Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 nov 2014

Tanta Belleza junta tanto dolor junto.....
















“El Gobierno no tiene piedad ni empatía”............................................... Juan Cruz .

JOAQUÍN SABINA


A los 50, grabó el disco ‘19 días y 500 noches’, que precedió a un ictus y a una nube negra. Ahora lo recupera en los escenarios.

El músico Joaquín Sabina. / samuel sánchez

A propósito de Serrat, ¿cómo lleva el éxito de los otros? Entre mis defectos no tengo ni el de la competencia ni el de la envidia.
 Tengo el alma de niño con moscas de pueblo; siento que los dioses paganos me dan más de lo que merezco
. Y me voy a Las Vegas a verle recoger el Grammy de Honor. ¡Por favor, han tardado 40 años!
¿Y su éxito, cómo lo lleva? No ha sido tan difícil de llevar. Salgo poco desde hace 15 años; a veces hay baño de masas, pero pasa cada dos años, y así se colma mi vanidad.
¿Qué pasa cuando se queda solo y es de noche? Como Chaplin, me he inventado un disfraz: un bombín y algunas chaquetas de tahúr del Misisipí, como diría Alfonso Guerra. Cuando me lo quito desaparece inmediatamente.
 Brindo con amigos y vuelvo al aurea mediocritas.
Por ahí asoma el fracaso. Tengo un carácter optimista y sociable y un fondo, mi más yo, profundamente pesimista y solitario.
 Al fracaso lo llevo desde que nací, como diría Onetti. Nunca he hecho la canción, el poema o el dibujo que he soñado, ni he sido el tipo que he soñado. Soñaba con lo que soñaban los poetas del 50, que eran partidarios de la felicidad.
¿Ya se ha acabado la nube negra? Está ahí, agazapada.
 Cuando la sufrí, como la muerte cuando eres muy joven, creía que eso solo le pasaba a otros. El miedo a que vuelva no se mata nunca.
Esa nube negra ahora está sobre este país. Es grave. Produce indignación, rabia y vómito.
 Parecía que Europa no tenía vuelta atrás; que aquel Estado de bienestar no se acabaría... Y ahora van contra algo tan sagrado como la Ilustración.
Me parece atroz y brutal.
¿Un culpable? El Gobierno actual no tiene piedad ni empatía ni compasión ni sabe lo que pasa en la calle; va a costar décadas que nuestros hijos vivan más decente y libremente.
 Es algo por lo que sólo podemos llorar y patalear... Por si no me preguntas por Podemos...
Adelante... Pues si no existiera habría que inventarlo. No me fijo ni en las caras ni en el discurso que tienen; me fijo sobre todo en que no son ni de Berlusconi ni de Le Pen... En esas estamos: estupefactos, endemoniados y a verlas venir.
Le dijo a Pablo Iglesias en el programa de Évole que se sumaba a su ejército en la retaguardia... Como buen cobarde, ja, ja, ja. No estoy para la primera línea.
¿Lo que ha cantado le retrata? Trato de no ser autobiográfico. Mis canciones contribuyen a crear la caricatura de tipo borracho que anda por ahí follisqueando sin freno. A lo mejor hubiera querido ser ese, quién sabe, ja, ja, ja.
¿Y quién es usted? El que está hablando contigo
. Como dice Gil de Biedma, alargué “el último verano de mi juventud” hasta los 50 años
. Por eso celebro ahora este disco que fue el último que escribí atormentadamente, sin dormir y entregado a todo tipo de exaltaciones físicas y mentales.
Por eso ahora lo voy a cantar en Madrid y en Barcelona, y lo he cantado en mi queridísimo Cono Sur de América.
¿Por qué ese disco? Porque ese año cumplí 50, tuve un ictus, me di cuenta de que tomaba unas cosas que ya no me gustaban y lo dejé todo sin ningún tipo de rehabilitación ni de expertos
. Lo dejé porque lo que tomaba era una mierda. Bebía hasta que nos echaban de los bares.
 Decidí cambiarme de la compañía de los músicos, donde las drogas estaban muy presentes, por la de los poetas, que eran borrachos que te contaban cosas interesantes.
¿Y es feliz? Mato el tiempo de buena manera, pero feliz no diría yo que soy.

