Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

28 feb 2015

Luis Miguel, el eclipse de El Sol......................................................................... Verónica Calderón

La última gira del cantante mexicano más exitoso en los últimos 30 años ha estado rodeada por críticas y polémica

Le acusaron de estar fuera de forma pero sus fans le perdonan.

El cantante Luis Miguel, en una de sus últimas actuaciones. / REUTERS
Ha vendido más de 100 millones de discos, ha sido el cantante latino mejor pagado en Las Vegas, el segundo premio en el festival de San Remo en 1985, ha vencido a El Monstruo —la exigente audiencia que asiste al festival de Viña del Mar en Chile—, ha llenado el Madison Square Garden y agotado las entradas durante 25 fechas consecutivas en el Auditorio Nacional, uno de los principales foros de México.
 Nadie ha superado su récord
. Es Luis Miguel, el cantante mexicano más exitoso de los últimos 30 años.
 Le dicen El Sol y es casi imposible verlo de frente. Evita a los medios como a la peste, no da entrevistas, no sale en televisión desde hace 10 años. Solo brilla en un sitio: el escenario.
 A su alrededor, el humo: flashes, misterios y rumores.
Es jueves en la Ciudad de México y un nutrido grupo de vendedores ambulantes espera en la explanada del Auditorio Nacional. Luis Miguel se presenta esta noche.
 “Nadie vende como él”, asegura Claudia, de unos 40 años, que se apuesta a la entrada rodeada de camisetas, vasos tequileros, tarros de cerveza, tazas, bolígrafos, llaveros, pendientes, pulseras.
 Hay expectación por el concierto.
Las primeras fechas de este año de la gira Dèjá vu en México, un ambicioso tour de 219 fechas que tiene programado recorrer 33 ciudades y cinco países, han sido accidentadas.
 El cantante apareció con unos kilos de más y le acusaron de estar fuera de forma, de que su espectáculo no ofrece nada nuevo y que incluso el cartel, que muestra su perfil derecho como la mayoría de sus imágenes oficiales, es de una fotografía de hace 10 años
. Las redes sociales se mofaron de él hasta el cansancio. El Sol se convirtió en un meme.
El cartel de su gira, en el que aparece muy rejuvenecido.
Antes, el 9 de febrero, suspendió en Mérida (Yucatán).
Un portavoz de la organización aseguró que había “bebido” y él respondió que todo se debió a problemas “técnicos de su avión”.
La reacción contrasta con el halo de misterio que acompañó al cantante por muchos años.
 “Siempre había un respeto hacia Luis Miguel, incluso entre los medios.
 La broma era recurrente.
¿Qué entrevista te falta? Luis Miguel”, recuerda la periodista Martha Figueroa, autora de la biografía Micky, un tributo diferente (Aguilar, 2010) y quien ha seguido al cantante desde hace más de 25 años. Eso sí, aclara que para el intérprete sus actuaciones son su vida.
“Hay muy pocas cosas que le importan a Luis Miguel y una de ellas es actuar en un escenario”. Figueroa reconoce que El Sol no brilla como antes.
“Y eso que tiene un potencial tremendo. Es imponente y ahora canta mejor que hace 15 años. Podría hacer cosas tremendas”. ¿Qué es lo que ha pasado? “Se ha negado a cambiar con los tiempos
