Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 sept 2014

El legado de Diana de Gales pasa a manos de sus hijos.................................................... Mábel Galaz

Guillermo y Enrique reciben los objetos personales de su madre, entre ellos, el traje de su boda

La princesa dispuso que así fuera al cumplir el menor de ellos 30 años.

Diana de Gales, con su traje de novia. / AFP

Diana de Gales murió en un accidente de coche en París hace ahora 17 años pero aunque su fallecimiento fue algo inesperado dejó su legado ordenado.
 La princesa de Gales dispuso que sus hijos heredaran su patrimonio cuando cumplieran 30 años. Guillermo lo recibió hace tres y Enrique lo tendrá el 15 de septiembre, fecha en que festeja sus tres décadas de vida
. No solo les dejó dinero, también muchos objetos personales que con el paso del tiempo se han revalorizado, entre ellos su vestido de novia, ese que lució el 29 de julio de 1981 en la catedral de St. Paul.
El diseño de estilo victoriano, que fue bordado a mano con más de 10.000 pequeñas lentejuelas y perlas y que tenía la cola más larga de todos los trajes de novia de las bodas reales, según informó la prensa en esos días, se ha convertido en toda una reliquia que se ha expuesto periódicamente en la finca de Althorp, en Northampton, propiedad de la familia de Diana.
 Tanto ese vestido como sus otros objetos estaban hasta ahora custodiados por el hermano de la princesa, el actual conde Spencer.
 Al pasar el diseño a ser propiedad de sus hijos, la prensa de Reino Unido asegura que el deseo de ambos es que este modelo, diseñado por David y Elizabeth Emanuel, sea exhibido a partir de ahora en el Palacio de Kensington en Londres, donde Diana vivió hasta su muerte.
El año pasado se celebró una gran subasta benéfica de parte del armario de la princesa y es que en la última etapa Lady Di se convirtió en todo un icono de moda
. Los grandes modistos querían que vistiera sus modelos y muchos lo lograron.
 Pero fue Versace, uno de sus diseñadores de cabecera, quien con sus creaciones mostró el lado más sexy de la princesa.
 Entre los vendidos estaba el de terciopelo azul oscuro, diseñado por el inglés Victor Edelstein, que se puso en una cena en la Casa Blanca en 1985.
 Este traje y nueve más se vendieron por un millón de euros.
Tanto el príncipe Guillermo como el príncipe Enrique también heredarán fotos personales, cartas y joyas y hasta la versión que Elton John hizo de la canción Candle in the wind, que interpretó al piano en el funeral de la princesa de Gales.
Guillermo y Enrique siguen teniendo muy presente a su madre y luchan por mantener viva su memoria
. El primero quiso que el anillo de zafiros y diamantes de ella fuera el de compromiso que regaló a Kate Middleton; además siempre que tiene ocasión la recuerda en público
. Su hermano menor es quien ha heredado más el espíritu solidario de su progenitora y quien han mantenido en marcha algunos de los proyectos que ella puso en marcha antes de morir
. Los británicos también la recuerdan
. Buena prueba de ello es que el día 31 de agosto, cuando se cumplieron 17 años de accidente que le costó la vida, las verjas del palacio en el que residía amanecieron llenas de fotos y flores a modo de homenaje.

 

La consulta sobre el petróleo en Canarias se celebrará en noviembre........................................................ Pedro Murillo


Dos plataformas y un barco plataforma atracados en un muelle de Las Palmas de Gran Canaria. / Elvira Urquijo A. (EFE)

Canarias votará antes del 30 de noviembre si quiere o no la realización de las prospecciones petrolíferas en las costas de Lanzarote y Fuerteventura
 . Este es el anuncio realizado por el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, durante la celebración de un pleno extraordinario del Parlamento regional.
 Además, el jefe del Ejecutivo canario ha lamentado la "discriminación y la falta de sensibilidad " demostrada por el Gobierno Central.

