Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 sept 2014

En las nubes...................................................................... Boris Izaguirre


Brad Pitt y Angelina Jolie, en la imagen que difundieron de su boda. / CORDON PRESS

Estoy grabando un programa de prime time para una cadena latina en EE UU.
Los estudios pertenecen al parque temático de Universal en Orlando, Florida.
 Mientras los aspirantes a ser el nuevo ídolo musical latino afinan sus notas, se escuchan los gritos de los turistas subidos en las atracciones.
 De repente, mi maquilladora, la muy afroamericana Rochelle, interrumpe gritando: “¡Se divorcian los reyes de España!” con una revista en la mano y una Coca-Cola XL en la otra.
Ella casi se quedó blanca cuando le respondí con otra pregunta: “¿Cuáles?”. En un principio creyó que me burlaba y que no le daba crédito a su información.
“Lo dice People en Español”, insistió, haciendo referencia a la publicación anglosajona equivalente al ¡Hola! Uno de los productores, catalán, intentó explicarle que en junio tuvimos una sucesión express, que duplicó el número de monarcas. Rochelle seguía sin entendernos.
La noticia del supuesto divorcio surgió del diario italiano La Repubblica.
 “Con respeto, no me creo que sea verídico, ¿para que se van a divorciar después de tantos años?”, expresó más tarde una anfitriona mexicana en Florida. “Manito, no van a divorciarse para luego casarse otra vez, a esta edad”, insistió.
“¿Y quién se lo habrá pedido a quién? Yo como mujer, preferiría que fuera ella, pero la verdad con todo lo que ha pasado recientemente en esa familia, un divorcio ahora es como si le hubiera cogido gustito a eso del escándalo” sentenció, saboreando el éxito de sus palabras y de su picante acento de Jalisco entre los españoles que la escuchaban.
Llevaba razón en una cosa: nos hemos vuelto aficionados al escándalo
. Y a observarnos a nosotros mismos, entrando o saliendo de ellos.
Y así como inmortalizamos en selfies cualquier momento, plato de comida, traje o mueca, también disfrutamos retratando nuestra belleza mientras es joven.
Y célebre.
Y precisamente muchas de esas celebridades se fotografiaban en distintos grados de desnudez y erotismo doméstico, confiadas por estar en las nubes, hasta que esta semana un hacker hizo trizas ese sueño.
 Arrastrando en la caída la supuesta seguridad de Apple.
El escándalo de las fotos hackeadas recuerda al mito de Narciso, pero en clave tecnológica
. Es probable que una de las fascinaciones de la tecnología sea poder enamorarnos de nosotros mismos y que la prueba de su éxito comercial sea crear una nueva necesidad, esa urgencia de registrarlo todo.
 Queremos fotografiarnos en la playa, haciendo retos con cubos de agua helada, calibrando nuestros abdominales o el torneado de nuestros hombros.
Queremos fotografiarnos hablando con otros mientras conducimos o haciendo la compra.
 A todo eso, por cierto, no lo llamamos fotografiar sino inmortalizar.
Sin darnos cuenta nos hemos convertido en esclavos de esa inmortalidad.
Narciso tuvo la imprudente elegancia de morir ahogado en la contemplación de su propio reflejo. Resulta curioso que en pleno escándalo de los desnudos robados de la nube, las dos personas más famosas de Hollywood consigan casarse en exclusivo secreto
. A Rochelle, mi maquilladora, le encanta el rimbombante titular en las revistas: “Angelina y Brad se casan en su château francés”. “Porque mi nombre también es francés”, me confiesa, sintetizando que a los gringos todo lo francés les entusiasma.
 Desde luego en nuestros palacios de gobierno no hay ese tipo de glamour.
 “Siempre habrá niveles”, retoma Rochelle ojeando la boda de los Brangelina (como se bautizó a la pareja en sus inicios). “La gran diferencia entre una celebridad con solera y una celebridad nueva es que no se hacen tantos selfies. Los selfies son para los desclasados”, sentencia implacable.
A Angelina muchos le han celebrado que permitiera que sus hijos le tunearan el velo.
“Mi amor, mucho más chic que regresar del trabajo y que el niño te haya garabateado toda la cocina”, dice una bailarina cubana cerrando la puerta del camerino con un golpe de cadera.
 El velo de Angelina algo tiene que ver con el de otro traje de bodas que vuelve a estar de actualidad: el de lady Di, a su vez otro tipo de fantasma europeo que, al igual que el de la guerra, nunca nos abandona.
El hijo menor de Diana, Enrique, cumplirá treinta años el 15 de este mes y recibirá entonces la parte de la herencia dispuesta por su madre.
 Entre otras cosas, el traje de novia más comentado, criticado, vilipendiado de la historia de los trajes de novia
. Para sorpresa de todos, vuelve a ser bello. Y grande
. Desde el minimalismo de los noventa se le empezó a calificar de “exagerado” y después el grunge lo reconoció como “singularmente feo”.
Durante lo que va de siglo, el pobre traje de novia vivió una especie de maldición, como si su diseño tuviera la culpa de todo lo que sucedió. Enrique y su hermano pretenden exhibirlo en el palacio de Kensington, la última residencia de su madre.
 Habrá que adaptar un área especial para que quepa
. Y fuertes medidas de seguridad, porque si las rusas deciden invadir Inglaterra (bélicamente, porque por todo lo demás, Londres igual que Ibiza parecen territorios anexionados), será lo primero que querrán ponerse.
 El sueño de muchísimas novias rusas, ricas o no, siempre fue parecerse a lady Di.
 Lo mismo que ha hecho ahora Angelina Jolie.

