Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 jul 2014

La inteligencia objetiva de DiCaprio................................................................ Tom C. Avendaño

El actor fue proclamado esta semana el famoso más inteligente de Twitter.

 

Leonardo DiCaprio. / People Press/OIC / Cordon Press KPP/OIC

♦ Las grandes mentes de Twiter. Leonardo DiCaprio fue proclamado esta semana el famoso más inteligente de Twitter, encabezando, con un 7,5 sobre 10, una lista, en la que la web de la revista TIME, nombraba a las 50 celebridades de cerebro supuestamente más privilegiado dentro de la red social
. Es una lista curiosa. Está el brillante escritor, cómico y presentador de televisión británico Stephen Fry (6,3), por ejemplo, pero cuatro puestos por debajo de Paris Hilton (6,4). Los músicos Pitbull y Eminem comparten nota, 6,1: solo una raspada centésima por debajo de la autora de Harry Potter, J. K. Rowling (6,2), y a dos de Stephen Colbert (6,3), uno de los cómicos más respetados en Estados Unidos. Solo se menciona a un actor, Kevin Spacey, en el undécimo puesto (6,5)
. Y una mujer en el segundo puesto, con un 7,3, que no tiene carrera profesional definida más allá de llamarse Pattie Mallette y ser la madre de Justin Bieber.
Hay, no obstante, un detalle que salva a esta lista de ser el dislate que aparenta ser
. Su objetivo no es medir la inteligencia que se desprende de los tuits de estos famosos elegidos supuestamente al azar, sino algo más objetivo: el nivel del lenguaje que usan.
♦ El valor de una esdrújula. La puntuación utilizada en la lista era la llamada nota SMOG, una fórmula que pretende medir la legibilidad de una frase en inglés y que determina qué nivel de estudios son necesarios para entenderla.
 Tiene su aquel de objetividad y se usa desde los setenta para asegurarse que los textos médicos se entiendan.
 Pero en esta ocasión el resultado es mucho más entretenido porque, entre otras cosas, ayuda a derribar prejuicios
. La cuenta de Obama, por sacar a gente que TIME no considera celebritie, usa un lenguaje propio de octavo curso (segundo de ESO en España), más que el novelista Bret Easton Ellis y lo mismo que la madre de Justin Bieber, una mujer que no acabó secundaria. La de Hillary Clinton tiene un nivel de cuarto, al igual que la de Miley Cyrus o Charlie Sheen.
♦ Pasa, palabra. Probablemente haya una moraleja aquí sobre la irrelevancia universal que tiene el lenguaje empleado por un famoso sobre la imagen que este proyecta (porque hablamos de imagen, no debería importar que muchos de estos tuits los redacten profesionales, no los famosos).
Pero aceptar esta lista exige aceptar un penoso trauma generacional: que Paris Hilton escribe objetivamente mejor que la autora de Harry Potter.

Terrazas de hotel y palmeras de Matisse...............................Arturo Pérez Reverte

