Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 oct 2014

Suspenses............................................................. David Trueba

En el cine en que vi 'Perdida' hubo risas no deseadas, cosa que suele suceder cuando un director pretende colar por profundo lo que es una mascarada.

 

Ben Affleck, en una escena de la película de David Fincher 'Perdida'

Hay una anécdota muy conocida de cuando alguien se acercó a Hitchcock para sondear su opinión acerca un homenaje, un hommage, que Brian de Palma le había rendido con una película.
 El director británico recurrió a la ironía al responder: “¿Hommage? Supongo que quiere decir fromage”, que es queso en francés y despertaba más simpatía en el glotón Hitch.
 Aunque su nombre se invoca en cada ocasión en que el suspense se apropia de una pantalla, no es fácil imitarlo.
 E incluso grandes directores de cine como Truffaut cayeron en el ridículo cuando intentaron copiar su estilo y su modo de disponer el argumento de misterio
. Ahora ha vuelto a ocurrir con Perdida, la última película de David Fincher.
 La traducción del título al español ya da pistas, porque Gone Girl es la chica que se fue y Perdida tiene en castellano una segunda connotación peyorativa.
 Nunca se dijo hombres perdidos, con ese machismo atronador, pero las mujeres perdidas apuntaban a una categoría moral que era conveniente castigar.
En el cine en que vi Perdida hubo risas no deseadas, cosa que suele suceder cuando un director pretende colar por profundo lo que es una mascarada.
 Podría ser la película favorita del alcalde de Valladolid y sus autoviolaciones de ascensor, pero apunta a lograr lo que para las aventuras extramatrimoniales logró Atracción fatal, aunque esta vez a costa de la violencia doméstica.
 Hace poco una película danesa, La caza, logró situarnos en el papel del falso culpable de unos abusos a menores, pero el reto residía en entender a los acusadores, a la sociedad linchadora sin reducir la complejidad a los niveles de la chifladura.
Los programas de tele son criticados siempre en esos procesos.
 A veces con demasiada facilidad y un grado de caricatura facilona, como hace Fincher, pero la psicosis colectiva tiene mucho que ver con las prioridades de una sociedad, sus miedos, sus terrores. Esto lo entendió bien Hitchcock
. Cuando vemos que la decena de muertos por legionela en Catalunya no merecen la alarma ni las explicaciones detalladas de la autoridad ni el suspense de otras cepas contagiosas, descubrimos que nunca dejaremos de ser juguetes de las prioridades ajenas y de nuestro incontrolable estado de ánimo.

Javier Marías se detiene en el inicio de lo malo................................................Isabel Valdés Aragonés..


Javier Marias con Montserrat Dominguez, en Casa América. / Samuel Sanchez (EL PAÍS)

"¿Hubieses aceptado el Premio Nobel?", pregunta la periodista Montserrat Domínguez a Javier Marías (Madrid, 1951). "Es como si me preguntas si me hubiera ido con el Mago de Oz de paseo", contesta el escritor
. Las risas llenaron entonces la Casa de América, en Madrid, donde ambos conversaron la tarde del pasado martes sobre la última novela de Marías, Así empieza lo malo (Alfaguara), editada el pasado 23 de septiembre y que ya va por la primera reimpresión. "No veo ningún motivo para que sucediera, pero sí, por qué no, es decir, no lo da el Estado español", reconoce el autor.
Esa historia de susurros cotidianos y retratos de la cruda rutina que es Así empieza lo malo revela no sólo los secretos que cualquier pareja guarda bajo el colchón, sino también los que se ven a través de la ventana en una España que estrena los años ochenta.
 Un país que aún estaba desenvolviendo el regalo de la Transición, "que no fue perfecta y tuvo muchos peajes, pero la compensación era suficiente", apuntó Marías, aludiendo a uno de los asuntos de fondo de la novela
. Solo uno de ellos. El amor, el deseo, el rencor, el pasado, las relaciones humanas, la política, el olvido, la verdad...
 Cada uno es parte y todo de un volumen repleto de historias que se van engarzando con la realidad de un país sin terminar, pero que camina a remolque.
Una de las cosas que uno descubre es que cuando era joven era demasiado imbécil
Y la juventud, esa de la que en libro se dice que tiene "el alma y la conciencia aplazadas". Eduardo Muriel, el protagonista, recuerda y cuenta su historia cuando tenía 23 años.
"¿Cómo era Javier Marías con esa edad?", le pregunta la directora de El Huffington Post. "Una de las cosas que uno descubre es que cuando era joven era demasiado imbécil, a menudo un poco desaprensivo e incluso, en algunos momentos, desalmado.
 Algo que hoy en día no me hubiese permitido", sentencia el autor de Corazón tan blanco.
Marías cree que, cuando uno es joven, la construcción de la propia vida ocupa demasiado el tiempo como para pensar en otra cosa.
Ni siquiera la muerte se vive con la misma intensidad.
Cuando él tenía 26 años, falleció su madre.
Su padre lo hizo en 2005, cuando Marías pasaba los 50: "Uno pensaría que al joven, la muerte de un progenitor lo debería dejar arrasado, porque es más impresionable. En mi caso, estoy convencido de que fue todo lo contrario, aunque recuerde a mi madre a menudo, si no cada día".
Se reconoce como alguien que se estaba incorporando a la vida, con sus propias cuitas, cuando tenía 26.
 Y un hombre a quien la muerte de un progenitor causó mucha más desolación cuando ya había entrado en la cincuentena.
Al Marías de hoy, con cicatrices incluidas, le preocupan los asuntos de siempre, los que rellenan la vida y a los que lleva dando alas durante todos sus años frente a una hoja en blanco.
 Y le añade uno más: "Me parece que hay una necesidad de fanatismo, que demasiada gente anda buscando causas y enemigos y motivos de indignación, como si no hubiera reales".

