Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 jul 2014

Quiero ser millonario.......................................................................................... Milagros Pérez Oliva

Ha caído por casualidad en mis manos un librito delicioso.
 Lo han hecho, como recuerdo de final de etapa, las profesoras, padres y niños de una clase de sexto de Primaria, la mayoría de los cuales ha compartido aula en la misma escuela desde 2005.
 Son 14 niños y 11 niñas de doce años que han dejado atrás la educación infantil y esperan septiembre con ilusión, pero también cierta aprensión, porque entrarán en la ESO y saben que eso es empezar a hacerse mayor.
 Se trata de un ejercicio vitalista y tierno, un ejemplo del buen hacer pedagógico de una escuela pública considerada modélica.
 La publicación incluye cartas de las maestras y los padres dirigidas a los niños, pero los protagonistas son ellos.
 Contiene, en forma de desplegable, dos fotos de cada niño, una actual y otra del primer curso, y un pequeño texto en el que cada uno expone sus preferencias sobre un país, un sueño, un recuerdo, un deseo y qué quiere ser de mayor.
Y aquí es donde salta la gran sorpresa: de los 25, 12 quieren ser, expresado además de forma muy clara, millonarios.
 Y una constatación: pese a haberse educado en la misma escuela y el mismo entorno, hay enormes diferencias entre los niños y las niñas a la hora formular sus deseos y proyecciones de futuro. El contenido induce a una inquietante constatación: por mucho que se esfuerce la escuela por transmitir determinados valores, la fuerza de los que emergen del entorno mediático es tan potente que acaban predominando.
Este es el “deseo” que expresa cada uno de los 14 niños: que me toque la lotería (4), ser multimillonario (4), ser millonario, ser rico, ser jugador de fútbol en el Real Madrid, tener una mansión y tres Bugattis, tener una mesa Elements con ejes Santa Cruz y tener dinero para mantener a mi familia.
 Y este, el que expresan las 11 niñas: dar la vuelta al mundo con mis amigas (4), ser cocinera, ser muy feliz, aparecer en los libros de historia como una de las científicas más importantes, sacar buenas notas, que no haya problemas, que la amistad no se rompa por muchos años que pasen, y ser famosa.
Los niños son tremendamente permeables a la publicidad. Y mucho más sensibles a la imagen que a las palabras
No cabe duda de que en las respuestas hay un cierto factor de arrastre, de imitación, pero no deja de ser significativo que lo que arrastra, en el caso de los chicos, sea precisamente el sueño de hacerse millonario.
 En coherencia con estos deseos, los niños eligen profesiones cuyo éxito implica siempre ganar mucho dinero
. De los 14, hay tres que eligen profesiones “normales” (ingeniero aeronáutico, cocinero y mecánico) y otros tres, profesiones de “acción” (policía secreta, soldado y marinero “como el novio de mi hermana”).
 Los ocho restantes quieren ser deportistas de élite: futbolista (3) –como Ronaldo, precisa uno-, jugador de la selección española de waterpolo, jugador profesional de hockey, piloto de moto GP, skater profesional y tenista.
Entre las niñas, en cambio, se observa un mayor realismo y mayor variedad a la hora de elegir: actriz (3), diseñadora de moda (2), cocinera, psicóloga, periodista, profesora, dibujante y científica.
La muestra no tiene valor representativo, pero es un ejemplo muy elocuente de cómo el entorno influye en los niños.
De cómo ciertos valores que aparecen como difusos en el ambiente mediático, pasan por encima de los que se trabajan en clase o aquellos que las familias tratan de inculcar.
 Estos niños no van a un colegio elitista, sino todo lo contrario: es una escuela pública que sigue un modelo de pedagogía activa con los pies bien anclados en la realidad.
 Sus familias pertenecen a ese amplio espectro de capas populares y clases medias que sortean como puede la crisis, unos mejor que otros. ¿De dónde salen pues esos sueños de grandeza, esos deseos imperiosos de hacerse rico?
No es difícil encontrar la respuesta: del modelo de éxito que de forma apabullante emerge a través de los medios de comunicación. De las noticias sobre las fichas millonarias de las estrellas del fútbol, de la increíble prima de 720.000 euros prometidos a los jugadores de la Roja si ganaban la copa del mundo, de la permanente exhibición de los rutilantes éxitos de figuras del deporte como Nadal, Alonso o los jovencísimos pilotos de las carreras de motos.
Ese es el modelo que aparece. Un modelo atractivo y aparentemente sin esfuerzo. Nada de matemáticas, nada de física ni estadística
. Y una idea de fondo muy peligrosa: el poder absoluto del dinero. Menos mal que ninguno ha dicho que quería hacerse político corrupto, que es otra vía muy transitada últimamente para hacerse millonario sin demasiado esfuerzo.
Los niños son tremendamente permeables a la publicidad.
Y mucho más sensibles a la imagen que a las palabras.
El mensaje que reciben en clase queda sepultado por un alud de imágenes relacionadas con el éxito, la fama y la gloria como fuente de poder y de felicidad
. Es lógico que lo quieran para ellos.
 Lo preocupante, de este pequeño y entrañable retrato de anhelos, es cómo gestionarán estos niños y muchos otros como ellos la frustración de semejantes expectativas.