"Los canarios no vamos a tolerar un trato colonial ni discriminatorio porque les recuerdo que el propio presidente Mariano Rajoy aseguró que si había el mas mínimo índice de peligro medio ambiental en las prospecciones de Baleares y Málaga no las autorizaría
. Pues bien, en el informe ambiental de Repsol se reconoce que hay riesgos y por eso nos oponemos", explicó Rivero.
En la misma línea, el presidente canario defendió la consulta popular que asegura se realizará mediante la transformación de la Ley de Participación Ciudadana aprobada en 2011 y amparándose en el Estatuto de Autonomía.
"Enviaremos nuestra propuesta al Consejo Consultivo la próxima semana para poder celebrar la consulta".
Por su parte, el Partido Popular calificó de "chantaje" la sesión plenaria sobre las prospecciones debido a que Paulino Rivero "está utilizando esta cuestión con un afán electoralista, debido a los problemas que sufre su propio partido", indicó la portavoz popular, Águeda Montelongo.
No se quiere enterar el Gobierno, es decir Soria ministro de muchas cosaas que no hace nada por ninguna y se centra en Industria, los canarios hemos dicho NO hace tiempo y Lanzarote lo declaró persona non grata, claro que Soria para demostrar su chulería se vino a veranear a esa Isla, que No Soria que no queremos y no te queremos, no haces nada por las Islas ¿Que pasa con la ley del Comercio? no haces nada.....
NO DIGUEM NO.....

Coronado, el conquistador.................................................................................Guillermo Abril

La televisión le ha dado nueva vida y sigue sumando títulos en la gran pantalla. El tipo duro del cine español.

 

Coronado viste cazadora Perfecto de Harley Davidson y camiseta de lino blanca, de H&M. / Fede Serra

