1 ago 2014
Anatomía de un 'photocall'.................................................................... Luz Sánchez-Mellado
La vanidad, el culto a la fama y los intereses comerciales multiplican los posados de celebridades, un negocio rentable para todas las partes.
Los famosos también sudan. Unos más que otros, como los anónimos
. No es lo mismo llegar a los sitios a pie y tener que esperar tu turno bajo la solanera, que arribar a bordo de tu cochazo conducido por tu chófer y que te lleven directamente a besar el santo
. Así, en volandas, sin tiempo de romper a sudar bajo los 43 grados de la tarde más calurosa del verano, portaron el otro día a Isabel Preysler, Nuria González y Genoveva Casanova, celebérrimas esposas de sus célebres maridos, al concierto del cantante mexicano Alejandro Fernández en el Teatro Real de Madrid.
Como a las auténticas estrellas de la cita.
No pasaron por taquilla, por supuesto. Fernández en persona les había enviado una carta y una botella de tequila rogándoles que aceptaran honrarle con su presencia.
Pero antes de ocupar su lugar en el palco, pagaron el peaje implícito
. Posar, sin un brillo en su perfecto maquillaje, entre un telón con el logo del artista estampado hasta el infinito, y medio centenar de fotógrafos y periodistas que les inquirían a grito pelado por lo guapas que son, el tipo que tienen, y sus respectivos planes de vacaciones.
Mientras, actrices de la talla de Kity Manver, Lydia Bosch y Asumpta Serna sudaban la gota gorda en la vasta cola de celebridades que esperaba para cumplir idéntico trámite.
Si, entre los famosos también hay clases.
Eso es, en esencia, un photocall. Una cita para una foto que les interesa tanto al fotógrafo como al modelo como a quien paga la sesión y el estudio
. Una parada consentida en una especie de muro de ejecuciones ante el que un pelotón de cámaras acribilla a flashazos a una serie de personalidades requeridas por alguien al efecto.
En este caso, se trababa de dar lustre a un recital de un ídolo de masas en México, pero no tan conocido en España.
La práctica, no obstante, se ha generalizado de tal modo que raro es el acto social que no cuenta con uno para atraer a los medios.
A falta de contenidos, o al menos de contenidos interesantes, la foto es a veces el único mensaje con posibilidades de ser publicado.
De los Oscar de Hollywood, a las cumbres del G-8. De la presentación de las memorias de los expresidentes del gobierno, a la de una línea de sartenes en un híper. De la glamurosa fiesta de una revista de moda, al cumpleaños de la extra ordinaria protagonista del último reality de medio pelo.
En todos los casos, se trata de vendernos algo.
Porque, además de constituir una feria de la vanidad, la vacuidad y la tontería más absoluta —“Pues claro, son mis nietos”, respondía en el Tearo Real Ana Rodríguez, exesposa del expresidente del Congreso, José Bono, a la agudísima pregunta de si estaba feliz con los hijos de sus hijos—, los photocall dan de comer a mucha gente.
A la marca que lo paga buscando publicidad añadida. A la agencia que lo diseña, lo organiza y convoca y pastorea a las deidades y a los periodistas. A los medios que llenan páginas, bytes y minutos de televisión con las imágenes.
Y a los famosos los primeros.
No hablaremos de las fortunas que ingresan aquellos elegidos como embajadores de las firmas, algo así como la imagen de las mismas en la pretenciosa jerga del oficio. Pero, sin llegar a los 20.000 o 30.000 euros que se pagaban en tiempos de vacas gordas a ciertas luminarias simplemente por poner su cara bonita a tiro, algunas siguen cobrando lo suyo porque hay alguien dispuesto a pagárselo. En esto, puede haber sorpresas. El caché depende de la oferta, la demanda, y el valor añadido del interesado en cada momento.
No siempre los más cotizados son los mejores, ni los más guapos, ni los más finos. En el género rosa, una boda, un embarazo y, sobre todo, una ruptura de mala manera, siempre venden.
Y se paga, en metálico o en especie, porque no solo de pan vive el famoso, porque además engorda. El tequila gentileza de Fernández a Preysler y compañía es un nimio detallito al lado de los modelitos, bolsazos y demás surtido de prohibitivos productos de moda, belleza y lujo con que las marcas agasajan a quien se deja.
Por no hablar del hecho de que ciertos masajes de egos no tienen precio.
Y de que, por haber, habría gente dispuesta a pagar para seguir en el candelabro, que decía Sofía Mazagatos. Siempre ha habido clases.
En el photocall del Teatro Real el otro día, desde luego, estaban clarísimas.
Los periodistas, convocados tres cuartos de hora antes, habían sido colocados según estricto orden de audiencia. Primero, Europa Press y G3, las agencias que distribuyen las imágenes al resto de medios. Después, ¡Hola!, la Biblia en pasta del gremio, y los cronistas de campanillas.
Después, las teles. Programas como Qué tiempo tan feliz, Sálvame, Cazamariposas (Telecinco) y Todo va bien (Cuatro) con sus respectivos reporteros estrella dando la nota.
