Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

18 jul 2014

“Todo lo que ha ocurrido lo he vivido como un nuevo rico sentimental”.................................................Jesús Ruiz Mantilla


Joaquín Sabina, retratado en su casa de Madrid. / Samuel Sánchez

A punto de hacer las maletas hacia el cono sur, con gira en Argentina, Uruguay, Paraguay y Perú, Joaquín Sabina, patrón del navío de las gargantas rasgadas, poeta de la tiniebla en la acera urbana, socarrón de nuestras plausibles desgracias, nos recibe en la cocina de su casa y esgrime encima de la mesa un whisky que parece cuádruple a la una de la tarde y un batallón de Ducados por encender para alumbrar con humo la conversación…
Pregunta. ¿Y la salud?
Respuesta. Mejor que hace años, todo más controladito y eso.
P. ¿Controladito? ¿Con este arsenal?
R. Esto del tabaco y la copa es solo cuando doy entrevistas, porque si no ando lúgubre y adormecido a estas horas de la mañana.
 El whisky tiene mucha agua, eh. Estoy mejor que hace ocho o diez años, tengo un principio de enfisema, como es normal, y algo de lo que no se muere uno, hernia de hiato.
 Pero no tengo colesterol.
P. Tan sano que se vuelve para América.
R. Me he inventado como excusa algo que está muy de moda entre músicos de mi quinta: elegir el disco que más te gusta, cantarlo entero y luego ofrecer algunos temas que solemos interpretar poco. El elegido es 19 días y 500 noches, el único cuyo 90% del total sigue vivo, a mi juicio.

