Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

24 ago 2014

El príncipe de la pequeña pantalla........................................................................... Elisabet Sans

A Álex González, uno de los protagonistas de la serie española más vista del año, el fenómeno fan le pilló por sorpresa.

 


El actor Álex González. / david vegal (mediaset españa)

A Álex González el fenómeno fan le pilló por sorpresa.
 “Me costó un poco digerir el boom de la serie porque venía de sitios donde era totalmente anónimo”, explica por teléfono antes de empezar un nuevo día de rodaje de la segunda temporada de El Príncipe.
  Amante de los viajes, tras la grabación de la primera entrega el actor decidió irse a Estados Unidos y Australia durante siete semanas para mejorar el inglés y asistir a clases de interpretación
. Cuenta que regresó a España justo para la emisión del último capítulo
. Así que no sabía que la serie se había convertido en la ficción española más vista del año, y que casi 6.300.000 espectadores iban a estar pendientes del desenlace de la historia de amor entre el agente Morey (su personaje) y Fátima (interpretado por Hiba Abouk) en el final de temporada —el capítulo de ficción más visto desde el final de Yo soy Bea,en 2008—.
Este madrileño de 34 años, recién cumplidos, tiene más de una década de carrera a sus espaldas, con proyectos tanto en televisión como en la gran pantalla.
 Pero El Príncipe le ha señalado como uno de los actores españoles del momento
. Aunque él prefiere mostrarse prudente: “En función del proyecto, sobre todo si es de televisión, he vivido épocas en las que se me acercaba más la gente, siempre para decirme cosas agradables.
 Pero ahora el cambio ha sido grande, salir a hacer la compra puede durar horas.
 Es algo muy bonito, pero también pasajero; habrá otras series, otras películas y otros actores”, reflexiona.
 En su memoria guardará siempre que la primera vez que ha vivido el fenómeno fan —aunque a él no le gusta llamarlo así— ha sido a raíz de su papel como un agente secreto del CNI que trata de desarticular una célula yihadista en un barrio de Ceuta.
 Fue durante la grabación de la primera temporada en la ciudad autónoma
. “Una chica corría llorando al lado del coche, no quiero que me malinterpretes… ¡pero de repente me sentí como un beatle!”, dice soltando una carcajada que suena de lo más seductora.
Cuando mira en su pasado reciente, no tiene ninguna duda de que este ha sido su mejor año profesional.
 “Es un año muy bueno, pero que también se forja de frustraciones anteriores y de sueños no cumplidos”.
 Y, tras remarcar que para conseguir el papel del agente Morey tuvo que pasar por un casting, deja caer en la conversación la película Alacrán enamorado, de Santiago Zannou.
 Y su lamento de que después de año y medio de dedicación la cinta no haya tenido mucha repercusión tras su estreno en abril de 2013.
Tras rodar la primera temporada se fue siete semanas a EE UU y Australia
“Quizá no funcionó en taquilla, pero hoy las películas tienen una vida muy larga.
 Lo importante es que todos acabamos siendo mejores actores. Álex se entregó en cuerpo y alma, y no hay nada más bonito que trabajar con actores que lo dan todo”, asegura Carlos Bardem, compañero de reparto y autor de la novela que dio origen al filme.
 A él le gusta recordar que allá por 2007, años antes de que se planteara la película, en la dedicatoria de su libro a González le escribió que se mirara la historia de Julián.
 Seis años más tarde, le ponía rostro al personaje. “Tenía la calidad para interpretarlo, a lo que además se sumaba un físico apropiado porque él boxea de verdad, y que en la película estuviera al nivel de los profesionales era muy importante”, recuerda Bardem.
 Los dos intérpretes comparten su amor por este deporte —se conocían del gimnasio antes de compartir cuadrilátero en la gran pantalla— y también la preocupación por el medio ambiente. Bardem hace una semana que ha regresado de una expedición polar con Greenpeace por la campaña Salvar el Ártico, a la que González también se ha unido.
