Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 dic 2014

Tim Burton y Helena Bonham Carter se separan

El director y la actriz rompen de forma amistosa su relación después de 13 años juntos.

 

Tim Burton y Helena Bonham Carter. / LUCY NICHOLSON (REUTERS)

El director de cine Tim Burton y la actriz Helenaam Carter Bonh se separan después de 13 años juntos, según ha informado la revista People. La pareja, que nunca estuvo casada, ha roto de forma amistosa.
 “Pedimos respeto por su privacidad y la de sus hijos durante este tiempo”, ha dicho el representante de la actriz a la revista.
Burton, de 56 años, y Carter, de 48, tienen dos hijos juntos: Billy, de 11 años, y Nell, de siete
. Ambos se conocieron durante el rodaje de la adaptación que el aclamado director hizo del El planeta de los simios en 2001. Desde entonces, los dos han trabajado juntos en varias cintas como Sweeney Todd y Alicia en el País de las Maravillas.
Burton acaba de estrenar Big Eyes, un filme que narra una historia real y que se aleja de sus habituales fantasías tétricas. La pareja protagonista está formada por Amy Adams (Her) y Christoph Waltz (Malditos bastardos).

Caballé acepta medio año de cárcel por defraudar a Hacienda

La soprano también ha pactado con la Fiscalía pagar una multa de 240.000 euros.

La soprano Montserrat Caballé, en 2011. / Marcel·li Saenz Martinez

La soprano Montserrat Caballé ha pactado con la Fiscalía una condena de medio año de cárcel y multa de 240.000 euros por defraudar medio millón de euros a Hacienda. Caballé simuló que tenía su domicilio en Andorra.

Según han informado a Efe fuentes judiciales, la diva, que ya ha devuelto a Hacienda el medio millón que se le reclamaba, ha firmado hoy el escrito de conformidad que ha redactado la Fiscalía, acuerdo que deberá ratificar ante el juez de lo penal para evitar su juicio.
Caballé esta imputada por fraude fiscal porque, pese a vivir en España en 2010, figuraba como residente en Andorra para no tributar en la Hacienda Pública española.
 Sin embargo, la soprano vivía en Barcelona y se desplazaba al Principado por motivos profesionales.
Según fuentes cercanas a la cantante, actualmente su estado de salud no es bueno, prácticamente no sale de su casa y la imputación le ha afectado. "Tiene un estado de salud muy frágil", han confirmado a Europa Press las mismas fuentes, que no ha querido desvelar más detalles del acuerdo, remitiéndose a la sentencia que deberá dictar el juez.

 

22 dic 2014

Todos los besos y todos los bichos................................................ Rosa Montero

Siempre he sentido fascinación por los microbios y todos los organismos diminutos, por ese colosal hervor de vidas.

Uno de los trastornos obsesivos más comunes es la hipersensibilidad a la posible suciedad de las cosas, el horror patológico a los microbios.
 He conocido personas que se lavaban las manos doscientas veces al día, o que se estremecían ante la idea de tener que estrecharle la mano a alguien.
 Llevo pensando en ellos desde que leí, hace unas semanas, ese fascinante reportaje de Miguel Ángel Criado en EL PAÍS en donde explicaba que, cada vez que nos besamos con lengua con alguien durante diez segundos, intercambiamos ochenta millones de bacterias.
Pobres maniáticos de la higiene míos: supongo que a los casos más graves ya les daría cierto repelús lo de mezclar salivas, pero me temo que este reportaje ha podido terminar de estropear la vida sexual de más de uno.
Siempre he sentido fascinación por los microbios y todos los organismos diminutos, por ese colosal hervor de vidas que nos rodea y que, con nuestra habitual ceguera etnocentrista, ignoramos olímpicamente, como si todo aquello que no podemos contemplar con nuestros defectuosos y limitados ojos simplemente no existiera.
Nos sentimos los reyes de la creación, la medida del mundo, individuos orgullosos y solitarios, y no nos damos cuenta de que hasta el misántropo más aislado del planeta está inmerso en un tumulto monumental de bichejos varios. Empezando por los ácaros del colchón, de los sillones, de los cojines; vistos al microscopio, son unas bestias de aspecto aterrador y repugnante, peores que el Alien de la película.
 Y convivimos todos los días con millones.
 En el agua, en el suelo, en el polvo, en el aire, en la superficie de las mesas, en la pelambre de nuestros animales de compañía, por doquier nos rodean batallones y batallones de cosas vivas.
 Por no hablar, claro está, de nosotros mismos, que somos un territorio colonizado por los microbios. Según leí hace años en un libro escolar genial,
 Ni contigo ni sin ti (Gran Guignol Ediciones), escrito por Miguel Vicente, Marta García-Ovalle y Javier Medina, nueve de cada diez células de nuestro cuerpo son bacterias.
 Bien mirado, es como si las bacterias nos explotaran biológicamente, como si fuéramos su huerto, su vaquita. Por cada célula mía, nueve pasajeros: qué invasión, qué barullo.
 En total acarreamos cerca de kilo y medio de bacterias en nuestro cuerpo, la mayoría en el sistema digestivo. ¡Y en ocasiones nos sentimos solos!
 Qué ceguera.
Sabemos que convivimos con todo ese submundo maravilloso desde hace varios siglos
. La primera persona que vio los microbios fue un comerciante de telas holandés llamado Antoine van Leeuwenhoek. Como necesitaba poder contar los hilos de los tejidos que vendía, este hombre habilidoso fabricó unas cuantas lupas que luego, movido por la curiosidad, fue enfocando sobre todo cuanto le rodeaba: la hierba, las moscas, las gotas de agua.