Y, por último, luchando a codazo limpio por el mejor ángulo y la exclusiva más planetaria, la tropa de fotógrafos y plumillas.
Todos fueron presa de estupor y temblores —como exigía el emperador de Japón a sus súbditos en su presencia, según el libro homónimo de Amelie Nothomb—, cuando arribó, por fin, Isabel Preysler del bracete de Nuria González
. El advenimiento provocó tal terremoto de flashes y tal tumulto de cuerpos que hasta el camarógrafo de Qué tiempo tan feliz acabó rodando por los suelos frente a la mirada de su veterana jefa, María Teresa Campos, una de las celebridades invitadas.
Un éxitazo, el photocall de marras
. Solo hay que ver el despliegue de retratos que publican las revistas esta semana. Si Alejandro Fernández está presente en los medios españoles diez días después de su concierto es por la fascinación que, pese a quien pese, sigue despertando la fama, el poder y la belleza —la de Romina Belluscio, madre del hijo de Guti, además de lade otras presentes en la gala, apabulla lo suyo— entre las masas.
“Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor”, decía Lydia, la profesora de la serie Fama, a sus pupilos
Cuenta un célebre médico estético que ciertas embajadoras se pinchan bótox en las axilas para bloquear las glándulas sudoríparas y evitar bochornosos cercos.
Puede que, además del cochazo climatizado, algo de eso haya en el misterio de las señoras que no sudan, dicho sea con la consabida presunción de inocencia.
. No es lo mismo llegar a los sitios a pie y tener que esperar tu turno bajo la solanera, que arribar a bordo de tu cochazo conducido por tu chófer y que te lleven directamente a besar el santo
. Así, en volandas, sin tiempo de romper a sudar bajo los 43 grados de la tarde más calurosa del verano, portaron el otro día a Isabel Preysler, Nuria González y Genoveva Casanova, celebérrimas esposas de sus célebres maridos, al concierto del cantante mexicano Alejandro Fernández en el Teatro Real de Madrid.
Como a las auténticas estrellas de la cita.
No pasaron por taquilla, por supuesto. Fernández en persona les había enviado una carta y una botella de tequila rogándoles que aceptaran honrarle con su presencia.
Pero antes de ocupar su lugar en el palco, pagaron el peaje implícito
. Posar, sin un brillo en su perfecto maquillaje, entre un telón con el logo del artista estampado hasta el infinito, y medio centenar de fotógrafos y periodistas que les inquirían a grito pelado por lo guapas que son, el tipo que tienen, y sus respectivos planes de vacaciones.
Mientras, actrices de la talla de Kity Manver, Lydia Bosch y Asumpta Serna sudaban la gota gorda en la vasta cola de celebridades que esperaba para cumplir idéntico trámite.
Si, entre los famosos también hay clases.
Eso es, en esencia, un photocall. Una cita para una foto que les interesa tanto al fotógrafo como al modelo como a quien paga la sesión y el estudio
. Una parada consentida en una especie de muro de ejecuciones ante el que un pelotón de cámaras acribilla a flashazos a una serie de personalidades requeridas por alguien al efecto.
En este caso, se trababa de dar lustre a un recital de un ídolo de masas en México, pero no tan conocido en España.
La práctica, no obstante, se ha generalizado de tal modo que raro es el acto social que no cuenta con uno para atraer a los medios.
A falta de contenidos, o al menos de contenidos interesantes, la foto es a veces el único mensaje con posibilidades de ser publicado.
De los Oscar de Hollywood, a las cumbres del G-8. De la presentación de las memorias de los expresidentes del gobierno, a la de una línea de sartenes en un híper. De la glamurosa fiesta de una revista de moda, al cumpleaños de la extra ordinaria protagonista del último reality de medio pelo.
En todos los casos, se trata de vendernos algo.
Porque, además de constituir una feria de la vanidad, la vacuidad y la tontería más absoluta —“Pues claro, son mis nietos”, respondía en el Tearo Real Ana Rodríguez, exesposa del expresidente del Congreso, José Bono, a la agudísima pregunta de si estaba feliz con los hijos de sus hijos—, los photocall dan de comer a mucha gente.
A la marca que lo paga buscando publicidad añadida. A la agencia que lo diseña, lo organiza y convoca y pastorea a las deidades y a los periodistas. A los medios que llenan páginas, bytes y minutos de televisión con las imágenes.
Y a los famosos los primeros.
No hablaremos de las fortunas que ingresan aquellos elegidos como embajadores de las firmas, algo así como la imagen de las mismas en la pretenciosa jerga del oficio. Pero, sin llegar a los 20.000 o 30.000 euros que se pagaban en tiempos de vacas gordas a ciertas luminarias simplemente por poner su cara bonita a tiro, algunas siguen cobrando lo suyo porque hay alguien dispuesto a pagárselo. En esto, puede haber sorpresas. El caché depende de la oferta, la demanda, y el valor añadido del interesado en cada momento.
