Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 feb 2015

El triunfo del otro cine español................................................................ Gregorio Belinchón

‘Sueñan los androides’ y ‘El complejo del dinero' agotan las entradas de sus sesiones

Ambas concursan en la sección Forum.

Fotograma del filme 'El complejo del dinero' de Juan Rodrigañez.

Como cada año, a Berlín se asoma el cine español que desgraciadamente no encuentra salas comerciales en su país donde proyectarse.
 Son las películas que pasean por los festivales de Rotterdam o Locarno, son los títulos que ve un espectador europeo con interés por el cine de su continente y que en cambio la audiencia española tiene que buscar en filmotecas, cinetecas, en el centro Niemeyer o en el festival de Sevilla, que le dedica un apartado especial.
En esta edición en la Berlinale concurren en Forum –la tercera sección en importancia- dos películas: Sueñan los androides, de Ion de Sosa, y El complejo del dinero, de Juan Rodrigáñez.
Si el segundo empieza aquí su carrera como cineasta,
 De Sosa –que actualmente vive en Berlín- forma parte de un grupo, con Luis López Carrasco –que procedía a su vez del colectivo Los Hijos- o Chema García Ibarra, entre otras, que están componiendo un cuerpo cinematográfico interesante: ahí han nacido El ataque de los robots de la nebulosa-5, True love, El futuroSuenan los androides ya recibió un reconocimiento en el certamen de Sevilla y aquí está llenando las salas.
 La sinopsis es tan sencilla como enganchona: Benidorm en 2052 es un paisaje apocalíptico en el que cada vez viven menos humanos y replicantes: es casi imposible diferenciar unos de otros, excepto para un experto cazador.
 Sí, Ion de Sosa adapta a su manera el mítico ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, y por tanto llega al espectador con el referente de Blade Runner
. “El presidente de Forum nos mencionó entre los 50 títulos como ejemplo de cine radical y político, y estamos muy contentos con el recibimiento", explica De Sosa.
Su distopía mezcla cine negro, costumbrista, fandanguillos y jotas: los androides antes de morir tienen unos sueños con esa banda sonora musical tan folclórica que en realidad son grabaciones domésticas de De Sosa:
“Me interesa mucho el folclore, así que decidí ponerlo como fondo, y echo de menos en Berlín [donde vive desde hace 8 años] a mi familia y amigos, así les hago un homenaje”.
El director se queja de la poca colaboración de los organismos oficiales con este cine que vulnera con placer las reglas del lenguaje cinematográfico más tradicional:
“No hablo de dinero.
Sé lo que he hecho: una película de 16 milímetros, de una hora de duración, en formato cuadrado, con mucho de cine ‘amateur’.
 Pero sí creo que mereceríamos más visibilidad en España. Sueñan los androides nace de su intento de alejarse del cine convencional
. Leí el cuento de Philip K. Dick y me di cuenta de que Blade Runner solo se basaba vagamente en él. Empezamos escribiendo la historia de la primera pareja androide que había tenido un bebé.
 Pero era un tema tan gordo, que pronto fuimos reconvirtiéndola y llevándola hacia la novela y hacia España”
. Durante tres años, en el mes de octubre, fuera de la temporada turística (“En Benidorm solo hemos encontrado facilidades, ha sido estupendo”), han filmado este thriller, protagonizado por un cazador que mata porque necesita ganar dinero:
 “Ha muerto su oveja y para mantener su estatus social y adquirir otra intensifica sus asesinatos de androides”.
El director Ion de Sosa (d) junto al productor de 'Sueñan los androides', Luis López Carrasco.
En pantalla no hay ni una diferencia entre replicantes y humanos, más allá de que lo confiesen en conversaciones.
 Ahí está parte del mensaje político: “Los androides solo quieren vivir felices; el ser humano, mejorar su estatus social. También quiero que la gente vea ese vacío, esas ciudades con población envejecida, y te lo dice alguien que ha emigrado por puros problemas económicos.
 Por ese camino España se pierde”.
 Para sus próximos proyectos De Sosa asegura que pagará al equipo:
“Queremos profesionalizarnos, aprender de la financiación tradicional, porque ya poseemos un currículo con una carta de presentación suficiente para que se vea que somos coherentes.
 La gente merece un sueldo por su trabajo”.
La otra representación española ya ha logrado el
 ‘Todo vendido’ en sus cuatro pases, a pesar de que aún quedan dos
. Y eso pone nervioso a Juan Rodrigáñez, que busca invitaciones para el domingo para familiares y amigos.
“Yo creo que el público berlinés sospecha que Der geldkomplex (El complejo del dinero), con el título en alemán, tiene que ver con ellos”.
Adaptación de la novela homónima de Franziska von Reventlow, que se publicó en 1916
. La película se desarrolla en una finca española, a la que llega el hijo del dueño –que vive allí rodeado de varios amigos- a anunciar sus planes de boda con su novia alemana.
“Por supuesto, por el fondo corre lo que está ocurriendo hoy en día en Europa
. Cuando Eduard Mont, el coguionista, y yo leímos la novela, nos dimos cuenta de lo acertado de esa reflexión, de que estaba a flor de piel el complejo del dinero”
. El tratamiento tiende a la atemporalidad, “pero las alusiones llevarán al espectador a sus propias conclusiones”
. Rodrigáñez, que trabaja en “el sector agroalimentario” y que llevaba 10 años planteándose hacer cine, explica que tampoco quería filmar “una película española que señalara a Alemania”
. “Es más crítica con nosotros que con ellos, si se puede hablar en esos términos”.
Una de las frases centrales de los diálogos resume el devenir vital de los personajes: “Espero a que el dinero me perdone”.
 “Bueno, no es una gran riqueza”, explica Rodrigáñez, “no son una burguesía millonaria.
 Hay un anfitrión pudiente, desde luego, y una serie de amigos con relaciones complicadas con el dinero”. Rodada con actores de teatro y de perfomances, algunos pertenecientes, como el director, al grupo Instituto de Arte Analfabeto, la película es fruto de “un proceso de búsqueda en el rodaje y en el montaje”.
 Ahí entró Eloy Enciso, el director de Arraianos, que se hizo cargo de la edición y que por la importancia de su labor ha acabado firmando como coguionista.
‘Der geldkomplex (El complejo del dinero)’ es candidata –la única española- al premio a mejor Ópera Prima de la Berlinale.

