Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 jul 2014

La mujer que provocó una crisis en el Elíseo.............................................................. Ana Teruel

Julie Gayet es la pareja no reconocida del presidente francés François Hollande.

La actriz Julie Gayet. / CORDON

“Tengo una regla, la vida privada es la vida privada”.
 Repitió el presidente francés, François Hollande, en su tradicional entrevista por la fiesta nacional del 14 de julio
. El mandatario lo prometió durante la última campaña electoral: no mezclaría la esfera pública con la privada, como lo hizo su antecesor en el cargo, Nicolas Sarkozy.
 Pero los hechos le han desmentido.
 El año de Hollande viene marcado por el Gayetgate, la revelación de su relación con la actriz Julie Gayet, y su consecuente ruptura con la periodista Valérie Trierweiler, que llegó al palacio del Elíseo como primera dama de Francia.
 Han pasado más de seis meses y el desgastado presidente ha abrazado oficialmente la soltería, pero las últimas informaciones apuntan a que estaría a punto de oficializar su relación con la actriz, mantenida desde entonces en secreto.
 “Cuando tenga informaciones que comunicaros, lo haré. Pero no tengo ninguna”, zanjó la semana pasada. Al menos, de momento.
Todo parece indicar que Hollande hará oficial su relación este verano
Hollande estrenó el año con escándalo
. El jueves 9 de enero por la noche empezó a circular por Twitter la que iba la gran bomba mediática del año: la revista Closer revelaba la relación del presidente, a punto de cumplir los 60, con la actriz Julie Gayet, de 42 años.
 En portada, y acompañado por un reportaje de siete páginas, aparecía la imagen sorprendente de un presidente llegando de paquete en scooter a la Rue du Cirque, cerca del Elíseo, y dirigiéndose, con el casco puesto, al portal del número 20.
En su interior, le aguardaba la actriz, que había alquilado el piso a una amiga.
 El guardaespaldas, detallaba la revista, les subía los cruasanes a la pareja.
 El mandatario cazado no reaccionó de inmediato.
 La única comunicación oficial el día de la publicación fue un escueto mensaje del Elíseo condenando el ataque a su vida privada
. La presidencia optó por el mutismo, cuando el país se preguntaba si a partir de ese momento tenía una nueva primera dama
. Cuatro días después, el 14 de enero, estaba previsto su tradicional discurso de Año Nuevo ante la prensa.
 Más de 500 profesionales acudieron a la cita, donde la expectativa fue máxima. Pero en vez de zanjar el asunto con una declaración, el presidente decidió ganar tiempo: su situación personal se aclararía antes de su viaje oficial previsto a Estados Unidos para 27 días después.
Mientras, el culebrón se convirtió en melodrama: la oficina de prensa de la todavía primera dama filtró que esta se encontraba ingresada desde la publicación de la noticia por “fatiga nerviosa extrema”, en el hospital parisiense de la Pitié Salpêtrière.
 Hollande tardó seis días en acudir a visitarla, aunque según indicaron fuentes cercanas de ambos, en todo momento estuvo pendiente.
Después de una semana ingresada, Trierweiler salió del hospital y se dirigió a la segunda residencia del presidente, el palacete de la Lanterne, en las afueras de París.
 “Gracias de todo corazón a todos aquellos que me han mandado mensajes de apoyo”, tuiteó la convaleciente, en su primera declaración desde que estalló el caso.
El presidente vive las cifras más bajas de popularidad según las encuestas
Habían pasado ocho días, y la opinión pública seguía pendiente de la “aclaración” prometida por el mandatario. Esta tardó otra semana en llegar: “Hago saber que he puesto fin a la vida común que compartía con Valérie Trierweiler”.
 La frase fue tan breve y seca como larga la espera
. Repudiada públicamente, Trierweiler, que se había negado a firmar una declaración de ruptura común — “que asuma lo que ha pasado”, dijo—, puso entonces tierra de por miedo y emprendió un viaje humanitario a India.
Ya liberada del corsé de primera dama, al que nunca se había hecho, sigue ahora con su columna bimensual en la revista Paris Match y volcada con su actividad humanitaria.
Los sondeos que se hicieron en los días que siguieron la revelación del affaire indicaban que la amplia mayoría de los franceses —el 77%, según una encuesta del Journal du Dimande del 17 de enero— consideraba que la relación del presidente con Gayet era un asunto privado y sólo privado. Un asunto privado que sin embargo ha disparado en un 60% las ventas de Closer, la revista que lo reveló.
 El número del 10 de enero, al que han seguido varios dedicados al asunto, vendió 610.000 ejemplares y las visitas a la página digital de Closer se han disparado un 24%, según datos de la publicación.
Más allá de la infidelidad, la imagen de ligereza del presidente preocupado por sus asuntos de faldas en plena crisis económica, no ha ayudado a mejorar su imagen.
 Así las cosas, lleva casi un año estancado en mínimos históricos de popularidad.
 “El crecimiento no vuelve, las recetas fiscales decepcionan, unas elecciones peligrosas se acercan [las municipales y las europeas, las cuales se saldaron ambas con batacazos de los socialistas], Europa está en pausa y el ejército francés en dificultades en Bangui, pero el presidente vuela para reunirse con su amor a bordo de una (moto) como un adolescente…", escribía en un duro editorial Christophe Barbier, director de redacción de L'Express.
La actriz ha escapado estos meses de la atención mediática
Desde entonces, Hollande es un presidente soltero, sin pareja oficial.
 Aunque nunca estuvo casado —ni con Trierweiler ni con su anterior pareja, la ministra de Medio Amiente Ségolène Royal, madre de sus cuatro hijos—, la periodista ejercía, a duras penas, de primera dama de Francia.
 Tampoco es la primera vez que esto ocurre: el expresidente Nicolas Sarkozy se divorció de Cécilia (ahora Attias) al poco tiempo de asumir el cargo, en octubre de 2007, y estuvo oficialmente soltero hasta su matrimonio con Carla Bruni, en febrero de 2008.
Pese a que la situación de Hollande podría cambiar rápido. Según el periodista Yves Azeroual, que acaba de publicar el libro Passions d'État (Pasiones de Estado, ed. du Moment), Julie Gayet, con la que el presidente se sigue viendo a escondidas, está cansada de ser la novia en la sombra.
 “Ella no quiere el estatuto de primera dama pero no puede contentarse con ser una simple amante, por sus hijos, por su reputación”, explicó en una reciente entrevista al diario 20 Minutes.
 “La oficialización debería realizarse durante el mes de agosto, porque es cuando lo permite la agenda del presidente”.
Gayet en este año ha evitado la prensa y ha luchado incluso en los tribunales por mantener a salvo su intimidad.
 Pero en las últimas semanas se ha dejado ver más, incluso en la Semana de la Moda de París. Todo son señales.