No siempre los más cotizados son los mejores, ni los más guapos, ni los más finos. En el género rosa, una boda, un embarazo y, sobre todo, una ruptura de mala manera, siempre venden.
Y se paga, en metálico o en especie, porque no solo de pan vive el famoso, porque además engorda. El tequila gentileza de Fernández a Preysler y compañía es un nimio detallito al lado de los modelitos, bolsazos y demás surtido de prohibitivos productos de moda, belleza y lujo con que las marcas agasajan a quien se deja.
Por no hablar del hecho de que ciertos masajes de egos no tienen precio.
Y de que, por haber, habría gente dispuesta a pagar para seguir en el candelabro, que decía Sofía Mazagatos. Siempre ha habido clases.
En el photocall del Teatro Real el otro día, desde luego, estaban clarísimas.
Los periodistas, convocados tres cuartos de hora antes, habían sido colocados según estricto orden de audiencia. Primero, Europa Press y G3, las agencias que distribuyen las imágenes al resto de medios. Después, ¡Hola!, la Biblia en pasta del gremio, y los cronistas de campanillas.
Después, las teles. Programas como Qué tiempo tan feliz, Sálvame, Cazamariposas (Telecinco) y Todo va bien (Cuatro) con sus respectivos reporteros estrella dando la nota.
Y, por último, luchando a codazo limpio por el mejor ángulo y la exclusiva más planetaria, la tropa de fotógrafos y plumillas.
Todos fueron presa de estupor y temblores —como exigía el emperador de Japón a sus súbditos en su presencia, según el libro homónimo de Amelie Nothomb—, cuando arribó, por fin, Isabel Preysler del bracete de Nuria González
. El advenimiento provocó tal terremoto de flashes y tal tumulto de cuerpos que hasta el camarógrafo de Qué tiempo tan feliz acabó rodando por los suelos frente a la mirada de su veterana jefa, María Teresa Campos, una de las celebridades invitadas.
Un éxitazo, el photocall de marras
. Solo hay que ver el despliegue de retratos que publican las revistas esta semana. Si Alejandro Fernández está presente en los medios españoles diez días después de su concierto es por la fascinación que, pese a quien pese, sigue despertando la fama, el poder y la belleza —la de Romina Belluscio, madre del hijo de Guti, además de lade otras presentes en la gala, apabulla lo suyo— entre las masas.
“Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor”, decía Lydia, la profesora de la serie Fama, a sus pupilos
Cuenta un célebre médico estético que ciertas embajadoras se pinchan bótox en las axilas para bloquear las glándulas sudoríparas y evitar bochornosos cercos.
Puede que, además del cochazo climatizado, algo de eso haya en el misterio de las señoras que no sudan, dicho sea con la consabida presunción de inocencia.
Argentina se afana en defender que no ha suspendido pagos........................................................... Francisco Peregil
Argentina es desde
el miércoles 30 julio un país en “suspensión de pagos” selectiva, según
la agencia calificadora de riesgo Standard and Poor’s.
Y sea, un país en situación de impago parcial, que no puede honrar una parte de su deuda soberana. Así lo declaró también la agencia internacional Fitch, quien habla de "suspensión restringida" de pagos
. El Gobierno argentino lo niega. El jueves por la tarde, el ministro de Economía, Axel Kicillof, tachó de "pavada atómica" decir que Argentina entró en default, término inglés con el que se conoce en Argentina la suspensión de pagos.
Horas antes, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, aseveró en una acalorada conferencia de prensa que “decir que Argentina está en default (suspensión de pagos) técnico es una patraña absoluta”
. Y alegó que el Gobierno ha pagado y seguirá pagando el capital comprometido con Repsol y con el Club de París, organización de países acreedores a la que se le abonó este lunes una primera cuota de 642 millones de dólares.
Es cierto.
Pero también es cierto que una parte de los acreedores a quienes el Gobierno llama “bonistas de buena fe”, los que aceptaron la reestructuración de la deuda impagada en enero de 2002, se están quedando desde hoy sin el dinero que les pertenece.
Son tenedores de bonos que deberían haber cobrado 539 millones de dólares el miércoles 30 de julio. El Gobierno argentino depositó ese dinero el 26 de junio en la entidad estadounidense Bank of New York Mellon (BoNY). Y dice que ya no es suyo
. Pero el juez, Thomas Griesa, que dirime el contencioso de los “fondos buitre” contra el Gobierno argentino, bloqueó los 539 millones hasta que el Ejecutivo de Cristina Fernández no pagase los 1.500 millones de dólares que reclaman dos “fondos buitre”.
Se trata del fondo Aurelius y el NML Capital, y ambos forman parte del 7% de acreedores que no aceptaron ninguna quita en la deuda ni en la reestructuración de 2005 ni en la de 2010
. Y exigen cobrarla en su totalidad.
Sin embargo, Cristina Fernández insistió en un discurso retransmitido por la noche: "El default
selectivo no existe".
Se reafirmó en su postura de siempre y trató de quitarle dramatismo al asunto
. "El mundo sigue andando y Argentina también", dijo( LLena su cara de Botox)y su dinera fuera de Argentina.