. Si la gente le dice que evolucione, él se lo toma a mal.
No tiene a alguien que le guíe para cambiar acorde con los tiempos”.
Es padre de tres hijos con los que casi no tiene relación. 
Le acusaron de no ocuparse de su manutención
La figura de Luis Miguel trasciende la música.
Para generaciones de mexicanos (a su favor y en su contra) representa la imagen de un estatus social: “El chavo fresa [pijo] por antonomasia”, cita la crítica cultural Concepción Moreno.
 “El Chingón de El Laberinto de la Soledad”, uno de los perfiles del mexicano que describe Octavio Paz.
El triunfador.
 El que tiene un séquito de sirvientes, el deseo de las mujeres más guapas, la mejor mesa en el restaurante, la suite más lujosa del hotel
. La vida le sonríe y él le sonríe de vuelta
. A eso hay que sumarle su inocultable sentimiento patriótico. “Como un buen sarape de Saltillo / Como bienvenida en Veracruz / Con la emoción de un beso frente a frente / Así se lleva México en la piel”, entona en una canción.
Y su origen es el de un inmigrante: nació en Puerto Rico en 1970, hijo de un gaditano y una italiana. Su padre, Luisito Rey, era un cantante de carrera malograda, que dejó cuando depositó sus sueños en su hijo.
 Luis Miguel debutó siendo apenas un niño, en 1981, con solo 12 años. Cantó La Malagueña.
Dicen que Rey, cuyo verdadero apellido era Gallego, le ponía como ejemplo a Elvis Presley para sus actuaciones.
 Su padre manejó su carrera hasta que él tuvo 19, cuando Luis Miguel decidió tomar vuelo por su cuenta y ocurrió una amarga separación
. Su madre, Marcella Basteri, desapareció en 1986. Luis Miguel y sus dos hermanos —Alejandro y Sergio, los dos menores— han mantenido un hermético silencio al respecto.
Es padre de tres hijos. Michelle Salas, que concibió con Stephanie Salas (nieta de la actriz Silvia Pinal), en 1989, una paternidad que no reconoció hasta 2008
. Los dos menores son Miguel, de ocho años, y Daniel, de seis, de su relación con la actriz Aracely Arámbula, de la que se separó en 2009.
 Arámbula demandó en 2012 al cantante por el impago de la manutención de sus hijos
. La pareja llegó a un acuerdo fuera de los tribunales, pero la actriz ha declarado que Luis Miguel rara vez convive con los niños, que llevan el apellido Basteri, el de la desaparecida madre del cantante.
Pero en el escenario, explica Figueroa, sus admiradoras “le perdonan todo”.
 Los escándalos, la lejanía, las dudas sobre si es un buen padre. Luis Miguel se dirige a sus admiradoras y ellas responden con un grito, al unísono.
 El último concierto termina. Las fans suben fotos y vídeos de El Sol, con El Sol, cantando las canciones de El Sol. Moreno escribe: “Luis Miguel es, como el fútbol, una de las pocas cosas que igualan a todos los mexicanos”.
 Un intérprete al que han comparado con Julio Iglesias, con Frank Sinatra. Y con Elvis.. Eso pensé yo, cuando su físico cambió me acordé de Elvis, el murió de tanta droga que tomaba y le hizo engordar dejando una secuela tremenda entre sus miles de seguidores.....Deforme, sin cantar ya , no era el mismo, no, fue el mostruo que se destruyó a sí mismo.