 

Boadella piensa ya en el final.............................................................Rocío García

El director cree que no le queda mucho tiempo al frente de los Teatros del Canal.

Albert Boadella en la sala negra de los teatros del Canal. / Bernardo Pérez (EL PAÍS)

Albert Boadella está empeñado en combatir, como sea, su frustración de músico.
 A la reposición de El Pimiento Verdi en los Teatros del Canal, tras el rotundo éxito de la temporada pasada, se unirá próximamemente la dirección de la ópera Don Carlo, también de Verdi.
 “Me he pasado a la ópera”, aseguraba ayer el siempre exultante Albert Boadella, el mítico teatrero del grupo Els Joglars, durante la presentación de este duelo musical entre el monótono, exquisito y espiritual Wagner y el popular y mediterráneo Verdi que se representa de nuevo a partir de mañana y hasta el próximo 1 de marzo.
 El montaje llega a la sala verde de los Teatros del Canal con una nueva escenografía, en la que se han eliminado unas filas de las gradas para disponer de unas mesas en el escenario (22 en total) en las que parte del público podrá asistir al espectáculo mientras degusta una cena fría y disfruta con este homenaje a los dos genios de la música, tan enfrentados musical y personalmente.
“Soy verdiano, nunca lo he negado, mi padre fue uno de los que saboteó en un teatro de Barcelona una obra de Wagner, pero reconozco su grandeza musical”, añadió el director.
En el encuentro con la prensa, Albert Boadella reflexionó en voz alta sobre su posible final al frente de estos teatros de la Comunidad de Madrid después de seis temporadas.
El director artístico de estos teatros, que exigió ir renovando su contrato año tras año y así lo ha ido haciendo, (el siguiente lo debería firmar a principios de verano) no quiso aventurar mucho, pero sí aseguró que no creía que le quedara mucho más tiempo.
“No lo tengo decidido, no estoy cansado, al contrario aquí se trabaja muy a gusto, el equipo y entusiasmo de todo el teatro es sensacional, pero hay que ir dejando paso a otra gente.
 Yo llegué aquí pensando en dos años y ya llevo seis
. La parte de huella que he podido dejar ahí está”, dijo Boadella, quien reconoció que, por supuesto, todo dependerá también del resultado de las elecciones autonómicas.
“Todos saben que yo no estoy a bien con todo el mundo
. No solo dependerá del poder político también de mí”. Boadella se quedó ahí.
En 2014, los Teatros del Canal cerraron la temporada con un 80% de ocupación.
“Hemos ido creciendo poco a poco”, señaló el intendente del centro Jorge Culla, para quien el encuentro con el público y la variada oferta de espectáculos han sido y son las claves del éxito de este teatro, que al inicio de la temporada actual estrenó un nuevo espacio escénico
. A las habituales sala roja y sala verde, se añadió la llamada sala negra, un espacio con menos butacas pensado para dar cabida a una serie de experiencias teatrales que necesitan una mayor cercanía con el público.

