4 ago 2014
Melocotones con braguitas, lo último en marketing chino...................................................cuando no se tiene que hacer......
A los melocotones se los lleva comparando con traseros desde hace muchísimo tiempo. Lo que no podíamos imaginar es que alguien tuviese la genial idea de comercializarlos con braguitas.
Pues bien, por el módico precio de 70 euros un vendedor chino de Nanjing ha decidido vender su producción de fruta… con ropa interior de lo más sensual.
Según ha desvelado SDChina, y ha recogido Kotaku, los melocotones son de Yangsan, en Wuxi, una zona famosa por la producción de lencería.
Tras los primeros casos, otros vendedores de Shanghai y otras zonas se han apuntado a vender “los melocotones sexies”, aunque el vendedor inicial de Nanjing pidió patentar su idea hace más de un mes y está luchando por conseguir los derechos de propiedad intelectual. ¿Llegará esta nueva moda a España? Melocotoneros de Calanda, ya sabéis cuál es vuestro próximo paso para triunfar: vestirlos con lencería fina.
Puedes leer la noticia completa en Kotaku.
Gabo I de Aracataca.................................................... Juan Cruz
Cien años de soledad cumple 40 años en
junio de 2007; su autor, Gabriel García Márquez, tendrá 80 el 6 de marzo
de ese año.
La novela sigue asombrando al mundo. Y su clave está en
Aracataca, un pueblo perdido del Caribe colombiano.
Allí los niños
crecen leyendo ése y otros libros del hijo del telegrafista. Este
reportaje es una excursión al lugar donde Gabo y su personaje, Aureliano
Buendía, descubrió el hielo
. Macondo en estado puro. No es una leyenda.
La novela se ha ido volviendo como un reflejo de Aracataca; allí la
leen como si aún se estuviera escribiendo, como si la fascinación del
hielo aún fuera un recuerdo reciente
. Gabo no regresa, dicen, porque
tendría que recoger sus pasos.
Por el Corredor de las Begonias, enfrente de donde estaba la cama en
la que nació a las ocho y media de la mañana del 6 de marzo de 1927
Gabriel José García Márquez, circulaba a mediodía del 6 de diciembre de
2006 un fantasma que resultó ser una mujer de carne y hueso.
Estábamos mirando la señal que recordaba donde había nacido el autor de Cien años de soledad cuando esta mujer de ojos grandes y vacíos entró en el pasillo, agarrada del aire.
Circuló con una lentitud sobrenatural, siguió reinando en el vacío cuando pasó a nuestro lado, y se escapó del sitio como si se fuera en volandas, hacia el patio en el que Gabo escuchó las historias de las Mil y una noches.
Cuando ya la mujer era una sombra y la inquietud que deja un fantasma, le preguntamos a Rubiela, la morena de filigrana que enseña la casa-museo de García Márquez:
-¿Usted ha visto pasar a una mujer de pelo blanco, como si no estuviera mirando?
-Sí. Es Soledad Noches. Siempre va así.
La mujer iba de un lado al otro de la casa en que nació Gabo I de Aracataca y no era un fantasma.
Los que hayan leído Cien años de soledad habrán visto deambular por el libro mujeres así, desde el mismo momento en que García Márquez convierte la excursión de Aureliano Buendía a mirar el hielo en un ejercicio de surrealismo mágico que luego los críticos, y los lectores, reconocieron con el sobrenombre (literalmente exagerado) de Realismo Mágico.
Ya dentro de Aracataca, todos nos señalaron ése del hielo como el camino que le da la vuelta al pueblo, de su esplendor a su miseria y viceversa.
El hielo marca un hito en su historia y Gabo lo recogió como un símbolo del deslumbramiento.
El hielo (el sitio donde estaba el hielo) está a un tiro de piedra de la casa, pero para llegar hasta él, Aureliano Buendía debió cruzar caminos estrujados por el sol, tísicos, pobres y reales, por los que tuvo que atravesar el propio García Márquez de la mano de su abuelo hasta el lugar que entonces significaba el porvenir y ahora es metáfora de la crueldad con que la historia le cierra el porvenir a los pueblos.
Junto al lugar del hielo, que ahora es un garaje desvencijado, lleno de relojes desconchados, automóviles inservibles, muebles viejos, sillones donde ya no se sentarán ni los fantasmas, está aquel río de piedras grandes y de aguas límpidas que había a las afueras de Macondo; es decir, de Aracataca.
Se vació de hielo, y de historia, la fábrica del hielo, en la que tuvo intereses el laboriosísimo abuelo de Gabo, y se llenó de ficción, de fantasmas, muchos de los cuales circulan aún gracias a la escritura del hijo del telegrafista; ahora vemos la vieja fábrica fracasada como si en efecto fuéramos a tocar ahí el material precioso que en Cien años de soledad tiene la categoría del oro y del fuego, y que, en efecto, quema cuando se lo toca; ahora ese detritus en que lo dejaron la United Fruit Company y el tiempo es un símbolo para los que vamos y una pesadilla para los que la viven.
