Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 jul 2014

Nada por aquí, nada por allá..............................................................Carlos Boyero


Fotograma de 'El abuelo que saltó por la ventana y se largó'.

A cualquier niño con signos inequívocos y tranquilizantes de normalidad y sensatez al que le pregunten para qué sirve el verano responderá que para jugar, bañarse en el mar, el río o la piscina, no tener que ir al colegio ni hacer deberes.
 Por ello, deduzco que yo pertenecía a la categoría de los tarados prematuros ya que mi concepción del paraíso durante el verano era que me llevaran todos los días al cine, a ser posible programas dobles de sesión continua, repitiendo a veces la programación ya que esta duraba una semana.
 Creo recordar que las salas que tenían aire acondicionado eran escasas, se anunciaban con ostentación de nuevos ricos, suponían un lujo, pero el sudor no importaba si lo que veías en la pantalla te fascinaba.
 También existían numerosos cines de verano. Si te aburría la película, podías mirar las estrellas. Quiero pensar que en aquella época todavía podías divisar a estas en el cielo, incluso en las grandes ciudades.
EL ABUELO QUE SALTÓ POR LA VENTANA Y SE LARGÓ
Dirección: Felix Herngren.
Intérpretes: Robert Gustafsson, Iwar Wiklander, Mia Skäringer.
Género: comedia. Suecia, 2013.
Duración: 114 minutos.
Pero si los programas dobles se alimentaban con las películas que habían sido estrenadas en invierno y en primavera, imagino que también entonces el cine de estreno desde junio a septiembre pertenecía a saldos, era prescindible o lamentable, pero el sentido crítico, afortunadamente, es algo desconocido en la infancia.
Te enamoraba el acto de ir al cine y también poseías gustos y géneros favoritos, pero no dividías a las películas en obras maestras, muy buenas, buenas, mediocres, malas y abominables.
Al hacerte mayor, descubres que al espectador con un mínimo de paladar el cine le trata fatal en verano.
 Y si no tienes más remedio que acudir, te preguntas con asombro cómo es posible que se realicen tantas películas inútiles o directamente infames (y solo vemos lo que distribuidores y exhibidores consideran que es mínimamente estrenable), qué razones excluyendo la del aire acondicionado (y tampoco eso asegura una temperatura agradable, ya que en algunas salas se empeñan en convertirte en un muñeco de hielo) puede motivar que la gente se gaste una pasta en las ofertas que les hace el cine en verano.
Pienso en cuestión tan peregrina mientras que me aburro considerablemente viendo doblada (eso ocurre en un pase de prensa) la película sueca El abuelo que saltó por la ventana y se largó, adaptación de una novela que ha sido un best-seller en Europa y que no puedo juzgar, ya que no me urge la prisa por acceder a literatura tan adictiva.
 Pero constatando la nula gracia que tienen en la pantalla las surrealistas aventuras y los recuerdos de un anciano en la línea de Forrest Gump, recuerdo la ausencia de calidad en la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de esas novelas que han reposado en la mesilla de noche de tantos embelesados lectores.
Algunas veces intento compartir esos universales goces novelísticos, pero no tengo suerte, soy incapaz de disfrutar con sus misterios.
 Lo intenté en varias ocasiones con Dan Brown y con Paulo Coelho, pero en vano
. Las películas inspiradas en sus obras están a tono con el material literario.
 Busco novelas vulgares con ventas superlativas y que hayan servido para engendrar obras maestras del cine.
Pienso en El padrino
. No recuerdo muchas más.

Alexis Ravelo gana el premio Hammett de novela negra.................................................. Juan Carlos Galindo

El jurado le otorga el galardón por unanimidad por su obra 'La estrategia del pequinés'

El autor afirma que lucha contra su propio aburguesamiento y por denunciar la violencia estructural.

 

El escritor Alexis Ravelo.