Con Miguel Ángel Silvestre, que interpreta a su amigo neonazi en la película (en la vida real son amigos desde hace tiempo; de esos que son los primeros en felicitar al otro cualquier éxito), hoy comparte protagonismo en el exterior de las carpetas de las adolescentes
. Los dos, uno con su interpretación de galán en Velvet y el otro con su papel de chico bueno con una doble vida en El Príncipe —y ambos luchando por conseguir a una chica—, han arrancado durante los últimos meses los suspiros de las espectadoras, y por supuesto también de más de un espectador. Incluso José Coronado confesó estar enamorado de Álex González tras compartir proyecto por primera vez.
“Álex es divertidísimo, a mí me hace reír las 24 horas del día”, decía del actor Hiba Abouk en la alfombra roja de la gala Starlite celebrada a principios de agosto en Marbella.
 Desde el estreno de la serie, ella es una de las más buscadas en los photocalls de cualquier sarao en el que hace acto de presencia.
 Un ambiente en el que a González se le ve menos, aunque no porque se lo haya propuesto, matiza. “Soy algo tímido y en las alfombras rojas no lo paso muy bien.
 El ego que debe tener todo actor lo dejo para delante de las cámaras en el rodaje”, dice.
Aunque ha sido su mejor año, le duele la poca repercusión de ‘Alacrán enamorado’
Durante la grabación de El Príncipe las chispas no solo saltaron entre los dos personajes principales de la historia.
 “La química es real entre nosotros, sino no se vería en la pantalla”, asegura Hiba Abouk.
 “Ella tiene algo único”, dice González sobre la actriz.
Pero a pesar de que la prensa del papel cuché se empeñó en emparejarlos, según ellos, nada más lejos de la realidad. “Somos primo y prima. Es más, somos hermanos”, zanjó Abouk en la noche solidaria de Antonio Banderas.
Y él ratifica esa descripción. Tras la ruptura a finales de año de Álex González con la también actriz Adriana Ugarte (otra de las protagonistas televisivas del año tras el éxito de El tiempo entre costuras), le han adjudicado unas cuantas parejas.
 Pero él, que se confiesa una persona muy tímida, prefiere hacer oídos sordos y no combatir los rumores.
“Tal y como está el panorama, imagino que habrá vivido el éxito con mucha alegría.
 Ha hecho un muy buen trabajo, y tienen el deber y el derecho de aprovechar el momento por el que pasa”, dice Carlos Bardem.
 Pero el protagonista de esta historia por ahora prefiere centrarse en el trabajo presente, y asegura que todavía no tiene proyectos futuros más allá de seguir rodando hasta marzo la segunda —y última— temporada de El Príncipe. Como apasionado viajero, puede ser que el trabajo le lleve fuera de España.
 Ya ha dejado caer en alguna ocasión que le gustaría hacer teatro o películas en Hollywood y América Latina.
 Pero por ahora quien cruzará el charco será su personaje, ya que Mediaset ha vendido la serie a una cadena latinoamericana.
 Quién sabe si en breve este príncipe de la televisión despertará un nuevo fenómeno fan al otro lado del Atlántico.
Es un muchacho nada del otro mundo, ni como actor ni como "guaperas" explotan mil veces ese físico de chico trabajado a golpe de gimnasio, como Miguel A. Silvestre, muy bien moldeados, pero así de pasada no creo que llame tanto la atención, Rubén Cortada si lo hace porque todo en él es sexi y sin propnerselo, sus ojos maravillosos y sus bailes contorneados de caderas, no hace falta que vaya a ningún gimnasio, pero creo que no despierta ese interés en las adolescentes, José Coronado como ultimamente viene haciendo es un excelente actor, ya superado ser o no ser guapo, porque el sabe que lo es y no tiene nada que demostrar, muy bueno ese Coronado, y la actriz esa Fátima la verdad que empalaga, parece una "buscona", todo el santo dia detrás deeste pibe, ella cansa, aburre, porque ya sabemos que se pasará el capítulo esperando encontrarse con este poli casi de guardería. 

