La serpiente tatuada de la madre de Churchill
Una mujer observa con rostro serio y unos penetrantes ojos claro directamente a cámara.
Pero no son los ojos de Olive Oatman, nacida en 1837, en Illinois (EE UU) lo que llama la atención de espectador.
Hay que mirar un poco más abajo, a su barbilla
. Unas rayas negras perfilan su mentón. Oatman es considerada la primera mujer tatuada de la historia, pero por desgracia fue contra su voluntad
. La tribu india de los Tolkepayas la raptó después de asesinar a su familia y pintó estas marcas en su rostro como parte de un ritua
l. Cinco años después volvió junto a unos familiares y contó su historia.
El relato queda recogido por Margot Mifflin en su libro Bodies of subversion. Se trata de la historia de la relación entre tatuajes y mujeres, a veces tormentosa, a veces de liberación.
Hubo un tiempo en el que la transgresión se grababa en la piel.
Pero solo hasta donde los cuellos y las mangas pudieran cubrir.
Existió una época en la que los tatuajes eran sinónimo de subversión.
Las mujeres del siglo XIX lo interpretaron así y muchas marcaron su cuerpo como símbolo de libertad.
Violaron la norma no escrita que rezaba que sus cuerpos debían mantenerse puros. Una serpiente rodeaba la muñeca de la madre de Winston Churchill
. Y como ella muchas otras féminas de la era victoriana marcaron su piel para siempre, aunque lo ocultaban bajo sus ropas.
Esta tendencia ha ido desde la reivindicación hasta una simple cuestión de moda. 2012 fue el primer año en Estados Unidos el que ellas superaron a los hombres en lo que a tatuajes se refiere.
Un 23% de las mujeres reconoció llevar uno frente a un 19% de los hombres.
El libro, recién reeditado, recoge en cien fotografías la relación entre tatuajes y el mundo femenino. “Mientras que las modas iban siempre destinadas a controlar a la mujer (corsés, sujetadores push up), el tatuaje, por el contrario, realzaba su forma natural”, explica la autora vía mail.
En el libro, que no se ha editado en España pero se puede conseguir en Amazon, conocemos a Jessie Knight, la primera tatuadora de Reino Unido, que comenzó a dibujar en los años 20 y se retiró en los 60.
Hija de otro artista de los tatuajes, ella se atrevió a romper con los esquemas de la época y aprendió por su propia cuenta la profesión
. Su nieta conserva aún sus diseños, fotografías y algunos de los utensilios que empleaba para tatuar. Gran parte del material que contiene el libro ve la luz por primera vez, gracias al profuso trabajo de investigación que llevó a cabo su autora. Para realizarlo, acudió a archivos o descendientes de los protagonistas.
A principios del siglo pasado era tan extraño descubrir tatuajes bajo el vestido de una mujer, que las que los llevaban era auténticas estrellas de circo.
Betty Broadbent consiguió una pequeña fortuna luciendo los diseños que cubrían todo su cuerpo.
Bueno, no todo. Los antebrazos y el cuello quedaban libres para que pudiera cubrirse cuando lo deseara.
La obra también reivindica a Janis Joplin, que fue la primera artista famosa que llevo un tatuaje bien visible
. La revolución sexual de los sesenta contribuyó a su popularización y ahora lucir una frase o un diseño en la alfombra roja o encima de un escenario ha dejado de estar relegado a las celebrities más alternativas.
Ahí están Angelina Jolie o Rihana mostrando orgullosas a cámara su cuerpo marcado
. Para la autora, los tatuajes “ya no representan emblemas de la rebeldía”, sino que son una mera opción estética.
Y según ella, esto es un logro de las mujeres.
Pero solo hasta donde los cuellos y las mangas pudieran cubrir.
Existió una época en la que los tatuajes eran sinónimo de subversión.
Las mujeres del siglo XIX lo interpretaron así y muchas marcaron su cuerpo como símbolo de libertad.
Violaron la norma no escrita que rezaba que sus cuerpos debían mantenerse puros. Una serpiente rodeaba la muñeca de la madre de Winston Churchill
. Y como ella muchas otras féminas de la era victoriana marcaron su piel para siempre, aunque lo ocultaban bajo sus ropas.
Esta tendencia ha ido desde la reivindicación hasta una simple cuestión de moda. 2012 fue el primer año en Estados Unidos el que ellas superaron a los hombres en lo que a tatuajes se refiere.
Un 23% de las mujeres reconoció llevar uno frente a un 19% de los hombres.
El libro, recién reeditado, recoge en cien fotografías la relación entre tatuajes y el mundo femenino. “Mientras que las modas iban siempre destinadas a controlar a la mujer (corsés, sujetadores push up), el tatuaje, por el contrario, realzaba su forma natural”, explica la autora vía mail.
En el libro, que no se ha editado en España pero se puede conseguir en Amazon, conocemos a Jessie Knight, la primera tatuadora de Reino Unido, que comenzó a dibujar en los años 20 y se retiró en los 60.
Hija de otro artista de los tatuajes, ella se atrevió a romper con los esquemas de la época y aprendió por su propia cuenta la profesión
. Su nieta conserva aún sus diseños, fotografías y algunos de los utensilios que empleaba para tatuar. Gran parte del material que contiene el libro ve la luz por primera vez, gracias al profuso trabajo de investigación que llevó a cabo su autora. Para realizarlo, acudió a archivos o descendientes de los protagonistas.
A principios del siglo pasado era tan extraño descubrir tatuajes bajo el vestido de una mujer, que las que los llevaban era auténticas estrellas de circo.
Betty Broadbent consiguió una pequeña fortuna luciendo los diseños que cubrían todo su cuerpo.
Bueno, no todo. Los antebrazos y el cuello quedaban libres para que pudiera cubrirse cuando lo deseara.
La obra también reivindica a Janis Joplin, que fue la primera artista famosa que llevo un tatuaje bien visible
. La revolución sexual de los sesenta contribuyó a su popularización y ahora lucir una frase o un diseño en la alfombra roja o encima de un escenario ha dejado de estar relegado a las celebrities más alternativas.
Ahí están Angelina Jolie o Rihana mostrando orgullosas a cámara su cuerpo marcado
. Para la autora, los tatuajes “ya no representan emblemas de la rebeldía”, sino que son una mera opción estética.
Y según ella, esto es un logro de las mujeres.