Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 jul 2014

Detenido un hombre que ataba y robaba a ancianas en sus casas en Barcelona............................

El ladrón se hacía pasar por trabajador de una compañía eléctrica. Atacó a ocho mujeres.

Los Mossos d'Esquadra han detenido a un hombre de 31 años como presunto autor de ocho robos a ancianas en sus domicilios de Terrassa (Barcelona), donde las ataba y robaba tras hacerse pasar por trabajador de una compañía eléctrica.
El ladrón acudía vestido de revisor para tener credibilidad y acceder a los pisos con la excusa de mirar el contador, pero una vez dentro comprobaba que la mujer estuviera sola, la abordaba violentamente y la ataba de manos y pies para registrar el piso y llevarse joyas y dinero en metálico, ha informado la policía catalana en un comunicado este sábado.
El primer robo ocurrió el 18 de noviembre.
 El ladrón robó joyas y un teléfono móvil a la víctima, a la que intimidó con un cúter y dejó herida leve con politraumatismos y pérdida del conocimiento.
Hasta el 25 de junio cometió ocho robos en Terrassa, con víctimas entre los 70 y 85 años, y sustrajo más de 5.600 euros, gran cantidad de joyas y dos lingotes de oro de 50 gramos cada uno.
La policía ha destacado la violencia que utilizaba el ladrón, que en una ocasión dejó a una mujer gravemente herida tras darle un fuerte golpe en la cabeza, arrastrarla y taparle la boca para que no gritara.
El hombre fue detenido en la vía pública y en su casa encontraron parte del botín, tras lo que ha ingresado en prisión provisional después de pasar a disposición del juez.

 

4 jul 2014

¿Qué entendemos por cine negro?..........................................Carlos Boyero


Robert Mitchum, en un fotograma de 'Intriga extranjera', de Sheldon Reynolds. / 1956 Mandeville Productions, United Artists / Taschen