Terrazas de hotel y palmeras de Matisse

Tuve la suerte de criarme en una casa con biblioteca. Incluyendo abuelos y abuelas, en casas con biblioteca. Y en cierto modo se repartían los géneros: la de mis abuelos paternos abundaba en libros de Historia, grandes novelistas del XIX y principios del XX, novelas de folletín tipo Dumas, Hugo, Sue, Féval y Zevaco -heredadas de una bisabuela y leídas por tres generaciones- y volúmenes de revistas ilustradas como La Esfera, La Ilustración y Buen Humor. No recuerdo haber visto nunca allí un libro publicado después de 1936; todos eran libros «de antes de la guerra», como decían entonces las personas mayores. 
La biblioteca de mi abuela materna era más actual.
 Allí leí a Hemingway, a John Dos Passos, a los Mann, a Stephan Zweig y a Scott Fitzgerald, entre otros. Y como esa abuela, que se llamaba María Cristina, vivía con una hermana solterona -la tía Pura- que tenía gustos literarios propios, la biblioteca contaba con una importante sección dedicada a novela policíaca -Hammet, Chandler, George Harmon Coxe, Agatha Christie, Eric Ambler: recuerdo como el paraíso cierto armario ropero repleto de ellos- y otra a los grandes bestseller de entonces, lo que incluía desde Vicky Baum, Frank Slaugther o Frank Yerby hasta Blasco Ibáñez, Graham Greene o Somerset Maugham. Algunos de estos libros traían en la contratapa fotografías de los autores
. Y esas fotos marcaban la idea que yo tenía entonces de un escritor de éxito: alguien que, en la terraza de una villa o un hotel de lujo con vistas al Caribe o al Mediterráneo, al Paseo de los Ingleses, a las villas de la Costa Azul, Capri o Corfú, escribía su novela con una estilográfica Montblanc o Parker Duofold sobre una mesa de la que aún no habían retirado el desayuno. 
Siempre afirmo -y no siempre me creen- que nunca tuve intención de ser novelista.
 Lo mío es accidental. Aquella imagen del autor de El filo de la navaja en albornoz, escribiendo con el fondo de las palmeras de Matisse, estaba lejos de mis aspiraciones. 
Los hoteles que yo quería eran de otra clase: se llamaban Continental de Saigón, Aletti de Argel, Commodore de Beirut, tenían muros picados de metralla y ventanas rotas, aparecían en Paris Match y en los telediarios, y eran frecuentados por reporteros -Jean Lartéguy, Oriana Fallaci, Pierre Schoendoerfer- cuyas vidas yo deseaba compartir.
 Hasta que al fin lo hice; y también, mochila al hombro, fui habitual de esos hoteles desde principios de los años 70.
 Sus terrazas no eran las del Negresco, el Danieli o el Vittoria; pero desde ellas vi a críos de quince años recibir con lanzagranadas a los Merkava israelíes en la carretera de Tiro; vi el cielo de Kuwait negro de humo de petróleo en llamas; bailé un bolero con una cantante chadiana a cincuenta pasos de la orilla de un río llena de cadáveres recién ejecutados; y, cómodamente sentado después de una buena cena, vi arder Dubrovnik con el rojo de los incendios reflejándose en los cubitos de hielo que tintineaban en mi copa. 
Ahora, con todo eso en la memoria, escribo novelas. 
O más bien las escribo con la mirada que aquella vida me dejó, interpretada a la luz de los libros que leí. 
Y sí. Con el tiempo, la buena suerte que siempre me acompañó en las bibliotecas y en la vida hizo posible lo que nunca busqué: que yo también me viese, al cabo, corrigiendo manuscritos en terrazas de hoteles lujosos, con palmeras de Matisse al fondo, o lo que equivalga a eso.
 Las mismas, quizás, que salían en las fotos de Somerset Maugham o Graham Greene que ilustraban los libros de mi tía Pura. 
Sin embargo, después de treinta años escribiendo novelas, sé que aquellas imágenes no mostraban la vida real de un escritor.
 Eran anécdotas comerciales, trofeos gráficos de algo más complejo, duro y gris: el trabajo metódico, agotador, de días y meses y años.
 La suma de voluntad y tenacidad que supone escribir una novela en la que intentas que todo esté como Dios manda
. Las incertidumbres y esfuerzos solitarios sin cámaras ni desayunos con glamour, a solas contigo y con tu historia; sumando folio tras folio, tachando, corrigiendo, llevando sobre el papel, para que otros puedan hacerla suya, la historia por contar que tienes en la cabeza.
 Con café, aspirinas, cigarrillos para quien los fuma. Con mucho trabajo.
 Uno o dos años de tu vida y tu salud, para una aventura que no sabes qué suerte correrá cuando otros la lean. 
Es así como se escriben las novelas: oscura y duramente. «Hacerlo fatiga, mata más que las bombas», me dijo Oriana Fallaci en una de las viejas guerras del Golfo, cuando ya estaba enferma de cáncer.
 Y es cierto. 
Allí donde un novelista trabaja no hay terrazas con palmeras de Matisse. 
29 de junio de 2014

‘Los enamoramientos’ de Javier Marías gana el Premio Lampedusa

El galardón se entregará el 5 de agosto a una novela que ha obtenido varios reconocimientos.

El escritor Javier Marías, en su casa de Madrid. / LUIS SEVILLANO

El premio literario internacional Giuseppe Tomasi di Lampedusa ha sido otorgado a Javier Marías por su obra Los enamoramientos (Alfaguara, 2011). La novela fue publicada en Italia por la editorial Einaudi bajo el nombre Gli Innamoramenti
. La entrega del premio, en su undécima edición, será el martes 5 de agosto en Sicilia. El jurado estaba formado por Salvatore Silvano Nigro, Giorgio Ficara y Mercede Monmany.
Los enamoramientos ha recibido ya varios reconocimientos.
 En 2011, la novela fue elegida como el mejor libro del año por Babelia y ganó el XIV Premio Qué Leer, que otorgan los lectores de esa revista literaria.
 La obra se ha traducido a 29 idiomas. En 2013 fue finalista del National Book Critics Circle Award como mejor novela publicada en Estados Unidos. The New York Times la seleccionó el mismo año entre las cien mejores obras de ficción.
Marías ha sido selectivo en cuanto a los premios que ha aceptado por esta obra.
En 2012 rechazó el Nacional de Literatura, que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte quiso otorgarle. Marías había decidido a finales de los noventa no aceptar ningún premio oficial
. La razón que dio en su momento fue no querer ser "autor favorecido por este o aquel Gobierno", independientemente de qué partido este en el poder.
El premio Guiseppe Tomasi di Lampedusa lo han recibido anteriormente escritores del prestigio de Tahar Ben Jelloun, Claudio Magris, Amos Oz, Kazuo Ishiguro y Mario Vargas Llosa.
En la novela, Marías habla de los "enamoramientos verdaderos", como afirmó en una entrevista que dio a este periódico en 2011.
El autor recurrió por primera vez a una narradora femenina.
Así empieza lo malo es la próxima novela de Marías, que publicará Alfaguara el 23 de septiembre. La obra cuenta la historia íntima de un matrimonio de muchos años.

 

Charo López