La estatua de Cabiria, arena y cactus de las películas del oeste de
Sergio Leone, un inmenso elefante al más puro estilo de Bollywood, la
Nueva York de los años veinte y las cloacas romanas. Cartón piedra,
resina, fuentes y lagos, montañas rusas.
El pasado jueves abrió a las
puertas de
Roma Cinecittà World, el primer parque de diversión en Italia dedicado al cine. 25 hectáreas con
atracciones, teatros, restaurantes y mucha vegetación.
En las intenciones de los dueños, el Italian Entertainment Group (IEG),
el recinto debe servir también a insuflar algo de vida a los míticos
pero agonizantes estudios que la sociedad controla en la vía Tuscolana,
25 kilómetros más al norte.
"Nuestro parque no es un lugar de diversión impuesta, es un remanso
donde cada uno construye su sueño", comenta Emmanuel Gout, presidente y
consejero delegado de Cinecittà World.
"Es la declinación de la
excelencia y de la maestría italiana en todas sus formas", argumenta
mientras señala uno por uno los detalles que tras tres años de obras
secretísimas han llevado a la apertura: "¿Ve? Aquí en el pueblo Western
resuena la música de Morricone, hay balas y marcas de hierros de
caballos en el suelo, la vegetación son cactus y se comen hamburguesas"
.
Cada área se caracteriza como si estuviera hospedando el rodaje de una
película.
Pasan actores caracterizados, falsos directores y los
visitantes pueden participar. "Puedes decidir ser figurante en un
remake de
Los intocables o
Gangs of New York,
depende de tus recuerdos y cariños cinematográficos
. O puedes subirte a
las montañas rusas que se tuercen simulando un viaje al infierno de
Dante o una incursión en el espacio", se entusiasma Gout.
Y los niños
pueden perderse en el Sognalabio, una zona donde inventan su propia
historia: "Queríamos fabricar —resume el presidente italofrancés— un
homenaje al cine que es el arte de crear mundos paralelos, de poner en
escena y hacer concretos, aunque de forma efímera, los sueños".
"Me divertí muchísimo proyectando este parque", exclama Dante
Ferretti, escenógrafo italiano.
No dudó en aceptar la propuesta de los
accionistas de IEG, entre otros el empresario Luigi Abete, el dueño de
Tod's Diego Della Valle, y la familia de productores De Laurentiis.
Ahora, con 71 años, más de 50 películas en su currículo —la más reciente
es
Silence, lo nuevo de
Scorsese—
y tres estatuillas del Oscar en las estanterías de casa, parece un niño
con zapatos nuevos. "Entiendo mi trabajo como un servicio a la magia
del séptimo arte.
Me enamoré de la gran pantalla con 13 años. En mi
pueblo cerca de Roma no había nada salvo un cine. Le robaba 30 liras a
mi padre y le contaba que iba a estudiar donde un amigo.
En realidad, me
encerraba en la sala, a oscuras, fascinado por las escenografías que me
atraían en un mundo otro, lejano, donde todo podía pasar. Con mi labor
intento regalar el mismo efecto. El parque lo logra".
El objetivo del Italian Entertainment Group, que invirtió 250
millones, es alcanzar un millón y medio de visitantes en 2015 y un
facturado de 55 millones.
"El parque se desarrolla mucho también en
espacios cubiertos, así que abrimos todo el invierno y si llueve no pasa
nada", dice Gout.
El billete cuesta 29 euros, 23 para los menores de 10
años, aunque 2 adultos y dos niños pagan 95. Desde el centro de Roma
hay lanzaderas que acompañan a los aficionados de cine o de montañas
rusas.
Aquellos grandes rodajes
Inaugurado por
Benito Mussolini el
28 de abril de 1937
para que Italia —o el régimen fascista, que entonces era casi lo mismo—
tuviese un lugar para aumentar la producción cinematográfica, durante
la
Segunda Guerra Mundial el estudio fue destrozado por los bombardeos aliados
. Al finalizar el conflicto se convirtió durante dos años en
campo para desplazados hasta que, reconstruido, volvió a su uso original.