Una mujer con rulos (Esther Aaron, de 58 años) que habita la casa contigua, de madera, pero no de caña brava, muestra los desconchados de su vivienda como consecuencia de las desidias de las autoridades; han dejado que el tren y la polvareda de siglos entren a saco en la casa y hayan hecho de ella la antesala de un cementerio.
Los caminos que fueron de Macondo en los años de esplendor de Aracataca, cuando aquí venía todo el mundo, y las nacionalidades se contaban por docenas, siguen siendo del polvo de la intimidad de la tierra del Caribe, y la gente sigue mirando al horizonte como miraba Aureliano Buendía en la novela más famosa de los siglos recientes.
La leímos como si ocurriera en otro mundo, y aquí la tocamos; existió; sus nombres propios, decía Gabo, son los de la guía de teléfonos; eso varió también. Una chica que pasó por nuestro lado nos dijo: "Soy un personaje. Me llamo Amaranta".
Pero ahora hay más Mileidis que Úrsulas, más K-Cher que Aureliano. La guía de teléfono es un batiburrillo que viene más de las series americanas que de las novelas de Gabo.
Como en El Toboso no hay Dulcineas, aquí Remedios la Bella es tan sólo un monumento.
Un momento: Luz Marina, una señora que se sentó a nuestro lado, nos dijo que no era gabófila (es decir, fanática de Gabo), pero luego se le iluminaron los ojos: tiene un hijo autista, y le llena de orgullo imaginar que cuando Gabo describe a Remedios la Bella está en realidad cuadrando los rasgos de un autista, familiarizado con una inteligencia que los hombres no saben entender.
Cuando llegó allí el abuelo de Gabito, Aracataca era un predio esplendoroso, atravesado por la riqueza de las grandes plantaciones de bananos, capaz de atraer un comercio universal que fue el inicio de las leyendas que el niño empezó a grabarse.
Siempre venía algo de fuera, y de ahí viene esa mirada extraviada, expectante, de Aureliano, y también ésa es la mirada de Soledad Noches, buscando en la nada lo que hubo en el pasado.
Cuando nos íbamos de la casa, el director de este museo, Rafael Darío Jiménez, nos señaló para el frente, y allí había un hombre con camisilla, inhalando el aire como quien fumara un puro, sentado en una mecedora muy trabajada, y mirando también al vacío lechoso de aquel mediodía de calor insufrible. No le preguntamos adónde miraba, pero su mismo nombre, Nelson Noches, el hermano de Soledad, decía su historia.
Nos habló de los primeros recuerdos de Gabo, y como ocurre en Cien años de soledad, le dio atrás y adelante a la historia de modo que nosotros creímos simultáneamente que había sido compañero de juegos de Gabito, que le había visto por primera vez cuando Don Premio -así le llaman- vino a Aracataca nimbado por el Nobel, y que en las noches anónimas en que regresa sin que lo sepa nadie juegan a las cartas y toman tragos y oyen música atravesados por un silencio que se parece al de Pedro Páramo.
La leyenda dice que Gabo ha vuelto muchas veces después del Nobel; la leyenda negra dice que no volvió nunca, y la leyenda urbana, de la urbanidad de Aracataca, le reprocha que no haya hecho nada nunca por su sitio
. Un día lo desmintió (por si hiciera falta) en una dedicatoria que le hizo precisamente a Jiménez: "Para Rafael Darío, del paisano que no ha hecho nada por Aracataca salvo este libro y otros más".
Y lo desmintió nada más ganar el Nobel, con una frase que parece una inscripción y que está clavada con chinchetas en algunos de los rincones:
"Está en mi carácter: nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca".
Darío Arizmendi, que era un periodista muy joven cuando Gabo ganó el Nobel, en octubre de 1982, y que acompañó a la comitiva en la recepción sueca de Estocolmo de diciembre de ese año, también hizo a principios de 1983, en medio del calor, el viaje de regreso de García Márquez a Aracataca. Hubo cinco mil personas aumentando el censo cada vez más escuálido de este pueblo del interior del Caribe, y llevaron en volandas a Gabo por todas las calles y por todas las casas. Excepto por su propia casa, que ya era ajena.
Arizmendi lo vio ser zarandeado, agasajado, besado y demandado: de él querían becas, dinero, viajes, premios, le pedían que troceara la lotería que ya había obtenido. El reciente premio Nobel vivió con el aturdimiento que convoca su timidez.
Cuando Arizmendi, uno de los periodistas más influyentes y famosos de Colombia, terminó de contar ese viaje de regreso, tan distinto al viaje de regreso que Gabo hizo con su madre para vender la casa, dijo:
-Ahí entendí por qué Gabo no ha vuelto a Aracataca.
