fotograma de la pleícula 'Agosto'. / CORDON PRESS
Mucho se habló hace poco más de un año de que las cosas estaban cambiando, que los 40 de la mujer en Hollywood eran los nuevos 30, incluso los nuevos 20. Sandra Bullock, con los 50 años cumplidos, dominaba la taquilla con Gravity y en los Oscar había una riqueza de papeles para las intérpretes femeninas veteranas que iban de Julia Roberts (47) y Meryl Streep (65) en Agosto, Emma Thompson (55) en Al encuentro de Mr. Banks, o esa otra dama octogenaria como es Judi Dench en Philomena. Incluso la victoria este año de Julianne Moore con Siempre Alice da pie a la esperanza, ganadora de su primera estatuilla como mejor actriz a los 54 años.
 Todo un logro dado que solo nueve de sus predecesoras en esta categoría superaban los 50 en los 86 años de historia de los premios.
Y tres de ellas fueron la misma mujer, Katharine Hepburn.
Pero como recuerda Scott Thomas, “a menos que nuestra esperanza de vida supere los 150” las mujeres por encima de los 50 no son una opción viable en esta industria.
 Ni tan siquiera ya para el papel de madre.
Y no es eso lo único que busca Scott Thomas, aburrida de que siempre le ofrezcan el mismo rol.
 Sus palabras avivan la polémica que levantó meses atrás Russell Crowe cuando dijo que las actrices de 40, 45, 50 se quejan de vicio y su problema es “que quieren seguir interpretando el papel de ingenua”.
Hay actrices increíbles en sus 50 y 60 que no tienen trabajo y que alguien diga algo así es que no va mucho al cine”, le respondió airada en su momento Jessica Chastain. Patricia Arquette coincide con Chastain recordando que es una de las razones por las que, pese a su recién recibida estatuilla como mejor actriz de reparto, su próximo trabajo es la serie de televisión CSI: Cyber.
 Y a eso le llama “suerte” porque son muchas sus compañeras de generación que no tienen trabajo en una industria donde “saber envejecer” parece el eufemismo de una buena cirugía plástica.
Julianne Moore, con su Oscar como mejor actriz por su papel en 'Siempre Alice'. / CORDON PRESS
Como dijo en su día Joan Collins, la discriminación de las actrices por su edad viene de tiempo atrás y el “desastre” ocurre mucho antes de los 50.
 En su experiencia, las intérpretes empiezan a sentir los efectos en cuanto llegan a los 35.
 De ahí que haya mentido tanto en cuestiones de edad.
“Lo malo es que ahora lo puedes mirar en Google”, lamentaba la estrella.
 Eso explica el empeño de Chastain, de 37 años, por no confirmar su edad en público.
 “A mi fácilmente me quedan 15 o 20 años hasta que me llamen viejo”, declaró recientemente John Cusack (48 años) en solidaridad con las actrices.
“En el caso de las mujeres es brutal.
 Las sacan de la película en cuanto pasan los 29”, añadió describiendo algunos filmes actuales como “pornografía infantil” por la diferencia de edad entre el hombre y la mujer.
Eso sí, prefirió no decir títulos.
Si la victoria de Moore en los Oscar o el hecho de que Monica Bellucci, a sus 50 años, sea la próxima chica Bond abre la puerta a la esperanza, la experiencia de otras más veteranas como Eva Marie Saint ofrecen el panorama muy negro.
 A sus 90 años, cuando le preguntaron recientemente eso de por qué no había trabajado más a menudo su respuesta fue tajante:
 “Esto no es Inglaterra”, indicó en referencia a la afluencia de papeles para las británicas Dench o Maggie Smith comparado con el secano de Hollywood.
 “Y como estoy sana, no quiero hacer siempre de alguien que se está muriendo”, añadió.
Patricia Arquette, durante su discurso tras ganar el Oscar en el que reivindicó la igualdad de la mujer. / CORDON PRESS

El secreto que esconden los trajes de las famosas......................................................................Irene Crespo

Una línea de lencería invisible triunfa entre las estrellas cuando visten de gala.

 

