Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

14 feb 2015

En defensa de Uma.............................................................. ANA GARCÍA-SIÑERIZ

El precio a pagar por un rostro sin arrugas a veces exige renunciar a una cara especial.

 

Uma Thurman, en la presentación de la serie "The Slap". / Andy Kropa (AP)

No había terminado de colear el escándalo Renée Zellweger y su cambio de cara por causas tan naturales como “dormir más y pensar en positivo”, cuando esta semana se han vuelto a revolucionar las hordas tuiteras con la transformación de Uma Thurman.
 Que si esa no es mi Uma, que me la han cambiado, y el móvil echando humo con las fotos del antes y el después.
El antes, con foto de Cécile de Volanges en Las amistades peligrosas.
Y el después, la cara de una mujer con dos divorcios, tres hijos y más de medio centenar de películas detrás.
 Y que sí, que se hace sus arreglillos para tratar de minimizar los desconchones que el tiempo y los cada vez más escasos papeles interesantes dejan en el pasillo de la cara de las estrellas.
Aunque esta vez parecía que en vez de una mano de pintura, a la cara de Uma le hubieran dado dos. Que, al final resultó ser así: un maquillaje tan poco favorecedor que hizo saltar todas las alarmas.
Renée Zellweger, octubre 2014. / Cordon press
Esta ola de indignación porque Uma Thurman se hubiese atrevido a retocar un rostro tan bello no deja de ser curiosa ya que ahora mismo no hay en todo Hollywood una actriz de más de 40 años que no lo haga.
 De verdad. Y que no salga nadie con el cuento de Meryl Streep, porque siempre hay excepciones; hay una que puede, porque colecciona Oscar como si fueran cromos.
Y ya está. De Meryl para abajo acaban cayendo todas. To-das.
Quizás por eso, cuando alguna de las que resistía firme, orgullosa de su entrecejo montaraz parece caer, hay una especie de decepción general.
 Un Ohhhhhh…¿Por qué? ¿Por qué tú también, Uma Thurman? ¿No has aprendido de Meg Ryan y de Melanie Griffith? ¿Es que no has visto como está Nicole Kidman que era tan buena actriz?
 Mírala ahora, como Grace de Mónaco, una muñeca sin expresión… ¿No sabes que las inyecciones en la cara las carga el diablo?
¡Si no hay día que no nos desayunemos con diez famosas y sus desastres, y una foto de Donatella Versace que quita las ganas de hacerse el smokey eye!
Viendo tales ejemplos, es lógico preguntarse porqué mujeres universalmente reconocidas como bellezas se arriesgan a alterar su expresión y sus facciones en aras de conseguir unos años más de juventud.
 Y sabiendo, como ellas saben, que el precio a pagar por un rostro sin arrugas muchas veces exige renunciar a lo que las ha convertido en lo que son.
 Una cara especial.
Uma Thurman, en una imagen de 2000. / Allstar Graham Whitby-Boot/ (Sportsphoto Ltd./Allstar)
El colmo del mal resultado de ciertos retoques, es, cuando además de dejarse la piel en el quirófano —literalmente— se pierden los papeles, también literalmente.
Es el caso de Renée Zellweger. Difícilmente puede encarnar a Bridget Jones en la tercera parte que se prepara cuando ya no se parece en nada a Bridget Jones
. ¿Quizás a la hermana ojiplática de Bridget Jones? El cine no funciona así.
Si el Porsche era el antídoto masculino —de alto nivel —contra los primeros síntomas de la middle age crisis, los retoques estéticos se han convertido en el paso del Rubicón de muchas mujeres
. Y una decisión que cobra especial importancia cuando se trata de actrices cuyos rostros conoce a la perfección todo el planeta.
Tiranizadas por la fotografía a todo zoom y los comentarios de los foros, se necesita de mucha fortaleza para no sucumbir a las tentaciones que hacen más fácil la vida con Photoshop. Ni una arruga en las portadas, ni una arruga en la realidad
. Hagan el test y comprueben cuántas actrices se enfurruñan o lloran descompuestas en la última película que hayan visto. Incluso las más jóvenes caen en la trampa de congelar una belleza que lleva a la inexpresividad.
Pero no sería justo culparlas por querer mantener una piel lisa, aunque se equivoquen.
Por tratar de luchar para seguir siendo protagonistas.
 Para poder trabajar. Saben que el tiempo y Hollywood no juegan a su favor.
Hace poco más de un mes el actor australiano Russell Crowe entraba, cual elefante en cacharrería, en el debate sobre mujeres maduras y cine.
 Se quejaba de las actrices que a su vez se quejan de que en Hollywood no haya papeles para ellas. Russell reconocía que él tampoco podía ser el héroe de Gladiator eternamente (nos hemos dado cuenta, Russell), y pedía a sus colegas talluditas que dejaran de postularse para papeles de ingenuas. Decía Russell, con muy buen criterio, que no hay como encajar en el personaje que conviene a cada momento vital.
Cuando se es mayor, pues de mayor. Qué razón tiene Russell Crowe. Pero, ¿y si no hay papeles de mayor?
El actor se deja la barba, se echa una túnica sueltecita y se mete en la piel de Noé.
 Puede seguir trabajando hasta ser perfecto para el papel de Matusalén.
 Pero, ¿y si buscamos a las actrices que triunfaban en los tiempos de Russell? ¿Una Jodie Foster, que es del club de las antiretoques? El año pasado, en blanco. ¿
Y una bien conservada Sharon Stone?
 Nada digno que destacar. Si te retocas mal te pondrán a caldo, pero si no lo haces y te ves mayor, también.