Un artículo incómodo................................................................................ Juan Cruz

Lo políticamente correcto está en su apogeo, y la gente no discute hasta que el otro se pronuncie.

Debió ser incómodo, o poco digestivo, el artículo que aquí publicó Santos Juliá el reciente 19 de junio (Una tradición inventada) pues lo ha leído mucha gente (778 retuits, 3.688 citas en Facebook), pero no ha desatado ni la controversia ni la algarada que textos así concitaban en el pasado.
Debió ser incómodo porque, tratando de la dicotomía entre Monarquía y República como posibles formas de Estado, no arremetieron contra el historiador quienes establecen que la República es lo que debe prevalecer, ni salieron al paso los monárquicos para precisar los argumentos.
Esta es una interpretación sobre el hecho cierto de que un artículo tan importante haya resultado tan necesario y tan incómodo a la vez.
 Ahora lo políticamente correcto está en su apogeo, y la gente no discute, o no corrobora, hasta que el otro se pronuncie.
La discusión, revivida ahora, sobre el régimen que debe prevalecer no ha tenido el sesgo que se daba por sentado
La tesis del artículo era que desde el XIX hasta acá esa discusión, revivida ahora, sobre el régimen que debe prevalecer no ha tenido el sesgo que se daba por sentado.
 En ninguna circunstancia los socialistas de Pablo Iglesias ni los comunistas (y luego los comunistas de Santiago Carrillo) habían mostrado entusiasmo apreciable por una forma de Estado que parecía ideada para sus inquietudes sociales y revolucionarias.
 A Iglesias, la República no le parecía la aliada natural de sus ansias de progreso para los trabajadores, y los comunistas tampoco mostraron entusiasmo apreciable por el cambio de régimen cuando se produjeron las famosas, y tan saludables, aclamaciones de la Puerta del Sol.
En este último caso, recordaba Santos Juliá, agitadores comunistas gritaban “¡Abajo la República, vivan los sóviets!” cuando otros estaban celebrando la huida de Alfonso XIII.
 En el caso de los socialistas, en Una tradición inventada Santos recordaba unas palabras de Julián Zugazagoitia; explicaba éste en 1930 que la República “es la Guardia Civil garantizando la propiedad y la explotación de los obreros y los campesinos bajo la dirección de un presidente en lugar de un rey”.
Cuando ya Franco estaba instalado en su sitio, habiendo derribado la República en mala hora y con las malas artes internacionales que ya son tan sufridas y conocidas, Carrillo decidió acercarse al heredero natural de la Corona, don Juan, y más adelante, cuando ya Franco había muerto en su cama y le sucedió don Juan Carlos, el líder comunista más longevo de la historia de España lo llamó “el Breve”, pero luego pactó con él y con otras fuerzas políticas (los socialistas también), y acompañó sin más problemas al Monarca hasta que el propio Carrillo se cambió de sitio, o lo cambiaron.
Así que era el de Santos Juliá un artículo interesante; estaba escrito además con esa capacidad (suya, de otros) que suelen tener los historiadores, y que no tenemos los columnistas y algunos políticos, de decir cosas con documentos y no inducirlas con invectivas.
 En otro tiempo (en tiempos de Ortega, por ejemplo), los artículos importantes se discutían luego. Este no se discutió; vamos, a excepción para esos 778 tuiteros y para aquellos de Facebook, los mortales que los leyeron no se levantaron en armas ni presentaron armas.
 Es que era incómodo, como todo lo que ahora explica que no es únicamente el Rey el que está desnudo.