23 ago 2014

Patricia Carroll Daniel

De nombre de soltera Patricia Carroll Daniels, con seis años, se trasladó con su familia a Montreats, y por enfermedad de su madre, vivió varios años bajo tutela del estado, lo que marcaría su infancia y juventud.
Asistió al King College de Bristol y se graduó en Filología Inglesa en el Davidson College. Trabajó como reportera en temas criminales para The Charlotte Observer, y más tarde en la oficina del Forense Jefe de
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 Virginia y en el departamento de policía de Richmond, lo que le formó en la temática de su escritura. Tras escribir tres novelas sin lograr publicarlas, lo consiguió en 1991, ya con gran éxito, que le acompañó en lo sucesivo, ocupando sus libros primeros puestos en listas de éxitos de varios periódicos. Ha recibido varios premios, incluido un Edgar y el Internacional de Novela Negra RBA.

Es autora de novelas policíacas, siendo bien conocida una serie protagonizada por una médico forense llamada Kay Scarpetta.

Jaume Vallcorba, editor humanista, fallece a los 64 años.................................................... Carles Geli

Era el creador de los exquisitos sellos Quaderns Crema y Acantilado.

 

El editor Jaume Vallcorba, en una imagen de mayo de 2010. / ALBERTO ESTÉVEZ / EFE

Fue un desafío tácito y prolongado, de los que le gustaban: se llevó al reticente autor a comer un señor filete de toro; acabado, el escritor sugirió repetir, entendió que le ponía a prueba y aceptó, pero luego fue él quien propuso un tercero
. Así fue como tras seis inmensos filetes de toro Jaume Vallcorba, fallecido hoy a los 64 años, fichó al escritor Quim Monzó.
 “Perseverar, la tenacidad me ha llevado hasta aquí”, resumía siempre el editor su trayectoria. La divisa que hubiera querido en el escudo de armas de sus sellos Quaderns Crema y Acantilado era “Voluntas”.
Hubo también mucha pasión en su vida -mezclada con una impaciencia vital por materializar proyectos- por el mundo del papel, quizá herencia de su padre, el ingeniero y lingüista Jaume Vallcorba i Rocosa, discípulo del exigente Pompeu Fabra.
 En cualquier caso, ya en la escuela impulsó una revista y quedó impresionado por la máquina multicopista, atracción que sólo igualaba el diseño, hasta el extremo de crear un taller de serigrafía, Aiguadevidre, estudio que por las noches convertía en particular cine fórum pasando películas de Griffith, Eisenstein o Chaplin.
El resto de su formación lo puso la incipiente Universidad Autónoma de Barcelona de primeros de los años 70, con profesores como Martín de Riquer, José Manuel Blecua, Joaquim Molas, Francisco Rico y Gabriel Ferrater, “casi una república platónica”, recordaría Vallcorba.
 Ahí, claro, repetiría como promotor de una revista de corte contestatario, su primera experiencia editorial seria, que acabó en “un fracaso comercial antológico” y que arrastró tras algún éxito (la edición de cuatro poemas visuales de Brossa) y otro nuevo fracaso (una carpeta rosa con textos y dibujos de corte pornográfico) el taller.
Lo compensó ejerciendo de lector de literatura en la Universidad de Burdeos, estancia que acentuó su natural y refinado hedonismo y durante la que intentó paliar los excedentes de foie, trufas, ostras y vinos de la región
. En ese contexto le pilló la petición del editor Antoni Bosch para que pilotara una colección de libros en catalán, que Vallcorba bautizó dando muestras de su cultura: Quaderns Crema, sutil homenaje a Wittgenstein, cuyos trabajos adoptaban los nombres a partir del color de las cartulinas de los cuadernos.
El proyecto nació muy maduro y marcaría toda su trayectoria como editor: autores alejados de las modas, recuperación de nombres olvidados en los cajones de los profesores universitarios, distancia máxima de premios y subvenciones y claros criterios de estilo y diseño
. Bosch no tuvo paciencia ante las paupérrimas ventas y Vallcorba decidió comprar la colección y convertirla en editorial, un despacho alquilado a sus padres en los bajos de su casa.
 Ahí arrancaría en diciembre de 1979 con dos poemarios, uno de ellos una locura: la poesía completa de Ausiàs March editada por Joan Ferraté, quien le conduciría a los tipógrafos clásicos alemanes.
Con editorial propia, marcada por ese agave mediterráneo y noucentista que se daba en su Tarragona natal, se desbordó su alma:
“Mi vida es entusiasmo, gusto, pasión”, y con todo ello acentuó en lo formal la recuperación de una tradición artesana por el libro, que siempre defendió que tenía que ser “como una pantalla de cine donde hemos de ver las cosas proyectadas pero no la pantalla”.
 Y empezaron las proporciones armónicas en la puesta en página, las hojas de papel de blanco roto con ph neutro “para que puedan leerse dentro de 150 años”, las letras entintadas no al 100% negro, el uso de unos tipos de letra que hizo comprar exprofeso a un impresor, las portadas blancas que provocaron una revuelta de los vendedores y que evitaban la cuatricromía en favor de los colores planos, el cosido sólo con hilo vegetal, la edición en tipografía hasta que fue imposible y el ajuste a mano entre letras de las portadas aún hoy.
“No es lujo y bibliofilia: ¡si mis libros son cistercienses!”, se defendía.
 Detrás de todo estaba que quería ser como el humanista tipógrafo veneciano del XV Aldo Manuzio, editor de su coetáneo Erasmo de Rotterdam y artífice impresor de uno de los libros más bellos del mundo, el Sueño de Polífilo, que sólo a Vallcorba se le ocurrirá editar en 1999 como homenaje al medio milenio de su aparición.