El caso de Uma, que tanto ha enervado a las masas, no merece la condena en la plaza pública. Primero porque no había caso
. Después, porque cada uno hace con su cara lo que le viene bien.
 Y si entrásemos en el juego de las odiosas comparaciones, y colocáramos la cara de esta mujer de 45 años cuya última película con algo de repercusión fue Mi super exnovia, junto a la de la niña que enamoraba, hace casi tres décadas, al vizconde de Valmont… tampoco resistirían la comparación. Con bótox o sin él.

La caída de los dioses de la moda................................................................... Elsa Fernández-Santos

Dos estudios indagan en las tormentosas biografías de Alexander McQueen y John Galliano

Cambiaron la alta costura pero su caótica vida marcó sus carreras.

 

El diseñador de moda John Galliano.

Sería imposible entender los opacos entresijos del mundo de la moda actual sin detenerse en la ascensión y hundimiento de John Galliano y Alexander McQueen, los dos hombres que a caballo entre dos siglos revolucionaron la alta costura para acabar —empujados por la autodestrucción, un ritmo de trabajo frenético y el pánico al fracaso— en la peor cuneta del imperio del lujo
. Gods and kings: the rise and fall of Alexander McQueen and John Galliano (Penguin Press), de la periodista Dana Thomas, se ha publicado esta semana en EE UU y Reino Unido reconstruyendo en paralelo el camino hacia el olimpo de la costura de dos introvertidos chicos de la periferia londinense. El libro transita por las rutas más conocidas de sus biografías pero también por las más sombrías. Plagado de drogas, sexo, traiciones, inseguridades y éxitos mal digeridos, en apenas 400 páginas y dos décadas el sueño de aquellos muchachos acabó en pesadilla.
Portada del libro de la periodista Dana Thomas sobre McQueen y Galliano.
McQueen se ahorcó la madrugada del 11 de febrero de 2010 dejando un escenario de horror en su casa de Londres.
 Después de una noche bebiendo y vagando solo por locales nocturnos, con un cóctel de cocaína y tranquilizantes en el cuerpo, intentó sin éxito cortarse las venas con varios cuchillos de cocina
. A sus 40 años, decidió que la única manera segura de acabar con sus fantasmas era colgarse de su armario.
El funeral de su madre, Joyce, era al día siguiente.
Para muchos la muerte de Joyce no fue la causa última del suicidio sino la razón que liberó a McQueen de la insoportable carga de su vida.
 Apenas un año después, Galliano, enfermó de ansiedad y alcohol, acabó arrojado de Dior y del sistema después de un penoso episodio antisemita en un restaurante de París.
 Era la puntilla a una incontrolada deriva personal.
“Ambos arrastraban sus propios demonios pero también creo que pagaron un precio enorme por el cambio que vivió en aquellos años el negocio de la moda”, asegura Dana Thomas desde Nueva York.
Thomas —corresponsal de cultura y moda de Newsweek en París y colaboradora de The New York Times— defiende el fondo de una investigación de cuatro años
. “Para mí ellos son la metáfora perfecta de cómo el mundo de moda mutó de una locura romántica y creativa a un mundo de poderosas multinacionales globales.
 Después de la caída de McQueen y Galliano todo cambió y los creadores de la alta costura se volvieron más temerosos, más cautos, más pragmáticos: renunciaron a cambiar el mundo, y aprendieron a no llevarse el trabajo a casa”.
Para el crítico británico Colin McDowell, que le ha dedicado un extensa reseña en The bussiness of fashion, el libro logrará hacer ruido y dinero pero duda del relato sesgado de algunas de sus fuentes, examantes, ayudantes resentidos, aves nocturnas y colegas de juergas y adicciones
. Además, acusa a la escritora de no demostrar la misma empatía por Galliano que por McQueen.
