Levita, pantalón negro y camisa blanca. El mismo uniforme para todos.
Y da igual si uno será príncipe, como Guillermo y Enrique, arzobispo de
Canterbury, como Justin Welby, o actor, como Hugh Laurie.
Es el atuendo
que visten los alumnos de Eton, en Berkshire, en la rivera del Támesis,
acaso el internado más famoso del mundo
. De allí han salido ya 19
primeros ministros de Reino Unido, el último de ellos, David Cameron
. Y
de su ejemplo se pueden extraer las características básicas que han
tenido, y siguen teniendo, las escuelas donde se forma la elite.
Un
centro histórico, en este caso con un relato que se remonta a 1440; un
precio, 36.000 euros por curso, que implica ya una selección
(falsamente) natural; un programa que incentiva el debate, el deporte y
el arte, sobre todo el teatro; y en este caso, una mentalidad que fuerza
a los alumnos a que deban gestionar sus espacios, sus clases y sus
clubes deportivos, a que negocien entre ellos, a que se convenzan unos a
otros, a que exhiban carisma y a que sean elegidos por los suyos
. La
cantera perfecta para el mundo de la política y de los negocios.
“El
networking vuelve a ser muy importante. E ir a colegios
como Eton o Harrow da acceso a determinados círculos.
Si vas a Eton, lo
harás toda la vida”, explica Alonso González de Gregorio, de la
consultora de educación The Gregorian Manor House. “Las empresas,
además, en tiempo de recesión, son más conservadoras. Ya no bajan el
listón como antes a la hora de contratar.
Y van a las universidades
top. Y a ellas se entra tras haber asistido a colegios
top”, añade.
Alumnos multitarea
Inglaterra y Suiza acaparan todavía hoy los colegios más elitistas
del mundo.
Aquellos en los que coinciden en sus aulas algunos de los
apellidos de las familias que dirigen las finanzas y la política.
Esos
centros que se mantienen aferrados a su tradición y que intentan ahora
adaptarse a los nuevos tiempos para no perder su condición
. Porque, como
explica González de Gregorio, “la educación actualmente responde a las
necesidades de la anterior revolución industrial: lo necesario es hacer
el trabajo a tiempo, bien, memorizar.
Pero la del futuro es distinta.
Los alumnos deben ser emprendedores, saber gestionar su tiempo.
Y los
profesores se convierten en guías. Una educación muy personalizada.
Y
aunque los colegios más famosos siguen teniendo muy buenos programas,
son antiguos y les está costando renovar su sistema educativo”.
Frente a
los centros británicos y suizos, surgen hoy propuestas estadounidenses.
Colegios en los que ya es posible encontrar, como explica este
consultor, “propuestas más interesantes, como departamentos de creación
de empresas o que reproducen la bolsa de Wall Street”.
Sin embargo, los centros europeos todavía marcan el camino
. Eton es
uno de los más prestigiosos. Pero en el Reino Unido hay más
. En Harrow,
otro internado solo para chicos, al noroeste de Londres, estudió Winston
Churchill y rodaron las películas de Harry Potter. Sus equivalentes
femeninos son Benenden, en Kent, o el centro católico St. Mary Ascot,
donde estudió Carolina de Mónaco.
Y en Suiza está Le Rosey, en Rolle, en
el cantón de Vaud, a orillas del lago Leman, y con unas instalaciones
en la estación de Gstaad para la parte invernal del curso. Allí han
estudiado, entre otros monarcas, Don Juan Carlos I o Raniero de Mónaco.
El centro, considerado uno de los colegios más caros del mundo, con un
coste superior a los 40.000 euros al año, acoge hoy a 400 alumnos de 61
países y tiene como norma no aceptar a más de un 10 por ciento de ellos
del mismo lugar.
También suizo, Aiglon traslada el modelo inglés al
pueblo de Chesiers-Villars, en los Alpes, donde hay estudiantes de más
de 50 nacionalidades que aprenden a esquiar y a desarrollar su faceta
más artística en las clases de teatro. O el Alpin International Bau
Soleil, mixto, en Villars-sur-Ollon, en el que a sus alumnos de polos
blancos y jerseys grises les hacen afrontar retos deportivos como
escalar montañas, competir en carreras de 20 kilómetros o hacer esquí
nocturno.
En la Rosey estudiaron don Juan Carlos I o el príncipe Rainiero. Un curso allí sale por 40.000 euros
“¿El coste de una escuela internacional vale la pena?
La respuesta
debe ser afirmativa si se cree que las perspectivas internacionales, las
redes, las amistades y las asociaciones que se hacen tendrán un impacto
en la vida de su hijo”, afirma Mark Silverstein, de Aiglon, cuando se
le pregunta si en este tipo de centros aún se forman las élites.
“Lógicamente, en un colegio con 400 estudiantes no todos pueden, ni
pudieron nunca, ser reyes o presidentes
. Pero cualesquiera que sean sus
orígenes, es cierto que muchos alumnos muestran ya unas cualidades
personales e intelectuales que les llevarán a ser líderes en el mundo de
la política, la empresa, la banca y la cultura”, concede en cambio
Robert Gray, director de Le Rosey, que además revela que “bastantes
alumnos llegan con la posibilidad o quizás la obligación de asumir ese
puesto de élite”.
Fuera de estos dos países también hay algunos centros similares. Un
plan B para aquellos que no pueden pagar la educación británica puede
ser St. Columba’s, en Dublín, con un precio de 12.000 euros
. Una escuela
de día e internado mixto que fomenta una educación católica, el deporte
y el debate y en la que, como afirma su director, Lindsay Haslett,
intentan “replicar un modelo familiar en el que todos los individuos se
conocen, todas las personalidades se respetan y todos los talentos se
potencian”.
Y en el centro de Europa se pueden encontrar también casos
como el American International School, de Salzburgo, o el Herlufsholm,
en Susa, al sur de Dinamarca.
Pero hay que cruzar el Atlántico e ir a
Estados Unidos para hallar equivalentes a los centros suizos y
británicos.
Como el Trinity, fundado en Nueva York en 1709, donde
estudió John McEnroe, aunque el énfasis en el latín y el griego del
programa escolar no le ayudaba a hablar mejor en las pistas. O la
Phillips Academy, en Andover, Massachusetts, donde estudiaron sus
últimos años de bachillerato los expresidentes, padre e hijo, George
Bush. O The Lawrenceville, en Nueva Jersey, un vivero de congresistas,
senadores y gobernadores estilo
british que fomenta el método
socrático. Aunque, eso sí, estudiar en uno de estos centros no es una
garantía.
Recientemente la consultora Gallup publicaba una encuesta que
revelaba que haber pasado por estos colegios o por las mejores
universidades no es sinónimo de éxito y felicidad. Según sus resultados,
solo cuatro de cada diez graduados confesaban estar atraídos por sus
trabajos, sin diferencias entre los estudiaron en estos colegios de
élite.
Aunque, eso sí, siempre da más lustre llamar a un amigo Kennedy o
Borbón para quejarse del jefe.