 

El impenetrable clan McCartney..................................................................... Brenda Otero

Paul ejerce de líder de una empresa familiar en la que se comparten contactos y reparten trabajos

Mary triunfa como fotógrafa, Stella con sus diseños y solo James se dedica a la música.

 Está por ver cómo encajará la hermana menor, hija de Heather Mills.

 

Paul McCartney, en primera fila en la pasarela de su hija Stella. / PATRICK KOVARIK (AFP)
Todas las familias felices se parecen entre sí, escribió León Tolstoi en la repetidísima primera frase de Ana Karenina
. Todas menos los McCartney.
 Un clan feliz pero sin duda fuera de lo común, empezando por el hecho de que no hay muchas familias que cuenten con un exBeatle como patriarca. Además, en el reducido y enrarecido mundo de los linajes célebres, no es habitual que los hijos se liberen de la losa de su famoso apellido (o sepan utilizarlo con habilidad) para labrarse una sólida reputación, es el caso de Stella McCartney, de 43 años, y su reconocida faceta de diseñadora.
 Este es un clan tan unido como impenetrable, que demuestra incluso en ocasiones una forzada normalidad.
 El clan McCartney lo componen los tres hijos del cantante británico con su fallecida esposa Linda —Mary, Stella y James—, además de la poco mediática Heather, hija de Linda de una relación anterior que fue adoptada por Paul. Beatrice, de 11 años, es la menor, fruto del matrimonio —de solo cuatro años— del intérprete con la exmodelo Heather Mills, y aún está por ver cómo encajará en la dinámica de sus hermanos mayores.
A sus 72 años, Paul McCartney no es un tipo que se fije demasiado en la moda, ni siquiera se caracteriza por vestir con particular cuidado
. Sin embargo, es uno de los habituales de la primera fila de los desfiles de París.
 Aparece por allí para mostrar su apoyo a su hija Stella, diseñadora de la firma que lleva su propio nombre.
También acude a las presentaciones organizadas por su yerno, Alasdhair Willis, como director creativo de Hunter, la marca de botas de agua. El beatle tampoco tiene especial interés por alternar en fiestas de artistas.
Pero si su primogénita Mary, fotógrafa de profesión, presenta un libro o inaugura una exposición allí estará sin falta sir Paul, del brazo de su tercera esposa Nancy sonriendo y mostrando su repertorio de muecas a los fotógrafos.
Más allá de acompañar cual madre de folclórica, McCartney ejerce como el cabeza de un clan que funciona como una empresa familiar en la que se comparten contactos y reparten trabajos.
 En sus relaciones, aunque estrechas, está muy presente lo profesional. Mary es la encargada de la división de fotografía de MPL Q1ZCommunications, el conglomerado que reúne los intereses comerciales de Macca y que gestiona los derechos de música compuesta por McCartney y otros artistas
. La fotógrafa también ha realizado campañas de publicidad para su hermana Stella. La diseñadora a su vez confeccionó el vestuario del ballet con música compuesta por Paul, Ocean’s Kingdom, que fue representado por el New York City Ballet —y fue despedazado por la crítica—. James, el varón y el único que se dedica a la música, y Paul tocan instrumentos en sus respectivos discos en solitario. Y así podríamos seguir llenando párrafos con esta red de colaboraciones y proyectos conjuntos.
Paul McCartney con sus hijas Mary y Stella. / Dave M. Benett (Getty Images )
Tom Doyle es un periodista musical escocés que entrevistó a Paul McCartney en 2006, justo antes de su millonario divorcio de Heather Mills. McCartney, animado por el sentido del humor de Doyle, accedió a que no se quedara en un solo encuentro y a seguir conversando con el periodista.
 Estas charlas resultaron en el libro Man on the run: Paul McCartney in the 70s que se centra en las horas más bajas del artista, cuando los Beatles se habían desintegrado y nadie lo sabía.
 “Paul había perdido el mejor trabajo del mundo. Se había recluido en una granja de Escocia, no conseguía levantarse por las mañanas y estaba deprimido.
