Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 jul 2014

Arlés exalta la memoria de las fotos...................................................................................... Juan Peces


'Érotique voilée', imagen del libro 'Trepat'. / JOAN FONTCUBERTA / ÉDITIONS BESSARD

Tiempo de metamorfosis, exaltaciones y reivindicaciones en los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arlés, que han inaugurado esta semana más de 60 exposiciones en su 45ª edición, hasta el 21 de septiembre
. Los cambios vienen propiciados por lo que afecta al propio certamen que toma la ciudad relacionados con algunos espacios, la mudanza de comisario —François Hébel, tras 13 años al frente, da paso a Sam Stourdzé, director del Museo del Elíseo en Lausana— y la de la ciudad de la Camarga, que albergará próximamente la nueva sede de la Fundación Luma, encargada al arquitecto Frank Gehry.
Las transformaciones están aparejadas: el relevo en la dirección del festival tiene que ver con el ambicioso proyecto de la mecenas y coleccionista suiza Maja Hoffmann, que preside la citada fundación y está íntimamente ligada a la ciudad. Hébel renunció a seguir como director el invierno pasado al comprobar que los encuentros verían fuertemente reducido su espacio expositivo al comprar Hoffmann los antiguos talleres de reparación de la Renfe francesa en Arlés, donde se han celebrado tradicionalmente numerosas exposiciones y otras actividades
. En sucesivas ediciones, la mayor parte de esos talleres serán transformados o cederán su espacio a la colección de arte y las exposiciones de la Fundación Luma.
Quizá por eso, y consciente de que se cierra una etapa, François Hébel, la persona que multiplicó la audiencia y la relevancia internacional del festival durante su mandato (2001- 2014), ha querido poner el foco en la memoria y en la identidad colectiva, en lo que supone no solo un homenaje a los fotógrafos y comisarios invitados que han construido los encuentros de Arlés durante su historia sino una advertencia contra el individualismo y el fulgor de las apariencias.
François Hébel deja la comisaría del certamen después de 13 años de éxitos. Sam Stourdzé, director del Elíseo de Lausana, asume las riendas
La memoria colectiva y colectivizada que recibe al espectador en Arlés admite múltiples variantes. Una de ellas sería la impresionante colección de fotolibros chinos comisariada por Martin Parr (fotógrafo, coleccionista ávido de fotografía, comisario, investigador y ahora presidente de Magnum) y el dúo Wassink Lundgren (Thijs Groot Ar y Ruben Lundgren).
En un edificio vacío de cinco plantas que albergó la sede de un banco se ha instalado una magna exposición de libros de propaganda que recogen diferentes épocas de la historia de China.
 El montaje de la muestra, coproducida por la fundación Aperture, es en sí una metáfora sobre la censura: al visitante se le ofrece al entrar una linterna con la que deberá iluminar las fotografías y los libros expuestos, en salas que no tienen otra iluminación.
El recorrido se inicia con los albores de la fotografía china en el periodo de 1900-1949 y aborda todos los periodos clave de la historia moderna de China, desde la revolución de 1911 y la segunda guerra chino-japonesa (1931-1945) a la revolución comunista.
La muestra, repartida en tres plantas del edificio, permite comprobar cómo la producción de fotolibros es usada, en un contexto totalitario, como un instrumento para construir una identidad ficticia (por ser incompleta y manipulada) y vehicular el culto al líder.
 No faltan en la exposición publicaciones modernas que recuperan la tradición fotográfica y los esfuerzos por sortear la censura comunista, como el libro Red color news soldier: A chinese photographer’s odyssey through the cultural Revolution, de Li Zhensheng, cuyas fotos tardaron 15 años en ver la luz.
Una exposición recorre la historai de China desde 1900 hasta 1949
. En Arlés hay una advertencia al individualismo y al fulgor de las apariencias
En la misma sede se ofrece una muestra de panoramas políticos pertenecientes a la colección de Claude Hudelot, experto sinólogo, que considera ese subgénero fotográfico “un espejo de la burocracia celestial” y un tesoro para los historiadores.
Desde otro punto de vista, Joan Fontcuberta presenta por primera vez, en una exposición y en un fotolibro, los archivos de la colección Trepat, un trampantojo fotográfico y hermenéutico en el que juega de nuevo con la credulidad del espectador y las ideas recibidas sobre la práctica fotográfica. “Me pidieron un proyecto para el festival en torno al aniversario de la Primera Guerra Mundial, y encontré los archivos fotográficos de la fábrica Trepat, creada en 1914 en Tárrega”, explica Fontcuberta.
 “Eso me dio pie a hacer una parodia de la forma en la que se ha construido o se ha escrito la historia, en base al fetichismo de una serie de referentes culturales, como Rodchenko, Man Ray o Moholy-Nagy”.

