Si para el año que entra nos libramos de granos lingüísticos como
'petarlo', 'bizarro', 'gentrificación', ya iremos mejor que en 2014.
Además de ser el año del caballo, según el horóscopo chino, 2014
también ha sido el del culo –verbigracia de Kim Kardashian e Iggy
Azalea- y el del amor/odio a las listas.
Luego no hay mejor ni más
coherente forma de rendirle homenaje que con un inventario.
En este caso, uno de palabras que merecen el mismo destino que el año
saliente: su extinción irreversible.
Montar un Change.org para exigir
su eliminación del diccionario de la Real Academia de la Lengua
resultaría un tanto exagerado (y agotador), pero, al menos, su uso y
abuso merece cierta reflexión en estas semanas de balance vital:
Lo auténticamente terrible es oír a miembros de
la generación EGB pronunciar estos palabros con impostada
despreocupación, como si la hubiesen escrito mil veces en sus
cuadernillos Rubio
Gentrificación. Sin duda una de las palabra cuya utilización se ha extendido cual gripe aviar durante 2013 y 2014
. Asevera la
Wikipedia que se trata de un término originario del inglés
gentrification,
y define el proceso de transformación por el que la población original
de un barrio deteriorado es progresivamente desplazada por otra de un
mayor nivel adquisitivo a la vez que se renueva.
Ya saben, el barrio
madrileño de Chueca se
gentrificó cuando aún no habíamos oído hablar de esa palabra.
Williamsburg, en Brooklyn, convirtió el concepto en algo
cool (a por ese terminejo también deberíamos ir pronto), y como buen producto
hípster
(ídem) pasó a ser lo peor en el mismo momento en el que el gran público
lo asumió como algo deseable.
Decir que tu distrito se está
gentrificando
equivale a decir que tiene una plaga de chinches (a veces, como en el
madrileño Lavapiés, pueden pasar las dos cosas a la vez). Pero lo
auténticamente terrible es oír a miembros de la generación EGB
pronunciar este palabro con impostada despreocupación, como si la
hubiesen escrito mil veces en sus cuadernillos Rubio, y buscar cualquier
excusa para colarla en una conversación
. Lo sentimos: aunque digas tres
veces gentrificación delante de un espejo no volverás a la veintena ni
te convertirás en el dueño de un panadería artesanal en Estocolmo.
Esto
no va así. Pero entendemos que no existe, de momento, ninguna palabra
para sustituirla.
Bizarro. Desde la críticas de música más
pretenciosas hasta las conversaciones que comienzan en la barra de bares
pseudomodernos y pretenden terminar en camas flanqueadas por pilas de
libros a modo de mesilla de noche, el término bizarro ha sido
mal empleado
desde hace un lustro.
Según la RAE es "algo o alguien valiente" o, en
su segunda acepción, "generoso, lúcido o espléndido". Algo bizarro no es
algo raro.
Ese es su significado en inglés, no en castellano. “Tío,
dice que le gusta Víctor Manuel, qué bizarro”. Desde luego confesarlo lo
es, pero en su primera acepción. Hay personas que sostienen que da
igual, que
valiente es sinónimo de
raro. Ellos sí que lo son.
Existen preciosas palabras en castellano para sustituirlas: fecha límite, formulario y en cuanto puedas
Deadline, call sheet, asap (de as soon as possible).
John Waters dijo, “si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te lo
folles”.
Bien, pues si recibes un correo de alguien en el que se
utilicen alguno o todos estos términos (y es muy probable que suceda si
trabajas en el mundo de la publicidad, el márketing, la moda o la
economía), tampoco lo hagas.
Existen preciosas palabras en castellano
para sustituirlas:
fecha límite, formulario y
tan pronto como puedas, respectivamente.
Empoderación. El diccionario
panhispático de dudas habla de este concepto.
Explica que es un calco del inglés to
empower y que ya existía en español como variante desusada de
apoderar.
Como con los pantalones a cintura alta y los petos, algunos sienten que
hay cosas que nunca deberían volver a ponerse de moda.
