Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 nov 2014

Los antecesores ..................... Mónica Parga


Los antecesores

El antecesor más reciente del sujetador es el corsé, prenda que se generalizó a partir del siglo XVI entre la aristocracia y que perduraría durante casi cuatro siglos más. No obstante, ya en el Imperio Romano las mujeres lucían unas bandas alrededor del pecho para evitar su envejecimiento, marcando así la primera huella del sostén.
El primer sujetador lleva la fecha de 1866, una versión hecha de cable y seda. En 1869, Herminie Cadolle crea un corset divido en dos partes: una para sujetar el pecho y otra para marcar la cintura. La parte superior sería conocida como el corselet gorge, el último paso antes del soutien-gorge, la palabra francesa para sostén. Unos años después, en 1893, Marie Tucek lanza el primer sujetador con aro en Estados Unidos, pero no se vende casi ninguno.
  • Foto:Primeras versiones del sujetador
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    Cuando el objetivo era ocultar

    Gracias a Paul Poiret las mujeres pudieron decir adiós definitivamente a los corsés que durante décadas habían marcado la cintura y dificultado la respiración.
    El diseñador francés impuso una silueta rectilínea y ciertamente andrógina en los años veinte, lo que impulsó la creación de fajas que aplanaban las curvas y disimulaban las formas femeninas.
     El Symington Side Lacer presentaba unas cintas laterales que se apretaban para aplanar el pecho
    . Combinado con una faja, se conseguía el efecto de una silueta rectangular idónea para los vestidos flappers de cintura baja.
    No todos encontraban favorecedora esta tendencia. Ida y William Rosenthal, en colaboración con Enid Bisset, lanzaron Maiden Form Brassiere, un sistema de copas que acentuaba las formas femeninas.
     La idea consistía en dos copas separadas por una cinta elástica, algo sencillo pero hasta entonces desconocido.
    Fue un éxito inmediato. Sería Maiden Form quien introdujo las tallas de copas, aunque hay debate respecto a quién fue el primero.
    En 1930, D.J. Kennedy inventa el primer sujetador con almohadillas inspirado por una atleta sueca que se hizo daño en el pecho al darse con la rodilla cuando corría los 400 metros en las olimpiadas de Noruega de 1928.
    • Foto:Los catálogos de Sears con los sujetadores que disimulaban las curvas, de 1925 (izq) y 1929 (dcha).
    • El sostén de Hollywood

      La falta de materias primas y de mano de obra a raíz de la Segunda Guerra Mundial hizo que muchas mujeres comenzaran a confeccionarse sus propios sujetadores a partir de los patrones que proporcionaban las revistas.
       Utilizaban el satén de sus trajes de novia, o la seda y el nylon de los paracaídas que habían sobrado.
      Acabado el conflicto bélico, la sociedad deseaba volver a soñar con el glamour de Hollywood.
       En Los Ángeles triunfó Frederick Mellinger con su diseño The Rising Star, considerado el primer sujetador push up.
       El aviador Howard Hughes quiso que su actriz preferida, y amante, Jane Russell apareciera en la película El Forajido de 1943 luciendo un pecho emergente, y para ello encargó a su ingeniero aeronáutico que diseñara un sujetador que hiciera el busto puntiagudo
      . Rusell diría que no llegó a utilizar el diseño de Howard, sino que se limitó a rellenar el suyo de pañuelos de papel. Otras estrellas como Marilyn Monroe, Jayne Mansfield y Rita Hayworth contribuyeron al fenómeno, que se extendió a los años cincuenta.
      Comenzó a utilizarse el nylon de forma generalizada, aligerando las prendas y haciéndolas más fáciles de lavar.

