Tenemos una idea tópica de la sexualidad del antiguo Egipto que se basa en buena parte en los pasajes libidinosos del
Sinuhé
de Mika Waltari -Nefernefer desnuda en el estanque-, en el rotundo
escote de la voluptuosa Cleopatra de Elizabeth Taylor y en las novelas
de Terenci Moix, donde no es raro que un esclavo aspire a libar en la
flauta del faraón
. Incluso los filmes de momias tienen un componente
erótico -recuérdese el concupiscente papel de Patricia Velásquez como la
sucintamente vestida Anck-su-namun en
The mummy II-
. Apoyada
en ingredientes como ésos, ha prevalecido la idea popular de que la
civilización de la época de los faraones tenía, en extraña combinación
con la obsesión por la muerte y el más allá y un sentido sumamente
espiritual de la existencia, un alto componente de lascivia e impudicia,
como atestiguarían, por otra parte, las imágenes arqueológicas de
bailarinas semidesnudas, princesas con ropas transparentes y dioses
itifálicos.
Pero ¿cómo eran en realidad los antiguos egipcios en ese aspecto tan
íntimo de su cultura?,
¿cómo eran, por decirlo de forma abierta, en la
cama? ¿Una gente tórrida como su clima?
Resulta difícil meterse en las
alcobas de un pueblo desaparecido y el tema ha sido muy poco tratado, a
lo que no es ajeno el puritanismo de una disciplina que ha estado en
manos de los egiptólogos anglosajones
. Existe una monografía canónica,
Sexual life in ancient Egypt,
de Lise Manniche (1987), y en nuestro país un desenfadado libro, con
mucha información, del doctor en Historia Antigua por la Complutense
José Miguel Parra Ortiz,
Vida amorosa en el antiguo Egipto
(Aldebarán, 2001).
En todo caso, el dibujo que aparece a través de los
escasos indicios ofrece una realidad muy distinta al cliché popular.
Ante la escasez de investigaciones en este terreno, resulta muy
interesante la que está realizando en la actualidad el estudioso catalán
Marc Orriols sobre la iconografía erótica del antiguo Egipto y que ha
presentado en el III Congreso Ibérico de Egiptología, clausurado el
viernes en La Laguna (Tenerife) y en el que, bajo los auspicios de la
Universidad de La Laguna, su Centro de Estudios Africanos y el Instituto
de Astrofísica de Canarias, se ha dado cita la
crème de los
egiptólogos españoles. Orriols, que trabaja básicamente con la época del
Imperio Nuevo, se ha centrado en el análisis de la cópula
a tergo
que aparece especialmente representada en los famosos ostracas
(fragmentos de piedra caliza con bocetos informales dibujados) y
grafitos del poblado de constructores de tumbas de Deir el Medina.
A tergo?
"Bien, por detrás pero por vía vaginal", explica el investigador con el
tono más neutro de que es capaz.
"Disponemos de muy pocas
representaciones de la cópula humana en la iconografía egipcia y la que
aparece con más frecuencia es esa posición con el hombre penetrando a la
mujer así.
Eso ha llevado a suponer que se trataba de una práctica
habitual, quizá la forma característica de
hacerlo en el antiguo Egipto".
El antes citado Parra es, precisamente, uno de los que sostienen, en
su libro, que los egipcios tenían esa inclinación (y valga la palabra).
"Sin embargo, cuando me puse a estudiar el tema", dice Orriols, "me
sorprendió que en el célebre análisis de la conducta sexual de 190
culturas humanas de Beach y Ford
(Patterns of sexual behavior, 1955), no aparecía ninguna en la que fuera preponderante la cópula
a tergo.
¿Por qué iba a ser una posición canónica entonces en el Egipto
faraónico?
Creo que hay que buscar otras explicaciones, otra forma de
ligar cultura y práctica
. Mi idea es que esas representaciones no
plasman en realidad cópulas
a tergo sino en su mayoría sexo anal".
Orriols se ha centrado en el estudio de la cópula 'a tergo', por detrás
Orriols considera que se trataría no de escenas sensuales sino de algún tipo de humillación, de demostración de poder sobre el
partenaire
(la sodomización lo era en el Egipto faraónico; pasividad = debilidad) y
que los protagonistas serían ambos masculinos en una proporción mayor
de lo que parece.