Se abre la puerta y al otro lado hay una mujer de tez oscura en uniforme de asistenta
. Nos hace pasar y lo primero que uno encuentra es un perro faldero con cara de ewok.
 Acude a husmear al extraño. El recibidor no parece el de una casa, sino el interior de un bar.
 Hay una mesa de billar, una barra de coctelería, un estante repleto de botellas.
 Y toda una pared cubierta con la ampliación de una fotografía en blanco y negro del rodaje de La vuelta de El Coyote que dirigió Mario Camus en 1998.
 La escena transcurre en una cantina.
El justiciero hispano se yergue a la derecha bajo un enorme sombrero mexicano, cubierto con el antifaz. Empuña dos revólveres. Los cañones apuntan hacia el equipo de la película, que también aparece en la imagen. Se está filmando.
 En torno a una docena de personas concentradas en el plató. Destaca una mujer en el extremo izquierdo, quizá una ayudante de producción, observando a El Coyote con la cabeza ladeada, como si éste o el actor que se encuentra bajo la máscara le acabara de arrancar un suspiro. José Coronado.
Tras unos segundos, el intérprete surge 16 años más viejo de un pasillo que parece comunicar con los dormitorios de la vivienda.
Saluda y mira la pared. Dice que plantó ahí la instantánea porque para él representa “el cine”.
Una camiseta negra con cuello de pico deja asomar el vello canoso de su pecho; viste pantalones frescos que podrían ser de pijama
. El perro corretea entre sus pies desnudos, y se esfuma cuando dejamos atrás la sala de billar para adentrarnos en un salón inmenso, donde se ha dispuesto una mesa camilla con mantel y servicio para dos personas.
 La luz se adentra en la estancia con mimo atravesando la terraza y los amplios ventanales; apenas llega el ruido del tráfico cinco pisos más abajo.
 Hay en la sala una calma como de claxon lejano y fundido bajo un sol inclemente
. Es un viernes cualquiera de verano ahí fuera, en el centro de Madrid.
 Nos sentamos a esperar la comida con una cerveza fría. Coronado bebe directamente de la lata. Enciende un cigarrillo y el humo queda suspendido.
 Sus primeras palabras, según queda registrado en la grabadora, remiten a otra época.
 Cuando él era “el galán del cine español” y llevaba aquel sombrero charro en pantalla.
 El chico guapo y con fama de noctámbulo en la vida real al que las revistas del corazón perseguían a la caza de algún titular
. Dice: “Yo no soy una persona con un modo de vida al uso, sino que siempre he dado tumbos, y por suerte o por desgracia los sigo dando. Pero lo que no voy a dejar de hacer es vivir como me apetece, ¿no? Todos tenemos un pasado, pero he intentado que mi carrera y mi vida sean conocidas a través de mis personajes”.
Ha hecho de todo
. En sus palabras: “De homosexual, cura, bombero, policía, periodista, enfermero… Más de 50 pelis. Voy creciendo con el país, y voy haciéndome viejo”
. Es un superviviente. Un hombre que ha logrado reinventarse
. Con 57 años, los rizos cenicientos y un rostro surcado por arrugas gruesas como la corteza de un árbol con historia, asegura que siempre manejó las claves de una carrera a largo plazo: “Para acabar de abuelete de los escenarios, tenía que jugar a las tres barajas”
. Curtirse en la tele. Afinarse en el teatro. Ser constante en el cine
. Muy pocos intérpretes habrán vivido tanto y con tanta intensidad como él. Hasta el punto de que sus amigos de la profesión lo llaman Coronator (pronunciado “coroneitor”) por su entrega infatigable y obsesiva; y también, quizá, por su físico contundente (mide 1,80 y posee una espalda poderosa), porque suele conducir una motocicleta de gran cilindrada, a menudo con una gruesa chupa de cuero, además de por su voz grave y áspera, como de lija, que él modula según el efecto que quiera darle a la conversación, pasando del susurro al bramido en segundos, haciendo pausas y acelerándose al punto, guiando a su interlocutor con destreza por la montaña rusa de su existencia, que ha sido y sigue siendo como una atracción de feria.
 Pero sin todo eso, añade, no sería hoy quien es.
El actor lleva camisa blanca de Tommy Hilfiger, pantalón Levi’s, gabardina Diesel y corbata Marks and Spencer. / Fede Serra
Y lo deja claro al tratar de explicar dónde ha tenido que rascar para sacar esos personajes oscuros con los que se ha ganado la fama del “tipo duro del cine español” en la última década.
“Creo que es un problema que le pasa a muchos actores que llevan desde los 17 años, y se meten ahí con Stanislavski, con el método, a hacer la gallina, y ahora eres un árbol y ahora un no-sé-qué…
Eso está muy bien, pero [¡plaf! Da un golpe en la mesa con la mano] la verdad está en la calle
. Y eso a mí me salvó en un principio. La segunda película que hice fue Berlín Blues, con Ricardo Franco (1988). Y le dijeron: ‘Pero ¿cómo has cogido a este tío si está más verde que la hostia?’. Estará más verde que la hostia y no sabrá quién es Stanislavski, pero… sabe mirar a una mujer”