 

Letizia después de Urdangarin.......................................................... Elvira Lindo

Sus orígenes, su preparación intelectual, su abuelo, su carácter, su masa muscular, sus tensiones emocionales, el complicado encaje en la familia. los periodistas no han dado tregua a la princesa hasta que el 'caso Urdangarin' ha sido ineludible incluso para la prensa rosa más amable. 
La escritora Elvira Lindo relata sus encuentros con esta exprofesional del periodismo, obsesionada con el cumplimiento de la tarea que desempeña desde mayo de 2004.

El día 1 de noviembre de 2003, la Casa del Rey anunciaba por sorpresa el compromiso del príncipe Felipe con la periodista Letizia Ortiz.
 A mediados de diciembre del mismo año, este periódico decidía quiénes serían los dos personajes del año:
 Sadam Husein y la futura princesa.
 Sadam pasó a la historia y a la posteridad de manera violenta; Letizia pasará a la historia, si el sistema de nuestro país no se resquebraja, como reina de España.
El periódico encargó para su especial fin de año a quien esto escribe una semblanza sobre la prometida del Príncipe.
 La tarea no resultaba sencilla: el entramado protocolario de La Zarzuela había blindado la relación de Letizia Ortiz con la prensa.
 Imposible de cualquier manera acceder a la futura princesa que, desde el anuncio de su compromiso, había abandonado su piso del barrio de Valdebernardo y estaba ya viviendo en el palacio.
 Por otra parte, era sin duda estimulante ponerse a la tarea de reconstruir la vida de esta joven profesional a la que los monárquicos tradicionalistas habían descrito desde un primer momento como la mujer menos adecuada para acompañar al Príncipe en un proyecto sentimental que, por su rara naturaleza, nunca puede excluir los compromisos de Estado.
Enternecía su empeño en que sus apariciones fueran productivas. le frustraba que solo se apreciara el modelito"
Alguna vez nos criticarán y tendrán razón", dijo el príncipe, más sereno ante las reacciones de la opinión pública
En su presentación a la prensa le dijo al príncipe: "déja-me hablar". fue la última vez quereclamó pública-mente la palabra
Fueron muchos los artículos que leí.
 Algunos podían alcanzar la denominación de libelos, por no ser más que un encadenamiento de insultos que amparaban su tono denigratorio en una especie de sapiencia monárquica, que en España, donde hay un rey sin corte y donde la monarquía tuvo que reinventarse con la llegada del régimen democrático, resultaba ridícula.
 Los expertos torcían el gesto ante la llegada a la familia real de una chica sin experiencia aristocrática y con un divorcio a sus espaldas; por su lado, los informadores maledicentes, esos que todo lo saben, aportaban ese tipo de datos íntimos que solo buscan mancillar la imagen de una persona. Letizia y su pasado: las historias oscuras de su tiempo en México, de su matrimonio fracasado, de otros posibles amantes.
Letizia y su familia: el acoso a los abuelos maternos por el simple hecho de que fueran personas humildes, o el cerco a su madre y sus hermanas, que como hemos podido comprobar (incluyendo el episodio trágico de la muerte de su hermana) jamás buscaron sacar provecho de su repentina y no buscada notoriedad.
 Había, según algún conocedor de ese cogollito endogámico que constituye la aristocracia española, un clamor de indignación materna por no entender que el Príncipe hubiera puesto los ojos en una joven de la clase media.
Por suerte, en aquel diciembre de 2003, Letizia acababa de abandonar la vida periodística y era relativamente sencillo charlar con personas que la hubieran tenido por amiga o compañera.
 Sus colegas me ayudaron a construir el retrato creíble de una mujer que podía ser cualquier mujer de su entorno profesional: perfeccionista, periodista vocacional, obsesiva con el trabajo, ambiciosa, algo nerviosa, despierta, con una franqueza que en ocasiones podía resultar cortante, y esa entendible vulnerabilidad de las mujeres guapas que se pasan la vida esforzándose en demostrar su inteligencia.
Aquel retrato vio la luz en un día como hoy.
 Por supuesto, a la carcundia que la rechazaba por razones de clase no le gustó ver reflejados por escrito los motivos de su descontento, y de la progresía de aire republicano recibí alguna carta en la que me expresaban su sorpresa por no haber sospechado jamás que yo fuera capaz de sentir simpatías hacia la Monarquía