Entonces, si los egipcios no lo hacían mayoritariamente
a tergo,
¿cómo lo hacían? ¿Tenían alguna preferencia? "La verdad es que no lo
sabemos", reconoce Orriols
. "Lo que es significativo es lo poco que
aparece el acto sexual en general en el mundo egipcio, antes de la época
grecorromana.
Disponemos de una relativamente abundante iconografía en
lo referente al acto sexual entre divinidades pero poquísima en el
ámbito humano, poco más de una treintena de cópulas en total".
Ciertamente, los egipcios contaban en su panteón con el dios Min, en
perpetua erección; Hathor podía ser bastante desinhibida, y Geb y Nut y
Osiris e Isis (cada pareja por su lado) lo
hacen de manera recurrente en imágenes por todo Egipto.
Pero se trataba de coyundas sagradas.
En cambio, del ámbito privado, cotidiano, explica Orriols, "tenemos
muy poca cosa, los ostracas, algún grafito como el de Uadi Hammamat.
Y
tenemos el excepcional papiro erótico de Turín, de época ramésida, en el
que aparecen dibujadas una serie de encuentros sexuales muy explícitos
entre hombres mayores con grandes penes y mujeres jóvenes en lo que se
ha interpretado a menudo como escenas de un burdel".
En el papiro hay
nueve escenas de cópulas, tres por cierto
a tergo. "Los rasgos
de hombres y sus desmesurados miembros y las posturas acrobáticas de las
mujeres sugieren que estamos ante una pieza satírica, pero la verdad es
que no conocemos el propósito del papiro, que es un ejemplar único".
Parra, que también ha participado en el congreso -con una
comunicación sobre un asunto tan de actualidad como la violencia
doméstica (pero en el contexto del antiguo Egipto)-, opina que el papiro
de Turín podría recoger el recuerdo de un personaje de sus vivencias en
un lupanar, encargado por él para su solaz personal.
La felación no está documentada aún, si exceptuamos a algún dios muy elástico
Aparte de la cópula
a tergo, está acreditada en Egipto la
posición del misionero, pero "sólo en dos escenas, una de ellas dudosa"
(?), dice Orriols
. La otra, con una chica en la cama y un hombre arriba
penetrándola, "parece ser un determinativo", un signo de la escritura
jeroglífica y no una imagen erótica propiamente dicha.
También existe
alguna representación de lo que parece sexo en pie.
En los textos asoman
algo de fetichismo, algunas alusiones a pedofilia,
chaperismo y
zoofilia
. Poco más. Nada que se pueda comparar a la proliferación de
escenas sexuales en Grecia o Roma (piénsese en la desvergonzada
Pompeya)
. La felación no está documentada aún -si exceptuamos que algún
dios muy elástico se la hacía a sí mismo-, mal que le pudiera pesar al
querido Terenci.
¿Eran pues un pueblo pacato los egipcios? "En contra del cliché, yo
creo que sí", señala Orriols. "Eran explícitos en textos sagrados pero
no, en general, en los profanos.
Si no existiera alguna especie de tabú,
la cópula aparecería representada gráficamente de manera más abundante y
oficial.
Por ejemplo, en el contexto funerario". La fama de descocados
de los egipcios "les viene de las fuentes clásicas grecolatinas que
imaginaron Oriente como lugar de lujo y lujuria". La propaganda romana
contra Cleopatra, tachándola de libertina, también puso su grano de
arena.
"Los egipcios iban poco vestidos por el calor y el desnudo es
habitual en la representación de los trabajadores.
Eso puede resultar
erótico para nosotros pero seguramente no lo era para ellos. Sucede lo
mismo con las transparencias de los vestidos
. Quizá la marcada
sexualización de las mujeres tenía algún significado relacionado con la
fertilidad más que con el erotismo". Todo ello no quiere decir que para
los egipcios el sexo tuviera connotaciones pecaminosas en el sentido
judeocristiano.
El acto sexual con penetración -follar, vamos- no
presentaba, según explica Lynn Meskell en su estupendo
Private life in New Kingdom Egypt (2002) connotación ninguna, ni positiva ni negativa.
Se lo denominaba
nk.
Así que ahí queda el término, para seguir dándole vueltas.