Otros no lo entienden; pero sí Rubiela, que cuida su casa-museo, o Rafael, que la dirige:
-Una leyenda caribe dice que quien recoge sus pasos muere más pronto, y Gabo es muy supersticioso. No volverá nunca.
La casa está llena de recuerdos; algunas de las joyas diminutas que hizo su abuelo, las fotos, recortes, los bastones del abuelo; en el cuarto de los abuelos hay un baúl que pudo haber sido, o no, aquel del que Gabo fue sacando recuerdos que luego están en casi todos sus libros.
Jiménez nos contó una historia que ya es leyenda también, como todo lo que toca aquí García Márquez: el abuelo vino a Aracataca huyendo de su propia historia, pues había matado a un hombre; un día Gabo se encontró, muchos años más tarde, con el nieto de aquel abuelo, se sentó junto a él, supo la historia, se emborrachó con él, y después contó así su primera impresión:
-Me cagué.
Los dos descendientes de aquel duelo, allí, frente a frente. Me cagué.
Cuando juntamos bajo el gran ficus del patio a los chicos que leen, con Rafael Darío Jiménez y con otros maestros, los libros de García Márquez, era como si juntara aquel pasado vertiginoso de la Aracataca rica con la Aracataca que ahora espera que un milagro la devuelva a sus tiempos de esplendor, cuando llegó el hielo, "el gran invento de nuestro tiempo".
No es leyenda que allí las mariposas, o los temporales, sean espectáculos magníficos y duraderos; están, se ven, se sufren o se disfrutan; casi todo lo que nombra Gabo está cercano, se puede tocar; una guía para encontrarlo está escrita, y sería el resumen de libros que han escrito sobre El Libro Cobo Borda o Conrado Zuloaga, que acaso son los colombianos que más saben de Gabo y de Cien años...
Aura Ballesteros, de Cundinamarca, maestra, recibió un día el encargo de venir a enseñar en Aracataca.
"¡Y me leí todos los libros de García Márquez! ¡No me iban a coger en ayunas en un sitio como éste!".
Se los aprendió. Ella es la responsable de Gabolectura, en un instituto que se llama, cómo no, Instituto García Márquez, que recibe el nombre corto, y raro, de Indegama.
"Gabolectura trata de estimular la autoestima de los cataqueros, que sepan que esta literatura es de aquí, que les pertenece, y que ellos pertenecen a esta tierra".
De todos los testimonios, uno singular. Milena tiene 15 años, acaba de ganar el concurso de los lectores de García Márquez; quiere hacer Comunicación, y ya va adelantada
. Todo lo que hay en Cien años de soledad le parece realista; lo que de manera más brillante se queda en su memoria: la fábula del hielo, los inventos traídos a Macondo (el hielo, el imán), y la imagen de Remedios la Bella subiendo al cielo entre sábanas... Pero lo que de veras le parece simbólico de su país en la novela que ha leído es la muerte de José Arcadio, "esa muerte impune como tantas muertes que ha habido en mi país, como la de José Eliécer Gaitán, como la de Jaime Garzón, como la de Luis Carlos Galán...".
Antes de la fama y de los libros, en medio de la miseria de aquellos tiempos, Gabo volvía a Aracataca a vender enciclopedias en una tierra de gentes empobrecidas..
. Se quedaba días y días, tomando ron, recorriendo pueblos, mirando al vacío, como el coronel, como Nelson Noches, como Aureliano Buendía... En uno de esos viajes alrededor de Aracataca fue cuando se encontró con Prudencio Aguilar, el nieto del hombre al que había matado su abuelo... "Los dos nietos del duelo, sentados en el petril, bebiendo juntos, ¡me cagué, claro que me cagué!".
A la salida de Macondo, es decir, Aracataca, la fábrica del hielo está ya totalmente derretida; las mariposas amarillas aparecen sobrevolando el río, pero las aguas que las reflejan son del mismo color que sus alas...
Lo invitan siempre a volver
. Él no quiere venir a recoger sus propios pasos.
Y casi todos sus pasos están en Aracataca.
Estábamos mirando la señal que recordaba donde había nacido el autor de Cien años de soledad cuando esta mujer de ojos grandes y vacíos entró en el pasillo, agarrada del aire.
Circuló con una lentitud sobrenatural, siguió reinando en el vacío cuando pasó a nuestro lado, y se escapó del sitio como si se fuera en volandas, hacia el patio en el que Gabo escuchó las historias de las Mil y una noches.
Cuando ya la mujer era una sombra y la inquietud que deja un fantasma, le preguntamos a Rubiela, la morena de filigrana que enseña la casa-museo de García Márquez:
-¿Usted ha visto pasar a una mujer de pelo blanco, como si no estuviera mirando?
-Sí. Es Soledad Noches. Siempre va así.
La mujer iba de un lado al otro de la casa en que nació Gabo I de Aracataca y no era un fantasma.