Rihanna, en los premios del CFDA. / Cordon Press

El 11-S, Kerry O’Brien trabajaba como vicepresidenta senior en una agencia de relaciones públicas en Manhattan.
“Y vivía en Tribeca”, cuenta por email desde Vermont, donde reside ahora.
“Parte de mi trabajo consistía en ver todo los canales de noticias y me di cuenta de que no podría ver una y otra vez los vídeos de los ataques. Dimití al día siguiente”.
Mientras descubría hacia dónde dirigía su vida, asesoraba a sus tres hermanas y a sus amigas sobre moda.
“Descubrí que todas dedicaban mucho tiempo preparando sus estilismos, incluido accesorios y maquillaje, pero no se preocupaban demasiado por la lencería”
. Para O’Brien, en cambio, la ropa interior correcta era la base de un look perfecto.
 Fue entonces cuando fundó Commando en 2003, la marca de ropa interior invisible sin costuras que es un secreto a voces en las alfombras rojas y en las pasarelas y más ahora que se llevan las transparencias.
Desde que se le ocurrió la idea, O’Brien tardó un año y medio en desarrollar los productos y encontrar el material ideal para conseguir el efecto deseado: una silueta sin marcas.
“Estaba decidida a crear una colección de ropa interior hecha con tejidos técnicos de lujo, sin elásticos, y de corte limpio para un confort e invisibilidad totales”, explica.
En 2005 lanzó Commando y el éxito de su ropa interior sin costuras fue casi instantáneo.
 “Las estilistas de las famosas nos recibieron con los brazos abiertos desde el principio porque no había nada parecido en el mercado”, cuenta.
 “Entendieron instantáneamente la importancia de crear un atuendo sin marcas para sus clientes en la alfombra roja”.
Penélope Cruz. Natalie Portman y Rihanna están entre sus clientas
Cristina Ehrlich, que trabaja con Penélope Cruz o Tina Fey, Erin Walsh, que vistió a Kristen Wiig en los últimos Globos de Oro; o Kate Young, responsable del estilismo de Natalie Portman, son algunas de las estilistas que O’Brien menciona entre las admiradoras de Commando.
“Cuando se trata de ropa interior color carne, siempre elijo Commando”, contaba Mel Ottenbarg, el estilista de Rihanna al New York Times.
 “No se ven incluso cuando el vestido es totalmente transparente”.
 Y la mejor prueba, de hecho, fue la propia Rihanna en los últimos premios de los diseñadores de moda americanos, donde la cantante lució un vestido de Adam Selman que no dejaba nada a la imaginación.
“Por supuesto ver a Rihanna en Commando en los premios del CFDA fue un momento emocionante. Nuestra clientela de famosas ha crecido rápidamente, con Amy Adams, Eva Longoria o Jennifer Lopez, como algunas de nuestras primeras compradoras; pero también ha crecido el número de clientas no famosas”.
Kerry O’Brien, creadora de Commando. / Commando
Gracias al éxito, Commando, que toma el nombre de “ir en plan comando”, la expresión coloquial que implica no llevar ropa interior, ha diversificado y ampliado sus diseños y vende en grandes almacenes como Bergdorf Goodman, Bloomingdale’s o Saks Fifth Avenue, en más de mil tiendas en todo Norteamérica, y online vía Net-a-Porter o Shopbop.
Y, por supuesto, fue clave la presencia de la marca, casi desde su fundación, en la semana de la moda de Nueva York.
“Solemos proveer de lencería y medias a más de 30 diseñadores cada temporada”, asegura O’Brien.
“Al principio, los diseñadores venían a nosotros porque sabían que les proporcionábamos un lienzo invisible para mostrar sus colecciones”, continúa
. Con las pasarelas y las alfombras rojas llenándose de transparencias, y a pesar de que ahora se enfrentan a la competencia de otras marcas con productos similares, como Cosabella o Spanx, Commando se posiciona como algo más que una firma de ropa interior invisible.
 “En las dos últimas temporadas algunas de nuestras colecciones fueron mostradas en los desfiles de Jason Wu, Milly o Mishap Nomo.
 Definitivamente, estamos viviendo un momento de alta costura”.

Aquel campo de concentración tan bonito.....................................................Rosa Montero

A Kafka la vida le angustiaba, pero intentaba por todos sus obsesivos medios prolongarla.

 