Alexis Ravelo ha ganado el Premio Hammett a la mejor novela negra publicada en 2013 por La estrategia del pequinés (Alrevés).
 El jurado del premio ha destacado  "el alto nivel de las novelas negras publicadas en 2013" y ha hecho una mención especial Don de Lenguas de Rosa Ribas y Sabine Hoffman", otra de las finalistas.
  El ganador, que ya obtuvo el premio Getafe Negro en 2013 por La última tumba, ha querido acordarse del editor de la obra ganadora, " quien hizo que fuera mucho mejor libro", Josep Forment, que murió este miércoles.
"Es una novela de perdedores, que son las que escribo yo", ha asegurado Ravelo, "una historia sencilla sobre gente sencilla que tiene que hacer golferío para salir adelante".  "Es una de mis novelas más tiernas, que rezuma compasión hacia los personajes pero no hacia la sociedad
. La sociedad es la que es.
Los escritores de novela negra hablamos del mal, representado por la violencia, en todas sus manifestaciones", sentencia el autor a EL PAÍS tras recibir el premio.
Trato de escribir para sacar al lector de la zona de confort
La estrategia del pequinés aborda el plan suicida de unos pobres hombres que tratan de robar a un clan de narcos en una isla en la que no hay ninguna salida posible.
 "Estos personajes no roban a los narcos, roban al señor de tres apellidos de la oligarquía de toda la vida que blanquea el dinero de los narcos", matiza Ravelo que ya planea una novela "todavía más coral y con plan más idiota que esta".
Resulta imposible hablar con Ravelo y no bajar al fango de la crítica social:
 ¿Faltan elementos críticos en la novela negra española?
 "No falta aspecto crítico pero sí es verdad que los que más venden no están en esa onda.
 El problema es que a veces tendemos a aburguesarnos por las necesidades del mercado y yo trato de escribir para sacar al lector de la zona de confort", asegura mientras tira un cigarro casi entero al suelo, aún nervioso tras el galardón.
Las novelas de Ravelo se sitúan siempre en Las Palmas porque "es el mundo que conozco bien y al que estoy más cercano.
 En Canarias somos muy fans de Juan Rulfo y sabemos que se puede contar lo universal desde lo más próximo", afirma antes de saltar de referencia en referencia hasta sus inicios en la novela negra. ¿Influencias? "Friedrich Dürrenmatt, Jean- Pierre Manchete, Jim Thompson y autores muy políticos como Leonardo Sciascia y los cuatro grandes en España, Juan Madrid, Francisco González Ledesma y Jorge Reverte, que son los que me han enseñado a ver la realidad".
Constructor de personajes "a lo Frankenstein, con trozitos de aquí y de allá de personas que conozco", Ravelo no muestra en ningún momento la rabia que rezuman sus novelas y en un tono tranquilo y marcado por el acento canario suelta denuncias como la que sigue: "Es tan violenta una agresión como que alguien esté buscando comida en un contenedor.
Eso es una violencia estructural ejercida por los de siempre". Capaz de estar tres años escribiendo en las mismas dos páginas un esquema imposible sobre los personajes de su próxima novela, Ravelo aconseja: ""Haz que el personaje quiera algo, aunque sea un vaso de agua y sé sádico con él decía Kurt Vonnegut y eso es lo que intento".
"No se me dan bien las adivinanzas" dice riendo y moviendo su corpachón cuando se le pregunta por el futuro del género.
"Eso sí", precisa, una cosa es lo que hay en los supermercados y otra cosa es lo que va a quedar".
El premio Hammett lo entrega la Asociación Internacional de Escritores Policíacos durante la Semana Negra desde 1988.
 El año pasado lo ganó el argentino Guillermo Saccomano y en su palmarés cuenta con nombres de la talla de Francisco González Ledesma, Paco Taibo II o Leonardo Padura.
El Silverio Cañada a la mejor primera novela negra  ha sido para No llores hombre duro de Mariano Quirós. Elia Barceló ha ganado el Celsius en la categoría de ciencia ficción por Anima Mundi
. En la categoría de no ficción el galardón Rodolfo Walsh ha sido para Desenterrando el silencio de Antonio Benaiges, el maestro que prometió el mar, de Francesc Escribano, Francisco Ferrándiz y Queralt Solé. Dolores Redondo ha ganado el SN- BAN, galardón combinado entre Gijón y Buenos Aires Negro.

