Karl-Johan Persson muestra hasta la etiqueta del bolsillo interior de su chaqueta. Imposible pillarle en un renuncio.
–Vendrá usted vestido solo de H&M, ¿no?
–Sí… Bueno, es una mezcla de H&M y COS [su firma más adulta].
Estamos en el Born de Barcelona. El director ejecutivo de la compañía
textil sueca que ha colonizado el mundo pasea como un turista anónimo
más.
Pero no repara en los monumentos. Señala una tienda. “Desigual; esa
marca está creciendo mucho, ¿verdad?”.
Tras su andar decidido, esa cara
de eterno adolescente y el porte de quien quiso ser tenista
profesional, se oculta el hombre que controla la segunda compañía del
sector en el mundo (solo por detrás de Inditex).
Está aquí para
encontrarse con empleados de España y Portugal, donde se reparten 6.000
(5.000 y 1.000, respectivamente) de los más de 116.000 que trabajan para
sus 3.338 tiendas.
Tomó las riendas de
la empresa
(que fundó su abuelo Erling en 1947 y preside su padre, Stefan) hace
cinco años, en plena explosión de las crisis.
Su mayor reto. Tenía 34
años. Empezó con 15.
Desde abajo. Trajinando en tienda. Sigue siendo su
hábitat predilecto. Allá donde viaja, se cuela en ellas para comprobar
cómo funcionan.
Igual que en las de la competencia. “Nunca se sabe dónde
puedes cazar una buena idea
. Por supuesto que tengo un ojo puesto en lo
que hacen Zara, Uniqlo o Primark”. Respeta a Amancio Ortega. “Todo esto
de la rivalidad entre las dos cadenas es más una cosa alimentada desde
los medios. Hay espacio para todos. Somos diferentes en muchas cosas. Es
más, creo que sería interesante si nos reuniéramos en algún momento con
directores de compañías como Inditex, solo por hablar sobre nuestras
visiones del negocio. Podríamos aprender mucho unas empresas de otras”,
templa.
La suya ingresó en los primeros nueve meses de 2014 un 19% más que en
el mismo periodo de 2013: 1.498 millones de euros
. En España lleva 14
años. Es su octavo mercado en beneficios (las ventas de 2013 subieron un
4% con respecto al año anterior); desde septiembre vende aquí también
online. Aparte de H&M y COS, Persson controla Cheap Monday, Monki,
& Other Stories y Weekday.
A pesar de su ritmo descabellado de
trabajo, no parece un workaholic al uso. Habla con semblante serio (o
sueco) de lo divertida que es su profesión. Difícilmente salen de su
boca palabras como low cost, fast fashion o –ni se lo mienten– usar y
tirar.
Prefiere “moda democrática, calidad y precios asequibles”.
Es un
discurso que ha calado. En su trayectoria ha sido clave lo que algunos
llaman “la premiumización” de la marca. En otras palabras: dotarla de un
aire aspiracional.
Una posición pivotada sobre alianzas estratégicas muy rentables para
todas las partes.
La última vio la luz al fin esta semana en 250 tiendas
bajo el nombre de Alexander Wang, lumbrera de Balenciaga.
El primer
diseñador estrella con quien colaboraron fue
Karl Lagerfeld
(¿quién si no?) hace ahora diez años.
Desde entonces, la cadena sueca
ha perfeccionado el arte de hacerse deseable. “No sabría decir de dónde
vino exactamente la idea de colaborar con Lagerfeld, muchos quieren
atribuírsela en nuestras oficinas (sonríe). Resultó un experimento
rompedor. H&M siempre se ha centrado en la moda democrática
. Esa fue
la idea de partida: tomar diseños del lujo y ofrecerlos a precios que
todos pudieran permitirse
. El secreto de su éxito está en el diálogo.
Los diseñadores nos cuentan lo que quieren hacer y nosotros les decimos
hasta dónde se puede llegar
. Lo más interesante, más allá del impacto
comercial, es que estos creadores acostumbrados a jugar en otra liga
coinciden en lo mucho que aprenden de esta experiencia
. Para nosotros
también resulta muy enriquecedor”, asevera Persson.
“Tenemos un equipo de 230 diseñadores, no nos
dedicamos a copiar lo que hacen otros”, explica Karl-Johan Persson sobre
los plagios en la industria de la moda
El ritual de seducción es importante. El de
Wang
comenzó con una fiesta durante el festival musical californiano
Coachella (del que H&M ejerce de sponsor desde hace tres años)
.