. Ay, España. Todo ello por no hacer un retrato amargo, sarcástico o denigratorio de la joven novia del príncipe Felipe, sino, creo, ajustado a la verdad.
A quien sí debió de agradarle fue a la propia Letizia, que, a través de una colega de televisión, me hizo llegar un mensaje de agradecimiento
. El mensaje se materializó en una cena que tuvo lugar en el piso que la historiadora y académica Carmen Iglesias, profesora del Príncipe, tiene en el corazón del Madrid de los Austrias.
 Ahora no es un secreto, entonces sí.
 La prensa del corazón rastreaba con celo de sabueso los pasos de los novios, y cuando llegamos a la cita ya había dos paparazi haciendo guardia enfrente del portal.
 De aquella velada, tan astutamente propiciada por Iglesias, ha quedado el recuerdo del envaramiento inicial, que se fue diluyendo poco a poco hasta alcanzar una naturalidad en la cena que ni mi marido ni yo hubiéramos sospechado.
 Cuando cruzábamos la ciudad de regreso a casa, compartimos, supongo que con algo de inocencia por nuestra parte, una misma sensación: la de haber creído tener ante nosotros a dos personas que se quieren pero que van a ser para siempre prisioneros de un destino que escriben otros.
Letizia pudo apreciar la dimensión que adquiriría cada una de sus palabras a partir del primer encuentro con la prensa: aquella mañana en que se oficializó el noviazgo, se enseñaron los regalos del prometido a la prometida y viceversa, y en la que la novia, con un grado de naturalidad que luego sería borrado en sus comparecencias públicas, le dijo al Príncipe aquella frase tan común en cualquier pareja y tan extraordinaria entre parejas reales, "déjame hablar".
 Fue la última vez que Letizia reclamaría públicamente la palabra.
 No sabemos si de forma traumática o progresiva, aquella joven profesional que hablaba a diario para millones de espectadores aprendió a ser consorte silenciosa en la vida pública, con el sacrificio que eso conlleva para quien disfruta dando su opinión.
La siguiente vez que tuve la oportunidad de ver a la pareja fue en Nueva York.
 En realidad, los había visto antes, el día de su boda, pero, como todo el mundo sabe, las bodas reales se disfrutan mucho más por televisión.
 De aquella jornada conservo una imagen de ellos no mayor al tamaño de esos novios de plástico con el que adornan en las pastelerías el piso más alto de la tarta nupcial.
Tras un año de matrimonio, los Príncipes realizaron su primer viaje a Estados Unidos e hicieron acto de presencia en una gala en el Waldorf Astoria, en el Cervantes y en la ONU.
 Era enternecedor el empeño que Letizia ponía en que sus encuentros fueran productivos y profesionales, y cómo se frustraba al ver que la prensa solo apreciaba el modelito que había elegido para cada evento
. Sospecho que ese desencuentro con quienes la juzgan siempre ha sido un motivo de disgusto para ella
. Aquellos que valoran su presencia comparándola con una esclava de la moda como es Rania de Jordania no demuestran mucha perspicacia calibrando qué tipo de mujer es la princesa Letizia.
 Su manera de vestir es la de alguien para quien la ropa está al servicio de los acontecimientos
 Sin más.
 Aunque no deja de ser evidente que durante estos años sí se ha preocupado por suavizar los rasgos angulosos de su rostro, acentuados por una extrema delgadez propia de las personas de carácter nervioso.
Cuando la periodista Letizia le dijo a su prometido "Déjame hablar", lo que deseaba era expresar ante los periodistas su admiración hacia la Reina, la figura que ella había decidido tomar como ejemplo. Hay algo que ha debido aprender de la que (si ocurre como está previsto) será su predecesora: a callar sin que parezca que está callada, a callar de tal manera que dé la impresión de que está interviniendo, a callar manteniendo la sonrisa y el gesto de interés, a callar y a reservarse su opinión para espacios muy íntimos.
Un sábado de aquel viaje a Nueva York, la pareja de príncipes fue a Broadway a ver uno de los clásicos, La calle 42.
 El frío inconsolable del aire acondicionado del teatro les expulsó a mitad de la obra y fue entonces cuando me sonó el móvil.
 A la salida, por cierto, del estreno de La mala educación, de Almodóvar.