 

El artículo inútil...............................................Javier Marías

Está instalada la creencia de que la cultura es como el aire, por el que a nadie se cobra.

Hay columnas que no sabe uno para qué las escribe. No es que tenga confianza en que ninguna influya lo más mínimo, ni haga recapacitar a nadie, ni ayude a ver a los lectores algo desde un punto de vista que no habían adoptado.
 Pero a veces hay un hilo de esperanza: “Quizá haya alguien que esté de acuerdo, o que descubra que lo está”.
Hay unas cuantas, en cambio, cuya absoluta inutilidad le consta a uno desde la primera línea, y esta es de esas
. Si me molesto en hablar del asunto una vez más, es sobre todo porque no consigo entender la extraña convicción que se ha apoderado de nuestras sociedades, con la española en segundo lugar mundial (tras China, creo) en la práctica de la piratería cultural.
No sé
. Desde niño, desde que empecé a ir al cine y a leer libros, el placer que me provocaban esas dos actividades (lo mismo que oír música) fue tan incomparable que mi primera e instintiva reacción fue la de agradecimiento a quienes me las proporcionaban
. A quienes ideaban y hacían las películas y escribían las novelas y componían o interpretaban o cantaban, de Bach a Elvis Presley sin distinción
. Ese sentimiento no me ha abandonado nunca, se me ha mantenido intacto hacia cada nuevo autor, actor, director o músico que me entusiasmara, y hoy lo he hecho extensivo a los responsables de las series de televisión que, mientras han durado o aún duran, me permiten pasar momentos extraordinarios de contento, emoción, diversión y saber: Los Soprano, El ala oeste de la Casa Blanca, Deadwood, Inspector Morse, Frasier o Juego de tronos, por no alargar la lista.
Se puede decir que por toda esa gente haría cualquier cosa, me pondría a su disposición para lo que necesitara, procuraría facilitarle su tarea y animarla a proseguirla.
 Lo último que se me ocurriría sería perjudicarla, no digamos privarla de sus ganancias.
 Precisamente porque quiero más de lo que esas personas hacen o han hecho, deseo que tengan éxito y reconocimiento para que así puedan continuar deleitándome sin trabas ni cortapisas.
 Si me fuera posible retroceder en el tiempo, haría cuanto estuviese en mi mano para ayudar a Shakespeare y Cervantes y Montaigne, a Conrad y Henry James y Flaubert y Stevenson, a Dickens y Baudelaire y Lampedusa y Elio y Rilke, a Nabokov y Faulkner y Bernhard, también a Dumas y Dinesen y Rebecca West y Diderot y Sterne.
 De decenas de ellos compraría y regalaría sus obras una y otra vez, dentro de mis posibilidades; contribuiría a que pudieran vivir de su arte, para que siguieran cultivándolo y yo disfrutara de él. Iría a ver un montón de veces (bueno, eso hice mientras coincidí en el mundo con ellos) las películas de Ford y Hitchcock y Wilder, las de Ophuls y Rossellini y Peckinpah y Anthony Mann. Compré y sigo comprando cada disco de Dylan y Cohen y de muchos más.
Mi gratitud hacia todos es infinita, como lo es hacia Rampal y Glenn Gould y Sviatoslav Richter y Leonhardt y Rostropovich y Casals y Janet Baker y Michelangeli y tantos otros genios musicales. Les deseé o les deseo todo el bien del mundo, también por mi propio interés.
De ese sentimiento parece quedar poco rastro en el mundo actual.
 A menudo nos encontramos justamente con lo contrario, el rencor
. Rencor hacia quien “hace lo que le gusta y encima pretende cobrar por ello”.
 Rencor hacia “quienes se forran” con su talento, como si poseer talento debiera condenar a un individuo a malvivir.
 Como si algún artista obligara a nadie a consumir sus “productos”.
La gente siempre ve, escucha, lee lo que le da la gana, con entera libertad.
 Y si hay muchas personas deseosas de ver, escuchar o leer a tal intérprete o autor, ¿qué sentido tiene que no se beneficien de ello quienes nos brindan el conocimiento y el placer? Y sin embargo está instalada –arraigada ya– la creencia de que todo eso ha de ser gratis.
 De que la cultura es como el aire, por el que a nadie se cobra (ya llegará); de que es una especie de “don natural” o “divino” que flota y al que todo el mundo tiene derecho … sin pagar. Leo en el suplemento New York Times de este diario que una tal Hana Beshara fundó un sitio web popularísimo para descargar películas y series de forma ilegal
. En su mejor momento llegó a recibir 2,6 millones de visitas ¡diarias! Al cabo del tiempo fue detenida, y tras dieciséis meses en prisión, declara: “Nunca me arrepentiré”
. La mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes estadounidenses juzga la descarga ilegal una “minucia”, y su conciencia está tranquilísima.
 No les importa que Kim Dotcom, el jefe de Megaupload, se hiciera multimillonario con el trabajo de otros; al contrario, adoran al presunto delincuente y explotador, el agradecimiento lo reservan para él. Eso en los Estados Unidos, que, a diferencia de España, no es (todavía) un país de ladrones redomados y vocacionales que consideran que todo les es debido, más o menos como Blesa, Rato, Barcoj y demás usuarios de las tarjetas sin fondo de Caja Madrid y Bankia
. Esos mismos jóvenes se indignan cuando sus compañeros utilizan sus trabajos sin permiso, pero no son capaces de advertir la contradicción.
 Es como si tuvieran interiorizada la siguiente, egoísta y pueril idea: “No hay nada malo en coger lo ajeno, salvo si me lo cogen a mí. A mí no, ¿eh?
” Qué se puede hacer ante semejante mentalidad, extendida y ufana, cuando no cargada de razón con “argumentos” tan demagógicos como peregrinos y reaccionarios.
 Nada.
Ya lo dije al comenzar: no sé a santo de qué escribo este artículo.
elpaissemanal@elpais.es