Arlés exalta la memoria de las fotos...................................................................................... Juan Peces


'Érotique voilée', imagen del libro 'Trepat'. / JOAN FONTCUBERTA / ÉDITIONS BESSARD

Tiempo de metamorfosis, exaltaciones y reivindicaciones en los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arlés, que han inaugurado esta semana más de 60 exposiciones en su 45ª edición, hasta el 21 de septiembre
. Los cambios vienen propiciados por lo que afecta al propio certamen que toma la ciudad relacionados con algunos espacios, la mudanza de comisario —François Hébel, tras 13 años al frente, da paso a Sam Stourdzé, director del Museo del Elíseo en Lausana— y la de la ciudad de la Camarga, que albergará próximamente la nueva sede de la Fundación Luma, encargada al arquitecto Frank Gehry.
Las transformaciones están aparejadas: el relevo en la dirección del festival tiene que ver con el ambicioso proyecto de la mecenas y coleccionista suiza Maja Hoffmann, que preside la citada fundación y está íntimamente ligada a la ciudad. Hébel renunció a seguir como director el invierno pasado al comprobar que los encuentros verían fuertemente reducido su espacio expositivo al comprar Hoffmann los antiguos talleres de reparación de la Renfe francesa en Arlés, donde se han celebrado tradicionalmente numerosas exposiciones y otras actividades
. En sucesivas ediciones, la mayor parte de esos talleres serán transformados o cederán su espacio a la colección de arte y las exposiciones de la Fundación Luma.
Quizá por eso, y consciente de que se cierra una etapa, François Hébel, la persona que multiplicó la audiencia y la relevancia internacional del festival durante su mandato (2001- 2014), ha querido poner el foco en la memoria y en la identidad colectiva, en lo que supone no solo un homenaje a los fotógrafos y comisarios invitados que han construido los encuentros de Arlés durante su historia sino una advertencia contra el individualismo y el fulgor de las apariencias.
François Hébel deja la comisaría del certamen después de 13 años de éxitos. Sam Stourdzé, director del Elíseo de Lausana, asume las riendas
La memoria colectiva y colectivizada que recibe al espectador en Arlés admite múltiples variantes. Una de ellas sería la impresionante colección de fotolibros chinos comisariada por Martin Parr (fotógrafo, coleccionista ávido de fotografía, comisario, investigador y ahora presidente de Magnum) y el dúo Wassink Lundgren (Thijs Groot Ar y Ruben Lundgren).
En un edificio vacío de cinco plantas que albergó la sede de un banco se ha instalado una magna exposición de libros de propaganda que recogen diferentes épocas de la historia de China.
 El montaje de la muestra, coproducida por la fundación Aperture, es en sí una metáfora sobre la censura: al visitante se le ofrece al entrar una linterna con la que deberá iluminar las fotografías y los libros expuestos, en salas que no tienen otra iluminación.
El recorrido se inicia con los albores de la fotografía china en el periodo de 1900-1949 y aborda todos los periodos clave de la historia moderna de China, desde la revolución de 1911 y la segunda guerra chino-japonesa (1931-1945) a la revolución comunista.
La muestra, repartida en tres plantas del edificio, permite comprobar cómo la producción de fotolibros es usada, en un contexto totalitario, como un instrumento para construir una identidad ficticia (por ser incompleta y manipulada) y vehicular el culto al líder.
 No faltan en la exposición publicaciones modernas que recuperan la tradición fotográfica y los esfuerzos por sortear la censura comunista, como el libro Red color news soldier: A chinese photographer’s odyssey through the cultural Revolution, de Li Zhensheng, cuyas fotos tardaron 15 años en ver la luz.
Una exposición recorre la historai de China desde 1900 hasta 1949
. En Arlés hay una advertencia al individualismo y al fulgor de las apariencias
En la misma sede se ofrece una muestra de panoramas políticos pertenecientes a la colección de Claude Hudelot, experto sinólogo, que considera ese subgénero fotográfico “un espejo de la burocracia celestial” y un tesoro para los historiadores.
Desde otro punto de vista, Joan Fontcuberta presenta por primera vez, en una exposición y en un fotolibro, los archivos de la colección Trepat, un trampantojo fotográfico y hermenéutico en el que juega de nuevo con la credulidad del espectador y las ideas recibidas sobre la práctica fotográfica. “Me pidieron un proyecto para el festival en torno al aniversario de la Primera Guerra Mundial, y encontré los archivos fotográficos de la fábrica Trepat, creada en 1914 en Tárrega”, explica Fontcuberta.
 “Eso me dio pie a hacer una parodia de la forma en la que se ha construido o se ha escrito la historia, en base al fetichismo de una serie de referentes culturales, como Rodchenko, Man Ray o Moholy-Nagy”.