En los cincuenta y sesenta albergó las grandes superproducciones estadounidenses:
Quo vadis? (1951),
Helena de Troya (1956),
Ben-Hur (1959),
El tormento y el éxtasis
(1965)...
A su vez, los grandes directores italianos también la usaban
como plató: el que más la disfrutó fue Federico Fellini en títulos como
La dolce vita (1960),
Satyricon (1969) o
Casanova (1976). También Franco Zeffirelli filmó allí
Romeo y Julieta (1968) o
La traviata (1982).
Los grandes cineastas estadounidenses han seguido filmando allí: Francis Ford Coppola rodó
El padrino III (1990), Martin Scorsese reconstruyó el Nueva York de
Gangs of New York (2002) y Wes Anderson buceó su
Life aquatic (2004). No todo es glamur: en Cinecittà está la casa de
Grande fratello, la versión italiana de
Gran hermano.
Veinticinco kilómetros más al norte y más en el interior, en otra
periferia que roza la ciudad eterna, surgen los históricos
establecimientos de Cinecittà
. Cuarenta minutos de carreteras, cruces y
atascos, hasta la vía Tuscolana, que desde el flamante resplandor del
Parque parecen un viaje en el tiempo.
Un viaje atrás en el tiempo.
Cinecittà huele a quemado.
Tanto que uno de los niños que visitan los
estudios se lo hace notar a gritos a sus compañeros: “Mirad, ¡está
ardiendo eso!”
. En realidad, el incendio se ha producido fuera del
conjunto, por mucho que el olor penetre en sus jardines.
Pero la duda es
legítima ya que en los últimos años los teatros han sufrido varios
ataques de las llamas.
Y, aunque el incendio real hoy esté fuera, hay
otro, quizás más dañino, que está quemando Cinecittà por dentro: alarmas
sobre su desaparición y ataques entre la dirección y los empleados
arden en el corazón de una de las mayores casas de producción de cine de
Europa.
De hecho, hace tiempo que Cinecittà dejó de fabricar sueños.
Hoy en
día el 60% de su facturación procede de las televisiones.
Y de las 60
películas al año que se rodaban en los teatros romanos poco después de
que Mussolini los inaugurara, en 1937, apenas queda una docena.
La casa
que acogió
Ben-Hur y enamoró a Fellini parece haber perdido su hechizo.
“Ofrecemos servicios a quienes producen las películas.
De ahí que
nuestra dificultad se deba a la de la industria.
La capacidad del cine
italiano de contribuir a la rentabilidad de Cinecittà hoy día es mínima
.
Las producciones extranjeras sí podrían pero faltan los incentivos
fiscales”, ataca Giuseppe Basso, director general de Cinecittà Studios,
la compañía a la que el Estado italiano, propietario de Cinecittà,
asignó la gestión de los estudios en 1997.
En su ayuda, hace pocas
semanas, acudió el decreto Cultura del Gobierno de Renzi: las
producciones podrán recibir de vuelta el 25% del dinero gastado en
Italia —al igual que antes— pero el límite para las devoluciones sube de
cinco a 10 millones.
Al fin y al cabo, y más allá del parque, Basso considera que el
regreso del cine internacional es la única manera de salvar Cinecittà.
Y
de convertir en activos los demasiados rojos del balance.
Por las
pérdidas, que en 2012 ascendieron a 5,6 millones, y por otra mega
producción que se rueda desde entonces: la guerra con los trabajadores.
Ese año IEG, que también es dueño de Cinecittà Studios, presentó un plan
de modernización con el que cedió a compañías externas parte de sus
servicios y que prevé, entre otras cosas, la construcción de un hotel
con piscina en los estudios.
"Presentamos un proyecto para ampliar Cinecittà porque si llega una
producción internacional, que suele ocupar más teatros a la vez, hoy no
hay sitio, no tenemos los espacios adecuados", dijo el presidente del
IEG, Luigi Abete, inaugurando Cinecittà World, "Confiamos en que 2015
pueda ser el año del relanzamiento de los estudios".