De joven, uno habla mucho de la muerte.
 Por ejemplo, en mi generación de rockeros hippiosos todos solíamos decir que moriríamos temprano y que no seguiríamos en este mundo más allá de los 40 años de edad.
 Estas baladronadas nos salían con naturalidad y muy fácilmente porque siendo veinteañero uno considera que los 40 están tan lejos como el fin del mundo, o que incluso es una edad un poco fabulosa que jamás se alcanza.
 De joven tu muerte no existe, y por eso puedes coquetear con ella como si fuera una aventura más de la vida
. Pero enseguida el tiempo empieza a caer sobre tus hombros con efecto de alud, quiero decir que cada vez pesa más, cada vez es más denso, más copioso, una dura, crecedera y congelada bola de tiempo que se precipita sobre ti y te empuja y te aplasta, y antes de que puedas darte cuenta has pasado por la frontera de los 40 años como una exhalación y vas camino del espacio exterior a toda prisa.
Pues bien, desde el momento en que la muerte entra de verdad en escena, desde el instante en que te sabes mortal, nos entran a todos unas ganas de vivir enternecedoras.
 O a casi todos: a veces el dolor físico o psíquico es tal que sólo ansías desaparecer y descansar.
 Pero hoy no vamos a hablar de esos casos, que son en cualquier caso muy minoritarios
. Lo que me maravilla, lo que me asombra, es el hambre de vida que los humanos tenemos
. Aunque nuestra existencia sea gris, penosa, aburrida, difícil, todos queremos continuar un día más en este mundo.
 Lo expresó formidablemente el escritor húngaro Imre Kertész, premio Nobel de Literatura, que fue internado a los 15 años en el campo de exterminio de Auschwitz y que, por lo tanto, tuvo conciencia real de la muerte a una edad mucho más temprana que la media.
 Recordando su adolescencia cruel, escribió: “Pese a la reflexión y al sentido común, no podía ignorar un deseo sordo que se había deslizado dentro de mí, vergonzosamente insensato y sin embargo tan obstinado: yo quería vivir todavía un poco más en aquel bonito campo de concentración
”. Qué frase tan estremecedora y tan veraz: para nuestra ansiedad de seguir siendo, Auschwitz era más dulce que la muerte.
Me he puesto a pensar en todo esto leyendo un pequeño libro que es una joya, un diamante diminuto y exquisito: Kafka con sombrero, de Jesús Marchamalo, con dibujos de Antonio Santos (Nórdica Libros).
 En apenas 30 pequeñas páginas, incluyendo las formidables ilustraciones, Marchamalo se las arregla, no sé cómo, para hacer un hondo, conmovedor y sugerente retrato de Kafka.
 Ya es difícil ser capaz de añadir una mirada original sobre este autor tan biografiado, pero es que además, tras leer esta obrita, te da la sensación de que de alguna manera has llegado a conocer un poco al escritor.
Un delicado aliento de intimidad atraviesa el texto.
La tuberculosis a Kafka torturó a lo largo de siete años hasta matarlo.
 Tuvo tres enamoradas pero no acabó de comprometerse en sus relaciones
Vista desde fuera, la vida de Kafka parece áspera, pobre y atormentada.
 Falleció con 40 años, pasó 15 trabajando como un obsesivo y meticuloso administrativo en una aburridísima empresa de seguros, convivió con sus padres durante mucho tiempo y con sus neuras durante toda su existencia, la tuberculosis le torturó a lo largo de siete años hasta matarlo, tuvo tres enamoradas pero no acabó de comprometerse en sus relaciones y consideraba, según propia declaración, que había algo sucio en el sexo, o, al menos, en su manera de acercarse al sexo; su amigo Brod decía de él que estaba atormentado por sus deseos carnales y que era un asiduo de los burdeles (recientemente algunos estudiosos han sugerido que era un homosexual reprimido, lo mismo que se ha dicho de Fernando Pessoa, con quien Kafka comparte curiosas coincidencias vitales).
Pero el caso es que con 25 años, viviendo con sus padres, desasosegado por las mujeres y pasando todo el día en su tedioso empleo, Kafka, que se había hecho vegetariano, era ya un completo maniático de la salud.
Pese a su aspecto de tirillas, nadaba muchísimo, remaba en el Moldava, hacía gimnasia a diario desnudo frente a la ventana abierta (en la heladora Praga), frecuentaba balnearios y casas de salud y, por último, se hizo seguidor del fletcherismo, “una moda nutricionista que, entre otras cosas, exigía masticar cada bocado 32 veces exactas, ni una más ni una menos”.
Lo de masticar cada bocado 32 veces es lo que me parece más enternecedor; la vida le angustiaba, pero intentaba por todos sus obsesivos medios prolongarla.
 Veo a mi Kafka en la imaginación como esforzado rumiante y me conmuevo; algunos sostienen que quizá se contagiara de la tuberculosis por su costumbre de beber ingentes cantidades de leche sin hervir, otra de sus manías saludables.
 Si esto fue así, sólo demuestra una vez más que, por mucho que corramos, la muerte siempre nos termina atrapando.
 Pero mientras tanto, y aunque la vida apriete y nos escueza, qué emocionantes ganas de seguir, a pesar de todo.
@BrunaHusky
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Un país adanista e idiota......................................................... Javier Marías

Que ahora haya desastres sin cuento, no puede ponerse en el debe de la Transición.

