7 ago 2014
Lecciones del ébola.....................................................
La rápida repatriación del sacerdote enfermo contrasta con la descoordinación administrativa.
Menos de 24 horas han tardado los Ministerios de Sanidad y Defensa en
poner en marcha la repatriación del sacerdote Miguel Pajares, enfermo
de ébola y aislado en un hospital de Liberia.
Es verdad que el diagnóstico se preveía desde tres días antes, cuando la orden que dirigía el hospital San José de Monrovia y la familia del médico alertaron de su situación, pero eso no quita mérito a la rápida respuesta
. Estados Unidos tardó tres días en repatriar al primero de sus enfermos, Kent Bratley, y otros tres en trasladar a Nancy Writebol.
Según lo que se deduce de los preparativos anunciados en el antiguo hospital Carlos III de Madrid, que va a acoger al enfermo, este no va a volver solo.
Otra española, la religiosa Juliana Bohé, le acompaña.
Con ello se atienden solo en parte los ruegos de Pajares y su orden, que pedían el mismo trato humanitario para otras dos religiosas infectadas.
Esa solicitud no ha sido atendida.
Que Pajares vuelva a España para intentar reponerse es una buena noticia
. Aislado en el hospital de Monrovia, no tenía acceso a la tecnología necesaria —respiradores, diálisis— para hacer frente a las complicaciones de la enfermedad
. Sanidad insiste en que el riesgo del traslado es mínimo: se sabe qué tiene y cómo debe tratarse. Así, el peligro de un contagio local es casi nulo.
Esta eficacia fue empañada, sin embargo, por la torpe política informativa de las autoridades.
Ayer, los responsables de la Comunidad de Madrid le hicieron un flaco favor a la directora general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, Mercedes Vinuesa.
Cuando esta compareció para explicar cómo se iba a manejar la situación, esa información ya era pública —la dirección del hospital se lo había contado a los representantes de los trabajadores— y empeoró la situación negándose a contestar a unas preguntas —¿dónde iba a ingresar Pajares?, ¿venía solo?— cuyas respuestas ya se conocían.
Con su negativa a informar, Vinuesa mostró que la comunicación con la comunidad que iba a recibir al primer enfermo de ébola español no era fluida.
El caso de Pajares es importante y grave, aunque no es una crisis ni muchísimo menos.
Debería servir para que los ministerios y las comunidades demuestren que pueden trabajar juntos, y no para escenificar sus errores de comunicación.
Después del aceite de colza, la gripe, las vacas locas y otras alertas, ya deberían saber que la información adecuada es una herramienta sanitaria crucial.
Es verdad que el diagnóstico se preveía desde tres días antes, cuando la orden que dirigía el hospital San José de Monrovia y la familia del médico alertaron de su situación, pero eso no quita mérito a la rápida respuesta
. Estados Unidos tardó tres días en repatriar al primero de sus enfermos, Kent Bratley, y otros tres en trasladar a Nancy Writebol.
Según lo que se deduce de los preparativos anunciados en el antiguo hospital Carlos III de Madrid, que va a acoger al enfermo, este no va a volver solo.
Otra española, la religiosa Juliana Bohé, le acompaña.
Con ello se atienden solo en parte los ruegos de Pajares y su orden, que pedían el mismo trato humanitario para otras dos religiosas infectadas.
Esa solicitud no ha sido atendida.
Que Pajares vuelva a España para intentar reponerse es una buena noticia
. Aislado en el hospital de Monrovia, no tenía acceso a la tecnología necesaria —respiradores, diálisis— para hacer frente a las complicaciones de la enfermedad
. Sanidad insiste en que el riesgo del traslado es mínimo: se sabe qué tiene y cómo debe tratarse. Así, el peligro de un contagio local es casi nulo.
Esta eficacia fue empañada, sin embargo, por la torpe política informativa de las autoridades.
Ayer, los responsables de la Comunidad de Madrid le hicieron un flaco favor a la directora general de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, Mercedes Vinuesa.
Cuando esta compareció para explicar cómo se iba a manejar la situación, esa información ya era pública —la dirección del hospital se lo había contado a los representantes de los trabajadores— y empeoró la situación negándose a contestar a unas preguntas —¿dónde iba a ingresar Pajares?, ¿venía solo?— cuyas respuestas ya se conocían.
Con su negativa a informar, Vinuesa mostró que la comunicación con la comunidad que iba a recibir al primer enfermo de ébola español no era fluida.
El caso de Pajares es importante y grave, aunque no es una crisis ni muchísimo menos.
Debería servir para que los ministerios y las comunidades demuestren que pueden trabajar juntos, y no para escenificar sus errores de comunicación.
Después del aceite de colza, la gripe, las vacas locas y otras alertas, ya deberían saber que la información adecuada es una herramienta sanitaria crucial.
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