Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 mar 2015

El secreto que esconden los trajes de las famosas......................................................................Irene Crespo

Una línea de lencería invisible triunfa entre las estrellas cuando visten de gala.

 

Rihanna, en los premios del CFDA. / Cordon Press

El 11-S, Kerry O’Brien trabajaba como vicepresidenta senior en una agencia de relaciones públicas en Manhattan.
“Y vivía en Tribeca”, cuenta por email desde Vermont, donde reside ahora.
“Parte de mi trabajo consistía en ver todo los canales de noticias y me di cuenta de que no podría ver una y otra vez los vídeos de los ataques. Dimití al día siguiente”.
Mientras descubría hacia dónde dirigía su vida, asesoraba a sus tres hermanas y a sus amigas sobre moda.
“Descubrí que todas dedicaban mucho tiempo preparando sus estilismos, incluido accesorios y maquillaje, pero no se preocupaban demasiado por la lencería”
. Para O’Brien, en cambio, la ropa interior correcta era la base de un look perfecto.
 Fue entonces cuando fundó Commando en 2003, la marca de ropa interior invisible sin costuras que es un secreto a voces en las alfombras rojas y en las pasarelas y más ahora que se llevan las transparencias.
Desde que se le ocurrió la idea, O’Brien tardó un año y medio en desarrollar los productos y encontrar el material ideal para conseguir el efecto deseado: una silueta sin marcas.
“Estaba decidida a crear una colección de ropa interior hecha con tejidos técnicos de lujo, sin elásticos, y de corte limpio para un confort e invisibilidad totales”, explica.
En 2005 lanzó Commando y el éxito de su ropa interior sin costuras fue casi instantáneo.
 “Las estilistas de las famosas nos recibieron con los brazos abiertos desde el principio porque no había nada parecido en el mercado”, cuenta.
 “Entendieron instantáneamente la importancia de crear un atuendo sin marcas para sus clientes en la alfombra roja”.
Penélope Cruz. Natalie Portman y Rihanna están entre sus clientas
Cristina Ehrlich, que trabaja con Penélope Cruz o Tina Fey, Erin Walsh, que vistió a Kristen Wiig en los últimos Globos de Oro; o Kate Young, responsable del estilismo de Natalie Portman, son algunas de las estilistas que O’Brien menciona entre las admiradoras de Commando.
“Cuando se trata de ropa interior color carne, siempre elijo Commando”, contaba Mel Ottenbarg, el estilista de Rihanna al New York Times.
 “No se ven incluso cuando el vestido es totalmente transparente”.
 Y la mejor prueba, de hecho, fue la propia Rihanna en los últimos premios de los diseñadores de moda americanos, donde la cantante lució un vestido de Adam Selman que no dejaba nada a la imaginación.
“Por supuesto ver a Rihanna en Commando en los premios del CFDA fue un momento emocionante. Nuestra clientela de famosas ha crecido rápidamente, con Amy Adams, Eva Longoria o Jennifer Lopez, como algunas de nuestras primeras compradoras; pero también ha crecido el número de clientas no famosas”.
Kerry O’Brien, creadora de Commando. / Commando
Gracias al éxito, Commando, que toma el nombre de “ir en plan comando”, la expresión coloquial que implica no llevar ropa interior, ha diversificado y ampliado sus diseños y vende en grandes almacenes como Bergdorf Goodman, Bloomingdale’s o Saks Fifth Avenue, en más de mil tiendas en todo Norteamérica, y online vía Net-a-Porter o Shopbop.
Y, por supuesto, fue clave la presencia de la marca, casi desde su fundación, en la semana de la moda de Nueva York.
“Solemos proveer de lencería y medias a más de 30 diseñadores cada temporada”, asegura O’Brien.
“Al principio, los diseñadores venían a nosotros porque sabían que les proporcionábamos un lienzo invisible para mostrar sus colecciones”, continúa
. Con las pasarelas y las alfombras rojas llenándose de transparencias, y a pesar de que ahora se enfrentan a la competencia de otras marcas con productos similares, como Cosabella o Spanx, Commando se posiciona como algo más que una firma de ropa interior invisible.
 “En las dos últimas temporadas algunas de nuestras colecciones fueron mostradas en los desfiles de Jason Wu, Milly o Mishap Nomo.
 Definitivamente, estamos viviendo un momento de alta costura”.