Gran parte de las películas a las que dedica su conocimiento y su amor un libro que equivale al hallazgo de un tesoro, algo a lo que nos tiene gozosamente acostumbrados la editorial Taschen y titulado Film noir, es cine en blanco y negro, algo inencontrable en la programación de las televisiones y de las salas de cine, también cada vez más escaso en DVD y Blu-ray.
Y compadeces por ello a la cinefilia joven, que imagino existente, aunque cada vez que observo a los ocupantes de los cines que frecuento, siempre en versión original, es insólito encontrarte a espectadores menores de treinta años e incluso de cuarenta.
Te apena que a la gente joven que está enganchada a ese amor irrenunciable les resulte tan arduo el acceso a ese cine negro (o blanco, o rojo, o verde, maravillosamente antiguo) que a tanta gente mayor nos hizo feliz, que solo puedan toparse con gran parte de los clásicos a través de las filmotecas.
Este primoroso libro, de cuya edición son responsables Paul Duncan y Jürgen Müller y que precisa de un atril para ser degustado con comodidad, ya que sus setecientas páginas pesan muchos kilos, es una exhaustiva antología de un género imperdurable
. Las opiniones críticas que aparecen pueden ser discutibles, pero resulta incuestionable el apabullante despliegue visual de este libro que no solo dona información sobre un género apasionante, sino que también posee olor (qué colocón proporciona esnifar el papel de lujo, otro de los placeres de la lectura que jamás podrá lograr el libro electrónico, tan promocionado y triunfante él, tan frío, tan odioso) y sabor, de un homenaje que está a la hermosa y perturbadora altura estética del género al que está dedicado.
Observar esta maravillosa impresión de más de un millar de fotografías supone revivir rostros, secuencias, personajes, ambientes, diálogos, atmósferas que han marcado tu vida cinéfila (¿existe otra existencia mejor?) desde que eras un crío. En mi caso, leer los textos que acompañan a esas imágenes puede ser prescindible, ya que tengo abundantes datos de la biografía y la obra de la gente que hizo posible esas películas y también recuerdo nítidamente algunas frases y diálogos míticos, pero mirar una y otra vez esas imágenes renueva las impagables sensaciones que tuve al ver esas películas por primera vez en su habitáculo natural, en la sala oscura.
Este libro no solo representa un tributo y una evocación del cine negro
. También tiene poderes onanistas para los que siempre hemos estado colgados con ese fascinante universo.
Las imágenes de
‘Film noir’ renuevan
las impagables
sensaciones que tuve
al ver esas películas
por primera vez
Y puede que en alguna época hayas pretendido autoconvencerte en vano de cosas tan falsas como que los géneros no importan, sino la calidad con la que están tratados.
Es una opinión negociable.
 En mi caso, descubro que mis gustos han sentido ancestralmente mínima empatía y afición hacia el género musical, hacia la expresión de los sentimientos más intensos mediante el baile, las canciones y la música, lo cual no me ha impedido disfrutar con cuatro o cinco películas de ese género, no más, y sentir tanto placer como envidia al ver bailar a Fred Astaire
 . Sin embargo, el cine negro inicialmente siempre me interesa. Y lo maldigo cuando lo utiliza un cretino
. Y la falsedad o la afectación se notan rápido. Es un género prestigioso que se lleva muy mal con los impostores.
 Descubre enseguida a los retratistas tontos de la corrupción y la oscuridad.
Film noir comienza con un extenso artículo del guionista y director Paul Schrader, ese profesional de los grandes estudios de Hollywood que paradójicamente estaba convencido de que el cine más hermoso y puro lo habían parido directores como Bresson, Ozu y Dreyer, en el que reflexiona sobre el género negro
. El hombre que escribió los guiones de Taxi driver y de Toro salvaje, el director de películas transparentemente negras como Blue collar, Hardcore y Posibilidad de escape, asegura: “El cine negro no es un género
. No se define por convenciones de contexto y conflicto, tal como ocurre en el western y el cine de gánsteres, sino más bien por aspectos más sutiles de tono y ambientación
. Una película se considera de cine negro por contraposición a las posibles variantes de cine gris o cine blanco.
 Una cinta sobre la vida nocturna de la ciudad no es necesariamente cine negro, y un filme de cine negro no tiene por qué girar en torno a la delincuencia y la corrupción.
 El cine negro se define más por el tono que por el género
. En lugar de regatear entre definiciones hay que intentar reducir el cine negro a sus colores primarios (todos los tonos del negro), esos elementos culturales y estilísticos a los cuales debe remontarse toda definición”.
El siguiente capítulo, firmado por Jürgen Müller y Jorn Hetebrugge, está dedicado íntegramente a una película que consideran la cumbre estilística del cine negro. Es La dama de Shanghái, de Orson Welles.
 Su calificación puede ser discutible, pero es fácil identificar las esencias del género no solo con lo que cuenta Welles en La dama de Shanghái y en la genial Sed de mal, sino, ante todo, con su lenguaje para narrar esas historias.
En el siguiente capítulo, titulado Introducción al nuevo cine negro y firmado por Douglas Keesey, hay opiniones con las que disiento excesivamente.
 Considerar La mala educación, de Pedro Almodóvar, o Inland Empire, de David Lynch, como emblemas actuales del cine negro, solo podría aceptarlo como un chiste desafortunado. Pero parece ser que el autor habla en serio.
 De cualquier forma, vuelvo a repetir, la excepcionalidad y la enorme belleza de este libro no reside en sus textos, sino en su impresionante colección de imágenes.
El subtítulo de Film noir es 100 all-time favorites, y a esas cien presuntas joyas del género dedican el resto del libro
. Coincidiendo con los juicios de Schrader, los editores incluyen en esa selección muestras del realismo poético francés y del expresionismo alemán, ateniéndose a que el género negro no se trata de un tema, sino de un tono.
 Comienzan con El gabinete del doctor Caligari, dirigida por Robert Wiene en 1920, y cierran la lista con Drive, realizada por el danés Nicolas Winding Refn en 2011.
 Las señas de identidad de la mayoría de esas películas son las de Estados Unidos, pero también hay muestras de cine negro europeo y asiático, e incluso una película parcialmente española, la tenebrosa El cebo.
Incluso para los gustos muy raros sería laborioso echar de menos en esa lista alguna obra fundamental del cine negro.
 Los míos, que son muy normales, siempre identificarán como lo más genuino y admirable de la negrura a directores como Lang, Wilder, Hitchcock y Tourneur.
 Y sé que tienen herederos a su altura como Michael Mann en Heat, Curtis Hanson en L. A. Confidential y David Fincher en Seven.
 Pero no encuentro dignos sucesores de Bogart y Mitchum, esas personalidades, estilos y almas que representaron la mejor negrura.
Film noir. 100 all-time favorites. Paul Duncan y Jürgen Müller. Taschen. 688 páginas. 39,99 euros.