Los que hayan leído Cien años de soledad habrán visto deambular por el libro mujeres así, desde el mismo momento en que García Márquez convierte la excursión de Aureliano Buendía a mirar el hielo en un ejercicio de surrealismo mágico que luego los críticos, y los lectores, reconocieron con el sobrenombre (literalmente exagerado) de Realismo Mágico.
Ya dentro de Aracataca, todos nos señalaron ése del hielo como el camino que le da la vuelta al pueblo, de su esplendor a su miseria y viceversa.
El hielo marca un hito en su historia y Gabo lo recogió como un símbolo del deslumbramiento.
El hielo (el sitio donde estaba el hielo) está a un tiro de piedra de la casa, pero para llegar hasta él, Aureliano Buendía debió cruzar caminos estrujados por el sol, tísicos, pobres y reales, por los que tuvo que atravesar el propio García Márquez de la mano de su abuelo hasta el lugar que entonces significaba el porvenir y ahora es metáfora de la crueldad con que la historia le cierra el porvenir a los pueblos.
Junto al lugar del hielo, que ahora es un garaje desvencijado, lleno de relojes desconchados, automóviles inservibles, muebles viejos, sillones donde ya no se sentarán ni los fantasmas, está aquel río de piedras grandes y de aguas límpidas que había a las afueras de Macondo; es decir, de Aracataca.
Se vació de hielo, y de historia, la fábrica del hielo, en la que tuvo intereses el laboriosísimo abuelo de Gabo, y se llenó de ficción, de fantasmas, muchos de los cuales circulan aún gracias a la escritura del hijo del telegrafista; ahora vemos la vieja fábrica fracasada como si en efecto fuéramos a tocar ahí el material precioso que en Cien años de soledad tiene la categoría del oro y del fuego, y que, en efecto, quema cuando se lo toca; ahora ese detritus en que lo dejaron la United Fruit Company y el tiempo es un símbolo para los que vamos y una pesadilla para los que la viven.
Una mujer con rulos (Esther Aaron, de 58 años) que habita la casa contigua, de madera, pero no de caña brava, muestra los desconchados de su vivienda como consecuencia de las desidias de las autoridades; han dejado que el tren y la polvareda de siglos entren a saco en la casa y hayan hecho de ella la antesala de un cementerio.
Los caminos que fueron de Macondo en los años de esplendor de Aracataca, cuando aquí venía todo el mundo, y las nacionalidades se contaban por docenas, siguen siendo del polvo de la intimidad de la tierra del Caribe, y la gente sigue mirando al horizonte como miraba Aureliano Buendía en la novela más famosa de los siglos recientes.
La leímos como si ocurriera en otro mundo, y aquí la tocamos; existió; sus nombres propios, decía Gabo, son los de la guía de teléfonos; eso varió también. Una chica que pasó por nuestro lado nos dijo: "Soy un personaje. Me llamo Amaranta".
Pero ahora hay más Mileidis que Úrsulas, más K-Cher que Aureliano. La guía de teléfono es un batiburrillo que viene más de las series americanas que de las novelas de Gabo.
Como en El Toboso no hay Dulcineas, aquí Remedios la Bella es tan sólo un monumento.
Un momento: Luz Marina, una señora que se sentó a nuestro lado, nos dijo que no era gabófila (es decir, fanática de Gabo), pero luego se le iluminaron los ojos: tiene un hijo autista, y le llena de orgullo imaginar que cuando Gabo describe a Remedios la Bella está en realidad cuadrando los rasgos de un autista, familiarizado con una inteligencia que los hombres no saben entender.
Cuando llegó allí el abuelo de Gabito, Aracataca era un predio esplendoroso, atravesado por la riqueza de las grandes plantaciones de bananos, capaz de atraer un comercio universal que fue el inicio de las leyendas que el niño empezó a grabarse.
Siempre venía algo de fuera, y de ahí viene esa mirada extraviada, expectante, de Aureliano, y también ésa es la mirada de Soledad Noches, buscando en la nada lo que hubo en el pasado.
Cuando nos íbamos de la casa, el director de este museo, Rafael Darío Jiménez, nos señaló para el frente, y allí había un hombre con camisilla, inhalando el aire como quien fumara un puro, sentado en una mecedora muy trabajada, y mirando también al vacío lechoso de aquel mediodía de calor insufrible. No le preguntamos adónde miraba, pero su mismo nombre, Nelson Noches, el hermano de Soledad, decía su historia.
Nos habló de los primeros recuerdos de Gabo, y como ocurre en Cien años de soledad, le dio atrás y adelante a la historia de modo que nosotros creímos simultáneamente que había sido compañero de juegos de Gabito, que le había visto por primera vez cuando Don Premio -así le llaman- vino a Aracataca nimbado por el Nobel, y que en las noches anónimas en que regresa sin que lo sepa nadie juegan a las cartas y toman tragos y oyen música atravesados por un silencio que se parece al de Pedro Páramo.