Aquel campo de concentración tan bonito.....................................................Rosa Montero

A Kafka la vida le angustiaba, pero intentaba por todos sus obsesivos medios prolongarla.

 

De joven, uno habla mucho de la muerte.
 Por ejemplo, en mi generación de rockeros hippiosos todos solíamos decir que moriríamos temprano y que no seguiríamos en este mundo más allá de los 40 años de edad.
 Estas baladronadas nos salían con naturalidad y muy fácilmente porque siendo veinteañero uno considera que los 40 están tan lejos como el fin del mundo, o que incluso es una edad un poco fabulosa que jamás se alcanza.
 De joven tu muerte no existe, y por eso puedes coquetear con ella como si fuera una aventura más de la vida
. Pero enseguida el tiempo empieza a caer sobre tus hombros con efecto de alud, quiero decir que cada vez pesa más, cada vez es más denso, más copioso, una dura, crecedera y congelada bola de tiempo que se precipita sobre ti y te empuja y te aplasta, y antes de que puedas darte cuenta has pasado por la frontera de los 40 años como una exhalación y vas camino del espacio exterior a toda prisa.
Pues bien, desde el momento en que la muerte entra de verdad en escena, desde el instante en que te sabes mortal, nos entran a todos unas ganas de vivir enternecedoras.
 O a casi todos: a veces el dolor físico o psíquico es tal que sólo ansías desaparecer y descansar.
 Pero hoy no vamos a hablar de esos casos, que son en cualquier caso muy minoritarios
. Lo que me maravilla, lo que me asombra, es el hambre de vida que los humanos tenemos
. Aunque nuestra existencia sea gris, penosa, aburrida, difícil, todos queremos continuar un día más en este mundo.
 Lo expresó formidablemente el escritor húngaro Imre Kertész, premio Nobel de Literatura, que fue internado a los 15 años en el campo de exterminio de Auschwitz y que, por lo tanto, tuvo conciencia real de la muerte a una edad mucho más temprana que la media.
 Recordando su adolescencia cruel, escribió: “Pese a la reflexión y al sentido común, no podía ignorar un deseo sordo que se había deslizado dentro de mí, vergonzosamente insensato y sin embargo tan obstinado: yo quería vivir todavía un poco más en aquel bonito campo de concentración
”. Qué frase tan estremecedora y tan veraz: para nuestra ansiedad de seguir siendo, Auschwitz era más dulce que la muerte.
Me he puesto a pensar en todo esto leyendo un pequeño libro que es una joya, un diamante diminuto y exquisito: Kafka con sombrero, de Jesús Marchamalo, con dibujos de Antonio Santos (Nórdica Libros).
 En apenas 30 pequeñas páginas, incluyendo las formidables ilustraciones, Marchamalo se las arregla, no sé cómo, para hacer un hondo, conmovedor y sugerente retrato de Kafka.
 Ya es difícil ser capaz de añadir una mirada original sobre este autor tan biografiado, pero es que además, tras leer esta obrita, te da la sensación de que de alguna manera has llegado a conocer un poco al escritor.
Un delicado aliento de intimidad atraviesa el texto.
La tuberculosis a Kafka torturó a lo largo de siete años hasta matarlo.
 Tuvo tres enamoradas pero no acabó de comprometerse en sus relaciones
Vista desde fuera, la vida de Kafka parece áspera, pobre y atormentada.
 Falleció con 40 años, pasó 15 trabajando como un obsesivo y meticuloso administrativo en una aburridísima empresa de seguros, convivió con sus padres durante mucho tiempo y con sus neuras durante toda su existencia, la tuberculosis le torturó a lo largo de siete años hasta matarlo, tuvo tres enamoradas pero no acabó de comprometerse en sus relaciones y consideraba, según propia declaración, que había algo sucio en el sexo, o, al menos, en su manera de acercarse al sexo; su amigo Brod decía de él que estaba atormentado por sus deseos carnales y que era un asiduo de los burdeles (recientemente algunos estudiosos han sugerido que era un homosexual reprimido, lo mismo que se ha dicho de Fernando Pessoa, con quien Kafka comparte curiosas coincidencias vitales).
Pero el caso es que con 25 años, viviendo con sus padres, desasosegado por las mujeres y pasando todo el día en su tedioso empleo, Kafka, que se había hecho vegetariano, era ya un completo maniático de la salud.
Pese a su aspecto de tirillas, nadaba muchísimo, remaba en el Moldava, hacía gimnasia a diario desnudo frente a la ventana abierta (en la heladora Praga), frecuentaba balnearios y casas de salud y, por último, se hizo seguidor del fletcherismo, “una moda nutricionista que, entre otras cosas, exigía masticar cada bocado 32 veces exactas, ni una más ni una menos”.
Lo de masticar cada bocado 32 veces es lo que me parece más enternecedor; la vida le angustiaba, pero intentaba por todos sus obsesivos medios prolongarla.
 Veo a mi Kafka en la imaginación como esforzado rumiante y me conmuevo; algunos sostienen que quizá se contagiara de la tuberculosis por su costumbre de beber ingentes cantidades de leche sin hervir, otra de sus manías saludables.
 Si esto fue así, sólo demuestra una vez más que, por mucho que corramos, la muerte siempre nos termina atrapando.
 Pero mientras tanto, y aunque la vida apriete y nos escueza, qué emocionantes ganas de seguir, a pesar de todo.
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
www.rosa-montero.com