Fue Linda la que lo sacó de la cama, gracias a ella volvió a hacer música”.
 Llevaban casados apenas seis meses.
Linda ejerció una influencia positiva desde el principio y sentó los cimientos de la dinámica familiar. Fue un pilar y un elemento normalizador en la desquiciada vida de los miembros de un grupo que creía ser más famoso que Jesucristo.
 Ella contribuyó a que los niños estudiaran en un colegio público y se criasen en el ambiente bucólico de una granja ecológica, con ovejas, caballos y un huerto, del condado inglés de Sussex
. Casi 17 años después de su muerte por cáncer de mama, sigue muy presente, tanto que James ha tardado años en superar su ausencia, que desencadenó una adicción a las drogas ya superada.
Los hermanos continúan siendo vegetarianos en honor a su madre, que les transmitió su amor por los animales. Paul, Mary y Stella además promocionan la iniciativa Meat Free Mondays para fomentar una dieta menos carnívora.
 El estilo natural y excéntrico de Linda aparece a menudo en detalles de las colecciones de Stella, y transmitió su pasión por la fotografía a Mary.
“A Linda la trataron con mucha dureza por haberse casado con Paul, pero era una mujer muy fuerte”, explica Doyle por teléfono. “Sus hijos han heredado esa fortaleza”.
Imagen de Paul McCartney junto a su esposa Linda y sus hijos en abril de 1976. / David Montgomery (Getty Images)
Los McCartney son una piña y se mueven como una manada o una troupe de artistas, como cuando se marchaban juntos de gira con Wings, la banda que compartían Paul y Linda en la década de los setenta.
“Paul me dijo que viajaban como una panda de gitanos”, recuerda el periodista.
 Como este apunta, existe una foto de la época que inmortalizó a la prole de gira. Un Paul con greñas toca el bajo mientras Mary, entonces una niña curiosa con vestido de lunares, escucha atentamente. Linda lleva puestos los auriculares y Stella da cuenta de su comida en una bandeja.
 Sólo si uno se fija atentamente percibe que la imagen fue tomada en un jet privado. Viajaban como cíngaros, pero a lo grande.
“Durante los años sesenta Paul tuvo como familia a los Beatles, y posteriormente su mujer e hijos se convirtieron en sus compañeros de gira.
 Es un padrazo al que le gusta mucho ocuparse de los suyos.
 Aún hoy sigue organizando su giras de manera que pueda para pasar tiempo con ellos”, recalca Doyle.
James McCartney, hijo de Paul. / Cordon Press
Esa imagen de familia perfecta sólo se ha resquebrajado en una ocasión, cuando Paul se casó con Heather Mills, una modelo y activista que había perdido una pierna en un accidente.
  Los hijos de Linda nunca aceptaron que ella entrara en su vida cuatro años después de la muerte de su madre
. Consideraban que la segunda esposa de su padre era una oportunista, una mentirosa y una cazafortunas. Stella en particular.
La diseñadora se negaba a realizar donativos a las organizaciones solidarias que presidía la modelo y muy a regañadientes le concedía un mero 10% de descuento en los artículos de su firma.
 Mills declaró en varias entrevistas que las presiones de Stella, a la que definió como malvada y celosa, terminaron rompiendo la relación que se acabó a los cuatro años
. Fue uno de los divorcios más caros del mundo de la música, con el agarrado de Paul pagando a su ex unos 31 millones de euros.
 Aunque James ha admitido en la prensa inglesa que nunca le gustó Heather, los hermanos evitan criticarla por respeto a la pequeña Beatrice.
Paul junto a su esposa Nancy Shevell, su hija Stella McCartney y le editora de Vogue USA Anna Wintour. / David M. Benett
La tercera mujer de Paul, la empresaria Nancy Shevell, ha encajado mejor en esta tribu tan bien avenida.
 Al contrario que Heather Mills, esta heredera de un magnate del transporte, procede de un ambiente acomodado.
 Se conocieron en los Hamptons, donde ambas familias veraneaban, y padeció cáncer de mama al mismo tiempo que Linda.
 Los retoños la adoran desde siempre
. Eso es garantía de un feliz matrimonio en el clan McCartney.