      La liberación

      Las protestas de los sesenta erigieron al sujetador como el símbolo de la opresión de la mujer
      . El movimiento se desató a raíz del concurso de Miss America en 1968, calificado de sexista y al cual se enfrentaron cerca de 400 feministas y otros defensores de los derechos civiles.
       Objetos como las pestañas postizas, el maquillaje y los sujetadores eran lanzados a las papeleras en señal de protesta. “
      Fui la primera mujer en quemar mi sujetador. A los bomberos les llevó cuatro días apagar el fuego”, dijo Dolly Parton.
       En realidad nunca se llegó a prender fuego a nada, pues la policía lo impidió.
      La autora feminista Germain Greer expresó en su libro The Female Eunuch (El eunuco femenino): "Los sujetadores son un invento ridículo, pero si haces que ir sin ellos sea una norma, te estás sometiendo a otra represión”
      . Si anteriormente el deseo había sido marcar el pecho a través de sofisticados artilugios, los sesenta trajeron la reacción opuesta.
       Yves Saint Laurent propuso una blusa transparente lucida sin nada debajo, y en 1964 Rudi Gernreich diseña el “no sujetador”, una versión de la prenda en una tela elástica muy ligera y transparente
      . A partir de este momento se populariza el uso de las transparencias en la ropa interior y se generaliza el empleo de la licra.
      Los hábitos empiezan a cambiar: las mujeres que seguían llevando sostén para dormir dejan de hacerlo.
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      Victoria’s Secret

      En 1977 se funda Victoria’s Secret. Roy Raymond, un hombre de negocios, había acudido a una tienda de lencería para comprarle algo de ropa interior a su mujer y se sintió incómodo por el ambiente de la boutique.
      Así decidió abrir Victoria’s Secret, una marca en cuyos establecimientos nadie se sintiera fuera de lugar.
       Raymond acabó suicidándose tras ver que su negocio era valorado en miles de millones de dólares cuando lo había vendido poco antes por apenas un millón.
      En esta década nace el sujetador de deporte, creado por Hinda Miller, Polly Smith y Lisa Lindahl, tres amigas aficionadas al running.
      Lo hicieron cosiendo dos suspensorios, y su nombre original era Jog-bra
      . Los setenta vieron el ascenso de los sujetadores sencillos y básicos. Se popularizaron los modelos en color piel, sin costuras, y casi invisibles.
       
     

Muerte digna » Brittany Maynard se suicida de acuerdo con las leyes de Oregón........................... Pablo Ximénez de Sandoval