Un país adanista e idiota......................................................... Javier Marías

Que ahora haya desastres sin cuento, no puede ponerse en el debe de la Transición.

A veces tengo la sensación de que este es un país definitivamente idiota, en la escasa medida en que puede generalizarse, claro.
 Entre las idioteces mayores de los españoles está el narcisismo, que los lleva a querer darse importancia personal, aunque sea como parte de un colectivo.
Rara es la generación que no tiene la imperiosa ambición de sentirse protagonista de “algo”, de un cambio, de una lucha, de una resistencia, de una innovación decisiva, de lo que sea.
 Y eso da pie a lo que se llama adanismo, es decir, según el DRAE, “hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”, o, según el DEA, “tendencia a actuar prescindiendo de lo ya existente o de lo hecho antes por otros”.
 El resultado de esa actitud suele ser que los “originales” descubran sin cesar mediterráneos y por tanto caigan, sin saberlo, en lo más antiguo y aun decrépito.
 Presentan como “hallazgos” ideas, propuestas, políticas, formas artísticas mil veces probadas o experimentadas y a menudo arrumbadas por inservibles o nocivas o arcaicas.
Pero como el adanista ha hecho todo lo posible por no enterarse, por desconocer cuanto ha habido antes de su trascendental “advenimiento” –por ser un ignorante, en suma, y a mucha honra–, se pasa la vida creyendo que “inaugura” todo: aburriendo a los de más edad y deslumbrando a los más idiotas e ignaros de la suya.
Los adanistas menos puros, los que encajan mejor en la segunda definición que en la primera, se ven en la obligación de echar un vistazo atrás para desmerecer el pasado reciente, para desprestigiarlo en su conjunto, para considerarlo enteramente inútil y equivocado.
Han de demolerlo y declararlo nulo y dañino para así subrayar que “lo bueno” empieza ahora, con ellos y sólo con ellos.
 Es una de las modalidades de vanidad más radicales: antes de que llegáramos nosotros al mundo, todos vivieron en el error, sobre todo los más cercanos, los inmediatamente anteriores.
 “Mañana nos pertenece”, como cantaba aquel himno nazi que popularizó en su día la película Cabaret, y todo ayer es injusto, desdichado, erróneo, perjudicial y nefasto.
 Si eso fuera cierto e incontrovertible, tal vez no haría falta aplicarse a su destrucción.
Tenemos aquí un precedente ilustrativo: tras casi cuarenta años de dictadura franquista, pocos fueron los que no estuvieron de acuerdo en la maldad, vulgaridad y esterilidad de ese periodo, y los que no lo estuvieron se convencieron pronto, sinceramente o por conveniencia (evolucionaron o se cambiaron de chaqueta aprisa y corriendo).
 El adanismo no careció ahí de sentido, aunque no fue tal propiamente, dado que, como tantas veces se ha dicho con razón, la sociedad española había “matado” a Franco en todos los ámbitos bastante antes de que éste muriera en su cama, aplastado no sé si por el manto del Pilar o por el brazo incorrupto de Santa Teresa.