. Y esto último, que da a entender como la respuesta de Franco, lo pronuncia levemente con tono de locutor radiofónico
. Suena casi a título de película de su época de galán: Mirar a una mujer. “Muchos actores están ahí…”, palmea ahora frenéticamente. “Pero luego no han vivido. No han conocido la noche y el lujo y la corrupción”.
Su método. La universidad de la calle.
 Antes que actor, Coronado fue “un culo inquieto”.
Un adolescente “muy osado”, que disfrutaba con los deportes de riesgo. Motocross. Trial. Caballos. “Hasta hice paracaidismo y no se me abrió el paracaídas…”. La primera anilla se le enganchó; se acordó de la segunda, la de la lona de seguridad, a 300 metros del suelo; el tirón le partió dos costillas; tenía 20 años. “
Pasé 36 horas durmiendo de la adrenalina que había gastado en ver a la muerte de cerca”, dice. “Era un niñato, un gilipollas”.
 La edad, la experiencia, los hijos lo volvieron más prudente.
“Pero en cine me sigue pasando. Tengo un punto inconsciente. Dicen acción, y si hay que saltar por ahí se salta, si hay que ir con el coche hasta el precipicio, voy y casi me paso.
 Odio que me doble nadie una puta escena.
Todas mis secuencias de acción creo que las he hecho yo. A costa de pelearme con el productor y el director.
 Normal. ¿Por qué te vas a arriesgar? Porque lo quiero vivir, lo quiero sentir”.
 Su vertiente imprudente le hizo romperse la mano de un puñetazo a la pared, durante el rodaje de la serie policial RIS Científica.
Y liarse a espadazos con el enemigo francés en una secuencia ingobernable en la grabación de un telefilme del don Juan Tenorio.
“Falló la coreografía, el cabrón de Berlanga [hijo] no cortaba, y yo dije, ¿cuál es mi objetivo? Defender a mi general.
 Y francés que venga, no pasa”. El sable cuelga hoy como un trofeo en la pared de uno de los baños de la cas
a. Un aseo profusamente decorado en el que hay un póster de Gilda quitándose el guante, un ojo que te mira sobre la taza del inodoro, y un poema enmarcado de Rudyard Kipling para leer sentado en ella
. Comienza: “Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor / todos la pierden y te echan la culpa”.
Fede Serra
Coronado, tal y como lo recuerda, enseguida quiso manejar “el timón” de su barco
. Se quitó la mili a los 17. A los 18 se fue de casa.
 Duró un año en la Facultad de Medicina. Otro en Derecho en la Complutense, donde aprendió a jugar al mus.
 Siguió probando suerte como jurista en la Universidad de Alcalá de Henares.
 Nunca acabó la carrera. En esa época, su físico hizo que, a través de “alguna novia” (en gran parte de sus anécdotas hay presente una “amiga” o similar), empezara a tocar a su puerta el mundo de la moda.
 Lo llamaron de una agencia. Al principio se resistió.
 Hasta que le hicieron la oferta que no pudo rechazar: “Un anuncio de whisky en Menorca, con dos suecas en un barco, y me pagaban una pasta
. Dije: ¿Cómo? A esto hay que ir”. Enseguida vio que se podía sacar sus “primeras pelas” con su porte
. Viajó como modelo por el mundo durante tres años.
 Cuando volvió a España, a los 26, montó su agencia y se hizo coreógrafo de desfiles. “Un morro que te cagas”, confiesa.
 “Porque no tengo sentido de la música, y la moda me la pela.
 En treinta y pico años no me he comprado ropa
. Todo lo que visto es de mis personajes”. También montó un restaurante llamado Zona Centro, en Hortaleza.
 Y de pronto, un día cualquiera, se le cruzó la interpretación por delante.
Como lo cuenta él: “Estaba superestresado. Entre las lechugas y las modelos no podía más
. Y una amiga, que estaba dando unos cursos de arte dramático, me dijo: ‘¿Por qué no te metes y te olvidas de todo?”
. Como lo cuenta la actriz Maru Valdivielso: “Estábamos saliendo juntos. Yo tendría 20 años. Creo que nos conocimos bailando en Pachá
. Él vivía una época espléndida, dirigiendo la agencia y llevando el restaurante más moderno de Madrid con otro socio extranjero que era modelo
. Yo estaba tan enamorada de José que le dije que se viniera a las clases para verle todos los días.
 Y como él es así, que no le tiene miedo a nada y todo le apetece, entró a estudiar en la escuela de Cristina Rota”.
Como lo sigue contando él: “Fui a los cursos, y a la semana me lo estaba pasando…, empecé a ver que ahí jugaban con las emociones, con la imaginación, con la desinhibición, que estabas rodeado de chicas…
Y ahora nos besamos y ahora no-sé-qué. Pensé: ‘¿De esto se puede vivir?’.
 Y me dijo Cristina [Rota], hombre, tienes planta, tienes voz, y si trabajas, ¿por qué no? Al mes estaba para unas pruebas en el Centro Dramático Nacional, con Luis Pascual, para hacer una obra de Lorca que se llama El público.
 Debuté en el teatro Piccolo de Milán al mes, en un papel de lanza. Y luego me tiré años de aprendizaje hasta que empecé a considerarme actor, después de diez películas, tres series, dos obras de teatro…
 La gente se piensa que lo de actor es…, bah, es mentir.