Retrato y documento

Sandy Nairne, director de la National Portrait Gallery de Londres, recordaba, durante la visita guiada a la exposición de David Bailey en Arlés, que para el fotógrafo británico, que revolucionó la forma de hacer retratos de moda y de personajes de la cultura, el envoltorio” no tiene ningún valor frente a la personalidad del sujeto.
Una buena declaración de intenciones que encaja con la visión artística del director de los Rencontres. Este, antiguo director de Magnum, no ha eludido nunca la fotografía más glamurosa en su programación, aunque ha privilegiado a autores capaces de captar el alma de la persona situada ante la lente y de transmitir algo más que un argumento de venta.
 Además de Bailey, Patrick Swirc y Vincent Pérez, proponen retratos que reflejan la madurez estética y las pretensiones artísticas —a menudo justificadas— del retrato editorial.
 En el género del retrato sobresale este año el trabajo de Denis Rouvre Identidades, territorios íntimos, articulado en torno a la pregunta
 “¿Qué significa ser francés?” y fruto de un recorrido por el Hexágono en busca de rostros subjetivamente representativos de una noción de país.
Desde una perspectiva diferente, los fotógrafos proyectados en el anfiteatro romano por el comisario invitado Bohnchang Koo, Youngsoo Han y Kechun Zhang, amplían aún más la vigencia y el vigor de la fotografía-documento crean una confusión de géneros que suele ser bienvenida cuando contenido y forma negocian con éxito su protagonismo.
El artista brasileño Vik Muniz ha aprovechado las fotos familiares y tarjetas postales que lleva coleccionando desde hace años para montar su exposición Álbum, una serie de tapices tejidos con fragmentos de imágenes.
 “Hice una búsqueda sobre la fotografía popular, la que comprende la gente, para mapear la memoria de las personas: lo que refleja las razones de ser más individuales y más universales de la fotografía”, afirma Muniz.
Artur Walther muestra una amplísima colección dedicada a las taxonomías fotográficas que incluye a Martina Bacigalupo, Zanele Muholi, Seydou Keïta, Zang Huan y Samuel Fosso.
“Pasé años investigando la fotografía africana y asiática y explorando los artistas que manipulan los archivos”, dice Walther, obsesionado por el concepto de tipología heredado de la escuela alemana.
Hébel, al hacer balance de los últimos 13 años de los Encuentros de Arlés, se lamenta del “escaso apoyo por parte de la Administración”, aunque se felicita por haber visto al festival crecer e ir incorporando sucesivamente la fotografía digital, la vernacular, la conceptual y otras prácticas artísticas y documentales.
 “He intentado, en estos años, que los encuentros no sean un mercado, sino una ocasión para entablar un diálogo constante sobre la forma, abierto y accesible a todo tipo de públicos”.

La mutación de Argentina........................................... José Sámano


Messi y Mascherano, en el partido ante Holanda / GABRIEL BOUYS (AFP)