. Informó de que un grupo de cien académicos de Estados Unidos han pedido al Congreso de su país que intervenga para revertir la sentencia de Griesa. Aseguró que si hay un país viable ese es Argentina. Y apeló a la unidad de los 40 millones de argentinos.
Cristina Fernández, así como antes hicieron Jorge Capitanich y el ministro de Economía, Axel Kicillof, volvió a acusar de parcialidad al juez Griesa
. Criticó incluso a los banqueros argentinos que habían intentado alcanzar un acuerdo directo con los "fondos buitre", dijo que no son "héroes" y pidió que no engañen a la gente
. Y dejó bien claro que no acatará la sentencia que les obligaría a pagar a esos fondos unos 1.500 millones de dólares. Pero el Bank of New York Mello sí que la acata. Y eso es clave para valorar la situación.
El BoNY difundió este jueves un comunicado donde aclara que esos fondos están “sujetos a una orden de la Corte”
. O sea, a una orden del juzgado de Thomas Griesa
. El banco aclaró que “no tiene la obligación de gastar, adelantar o arriesgar su propio dinero porque podría ser objeto de demandas sobre el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de cualquiera de sus funciones”.
En principio, los propietarios de bonos que se han visto impedidos de cobrar parte de esos 539 millones depositados por el Gobierno argentino podrían solicitar ahora que se aplique una “aceleración”, es decir, el pago total de la deuda, sin las rebajas que aceptaron en su día.
Un factor clave para saber hasta dónde llega el alcance del “impago selectivo”, será ver si se hacen efectivos los seguros contra impagos, los llamados Credit Default Swaps (CDS).
En medio de la incertidumbre que genera esta situación anómala, el juez convocó para este viernes a las once de la mañana de Nueva York una nueva audiencia a la que asistirán, al menos, los dos fondos litigantes.
Los mercados acogieron con pesimismo la noticia de la “suspensión de pago selectiva” o “engendro” que es como denominó el ministro de Economía a esta situación
. La Bolsa de Buenos Aires caía un 7,6%, la prima de riesgo (o riesgo país, como se le conoce en Argentina) subió un 13,9% y se situó en 622 puntos básicos y el valor de los bonos del estado descendía entre un 4,4% y un 7%.
Y sea, un país en situación de impago parcial, que no puede honrar una parte de su deuda soberana. Así lo declaró también la agencia internacional Fitch, quien habla de "suspensión restringida" de pagos
. El Gobierno argentino lo niega. El jueves por la tarde, el ministro de Economía, Axel Kicillof, tachó de "pavada atómica" decir que Argentina entró en default, término inglés con el que se conoce en Argentina la suspensión de pagos.
Horas antes, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, aseveró en una acalorada conferencia de prensa que “decir que Argentina está en default (suspensión de pagos) técnico es una patraña absoluta”
. Y alegó que el Gobierno ha pagado y seguirá pagando el capital comprometido con Repsol y con el Club de París, organización de países acreedores a la que se le abonó este lunes una primera cuota de 642 millones de dólares.
Es cierto.
Pero también es cierto que una parte de los acreedores a quienes el Gobierno llama “bonistas de buena fe”, los que aceptaron la reestructuración de la deuda impagada en enero de 2002, se están quedando desde hoy sin el dinero que les pertenece.
Son tenedores de bonos que deberían haber cobrado 539 millones de dólares el miércoles 30 de julio. El Gobierno argentino depositó ese dinero el 26 de junio en la entidad estadounidense Bank of New York Mellon (BoNY). Y dice que ya no es suyo
. Pero el juez, Thomas Griesa, que dirime el contencioso de los “fondos buitre” contra el Gobierno argentino, bloqueó los 539 millones hasta que el Ejecutivo de Cristina Fernández no pagase los 1.500 millones de dólares que reclaman dos “fondos buitre”.
Se trata del fondo Aurelius y el NML Capital, y ambos forman parte del 7% de acreedores que no aceptaron ninguna quita en la deuda ni en la reestructuración de 2005 ni en la de 2010
. Y exigen cobrarla en su totalidad.
Decir que la Argentina está en default [suspensión de pagos] es una pavada atómicaAxel Kicillof, ministro argentino de Economía
Se reafirmó en su postura de siempre y trató de quitarle dramatismo al asunto
. "El mundo sigue andando y Argentina también", dijo( LLena su cara de Botox)y su dinera fuera de Argentina.
. Informó de que un grupo de cien académicos de Estados Unidos han pedido al Congreso de su país que intervenga para revertir la sentencia de Griesa. Aseguró que si hay un país viable ese es Argentina. Y apeló a la unidad de los 40 millones de argentinos.
Cristina Fernández, así como antes hicieron Jorge Capitanich y el ministro de Economía, Axel Kicillof, volvió a acusar de parcialidad al juez Griesa
. Criticó incluso a los banqueros argentinos que habían intentado alcanzar un acuerdo directo con los "fondos buitre", dijo que no son "héroes" y pidió que no engañen a la gente
. Y dejó bien claro que no acatará la sentencia que les obligaría a pagar a esos fondos unos 1.500 millones de dólares. Pero el Bank of New York Mello sí que la acata. Y eso es clave para valorar la situación.