Yo tuve la suerte de que cuando empecé había cuatro gatos.
 Y el aprobado estaba mucho más barato
. Si no, me hubieran echado seguro. Porque veo trabajos del principio y digo: ‘Qué hijoputa, qué bloqueado estás, qué tenso, qué falso, qué maquillado’.
 Pero bueno, es lo que se necesita: tiempo”.
Toda mi vida he dado tumbos, y por suerte o por desgracia los sigo dando”
Una década, en su caso.
Esfuerzo, disciplina.
 Y, sobre todo, teatro
. Coronado siente que se ganó los galones como intérprete sobre el escenario, con la obra Algo en común, en la que daba vida a un homosexual que perdía a su pareja, víctima del sida.
Tenía 39 años. Dice que le tocó teclas profundas.
 Que se le acercaba gente llorando al camerino para contarle cómo había encontrado luz a través de su papel
. Que le ayudó a ser mejor persona. Y mejor actor:
 “Hasta entonces yo sabía que mentía”. Lo cuenta con el almuerzo desde hace un rato sobre la mesa. Una bandeja con carne picada.
 Otra con tortillas de maíz
. Una más con lechuga, tomate y guacamole.
 De tal forma que la entrevista prosigue con mucho juego de manos para preparar los tacos, a ratos con la boca llena, y grasa chorreando por los dedos
. En el momento en que menciona su rol de homosexual, uno descubre la presencia de otro José Coronado a la espalda del que engulle comida mexicana.
 Está de pie en una sala contigua apuntándonos con un arma
. Junto a la chimenea del despacho. Una figura de cartón casi a tamaño real
. El verdadero Coronado explica que pertenece a la mercadotecnia de la serie El príncipe (Telecinco), un éxito de audiencia la pasada temporada del que estos días rueda la segunda tanda de episodios. Y aclara cómo ha acabado allí: su hija de 11 años (la tuvo con Mónica Molina) anda “loca” con el grupo One Direction.
Él mismo la acompañó al concierto en Madrid hace poco.
 “Tenía un muñeco de estos de One Direction en su habitación. Y sentí unos celos tremendos. Cuando vi que estrenábamos la serie, y que yo tenía mi propio muñeco, hablé con la productora. Y engañé a mi hija: “Mira, he conseguido uno para que cuide de Harry [Styles, de One Direction]”.
Al cabo de unos días, me dijo: ‘Papi, es que me despierto por las noches y te veo ahí y me da miedo, casi mejor si lo sacas…”.
Que Coronado puede dar mucho miedo ya nadie lo pone en duda.
Y casi siempre esa veta negra tiene que ver con la noche, el lujo y la corrupción. Con la escuela de la calle. Y con Enrique Urbizu, el cineasta que le dio un giro perturbador a su trayectoria
. Desde 2002, han trabajado juntos en tres películas.
 Cuando aún no se conocían, éste le hizo llegar el guion de La caja 507, la historia paralela de un buen tipo, director de una sucursal bancaria, al que la vida se le va torciendo; y la de un matón ambicioso al servicio de la mafia en la Costa del Sol. En aquella época, Coronado protagonizaba la serie televisiva Periodistas, con cierto aire a Clark Kent y el aura de hombre honesto.
 Tras leer el libreto, actor y director quedaron.
El intérprete le comentó que estaba encantado de ponerse a sus órdenes para el papel del pobre hombre de la caja de ahorros. Error.
“Enrique dijo: ‘No, no. Ese es para Antonio Resines. Yo quiero que hagas el killer’. Y claro, para mí primero fue una sorpresa. Y luego… me puso cachondo como una perra”.
Urbizu confiesa que lo suyo fue un pálpito. Se había fijado en el actor en televisión y en el cine. “Recuerdo, por ejemplo, cuando vi en Bilbao la de Yo soy esa (1990), que protagonizaba con la Pantoja [aquella película fue ‘un toro difícil de torear’, en palabras de Coronado]
. Aparecía con un físico impecable y una gran voz.
 No me preguntes por qué, pero siempre me había parecido que este tío con unos guantes de cuero, una escopeta y algo por lo que luchar daría muy bien de personaje negativo”.
 En La caja 507 comenzaron a explorar el método que ambos denominan “menos es más”, y que Urbizu define: “El personaje oculta sus emociones, pero se tiene que notar el infierno que lleva por dentro; trabajamos con cierto hieratismo, y teniendo solo la mirada”. Eso y los guantes de cuero. La recortada.
 El pelo de marine. Y una muerte memorable al final de la historia: un disparo en la nuca le revienta los sesos a Rafael Mazas (Coronado).
 Su cabeza estalla como una sandía, su cuerpo se desploma y parte el cristal de una mesa con la cara lívida
. Con aquel fallecimiento, comenzó a dejar atrás al galán inmaculado. Por si acaso, Urbizu volvió a matarlo nueve años más tarde.
 Esta vez lo sentó a desangrarse en una silla, pálido e inerte y rodeado de mugre. Acababa de salvar el mundo de un atentado; pero no cae como un héroe, sino como un canalla desgreñado y con mostacho de motero al que por fin le ha alcanzado su sombra
. Con esta segunda muerte (No habrá paz para los malvados, 2011) le dieron un Goya como mejor intérprete protagonista. El primero en 25 años de carrera.
Tuve la suerte de que cuando empecé había cuatro gatos. el aprobado era más barato”