 “No es cierto. Aunque es inevitable ser más amable con los muertos.
 Aún hoy es imposible hablar de McQueen sin que broten lágrimas. Galliano, sigue ahí, con un regreso prometedor en Maison Margiela.
 En él hay luz y esperanza
. Tiene un ángel sobre los hombros”.
El creador de moda Alexander McQueen. / Marc Joseph (cordon press)
Galliano había llegado a Londres con siete años, después de pasar su católica infancia en Gibraltar, paradójicamente en el barrio judío del peñón
. McQueen era el pequeño de los seis hijos de un taxista.
 Ya adolescentes, y empujados por sus respectivas madres, encontraron un antídoto a su hostil entorno en la costura. McQueen como ayudante en el taller de una de las míticas sastrerías de Savile Row, Anderson & Sheppard, y Galliano como estudiante en St. Martins School of Arts, por cuyas aulas también acabaría pasado McQueen.
 Galliano, el bohemio, el romántico, el afrancesado, sorprendía con su trabajo de graduación, Les incroyables (1984). McQueen, el atormentado, el oscuro, el callejero, lo hacía con el suyo, Jack el Destripador acecha a sus víctimas (1992).
La publicación del texto de Thomas coincide con una biografía de Andrew Wilson, Alexander McQueen: blood beneath the skin (Simon & Schuster), que saldrá a la venta a finales de febrero y que se sumará a la catarsis emocional que promete ser la inauguración, el 14 de marzo, de Savage beauty en el museo Victoria & Albert de Londres.
 La exposición viaja desde el Costume Institute del Metropolitan neoyorquino a la ciudad que le vio nacer y caer
. Será imposible no recordar entonces sus dramáticas palabras antes de uno de sus primeros desfiles: “No quiero fiestas. No quiero celebrar nada.
Prefiero que la gente se vaya de mis desfiles vomitando. Quiero reacciones extremas.
Infartos. Ambulancias”.
John Galliano, al final de su desfile en Londres de su colección para la Maison Martin Margiella, en enero pasado.
En realidad, Wilson, que ha tenido acceso preferente a la familia de McQueen, describe un panorama aún más sórdido.
 Masoquista y cruel, con serios problemas de autoestima, cuanto más dinero y fama acumulaba mayor era su ansiedad
. El enorme ritmo de trabajo que adoptó al sustituir en 1996 a Galliano en Givenchy lo compensaba con drogas y una sexualidad compulsiva.
 Con el éxito, se volvió violento, anárquico e impredecible.
 Su hermana Janet, 15 años mayor que él, asegura que le confesó que había sido violado de niño por el marido de ella.
Esta supuesta revelación podría, según el autor, explicar su oscura sexualidad.
En 2007, en pleno apogeo de sus carreras, dos tragedias sacudían sus vidas.
 Isabella Blow, la aristócrata, mecenas y editora de moda que descubrió y protegió a McQueen, se suicidaba en su casa de Londres.
 Y Steven Robinson, el que fuera mano derecha y eterno amigo de Galliano, se encerraba en su apartamento de París con siete gramos de cocaína hasta reventar su corazón.
 Dior tapó el escándalo.
 Quedaban pocas semanas para celebrar en Versalles el 60 º aniversario de la casa y Galliano, devastado, tenía que seguir trabajando.
El funeral de Blow fue una puesta en escena orquestada desde la tumba
. McQueen le cortó un mechón de pelo para hacerse un amuleto de estilo victoriano.
 Su afición a los espiritistas se multiplicó desde entonces. Definitivamente atrapado entre la vida y la muerte, se despeñaba mientras su talento alzaba el vuelo como nunca.
Para Dana Thomas, el paisaje que quedó después de los años gloriosos de Galliano y McQueen se volvió desolador:
“El consumo ha ganado la partida a la imaginación.
 Ya no hay sitio ni para la poesía, ni para el teatro.
 Ni para la angustia.
 Solo para el negocio”.