El BoNY difundió este jueves un comunicado donde aclara que esos fondos están “sujetos a una orden de la Corte”
. O sea, a una orden del juzgado de Thomas Griesa
. El banco aclaró que “no tiene la obligación de gastar, adelantar o arriesgar su propio dinero porque podría ser objeto de demandas sobre el cumplimiento de sus funciones o en el ejercicio de cualquiera de sus funciones”.
En principio, los propietarios de bonos que se han visto impedidos de cobrar parte de esos 539 millones depositados por el Gobierno argentino podrían solicitar ahora que se aplique una “aceleración”, es decir, el pago total de la deuda, sin las rebajas que aceptaron en su día.
Un factor clave para saber hasta dónde llega el alcance del “impago selectivo”, será ver si se hacen efectivos los seguros contra impagos, los llamados Credit Default Swaps (CDS).
En medio de la incertidumbre que genera esta situación anómala, el juez convocó para este viernes a las once de la mañana de Nueva York una nueva audiencia a la que asistirán, al menos, los dos fondos litigantes.
Los mercados acogieron con pesimismo la noticia de la “suspensión de pago selectiva” o “engendro” que es como denominó el ministro de Economía a esta situación
. La Bolsa de Buenos Aires caía un 7,6%, la prima de riesgo (o riesgo país, como se le conoce en Argentina) subió un 13,9% y se situó en 622 puntos básicos y el valor de los bonos del estado descendía entre un 4,4% y un 7%.
31 jul 2014
Palestina, una mirada al origen del conflicto............................................................Del Blog Cultura
Inmigrantes judíos a bordo del Haganá intentan desembarcar en Haifa, 1920. / Fitzsimmons (AP)
Margen Protector, la tercera operación de castigo puesta en marcha por Israel contra Hamás desde que se inició el cerco de la Franja de Gaza en 2007, ha provocado una tragedia humanitaria que supera ya las 1.300 víctimas mortales palestinas, la mayoría de ellas civiles (entre ellas, muchos niños), en un nuevo intento israelí por acabar con la capacidad militar de las milicias islamistas. Asistimos al último capítulo bélico de un conflicto que echa sus raíces en las últimas décadas del siglo XIX, cuando Palestina era una provincia del imperio otomano y un sector del judaísmo europeo decidió que había de crear allí un estado judío.
En esas décadas finales del siglo XIX zozobra en muchas sociedades
europeas la asimilación de sus poblaciones judías, que una vez
emancipadas legalmente prosperan y alcanzan un lugar notable en muchos
ámbitos, lo cual genera un temor antisemita que provoca tensiones como
la del caso Dreyfus en Francia o los pogromos antijudíos
rusos en 1881 tras el asesinato del zar Alejandro II.
Como mecanismo de respuesta, coincidiendo con la aparición de los nacionalismos modernos que sacuden Europa del Este, surge el sionismo, el movimiento político que fundó Theodor Herlz, autor en 1896 de Der Judenstaat (El Estado de los Judíos) y que preconiza la creación de un estado judío que sirva de centro espiritual para la diáspor
. El I Congreso Sionista, celebrado en Basilea en 1897, aprueba una resolución que planea la creación de ese estado y, tras valorar anteriormente opciones como Uganda o la Patagonia, se decide que se ubique en Palestina.
En esos años bisagra del nuevo siglo se llevan a cabo las primeras aliyah (migraciones), que tienen un fuerte componente ruso y polaco, al calor de un eslogan tan falaz como el que acuñó Israel Zangwill:
“Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.
Palestina era una realidad muy diferente y muy viva en aquel momento.
Una población de medio millón de árabes, con 80.000 cristianos y 25.000 judíos en pacífica convivencia y étnicamente indiferenciables, habitaba 672 localidades con un sector agrícola respetable y una industria manufacturera en desarrollo.
Pero el proyecto sionista ya se había puesto en marcha y en paralelo a la llegada de colonos se compran tierras a propietarios árabes absentistas que no viven en Palestina. Hacia 1910 la población judía aumenta a 75.000 personas y controla 75.000 hectáreas de tierra.
Habrá que esperar al derrumbamiento del imperio otomano al acabar la I Guerra Mundial para que el potencial conflicto se haga realidad.
Con la guerra europea entran en juego los intereses de las potencias coloniales
. Gran Bretaña tiene en el Canal de Suez su punto neurálgico de comunicación con sus posesiones en el subcontinente indio.
El control del territorio al norte de Suez aseguraría la tranquilidad en el canal y los británicos quieren que árabes y judíos tomen las armas contra el dominador turco.
Para convencer a los árabes, mediante un lenguaje poco claro y calculado, Gran Bretaña les prometió la independencia en casi todo su territorio pero los judíos se llevaron algo mejor que promesas
. El ministro de Exteriores James Balfour entregó en noviembre de 1917 una carta al banquero Rothschild, cuya familia financió generosamente al sionismo, en la que se declara que “el Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y hará lo que esté en su mano para facilitar la realización de este objetivo…”.