DNI urgente

Nació en Úbeda (Jaén) el 12-2-1949 y volvió a hacerlo en 2001, tras superar un ictus. Se ha dedicado a cantar, a escribir y, sobre todo, a vivir.
P. Debió de sufrir para parir ese disco. ¿Le va el sadomaso a la hora de componer?
R. También disfruté de lo lindo. Fue, como diría Gil de Biedma, el último verano de mi juventud. Conseguí alargarla de manera suicida hasta los 50
. Inmediatamente después vino el ictus… Fue la última vez en que me podía tirar tres noches sin dormir escribiendo la misma canción.
P. Después del ictus llegó la nube negra. ¿Se fue por completo?
R. Me recuperé muy rápido, vino la euforia y después una depresión.
 Rara… No me quería morir, pero tampoco ver a nadie
. No salía del dormitorio. Tampoco abría la puerta.
 Ese tipo de bajones quedan ahí agazapados. Sigues viviendo y sabes que llevas dentro un enemigo que en cualquier momento enseña las uñas. Un día, Luis García Montero, mi amigo poeta, llegó a mi casa de Rota con una letra y me dijo: “¡Mira, cabrón, esto es lo que deberías estar escribiendo en lugar de andar ahí escondido!”.
 De ahí salió la canción, con esa belleza de texto.
P. ¿Qué esperaba usted de la vida? ¿Con qué derecho se metió en una habitación?
R. A mí me emocionó mucho escuchar el otro día a Pepe Mujica, presidente de Uruguay
. Contó que cuando estaba en una celda de aislamiento, lo que echaba de menos era que no le dejaran leer.
 Yo, mientras estuve deprimido estuve leyendo. Con un libro entre manos, sabes que no estás solo.
P. Tiene aquí usted un museo impactante en su cocina con las fotos: del rey Juan Carlos a Fidel Castro pasando por el Dalai Lama cabe todo. ¿Mitómano?
R. A Fidel lo conozco mucho.
P. ¿Y qué me cuenta de él?
R. Que las revoluciones envejecen como las personas y algunas lo hacen mal.
Alargué de manera suicida mi juventud hasta los 50... y luego vino el ictus”
P. ¿Le ha dicho eso a la cara?
R. No, a él no, porque hace 10 años que no lo veo, pero sí se lo diría.
 Le solté algunas barbaridades y él parecía encantado de que se las dijera. Le pregunté si los cubanos le hablaban como yo y respondió: “Generalmente no”.
P. ¿Se veía con 30 años como ahora?
R. Yo no tenía ningún proyecto
. Y si lo tenía no era este, sino algo mucho más abarcable: ser profesor de literatura de enseñanzas medias en un instituto machadiano.
Durante los fines de semana escribiría mi Ulises, como Joyce, una obra que no iba a entender nadie pero que me iba a dar mucho prestigio. Nada que ver con lo que ha pasado.
P. ¿Ni cuidarse la voz?
R. Eso sí, yo antes me pasaba las noches en los bares y eso era lo que me destrozaba absolutamente, ahora no grito, no hablo entre concierto y concierto y sé muy bien cuál es mi tesitura para no quedar afónico.
 A mí me gustaba estar solo en tres o cuatro lugares donde nadie me molestaba, escribiendo. Eso se acabó.
P. ¿No se ha construido usted una leyenda a medida en dicho sentido? Dígame una canción que le saliera redonda a las tres de la mañana frente a una barra.
R. La respuesta correcta es el 80% de todas.
P. ¿Rodeado de…?
R. Drogas blandas y mujeres duras…
O con la complicidad de dueños de locales que me pasaban una copita y un canuto mientras escribía. Pero no he hecho de eso ni una lírica, ni una épica, ni una leyenda, simplemente me gustaba y lo he venido practicando desde los 18 años junto a gente que venía de trabajar y se dirigía a lugares que tenían más que ver con la transgresión que con la familia, el municipio o el sindicato.
P. ¿Cuál de los trabajos de supervivencia le marcó más?
R. Trabajos normales, muy pocos.
 Antes de descubrir en Londres que cantando y pasando la gorra se ganaba más que limpiando platos, pues… Uno que tuve, no exactamente de enterrador, pero sí en un hospital.
 Cada vez que se moría alguien ibas, lo peinabas, le dabas un puntito de maquillaje y lo metías en el frigorífico hasta que llegara la familia. Ahí aguanté tres o cuatro meses porque daban habitación.
P. Londres le pega muy poco. ¿A qué se largó allí?
R. Pues fueron los años más importantes de mi vida. Estuve entre los 20 y los 27 y no sería cantante de no haber pasado por eso.
 Sin embargo, no aparece en mis canciones y si lo hace, no se nota. Como mi pueblo, Úbeda, territorio mítico de la infancia.
Le solté algunas barbaridades a Fidel Castro, y él parecía encantado”
P. Un homenaje suyo se merecería. ¿A qué ese rechazo?
R. No es rechazo
. En ciudades así, la vida era muy triste
. Lo que me pasó a partir de entonces fue mucho más aprovechable. Todo lo que me ha ocurrido lo he vivido como un nuevo rico sentimental.
P. ¿Sigue desvelando la frase que le dejó su padre antes de morir?
R. Sí. Se incorporó y dijo: “¿De dónde sacarán tanto dinero las diputaciones?”.
 He dedicado mi vida a desentrañarlo pero me voy a morir como él, sin enterarme.
P. Aparte de eso, ¿qué le debe a su padre?
R. Pienso mucho en ello: creo que cierta bondad y afición a los libros.
 Él era un poeta de campanario, de esos que recitan en bodas y entierros, todo muy bien rimado y sin mucha sustancia. Había sido seminarista.
P. Y policía.
R. Esa sí es una gran historia.
Del seminario lo saca la República y se pasa al lado franquista.
 Estaba solo y nadie le escribía. No había conocido hembra.
 Pero había una institución de la Falange, Las madrinas de guerra, señoritas de familia que escribían cartas y mandaban chorizos a los pobres soldados que luchaban por Dios y por España en el frente. Mi madre estaba al borde de ser una solterona, la convencieron a través de un hermano, amigo de mi padre, para que le escribiera cartas y de ahí vengo yo.
P. ¡De una relación epistolar! Papel y tinta hecha carne. ¿Un niño modélico?
R. No fui especialmente desobediente hasta que les di el disgusto de exiliarme a Londres.
Aunque primero pasé por Granada y a eso debo mucho; empecé a ver poetas de verdad, izquierdosos de verdad, chicas que hasta se dejaban tocar, incluso de verdad.
P. ¿Le traumó el sexo?
R. Me gustó mucho, eso no duele, sólo si te lo quitan de mala manera.

17 jul 2014

De zapatos y columnas................................................... María Porcel