El galardón, colocado sobre la chimenea, le hace compañía al Coronado armado y de cartón que nos apunta desde el despacho
. El real ha dejado ya de comer. Y se inclina discretamente mientras sigue hablando, estirando el brazo bajo el mantel con alguna migaja entre los dedos.
 Uno intuye que le debe de estar dando de comer al perrito, escondido desde hace rato en el faldón de la mesa.
 Ya con el café y envuelto de nuevo en el humo de tabaco, dice que se ha notado desde entonces inmerso en un nuevo ciclo:
“Con aquella bestia humana llamada Santos Trinidad se produjo un cambio a los ojos de la gente, que vieron en mí algo que hasta entonces no habían visto”
. Ahora lo buscan para personajes que frecuentan esa delgada línea que separa el bien y el mal
. Por ejemplo, en su próximo estreno, Betibú, un “policial argentino” dirigido por el bonaerense Miguel Cohan, que llega a España el 12 de septiembre, hace un papel secundario que, a la fuerza, ha de tener interiorizado. Periodista. Coronado pasó cuatro años (1998-2002) y más de un centenar de episodios interpretando en televisión a Luis Sanz, jefe de la sección de local del Crónica
. Pero el papel de Betibú, el director de un diario argentino, muestra motivaciones más brumosas. Tiene amante.
Un perfil maquiavélico. Y como si se tratara del propio Sanz, pero tres lustros después, “se mueve entre los círculos de poder. Mi personaje, cuando ve la supernoticia quiere sacarla. Pero el poder establecido le corta las alas, y le hace pasar por el aro”.
Coronado lleva gorro con anteojos de C. P. Company y camiseta negra de algodón de H&M / Fede Serra
Como si fuera una evolución lógica y trágica, una metáfora del paso del tiempo.
“Uno va cumpliendo años y, sí, empiezas con espíritu de cambiar el mundo
. Luego te encuentras con el mundo como es, y te das cuenta de que el poder financiero es el que lo mueve todo”
. Luego añade su frase favorita de La caja 507: “Al final de todo siempre hay un banco”.
En Fuego, prevista para octubre, da vida a un policía (el papel que, de largo, más ha repetido), cuya familia ha sufrido la violencia de ETA.
Años después, busca aplacar su sed de venganza tratando de aniquilar a la familia del etarra
. De nuevo ese infierno interior. En el horizonte hay otra de Urbizu en la que, si todo sale adelante, dará vida a “un financiero, tiburón y bastante implacable”, según el director.
“Uno de los facinerosos sin pistola que mueven el cotarro y destrozan la vida de mucha gente con una sonrisa”, define el actor
. Incluso es posible que comience en breve un rodaje en el que haría de asesino en serie
. Se encuentra cómodo en ese fango. “Siempre digo, aunque suena a barbaridad, que lo de matar da mucho placer. Es algo que el ser humano tiene desde que nace. Jugamos de niños a que nos matamos. Luego la sociedad te enseña que está mal
. Pero es instintivo.
 Y si tú cuentas con una justificación, porque estás haciendo ficción y es mentira, estás jugando, se pasa muy bien”
. En esos parámetros se mueve el nuevo Coronado
. El hombre con un abismo corriéndole por dentro en cuanto frunce el ceño y se le inflama la mirada. Un actor que se siente “respetado”, y “agradecido” de que le hayan dejado ganarse la vida “bien” con una profesión que ama.
 “Llego a las ocho de la mañana a un rodaje, y doce horas más tarde dicen que estamos acabando y respondo:
 ‘¿Pero hemos comido?’. Ni me entero… Es como si fuese allí en la moto. A morir. Estoy… ¡Coronator! Lo vivo con una pasión como en ninguna otra faceta de mi vida”.
Aunque suena a barbaridad, jugar a matar en la ficción da mucho placer”
Con los posos del café en la taza y varias colillas en el cenicero, nos levantamos y el perro sale de su escondite bajo la mesa.
Al dejar el salón, es inevitable posar los ojos en un gran cuadro colgado sobre el sofá.
 Pájaros
. Lo pintó su hijo Nicolás (lo tuvo con Paola Dominguín), que estudió Bellas Artes, ha llenado la casa de lienzos, y ahora comienza a seguir sus pasos.
 Coronado se muestra comprensivo: “Vive conmigo desde los nueve años. Ha mamado cada día de rodaje. Sabe de qué va este mundo.
 Y estuvo ahí, como yo cuando tenía su edad, buscando que si Bellas Artes, que si Publicidad… Ahora está con el mundo del modeleo, en Alemania, intentando sacarse sus pelas
. Buscando su camino. A mí me importa tres huevos que sea acto
r. Que sea lo que quiera mientras sea feliz y no me toque los cojones
. Pero, hombre, yo creo que posee facultades para la interpretación y, sobre todo, cuando a él le sale algo le ilusiono, le cargo… Tiene 25 años.
Yo encontré mi camino a los 30. Qué le voy a decir: que siga buscando”.
Ahora lo usan menos, pero el billar lo compró cuando se mudó a esta casa hace diez años, siendo Nicolás adolescente, porque los dos eran “muy jugones”.
Padre e hijo.
 Dejamos el tapiz a un lado antes de enfilar la salida. Coronado se detiene un instante ante El Coyote y repite:
“El cine en estado puro”.