Ante el juez

La revista Closer fue condenada por la Justicia a pagar 15.000 euros por daños y perjuicios a la actriz Julie Gayet por publicar una serie de imágenes que revelaban su relación con François Hollande.
 El Tribunal de Gran Instancia de Nanterre, cerca de París, sostuvo que se "socavó la privacidad" de la demandante.
Como "una verdadera cacería", calificó Jean Ennochi, abogado de la actriz, la situación de su clienta tras la publicación de las fotos.
"Fue atacada por un enjambre de fotógrafos (...)”. La revista, por su parte, invocó el derecho a la información durante el juicio:
"El artículo plantea la cuestión de la seguridad del presidente y es un deber de transparencia”.

 

Podemos, en el corazón de ‘la casta’................................................................... Francesco Manetto

El partido de Pablo Iglesias se foguea en la Eurocámara para intentar dar el salto al poder

Sus cinco eurodiputados rechazan ser “una opción pintoresca”.

 

Pablo Iglesias, entre Carlos Jiménez Villarejo y Baltasar Garzón. Al fondo, la eurodiputada Tania González. / SANTI BURGOS

Pablo Iglesias entra en una de las cafeterías del Parlamento Europeo de Estrasburgo, la más frecuentada por periodistas, pasadas las tres de la tarde
. Es el martes 15 de julio, y el líder de Podemos acaba de votar junto a los otros cuatro eurodiputados de la formación en contra del nombramiento del luxemburgués Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión Europea.
El portavoz de la fuerza que logró 1,2 millones de votos y cinco escaños en las elecciones europeas del 25 de mayo admite que escuchó con interés el discurso del candidato del Partido Popular Europeo.
  Desde el punto de vista teórico, Iglesias hasta aprueba algunas de sus afirmaciones, por ejemplo, sobre la necesidad de “hacer una troika más democrática” o la idea de que “la economía debe estar al servicio de las personas”.
 Pero no solo no comparte su programa, sino que rechaza de plano su método, al igual que se opone al de más del 90% de la Eurocámara, donde se integra en el Grupo de la Izquierda Unitaria Europea, formado por 52 eurodiputados.
El resto, los otros casi 700 representantes, forman parte de “la casta”, según el discurso que Iglesias defiende desde hace años.
 Y es allí —compartiendo espacio con lo que considera el “sistema”— donde Podemos se foguea ahora con vistas a las próximas elecciones municipales y autonómicas de 2015 y, sobre todo, las generales.
 Mientras tanto, la formación ya ha empezado a movilizar a sus bases en España, aprovechando la crisis del PSOE y una coyuntura de recuperación que aún no ha llegado al bolsillo de todos los ciudadanos.