Yo confieso.
 El día que El Gran Jefe me pidió que escribiera esta columna me temblaron las rodillas.
 Un poquito por lo menos.
 Qué impresión, qué guay, qué susto.
No sé qué me daba más miedo-angustia-faltade-aire-en-los-pulmones, si las críticas desde fuera, los dardos desde dentro o mis propias fustigaciones (y sin contar las de mi madre, claro, que en estos asuntos se coloca en el top one y de ahí no la mueve nadie). Así que, sin que la ropa me llegara todavía al cuerpo, al día siguiente tuve claro qué era lo único que se podía hacer para superar el trance y me compré los primeros manolos de mi vida.
Si es que se veía venir, no tenía escapatoria.
La cultura popular, el momento remember de aquellas series de los primeros 2000, la inocentona de Carrie Bradshaw, la venta especial e irrepetible que llegó a mi correo como agua de julio y el autohomenaje correspondiente (¿a ti te dan una columna todos los días? Pues a mí tampoco, no) me hicieron encaminarme —en cómodas manoletinas, eso sí— a comprarme los que he decidido que sean los zapatos de mi vida (o por lo menos de la boda de mi prima del año próximo).
El flas manolil me vino eso, como un flas. Yo creo que la portada de ¡Hola! me había dejado tocada. Carrie y La Prey, qué flas. Perdón, Sarah Jessica Parker e Isabel Preysler, juntas, y con las caras tan níveas como si hubieran estallado ante ellas media docena de aquellas bombillas de las cámaras de fotos de los años treinta.
Qué palidez, espectral.
 Y qué mezcla.
 Lo que no consigan los grifos y las encimeras (príncipe Carlos de Inglaterra mediante) no lo consigue nadie
. La reina de los zapatos neoyorquinos y la reina del cuché español cogidas de la cintura en el palacio de Windsor, 17 paginazas porcelanosenses.
Con los tres niños Iglesias Preysler, Boyer Preysler y Falcó Preysler: Julio a-sus-41-años-Junior, la falsamente discreta Ana y la catódica Tamara.
 Y todos remozados con algún modelo/actor/niño bien, con ¿Amaia Salamanca? y Alfonso Díez, marido de Cayetano, que excusó la ausencia de su señora.
Me dio un poco de penita leer (en los pies de fotos, que es lo que todos leemos) que SJP vestía “zapatos de su colección”.
 Qué ironía, y qué morrazo. Total, que reniegas toda tu vida del papel que te lanzó a la fama porque te situó en la cima del shoppingalcoholismo y la frivolidad mundial y porque hizo popular a los zapatos que tienen su propio nombre... y acabas haciendo pelis de lo mismo y creando una firma ¡de zapatos! Y llenando el armario de manolos, louboutines, jimmychoos… y SJPs, claro.
Total, que ella tiene unos cuantos. Pero yo también.
La venta especial fue ofertón (o eso he ido contando por ahí). Llegué con manoletinas y salí con tres cajas: sandalias, stilettos y maryjanes.
Así que habemus manolos, y habemus columna.

Un vertido de petróleo afecta a una reserva marina de Gran Canaria.............................

El presidente Paulino Rivero se ha desplazado a la zona, donde se suele practicar buceo.

Labores de limpieza del vertido en El Cabrón. / BORJA SUÁREZ (REUTERS)

Varias manchas de petróleo aparecieron ayer por la tarde frente a la playa grancanaria de El Cabrón, una zona de gran riqueza marina donde se suele practicar buceo, en el municipio de Agüimes.
 De momento no se conoce la procedencia del fuel, aunque se presume que pudo originarse durante la limpieza de las bodegas de algún barco en el brazo de mar en aguas internacionales que separa Gran Canaria de Fuerteventura.
El presidente canario, Paulino Rivero, se ha trasladado esta mañana a la zona para conocer el alcance del vertido y acompañar a los voluntarios y efectivos de la Guardia Civil que trabajan en la limpieza de la costa
. Se calcula que puede haber afectado a más de un kilómetro de litoral, pero no ha llegado a las zonas de baño.
El petróleo se ha acumulado en la zona de buceo conocida como Punta La Sal, a la que no se puede acceder directamente desde tierra.
 El alcalde de Agüimes, Antonio Morales, ha informado a la prensa local que se concentra en dos grandes bolsas de 200 o 300 metros lineales, en una zona que va a formar parte de la futura reserva marina de Arinaga.
Este mismo año, en abril, otras dos playas del sur de la isla, la del Águila y Castillo del Romeral, en San Bartolomé de Tirajana, también se vieron afectadas por otro vertido de fuel.