La literatura sin final........................................ Guillermo Altares

Grandes narradores han revisado su obra luchando hasta el agotamiento con cada palabra. Autores de distintas generaciones relatan los viajes de ida y vuelta en sus textos.

Ilustración de Fernando Vicente

En el célebre arranque de su novela El final del romance, Graham Greene escribió: "Una historia no tiene ni principio ni final: uno escoge arbitrariamente el momento de la experiencia desde el que mira adelante o hacia atrás".
  Tal vez los novelistas puedan elegir el momento narrativo desde el que comienzan su relato, incluso aquel con el que lo acaban.
 Pero otra cosa muy diferente es cuándo terminan de escribir una obra, porque muchos autores sienten que no lo hacen nunca. "Borges decía que el concepto de 'obra definitiva' es sólo fruto de la teología o del cansancio", recuerda Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948), autor de Una historia de la lectura, y lector del autor argentino cuando perdió la vista.
 La relación de los escritores con sus obras es tan intensa como la relación con sus propias vidas: algunos prefieren no mirar atrás, otros no paran de hacerlo, algunos son perfeccionistas hasta el infinito, otros prefieren que las obras se queden como están
. La mayoría de los autores, lo confiesen o no, no puede evitar observar por la cerradura su vida y, por lo tanto, de su escritura.
 Desde Marguerite Yourcenar hasta Juan Ramón Jiménez, Milan Kundera, Ludwig Wittgenstein, que rechazó las tesis de la obra que le convirtió en un autor mundialmente famoso, El Tractacus lógico-philosophicus, o Kafka, que pidió la destrucción de todos sus libros, la literatura universal está llena de obras maestras, que los lectores consideran perfectas, pero cuyos autores nunca dieron por terminadas.
"La reescritura siempre ha sido para mí una norma de trabajo, un texto artístico se puede corregir interminablemente", explica el poeta y narrador José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926), premio Cervantes en 2012, cuyas poesías completas están reunidas en Somos el tiempo que nos queda.
 El novelista Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), que recibió el máximo galardón de las letras españolas, también es un inagotable corrector:
 "He suprimido páginas enteras de Juan sin Tierra y en otras obras no he tocado nada, más allá de alguna errata.
 Toco cuando encuentro que lo que escribo no se corresponde con lo que espero del libro.
La obra que cuenta es la que decide el autor.
 El que tenga una edición antigua de Juan sin Tierra o de La saga de los Marx debe saber que existe una edición posterior.
 La última es la que cuenta". "En todos he cambiado cosas", confiesa por su parte Javier Cercas (Cáceres, 1962), que publicó a finales de 2014 El impostor y una reedición de El vientre de la ballena, su tercera novela, en la que introdujo notables cambios.
 "Le hice una auténtica liposucción, porque tenía la intuición de que la novela era celulítica y que dentro de ella había un buen libro; creo que la intuición era exacta", afirma el escritor, que antes había convertido su primera obra, el libro con cinco relatos
 El móvil, en una novela corta con uno de ellos. "Ahora estoy releyendo Soldados de Salamina porque se va a publicar en mayo una edición revisada.
He corregido adjetivos, más de una frase de sintaxis pedregosa, incluso algún anacronismo.
 Los poemas no se acaban, decía Valéry, sólo se abandonan; con los libros pasa lo mismo"
. Como Caballero Bonald y Goytisolo, Cercas tiene claro que "la última versión siempre es la buena".
Juan Ramón Jiménez.
Los ejemplos son infinitos
. En el caso de la narradora Marta Sanz (Madrid, 1967), reescribió su novela La lección de anatomía, publicada en 2008 y reeditada en 2014.
 "No sentí que traicionase a los lectores de la primera versión, al contrario, estoy muy agradecida de que me dieran la oportunidad de reescribir mi libro", explica.
 "Si el autor tiene sentido de la autocrítica, tiende a mejorar las cosas.
 Desengrasé el estilo.
 Es en realidad un libro nuevo porque incluí dos capítulos y parcelé de otra forma toda la narrativa
. El bueno es el último porque reflejamos lo que aprendemos". Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1947), ganador del Premio de la Crítica con Crematorio y En la orilla, cree que no se pueden establecer reglas generales.
Tras un periodo inagotable de reescritura —"a veces incluso pido al editor que me lo devuelva para seguir haciendo cambios"—, se rinde finalmente y entrega el libro.