Sí, es cierto,
que conceptos como “
la empoderación de la mujer” resultan mucho más largos de expresar con otras palabras (
La ganancia de poder por parte de las mujeres), pero en esta vida la funcionalidad no lo es todo.
Si no vestiríamos todos sacos o monos y utilizaríamos el lenguaje binario.
Emprendurismo, emprendedurismo y emprendeduría. Antes decíamos
montar un negocio, pero hoy sucede lo mismo que con la palabra
empresario:
el concepto está cargado de connotaciones negativas.
En el
subconsciente colectivo, el empresario es un explotador laboral y
avaricioso que vive en una casa enorme, mientras que al emprendedor
se le presupone cierto grado de creatividad, buenas intenciones
y, si es hombre, una barba bien espesa.
Si pones en marcha una empresa
de lanas eres un empresario; si la lana es orgánica y, además, dedicas
parte de tu capacidad fabril a elaborar abrigos para bebés foca entonces
eres un emprendedor. Sea como fuere la palabra adecuada para referirse a
tu actividad es
emprendimiento.
Ya lo dice la Fundación del español urgente,
Fundéu, son traducciones inadecuadas de la palabra inglesa
entrepreneurship, por lo que se recomienda emplear
emprendimiento,
que ya figura en el avance de la vigésima tercera edición del
Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española, con los
significados de "acción y efecto de emprender (acometer una obra)" y
"cualidad de emprendedor".
Nadie puede negar que petar se trata de un verbo muy versátil dentro del lenguaje coloquial, con usos que van desde el campo semántico del éxito al sexual
Petar. Nadie puede negar que se trata de un verbo
muy versátil dentro del lenguaje coloquial, con usos que van desde el
campo semántico del éxito al sexual.
De hecho, se ha utilizado tan
profusamente y con tan variados significados, que está a punto de no
significar nada. Según la
RAE, es sinónimo de agradar y golpear el suelo
. Quizá haya llegado el momento de guardarla en el mismo cajón lingüístico que
chachi y
guay.
Reu y presu.
Los Zipi y Zape de la jerga laboral. El director de la RAE, José Manuel
Blecua, reconoció en la presentación de la última edición del
diccionario que los académicos debatieron “hasta el final” la
incorporación de
finde, como sinónimo, obviamente, de fin de
semana. No pudo ser y, quizá, sea mejor así.
Porque la aceptación de un
diminutivo como equivalente a la palabra completa puede abrir una puerta
inquietante. Si usted trabaja en una empresa, estará harto de oír
hablar de
reus y
presus. Términos que algunos osan
plasmar en correos electrónicos oficiales ¿De verdad hay alguien que
ande tan falto de tiempo y saliva que el ahorro de cuatro y seis letras
respectivamente (
reunión, presupuesto) le suponga un avance? Si no parece profesional ni maduro pedirse
prime para elegir los turnos de vacaciones, tampoco lo es pasar un
presu.
Y un añadido: Tener sexo. Sí, sabemos que no es una
palabras, sino dos.
Un concepto que tiene otros tantos problemas.
Primero, todos tenemos sexo (femenino o masculino. Los hay que incluso
tienen ambos). Segundo:
Es cierto que en inglés se dice
to have sex
(literalmente, tener sexo), pero no es una expresión empleada de forma
tan usual en Estados Unidos como nos quieren convencer las
sitcom
y sus horribles, horribles doblajes al español
.En los países
hispanohablantes tenemos nuestras propias expresiones para referirnos al
acto sexual:
practicar sexo, practicar el coito y todo un
catálogo de verbos que se acerca en volumen al de palabras que manejan
los esquimales para referirse a la nieve. Con tan vasto y rico
vocabulario ¿por qué importar un concepto impreciso? ¿Nos parece menos
escabroso, menos descriptivo? ¿Qué se supone que implica
tener sexo?
Dejemos de hablar como en las series y empecemos a hablar como en la
vida real.
Si alguien te dice que quiere "tener sexo contigo" di no.
Por
militancia y porque no sabes exactamente qué te está ofreciendo.