Retrato y documento

Sandy Nairne, director de la National Portrait Gallery de Londres, recordaba, durante la visita guiada a la exposición de David Bailey en Arlés, que para el fotógrafo británico, que revolucionó la forma de hacer retratos de moda y de personajes de la cultura, el envoltorio” no tiene ningún valor frente a la personalidad del sujeto.
Una buena declaración de intenciones que encaja con la visión artística del director de los Rencontres. Este, antiguo director de Magnum, no ha eludido nunca la fotografía más glamurosa en su programación, aunque ha privilegiado a autores capaces de captar el alma de la persona situada ante la lente y de transmitir algo más que un argumento de venta.
 Además de Bailey, Patrick Swirc y Vincent Pérez, proponen retratos que reflejan la madurez estética y las pretensiones artísticas —a menudo justificadas— del retrato editorial.
 En el género del retrato sobresale este año el trabajo de Denis Rouvre Identidades, territorios íntimos, articulado en torno a la pregunta
 “¿Qué significa ser francés?” y fruto de un recorrido por el Hexágono en busca de rostros subjetivamente representativos de una noción de país.
Desde una perspectiva diferente, los fotógrafos proyectados en el anfiteatro romano por el comisario invitado Bohnchang Koo, Youngsoo Han y Kechun Zhang, amplían aún más la vigencia y el vigor de la fotografía-documento crean una confusión de géneros que suele ser bienvenida cuando contenido y forma negocian con éxito su protagonismo.
El artista brasileño Vik Muniz ha aprovechado las fotos familiares y tarjetas postales que lleva coleccionando desde hace años para montar su exposición Álbum, una serie de tapices tejidos con fragmentos de imágenes.
 “Hice una búsqueda sobre la fotografía popular, la que comprende la gente, para mapear la memoria de las personas: lo que refleja las razones de ser más individuales y más universales de la fotografía”, afirma Muniz.
Artur Walther muestra una amplísima colección dedicada a las taxonomías fotográficas que incluye a Martina Bacigalupo, Zanele Muholi, Seydou Keïta, Zang Huan y Samuel Fosso.
“Pasé años investigando la fotografía africana y asiática y explorando los artistas que manipulan los archivos”, dice Walther, obsesionado por el concepto de tipología heredado de la escuela alemana.
Hébel, al hacer balance de los últimos 13 años de los Encuentros de Arlés, se lamenta del “escaso apoyo por parte de la Administración”, aunque se felicita por haber visto al festival crecer e ir incorporando sucesivamente la fotografía digital, la vernacular, la conceptual y otras prácticas artísticas y documentales.
 “He intentado, en estos años, que los encuentros no sean un mercado, sino una ocasión para entablar un diálogo constante sobre la forma, abierto y accesible a todo tipo de públicos”.

La mutación de Argentina........................................... José Sámano


Messi y Mascherano, en el partido ante Holanda / GABRIEL BOUYS (AFP)