Concha Velasco: “No quiero ser nunca más la protagonista”................................................................... Mábel Galaz


La actriz Concha Velasco. / ÁLVARO GARCÍA

Acaba de bajar el telón a una dura etapa vital de cuatro largos meses, esos en los que ha tenido que luchar contra un linfoma que la noqueó y le ha dejado tocada
. Ahora ya recuperada, aunque no tanto como le gustaría, Concha Velasco se dispone a reaparecer renovada y llena de buenos propósitos sobre todo en lo que se refiere a su vida personal.
 “No quiero ser más la protagonista. Ese papel solo lo dejo para mi trabajo.
En mi casa, con mi familia, solo quiero ser una secundaria”, proclama.
 Y es que ella, como todos los que han pasado por un proceso como el suyo, está llena de buenos propósitos y también de miedos.
 “He vivido mucho profesionalmente, pero personalmente muy poco.
Me queda tanto por hacer y tengo tan poco tiempo”.
Concha Velasco llega a la cita apresurada.
 Es la primera vez que se sienta para hablar despacio de este tiempo de ausencia de la vida pública. Viene de resolver papeleos con su hijo Manuel.
 Su enfermedad le ha llevado a conocer un mundo que no había frecuentado
. Visitas a las oficinas de la Seguridad Social para solicitar su baja por enfermedad, tiempo de espera en las consultas de un hospital, conversaciones con gente que como ella ha tenido un susto de salud... La actriz, que ha vivido 60 años subida a un escenario, convive ahora con su otro yo, el de una mujer que en noviembre cumplirá 75 años
. “He recibido una lección de vida y estoy tratando de ajustar las cosas”.
Ha adelgazado 11 kilos, pero tiene buen aspecto
. Lleva la cara lavada. Solo se ha hecho la raya de los ojos y se ha vuelto a pintar los labios.
 No ha perdido la coquetería, ni tan siquiera cuando estuvo postrada en la cama del hospital llena de tubos.
Siempre acudía al rescate su peluquera para ponerla a punto
. Porque aunque Concha temía que iba a perder su pelo lo ha mantenido, “me han dado pastillitas, no la quimio tradicional”.
 Eso sí, se ha cambiado el tono a uno más oscuro. Siempre ha cuidado su imagen, pero ahora más. Otra cosa es lo que ha sucedido en la intimidad de su hogar en ese tiempo de oscuridad.
 “Me resistía a aceptar lo que me estaba pasando. No quise ver las señales de alarma que daba mi cuerpo y cuando los médicos me dieron la noticia me hundí.
Fue un palo terrible. Me convertí en una persona dependiente y me vine abajo, yo que siempre he ido de autosuficiente por la vida.
Tuve ataques de ira, de llanto... No he sido una buena enferma”.
Concha Velasco suma un centenar de películas en su carrera profesional, pero muchas de ellas no las ha visto.
“Nunca lo hago, ¿para qué? Soy disciplinada. Si un director me dice que la toma está bien, para mí es suficiente.
 Pero cuando enfermé me recluí en casa y no se me ocurrió otra cosa que ponerme a ver mis trabajos. Era como si quisiese autoafirmarme, negar lo que me estaba pasando”.
La actriz Concha Velasco, acompañada por el actor Juan Echanove, recibe un homenaje en el Festival de Mérida el pasado mes de agosto. / Jero Morales (efe)
Desde hace años, Concha convive con dos personalidades que se entremezclan.
 La mujer fuerte e independiente que es actriz y la temerosa y sufridora que es madre y fue esposa.
 Su enfermedad ha revuelto todo aún más.
 Los médicos le han recomendado que vaya a un psicólogo como parte del tratamiento de alguien que ha tenido una dura enfermedad.
 Pero ella, que ha sobrevivido a un matrimonio complicado, a una separación también complicada y se enfrenta a un futuro incierto, no está segura de necesitarlo.
 Porque la que un día fue la muchachita de Valladolid que llegó a Madrid para comerse el mundo cree que puede con todo o ¿esta vez no?
“Tengo que cambiar, aceptar que necesito a la gente, que no puedo con todo yo sola...”.
Sus hijos la convencieron de que dejara de ver sus trabajos en la pantalla, y entonces encendió la televisión. “He descubierto esas tertulias políticas. Qué horror. Esa gente que habla de que el pasado fue mejor.
¿No se acuerdan de lo que vivimos en la posguerra, en los años sesenta.
 No soporto esa cultura del y tú más”. Así que también acabó apagando la televisión. “Soy católica y socialista, y lo seré siempre, pero no volveré a hacer campaña política por nadie
. Creo que ahora les toca a otros.
 En eso tampoco quiero ser ya más protagonista.
 Y no es porque no crea en los valores del socialismo.
Yo me hice socialista con 40 años y sabía que lo hacía”.
Como todos los de su profesión es muy crítica con la política cultural del Gobierno de Rajoy. “Ese 21% nos está haciendo polvo.
 Pero no somos los únicos que estamos sufriendo. La gente lo está pasando muy mal.
 Así que ya vale de vivir en el victimismo y de quejarse”.
Concha cuenta que ahora que ha tenido que vender su coche y la plaza de garaje, se desplaza mucho en taxi, habla con los conductores. “Hay mucha gente que nos tiene manía a los actores porque solo pensamos en nuestros problemas y no vemos lo que pasa en la calle.
Muchos de esos han decidido no ir al teatro o al cine a ver nuestros trabajos”.