Entre las idioteces mayores de los españoles está el narcisismo, que los lleva a querer darse importancia personal
Lo sorprendente y llamativo –lo idiota– es que ahora se pretenda ­llevar a cabo una operación semejante con la llamada Transición y cuanto ha venido a raíz de ella.
 Los idiotas de Podemos –con esto no quiero decir que sean idiotas todos los de ese partido, sino que en él abundan idiotas que sostienen lo que a continuación expongo– han dado en denominarlo “régimen” malintencionadamente, puesto que ese término se asoció siempre al franquismo.
 Es decir, intentan equiparar a éste con el periodo democrático, el de mayores libertades (y prosperidad, todo sumado) de la larguísima y entera historia de España.
 La gente más crítica y enemiga de la Transición nació acabado el franquismo y no tiene ni idea de lo que es vivir bajo una dictadura.
 Ha gozado de derechos y libertades desde el primer día, de lo que con anterioridad a este “régimen” estaba prohibido y no existía: de expresión y opinión sin trabas, de partidos políticos y elecciones, de Europa, de un Ejército despolitizado y jueces no títeres, de divorcio y matrimonio gay, de mayoría de edad a los dieciocho y no a los veintiuno (o aún más tarde para las mujeres), de pleno uso de las lenguas catalana, gallega y vasca, de amplia autonomía para cada territorio en vez de un brutal centralismo…
Nada de eso es incontrovertiblemente malo, como se empeñan en sostener los idiotas.
Yo diría que, por el contrario, es bueno innegablemente.
 Que ahora, treinta y muchos años después de la Constitución que dio origen al periodo, haya desastres sin cuento, corrupción exagerada y multitud de injusticias sociales, políticos mediocres cuando no funestos, todo eso no puede ponerse en el debe de la Transición, sino de sus herederos ya lejanos, entre los cuales está esa misma gente que carga contra ella sin pausa.
“Es que yo no voté la Constitución”, dicen estos individuos en el colmo del narcisismo, como si algún estadounidense vivo hubiera aprobado la de su país, o algún británico su Parlamento
. Es como si los españoles actuales protestaran porque no se les consultó la expulsión de los judíos en 1492, o la de los jesuitas en 1767, o la expedición de Colón a las Indias.
Tengo para mí que no hay nada más peligroso que el afán de protagonismo, y el de los españoles de hoy es desmesurado


. Ni más idiota, no hace falta insistir en ello.
elpaissemanal@elpais.es

 

1 mar 2015

Crítica de Ex Machina, ciencia-ficción de calado................................................Raquel Hernánde..

CRÍTICA DE: Ex Machina - DIRIGIDA POR: Alex Garland - PROTAGONIZADA POR: Alicia Vikander, Domhnall Gleeson, Oscar Isaac, Corey Johnson, Deborah Rosan, Evie Wray, Chelsea Li, Sonoya Mizuno, Elina Alminas y Ramzan Miah.