 

La era de las feministas pop....................................................Álex Vicente

De palabra tabú a término clave para entender 2014: el feminismo se encuentra hoy en boca de toda estrella que se precie, de Beyoncé a Emma Watson.

 

Feministas pop 
Se le llama feminismo pop e invade todos los rincones de la cultura del entretenimiento.
 Sucedió en California, a finales de agosto.
 Cuando Beyoncé salió al escenario de los MTV Video Music Awards y un panel luminoso escupió una palabra en letras gigantes: «FEMINIST».
 La cantante entonaba Flawless, en la que samplea un discurso de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie.
 Reza así: «Decimos a las chicas: podéis tener ambición, pero no demasiada. Deberíais aspirar al éxito, pero no demasiado. Si no, el hombre se sentirá amenazado (…) Feminista: la persona que cree en la igualdad social, política y económica entre los sexos». 
Feministas pop 
Volvió a ocurrir en Nueva York, solo un mes más tarde
. Emma Watson se subió a un escenario distinto: la sede central de las Naciones Unidas. «Se estarán preguntando qué hace aquí la chica de Harry Potter», bromeó.
 Pero Watson sabía muy bien a lo que iba. La actriz lanzó la campaña HeForShe, destinada a promover la igualdad de género y despojar la palabra feminismo de su mala prensa.
 «Para que quede claro, es por definición la creencia de que hombres y mujeres deberían tener los mismos derechos y oportunidades», dijo.
Ambas hicieron mucho ruido, aunque nada de lo que dijeron fuera especialmente revolucionario.
 La francesa Olympe de Gouges, autora de la Declaración de Derechos de la Mujer, ya sostuvo en 1791 que «una mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos»
. Si ambas se vieron en la necesidad de recurrir al diccionario, es solo porque, más de dos siglos después, no todo el mundo parece tenerlo muy claro
. Incluyéndose a sí mismas: la propia Beyoncé afirmó en 2013 no estar convencida con el uso de la palabra feminista porque la encontraba «extrema».
 