ATLAS

Brittany Maynard, de 29 años, puso fin a su vida de manera voluntaria y legal este sábado, para evitar sufrir una muerte lenta devorada por un cáncer terminal en el cerebro.
  La muerte fue anunciada primero en un mensaje en la red Facebook citado por la revista People. Sean Crowley, portavoz de la organización Compassion&Choices, con la que Maynard inició una campaña este verano para promover las leyes de muerte digna, confirmó el domingo en un comunicado que la mujer falleció el sábado 1 de noviembre "como quería, en paz en su dormitorio, en brazos de sus seres queridos".
“Adiós a todos mis queridos amigos y familiares a los que quiero.
 Hoy es el día que he elegido para morir con dignidad, afrontando mi enfermedad terminal, este terrible cáncer en el cerebro que me ha quitado tanto… pero me habría quitado mucho más”, dice el mensaje.
 “El mundo es un lugar hermoso, viajar ha sido mi mejor maestro, mis amigos más cercanos y mi familia han sido muy generosos.
 Incluso tengo un círculo de apoyo alrededor de mi cama mientras escribo… Adiós mundo”.
Maynard emocionó a miles de personas el pasado agosto cuando comenzó una campaña para impulsar las leyes de muerte digna y suicidio asistido en Estados Unidos.
 Residente en Oakland, California, tuvo que mudarse a Portland, en el estado vecino de Oregón, para poder suicidarse con asistencia médica, ya que ese es uno de los cinco estados del país que tienen regulada esta práctica. Maynard se mudó allí con su familia para poder recibir legalmente, por su propia voluntad, una prescripción médica de drogas que acabaran con su vida
. La decisión de hacer público el proceso tiene como objetivo extender esta posibilidad a todo el país.
Adiós a todos mis queridos amigos y familiares a los que quiero. Hoy es el día que he elegido para morir con dignidad
La ley de muerte digna de Oregón entró en vigor en 1997.
 Desde entonces hasta enero de este año, casi 1.200 personas han recibido los medicamentos para quitarse la vida. De ellas, los han utilizado más de 750.
 La edad media de estos pacientes es de 71 años, según las cifras oficiales, y la causa más comúnmente citada para solicitar el suicidio asistido es la pérdida de autonomía personal.
La campaña, difundida a través de la organización Compassion&Choices, estuvo compuesta de varios vídeos donde Maynard contaba su evolución desde que el 1 de enero de este año le fue diagnosticado un glioblastoma, una forma de cáncer en el cerebro agresivo e incurable.
 Los médicos le dijeron que no llegaría a vivir un año más.
 Se había casado en 2012 y estaba intentando quedarse embarazada. Maynard decía sentirse debilitada y deformada por los tratamientos contra el cáncer.
 En abril canceló todos sus planes y puso fecha para morir sin sufrimiento. En junio se mudó a Oregón con su familia para logarlo. Era hija única.
Maynard anunció la fecha de su muerte en el primer vídeo de la campaña.
Se suicidaría el 1 de noviembre rodeada de su familia.
 En su lista de cosas que hacer antes de esa fecha estaba visitar el Gran Cañón del Colorado y celebrar el cumpleaños de su marido, la semana pasada.
 El 21 de octubre publicó sus fotos en el Parque Nacional del Gran Cañón. El pasado jueves, en un vídeo publicado solo dos días antes de la fecha elegida, Maynard expresaba dudas
. Se sentía bien para seguir viviendo, decía, y dejaba la puerta abierta a postergar su decisión, pero al mismo tiempo era consciente de que algún día no sería capaz de tomarla.
La página web de la campaña ya no mostraba en la tarde del domingo ningún nuevo mensaje de Brittany Maynard, sino un obituario
. Comienza con esta frase: “Un día, tu vida pasará en un instante ante tus ojos. Asegúrate de que vale la pena verla”.

El tribunal rechaza la suspensión del ingreso en prisión de Pantoja............................................ Esperanza Codina