La leyenda dice que Gabo ha vuelto muchas veces después del Nobel; la leyenda negra dice que no volvió nunca, y la leyenda urbana, de la urbanidad de Aracataca, le reprocha que no haya hecho nada nunca por su sitio
. Un día lo desmintió (por si hiciera falta) en una dedicatoria que le hizo precisamente a Jiménez: "Para Rafael Darío, del paisano que no ha hecho nada por Aracataca salvo este libro y otros más".
Y lo desmintió nada más ganar el Nobel, con una frase que parece una inscripción y que está clavada con chinchetas en algunos de los rincones:
"Está en mi carácter: nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca".
Darío Arizmendi, que era un periodista muy joven cuando Gabo ganó el Nobel, en octubre de 1982, y que acompañó a la comitiva en la recepción sueca de Estocolmo de diciembre de ese año, también hizo a principios de 1983, en medio del calor, el viaje de regreso de García Márquez a Aracataca. Hubo cinco mil personas aumentando el censo cada vez más escuálido de este pueblo del interior del Caribe, y llevaron en volandas a Gabo por todas las calles y por todas las casas. Excepto por su propia casa, que ya era ajena.
Arizmendi lo vio ser zarandeado, agasajado, besado y demandado: de él querían becas, dinero, viajes, premios, le pedían que troceara la lotería que ya había obtenido. El reciente premio Nobel vivió con el aturdimiento que convoca su timidez.
Cuando Arizmendi, uno de los periodistas más influyentes y famosos de Colombia, terminó de contar ese viaje de regreso, tan distinto al viaje de regreso que Gabo hizo con su madre para vender la casa, dijo:
-Ahí entendí por qué Gabo no ha vuelto a Aracataca.
Otros no lo entienden; pero sí Rubiela, que cuida su casa-museo, o Rafael, que la dirige:
-Una leyenda caribe dice que quien recoge sus pasos muere más pronto, y Gabo es muy supersticioso. No volverá nunca.
La casa está llena de recuerdos; algunas de las joyas diminutas que hizo su abuelo, las fotos, recortes, los bastones del abuelo; en el cuarto de los abuelos hay un baúl que pudo haber sido, o no, aquel del que Gabo fue sacando recuerdos que luego están en casi todos sus libros.
Jiménez nos contó una historia que ya es leyenda también, como todo lo que toca aquí García Márquez: el abuelo vino a Aracataca huyendo de su propia historia, pues había matado a un hombre; un día Gabo se encontró, muchos años más tarde, con el nieto de aquel abuelo, se sentó junto a él, supo la historia, se emborrachó con él, y después contó así su primera impresión:
-Me cagué.
Los dos descendientes de aquel duelo, allí, frente a frente. Me cagué.
Cuando juntamos bajo el gran ficus del patio a los chicos que leen, con Rafael Darío Jiménez y con otros maestros, los libros de García Márquez, era como si juntara aquel pasado vertiginoso de la Aracataca rica con la Aracataca que ahora espera que un milagro la devuelva a sus tiempos de esplendor, cuando llegó el hielo, "el gran invento de nuestro tiempo".
No es leyenda que allí las mariposas, o los temporales, sean espectáculos magníficos y duraderos; están, se ven, se sufren o se disfrutan; casi todo lo que nombra Gabo está cercano, se puede tocar; una guía para encontrarlo está escrita, y sería el resumen de libros que han escrito sobre El Libro Cobo Borda o Conrado Zuloaga, que acaso son los colombianos que más saben de Gabo y de Cien años...
Aura Ballesteros, de Cundinamarca, maestra, recibió un día el encargo de venir a enseñar en Aracataca.
"¡Y me leí todos los libros de García Márquez! ¡No me iban a coger en ayunas en un sitio como éste!".
Se los aprendió. Ella es la responsable de Gabolectura, en un instituto que se llama, cómo no, Instituto García Márquez, que recibe el nombre corto, y raro, de Indegama.
"Gabolectura trata de estimular la autoestima de los cataqueros, que sepan que esta literatura es de aquí, que les pertenece, y que ellos pertenecen a esta tierra".
De todos los testimonios, uno singular. Milena tiene 15 años, acaba de ganar el concurso de los lectores de García Márquez; quiere hacer Comunicación, y ya va adelantada
. Todo lo que hay en Cien años de soledad le parece realista; lo que de manera más brillante se queda en su memoria: la fábula del hielo, los inventos traídos a Macondo (el hielo, el imán), y la imagen de Remedios la Bella subiendo al cielo entre sábanas... Pero lo que de veras le parece simbólico de su país en la novela que ha leído es la muerte de José Arcadio, "esa muerte impune como tantas muertes que ha habido en mi país, como la de José Eliécer Gaitán, como la de Jaime Garzón, como la de Luis Carlos Galán...".
Antes de la fama y de los libros, en medio de la miseria de aquellos tiempos, Gabo volvía a Aracataca a vender enciclopedias en una tierra de gentes empobrecidas..