 



Se le llama feminismo pop e invade todos los rincones de la cultura del entretenimiento. Sucedió en California, a finales de agosto. Cuando Beyoncé salió al escenario de los MTV Video Music Awards y un panel luminoso escupió una palabra en letras gigantes: «FEMINIST». La cantante entonaba Flawless, en la que samplea un discurso de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie. Reza así: «Decimos a las chicas: podéis tener ambición, pero no demasiada. Deberíais aspirar al éxito, pero no demasiado. Si no, el hombre se sentirá amenazado (…) Feminista: la persona que cree en la igualdad social, política y económica entre los sexos».
La embajadora de ONU Mujeres, Emma Watson, es el rostro visible de la plataforma HeForShe, que hace una llamada a los hombres para que participen en el cambio.
Foto: Getty Images
Volvió a ocurrir en Nueva York, solo un mes más tarde. Emma Watson se subió a un escenario distinto: la sede central de las Naciones Unidas. «Se estarán preguntando qué hace aquí la chica de Harry Potter», bromeó. Pero Watson sabía muy bien a lo que iba. La actriz lanzó la campaña HeForShe, destinada a promover la igualdad de género y despojar la palabra feminismo de su mala prensa. «Para que quede claro, es por definición la creencia de que hombres y mujeres deberían tener los mismos derechos y oportunidades», dijo.
Ambas hicieron mucho ruido, aunque nada de lo que dijeron fuera especialmente revolucionario. La francesa Olympe de Gouges, autora de la Declaración de Derechos de la Mujer, ya sostuvo en 1791 que «una mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos». Si ambas se vieron en la necesidad de recurrir al diccionario, es solo porque, más de dos siglos después, no todo el mundo parece tenerlo muy claro. Incluyéndose a sí mismas: la propia Beyoncé afirmó en 2013 no estar convencida con el uso de la palabra feminista porque la encontraba «extrema».
Feministas pop
Beyoncé se unió a la causa tras mostrarse templada durante años.
Foto: Getty Images
Hasta hace muy poco, el feminismo seguía siendo un elemento desestabilizador en la cultura pop. ¿Cómo definirse así cuando «no se odia a los hombres», según Lady Gaga? ¿Cómo adherirse a esa anacrónica tendencia si no experimentas ningún «resentimiento», según Marissa Meyer? ¿Cómo aceptar el término cuando a una le gusta «la vida familiar», como dijo Carla Bruni en 2012?
Algo ha cambiado radicalmente desde entonces. «Ya empezaba a ser hora», dice la escritora Roxane Gay, autora del influyente ensayo Bad Feminist. «Sospecho que cada vez que una celebridad se ha declarado feminista a lo largo de este año, se ha sorprendido por la cálida acogida que el mundo destinaba a su gesto. Eso ha producido un efecto de contagio». El cambio de paradigma lo personifica Taylor Swift, quien hace dos años renegó de la palabra, para terminar abrazándola el pasado agosto. «Cuando era adolescente, no entendía que reconocerse como feminista significaba que crees en la igualdad. Me parecía que era decir (…) que odias a los hombres. Muchas chicas están teniendo un despertar feminista porque han comprendido el significado», afirmó.
Feministas pop
Lagerfeld reivindicativo. El diseñador fue acusado de oportunismo por su desfile en forma de manifestación. «El mercado lo dicta todo. Y ahora ha decidido que el feminismo es cool», dijo a The Guardian.
Foto: Monica Smiley