Regreso a Mérida

Para Concha Velasco  volver al Festival de Mérida fue algo parecido a recibir el alta médica. Sus compañeros de profesión reconocieron su trabajo a lo largo de 60 años de profesión en un emocionado homenaje. Fue el pasado día 28 de agosto. En ese mismo escenario, un año antes, comenzó a sentir los primeros síntomas de la enfermedad. Interpretaba entonces a una Hécuba dirigida por José Carlos Plaza.
 Reconocida por muchos, la actriz vallisoletana confiesa sentir el olvido de algunos directores que la ignoran por haber sido aquella chica yeyé o aquella chica de la Cruz Roja.
Ella, en cambio, ha colocado ya el cartel de “no hay billetes”
. Hoy vuelve a su trabajo en Cine de barrio en Televisión Española y el día 26 estrena una obra de teatro en Zaragoza.
Bajo la dirección de José Carlos Plaza está ensayando Olivia y Eugenio. El destino ha querido que su regreso sea para interpretar a una mujer que recibe la noticia de que sufre un cáncer terminal.
“El texto me llegó antes de mi enfermedad. Cuando lo leí no tuve los sentimientos que ahora me despierta.
 Pero estoy trabajando con José Carlos Plaza para que no me afecte”. La actriz comparte escenario con dos jóvenes de 30 años con síndrome de Down que el director descubrió en un centro especializado
. En el escenario interpretando a Olivia, la actriz rememora su pasado y hace un ajuste de cuentas con su marido, con sus amistades y afronta la ruina en la que vive a la vez que se plantea si merece la pena que ella y su hijo Eugenio sigan viviendo o acabar con todo.
 “Cuando digo mi diálogo hay tantas cosas que me recuerdan a mi vida”, dice sonriendo, “pero mis hijos no quieren que hable ya de esas cosas.
Muchas de ellas tienen que ver con un señor que ya está muerto”.
Concha no toma ya pastillas, ni una aspirina. Su hígado está resentido del duro tratamiento. Los médicos le han impuesto unas normas de alimentación. Durante la conversación solo da unos sorbos a un vaso de agua del tiempo. También le han puesto condiciones para volver a trabajar.
Solo puede hacer una función al día y nada de compaginar una serie de televisión con el teatr
o. Ahora tan solo le permiten hacer Cine de barrio y una sesión teatral.
“Eso significa también menos dinero, pero lo voy a hacer.
 Seré obediente”, dice resignada.
 A Concha el dinero le preocupa porque lo necesita. “La gente se cree que soy rica..., pero sí, yo lo perdí todo y todavía debo mucho.
 Cada mes tengo que pagar un dineral de una deuda heredada del pasado”. Pero no se queja.
Vivió en La Moraleja en un espléndido chalé que tuvo que vender acechada por las deudas.
 Ahora es feliz en un piso en Sanchinarro, un nuevo barrio al norte de Madrid en el que tiene por vecino a su hermano Manuel y a su hijo Paco.
 Es lo que le queda tras 60 años de profesión.
 Eso y 1.195,20 euros de pensión, y muestra el papel que lo acredita. “Tengo que seguir trabajando, pero no tengo mucho tiempo porque ya soy una señora mayor”, reflexiona. También quiere vivir.
 “He ido de escenario en escenario y me he perdido muchas cosas. Vivo en Madrid hace mucho, pero no conozco la ciudad.
 Por ejemplo, al Museo del Prado he ido a ver algún cuadro puntual por trabajo, pero nunca lo he disfrutado
. Tengo tanto por hacer”.