“Nunca dejo entrar al viejo en casa”........................................................................................... Rocío Ayuso

Clint Eastwood acaba de rodar ‘American sniper’ y mañana estrena en España ‘Jersey boys'.

El cineasta estadounidense Clint Eastwood, retratado el año pasado en Nueva York. / gilbert carrasquillo (getty images)

Frank Capra se jubiló a los 64 años. Billy Wilder, unos diez años más tarde y alejado como creador de la calidad alcanzada con sus obras maestras
. Y entre sus compañeros de armas, actores nacidos en 1930, hay de todo: retirados como Sean Connery, convalecientes como Gene Hackman o muertos como Steve McQueen
. Incluso algunos más jóvenes, como Jack Nicholson, han desaparecido de delante de las cámaras. Entonces, ¿cuál es el secreto de Clint Eastwood?
A sus 84 años, la estrella sigue activa como actor, director, productor, músico e incluso político.
 En esto último es donde más varapalos le han caído a este liberal republicano, siendo muchos los que piensan que chochea y que se le ha ido la cabeza.
 En el resto de su carrera el que no le halaga admira que un octogenario siga rodando, y no uno sino dos filmes al año como es el caso ahora con Jersey boys (que se estrena mañana en España) y American sniper. “Mi secreto es el mismo desde que en 1959 hice Rawhide: mantenerme ocupado. Nunca dejo que el viejo entre en casa”, cuenta Eastwood a EL PAÍS.
Otros ruedan muchas tomas por falta de confianza en lo que quieren”
Es cierto que se le nota más frágil: habla para el cuello de su camisa, un ligero vaivén balancea su cuerpo, lleva una barba sin afeitar con canas y claros, y el oído izquierdo se la juega a menudo
. Pero aún se nota su poderío, en sus respuestas, en su entorno, comportándose como el rey de los estudios Warner con los que trabaja desde hace décadas mientras sus asistentes te recuerdan que te sientes mejor a su derecha.
 “Si uno deja de vivir mirando hacia delante no hay otra cosa que echar la vista atrás y eso es caer en la nostalgia”, añade el por siempre recordado como Harry el sucio. Eastwood prefiere dejar la nostalgia para Jersey boys, filme basado en el musical del mismo título que tras recorrer con éxito los escenarios de Broadway y Londres se convierte en una película centrada en la vida de Frankie Valli y su grupo, los Four Seasons.
Un musical inusitado en la carrera de Eastwood para el que ha contado prácticamente con el mismo reparto que hizo posible la obra en los teatros.