Isabel Pantoja, a la salida de un juzgado. / CORDON

Isabel Pantoja tiene que ingresar en prisión para cumplir su condena de dos años de cárcel por blanqueo de capitales.
El Tribunal que juzgó a la cantante por limpiar el dinero obtenido por el exalcalde de Marbella Julián Muñoz ha desestimado la petición de suspensión de la pena, prestada por la defensa de la artista. El ingreso en prisión puede no ser inminente ya que cabe recurso de súplica ante la misma sala.
La fiscalía Anticorrupción se ha opuesto a la suspensión de la condena de dos años de cárcel por blanqueo que solicitó Isabel Pantoja y, por tanto, a que esta pueda quedar en libertad condicional.
 El ministerio público se ha mostrado a favor de fraccionar el pago de la multa, como pretende la artista y de ajustar el embargo de bienes a la sanción económica impuesta, que asciende a 1,14 millones.
Entre los argumentos esgrimidos por Anticorrupción para rechazar la suspensión de la pena está el origen del dinero blanqueado, obtenido ilícitamente por Julián Muñoz durante su etapa de concejal y alcalde del Ayuntamiento de Marbella, y que la cantante puso a disposición del exregidor las sociedades de su propiedad para el lavado de dinero.
“Su actitud durante el procedimiento ha sido falta de cooperación y explicación alternativa y distinta a la ofrecida por su letrado”, sostiene la fiscalía, que añade que no ha mostrado “error o arrepentimiento”.
La defensa de Pantoja pidió el pasado 23 de octubre al tribunal que juzgó los hechos la suspensión de la condena alegando que cumple los requisitos para beneficiarse de esta medida de gracia: la pena no supera los 24 meses de reclusión y la cantante no tiene antecedentes penales
. También reclamó que se paralice la ejecución de la sentencia porque existe un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional.
Respecto a la multa que conlleva el delito de blanqueo de capitales, que en el caso de Pantoja asciende a 1.147.148 euros, el mismo día se informó a la Sala de que se habían abonado 100.000 euros y se solicitó un aplazamiento para hacer frente por plazos a la cantidad pendiente.
Antes de dictar su resolución, el trámite obliga a la Sala a preguntar su opinión a la fiscalía, aunque el informe que emite Anticorrupción no es vinculante. Es decir, la futura decisión del tribunal que preside Federico Morales puede seguir la misma tendencia o justo la contraria.
El ministerio público, en las dos ocasiones anteriores en las que ha tenido que trasladar su criterio, se ha opuesto a que una condena a un año y medio de cárcel quede en suspenso, como pidió Benjamín Martínez, o sea sustituida por una multa económica, como ha solicitado Fernando Salinas.
 En ambos casos alegó que el dinero blanqueado procedía de un delito de corrupción, por la actividad ilícita de Julián Muñoz en el Ayuntamiento de Marbella, y se agarró a la lucha activa que mantienen las instituciones europeas contra este tipo de supuestos.
Estas dos personas están vinculadas al lavado de dinero de origen ilícito que hizo Maite Zaldívar, que el pasado lunes ingresó en el centro penitenciario de Alhaurín de la Torre para cumplir los dos años y medio de cárcel con los que está penada en este procedimiento. Unos días antes entró su hermano Jesús por una pena similar.
Ya solo queda un paso para saber por dónde pasa el futuro más inmediato de Isabel Pantoja y si la Sala le concederá, como ella pretende, la libertad condicional.
 Su expareja Julián Muñoz ya cumple los seis años y medio de cárcel a los que fue condenado por blanqueo y cohecho en este caso, que tiene su origen en el sumario de Malaya y que está a punto de cerrar todos los flecos ocho años después.

Por qué nos gusta cotillear (sí, a ti también, que me lo han contado)

The-gossips
The Gossips, de Norman Rockwell (fragmento)
Cotillear no es el mejor de los pasatiempos, no nos engañemos.
Pero a pesar de los aspectos negativos, trae consigo beneficios tanto personales como sociales, además de estar ligado a los orígenes de la cultura humana.

Y menos mal, porque lo hacemos todo el rato.
 Bueno, yo no, pero Joaquín no para.
En serio. Luego te cuento
. Centrémonos en el tema.

Cotillear es divertido. “No podría haber sociedad sin cotilleo”, nos explica en una entrevista el psicólogo Miguel Silveira, “ya que necesitamos tener información sobre otras personas y nos fascina la vida privada de los demás.
 Esta necesidad puede quedar satisfecha por la dinámica del cotilleo”.
 Además, el chismorreo “se enmarca dentro de las interacciones sociales y facilita las relaciones dentro del grupo”, ya que se trata de temas fáciles que nos interesan a todos y que permiten iniciar conversaciones incluso con gente a la que no conocemos mucho
. Es decir, el cotilleo “nos gusta”.

Por supuesto, no se puede obviar que, “al resaltar aspectos negativos, sean verdaderos o falsos, se crea un bombardeo que afecta al imaginario de la gente” y que por tanto puede crear o reforzar la imagen negativa que tengamos de los demás.
“Se puede llegar a hacer mucho daño”, añade Silveira, que recuerda que hoy en día los rumores pueden extenderse más rápido gracias a redes sociales y otros medios. 
Sólo hay que pensar, no ya en Twitter y Facebook, sino también en aplicaciones como Secret y Whisper, que permiten decir lo que queramos de quien queramos desde el anonimato.