 Así descubrió que, alrededor de él e incluso dentro de su cuerpo, porque también escudriñó su saliva, había una infinidad de cosas que se movían
. Dedujo acertadamente que esas pizcas itinerantes estaban vivas y las denominó animálculos. Si te paras a pensarlo, tuvo que ser un momento espeluznante y grandioso: el hallazgo de todo un universo paralelo de seres vivos que compartían el planeta con nosotros.
 Es como haber establecido contacto con los alienígenas, solo que se trataba de unos marcianos muy diminutos. Todo esto sucedió en el año 1676, o sea, hace un montón de tiempo, pero de algún modo nos las hemos arreglado para olvidarlo, de la misma manera que olvidamos que nos vamos a morir: son saberes incómodos, humillantes, amedrentantes.
 Nos rompen nuestro espejismo de protagonismo orgánico
. Por eso nadie se acuerda de Antoine van Leeuwenhoek ni de aquel instante estelar de la humanidad. Descubrir que somos una colonia de bacterias es un conocimiento amargo de tragar.
Y ahora además nos dicen que nuestros besos, esa cosa tan húmeda y tan íntima, no es sólo cosa de dos, sino que interviene una multitud.
 Al parecer en la boca puede haber hasta setecientas bacterias diferentes.
 Bichos aventureros y viajeros dispuestos a mudarse a una lengua ajena, verdaderos exploradores interestelares.
 Porque, desde el punto de vista de los microbios que nos habitan, debemos de ser tan grandes e inabarcables como una galaxia.
Un inmenso sistema que los acoge, a ellos y a los hijos de sus hijos
. A veces me imagino que los humanos somos las bacterias de algún organismo enorme, microbios alojados en la centelleante negrura intestinal de un megaser.
 Curiosamente, es un pensamiento que me serena.

 

Diccionario Penal......................................................................... Javier Marías

Uno se pregunta qué es lo que estos colectivos furiosos no entienden de lo que es tan fácil. El DRAE no “sanciona” ni “legaliza”.