Un actor que ha dirigido 34 películas

Como cineasta, Clint Eastwood posee un corpus compuesto por grandes títulos:
Infierno de cobardes (1973).
El jinete pálido (1985).
El sargento de hierro (1986).
Bird (1988).
Cazador blanco, corazón negro (1990).
Sin perdón (1992).
Un mundo perfecto (1993).
Los puentes de Madison (1995).
Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997).
Space cowboys (2000).
Mystic river (2003).
Million Dollar Baby (2004).
Cartas desde Iwo Jima (2006).
El intercambio (2008).
Grand Torino (2008).
El realizador admite que aunque el grupo cuenta con grandes temas como Can’t take my eyes off you, no es lo que se dice su “tipo de música”, mucho más interesado en el jazz de Charlie Parker o Lester Young que en estos grupos melódicos de antaño o en el pop de los sesenta.
“Antes me quedo con el country, cuyas canciones cuentan una historia y te enteras de las letra”, refunfuña acusando la edad alguien que admite haberle dado a la cerveza “cuando el resto experimentaba con las drogas”.
 Sin embargo, Eastwood es un apasionado de las historias y en Jersey boys encontró una buena, el reflejo de una era, la década a caballo entre los años cuarenta y cincuenta, vista no desde los ojos de una estrella sino a través de un grupo de amigos salidos de un barrio obrero de New Jersey. Y el hecho de que fuera un musical no le molestó
. Al fin y al cabo, y sin sonar nostálgico, Eastwood reconoce que llevaba años con una espina clavada en su corazón como realizador. “Siempre sentí una envidia sana de Milos Forman porque me habría gustado dirigir Amadeus”, recuerda acerca del filme centrado en la vida del niño prodigio de la música clásica.
Los años de Eastwood tampoco han cambiado su estilo, conocido por rodar solo una toma de cada secuencia.
 Su aclaración es rápida y su lengua, viperina. “No es siempre una toma. Ruedo todas las que sea necesario para captar el momento como debe de ser.
 Pero sí es cierto que intento captarlo a la primera. Los demás tendrán sus razones para rodar muchas tomas, entre ellas la falta de confianza en lo que quieren”, apunta.
 Eastwood lo tiene tan claro que va montando a la vez que filma. Es lo que le permite sobrevivir en esta industria, gracias a unos rodajes rápidos y económicos con los que puede arriesgarse con las historias que le interesan sin temor al fracaso.
 Y porque se llama Clint Eastwood y lleva diez candidaturas al Oscar de las que ha ganado cuatro estatuillas
. Todas ellas después de haber cruzado el umbral de los sesenta.
A estas alturas de mi carrera no le tengo miedo a nada”
Tanto Jersey boys como American sniper fueron proyectos que cayeron en sus manos.
 Del primero no había visto nunca el musical.
 Del segundo al menos estaba leyendo con interés el libro del seal Chris Kyle, centrado en sus vivencias como francotirador —es considerado por el Ejército estadounidense como su tirador más letal (él llegó a apuntarse 255 muertes de insurgentes iraquíes, 40 en un día; el Pentágono sólo le acreditó 150) y sus enemigos le bautizaron como el Demonio de Ramadi— antes de ser asesinado en 2013 en Estados Unidos, ya retirado, por un soldado al que intentaba ayudar en su reincorporación a la sociedad civil.
 Un guión muy detallado que reconoce haber sido uno de los más duros que ha rodado últimamente. De nuevo le interesó la historia. “A estas alturas no le tengo miedo a nada”, admite a vuelta de todo. Como mucho tiene en su cabeza el bienestar de su familia y tampoco es miedo, es preocupación.
 Y poca. Recién separado de su segunda esposa, Dina Eastwood, dice que con tanto cine no ha tenido ni tiempo de disfrutar de su recuperada soltería.
Y sobre la prometedora carrera como actor de su hijo Scott Eastwood —fruto de un escarceo amoroso con la azafata Jacelyn Reeves hace 28 años— tampoco tiene mucho que decir.
“Solo que me alegro de que le vaya bien porque a su edad yo me consideraba un tipo con suerte simplemente por tener trabajo”, agrega de nuevo dejando que el viejo se apodere de su conversación.