 

5 jul 2014

Marlon Brando un hombre que despreció la Belleza














La dolorosa belleza de Marlon Brando......................................................................... Elsa Fernández-Santos

Marlon Brando vive solo en Los Ángeles, en su casa de estilo japonés de Mulholland Drive
. Pasa las horas hablando por teléfono y enganchado a Internet
. Le gustan los chats y, al parecer, visita secretamente las páginas dedicadas a él para corregir datos equivocados
. Anónimamente se comunica con muchas personas.
 Tiene 79 años y un carácter paranoico.
 Trata con desprecio su oficio y si trabaja es por cantidades astronómicas de dinero.
 De vez en cuando come en su casa con Johnny Depp (un joven actor por el que siente debilidad) o sale a algún restaurante de Beverly Hills con su amigo el promotor de boxeo Larry King.
Le gusta llamar a la famosa presentadora Oprah Winfrey para intercambiar detalles sobre sus aumentos y pérdidas de peso.
Brando tiene un candado en su nevera. Su clínica de adelgazamiento favorita está en el Reino Unido, pero apenas la visita.
 Se refugia en la comida para calmar sus estados de ansiedad y sus continuas depresiones.
 Dicen que se hizo desde muy joven adicto a la mantequilla de cacahuete y a las hamburguesas.
 Las teorías más simplistas lo achacan a que es hijo de alcohólicos.
 Otras lo atribuyen a un fatal instinto: Marlon Brando odiaba su belleza.
A Brando no le gustaba Stanley Kowalski, el personaje que (primero en el teatro y luego en el cine) le convirtió en icono.
Patricia Bosworth, periodista de The New York Times y Vanity Fair, recoge en su biografía sobre Marlon Brando (que en octubre edita en España Mondadori) la vida de un hombre que revolucionó el arte de actuar, que se atrevió a cambiar las técnicas tradicionales de declamación y que gracias a muy pocos trabajos (básicamente los de Un tranvía llamado deseo, ¡Viva Zapata!, Julio César, La ley del silencio, El rostro impenetrable, La jauría humana, El Padrino, El último tango en París y Apocalipse Now) es un icono del siglo XX
. A partir de entrevistas con amigos y de otros libros, incluida la autobiografía de Brando (Las canciones que mi madre me enseñó, publicada en España por Anagrama) y la monumental que en 1994 escribió Peter Manso, Bosworth retrata -con admiración pero también con distancia- la trayectoria de un hombre tan sensible como furioso.
 Un actor cuyo magnetismo sexual, su melancólico egocentrismo y sus rasgos infantiles (tenía su casa llena de trenes de juguete y de animales, tortugas, mapaches...) le hacían irresistible a los ojos de cualquiera, ya fuera "mujer, hombre o animal".
Según la crítica de The New York Times, lo único lamentable del libro de Bosworth (perteneciente a la colección Penguin Lives) es "su brevedad".
 Otros comentarios subrayan que se trata de una biografía más interesada en la forja del actor que en los detalles de su vida privada.
 La biógrafa apenas se detiene en un suceso clave de sus últimos años: el suicidio de su hija Cheyenne, que se ahorcó después de que su hermano Christian asesinara a su novio.
 Christian dijo que quiso evitar que su cuñado pegara a su hermana, pero eso (y los millones invertidos por su padre en abogados) no le salvaron de la cárcel. Christian, adicto a las drogas desde muy joven, era el hijo favorito de Brando.
 De sus nueve vástagos reconocidos, Miko, hijo de la mexicana Movita y uno de los que menos gracia hacía a su padre -lo encontraba un niño muy pesado-, es hoy el que el que más cerca está de Brando.