 "Una novela siempre tiene dos momentos de euforia para el autor: cuando lo terminas y el día en que te llega el primer ejemplar.
 Pero luego empiezas a verle las grietas, los problemas, por eso escribes otro
. La relación de plenitud con un libro dura muy poco", afirma. Tiene obras que apenas ha tocado, como Mimoun, otra ha pedido que no sea reeditada —
La lucha final porque le quedó "sobreescrita"— y de otra, La buena letra, quitó el último capítulo.
Isaac Rosa (Sevilla, 1974), ganador del Premio Rómulo Gallegos por El vano ayer y del Fundación José Manuel Lara por El país del miedo, llegó incluso a dialogar e ironizar con el escritor que fue cuando le propusieron reeditar su primera novela, La malamemoria, ocho años después de su publicación.
 "Descarté de inmediato reeditarlo tal cual, me parecía un paso atrás.
Pero vi otra posibilidad: enfrentarme con el escritor que fui, y hacerlo delante del lector. Releerme desde el escritor que había llegado a ser y hacerlo con toda la dureza que aquel primerizo merecía", señala. Rosa explica que su libro era un relato de la Guerra Civil y el franquismo, "novelas que provocan hastío en no pocos lectores, que exclaman ante el enésimo título:
 '¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil!", que fue el nombre con el que se quedó su obra. "Recuerdo que hubo lectores de aquella primera La malamemoria que se molestaron cuando la convertí en Otra maldita novela...
 Y es que impugnar una novela es también una impugnación a los lectores que la apreciaron".
Marguerite Yourcenar.
También están los escritores que, una vez terminado el libro, cuando éste ha empezado su vida propia, se dan cuenta de que existen historias que, como ramas, surgen de sus páginas.
 El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958), cuyo próximo libro, La Oculta, aparecerá a mediados de marzo, explica cómo surgió una nueva obra de su novela más célebre, El olvido que seremos: "A veces en lo que uno escribe queda un hilo suelto, sin que lo sepamos, sin quererlo.
 Al final de El olvido yo mencionaba un poema que mi padre llevaba en el bolsillo cuando lo mataron, y decía que ese poema era de Borges.
 Cuando el libro tuvo éxito (el éxito es siempre muy sospechoso), mis malquerientes dijeron que era doblemente mentiroso: que yo me había inventado la historia de ese poema en el bolsillo, y que además no era de Borges
. El soneto, en efecto, no aparecía en ninguno de los libros publicados por Borges. Pero no era mentira que mi padre lo llevara en el bolsillo.
 Así que aproveché una beca que me dieron en Berlín para buscar de dónde diablos había sacado mi padre ese poema.
 Tras una pesquisa detectivesca, creo que pude desenredar la historia: si en El olvido quise saber, por indicios, quiénes habían matado a mi padre, en Traiciones de la memoria quise averiguar, con testimonios y documentos filológicos, quién era el autor del poema".
Sin embargo, Abad Faciolince no es partidario de volver sobre lo escrito.
 "Creo que un libro es una especie de espejo de lo que uno era en el momento que lo escribió. Como uno deja de ser el que era, ya hay muchas cosas de los viejos libros que te suenan extrañas, ajenas, incluso malas, entonces uno tiene la tentación luciferina de cambiarlas.
 Pero al cambiarlas el libro se vuelve un híbrido que ya no funciona, pues el escritor de hoy es distinto al de hace 20 años, y los libros corregidos por el mismo autor quedan raros, como si hubieran sido escritos a dos manos", explica.
Juan Goytisolo.
Las obras literarias, el pensamiento filosófico, son cuerpos vivos que respiran a través de la relación que establecen con los lectores, pero también porque nunca acaban de separarse totalmente de sus autores.
 "El libro tiene una autoridad sobre ti que tú no tienes sobre él", asegura Rafael Chirbes. Sin embargo, los procesos de escritura pueden prolongarse hasta el infinito.
 Uno de los casos más extremos es el de la belga Marguerite Yourcenar (1903-1987): Opus Nigrum, una de sus grandes novelas, fue primero un libro de relatos, publicado en 1934, La mort conduit l'attelage (La muerte conduce la carroza), transformados luego en una novela, publicada en 1968. Juan Ramón Jiménez hacía tantos cambios en su obra que al final es imposible saber si es una sola obra o son varias: el libro/poema Espacio tiene una versión en prosa y otra en verso.
También puede haber transformaciones pequeñas pero cruciales.