Argentina se ha desmentido a sí misma y ha tomado la senda de sus predecesoras en el 86 y el 90, sobre todo de la de la primera, por más que este Messi esté más cerca del Maradona de Italia.
 La selección de Alejandro Sabella llegó a Brasil como un equipo tan reputado en ataque como aparentemente descosido en defensa y sin mucha adicción al centro del campo.
 Su tránsito hasta la final revela lo contrario, su blindaje ante el meta Romero le ha permitido escalar hasta quedar a un paso de la cumbre. Al fin y al cabo, ese fue siempre su recorrido en las tres finales mundialistas que ha disputado tras la inaugural de 1930.
 Los paralelismos son reseñables, ya fuera en tiempos de Maradona o de Messi: encauzó la final del 86 con 11 goles a favor; la del 90, con cinco; y la de 2014, con ocho
. Las defensas fueron un calco y en los tres casos solo recibió tres goles.
La simetría quizá tenga que ver, ayer y hoy, con que lo sustancial del molde no ha variado. Maradona entonces y Messi ahora han contado siempre con guardias de centuriones entrenadas por técnicos de la escuela de Estudiantes, Bilardo y Sabella, técnicos que se reservan para sí una cuota de intervencionismo a la hora de proteger a sus ídolos únicos.
 Esa es su misión, evitar cualquier constipado en defensa y dejar el asunto del ataque en las botas de los astros y algunos auxiliares, ya sean Valdano, Burruchaga, Caniggia, Calderón, Di María o Higuaín.
 Los tres equipos, los de Maradona y el de Messi, debieron aprender a convivir con los genios, lo que no siempre resulta fácil. En la medida en que la Argentina de Sabella se ha ido acercando a la de aquellas que alcanzaron las finales del 86 y el 90, el equipo se ha hecho más consistente.
 No tiene elixir, pero apenas concede ocasiones.
Los mundiales de Maradona y Messi. 
En consonancia con el conjunto de Italia 90, también ha encontrado en un suplente a un distinguido atajador de penaltis. Goycochea, reserva de Pumpido, que se lesionó en un partido con la Unión Soviética, lo fue hace 24 años al afrontar dos tandas consecutivas, una frente a Yugoslavia en cuartos —impidió los goles de Brnovic y Hadzibegic y evitó una condena a Maradona, que había fallado antes— y otra contra Italia en la semifinal, cuando despachó al anfitrión al detener los lanzamientos de Donadoni y Serena. En la final, a un dedo se quedó de desviar el penalti ganador, en tiempo de juego, de Brehme.
 Romero, reserva en el Mónaco, frustró el miércoles a Vlaar y Sneijder. Mascherano, un motivador de primera, se lo sopló antes de la rueda:
 “Hoy vas a ser nuestro héroe”.
Con Messi, Higuaín, Agüero, Di María, Lavezzi y Palacio en la nómina, La Albiceleste partió como un equipo de ataque imponente.
En cambio, la defensa se agrietaba con Fernández y a Mascherano, con Gago al lado, le costaba adaptarse de nuevo al puesto de pivote tras su auxilio como central en el Barcelona. Gota a gota, pero en el arranque del campeonato apareció el mejor Messi, el autor de cuatro goles en la fase de grupos. Lesionado Agüero, Sabella intervino con éxito, retocó la defensa, con Demichelis por el frágil Fernández y Biglia tomó la delantera a Gago.
 Se apagó Messi, pero creció Mascherano y con él todo el armazón defensivo.
 Lo uno por lo otro.
 El torneo ha dejado a Leo como capitán y su colega y amigo como general. Aquí radica una de las diferencias entre esta Argentina y la del 86. Messi se parece más al Maradona del 90, por lo que si en México dieron un estirón los que rodeaban al mito (Valdano y Burruchaga), en Brasil se han agigantado los pretorianos de Mascherano (de Romero a Bigia o Pérez, pasando por Garay y Demichelis).
El papel de Mascherano ha sido crucial. Frente a Holanda, Sabella insistió de nuevo al equipo en la necesidad de no perder la pelota hasta cruzado el medio campo, no dejar campo abierto a gente como Robben y Van Persie. Con el mejor Messi y Di María con el turbo, el juego largo era más habitual.
 Al alejarse Leo de la portería, al equipo no le importa en absoluto tirar pases y pases en zonas “no militarizadas”, en horizontal, cortita y al pie.
Por algo, Mascherano es el jugador del Mundial que más maneja la pelota.
Pero, de forma arriesgada, jamás. A Argentina le ha ido de maravilla.
Lo accidental —las lesiones del Kun y Di María— y las variantes tácticas de Sabella han terminado por cuajar a una Argentina impenetrable, nada que ver con la que se presumía al toque de corneta de Messi y sus compañeros de ataque.
En las tres eliminatorias directas, la selección no ha encajado un solo gol y ha logrado la plaza en Maracaná sin el brillo de otros finalistas recientes, pero sí con la misma eficacia: Argentina está en la final con los mismos tantos anotados por la Francia de 2006 (ocho) y uno más incluso que la España de 2010 (siete).
Si se toman como referencia los dos Mundiales anteriores, las retaguardias de los finalistas son muy similares.
 Si Argentina solo ha padecido tres dianas —por cuatro de Alemania—, Italia y Francia afrontaron el duelo decisivo de 2006 con uno y dos, respectivamente. Cuatro años después, La Roja lo hizo con dos tantos en contra y Holanda, con cinco.
Alemania, tras su exhibición con Brasil, asusta y hasta su prensa lamenta que haya que esperar hasta el domingo para que le den la Copa: “¡Felicidades Messi!
 Así basta para ser subcampeón”, titulaba Bild. Se verá. Alemania deslumbró en semifinales, pero esta Argentina sin púrpura se ha ido fortaleciendo.
 Ahora, Mascherano y lo que representa es el punto de partida y Messi, si acaso está, el punto final.