 Miko, guardaespaldas de Michael Jackson, incluso logró que su padre le diera algunas clases de actuación al autor de Thriller.
Brando pasó de ser un hombre generoso que se hacía cargo de cualquiera que conocía (sus casas de Nueva York o su atolón de la Polinesia eran enormes comunas de amigos y conocidos que vivían a su costa) a ser un hombre receloso y desconfiado.
 Hoy apenas tiene amigos. Wally Cox (un flacucho con gafas extremadamente inteligente y culto) lo fue desde niño, y cuando murió Brando se peleó con su viuda por las cenizas.
 Al final ella permitió que Brando se las llevara. "Las necesita más que yo", dijo.
 Juntos compartieron casa durante años y juntos viajaban en moto sin rumbo.
Marlon Brando nació el 3 de abril de 1924 en una familia acomodada de Omaha (Nebraska).
 Él y sus dos hermanas (a las que siempre adoró y a las que dedicó, junto a su psiquiatra, su autobiografía) se criaron bajo el irresistible -aunque frágil- encanto de su madre, una rubia despampanante de origen irlandés llamada Dorothy -Dodie- Pennebaker.
 Su padre, Marlon Brando, era un fanfarrón autoritario a quien el actor siempre temió.
 No sólo dilapidó el dinero de su hijo en malos negocios, sino que le gustaba desautorizarle en público
. En uno de los famosos monólogos que el actor improvisó en El último tango en París (juró que jamás se volvería a exponer de esa manera en una película) dejó ver el dolor que le había causado la relación de amor-odio con su progenitor, a quien el actor definió así: "Su sangre consistía en una mezcla de alcohol, testosterona, adrenalina e ira".
 Fue un estudiante desastroso, su madre -que había sido actriz- le llenó la cabeza de historias y canciones (Brando asegura que en su cabeza nunca deja de tararear) que disparaban su imaginación. Expulsado de varias escuelas, en 1943 viajó a Nueva York para vivir con sus hermanas, que entonces estudiaban en Manhattan.
Ese mismo año entraba en la clase de teatro de Stella Adler.
 Al verle llegar vestido con un pantalón de peto y unas viejas zapatillas, la profesora hizo un comentario rijoso: "¿Quién es este vagabundo?".
 Mirándola fijamente, el joven, de 19 años, simplemente contestó: "Marlon Brando".
 A las pocas semanas, Brando ya era su alumno favorito.
 Adler propuso a la clase que se comportaran como gallinas amenazadas por una bomba. Mientras todos cacareaban frenéticos por el aula, Brando se fue a un rincón y puso un huevo.
 "Stella me lo enseñó todo", afirmaría más tarde el actor. "No le enseñé nada. Sólo le abrí las puertas del sentimiento y la experiencia
. Después ya no me necesitó".
El joven Brando siempre arrastró una profunda tristeza.
 Se sentía atraído por mujeres mayores que él, mientras intentaba -sin éxito- alejar a su madre de su padre
. A Brando le repugnaba el donjuanismo de su padre y no entendía cómo su madre, siempre rodeada de artistas excéntricos y bohemios, volvía una y otra vez con él.
 El alcohol hizo estragos en ella y su hijo la buscaba en los bares donde se perdía, incluso una vez la llevó desnuda por las calles, inconsciente de tanto beber.
 Dodie se instaló con sus hijos en Nueva York. Allí, Brando se encerraba en el cuarto de su madre y actuaba sólo para ella durante horas.
 Cuando su madre dejó Nueva York para volver una vez más con su marido y para hacer una cura de desintoxicación, Brando se refugió en casa de Stella Adler.
 Su madre acabó siendo una de las mujeres pioneras en Alcohólicos Anónimos.