 Alberto Manguel explica que "W. H. Auden cambió sus versos y eliminó varios, porque dijo que se daba cuenta de que no eran ciertos".
Por ejemplo, el célebre verso 'We love one another or die' ('Nos amamos el uno al otro o morimos') lo suprimió porque pensó que aunque nos amemos o no, la muerte es inevitable".
El novelista y ensayista mexicano Álvaro Enrigue (México, 1969), ganador del Premio Herralde de novela con Muerte súbita, explica otra sutil pero inmensa diferencia entre versiones:
 "Se dice que en el último manuscrito de Pedro Páramo, de Juan Rulfo (Apulco, 1917-México, 1984), la primera frase era: 'Fui a Comala' y que el 'Fui' está tachado y encima dice 'Vine'. De ser cierta la leyenda, sería el tipo de corrección que cambia la historia".
 Este novelista y profesor de literatura relata otras historias de escritores obsesivos: "José Emilio Pacheco (México, 1939-2014, premio Cervantes en 2009) no permitía que se reimprimieran sus libros porque le parecían llenos de torpezas, aunque eran de una precisión estilística admirable.
Volvía locos a sus editores reteniendo las reimpresiones para leerlos y releerlos.
 Los ejemplares de sus libros en la biblioteca de la Universidad de Maryland, donde dio clases, están todos corregidos a lápiz por él mismo.
 Algunos tienen correcciones sobre las correcciones".
 Pero él mismo tampoco es ajeno al veneno de la reescritura como narrador: de su novela La muerte de un instalador existen cuatro ediciones.
 "La última, que es la que circula en España, la reescribí de principio a fin, palabra por palabra", asegura Enrigue.
 Sin embargo, afirma que nunca ha podido regresar a Hipotermia, en el que relata una depresión, porque es un tiempo al que no puede, ni quiere, volver.
Isaac Rosa.
Carlos Giménez (Madrid, 1941) volvió en cambio a los momentos más dolorosos de su vida para dibujar una de las obras maestras del cómic europeo, Paracuellos, en el que relata su infancia en un Auxilio Social de la posguerra
. Este tebeo ha sido reeditado en los últimos años, como casi toda su obra.
 Sin embargo, un dibujante se enfrenta a la enorme dificultad que encarna cambiar una plancha. "Cada vez que se reedita un trabajo mío en español, me obligo a leerlo para comprobar que está completo, que no están cortadas las viñetas y que no hay fallos de compaginación", relata Giménez. La voluntad de cambiar, de revivir el texto, se remonta casi al principio de la creación literaria.
 El catedrático de la Complutense Carlos García Gual, uno de los más respetados helenistas españoles, recuerda que "Hipólito, de Eurípides, y Las nubes, de Aristófanes, que leemos ahora son versiones corregidas por ellos de obras anteriores que no tuvieron éxito en su primera representación teatral".
 "¿Podemos ver en Las leyes, de Platón, una versión corregida de la utopía de La República?
 En ese largo diálogo de vejez, donde ya no sale Sócrates, Platón postula un 'consejo nocturno' que en su afán inquisitorial habría condenado a muerte a su escéptico maestro.
 ¿El viejo y escarmentado Platón desconfiaba ya del libre examen y de los ideales políticos de antaño?".
Estos cambios sobre cambios, versiones, búsquedas infinitas de palabras y de frases, marchas hacia delante y hacia atrás, hacen más difícil el trabajo de los filólogos pero sin duda más apasionante. El catedrático de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Madrid Pedro Álvarez de Miranda (Roma, 1953), miembro de la Real Academia Española, asegura:
"Esos cambios son muy importantes para el filólogo, las modificaciones que el autor introduce en un texto siempre tienen interés.
 En el terreno de la lexicografía, y en particular para la elaboración de un diccionario histórico, es fundamental precisar la fecha de cada texto".
Cuando Philip Roth decidió dejar de escribir se dedicó a releer las 31 novelas que había publicado entre 1959 y 2010. "Quería saber si no había perdido el tiempo", explicó en 2014 a The New York Times.
 "Mi conclusión, después de terminar, se parece a unas palabras que pronunció uno de mis héroes, el boxeador Joe Luis. Fue campeón del mundo de los pesos pesados. Había nacido en el Viejo Sur, fue un niño negro sin educación, parco en palabras.
Cuando se retiró dijo para resumir su carrera:
 'Lo he hecho lo mejor que podía con lo que tenía". El combate de los grandes escritores con las palabras no se acaba nunca.
Sólo el tiempo es capaz de derrotar los inagotables cambios que impone la imaginación.