Jinetes árabes durante la Gran Revuelta cerca de Nablús, 1938 / AP
Tras la Paz de Versalles y la creación de la Sociedad de Naciones, tiene lugar en abril de 1920 la Conferencia de San Remo que decide la concesión de los mandatos de Siria y Líbano a Francia y de Mesopotamia y Palestina a Gran Bretaña.
En el caso de Palestina se le hacía a Gran Bretaña responsable de aplicar la Declaración Balfour
. En este documento también se establecían garantías para las comunidades no judías, las cuales hacían inviable el programa máximo del sionismo, lo que unido todo ello a los intereses estratégicos británicos se convertía en un tremendo galimatías de muy difícil salida.
La administración británica estableció cuotas anuales a la entrada de inmigrantes judíos y se facilitó la creación de la Agencia Judía, un gobierno autónomo en toda regla que se hizo cargo de la comunidad hebrea y que aceptó todas las medidas de Londres que le favorecían, por cortas que fuesen, siempre que no les hiciesen renunciar a su objetivo final.
Gracias a Histadrut, la central sindical judía, y al Fondo Nacional, que les provee de tierras, más militantes sionistas se establecen en Palestina, y su implantación, aún destacando el idealismo de muchos de ellos, no carece de una dimensión colonialista favorecida por la metrópoli británica, que hace que se desprecie al autóctono con el fin de excusar y fomentar su expolio, como destaca Alain Gresh en Israel, Palestina – Verdades de un conflicto (Anagrama).
Enfrente, los árabes carecían de un liderazgo que ofreciese una alternativa sólida, con una serie de familias notables divididas por la influencia británica, que se encastillan en el todo o nada que no proporciona ninguna solución, pues ellos consideran un agravio que se hable de su derecho a compartir la tierra, y sólo en 1936 se deciden a crear un Alto Comité Árabe, equivalente a la entidad judía.
Pero las chispas ya han saltado y la frustración que se extiende entre el pueblo palestino desata revueltas y pogromos como los de 1929 en Jerusalén y en Hebrón, donde son asesinados 80 judíos.
La inestabilidad permanente acaba desembocando en la Gran Revuelta árabe entre 1936 y 1939. Desobediencia civil, huelgas y acciones de guerrilla tienen lugar contra la potencia mandataria británica que se ve apoyada por la comunidad judía.
En julio de 1937 se hace público el Informe Peel, una propuesta de arreglo que ya expresa la partición del territorio en dos zonas, árabe e israelí, y una franja central controlada por Londres
. Los palestinos rechazan indignados la propuesta y la revuelta vuelve a hervir, aprovechando que la tensión europea impide el traslado de tropas británicas a la zona de manera suficiente hasta después de la Conferencia de Múnich
. Finalmente Londres renuncia a la partición y la revuelta pierde fuelle aunque el Alto Comité Árabe anuncia la creación de un Gobierno nacional en el exilio.
En 1939 suenan tambores de guerra en Europa y Gran Bretaña no quiere enajenarse el apoyo árabe por lo que aprueba un Libro Blanco que restringe la inmigración judía y prohíbe la compra de tierras árabes, que es rechazado por el muftí Amin El Huseini, mientras el sionismo pone el grito en el cielo con poco éxito porque no tiene más remedio que acabar apoyando a los británicos frente a Hitler y el Tercer Reich.
La II Guerra Mundial aminora en parte las tensiones internas en Palestina pero nada se para.
La inmigración clandestina continúa y las milicias sionistas organizadas por David Ben Gurion en la Haganá, embrión del futuro ejército israelí, están bien consolidadas, mientras 30.000 hebreos que habitan Palestina luchan en el frente aliado adquiriendo destreza militar.
La postura británica, cerrada a admitir refugiados judíos del infierno que se está viviendo en Europa, hace que facciones armadas judías como Irgún, de Menajem Beguin, o Stern, de Isaac Shamir, se lancen desde febrero de 1944 a una campaña de atentados terroristas contra intereses británicos y árabes.
Cuando acaba la guerra en Europa y sale a la luz el horror del Holocausto que han sufrido los judíos en los campos de exterminio nazis, un gran número de víctimas quieren huir de Europa hacia Palestina pero Gran Bretaña mantiene el cierre y estos son devueltos a Europa o enviados a Chipre.
Durante unos meses la Haganá se une a la lucha armada contra los británicos, hasta que el grupo de Beguin comete en julio de 1946 en el Hotel Rey David, cuartel general militar y administrativo británico, un brutal atentado en su ala sur que se cobra un centenar de muertos [imagen superior del atentado por Hulton/Getty].
El sionismo deja de mirar a Gran Bretaña para hacerlo ahora hacia EE UU, y Truman en octubre de 1946 pide públicamente que se lleve a cabo la partición de Palestina.