 Y él, según una conversación que mantuvo con el dramaturgo Clifford Odets, sintió que a partir de entonces ya no le necesitó como cuando era una bebedora incontrolada.
 "Pensé que ya no me quería". El 31 de marzo de 1954, cuando Brando ya era un actor famoso, Dodie moría agarrada a las manos de su hijo.
Él le cortó un mechón de cabello, cogió la almohada sobre la que había muerto y un anillo de aguamarina que siempre llevaba en el dedo.
Deambuló durante horas por la calle.
Marlon Brando siempre salió con infinidad de mujeres, guapas, feas, flacas y gordas.
 También, años después, confesó a una revista francesa que él, "como la mayoría de los hombres", había tenido relaciones homosexuales:
 "Y no me avergüenzo. En lo más profundo me siento ambiguo.
 De algún modo el sexo carece de precisión
. Digamos que el sexo es asexual".
 En su juventud, su novia favorita era Celia Webb, una suramericana ardiente y elegante, madre de un hijo y diez años mayor que él, a quien conoció en casa de sus hermanas en Nueva York.
 Su amistad duró años. Sondra Lee, otra de sus novias de juventud, recuerda cómo un día fue a visitarle: "Marlon abrió la puerta y tras él vi a Celia en la cama.
 Estuvo encantador pero capté el mensaje. Los dos sabíamos que ella era especial".
 Sondra y Celia se hicieron amigas. "En aquella época todas las novias de Marlon éramos amigas. Aceptábamos la situación.
 Era un Dios, un rey... Aceptábamos el hecho de que era distinto"
. En 1947, Brando actuó con una de las estrellas más conocidas de Broadway, Tallulah Bankhead. La relación resultó difícil y lo echaron.
 Antes de las escenas de amor, él masticaba ajos. "Querido papá", escribía ese mismo año, "el 4 de octubre empiezo los ensayos de Un tranvía llamado deseo. Voy a cobrar 550 dólares a la semana y seré el segundo en cartel. El director es Elia Kazan. La protagonista es Jessica Tandy. Karl Maden hace un papel secundario. Es una obra fuerte, violenta y sincera, de impacto más emocional que intelectual"
. A Brando no le gustaba Stanley Kowalski, el personaje que (primero en el teatro y luego en el cine) le convirtió en icono.
 "Yo era la antítesis de Stanley Kowalski. Yo era de naturaleza sensible, y él, vulgar".
Cuarenta años después, Harold Brodky escribiría en The New Yorker: "La nueva encarnación del padre de clase trabajadora del país en Brando constituyó una importante invención cultural. [...]
Era en muchos aspectos una especie de soldado desconocido, no física, sino espiritualmente muerto". En sus memorias, Tenessee Williams recuerda su primer encuentro con Brando:
"Me pidió que paseáramos por la playa. No intercambiamos ni una palabra. ¡Nunca había visto a un hombre de tan extraordinaria belleza!".
Desde muy pronto Brando despreció la fama, temía a los fans y rechazaba el trato de favor que recibía.
 El éxito le perturbaba
. Empezó a padecer insominio y jaquecas. En la célebre entrevista que Truman Capote le hizo en 1957 y que se tituló El duque en sus dominios, Brando (que durante cinco horas bebió mucho vodka) afirma que la gente sensible no logra evolucionar aterrada por las heridas.
 "Nunca se permite sentir porque siempre siente demasiado". Brando le confesó que se sentía incapaz de amar a nadie, de confiar en nadie.
La entrevista se publicó en The New Yorker y su impacto fue enorme. Brando quería matar "al pequeño bastardo"


. Quería demandarle. Finalmente no lo hizo.
 Cuando le preguntaban decía: "Creo que le golpearé con un fideo mojado".