A raíz de la nueva edición del Diccionario de la RAE (la 23ª), han arreciado las protestas por parte de colectivos e individuos
. Unas, porque no se ha suprimido o modificado tal o cual acepción de una palabra; otras, porque se ha añadido alguna, atendiendo a su vigencia entre los hablantes; las de más allá, porque se han incorporado vocablos aquí inauditos, olvidando que son frecuentes en países que comparten con nosotros la lengua: por ejemplo, “amigovio”, el cual, por desafortunado que en mi opinión resulte, se emplea en la Argentina, México, el Uruguay y el Paraguay.
 Muchas quejas son ya antiguas y simplemente se redoblan, cada vez con mayor intolerancia, como corresponde a nuestros tiempos.
Los judíos se enfurecen por el mantenimiento de “judiada”, que está en los clásicos; los gitanos se manifiestan ante la sede de la Academia exigiendo que desaparezca la acepción “trapacero”, sin tener en cuenta que también se recoge la elogiosa “que tiene arte y gracia para ganarse las voluntades de otros”; los enfermos de cáncer juzgan denigrante el siguiente sentido: “proliferación en el seno de un grupo social de situaciones o hechos destructivos”, como en la frase “la corrupción es el cáncer de la democracia”;
 las asociaciones de autismo se indignan ante esto: “dicho de una persona: encerrada en su mundo, conscientemente alejada de la realidad”, como en “Rajoy gobierna en plan autista”
. Como los aquejados de cretinismo son ya menos que antaño, no me consta que se hayan encolerizado por el significado “estupidez, idiotez, falta de talento”, ya longevo
. Pero, puestos a ser susceptibles, el número de ofendidos podría ser incontable.
Los frailes podrían soliviantarse porque “frailuno” sea “propio de fraile”, aunque se señale que es término despectivo; los jesuitas porque “jesuítico” quiera decir: “dicho del comportamiento: hipócrita, disimulado”; los lagartos –si pudieran– de que la forma masculina pueda ser “ladrón del campo” y la femenina “prostituta”; las ratas de que figure su nombre para “persona despreciable”, al igual que los perros, a los que se añade el agravio de que “perra” sea también “puta”, lo mismo que las vacas inglesas por uno de los sentidos de “cow”.
 Aunque los animales no puedan, todo se andará: oiremos clamar al cielo a sus exaltados “defensores”, que pedirán la eliminación de estas ofensas. No entro en las reivindicaciones supuestamente feministas (en realidad pacatas, la mayoría), por demasiado abundantes y ya vetustas.
Los hablantes son libres, y lo último que le corresponde a un diccionario es ejercer la censura
Uno se pregunta qué es lo que estos colectivos e individuos furiosos no entienden de lo que es tan fácil de entender. El DRAE no “sanciona”, no “legaliza”, no “da carta de naturaleza”, no “autoriza” a utilizar un vocablo, no señala lo que es admisible o inadmisible, entre otras razones porque no tiene poder para ello.
 La gente habla y escribe como le da la gana, y al hacerlo le trae sin cuidado lo que incluya o diga el Diccionario. Éste no “faculta” ni “impide”, tampoco castiga ni multa, ni siquiera reprende a nadie, todo eso está fuera de sus atribuciones. El DRAE es neutro, es un mero recipiente, un registro de lo que los hablantes deciden emplear libre y espontáneamente (eso sí, de forma mayoritaria y duradera). Cuando un uso arraiga, o figura en textos importantes, al Diccionario no le queda sino recogerlo.
 Da lo mismo que un término sea obsceno, desagradable, peyorativo, despreciativo, ofensivo, incluso racista.
 De sus existencia y vigencia no hay que culpar a las Academias, sino a los hablantes, y lo que todos esos colectivos olvidan es que los hablantes son libres para bien y para mal, y que lo último que le corresponde a un diccionario es ejercer la censura.
¿Por qué habría que hacer más caso a los autistas o a los judíos que a los jesuitas o a los puritanos? Estos últimos se sienten ofendidos por la presencia de “follar”, “polla” o “coño”, que antiguamente estaban ausentes.
 ¿Sería hoy esto aceptable? No, a todas luces: el Diccionario sería tildado, con motivo, de censor y mojigato.
Y es justamente ese espíritu, el censor, el que anima a quienes protestan: cada cual quiere que se supriman –es decir, se prohíban– los vocablos que siente agraviosos.
Si subrayo este último verbo es porque cada quejoso o indignado habla desde su subjetividad, y como éstas son infinitas, también lo serían las podas.
 Los que denuestan el Diccionario son enemigos de la libertad y autoritarios, aspiran a la prohibición y sujeción del habla, y además creen, erróneamente, que la censura del DRAE acabaría con el uso de las acepciones que los enojan, como si esa obra fuera una especie de Policía o de Código Penal capacitada para llevar a la cárcel a los infractores, a quienes se valieran de términos no consignados en ella. ¿Tan difícil es de entender lo ya expresado?
 El DRAE no impone nada, no puede; tampoco veta nada, no puede; a lo sumo orienta, guía, recomienda o desaconseja.
Está a merced de lo que los hablantes deciden, y éstos son libres, mal que les pese a muchos con vocación dictatorial.
Un solo ejemplo inocuo: etimológicamente, deberíamos haber dicho “crocodilo”, y a ello obedecieron el inglés y el francés “crocodile” y el alemán “Krokodil”
. A españoles e italianos se nos antojó que el nombre fuera “cocodrilo” y “coccodrillo”, y así fue y seguramente será hasta que nuestras lenguas desaparezcan.
 Para lo cual no falta mucho, dicho sea de paso, pero esa es otra historia,
elpaissemanal@elpais.es