 Nos podíamos encontrar, propusieron, para tomar algo. Como en aquella ciudad no somos nadie, como tampoco sabemos cómo se hace eso de reservar una mesa para los Príncipes de España, optamos por ir al mismo restaurante al que vamos y al que popularmente se va a la salida del Lincoln Center, Fiorello's.
 Sí, el mismo restaurante en el que cenó Vargas Llosa con su familia al salir de la ópera el día en que le concedieron el Nobel, Fiorello's.
Un clásico donde, milagrosamente, siempre se encuentra sitio.
 Compartimos pizza, vino e intimidad.
 Si alguien de la clientela que nos rodeaba conoció al Príncipe hizo como que no
 Tan solo un camarero mexicano le preguntó si era quien él creía que era y a partir de ahí nos trajo las viandas algo más rápido de lo que suelen.
 Eso fue todo.
A esas alturas ya se había especulado con posibles embarazos de la Princesa, y la Princesa esperaba impaciente el momento mezclando, imagino, su deseo con la presión a la que era sometida
. Los medios de comunicación ya eran conscientes de la debilidad de Letizia por los medios de comunicación
. Por los periódicos, por Internet, por aquello que debía leer y por lo que no
. La prensa suele advertir en cualquiera sus aspectos más vulnerables, y en Letizia captó esa tensión transparente por su afán de mostrar una conducta irreprochable y llegar a alcanzar ese grado de "gran profesional" con el que el Rey ha descrito a la Reina
. Esa célebre definición, que denota reconocimiento hacia la consorte, pero también una distancia que ha parecido siempre justificada por el rango, no está presente en la nueva pareja real, que, más de acuerdo con la generación a la que pertenecen, trabajan con una mayor sintonía.
Así me pareció cuando los observaba de cerca en aquel restaurante neoyorquino bullicioso en el que, por su proximidad al Lincoln Center, sirven la comida estudiantes de canto
. Letizia, la princesa, como es natural por su vocación de periodista y por no haber nacido con todo dado, andaba preocupada por las críticas.
 Felipe, el príncipe Felipe, más sereno ante las reacciones de la opinión pública, más proclive a aceptar lo que el curso de la vida les depare, dijo: "Alguna vez nos criticarán y tendrán razón".
 Y a mí me pareció de una inteligencia y una dulzura que le han de servir como escudo en un país en el que nada se da por descontado.
De nuevo les dijimos adiós como se dice adiós a quien emprende un viaje que ha de ser por fuerza proceloso.
 Y les animamos, en broma, por supuesto, a quitarse de en medio durante un tiempo a un rincón poco turístico de Nueva York.
 Qué fácil es recomendar la libertad cuando se tiene.
Por aquellos tiempos, la crónica social se centraba, entre todos los miembros de la Casa del Rey, en Letizia: la ropa, los esperados embarazos, las tensiones, las posibles crisis.
 En realidad, los periodistas del corazón o de sociedad no han dado tregua a la Princesa hasta que el caso Urdangarin ha sido ineludible incluso para la prensa más ñoña
. Hubo un conato de colocarla en primera plana con esas fotos en las que mostraba unos brazos esqueléticos en el viaje a Chile, pero el peso del fiasco Urdangarin es insuperable.
Cabe preguntarse, y por qué no decirlo en público, si parte de esa falta de indisimulada sintonía entre la infanta Cristina y la princesa Letizia no era el resultado de una manera de actuar poco ejemplar del duque de Palma que afectaba directamente al futuro de su marido, el Príncipe.
Curioso es que el Rey, en su encuentro con los periodistas en el Congreso el día de la investidura del nuevo Gobierno, y tras el aplauso provocado por un discurso en el que todos entendimos había una valiente referencia a los negocios de su yerno, reprochara a la prensa su tendencia a personalizar las cosas.
Una manera absurda de dilapidar el buen efecto conseguido
. Es cierto que la Monarquía precisa de ritos y gestos un poco irreales para subsistir, pero dado que es un Estado democrático quien ha de servirse de sus desvelos diplomáticos y su presencia conciliadora, no hay por qué sobresaltarse ante la presencia de un heredero que no salvó la democracia pero que estudió en Georgetown, que no se casó con una gran profesional de la monarquía sino con una profesional del periodismo y que la eligió para trabajar a diario con ella, codo con codo.
 De momento, dicen los periodistas que les siguen de cerca, la presencia de Letizia ha sido beneficiosa.