. Se quedaba días y días, tomando ron, recorriendo pueblos, mirando al vacío, como el coronel, como Nelson Noches, como Aureliano Buendía... En uno de esos viajes alrededor de Aracataca fue cuando se encontró con Prudencio Aguilar, el nieto del hombre al que había matado su abuelo... "Los dos nietos del duelo, sentados en el petril, bebiendo juntos, ¡me cagué, claro que me cagué!".
A la salida de Macondo, es decir, Aracataca, la fábrica del hielo está ya totalmente derretida; las mariposas amarillas aparecen sobrevolando el río, pero las aguas que las reflejan son del mismo color que sus alas...
Lo invitan siempre a volver
. Él no quiere venir a recoger sus propios pasos.
Y casi todos sus pasos están en Aracataca.
De famosos en islas y puñetazos............................................. María Porcel
Llegamos a agosto y a estas alturas más que serpientes, apenas colea
alguna culebrilla.
Los periodistas, tan relamidos, tienden (y tendemos) a llamar a las noticias y a las formas de tratarlas de algún modo.
Y le dan (y damos) el nombre de serpientes de verano a esos temas que se repiten cada estío en este erial de noticias —o son desoladoras o apenas hay— que es el verano, en el que sólo tienen algo que contar las chicharras, y eso en los pueblos.
Serpientes típicas, pues ya saben: que si graniza cuando debería hacer 40º a la sombra, que si operación Paso del Estrecho, que si se lía en el Peñón...
Este año no parece que zigzagueen demasiado esas serpientes, pero sí algún que otro culebrón. Está especialmente entretenido el de Ibiza (¿Pero esa isla no es muy chica? ¿Cómo cabe ahí tantísimo famoso? ¿Los ponen a dormir en literas?), que nos hace ver que a veces nuestras superestrellas de Oscars y Grammys pueden ser tan cazurras como nuestros vecinos del bajo A y el segundo C.
Lo pueden leer en todas las webs cotillas del planeta: que resulta que Orlando Bloom (el elfo rubio de de El señor de los anillos) y Justin Bieber (20 añitos, por quien suspiran las chiquillas, y las no tanto, desde hace un par) coincidieron en el mismo restaurante en la isla y, básicamente, acabaron a leches. Se pelearon, dicen, por Miranda Kerr, modelaza australiana y ex de Bloom, que se lleva/llevaba muy bien con Bieber.
Todo es muy absurdo.
Piénsenlo paso a paso. Que llegues a un sitio en el que no conoces a nadie y te líes a gritos y a palos. “Saluda a Miranda de mi parte”, se oyó decir a Bieber al saludar a Bloom
. Ahí, buscando bronca.
Que los comensales se arranquen las servilletas del cuello, se pongan de pie y aplaudan locamente a Bloom cuando intentó pegar a Bieber en un fallido puñetazo.
¿Pensarían que eran extras asistiendo de tapadillo a un rodaje de un videoclip?
Que la modelo en cuestión envíe un comunicado explicando a quien pueda interesar que ella “no ha dormido” (ay, los eufemismos, tan ridículos) con Bieber.
No hace falta. De verdad que no.
Que el cantante cuelgue en su Instagram (emociónate tú cuando consigas 25 likes: él tiene 18 millones de seguidores) una foto de Kerr en bikini y la quite a las dos horas
. Eso es de miedicas, Justin. Que suba otra de Bloom ¡llorando! y la deje. Eso es de sobraos, Justin. La instapic lleva 700.000 me gusta y cerca de 180.000 comentarios
. Aunque muchos de ellos son #TeamOrlando.
Que Leonardo DiCaprio, Lindsay Lohan, el rapero Diddy-antes-Puff-Daddy y hasta Paris Hilton estén en el mismo restaurante (¿ven como es pequeño aquello?) y, según testigos, algunos aplaudan y feliciten a Bloom. Eso sí que es #TeamOrlando.
¿No les resulta todo enormemente ridículo? Para que después digan que nosotros somos gritones, exhibicionistas y barulleros en los bares.
Y nos quejábamos de los botellones+balconing de los jovenzuelos alemanes. Angelicos.
Los periodistas, tan relamidos, tienden (y tendemos) a llamar a las noticias y a las formas de tratarlas de algún modo.
Y le dan (y damos) el nombre de serpientes de verano a esos temas que se repiten cada estío en este erial de noticias —o son desoladoras o apenas hay— que es el verano, en el que sólo tienen algo que contar las chicharras, y eso en los pueblos.
Serpientes típicas, pues ya saben: que si graniza cuando debería hacer 40º a la sombra, que si operación Paso del Estrecho, que si se lía en el Peñón...