En febrero de 1947 Londres reconoce su fracaso anunciando el fin del mandato para julio de 1948 y decide someter la cuestión palestina a las Naciones Unidas.
La comisión creada al efecto traza un plan de partición que es sometido a la Asamblea General de la ONU y aprobado en noviembre de 1947 en la resolución 181: el estado judío ocupará el 55% de Palestina, con medio millón de judíos y 400.000 árabes, y el estado árabe, el resto con 700.000 árabes y unos miles de judíos
. Jerusalén queda aparte con una población paritaria de 200.000 personas. Ben Gurion da el visto bueno al plan por puro tacticismo y el 14 de mayo de 1948 proclama la creación del estado de Israel [fotografía a la izquierda de la proclamación por AFP]. Como afirma M. Á. Bastenier en La Guerra de siempre (Península), “el Holocausto del pueblo judío será un poderoso elemento de convicción para que Europa obre en favor de la instauración del estado sionista como forma de conjurar sus propios demonios interiores”.
La conciencia de culpabilidad occidental sobre el genocidio hará que los palestinos acaben pagando el precio de un crimen que no habían cometido.
El rechazo palestino a la división de su patria ya no tiene receptor y por la fuerza de las armas y el terror durante unos meses el sionismo lleva a cabo la expulsión de más de 700.000 árabes y 400 aldeas son arrasadas.
Es la Nakba, la catástrofe, el comienzo de la pesadilla para un pueblo de la que todavía no ha despertado, como pueden atestiguar estos días los palestinos gazatíes.
Como mecanismo de respuesta, coincidiendo con la aparición de los nacionalismos modernos que sacuden Europa del Este, surge el sionismo, el movimiento político que fundó Theodor Herlz, autor en 1896 de Der Judenstaat (El Estado de los Judíos) y que preconiza la creación de un estado judío que sirva de centro espiritual para la diáspor
. El I Congreso Sionista, celebrado en Basilea en 1897, aprueba una resolución que planea la creación de ese estado y, tras valorar anteriormente opciones como Uganda o la Patagonia, se decide que se ubique en Palestina.
En esos años bisagra del nuevo siglo se llevan a cabo las primeras aliyah (migraciones), que tienen un fuerte componente ruso y polaco, al calor de un eslogan tan falaz como el que acuñó Israel Zangwill:
“Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”.
Palestina era una realidad muy diferente y muy viva en aquel momento.
Una población de medio millón de árabes, con 80.000 cristianos y 25.000 judíos en pacífica convivencia y étnicamente indiferenciables, habitaba 672 localidades con un sector agrícola respetable y una industria manufacturera en desarrollo.
Pero el proyecto sionista ya se había puesto en marcha y en paralelo a la llegada de colonos se compran tierras a propietarios árabes absentistas que no viven en Palestina. Hacia 1910 la población judía aumenta a 75.000 personas y controla 75.000 hectáreas de tierra.
Habrá que esperar al derrumbamiento del imperio otomano al acabar la I Guerra Mundial para que el potencial conflicto se haga realidad.
Con la guerra europea entran en juego los intereses de las potencias coloniales
. Gran Bretaña tiene en el Canal de Suez su punto neurálgico de comunicación con sus posesiones en el subcontinente indio.
El control del territorio al norte de Suez aseguraría la tranquilidad en el canal y los británicos quieren que árabes y judíos tomen las armas contra el dominador turco.
Para convencer a los árabes, mediante un lenguaje poco claro y calculado, Gran Bretaña les prometió la independencia en casi todo su territorio pero los judíos se llevaron algo mejor que promesas
. El ministro de Exteriores James Balfour entregó en noviembre de 1917 una carta al banquero Rothschild, cuya familia financió generosamente al sionismo, en la que se declara que “el Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y hará lo que esté en su mano para facilitar la realización de este objetivo…”.
Jinetes árabes durante la Gran Revuelta cerca de Nablús, 1938 / AP
Tras la Paz de Versalles y la creación de la Sociedad de Naciones, tiene lugar en abril de 1920 la Conferencia de San Remo que decide la concesión de los mandatos de Siria y Líbano a Francia y de Mesopotamia y Palestina a Gran Bretaña.
En el caso de Palestina se le hacía a Gran Bretaña responsable de aplicar la Declaración Balfour
. En este documento también se establecían garantías para las comunidades no judías, las cuales hacían inviable el programa máximo del sionismo, lo que unido todo ello a los intereses estratégicos británicos se convertía en un tremendo galimatías de muy difícil salida.
La administración británica estableció cuotas anuales a la entrada de inmigrantes judíos y se facilitó la creación de la Agencia Judía, un gobierno autónomo en toda regla que se hizo cargo de la comunidad hebrea y que aceptó todas las medidas de Londres que le favorecían, por cortas que fuesen, siempre que no les hiciesen renunciar a su objetivo final.
Gracias a Histadrut, la central sindical judía, y al Fondo Nacional, que les provee de tierras, más militantes sionistas se establecen en Palestina, y su implantación, aún destacando el idealismo de muchos de ellos, no carece de una dimensión colonialista favorecida por la metrópoli británica, que hace que se desprecie al autóctono con el fin de excusar y fomentar su expolio, como destaca Alain Gresh en Israel, Palestina – Verdades de un conflicto (Anagrama).