Después vimos a Rihanna paseando enfundada en unos leggings y un top en
primicia.
Y, finalmente, se celebró un desfile-fiestorro en Nueva York
con todas las hechuras de los grandes eventos: actuó Missy Elliott,
pinchó Diplo; Jessica Chastain, Mary J. Blige y Dakota Fanning
aplaudieron desde la primera fila.
El reclamo les sale redondo. H&M ha amplificado su capacidad para
fagocitar todas las aristas de la cultura moderna, conquistando esos
terrenos que han aprendido a comunicarse con la moda para un boyante
beneficio mutuo.
Solo este año, hemos visto a Beckham saltando de la
ropa interior a tener su propia línea de baño, a Jeff Koons estampando
su perrito de globos en bolsos (el gigante sueco ha esponsorizado su
expo en el
Museo Whitney de Nueva York)
y a Lady Gaga y Tony Bennett dando el do de pecho para su inminente
campaña navideña.
Todo este despliegue de personalidades lo resume el
director ejecutivo de una manera simple y escueta:
“Llamamos a la gente
que nos gusta y que consideramos que comparte nuestros valores. Nunca
hubo un gran plan detrás
. Ha sido un paso detrás de otro. Siempre bajo
la premisa de hacer cosas nuevas con artistas inspiradores. A pesar de
que parezca que hacemos muchas colaboraciones, en realidad somos muy
selectivos al elegir con quién colaboramos”.
De igual manera, desestima
las habituales acusaciones de plagio de lo que se ve en las pasarelas
cada temporada. “Nosotros hemos tenido muy pocos casos. No es extraño
coincidir en inspiraciones. Pero tenemos un equipo de 230 diseñadores,
no nos dedicamos a copiar lo que hacen otros”.
El otro puntal de su discurso está en el diseño sostenible y
concienciado
. Desde su web acreditan los galardones que les otorgan por
minimizar el impacto medioambiental o promover mejoras laborales en
países en desarrollo. El propio Persson recibió en octubre de las manos
de Victoria de Suecia el Premio Pontus Schultz por “contribuir a una
economía más humana”. El interesado dice:
“No todo es blanco o negro en
esta industria, por mucho que haya prensa sensacionalista que realce esa
idea:
‘Si esta es una empresa grande, todo lo que hace es malo’. Me
molestan esos prejuicios, porque no se corresponden con nuestra
realidad”.
Tras el derrumbe, en abril de 2013,
de un edificio en Bangladesh
que albergaba fábricas textiles, en el que murieron más de mil
personas, una veintena de multinacionales, con H&M e Inditex a la
cabeza,
firmaron un acuerdo
para realizar auditorías independientes con el fin de prevenir
accidentes.
De igual manera, han incrementado sus inspecciones por
sorpresa: “Solo en 2013, hicimos 3.121. Si la fábrica no cumple nuestro
código ético recibe un aviso; si se repite, dejamos de trabajar con
ellos”. Bangladesh, en concreto, se ha convertido en uno de sus feudos.
Obtienen producto de unas trescientas fábricas (ninguna propia) y dan
trabajo a más de 600.000 trabajadores. Por eso Persson se reunió a
mediados de octubre con su ministro de Comercio, Tofail Ahmed, para
reclamar sistemas eficaces de control de costes y mejores condiciones
salariales para los trabajadores. Es la misma política que buscan en
Camboya, y recientemente han comenzado a producir también en Kenia y
Etiopía bajo premisas similares
. A eso se añade su creciente uso del
algodón ecológico y la recogida en tienda de prendas usadas para su
reciclaje, que en casi dos años suma 8.000 toneladas de tejido.
El discurso suena muy bien, pero ¿qué impacto real tiene todo esto?
“Yo siempre animo a que la gente se informe de dónde viene lo que
consume. Recientemente hemos hecho pública nuestra lista de proveedores
.
Cualquiera puede saber dónde producimos, está en nuestra web. El
siguiente paso, en el que estamos trabajando, es darle a cada prenda un
carné de identidad, una eti
queta física o un QR que te diga de dónde
viene, cuál ha sido su impacto medioambiental, social… Porque no basta
con que las empresas sean responsables, también tiene que existir un
consumo responsable.
Y en eso, como en todo, el cliente tiene la última
palabra”.