Argentina se ha desmentido a sí misma y ha tomado la senda de sus predecesoras en el 86 y el 90, sobre todo de la de la primera, por más que este Messi esté más cerca del Maradona de Italia.
 La selección de Alejandro Sabella llegó a Brasil como un equipo tan reputado en ataque como aparentemente descosido en defensa y sin mucha adicción al centro del campo.
 Su tránsito hasta la final revela lo contrario, su blindaje ante el meta Romero le ha permitido escalar hasta quedar a un paso de la cumbre. Al fin y al cabo, ese fue siempre su recorrido en las tres finales mundialistas que ha disputado tras la inaugural de 1930.
 Los paralelismos son reseñables, ya fuera en tiempos de Maradona o de Messi: encauzó la final del 86 con 11 goles a favor; la del 90, con cinco; y la de 2014, con ocho
. Las defensas fueron un calco y en los tres casos solo recibió tres goles.
La simetría quizá tenga que ver, ayer y hoy, con que lo sustancial del molde no ha variado. Maradona entonces y Messi ahora han contado siempre con guardias de centuriones entrenadas por técnicos de la escuela de Estudiantes, Bilardo y Sabella, técnicos que se reservan para sí una cuota de intervencionismo a la hora de proteger a sus ídolos únicos.
 Esa es su misión, evitar cualquier constipado en defensa y dejar el asunto del ataque en las botas de los astros y algunos auxiliares, ya sean Valdano, Burruchaga, Caniggia, Calderón, Di María o Higuaín.
 Los tres equipos, los de Maradona y el de Messi, debieron aprender a convivir con los genios, lo que no siempre resulta fácil. En la medida en que la Argentina de Sabella se ha ido acercando a la de aquellas que alcanzaron las finales del 86 y el 90, el equipo se ha hecho más consistente.
 No tiene elixir, pero apenas concede ocasiones.
Los mundiales de Maradona y Messi. 
En consonancia con el conjunto de Italia 90, también ha encontrado en un suplente a un distinguido atajador de penaltis. Goycochea, reserva de Pumpido, que se lesionó en un partido con la Unión Soviética, lo fue hace 24 años al afrontar dos tandas consecutivas, una frente a Yugoslavia en cuartos —impidió los goles de Brnovic y Hadzibegic y evitó una condena a Maradona, que había fallado antes— y otra contra Italia en la semifinal, cuando despachó al anfitrión al detener los lanzamientos de Donadoni y Serena. En la final, a un dedo se quedó de desviar el penalti ganador, en tiempo de juego, de Brehme.
 Romero, reserva en el Mónaco, frustró el miércoles a Vlaar y Sneijder. Mascherano, un motivador de primera, se lo sopló antes de la rueda:
 “Hoy vas a ser nuestro héroe”.
Con Messi, Higuaín, Agüero, Di María, Lavezzi y Palacio en la nómina, La Albiceleste partió como un equipo de ataque imponente.
En cambio, la defensa se agrietaba con Fernández y a Mascherano, con Gago al lado, le costaba adaptarse de nuevo al puesto de pivote tras su auxilio como central en el Barcelona. Gota a gota, pero en el arranque del campeonato apareció el mejor Messi, el autor de cuatro goles en la fase de grupos. Lesionado Agüero, Sabella intervino con éxito, retocó la defensa, con Demichelis por el frágil Fernández y Biglia tomó la delantera a Gago.
 Se apagó Messi, pero creció Mascherano y con él todo el armazón defensivo.
 Lo uno por lo otro.
 El torneo ha dejado a Leo como capitán y su colega y amigo como general. Aquí radica una de las diferencias entre esta Argentina y la del 86. Messi se parece más al Maradona del 90, por lo que si en México dieron un estirón los que rodeaban al mito (Valdano y Burruchaga), en Brasil se han agigantado los pretorianos de Mascherano (de Romero a Bigia o Pérez, pasando por Garay y Demichelis).
El papel de Mascherano ha sido crucial. Frente a Holanda, Sabella insistió de nuevo al equipo en la necesidad de no perder la pelota hasta cruzado el medio campo, no dejar campo abierto a gente como Robben y Van Persie. Con el mejor Messi y Di María con el turbo, el juego largo era más habitual.
 Al alejarse Leo de la portería, al equipo no le importa en absoluto tirar pases y pases en zonas “no militarizadas”, en horizontal, cortita y al pie.
Por algo, Mascherano es el jugador del Mundial que más maneja la pelota.
Pero, de forma arriesgada, jamás. A Argentina le ha ido de maravilla.
Lo accidental —las lesiones del Kun y Di María— y las variantes tácticas de Sabella han terminado por cuajar a una Argentina impenetrable, nada que ver con la que se presumía al toque de corneta de Messi y sus compañeros de ataque.
En las tres eliminatorias directas, la selección no ha encajado un solo gol y ha logrado la plaza en Maracaná sin el brillo de otros finalistas recientes, pero sí con la misma eficacia: Argentina está en la final con los mismos tantos anotados por la Francia de 2006 (ocho) y uno más incluso que la España de 2010 (siete).
Si se toman como referencia los dos Mundiales anteriores, las retaguardias de los finalistas son muy similares.
 Si Argentina solo ha padecido tres dianas —por cuatro de Alemania—, Italia y Francia afrontaron el duelo decisivo de 2006 con uno y dos, respectivamente. Cuatro años después, La Roja lo hizo con dos tantos en contra y Holanda, con cinco.
Alemania, tras su exhibición con Brasil, asusta y hasta su prensa lamenta que haya que esperar hasta el domingo para que le den la Copa: “¡Felicidades Messi!
 Así basta para ser subcampeón”, titulaba Bild. Se verá. Alemania deslumbró en semifinales, pero esta Argentina sin púrpura se ha ido fortaleciendo.
 Ahora, Mascherano y lo que representa es el punto de partida y Messi, si acaso está, el punto final.