 

27 feb 2015

Muere Leonard Nimoy, el comandante Spock de ‘Star Trek’...........................................J.ordi Costa

Que mala noticia, se ha muerto "El Comandante Spock", aquel comandante que disfrazaro como la imaginación decia que podía ser un hombre de otro planeta, sus cejas marcadas, sus orejas afiladas y aquel pelo de corte indefinido y negro azabache era un Comandante que me fascinaba,quizás porque su nave tb era facisnable, Star Trek para todos los públicos, la veía mi hijo pequeño entonces, mi madre y yo. Disfrutaba con sus series de aventuras y hoy leo que él siendo de otro planeta era mortal.

El actor, que sufría una enfermedad pulmonar, ha fallecido a los 83 años de edad.

Spock de Star Trek
El actor Leonard Nimoy, popular por su papel del Mr. Spock en la serie Star Trek y las películas de la franquicia, ha muerto a los 83 años de edad, según informan medios estadounidenses
. Su mujer, Susan Bay Nimoy, ha confirmado el fallecimiento a The New York Times.

Muchos han sido los actores que han sufrido la pesadilla del encasillamiento.
 Otros jamás han podido superar el peso del personaje más memorable que marcó sus carreras.
 Pero el caso de Leonard Nimoy, a quien todo el mundo recordará siempre como el racional Spock de la serie Star Trek, mitad humano, mitad vulcaniano, es ligeramente distinto.
 Nimoy no fue ni un actor encasillado, ni alguien que no pudo sobreponerse a una única interpretación memorable, sino que fue uno de esos pocos privilegiados que podían presumir de encarnar, de la cabeza a los pies, a un poderoso icono de la cultura popular.
 “Mi trabajo era lograr que el personaje fuese creíble”, declaraba el actor en una entrevista concedida en 2008, un año antes de retomar al personaje en la película de J. J. Abrams que relanzaría la franquicia Star Trek, “Spock es un personaje muy interesante, inusual, muy inteligente. Pienso que a la gente le gusta su inteligencia. También tiene sentido del humor, es extremadamente fiable, útil en toda crisis, alguien capaz de resolver problemas y, sobre todo, un buen amigo de los humanos”.
El peculiar equilibrio de fuerzas entre el sanguíneo, chulesco y emocional capitán Kirk que encarnaba William Shatner y el racional, gélido, pero siempre preciso en el uso del sobreentendido Spock definió, en buena medida, el poder de seducción de esa serie de ciencia-ficción, creada por Gene Roddenberry en 1966, que, tras su prematura cancelación en su tercera temporada, alentó uno de los más complejos –y longevos- fenómenos de fans en la historia del medio.
 Bajo la piel de Spock, Nimoy fue mucho más que un actor de escueta expresividad con puntiagudas orejas de maquillaje: el actor, nacido en Boston el 26 de marzo de 1931, consiguió articular toda una filosofía de la vida, sin renunciar nunca a un palpable sentido del humor.
  El mítico saludo del personaje fue, de hecho, invención suya: un gesto forjado a imagen y semejanza de esos sacerdotes judíos que formaron parte esencial del entorno familiar del actor, que tuvo en la defensa y divulgación de las raíces culturales del judaísmo ortodoxo otra de las grandes pasiones de su vida.
La larga y próspera vida de Nimoy terminó este pasado viernes 27 de febrero, a consecuencia de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica que le fue diagnosticada cuando llevaba treinta años sin consumir tabaco.
Nimoy había anunciado su retiro en abril de 2010, pero fueron diversos los trabajos, todos ellos relacionados con la aureola mítica de Spock, que le reclamaron a partir de ese momento, convirtiendo su supuesta jubilación en deseo perpetuamente postergado: en los últimos años, Nimoy fue el Spock en una línea temporal paralela en las dos películas de Star Trek de Abrams, pero también el memorable e inquietante William Bell de la serie Fringe, la voz de Sentinel Prime en Transformers: el lado oscuro de la luna (2011) de Michael Bay –que, por cierto, era el primo de su esposa Susan Bay Nimoy- y el sueño mitómano de Sheldon Cooper en un episodio de The Big Bang Theory.

Algo escrito en el firmamento, si es que tenemos que creer en estas cosas, parecía predestinar a Leonard Nimoy a un largo compromiso con la ciencia-ficción antes de ser Spock: abundan los títulos del género en el primer tramo de su filmografía, como el serial de la Republic Zombies of the Stratosphere (1952), la memorable monster movie de Gordon Douglas La humanidad en peligro (1954) y la paupérrima pero imaginativa adaptación de un clásico de Robert Heinlein The Brain Eaters (1958) de Bruno VeSota.
 Pero el actor tenía también otras inquietudes, como su interés por el teatro de Jean Genet:
 Nimoy no sólo apareció en la adaptación cinematográfica de El balcón que dirigió Joseph Strick en 1963, sino que produjo y protagonizó la adaptación cinematográfica de Severa vigilancia que dirigió Vic Morrow en 1966.
Nimoy, que dirigió dos películas de la saga Star Trek y cambió de género para firmar la película más taquillera de 1987 –Tres hombres y un bebé-, alternó la interpretación en películas y series con una carrera como fotógrafo artístico, con predilección por el desnudo femenino.
 También tuvo sus candorosos extravíos en el territorio de la música folk vertiente bizarre: su disco Mr. Spock’s Music from Outer Space es todo un clásico trash
. Que escribiera dos libros de memorias de títulos contrapuestos –I Am Not Spock (1975) y I Am Spock (1995)- da fe de que, si bien alguna vez mantuvo una relación de amor/odio con su personaje, finalmente aceptó que la inmortalidad vulcaniana era su destino.

Este es el último tuit del actor, enviado el pasado 23 de febrero.

Leonard Nimoy         @TheRealNimoy

A life is like a garden. Perfect moments can be had, but not preserved, except in memory. LLAP