Atención mediática

La princesa Letizia se solía quejar de la falta de atención de los periodistas hacia el cometido de sus viajes.
"No se fijan más que en el vestido que llevo o en cuál es la razón que me ha llevado a elegirlo para esa ocasión".

Pareja y equipo

El Príncipe comentó delante de unos periodistas:
 "Letizia tiene que sonreír para que se aprecie que está de buen humor. Sus rasgos son más marcados y graves que los de la Reina, que tiene un gesto siempre amable".
 En la imagen, los Príncipes de Asturias saliendo del Congreso de los Diputados después de que el Rey inaugurara la décima legislatura el pasado martes.

Aritz Aranburu, un planeta y mil millones de olas.......................................... Álvaro Corcuera

Viajamos a Hawái con el mejor surfista español de todos los tiempos, una etapa dentro de una vida repleta de viajes, marejadas, experiencias y enseñanzas alrededor del globo.

 

Acompañamos en Hawái al mejor surfista español. / Carlos Spottorno / Álvaro Corcuera

Siempre estoy pendiente del mundo.
El año pasado estaba en Zarautz y vi por Internet que una borrasca muy fuerte se acercaba a Tahití. Hice la maleta, surfeé dos días y entonces vi que la borrasca se desplazaba hacia México.
 Cogí otro avión y volví a surfear la misma marejada, pero a miles de kilómetros
. Una locura, pura adrenalina”.
 Aritz Aranburu, surfista profesional, sonríe:
“Dicen que soy un motivado”. El año pasado apenas paró en su casa de Zarautz (Gipuzkoa) un par de meses
. Viajó a Australia, Fiyi, Brasil, Tahití, Namibia, Hawái, Sudáfrica, Portugal…
Mitad por competición y mitad por libre. “Muchas veces no se trata de las olas, sino del camino.
 De llegar a sitios nuevos y empaparte de culturas y experiencias”.
A los 29 años, su hogar es el océano.
 Ha nadado junto a arrecifes de coral, fondos de lava volcánica y bancos de arena.
 Ha surfeado millones de olas en todo el globo y ha roto barreras impensables a base de mucha perseverancia.
Es el único español que ha competido en la élite del surf mundial y en su momento fue el quinto europeo en alcanzarla (lo logró en 2007).
 Es un pionero en una disciplina copada por australianos y estadounidenses, categoría esta última en la que también están los hawaianos, distinguidos aparte por respeto a su historia.
Fue uno de ellos, Duke Kahanamoku, quien fundó el surf moderno, lo popularizó y lo exportó a las costas de California y Australia.
 Hoy, tras 45 ediciones del mundial, solo cuatro campeones no pertenecían a ese eje yanqui-aussie con epicentro en Hawái: Felipe Pomar (Perú, 1965), Shaun Thompson (Sudáfrica, 1977), Martin Potter (Reino Unido, 1989) y Gabriel Medina (Brasil, 2014).
En Pipeline (costa norte de Oahu, Hawái) ha habido muchas muertes. El agua viene con fuerza, cubre muy poco y el fondo es duro, de lava volcánica”
“Hawái es la meca, donde todos los surfistas queremos llegar”, sentencia Aritz.
 Él aterrizó por primera vez en este mítico punto del Pacífico hace 15 años en busca de esa ilusión, de competir un día con los mejores
. Desde entonces, cada invierno pisa las playas de la North Shore (costa norte) de la isla de Oahu, una de las ocho principales que componen el archipiélago de Hawái.
 A lo largo de 22 kilómetros de vastos arenales, de corrientes marinas enrevesadas y de un oleaje que en esta época del año es espectacular, cientos de surfistas buscan la mejor ola en Haleiwa, Waimea Bay o Pipeline
. Esta última es especial: en el fondo marino y a diferentes distancias de la costa hay tres arrecifes que con las corrientes y vientos adecuados generan olas de una virulencia, altura, perfección y constancia ideales
. Un sitio donde los surfistas disfrutan metiéndose en esos fotogénicos tubos de olas de tres, cinco, siete metros –las favoritas de Aritz, las “potentes”–, pero también un lugar muy peligroso. “En Pipeline ha habido muchas muertes.
 El agua viene con mucha fuerza, cubre muy poco y el fondo es duro, de lava volcánica, muy rugoso”, explica.
Son las 5.45 en Pipeline. El mar ruge.
 En la orilla, la espuma centellea en pura efervescencia.
 Dos potentes puntos de luz enfocan hacia la playa y rompen la noche.
 Los trabajadores del Billabong Pipe Masters, la última prueba del Mundial de surf 2014, preparan una nueva jornada del campeonato, compuesto por otros 10 destinos más en el mundo.
 Para las ocho de la mañana, los fans invaden la playa.
 Es un público heterogéneo.
 En edad, en sexo, en procedencia, en color de piel
. Comparten estética surfera y el deseo de aplaudir las mejores maniobras, que son, explica Aranburu, las que se trazan con una mayor “radicalidad”, cuando el surfista puede con la ola.
 Decenas de fotógrafos tratarán de captar giros imposibles y tubos interminables.
 Teleobjetivos y drones competirán por la imagen más fresca e innovadora.