ARGUMENTO: Un programador multimillonario contrata a Caleb, un joven empleado, para que pase una semana en un lugar remoto con el objetivo de que participe en un test en el que estará involucrada su última creación: un robot dotado de inteligencia artificial.

Elegante, sobria, profunda e inquietante. Buenísimos calificativos para el debut de Alex Garland, responsable de los libretos de 28 días después y Dredd (y de la futura Halo), que se estrena en la dirección con Ex Machina, una cinta protagonizada por Oscar Isaac, Domnhall Gleeson y Alicia Vikander.

Se trata de un intenso thriller psicológico que cuenta la historia de Caleb, un programador de 24 años que trabaja en una de las mayores empresas de Internet del mundo. 
Un día gana un concurso cuyo premio es una semana de vacaciones en la mansión privada del presidente ejecutivo de la compañía, un excéntrico demiurgo que vive alejado de la civilización en una suerte de laboratorio-búnker semifrankensteiniano en el que ha alumbrado el que parece ser el siguiente paso evolutivo.
Alicia Vikander como AVA en Ex Machina

Cuando Caleb llega a la estupenda casa en medio de la nada, descubre que deberá participar en un experimento tan extraño como fascinante en el que interactuará con la primera inteligencia artificial auténtica del mundo que habita en el cuerpo de una preciosa mujer-robot.

Ex Machina continúa la tendencia del cine actual de ciencia-ficción a indagar en las relaciones de los humanos con entes de inteligencia artificial como es el caso de TranscendenceHer o Autómata y lo hace desde la premisa de un test de Turing muy particular: ¿podrá Caleb demostrar que ese ser creado por por el hombre ha conseguido desarrollar conciencia de sí mismo?


Uno de los robots de Ex Machina

Es curioso que precisamente de forma transversal Ex Machina establezca un diálogo con The Imitation Game, la película basada en la vida de Alan Turing en la que se narra cómo el famoso programador ideó una prueba para distinguir una máquina de un ser humano.
 Por supuesto, Caleb se enfrenta a un enorme problema y es que de hecho sabe de antemano que se enfrentará a un robot, de modo que deberá tener cuidado con las apariencias para poder diagnosticar las capacidades de la máquina.

No solo el guión de Alex Garland es absorbente y brillante (si analizáramos sus resonancias literarias, artísiticas y filosóficas necesitaríamos mucho más tiempo), sino que además la puesta en escena de la película impresiona por su efectividad: desde los espacios abiertos hasta la artificiosa claustrofobia del lugar en el que se desenvuelve la mayor parte del metraje: ese lugar diáfano cuajado de cámaras y espejos en el que nada es lo que parece ser.

Alicia Vikander como AVA

La sexualidad es otra de las ideas mejor fundamentadas de la película: desde el nombre de la ginoide (androide de apariencia femenina), AVA (con resonancias de la variante en inglés de "Eve" o Eva, la primera mujer en el relato bíblico), hasta la propia concepción de la identidad sexual como parte inalienable de la humanidad que destila la creación de una conciencia autónoma.

Pero ¿qué es exactamente lo que nos hace humanos? ¿Romper la barrera de la creación nos convierte en dioses? ¿Es posible crear un ser de materia inerte e imbuirle la capacidad de razonar y de ser consciente de sí mismo? El desarrollo de la película es tan interesante y abre tantos debates que me atrevo a deciros que éste es uno de los títulos imprescindibles del género. Ex Machina eso sí, decepcionará a quienes busquen acción o no tengan la capacidad de seguir los diálogos que casi exigen un segundo visionado.
Lo mejor
El diseño de la ginoide y la intrepretación de la enigmática Alicia Vikander
Lo peor
El mal rollo que da plantearse que la IA pueda superar con creces al hombre..
 
No hay nada más humano que el deseo de sobrevivir .