Enfrente, los árabes carecían de un liderazgo que ofreciese una alternativa sólida, con una serie de familias notables divididas por la influencia británica, que se encastillan en el todo o nada que no proporciona ninguna solución, pues ellos consideran un agravio que se hable de su derecho a compartir la tierra, y sólo en 1936 se deciden a crear un Alto Comité Árabe, equivalente a la entidad judía.
Pero las chispas ya han saltado y la frustración que se extiende entre el pueblo palestino desata revueltas y pogromos como los de 1929 en Jerusalén y en Hebrón, donde son asesinados 80 judíos.
La inestabilidad permanente acaba desembocando en la Gran Revuelta árabe entre 1936 y 1939. Desobediencia civil, huelgas y acciones de guerrilla tienen lugar contra la potencia mandataria británica que se ve apoyada por la comunidad judía.
En julio de 1937 se hace público el Informe Peel, una propuesta de arreglo que ya expresa la partición del territorio en dos zonas, árabe e israelí, y una franja central controlada por Londres
. Los palestinos rechazan indignados la propuesta y la revuelta vuelve a hervir, aprovechando que la tensión europea impide el traslado de tropas británicas a la zona de manera suficiente hasta después de la Conferencia de Múnich
. Finalmente Londres renuncia a la partición y la revuelta pierde fuelle aunque el Alto Comité Árabe anuncia la creación de un Gobierno nacional en el exilio.
En 1939 suenan tambores de guerra en Europa y Gran Bretaña no quiere enajenarse el apoyo árabe por lo que aprueba un Libro Blanco que restringe la inmigración judía y prohíbe la compra de tierras árabes, que es rechazado por el muftí Amin El Huseini, mientras el sionismo pone el grito en el cielo con poco éxito porque no tiene más remedio que acabar apoyando a los británicos frente a Hitler y el Tercer Reich.
La II Guerra Mundial aminora en parte las tensiones internas en Palestina pero nada se para.
La inmigración clandestina continúa y las milicias sionistas organizadas por David Ben Gurion en la Haganá, embrión del futuro ejército israelí, están bien consolidadas, mientras 30.000 hebreos que habitan Palestina luchan en el frente aliado adquiriendo destreza militar.
La postura británica, cerrada a admitir refugiados judíos del infierno que se está viviendo en Europa, hace que facciones armadas judías como Irgún, de Menajem Beguin, o Stern, de Isaac Shamir, se lancen desde febrero de 1944 a una campaña de atentados terroristas contra intereses británicos y árabes.
Cuando acaba la guerra en Europa y sale a la luz el horror del Holocausto que han sufrido los judíos en los campos de exterminio nazis, un gran número de víctimas quieren huir de Europa hacia Palestina pero Gran Bretaña mantiene el cierre y estos son devueltos a Europa o enviados a Chipre.
Durante unos meses la Haganá se une a la lucha armada contra los británicos, hasta que el grupo de Beguin comete en julio de 1946 en el Hotel Rey David, cuartel general militar y administrativo británico, un brutal atentado en su ala sur que se cobra un centenar de muertos [imagen superior del atentado por Hulton/Getty].
El sionismo deja de mirar a Gran Bretaña para hacerlo ahora hacia EE UU, y Truman en octubre de 1946 pide públicamente que se lleve a cabo la partición de Palestina.
En febrero de 1947 Londres reconoce su fracaso anunciando el fin del mandato para julio de 1948 y decide someter la cuestión palestina a las Naciones Unidas.
La comisión creada al efecto traza un plan de partición que es sometido a la Asamblea General de la ONU y aprobado en noviembre de 1947 en la resolución 181: el estado judío ocupará el 55% de Palestina, con medio millón de judíos y 400.000 árabes, y el estado árabe, el resto con 700.000 árabes y unos miles de judíos
. Jerusalén queda aparte con una población paritaria de 200.000 personas. Ben Gurion da el visto bueno al plan por puro tacticismo y el 14 de mayo de 1948 proclama la creación del estado de Israel [fotografía a la izquierda de la proclamación por AFP]. Como afirma M. Á. Bastenier en La Guerra de siempre (Península), “el Holocausto del pueblo judío será un poderoso elemento de convicción para que Europa obre en favor de la instauración del estado sionista como forma de conjurar sus propios demonios interiores”.
La conciencia de culpabilidad occidental sobre el genocidio hará que los palestinos acaben pagando el precio de un crimen que no habían cometido.
El rechazo palestino a la división de su patria ya no tiene receptor y por la fuerza de las armas y el terror durante unos meses el sionismo lleva a cabo la expulsión de más de 700.000 árabes y 400 aldeas son arrasadas.
Es la Nakba, la catástrofe, el comienzo de la pesadilla para un pueblo de la que todavía no ha despertado, como pueden atestiguar estos días los palestinos gazatíes.
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