Ya tengo miedo de leer la prensa, oir noticias, el mundo literalmente se derrumba y nosotros con él.
La dependienta de Foster Freeze, una tienda de helados y
batidos de los que obstruyen las venas, departe con un niño de origen
salvadoreño.
Él no sabe cuándo volverá al colegio, a ella le han puesto
un esparadrapo en la cabeza.
Durante el terremoto una botella le golpeó
en la cabeza.
El comercio, a las afueras de Napa, registra una actividad
superior a la habitual un domingo por la tarde.
Es de los pocos sitios
que sigue abierto a pesar del rigor con que tembló la tierra este sábado en California.
La entrada a la localidad no es es sencilla. Stephen Stangland,
responsable de obras públicas del municipio, activó a su equipo a las
cinco de la mañana.Tras inspeccionar la situación del asfalto en las calles, decidieron dar prioridad a la vía principal de acceso, que conecta con la carretera 101, el antiguo Camino Real que usaron los misioneros españoles en la fundación de gran parte de los núcleos urbanos de la zona.
El equipo de 20 operarios confiaba en terminar las labores de acondicionar la vía de acceso antes de la medianoche del domingo al lunes.
Una veintena de socavones, grietas y baches hacen impracticable el camino a menos que se use un todoterreno.
Una vez en Napa todo huele vino.
Extraño, no es tiempo de crianza. Al contrario, la vendimia está a punto de comenzar y las bodegas que hay en la ciudad no curan el vino, sino que solo lo venden.
El perfume proviene de la cantidad ingente de botellas que han caído de los estantes. Heriberto Villa, mexicano, es uno de los empleados de Val’s Liquors, la mayor tienda de vino de Napa.
Antes de las seis había llegado a su puesto de trabajo
. Este domingo no viste camisa y chinos, el atuendo habitual para aconsejar a los turistas el caldo que más agradaría a su paladar.
Hoy toca pantalón bombacho, camiseta y unas botas de plástico, fregona y varios cubos de reciclaje para el vidrio.
Su jefe estima en más de 100.000 dólares las pérdidas y da por arruinadas más de la mitad de las botellas, incluso más.
“Aunque no se hayan roto, al tener manchas, ya no se pueden vender”, lamenta. Si reciben la autorización, confían en abrir al público el martes.
Los vecinos se quejan amargamente de que la alerta no se active hasta diez segundos antes del primer temblor
Los policías que patrullan en bicicleta ayudan a tapiar la entrada cuyo vidrio se ha roto.
Lo peor está dentro, la vajilla está destrozada, en la cocina, se han caído fluorescentes. El pastelero, su marido, está ingresado en el hospital del condado a causa de los cascotes que le hirieron cuando quería ver el estado del local.
Sin misa y sin correo
Este domingo no hubo misa. Las dos iglesias de la ciudad presentan un precinto que impide la entrada. Tanto la católica como la presbiteriana.
En la primera la cornisa está a punto de caer. En la segunda, las vidrieras se han roto y los marcos de las puertas amenazas con desplomarse en cualquier momento.
Dewey Lucero tiene su propia tienda de aceites de oliva, con diferentes sabores, maceraciones y variedades de aceituna.
Todos se hacen en California.
Abrió la tienda en octubre, augurando un próximo boom, similar al del vino.
Pide que no se entre al comercio, todo resbala. “Ya hay bastante trabajo en los hospitales”. Estima que se han roto más de 500 botellas.
El precio de mercado ronda los 20 dólares por unidad.
Los comercios típicos de la zona, especialmente
de vinos y licores y de aceites, han sido seriamente afectados, pero no
hay que lamentar víctimas
Apenas hay gente por la calles, solo curiosos que pronto deciden aparcar el morbo y se convierten en fuerza motriz.
Los propietarios de las tiendas tapian la entrada con paneles de madera conglomerada.
La situación de dos edificios históricos han corrido una suerte similar.
La ciudad de menos de 80.000 habitantes se va a quedar unos días sin recibir correspondencia. La oficina de Correos, un edificio de ladrillo inaugurado en 1933, tienen todas las ventanas con vidrios colgando, escombros en las esquinas y grietas en casi toda la estructura.
El otro, la biblioteca Goodman, cuyos restos siguen cayendo de la cornisa a la acera y han dejado inútiles las farolas de la entrada
. El peligro es evidente, está hecha de piedra de granito y cemento. El edificio, donado por el banquero local en 1901, era la construcción más antigua de la ciudad.
Son más de 100 los edificios en cuya entrada luce un cartel de color rojo y una de cinta plástica del mismo color o amarilla, según el peligro que presente.
Sin embargo, hay uno que duele especialmente
. A Rhonda Prudente-Borges no le consuelan las llamadas de amigos. Vive en Smernes Place, una de las casas más conocidas de la zona, levantada en 1906.
Es lo que se denomina arts and crafts house, con su porche, mecedora, escaleras de madera y dintel decorado.
El interior es desolador, grietas, restos de escayola, pedazos de jarrones y una cocina que parece salida de un naufragio.
“Lo primero son los daños personales, doy gracias a Dios porque estamos todos bien, pero no tengo asegurada la casa contra terremotos, y me costó más de 250.000 dólares restaurarla”, se lamenta. Su única baza es que, al vivir en un edificio declarado de interés histórico oficial, sea el estado el que se haga cargo de ello.
En la puerta hace guardia Rick Wonneberg, coordinador del equipo de rescate.
Celebra que el pueblo carezca de vida nocturna
. De los 86 heridos que han pasado por el hospital, solo se teme por la vida de tres, dos adultos y un niño a los que les cayó una chimenea encima.
“No quiero pensar qué habría pasado si el terremoto es un sábado o un domingo, a plena luz del día, habría sido una desgracia.
La suerte es que las calles estaban vacían, no había nada abierto
. De lo contrario, lamentaríamos el resultado”, insiste.
Las autoridades locales han convocado una rueda de prensa, abierta a los residentes, a las dos de la tarde del martes, para explicar la situación de la ciudad y cómo proyectan la reconstrucción. Si no se dan réplicas, se cancelará el estado de emergencia.
Entonces, se resolverán algunas incógnitas, como las ayudas que podrían recibir para la reconstrucción, estimación de daños y vuelta de los servicios de luz, gas, educación y correo.
Lo que resulta difícil de explicar, pero no deja de levantar polémica, tanto en conversaciones informales como en las redes sociales, es cómo es posible que la alerta de terremoto se active solo 10 segundos antes del temblor.
Un cuarto de siglo después del terremoto de Loma Prieta se esperaba que la tecnología que tanta prosperidad aporta a la zona hubiera resultado más útil en esta situación.
Los habitantes de la bahía vivían en silencio la caída del sol en la tarde del domingo, con la lógica preocupación de quien sabe que, en los próximos días, las posibilidades de repetición entran dentro de lo probable.