10 jul 2014

YO



Odio ir de compras.................................................................................... Eugenia de la Torriente


Tienda de Prada en Milán. La marca espera pronto alcanzar la cifra de 80 establecimientos repartidos por todo el planeta en los que solo vendan sus colecciones masculinas. La novia, que espere en el bar o se conecte al Wifi

Ir de compras siempre fue una actividad de dudosa reputación entre el público masculino.
 El ritual de entrar y salir de tiendas llenas de gente (¡y de sus probadores!) solo o en compañía de tu pareja o amigos no ha ocupado tradicionalmente un puesto destacado entre las preferencias de ocio de los hombres.
O eso se decía. Al que le gustaba, se cuidaba mucho de anunciarlo.
 Afirmo, sin ninguna base científica, que esta mala prensa podría estar detrás de la errónea –y ya erradicada– idea de que a los hombres no les interesaba la moda.
 Lo que en realidad rechazaban era el trámite de comprarla.
 El comercio electrónico ha demostrado que los caballeros no tienen problema en admitir que les encanta adquirir zapatillas, camisetas o monederos siempre que no tengan que ir a ninguna tienda a por ellos.
Es evidente que la venta online elimina la gestión física y social de las compras.
 Se trata de un hombre solo frente a una pantalla en la que fisgar, comparar y adquirir productos sin más explicaciones ni encuentros.
 Una épica más cercana a la de clásicos y solitarios arquetipos masculinos que a la de las chicas de Sexo en Nueva York, cotorreando mientras patrullan las calles cargadas de bolsas de marca.
 Un papel en el que los hombres se gustan más y, por lo tanto, tienen menos problemas en identificarse. Según un estudio de Mintel, un 60% de los hombres de Gran Bretaña compró alguna prenda de ropa en la Red en 2013 y un 20% confiesa entregarse a las “compras virtuales” durante la pausa de la comida.
Los vendedores de moda 2.0 han encontrado un filón en todo esto. Mr Porter, la versión masculina de la exitosa web de lujo Net-a-porter, nació en 2011 y se ha convertido en una referencia para la industria, capaz de editar su propia revista digital y hasta una especie de libros en papel. Su director de moda, Toby Bateman, declaraba hace unos días en The Business of Fashion: “No creo que haya límite a lo que los hombres van a querer comprar a través de Internet.
No digo que vayamos a vender coches y yates mañana, pero desde luego vamos a seguir evolucionando”. ¿Su objetivo inminente? Los relojes caros.
Intento que algunos hombres me razonen qué es lo que hace tan radicalmente diferente la venta online de la tradicional como para que una se exhiba y la otra se oculte.
 Alguien me ofrece un argumento interesante. “Sería mejor que trataras de explicar qué es lo que le puede gustar a una mujer de ir de compras y luego le dieras la vuelta”. Es una idea sugerente, sobre todo, porque abunda en el problema de los estereotipos.
 Desde luego, hay mujeres que detestan ir de compras y también hombres a los que les gusta entrar en un probador de vez en cuando.
Prada acaba de anunciar que en tres años pretende doblar su facturación masculina, que en 2013 alcanzó los 800 millones de euros.
 Y para conseguirlo tiene un plan muy simple: abrir 50 tiendas solo para hombres que se sumen a las 30 de este tipo que ya posee. Internet ha contribuido a eliminar el estigma de las compras
. Tal vez, sea el momento de pasar esa enseñanza de la esfera virtual a la real.
 Si ya eliminamos el tabú de las faldas y el maquillaje, también podemos contemplar la posibilidad de que a un caballero le guste ir de compras.