Las cien obras maestras de Givenchy en el Thyssen

 

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta, desde el 22 de octubre de 2014 hasta el 18 de enero de 2015, más de un centenar de los mejores y más reconocidos vestidos del modista francés Hubert de Givenchy (87 años).
 La exhibición está ideada por el propio diseñador y ofrece un enfoque excepcional de sus creaciones a lo largo de casi medio siglo, desde la apertura en 1952 en París de la Maison Givenchy hasta su retirada profesional en 1996



Givenchy fue el primer diseñador en presentar una línea de 'prêt-à-porter' de lujo en 1954 y sus diseños vistieron a algunas de las grandes personalidades del siglo XX, como Jacqueline Kennedy, Wallis Simpson, Carolina de Mónaco o su gran amiga Audrey Hepburn.
 En la imagen, el diseñador con Hepbrun, durante una prueba de vestuario para el estreno de la película 'Historia de una monja' en 1959. 
 

Muchas de las piezas exhibidas forman parte de la historia del cine y de la memoria visual del siglo XX, como el vestido negro de Audrey Hepburn en la película 'Desayuno con diamantes'.
 Junto a otras creaciones que Givenchy realizó para numerosas actrices y películas, estos vestidos subrayan la importancia del cine en la carrera del diseñador. 
 

Los trajes de novia son uno de los protagonistas absolutos de la exposición y de la trayectoria del diseñador. Una selección de estos vestidos, realizados en diferentes épocas y presentados con un atractivo montaje escenográfico, permitirá apreciar de nuevo el carácter innovador y rupturista de Givenchy. 

El trabajo con los distintos materiales junto al tratamiento cromático que le daba a sus atuendos, por ejemplo a las pieles, hicieron de Givenchy un diseñador innovador.
 En la imagen, un detalle de un vestido de noche bordado con pedrería y flecos. 

 

El recorrido de la exhibición termina con unos trajes llenos del 'glamour' de la década de los ochenta, uno de los últimos grandes momentos de la historia reciente de la moda. En la imagen, un vestido de noche recto en organza azul y con escote asimétrico. Una creación de 1982.




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14 oct 2014

Sabina vuelve a Madrid para celebrar el aniversario de 19 días y 500 noches................................................. Ana Pérez Barredo


Sabina durante un concierto en Montevideo el pasado 7 de octubre. / PABLO PORCIUNCULA (AFP)

Joaquín Sabina es lenguaraz e impredecible casi a partes iguales. Sus fieles lo saben, y ese chaval que hace poco escuchaba Juana la loca en un garito madrileño y preguntó si quien cantaba era el maestro, ahora lo sabe también.
 Pero si hay un disco que marcó un punto de inflexión en la carrera del trovador y que a todos —sabinistas acérrimos incluidos— pilló de improviso, ese es 19 días y 500 noches.

Llegó en el mejor momento, tras el fiasco colaborativo de Enemigos íntimos, cuando algunos  insinuaban que el jienense había perdido la gracia en esto de decir las cosas.
Fue el productor Alejo Stivel quien dio con la clave: “Graba algo en plan crudo”, le sugirió.
 El juglar agarró su bombín y comenzó a recitar.
 El resultado fueron textos tan sinceros y “dignos”, en palabras del propio Sabina, como los de A mis cuarenta y diez, Una canción para la Magdalena o el sencillo que da nombre al disco, 19 días y 500 noches; cuyo estribillo es hoy ya un clásico de la cultura popular.
De ese trabajo genial se cumplen ahora tres lustros, y para celebrarlo, el trovador dará dos únicos conciertos en España, los primeros en solitario después de cinco años: el 13 de diciembre en el Palacio de los Deportes de Madrid y el 22 del mismo mes en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
 Las entradas, numeradas y a partir de 30 euros, se pueden adquirir desde hoy a las 10.00 horas en las webs de Ticketmaster, The Project, Ticketea, Entradas.com. y El Corte Inglés.
Ya lo dijo el maestro: “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.
 Pero para todo hay excepciones.
Creo que eso