A veces tengo la sensación de que este es un país definitivamente idiota, en la escasa medida en que puede generalizarse, claro.
 Entre las idioteces mayores de los españoles está el narcisismo, que los lleva a querer darse importancia personal, aunque sea como parte de un colectivo.
Rara es la generación que no tiene la imperiosa ambición de sentirse protagonista de “algo”, de un cambio, de una lucha, de una resistencia, de una innovación decisiva, de lo que sea.
 Y eso da pie a lo que se llama adanismo, es decir, según el DRAE, “hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”, o, según el DEA, “tendencia a actuar prescindiendo de lo ya existente o de lo hecho antes por otros”.
 El resultado de esa actitud suele ser que los “originales” descubran sin cesar mediterráneos y por tanto caigan, sin saberlo, en lo más antiguo y aun decrépito.
 Presentan como “hallazgos” ideas, propuestas, políticas, formas artísticas mil veces probadas o experimentadas y a menudo arrumbadas por inservibles o nocivas o arcaicas.
Pero como el adanista ha hecho todo lo posible por no enterarse, por desconocer cuanto ha habido antes de su trascendental “advenimiento” –por ser un ignorante, en suma, y a mucha honra–, se pasa la vida creyendo que “inaugura” todo: aburriendo a los de más edad y deslumbrando a los más idiotas e ignaros de la suya.
Los adanistas menos puros, los que encajan mejor en la segunda definición que en la primera, se ven en la obligación de echar un vistazo atrás para desmerecer el pasado reciente, para desprestigiarlo en su conjunto, para considerarlo enteramente inútil y equivocado.
Han de demolerlo y declararlo nulo y dañino para así subrayar que “lo bueno” empieza ahora, con ellos y sólo con ellos.
 Es una de las modalidades de vanidad más radicales: antes de que llegáramos nosotros al mundo, todos vivieron en el error, sobre todo los más cercanos, los inmediatamente anteriores.
 “Mañana nos pertenece”, como cantaba aquel himno nazi que popularizó en su día la película Cabaret, y todo ayer es injusto, desdichado, erróneo, perjudicial y nefasto.
 Si eso fuera cierto e incontrovertible, tal vez no haría falta aplicarse a su destrucción.
Tenemos aquí un precedente ilustrativo: tras casi cuarenta años de dictadura franquista, pocos fueron los que no estuvieron de acuerdo en la maldad, vulgaridad y esterilidad de ese periodo, y los que no lo estuvieron se convencieron pronto, sinceramente o por conveniencia (evolucionaron o se cambiaron de chaqueta aprisa y corriendo).
 El adanismo no careció ahí de sentido, aunque no fue tal propiamente, dado que, como tantas veces se ha dicho con razón, la sociedad española había “matado” a Franco en todos los ámbitos bastante antes de que éste muriera en su cama, aplastado no sé si por el manto del Pilar o por el brazo incorrupto de Santa Teresa.
Entre las idioteces mayores de los españoles está el narcisismo, que los lleva a querer darse importancia personal
Lo sorprendente y llamativo –lo idiota– es que ahora se pretenda ­llevar a cabo una operación semejante con la llamada Transición y cuanto ha venido a raíz de ella.
 Los idiotas de Podemos –con esto no quiero decir que sean idiotas todos los de ese partido, sino que en él abundan idiotas que sostienen lo que a continuación expongo– han dado en denominarlo “régimen” malintencionadamente, puesto que ese término se asoció siempre al franquismo.
 Es decir, intentan equiparar a éste con el periodo democrático, el de mayores libertades (y prosperidad, todo sumado) de la larguísima y entera historia de España.
 La gente más crítica y enemiga de la Transición nació acabado el franquismo y no tiene ni idea de lo que es vivir bajo una dictadura.
 Ha gozado de derechos y libertades desde el primer día, de lo que con anterioridad a este “régimen” estaba prohibido y no existía: de expresión y opinión sin trabas, de partidos políticos y elecciones, de Europa, de un Ejército despolitizado y jueces no títeres, de divorcio y matrimonio gay, de mayoría de edad a los dieciocho y no a los veintiuno (o aún más tarde para las mujeres), de pleno uso de las lenguas catalana, gallega y vasca, de amplia autonomía para cada territorio en vez de un brutal centralismo…
Nada de eso es incontrovertiblemente malo, como se empeñan en sostener los idiotas.
Yo diría que, por el contrario, es bueno innegablemente.
 Que ahora, treinta y muchos años después de la Constitución que dio origen al periodo, haya desastres sin cuento, corrupción exagerada y multitud de injusticias sociales, políticos mediocres cuando no funestos, todo eso no puede ponerse en el debe de la Transición, sino de sus herederos ya lejanos, entre los cuales está esa misma gente que carga contra ella sin pausa.
“Es que yo no voté la Constitución”, dicen estos individuos en el colmo del narcisismo, como si algún estadounidense vivo hubiera aprobado la de su país, o algún británico su Parlamento
. Es como si los españoles actuales protestaran porque no se les consultó la expulsión de los judíos en 1492, o la de los jesuitas en 1767, o la expedición de Colón a las Indias.
Tengo para mí que no hay nada más peligroso que el afán de protagonismo, y el de los españoles de hoy es desmesurado


. Ni más idiota, no hace falta insistir en ello.
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