Este año no parece que zigzagueen demasiado esas serpientes, pero sí algún que otro culebrón. Está especialmente entretenido el de Ibiza (¿Pero esa isla no es muy chica? ¿Cómo cabe ahí tantísimo famoso? ¿Los ponen a dormir en literas?), que nos hace ver que a veces nuestras superestrellas de Oscars y Grammys pueden ser tan cazurras como nuestros vecinos del bajo A y el segundo C.
Lo pueden leer en todas las webs cotillas del planeta: que resulta que Orlando Bloom (el elfo rubio de de El señor de los anillos) y Justin Bieber (20 añitos, por quien suspiran las chiquillas, y las no tanto, desde hace un par) coincidieron en el mismo restaurante en la isla y, básicamente, acabaron a leches. Se pelearon, dicen, por Miranda Kerr, modelaza australiana y ex de Bloom, que se lleva/llevaba muy bien con Bieber.
Todo es muy absurdo.
Piénsenlo paso a paso. Que llegues a un sitio en el que no conoces a nadie y te líes a gritos y a palos. “Saluda a Miranda de mi parte”, se oyó decir a Bieber al saludar a Bloom
. Ahí, buscando bronca.
Que los comensales se arranquen las servilletas del cuello, se pongan de pie y aplaudan locamente a Bloom cuando intentó pegar a Bieber en un fallido puñetazo.
¿Pensarían que eran extras asistiendo de tapadillo a un rodaje de un videoclip?
Que la modelo en cuestión envíe un comunicado explicando a quien pueda interesar que ella “no ha dormido” (ay, los eufemismos, tan ridículos) con Bieber.
No hace falta. De verdad que no.
Que el cantante cuelgue en su Instagram (emociónate tú cuando consigas 25 likes: él tiene 18 millones de seguidores) una foto de Kerr en bikini y la quite a las dos horas
. Eso es de miedicas, Justin. Que suba otra de Bloom ¡llorando! y la deje. Eso es de sobraos, Justin. La instapic lleva 700.000 me gusta y cerca de 180.000 comentarios
. Aunque muchos de ellos son #TeamOrlando.
Que Leonardo DiCaprio, Lindsay Lohan, el rapero Diddy-antes-Puff-Daddy y hasta Paris Hilton estén en el mismo restaurante (¿ven como es pequeño aquello?) y, según testigos, algunos aplaudan y feliciten a Bloom. Eso sí que es #TeamOrlando.
¿No les resulta todo enormemente ridículo? Para que después digan que nosotros somos gritones, exhibicionistas y barulleros en los bares.
Y nos quejábamos de los botellones+balconing de los jovenzuelos alemanes. Angelicos.
Kasillas tu volverás como siempre lo has hecho........no tienes fecha de caducidad.
. Aquello que le ha vaciado hasta dejarle inerme, aparentemente insensible a cosas que antes le afectaban, como saturado de todo, parece tener causas más profundas que el oficio
. Pero la industria no se detiene y la tristeza no ayudará a Casillas en la tarea colosal que le aguarda. El fichaje de Keylor Navas, anunciado oficialmente ayer por el Madrid, puede suponer a medio plazo el tránsito definitivo del capitán a la reserva.
Desde que levantó la Copa del Mundo en 2010,Casillas no ha dejado de comprobar cómo se le complicaba la vida.
Regresó de Sudáfrica convertido en el futbolista más importante y respetado en la historia de España, un referente del madridismo y un monolito del fair play ante la afición de todo el planeta, justo antes de experimentar su propia demolición.
Lentamente. Día a día. Primero, se encontró con un jefe, José Mourinho, que, tras utilizarlo para reafirmar su poder, se propuso acabar con su carrera.
En plena zozobra descubrió la indiferencia que le reservó su club de siempre, el distanciamiento del presidente, Florentino Pérez, y la propaganda en su contra desde diversos medios.
Lejos de encontrar apoyos en la hinchada, muchos aficionados le tacharon de traidor incluso por la calle, y varios de sus compañeros le desdeñaron por su falta de liderazgo
. La miseria rebasó el terreno profesional y hace un año lo aturdieron las desavenencias familiares, incluso con alguna ramificación económica.
Durante un tiempo, hasta dejó de hablar con su padre, que, como casi todo el mundo, le reprocha por cachazudo, por ser capaz de autodestruirse antes que defenderse públicamente provocando un enfrentamiento.
James por Di María, sustitución forzada
La aparición de James Rodríguez en el territorio consagrado a las grandes figuras del fútbol fue la noticia más refrescante del Mundial de Brasil.Su fichaje por el Madrid, casi simultáneo, constituyó la constatación de que nadie posee la intuición, el respaldo financiero y la infraestructura de Florentino Pérez a la hora de detectar, captar y pagar por una gran estrella.
Esto es una evidencia
. Lo que sí cuestionaron los técnicos del Madrid fue el razonamiento que llevó al presidente a emprender la operación: cambiar a James por Di María.