13 feb 2015

Isabel Preysler y Alfonso Díez, nuevo tándem publicitario de Porcelanosa


Alfonso Díez pretende una vida nueva. Retomar su faceta anterior de funcionario no tiene mucho sentido tras la muerte de la duquesa de Alba.
 Ha recibido suculentas ofertas para entrevistas, pero por ahora prefiere un perfil bajo.
 Lo que sí podría aceptar, dada la amistad que le une con los dueños de Porcelanosa, sería una especie de acuerdo para colaborar de vez en cuando con ellos.
Ya lo hizo en vida de la duquesa.
 Fuentes de toda solvencia aseguran que es muy probable que el duque siga formando parte del cuadro escénico de Isabel Preysler, con la que mantiene una excelente relación, al igual que con Tamara y Ana, las hijas de la socialite, con las que ya ha compartido viajes al Reino Unido.
 Una de las grandes inauguraciones de Porcelanosa será la apertura de su tienda en Nueva York, prevista para mediados de este año.
 El duque viudo y la reina del baldosín podrían formar el tándem publicitario.
Preysler y sus hijos Ana, Julio y Tamara, en un acto de Porcelanosa (Gtres)Preysler y sus hijos Ana, Julio y Tamara, en un acto de Porcelanosa (Gtres)Nueva vida lejos de Dueñas
El sábado pasado, Alfonso Díez cerraba por fin un capítulo de su vida al abandonar el palacio de Dueñas, donde compartió los últimos ocho años con la duquesa de Alba
. Se marchó como había llegado, con muy poco equipaje.
 Unas maletas con sus pertenencias personales y sus películas, porque tampoco se llevó los regalos que durante ese tiempo le hizo a su mujer
. Tan solo el reloj de brillantes de su madre, un obsequio sentimental más que valioso, una par de butacas que trasladó de su domicilio de Madrid a Sevilla para acondicionar su cuarto junto al de la duquesa y nada más.
 “No se ha llevado nada porque no quiere nada. Lo que espera es que los hijos muevan ficha, porque ellos saben que su madre así lo dejó dicho [el duque recibirá una pensión], aunque no haya ningún documento que lo certifique”, apuntan amistades sevillanas de Alfonso y Cayetana.
Publicidad
Isabel Preysler y Tamara Falcó, en un acto público (Gtres)Isabel Preysler y Tamara Falcó, en un acto público (Gtres)El día de su adiós no había nadie para la despedida.
 Tampoco el coche y el chófer de la Casa de Alba. Alfonso se marchó por sus propios medios y acompañado solamente de su fiel Jonas, un perro de su propiedad que vivía en Dueñas con ellos y que ha sido desde que murió la duquesa su mejor amigo.
Días antes almorzó con los duques de Segorbe, el matrimonio Burgos, Paco Trujillo, Rocío de la Cámara, Curro Romero y Carmen Tello; todos amigos que le han demostrado durante todo este tiempo un gran cariño y sobre todo consuelo
. Alfonso, que es un hombre delicado y afectuoso, regaló a los doctores Muñaiz y Trujillo, que fueron quienes cuidaron y vigilaron la salud de Cayetana, un bronce y un cuadrito respectivamente.
 Un detalle que emocionó a los reputados profesionales, teniendo en cuenta que los especialistas nunca cobraron sus honorarios a la aristócrata.
 Tampoco ninguno de los hijos preguntó alguna vez si se debía algo por el trabajo realizado.
 Por eso Alfonso quiso tener ese detalle con ellos.

Don Felipe y doña Letizia, un brindis por cien años juntos Los Reyes visitaron las bodegas de Freixenet con motivo de la celebración del centenario de la marca

Quedan apenas unas horas para que comience uno de los días más románticos del año, en el que el amor es el auténtico protagonista. Las miradas que se dedicaron los reyes Felipe y Letizia en su última aparición pública son la perfecta muestra de que, después de once años de matrimonio, siguen tan enamorados como el primer día. Y eso hay que celebrarlo
reina-letizia2VER 
En su visita a las bodegas de Freixenet, en la localidad de San Sadurní d’Anoia, la pareja real brindó con cava, dejando una de esas imágenes en las que un gesto es más significativo que cualquier palabra.
 Cada uno con una copa en la mano y mirándose el uno al otro, las chocaron, quizá pensando en todo el tiempo que les queda para estar el uno junto al otro, pensando tal vez en algún plan de fin de semana romántico.
Ya en su visita al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, centro de referencia en España para la rehabilitación de lesiones medulares espinales, se les pudo ver cómplices y muy cercanos, con los pacientes pero también entre ellos, mostrándose su cariño..

reina-letizia6
Durante la visita que hicieron a las instalaciones con motivo del centenario de la marca, don Felipe y doña Letizia dejaron su firma en uno de los toneles y después almorzaron en la misma cava
 . En el discurso que pronunció el Rey destacó que la marca es “una seña de orgullo español” y ha señalado la excelencia empresarial de una empresa que es 100% familiar, hablando además de sus innovaciones creativas y su vocación exportadora.


En este viaje, el cuarto que hacen a Cataluña desde que don Felipe fuera coronado el pasado mes de junio, doña Letizia apostó por el favorecedor color rojo. Vestido rojo, zapatos y labios del mismo color y unos pendientes en los mismos tonos que casaban a la perfección con su look. 
 El amor está en el aire.