El cotilleo tiene raíces ancestrales. No nos gusta sólo porque sí: la razón está en cómo vivíamos hace miles de años, cuando gran parte de nuestro éxito reproductivo dependía de nuestra habilidad para conocer las complejidades de la vida tribal, tal y como explica John Hardy, profesor de Neurociencia en la Universidad de Londres.
 El cotilleo era información valiosa en un entorno en el que todo el mundo se conocía: ¿esta posible pareja está libre? ¿Qué tal caza? ¿Es cierto que distingue las frutas silvestres venenosas de las que sólo producen ardor de estómago?
 ¿Esa cabra es suya?

Robin Dunbar iba más allá en Grooming, Gossip and the Evolution of Language. Este autor recuerda que los primates se asean unos a otros: básicamente se buscan insectos entre el pelo para contribuir a una dieta lo suficientemente alta en proteínas y como modo de establecer un contacto físico agradable. En los humanos y con la aparición del lenguaje y de unos grupos sociales más amplios, este aseo físico se sustituye por un “aseo social”: el lenguaje y en especial el cotilleo, que ayudan a reforzar los lazos colectivos.

El cotilleo conserva parcialmente este tipo de funciones, como recuerda Elena Martinescu, de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Groningen (Holanda), en un email a Verne. Martinescu explica que hay estudios que apuntan que esta actividad “tiene un papel muy importante a la hora de transmitir normas y en el momento de castigar a los miembros del grupo que no respetan estas reglas”. Cotillas
Los cotilleos son motivadores. Martinescu ha publicado recientemente un estudio que sugiere que esta actividad puede mejorar nuestro comportamiento.
 “Escuchar cotilleos sobre otras personas nos ayuda a evaluarnos a nosotros mismos, porque nos comparamos con las personas acerca de las que se cotillea”.
 Es decir, se recibe una lección útil sin necesidad de enfrentarnos directamente con la persona de la que se habla.

La clave es el miedo: “Cuando escuchamos cotilleos positivos aprendemos cómo podemos mejorar o qué tipo de persona necesitamos ser para tener éxito”, pero cuando se trata de rumores negativos, “tememos ser el tema de cotilleos ajenos”.

Además y como explica el psicólogo social de la Temple University, Eric K. Foster en un análisis sobre los estudios realizados acerca del tema, cotillear puede elevar nuestro estatus, ya que nos hace poseedores de conocimiento especial acerca de nuestro grupo. Es decir, los cotilleos son una divisa social, en lo que coincide Silveira: “Se busca quedar bien, resaltar el propio ego delante del grupo. Es una ventaja psicológica para el que inicia la información”.
Tell me more
Los cotilleos estimulan la cooperación en el trabajo. “Esta oficina parece el instituto” es una de las frases que más hemos dicho y oído todos cuando nos han venido a contar historias que ni siquiera queríamos conocer.
 Cualquier cortado, caña o tercera copa en la cena de empresa se convierte en la excusa perfecta para hablar mal de ese vago de Joaquín o comentar el penúltimo rumor sobre el director general.

Pero aunque parezca mentira, que te vengan a explicar estas cosas tiene sus aspectos positivos. Según un estudio de la Universidad de Stanford, estos cotilleos proporcionan información que utilizamos para dejar de lado a quienes no saben cooperar (te miro a ti, Joaquín).
 Y además estos últimos aprenden a utilizar esta información para mejorar su nivel de cooperación. Es decir, el cotilleo ayuda a mitigar los comportamientos egoístas y a escoger compañeros de trabajo adecuados.

Pero entonces, ¿hay cotilleos buenos? Depende de cómo definamos el término. Según el ya citado Foster, muchos estudios parten de que el cotilleo es cualquier conversación que se refiera a personas tanto presentes como ausentes. Este tipo de intercambios supone dos tercios de nuestras conversaciones.
 Si nos referimos a los comentarios negativos sobre personas ausentes (lo que comúnmente llamamos cotilleo), se trata del 5% de nuestras conversaciones. (Por cierto: no hay pruebas que demuestren el tópico de que las mujeres cotillean más que los hombres).