 

16 jul 2014

Ayer se casaron Carolina de Mónaco y Philippe Junot................................................ Feliciano Fidalgo 30 JUN 1978

El «matrimonio de amor», según la prensa del corazón de toda la Europa circundante, se consumó ayer, a las 11.30 horas de la mañana en la capilla del palacio de Rainiero III y Grace Kelly, príncipes de Mónaco, un Estado de juguete, de menos de dos kilómetros cuadrados de superficie, paraíso de jugadores de casino, de capitales trashumantes, de bandidos chic, de testas sin corona.
Su alteza serenísima, la princesa Carolina Luisa Margarita de Mónaco, filósofa en período de estudios, veintiún años de edad, le juró amor y obediencia, es decir, le dijo «sí», según el protocolo de 1882, a Philippe Junot, 39 años, dedicado a negocios bancarios internacionales.
 Los monegascos, o la mayoría, fueron convidados a un festejillo popular hace tres días.
 Las ceremonias civil y religiosa fueron prefaciadas por un baile en el que participaron ochocientas personas, escogidas entre las gentes de mundo que frecuentan el Principado o comulgan con sus negocios y delicias. Pero sólo medio centenar de «privilegiados» asistieron a la consumación religiosa del evento: Ava Gardner, Frank Sinatra, Gary Grant, los amigos que dejó mamá en Hollywood cuando hace veintidós años también le dijo «sí» al príncipe Rainiero, figuraban al lado de los Saboya italianos, de los condes de Barcelona y de los familiares más cercanos a los príncipes y a los Junot franceses, de los que papá es consejero de la alcaldía de París, al lado del gaullista Jacques Chirac.
Los periodistas no fueron admitidos en el recinto de los regocijos, pero estaba presente la imaginación de las comadres, el desenfado de los lenguaraces, el chorreo intermitente de los chismosos, y las almas tiernas todo lo han sabido o sonado, poco más o menos.
 Y estaban presentes los recuerdos de soltera que ha dejado esta delicia de niña en este París de sus noches locas, incontables, inefables, buenas.
«Qué respiro para los padres haber colocado a una niña así», suspiraba en la mañana de ayer un monegasco.
La cosa no ha sido fácil, en efecto: «Hace dos años, los padres aspiraban al príncipe Charles de Inglaterra, pero, claro, como la chica ha vivido tanto, los reyes no quieren saber nada.»
. ¿La vida?...
Hace poco más de un año, a medianoche, en Chez Regine, una de las dos capillas parisienses del follón a base de Chanel, de Dior y, por lo demás, nada, como se verá: Carolina en la pista con sus dos homosexuales, de profesión bailarines, y dos parejas de lesbianas que también visten a la hora del acompañamiento, y en la mesa el «hombre bueno», el prudente, ya con sus añitos a la espalda, de representante de papá, por si ocurre cualquier estropici
o. Y en la barra; y en las escaleras que conducen al retrete, y disimulados en todos los rincones de la sala oscura, los guardaespaldas de turno.
 La niña baila como dios, suda, ordena sonriendo, bebe, orina llegado el momento, atusa sus encantos ante el espejo y a vivir, simplemente, sin más
. Terminada la soirée, el «hombre bueno» dirige el cortejo hasta Chez Castel, el otro antro de encanallamiento de las gentes «bien», y he aquí que un buen día Carolina se da de bruces con Philippe Junot, con el que ayer legalizó su situación.
A estas horas, su alteza serenísima, la princesa Carolina, o habrá embarcado o lo hará pronto en el yate familiar para disfrutar, como otro cualquiera, en serio, de una luna de miel bien merecida. Después, la aprendiz de filósofa, Carolina, además de seguir viviendo, no tendrá más que esperar la herencia de este Estado de Mónaco, sin paralelo en el planeta.
He aquí algunos puntos de referencia sobre el principado de la familia Grimaldi: los croupier del casino, cuyo sueldo asciende a unas 150.000 pesetas mensuales, se reparten a finales de año unos cuantos millones de pesetas procedentes de las propinas que les ofrecen los jugadores.
Pero los ingresos más interesantes del principado, a pesar de la ruleta, proceden de la industria: las conservas, la construcción, el electrodoméstico, la química y los cosméticos han instalado sus fábricas en esta tierra bendita sin apenas fiscalidad.
 Los trabajadores son casi todos extranjeros: de los 11.000 empleados en la industria monegasca, 8.000 son franceses y los demás italianos, pero todos ellos viven más allá de las fronteras de este país de opereta.
 Ser monegasco, en casa de los Grimaldi, es como haber nacido con un diploma, por lo menos de perito agrícola. Los terrenos, en Mónaco, son más caros que en los Campos Elíseos de París: unas 300.000 pesetas el metro cuadrado
. Mónaco es el país que da cabida al Partido Socialista más enano: sus miembros no llegan a diez.
La libertad de prensa es total, pero cuando un artículo no es simpático para los Grimaldi, los empleados del palacio recorren muy de mañana todos los kioscos y compran el periódico malo.