 Los niños pugnarán por pescar trozos de tabla rotos arrastrados a la orilla, piezas de colección que serán autografiadas por sus ídolos.
Fotogalería
Aritz Aranburu, surfeando en las aguas de la costa norte de Oahu (Hawái, EEUU). / Carlos Spottorno
Aritz se la juega.
 Pese a que el día anterior consigue la mejor puntuación en una ola de todos los surfistas en competición, la imposibilidad de coger otra le relega a la repesca de hoy.
La manga es de hombre contra hombre y dura 30 minutos.
 Uno puede coger todas las olas que quiera, pero solo puntúan las dos mejores.
 Es un deporte subjetivo: califican cinco jueces, la mejor y la peor nota se descartan y se hace la media del resto.
 Si Aritz no logra sorprenderles, perderá la categoría. Del Champion­ship Tour (CT) al Qualification Series (QS), es decir, de la primera a la segunda división de la Association of Surfing Professionals (ASP), la World Surf League (WSL, Liga Mundial del Surf) a partir de este año.
 Junto a la playa, en una casa de madera típica de la North Shore de Oahu y alquilada por Quiksilver, patrocinador de Aritz, el surfista se pone el bañador, estira, encera cuatro tablas y enfila hacia la arena, donde sus padres, Karmele y Rafa, y su novia, la modelo Almudena Fernández, le aguardan. Hay tensión, orgullo, besos y apretones cariñosos.
 Pero pocas palabras.
En el agua compite contra el australiano Matt Wilkinson. Aritz lidera la manga, pero al final comete un error y pierde su ronda.
 Cae en la espuma y dos socorristas en una moto de agua acuden a toda velocidad al rescate, con olas de siete metros rompiendo sobre ellos.
 La repetición por televisión es impactante. Dice su madre: “A veces sientes una impotencia terrible de no poder hacer nada”
. Terminado el Pipe Masters para él, también lo hace el campeonato del mundo, este en el puesto 27, insuficiente para mantenerse (bajan 10 surfistas de un total de 36). Punto final a su tercera temporada en el Olimpo (antes compitió en el CT en 2008 y 2009).
Aritz camina descalzo
. En su mano lleva un tazón de leche con cereales.
 Enfila la calle Ke Waena en dirección a la playa. “¿Sabéis que en idioma hawaiano solo hay siete consonantes?”. De ahí que los nombres aquí tengan ese aspecto tan parecido: h, k, l, m, n, p, w.
 Se sienta en la arena a mirar el mar.
 Amanece nublado.
 En Hawái todos los días hace sol y casi todos los días caen algunas gotas de lluvia.
 La temperatura oscila aproximadamente de una mínima de 20 grados a una máxima de 30 en invierno, mientras que en verano sube un poquito el termómetro.
La climatología favorece un paisaje bello y verde: hierba, árboles muy frondosos, palmeras majestuosas a la orilla del océano y flores exuberantes con las que los hawaianos fabrican sus tradicionales collares.
“El día que me retire me gustaría compartir con otras generaciones lo que he aprendido. No hay nada mejor para un deportista que otros te sigan”
“Todas las mañanas estudio las olas.
 Observo en qué dirección vienen, cómo sopla el viento…”. Vistas las condiciones, Aritz elige surfear en Haleiwa.
 En este pueblecito, el surf es religión
. Se palpa en las tiendas, verdaderos paraísos de las tablas de segunda mano, de bañadores y camisetas de todas las grandes marcas y diseños.
 Y también en el aparcamiento de la playa, donde estaciona una antigua furgoneta Volkswagen, símbolo de un estilo de vida.
En cierto modo, Haleiwa, como le pasa a toda la North Shore, ha mantenido el sabor de antaño
. Es turístico, pero en una muy justa medida. El 99% de los alojamientos son casas particulares y no hoteles.
 En sus jardines hay carteles que reivindican el keep the country country (mantén el campo campo), y si has visto películas como Los descendientes o Parque Jurásico, o series como Lost, uno tiene la sensación de pisar sus vírgenes localizaciones. “Hey, Aritz!”, le saludan en el parking
. Desde surfistas aficionados hasta Martin Potter, el campeón mundial en 1989, todos reconocen al zarauztarra.
Quienes han vivido la evolución de Aritz desde que era un crío y empezó a conquistar campeonatos en su pueblo y después en Capbreton (Francia) contra los mejores juniors del mundo –ahí fue donde Quiksilver le fichó– hasta que terminó surfeando con su ídolo de niño, Kelly Slater, 11 veces campeón mundial y al que ha vencido alguna vez, hablan de un chico muy trabajador.
 En Australia, con 15 años, participó en un surf camp de la mano de Tom Carroll, doble vencedor mundial en 1983 y 1984.
Hoy, con 53 años, Carroll sigue surfeando, y además muy bien: en Pipeline se llevó las Heritage Series, competición para veteranos
. Recién salido del agua, se encuentra con Aritz, al que saluda con afecto.
 “Recuerdo cuando llegó a Australia.
 No tenía un talento sobresaliente, pero sí una enorme determinación.