Hay dos factores
que le dan optimismo al empresario italiano: el decreto de Cultura y el
nuevo parque de diversión.
"El ministro de Cultura, Dario Franceschini,
promovió la medida para atraer las productoras internacionales.
Para
volver a hacer cine en nuestros platos hay que ser competitivos para
ellos, en términos de infraestructuras pero también a nivel económico".
Por su lado, las ostentosas puestas en escenas y el cuidado italiano en
el detalle del parque deben servir como medicamento para los estudios de
la vía Tuscolana. como el hechizo, el sueño que promete a sus
visitantes
. "Es la demostración de que cuando podemos hacemos las cosas
de forma impecable", sentencia Gout.
Para los sindicatos, en cambo, es otro indicio del desmantelamiento,
de que los inversores prefieren apostar por otro camino.
“No estamos en
contra del parque temático o del hotel. Pero primero pedimos que IEG
demuestre que quiere revitalizar los estudios y atraer producciones”,
asegura Alberto Manzini.
El responsable sindical subraya que Cinecittà
Studios debe al Estado varios millones por el alquiler de los estudios
que hace años que no paga y recuerda la promesa rota que abrió la caja
de Pandora: ministerio de Cultura e IEG se comprometieron a invertir
siete millones a cambio de fuertes reducciones salariales.
La plantilla
cumplió, las instituciones no.
Sin embargo, el hotel de la discordia servirá, según Basso, para
acoger a los equipos que rueden en Cinecittà.
El director atribuye las
críticas al “conservadurismo” sindical, aunque cineastas como Ettore
Scola también se han manifestado
contra la supuesta desaparición de los estudios.
Entre otras esperanzas, Cinecittà se agarra a una negociación con la
RAI, la televisión pública, para que instale allí permanentemente varias
de sus producciones. Y, luego, el ministro Franceschini pretende
levantar en los estudios el primer museo nacional del cine italiano
.
Aunque, a juzgar por las palabras de Manzini, puede que el proyecto ya
se encuentre con un antecesor: “Cinecittà corre el riesgo de convertirse
en un museo al aire libre”.
"Es justo al revés", considera Gout, que rechaza no solo el mérito de
las críticas, sino el planteamiento entero, en esta batalla entre dos
bandos que se mandan señales desde las trincheras pero no consiguen
entablar un diálogo.
Los trabajadores no se fían y defienden la
posición. Los emprendedores intentan volver a ganar, atacando. "No
podemos hablar solo el lenguaje de la nostalgia: ¡qué bonito cuando
estaba Fellini! ¡Qué bien estábamos antaño! Conservar el pasado es
imposible", dice Gout.
"Todo esto —ensancha los brazos y los ojos le
revolotean— es una señal que lanzamos a las productoras: Cinecittà sigue
viva, más que nunca cultiva y aplica su tradición de hacer bien las
cosas, la maestría artesanal y el genio para soluciones inéditas,
originales.
Para alcanzar unr resultado perfecto
. Queremos comunicar
entusiasmo y orgullo, nada de resignación". Ennio Morricone y Dante
Ferretti —su nombre, sus
oscars y su profesionalidad—
certifican esta declaración de intenciones:
"Puse en el parque toda mi
vida", se emociona el escenógrafo, "Cada rinconcito es un recuerdo de
esta vida mía, dedicada a crear la ficción para que parezca real.
O a
hacer verdad la ficción.
Lo que hemos aprendido nos sirve para
enfrentarnos al futuro con garras.
Volver a asociar al nombre de
Cinecittà a algo vivo, productivo y lleno de gente es un hecho positivo.
Me hace ilusión"
. El parque temático como antídoto. Como cura.
Mientras
entra en círculo la medicina, Ferretti deja las estatuillas en su casa
romana y prepara la maleta para Taiwan
. Scorsese no espera.