En ese marco se puso a recuperar clásicos junto a autores de inicios del XX que situaba, en plano de igualdad, junto a nuevas voces contemporáneas.
 El resultado dio en poco tiempo un catálogo donde aparecieron, en ediciones filológicas impecables, March, Francesc Trabal, J.V. Foix, Eugeni D’Ors, Martí de Riquer y la heráldica, los trovadores medievales y ensayos sobre Cervantes pero también Joseph Roth o Stefan Zweig, que repescó del olvido absoluto para convertir en best seller.
“Su mundo de ayer nos da mucha más luz sobre el de hoy que cualquier ensayo actual”, decía jugando con el título de las memorias del autor. En apenas una década concentró asimismo los aires renovadores más sólidos de las letras catalanas: Monzó, Sergi Pàmies, Empar Moliner, Ferran Torrent, Ramon Solsona, Francesc Serés, Pere Guixà… “La nouvelle vague de la literatura catalana de los años 80 y 90”, lo elogió el semanario Le Nouvel Observateur
 . Con la mayoría llevó a la práctica su política de autor, trabajando con ellos los originales añadiéndoles sus legendarias sugerencias al margen.
Bullía el despacho de ese hombre siempre de traje y chaqueta, de mandíbula cuadrada y piel transparente de tan blanca, gafas redondas con monturas de carey y que trataba de usted a sus empleados, algunos hoy editores notables que no resistieron demasiado su carácter refinadamente duro y, a decir de algunos, intransigente. “¿Individualista?
Con más gente se es más disperso: la coherencia es básica para captar un lector, como el diseño, y más cuando se apuesta por autores desconocidos”.
Llevado por esa velocidad que le chiflaba desde pequeño, cuando quería ser piloto de avión y que con los años tamizó con la posesión de un Alfa Romeo GTV de seis cilindros y después un BMW 528 que fueron la envidia del mundillo editorial barcelonés, en 1987 se lanzó a la aventura en castellano creando Sirmio, de vida breve pero que dejó como marca, por ejemplo, el debut de Javier Cercas. Había corrido más que el tiempo
. Quizá por ello, cuando repitió experiencia en 1999 empujado por “el abandono al lector exigente”, le puso como nombre Acantilado:
 “Jugaba con la idea del peligro y como me hacían la broma de que me podía caer por él, lo conjuré con el logotipo de un hombre tirándose de cabeza”.
En Acantilado, Vallcorba no hizo más que acentuar creencias y convertir las dificultades en virtud: copados los autores españoles, se lanzó a por los centroeuropeos, buscando aquellos nombres “del espacio común de la tradición europea, que hace que un ruso comprenda bien a Cervantes, un inglés a Dante y un alemán a Shakespeare”, ilustraba el editor-doctor en Filosofía y Letras.
 Y así, bajo el rojo y el negro de Acantilado aparecieron los mejor de los autores que pivotaban sobre la Viena finisecular del XIX (Roth, Schnitzler…), ayudado por el dominio de uno de los siete idiomas que hablaba, el alemán, lengua puente que le llevaba a autores checos, polacos o húngaros (Kertész), a los que solía llegar a través de la lectura de los suplementos literarios de los diarios suizos.
 También en Acantilado acentuó sus locuras, como las 2.700 páginas de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand o las 1.700 de los ensayos de Montaigne, que convirtió en inauditos best seller. “Edito clásicos que hoy puedan conversar con nosotros; Samuel Johnson es mi contemporáneo”, zanjaba el asombro de su interlocutor Vallcorba, que el 2002 recibiría el premio Nacional a la mejor Labor Editorial.
“Pesimista atemperado”, como se autodefinía, cada vez se morigeraba menos.
 Empezó en 2004 por abandonar la docencia universitaria (donde dejó estudios sobre la Chanson de Roland, la poesía trovadoresca o las vanguardias europeas) porque, ahuyentado el rigor por la burocracia, tenía la sensación de ser “un guía turístico de autocar señalando fugazmente edificios singlares aquí y allá”. Luego, quien aspiraba a ejercer con su empresa “un papel de intervención cultural, ayudar al patrimonio cultural colectivo, esa es mi idea de hacer país”, no recibiría hasta hace apenas dos meses el reconocimiento oficial de la Generalitat.
 “La catalana es una cultura que se reinicia cada lunes; hay poca memoria y falta la ambición de un Carner o un D’Ors”, se lamentaba quien mantenía que la edición en esa lengua estaba “enferma por culpa de las subvenciones”
. Con un punto melómano y amante de la conversación culta que cultivaba con homónimos como el editor alemán de Suhrkamp Joachim Unseld, también es cierto que fueron desapareciendo interlocutores queridos como Roberto Bolaño y Riquer, a quien ya no podía contar que en su casa “los libros, de noche, se mueven y dialogan entre ellos; por la mañana los hallo en lugares distintos”, soñando en verdad el espacio espiritual de sus catálogos.
Una ilusión de sus últimos años, amén de una enésima locura, la de editar todo Simenon, y la entereza y su marcado sentido del deber que le llevó a despedirse de sus principales autores y amigos hasta pocas semanas antes de fallecer, era la de recuperar el viejo molino de su casa familiar y hacer “un buen aceite, puro”, con ese rigor de quien sabía que hoy se confunde a los héroes con los modelos
. Él es ya de los segundos.

SERRAT Y AUTE


  http://youtu.be/atg0bBRZVAo
 

SERRAT Y AUTE, DE ALGUNA MANERA.