 Le otorgamos el Premio Andrew Murphy, que reconocía al surfista que mostraba un mayor espíritu”.
Los padres de Aritz también recuerdan aquel galardón y la felicidad de su hijo. Karmele, su madre, rememora cómo pasó de ser un chavalín de la playa de Zarautz, donde empezó “con dos o tres años” tomando prestado un paipo a un compañero, a llamar la atención de las marcas, clave en este negocio.
“Una de las cosas más importantes para un surfista es ser capaz de vender bañadores. No hay que olvidar que, gracias a las marcas, nosotros tenemos dinero para viajar”, razona Aritz
. Acudimos con él a una sesión fotográfica para Quiksilver en Pupukea, en una casa espectacular con un gran jardín.
“Le conocí en Marruecos cuando él tenía 14 años. No ha cambiado nada
. Sigue surfeando por amor y no por el negocio, y no tiene ego.
Créeme, es raro en este mundo”, asegura el retratista, el francés Bernard Testemale.
“El surf es una lección de vida.
 No se puede ir de chulito, el mar siempre te deja en tu sitio”, dice Aritz.
Para Quiksilver, presente en 115 países del mundo, el mercado español es importante, el cuarto donde más vende (6%) tras EE UU (35%), Francia (12%) y Australia/Nueva Zelanda (7%).
 Sin ser Aritz un top 10 del mundo, sí lo es en Europa, y desde luego en España, y eso tiene un valor.
“El surf mueve millones”, dice Aranburu, que no detalla sus ingresos, pero reconoce que la mayor parte le entran de sus patrocinadores (en 2014 ganó 100.000 dólares compitiendo, unos 86.000 euros).
 Él, un “inquieto”, no para en casa por un doble motivo: primero, porque le gusta descubrir nuevos sitios; segundo, porque sabe que el free surfing o surf libre sirve para alimentar a los propios patrocinadores.
 A cada viaje, él se lleva un cámara, explota los vídeos y las fotografías en su blog, en las redes sociales y en los medios de comunicación.
La carretera de la playa es un viaje a la gastronomía mundial.
 Camionetas, furgonetas y pequeños puestos ofrecen desde un buen desayuno estadounidense con su café y su muffin de chocolate hasta una crêpe francesa, un pad thai tailandés o diferentes especialidades brasileñas como el açaí, una fruta del Amazonas que se sirve triturada, de textura y color similar al chocolate, muy fresca, energética y llena de propiedades.
 Comemos un bol con Aritz y su familia y hablamos del futuro del surf en España.
Él resalta “la falta de estructuras potentes” y de gente “que sepa de verdad”, y reivindica el modelo de Portugal, un país que crece sin parar. Tiago Pires, amigo suyo, portugués y compañero en el CT, explica las claves:
 “Hay muy buenas olas; las dos ciudades principales del país, Lisboa y Oporto, miran al mar; el récord de Garret McNamara en Nazaré (el hawaiano que se ha hecho famoso por atreverse con olas de 30 metros de altura) nos ha colocado en el mapa; y la entrada de compañías de telefonía, de seguros o bancos han beneficiado a Portugal”.
“El día que me retire me gustaría compartir con otras generaciones lo que he aprendido.
No hay nada mejor para un deportista que otros sigan tu pista”, sueña Aritz.
 Hoy ya ayuda a otra gente, a través de la ONG Kind Surf, fundada por su novia, Almudena, y de la que él es embajador: una organización que les emociona y que trata de echar una mano a niños con discapacidades físicas o psíquicas.
“Parece que haces mucho por ellos, pero muchas veces es más lo que recibes de vuelta”, asegura ella.
En Haleiwa, Aritz lleva unos minutos surfeando.
Su fotógrafo, Isio Noya, le persigue desde la orilla con un teleobjetivo y se percata de una caída. Pasan pocos minutos hasta que descubrimos las consecuencias.
El codo y la espalda del deportista sangran: se acabó el surf durante una semana. “¡Mejor que hayas salido rápido, ya sabes que hay tiburones!”, ríe Isio.
 Pero no es broma. Penetrando un par de kilómetros en el mar, hay quien baja en cestas metálicas para ver a estos animales en su hábitat, cara a cara.
 A veces los escualos se acercan más a la costa: en 2003, una surfista hawaiana, Bethany Hamilton, perdió un brazo por un ataque: no es frecuente, pero puede suceder.
 Hamilton volvió a surfear y es una figura reconocida.
 Las heridas de Aritz son menos salvajes, claro, pero demuestran que en el surf no todo es felicidad: implica esfuerzo, dedicación y una dosis de sufrimiento y aventura:
“La mayoría de mis cicatrices son de Tahití. Allí el suelo es de coral vivo. ¡Corta la piel como si fueran cuchillos!”, exclama con una sonrisa.
“Para mí, la clave para mantener la ilusión y los pies en el suelo es sentirse agradecido.
 Siempre hay días malos, pero en cualquier momento, cuando me pregunto si cambiaría mi trabajo y lo que me rodea, no se lo cambiaría a nadie
. Esa gratitud, aparte de la pasión por surfear, me hace sonreír todos los días".