Los analistas del club estiman que pretender que James haga la labor que hizo Di María la temporada pasada es un error puesto que se trata de futbolistas con distintas condiciones físicas, técnicas, y psicológicas. Florentino Pérez, sin embargo, está convencido de que el atacante colombiano podría desempeñarse como volante siempre que el entrenador, Carlo Ancelotti, sea capaz de diseñar el esquema adecuado.
Con ese afán el presidente fichó a James y negó el aumento de sueldo a Di María, decisión que activó definitivamente las negociaciones para el traspaso del argentino al PSG. Di María no quiere permanecer en el Madrid si es para ser el suplente de James, que cobrará el doble de lo que cobra él. Considera que sus servicios al equipo —fue elegido mejor jugador de la final de la Champions por la comisión técnica de la UEFA— merecen un mayor reconocimiento.
El traspaso de Di María al PSG parece cuestión de tiempo desde que empezó el Mundial. Entonces, en el entorno del argentino ya sabían que el presidente ansiaba un sustituto.
Un golpe que en el vestuario del Madrid la mayoría coincide en calificar, como poco, de sospechoso.
Hace exactamente un año, durante la pretemporada en Estados Unidos, el mejor portero del Madrid en los entrenamientos era Casillas.
Con diferencia. Tras la marcha de Mourinho, el hombre había recobrado su ánimo. Estaba espléndido en los ejercicios y en los amistosos
. Nadie, ni sus detractores en la plantilla, esperaban que ocurriera lo que finalmente ocurrió cuando el nuevo entrenador, Carlo Ancelotti, puso a Diego López de titular en la Liga.
Fue una sorpresa general y el primer afectado por el mazazo fue el capitán, irremediablemente convencido de que era una víctima política y que, mientras jugara en el Madrid no le juzgarían por méritos deportivos.
Dicen en el club que Casillas entró en declive en 2011, cuando durante meses colaboró en los enredos extradeportivos de Mourinho. Obediente, no supo defender su reputación.
“Ahí perdió el nombre”, señala un empleado. Se dejó manipular. Se sintió avergonzado de sí mismo. Quedó en evidencia incluso ante algún pariente que le indicó que estaba arruinando su imagen. Cuando reaccionó, ya era tarde. No le bastó con marcarle el terreno a Mourinho y negarse a cumplir órdenes estúpidas. Parece cargado por una losa
. Preocupado por evitar conflictos y ejercer la capitanía en silencio, inspirado en una especie de razón de Estado madridista</CF>, no cumplió con el deber fundamental de defenderse a sí mismo. ¿Cómo va a reunir confianza para defender su portería?
Que Casillas levantara la Champions y la Copa en medio de esta precariedad personal habla a las claras de un portero formidable
. Su error en la final de Lisboa y su pésimo Mundial en Brasil, oscurecen actuaciones notables ante el Dortmund, el Bayern y el Barcelona. Intervenciones sin las cuales no se explican los últimos trofeos madridistasEl fútbol es tan paradójico que este verano, aunque su estado de forma es notablemente peor que el año pasado, Casillas goza del apoyo —tibio— que no tuvo por parte de la directiva y no constan ofertas este verano por él.
Los títulos le avalan. Ancelotti ha confirmado que será el titular en la Supercopa de Europa. Jugará contra el Sevilla, no por su condición bajo palos, sino porque disputar la Supercopa es, según norma consuetudinaria, un derecho adquirido del portero que ganó la final de la Champions.
“Luego, ya veremos”, precisó el entrenador.
Las redes sociales demuestran cada día que los métodos propagandísticos tienen tanto impacto como siempre entre los jóvenes.
El pésimo partido del Madrid ante el United en el amistoso del sábado (3-1) fue inmediatamente atribuido por muchos hinchas a la dispersión de Casillas, como si alguna vez los porteros hubieran tenido la capacidad de ser tan influyentes en el juego. La predisposición en su contra parece imparable y Casillas está mal. Por fin, esto es verdad.
Y precisamente ahora el Madrid ficha a Keylor Navas.
Nadie tiene que defender lo que otros dudan, Casillas ha conseguido "Todo" y es normal que alguna vez perdiera, pero defenderse de qué? Habladurias, metirosillos deportivos, entrenadores descalificadores, no he visto a ningún compañero que diga: Por esto pasamos todos, no somos el Coloso de Rodas" asi que Iker tu di lo que decía Ali Babá a sus cuarenta ladrones, es la época , todos roban, ¿Es la hora ya? y Alí Babá contestaba, "Ya llegará" Para ti llegaran tiempos mejores donde te valoren, no te interesa tibieza de compañeros que no hablan, cuando tú, recuerdo en un partido, les dijistes, Real Madrid llevaba ya 4 a 0 y el otro rival no recuerdo quien era, al ir a meterle el 5º les dijistes, NO LOS HUMILLEN Más, a ti te metieron 5 pero bueno es la soledad del portero ante el grupo. Volverás si no te espera algo mejor....
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