5 sept 2014

Howard Hawks habla de Lauren Bacall

El 16 de septiembre la actriz habría cumplido 90 años.

Ese día TCM quiere recordar a este mito, que falleció el 12 de agosto.

 


El próximo 16 de septiembre Lauren Bacall habría cumplido 90 años.
 Ese día TCM quiere recordar a esta mítica actriz, fallecida el pasado 12 de agosto, emitiendo algunas de sus mejores películas, aquellas que la convirtieron en un verdadero icono del cine clásico como Tener y no tener, La senda tenebrosa, El sueño eterno o Cayo Largo.
  Fue el director Howard Hawks quien descubrió a Lauren Bacall gracias a una fotografía que apareció en la portada de la revista Harper's Bazar en 1941. Por entonces Bacall tenía tan solo 17 años, trabajaba como modelo, estudiaba Arte Dramático y había hechos pequeños papeles en el teatro
. El realizador quedó inmediatamente fascinado por su extraña y desconcertante belleza y pidió a su secretaria que le hiciera un detallado informe de esa joven promesa.
 Se cuenta que cuando Hawks la vio en persona le decepcionó su tono de voz, bastante ronco y nasal, y le ordenó que todos los días, durante meses, leyera en voz alta a las afueras de la ciudad para pulir sus cuerdas vocales.
Apenas dos años después, le ofreció el papel protagonista en Tener y no tener al lado del gran Humphrey Bogart
. Se dice que la nueva actriz estaba tan nerviosa que durante los primeros días hundía la barbilla en el pecho mientras miraba de reojo a su compañero de reparto. El efecto era devastador.
 La química entre los dos funcionó de inmediato y Hawks supo que tenía entre manos un diamante en bruto.
 “Había una actriz nueva con una manera peculiar de decir su texto”, recordaba el director. “Tenía un toque de descaro que no molestaba a nadie”.
La película fue un gran éxito y Hawks decidió reunir de nuevo a la pareja en El sueño eterno, basada en la novela de Raymond Chandler
. Por entonces Bogart y Bacall ya se habían casado y, a pesar de la diferencia de edad, ella tenía 21 años y él 45, formaron una de las parejas más famosas del Hollywood de la época
. Juntos se enfrentaron al Comité de Actividades Antinorteamericanas que investigaba la supuesta infiltración comunista en el mundo del cine; tuvieron dos hijos y permanecieron unidos hasta que Bogart falleció en 1957 víctima de un cáncer.
Tras la muerte de su marido, Lauren Bacall siguió rodando películas aunque poco a poco fue espaciando más y más sus intervenciones cinematográficas.
 Se casó nuevamente con el actor Jason Robards, del que se divorció en 1968
. Dejó definitivamente Hollywood y se trasladó a su Nueva York natal.
 Vivía en el famoso edificio Dakota, el mismo a cuyas puertas fue asesinado John Lennon o donde se rodaron los exteriores de La semilla del diablo, el film de Roman Polanski.
 El pasado 12 de agosto un derrame cerebral acababa con la vida de esta gran leyenda del cine a la que es imposible olvidar.
 Su delgada figura permanecerá imborrable en la memoria de todos los buenos aficionados al cine gracias a escenas como aquella de Tener y no tener cuando, de pie, al lado de la puerta, le decía al bueno de Bogart: “Steve, no tienes que decir nada y no tienes que hacer nada. Nada en absoluto o, tal vez, solo silbar. ¿Sabes cómo hacerlo verdad? Tienes que juntar los labios y soplar. ¿Quién sabe? Quizá 70 años después de rodar esa secuencia Bogart ha silbado desde el cielo.