En una comida celebrada en Madrid el pasado marzo en un restaurante de la calle del Prado, Iglesias fue muy claro: “Salimos a por todas. Yo fui asesor de Xosé Manuel Beiras [sorpresa de las elecciones gallegas de 2012]. Ya entonces salimos a ganar”.
Tras el éxito de las europeas, su objetivo es ahora dar el salto al poder con un discurso que ha pivotado en torno al rechazo del establishment político.
Por el momento, creen que les funciona.
El pasado martes, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó una encuesta que refleja el alto grado de aceptación de su campaña electoral, por encima de las de PP, PSOE, IU y UPyD. Iglesias aún no conocía los resultados del sondeo y acepta mirarlos en el teléfono móvil de una periodista de EL PAÍS
. Escudriña la pantalla, y, minutos después, la conversación, en el patio del Parlamento Europeo, gira en torno a posibles alianzas.
“Izquierda Unida está cambiando, pero para hablar de confluencia todavía es pronto…
 Aún no toca hablar”, zanja Iglesias, que aspira a ocupar parte del espacio político de la formación de Cayo Lara pero, desde el punto de vista estratégico, está más interesado en los electores del PSOE, que fueron los que más le apoyaron el 25 de mayo.
La actividad política de Podemos se divide ahora entre Bruselas, Estrasburgo y España. En el escenario nacional la formación trata de organizarse, entre dificultades y algunos cuestionamientos internos, y alimenta batallas en distintos frentes.
 Por ejemplo, con los dirigentes del PP, que, salvo el presidente extremeño, José Antonio Monago, han emprendido una ofensiva sin apenas precedentes contra un líder político.
 La escuela de verano de los populares se centró en criticar el “populismo bolivariano de un telepredicador”. Y el PP de Madrid pidió ayuda a sus simpatizantes para recopilar información y “desenmascarar” a Iglesias. Este demandó a Esperanza Aguirre por vincularle al entorno de ETA, mientras la presidenta de los populares madrileños insiste en que quiere pruebas de que no apoya a la banda, ni al chavismo ni al castrismo.
El portavoz de Podemos rechaza estas comparaciones, e intenta que la actividad de su formación en las instituciones europeas tenga sobre todo repercusión en España
. Sus eurodiputados han tomado medidas de organización interna que consideran ejemplo de regeneración y que varios dirigentes de PP y PSOE han calificado de demagógicas.
 Se comprometieron a no cobrar más de tres veces el salario mínimo, es decir, un máximo, de 1.935 euros, lo que supone alrededor del 30% de la asignación. La número dos de la candidatura, Teresa Rodríguez, anunció esta semana que donará más de 4.500 euros de su primer sueldo a una asociación gaditana de mujeres.
 Rodríguez comparte litera con Iglesias en un piso alquilado cerca del Parlamento con otros colaboradores.
 Todos tributarán en España y viajan en clase turista. Comen en la cantina o en alguna de las cafeterías de la Eurocámara, donde un bocadillo de jamón y queso y un refresco cuestan aproximadamente cinco euros. Por la noche a veces salen a tomar unas cervezas.
¿Demagogia? “Si le están diciendo a la gente que puede vivir con 600 euros, nosotros no podríamos vivir de otra manera”, asegura Iglesias, que pretende acudir a todos los plenos del Parlamento. El portavoz de Podemos está leyendo El Nuevo viejo mundo, un análisis de la historia reciente de Europa del historiador Perry Anderson, y una recopilación de textos de Manuel Vázquez Montalbán sobre el poder.
 “Lo que tenemos claro es que aquí no queremos ser una opción pintoresca, no queremos ser los de la pandereta”, añade.
“El objetivo es que la gente conozca los debates”, resume Iglesias. Su equipo mueve en las redes sociales cada intervención y cada participación en tertulias.
 Lo hizo el miércoles por la mañana, con la intervención de Iglesias y, por la tarde, con la presentación de una resolución sobre Palestina, defendida por Rodríguez ante un Parlamento prácticamente vacío.
 Y lo hizo con el exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo, que el lunes pasado presentó ante el pleno su última iniciativa, una declaración contra la tortura, antes de renunciar al escaño por razones personales. Villarejo, que será sustituido por Tania González, profesora interina, se despidió en Madrid acompañado del exjuez Baltasar Garzón.
La participación en tertulias es intensa. Esta semana, Pablo Echenique, científico del CSIC, midió sus argumentos sobre Juncker con Pablo Zalba (PP) e Iratxe García (PSOE) en un debate organizado por Euroefe en Estrasburgo. Los diputados de Podemos se confrontan con cierta comodidad con los del PP aunque parten de posturas muy encontradas.
 Tienen más dificultades con los socialistas, porque su discurso a veces puede mimetizarse y confundirse
. Eso es lo que pretenden evitar.
 Quieren ser distintos y, a la vez, captar a sus votantes decepcionados.
Mientras tanto, todos esperan a la próxima encuesta.