En este sentido y siguiendo lo mencionado hasta ahora, Martinescu apunta que cotillear “tiene mayoritariamente buenas intenciones y ayuda a los grupos y a los individuos a funcionar mejor”. Aunque no olvida que “los cotillas pueden destruir reputaciones y convertir en víctimas a inocentes”.
De hecho, hay un motivo crucial (y egoísta) por el que resulta muy conveniente hablar bien de los demás.
 Se llama "transferencia espontánea de rasgos" y consiste en que la gente te atribuirá los calificativos que tú pongas a los demás.
 Es decir, si sueles llamar "vagos" a todos tus compañeros de trabajo, todo el mundo acabará asociándote a la pereza y a la vagancia.
 Incluso quien ya te conozca. La lección está clara: si no tienes nada bueno que decir de los demás, es mejor callarse.
Aun así, Foster recuerda que muchos estudios muestran la efectividad del cotilleo para difundir especialmente la información negativa.
 Y en una línea similar, Silveiro recuerda que “el chisme siempre se fija en aspectos negativos”, en una tendencia que en su opinión ha crecido en los últimos años.
Burnsgossip
Nos los creemos. Mucho. Demasiado, incluso
. En el Instituto Max Planck de Biología Evolutiva, el profesor Manfred Milinksi diseñó una serie de juegos experimentales en los que se podía escribir comentarios sobre cómo jugaban otros participantes (si colaboraban o si eran tramposos, básicamente).
 En uno de estos juegos, los participantes tenían a su disposición tanto estos comentarios como el comportamiento real de sus adversarios en rondas anteriores. Cuando la información difería, los jugadores se dejaban guiar más por el cotilleo que por los datos.

Nos creemos los cotilleos porque son emoción en estado puro
. De hecho, son historias y satisfacen las emociones del mismo modo que lo hace la literatura, con el aliciente de que conocemos a los protagonistas. Este es el factor más importante a la hora de provocar lo que Foster llama "la conmoción de la revelación".
Es decir, los programas y revistas de cotilleo no son más que grises sucedáneos comparados con la posibilidad de hablar mal de Joaquín.
Los cotilleos de la tele no son lo mismo. El ya mencionado John Hardy explica que los beneficios del cotilleo en sociedades ancestrales no se trasladan necesariamente a la sociedad contemporánea: conocer el currículum erótico-festivo de todo el que sale por la tele no nos aporta nada y sólo nos interesa por lo que este profesor califica de “resaca evolutiva”.

Martinescu añade que la principal diferencia entre el cotilleo de famosos y el cotidiano es que no conocemos a los famosos, por lo que resulta difícil hacer comparaciones con nuestro comportamiento.
 Este tipo de cotilleo “puede ser interesante y atractivo del mismo modo que las historias sobre personajes ficticios.
Nos dicen algo sobre el mundo en el que vivimos, los estándares que usamos para realizar ciertos juicios y nos ayudan a entender qué podemos esperar en diferentes situaciones”.

En esta línea, Silveiro apunta que el cotilleo de revistas y programas de televisión también nos hace “sentir cierto alivio cuando se resaltan conductas negativas de las personas con más poder, influencia y fortuna”. Nos alegra ver cómo “los ricos también meten la pata”, ya que esto “consuela nuestros propios sufrimientos”.

En definitiva, no debemos cotillear.
 Está feo. Podemos perjudicar a mucha gente.
 Pero tiene sentido que lo hagamos: nos ayuda a transmitir y recoger información, en especial sobre normas sociales, lo que nos puede servir para saber a qué atenernos y con quién tener cuidado. Pero no olvidemos que se trata, también, de un comportamiento que puede ser injusto.
(Nota: no conozco a ningún Joaquín).