Poeta y profeta, un intelectual completo.................................................................J.uan Arias

Es difícil saber si Pier Paolo Pasolini fue mejor cineasta que poeta o semiótico.
O también analista y profeta político y social.
 Fue sin duda un intelectual que anticipó la violencia de los suburbios obreros que hacían de corona de espinas a la Roma eterna, la de los papas y de las intrigas de palacio
. Fue él quien denunció el abandono por parte de su partido, el PCI, de aquel proletariado que sufría abandonado en la periferia, lejos de las luces de la ciudad.
Y fue aquella violencia, junto con el poco amor que le dispensaba el poder, la que acabó con su vida, cerca de la playa de Ostia, en circunstancias dolorosas, algunas de ellas sumidas aún en el misterio.
Una vez me confió: “Pensar que moriré sin conocer el alma de la mujer”
Conocí a Pasolini, cuando aún no había rodado El Evangelio según San Mateo, que nació de un congreso celebrado en La Cittadella de Asís sobre literatura.
 En aquella ocasión uno de los participantes habló de “Jesús, escritor”. y Pasolini se quedó perplejo: “¡Pero si Jesús nunca escribió nada!”.
Cuando le contaron la historia de la escena bíblica de la mujer sorprendida en adulterio en la que ante la presencia de los acusadores, Jesús escribió unas palabras con el dedo sobre el polvo de las losas del templo, Pasolini la vió con ojos de cineasta.
 Se exaltó y decidió empezar a leer los evangelios.
El poeta y profeta Pasolini era un intelectual completo, de una inteligencia aguda y privilegiada.
 Un conversador que cautivaba. Cuando se sentaba a almorzar en el comedor de algún congreso, corrían a su mesa sobretodo las mujeres fascinadas con su dulzura e inteligencia.
 Una vez me confió: “Y pensar que me moriré sin conocer el alma de la mujer”.
Era un ateo —o agnóstico— con una carga tal de curiosidad por todo, que no tenía prejuicios contra el fenómeno religioso
. Inconformista, crítico siempre de la situación política, acabó siendo expulsado del Partido Comunista Italiano (PCI) por haber defendido, contra las ideas de sus compañeros de ideología, a los policías contra los universitarios.
Lo hizo publicando un poema en el diario Corriere della Sera después de una batalla que tuvo lugar en Roma, en Via Giulia, entre estudiantes universitarios y policías
. Decenas de agentes acabaron hospitalizados. El cineasta salió en defensa de los policias
. Decía en su poema que ellos eran los hijos de los campesinos pobres del sur del país, sin estudios y obligados a trabajar desde muy jóvenes.
 Al contrario que los universitarios, hijos de la burguesía que habían tenido el privilegio de poder estudiar.
Aquel poema fue una bomba política contra la izquierda comunista.
 Fue un aldabonazo profético que, según no pocos analistas de la época, pudo haber sido la causa última de su muerte prematura, más que sus problemas homosexuales.
Lo cierto es que el partido lo abandonó a su suerte y no se preocupó demasiado de profundizar sobre las circunstancias de su asesinato.
Fue una de esas figuras capaces de revolucionar la política, la cultura y la conciencia de un país. Junto con Pasolini, otros personajes de aquella época como Leonardo Sciascia, o Federico Fellini, fueron los artífices indiscutibles de lo que fue considerado como un segundo renacimiento cultural. Curiosamente, a los tres, diferentes en tantas cosas, les unía una misma pasión por la cultura, pero por una cultura no abstracta, académica, sino también política: capaz de influir en la vida social.
Todos ellos acabaron siendo, por ello, una especie de conciencia crítica de aquella sociedad rica y poliédrica que ellos vivieron y fecundaron.