19 jul 2014

La inteligencia objetiva de DiCaprio................................................................ Tom C. Avendaño

El actor fue proclamado esta semana el famoso más inteligente de Twitter.

 

Leonardo DiCaprio. / People Press/OIC / Cordon Press KPP/OIC

♦ Las grandes mentes de Twiter. Leonardo DiCaprio fue proclamado esta semana el famoso más inteligente de Twitter, encabezando, con un 7,5 sobre 10, una lista, en la que la web de la revista TIME, nombraba a las 50 celebridades de cerebro supuestamente más privilegiado dentro de la red social
. Es una lista curiosa. Está el brillante escritor, cómico y presentador de televisión británico Stephen Fry (6,3), por ejemplo, pero cuatro puestos por debajo de Paris Hilton (6,4). Los músicos Pitbull y Eminem comparten nota, 6,1: solo una raspada centésima por debajo de la autora de Harry Potter, J. K. Rowling (6,2), y a dos de Stephen Colbert (6,3), uno de los cómicos más respetados en Estados Unidos. Solo se menciona a un actor, Kevin Spacey, en el undécimo puesto (6,5)
. Y una mujer en el segundo puesto, con un 7,3, que no tiene carrera profesional definida más allá de llamarse Pattie Mallette y ser la madre de Justin Bieber.
Hay, no obstante, un detalle que salva a esta lista de ser el dislate que aparenta ser
. Su objetivo no es medir la inteligencia que se desprende de los tuits de estos famosos elegidos supuestamente al azar, sino algo más objetivo: el nivel del lenguaje que usan.
♦ El valor de una esdrújula. La puntuación utilizada en la lista era la llamada nota SMOG, una fórmula que pretende medir la legibilidad de una frase en inglés y que determina qué nivel de estudios son necesarios para entenderla.
 Tiene su aquel de objetividad y se usa desde los setenta para asegurarse que los textos médicos se entiendan.
 Pero en esta ocasión el resultado es mucho más entretenido porque, entre otras cosas, ayuda a derribar prejuicios
. La cuenta de Obama, por sacar a gente que TIME no considera celebritie, usa un lenguaje propio de octavo curso (segundo de ESO en España), más que el novelista Bret Easton Ellis y lo mismo que la madre de Justin Bieber, una mujer que no acabó secundaria. La de Hillary Clinton tiene un nivel de cuarto, al igual que la de Miley Cyrus o Charlie Sheen.
♦ Pasa, palabra. Probablemente haya una moraleja aquí sobre la irrelevancia universal que tiene el lenguaje empleado por un famoso sobre la imagen que este proyecta (porque hablamos de imagen, no debería importar que muchos de estos tuits los redacten profesionales, no los famosos).
Pero aceptar esta lista exige aceptar un penoso trauma generacional: que Paris Hilton escribe objetivamente mejor que la autora de Harry Potter.

Terrazas de hotel y palmeras de Matisse...............................Arturo Pérez Reverte

Terrazas de hotel y palmeras de Matisse

Tuve la suerte de criarme en una casa con biblioteca. Incluyendo abuelos y abuelas, en casas con biblioteca. Y en cierto modo se repartían los géneros: la de mis abuelos paternos abundaba en libros de Historia, grandes novelistas del XIX y principios del XX, novelas de folletín tipo Dumas, Hugo, Sue, Féval y Zevaco -heredadas de una bisabuela y leídas por tres generaciones- y volúmenes de revistas ilustradas como La Esfera, La Ilustración y Buen Humor. No recuerdo haber visto nunca allí un libro publicado después de 1936; todos eran libros «de antes de la guerra», como decían entonces las personas mayores. 
La biblioteca de mi abuela materna era más actual.
 Allí leí a Hemingway, a John Dos Passos, a los Mann, a Stephan Zweig y a Scott Fitzgerald, entre otros. Y como esa abuela, que se llamaba María Cristina, vivía con una hermana solterona -la tía Pura- que tenía gustos literarios propios, la biblioteca contaba con una importante sección dedicada a novela policíaca -Hammet, Chandler, George Harmon Coxe, Agatha Christie, Eric Ambler: recuerdo como el paraíso cierto armario ropero repleto de ellos- y otra a los grandes bestseller de entonces, lo que incluía desde Vicky Baum, Frank Slaugther o Frank Yerby hasta Blasco Ibáñez, Graham Greene o Somerset Maugham. Algunos de estos libros traían en la contratapa fotografías de los autores
. Y esas fotos marcaban la idea que yo tenía entonces de un escritor de éxito: alguien que, en la terraza de una villa o un hotel de lujo con vistas al Caribe o al Mediterráneo, al Paseo de los Ingleses, a las villas de la Costa Azul, Capri o Corfú, escribía su novela con una estilográfica Montblanc o Parker Duofold sobre una mesa de la que aún no habían retirado el desayuno. 
Siempre afirmo -y no siempre me creen- que nunca tuve intención de ser novelista.
 Lo mío es accidental. Aquella imagen del autor de El filo de la navaja en albornoz, escribiendo con el fondo de las palmeras de Matisse, estaba lejos de mis aspiraciones. 
Los hoteles que yo quería eran de otra clase: se llamaban Continental de Saigón, Aletti de Argel, Commodore de Beirut, tenían muros picados de metralla y ventanas rotas, aparecían en Paris Match y en los telediarios, y eran frecuentados por reporteros -Jean Lartéguy, Oriana Fallaci, Pierre Schoendoerfer- cuyas vidas yo deseaba compartir.
 Hasta que al fin lo hice; y también, mochila al hombro, fui habitual de esos hoteles desde principios de los años 70.
 Sus terrazas no eran las del Negresco, el Danieli o el Vittoria; pero desde ellas vi a críos de quince años recibir con lanzagranadas a los Merkava israelíes en la carretera de Tiro; vi el cielo de Kuwait negro de humo de petróleo en llamas; bailé un bolero con una cantante chadiana a cincuenta pasos de la orilla de un río llena de cadáveres recién ejecutados; y, cómodamente sentado después de una buena cena, vi arder Dubrovnik con el rojo de los incendios reflejándose en los cubitos de hielo que tintineaban en mi copa. 
Ahora, con todo eso en la memoria, escribo novelas. 
O más bien las escribo con la mirada que aquella vida me dejó, interpretada a la luz de los libros que leí. 
Y sí. Con el tiempo, la buena suerte que siempre me acompañó en las bibliotecas y en la vida hizo posible lo que nunca busqué: que yo también me viese, al cabo, corrigiendo manuscritos en terrazas de hoteles lujosos, con palmeras de Matisse al fondo, o lo que equivalga a eso.
 Las mismas, quizás, que salían en las fotos de Somerset Maugham o Graham Greene que ilustraban los libros de mi tía Pura. 
Sin embargo, después de treinta años escribiendo novelas, sé que aquellas imágenes no mostraban la vida real de un escritor.
 Eran anécdotas comerciales, trofeos gráficos de algo más complejo, duro y gris: el trabajo metódico, agotador, de días y meses y años.
 La suma de voluntad y tenacidad que supone escribir una novela en la que intentas que todo esté como Dios manda
. Las incertidumbres y esfuerzos solitarios sin cámaras ni desayunos con glamour, a solas contigo y con tu historia; sumando folio tras folio, tachando, corrigiendo, llevando sobre el papel, para que otros puedan hacerla suya, la historia por contar que tienes en la cabeza.
 Con café, aspirinas, cigarrillos para quien los fuma. Con mucho trabajo.
 Uno o dos años de tu vida y tu salud, para una aventura que no sabes qué suerte correrá cuando otros la lean. 
Es así como se escriben las novelas: oscura y duramente. «Hacerlo fatiga, mata más que las bombas», me dijo Oriana Fallaci en una de las viejas guerras del Golfo, cuando ya estaba enferma de cáncer.
 Y es cierto. 
Allí donde un novelista trabaja no hay terrazas con palmeras de Matisse. 
29 de junio de 2014