Marlon Brando, un actor llamado deseo.................................................. Borja Hermoso

Se cumple una década de la muerte del protagonista de ‘El padrino'.

 

Marlon Brando, en la película de Elia Kazan 'Un tranvía llamado deseo'.
En los tranvías cabalgan los deseos y en los pisos vacíos crujen tarimas bajo el atropello carnal de lo prohibido. Mucho de eso saben los ángeles exterminadores, esa taxonomía que viaja a bordo del odio, el tormento, el sudor y el sexo.
 Animales salvajes sueltos en la tundra, estirpe inconfundible: aquí un coronel entre las sombras de la selva y de la locura, allí un macho otoñal entrando por el culo de una hembra extraviada, allá el irresistible pater familias del crimen organizado disfrazado de glamur, a lo lejos el caudillo de Roma en el laberinto del poder y al fondo del túnel los puños de Terry Malloy machacando las cabezas y las almas de los estibadores en los barracones del puerto.
En todas y cada una de esas escenas y de esas composiciones machihembradas en la muy fascinante aunque muy discutible fábrica del Actors Studio y a partir de ahí catapultadas directamente a la gloria, Marlon Brando (Omaha, 1924-Los Ángeles, 2004) nos interpela, nos seduce y nos interroga sobre nuestras miserias, que también son nuestras grandezas, a veces. Brando nos lleva al huerto y logra —como algunos elegidos, como Cary Grant, como Paul Newman, como Warren Beatty, como Al Pacino, como Jeremy Irons— que la sombra de una duda llegue a planear sobre la heterosexualidad de ciertos varones y sobre la homosexualidad de algunas señoras.
 No fue el más guapo, tampoco el más alto, pero su camiseta sudada en Un tranvía llamado deseo confirma en cada visionado el inagotable magma de morbo y hechizo que desprende una y otra vez este actor.
Marlon Brando, de cuya muerte se cumplieron diez años el lunes, ganó dos oscars, que es mucho, pero solo ganó dos oscars.
 Podía haber conquistado varios más. La siempre caprichosa (en el mejor de los casos) Academia decidió otorgárselos por sus trabajos en La ley del silencio (1954) y El padrino (1972).
 Sin el oro se quedaron joyas del calibre de El último tango (1973), Julio César (1953), ¡Viva Zapata! (1952) o Un tranvía llamado deseo (1951)... aunque por todas ellas resultó nominado a la estatuilla.
El visionado de sus películas confirma su magma de morbo y hechizo
Solo su furibunda vocación activista en defensa de los derechos de los indios norteamericanos puede ser comparada a su talento ante las cámaras.
 Cuando Hollywood lo ungió con su dedo y le dio el Oscar por El padrino, Brando decidió no ir a recogerlo y envió a una actriz amiga suya de origen indio para que defendiera la causa delante de los esmóquines, las limusinas y otros símbolos del poder.
Se casó tres veces y tuvo 16 hijos, tres de ellos adoptados
. El suicidio de su hija Cheyenne en 1995 —después de que otro hijo suyo, Christian, fuera enviado a la cárcel por asesinar al novio de esta— fue el golpe más duro de una vida destilada entre las luces de una embrujadora vis actoral y las sombras de una personalidad volcánica
. La personalidad de un actor llamado deseo.

Sin tregua y sin piedad............................................................... Carlos Boyero

El director palestino Hany Abu-Assad no es panfletario, sino realista y amargo.


Recurro a la memoria sobre el cine palestino que he visto en los festivales y en muy raras ocasiones en la exhibición comercial de los cines de este país y constato que en él no existe la menor tentación por el entretenimiento, el folclore, la comedia, géneros en los que pueda ser atenuado o disfrazado el agobio que les provoca su realidad.
 Apelando a la lógica deduces que los habitantes de esa parte del mundo marcada con odiosa frecuencia por la violencia y la tragedia también poseerán sus vías de escape de la realidad, que existirán narradores de aventuras y gente con sentido de la comicidad, historias para divertir a los niños y telenovelas amorosas, pero las escasas películas con nacionalidad palestina de las que he sido testigo casi siempre hablan de lo mismo, de la permanente belicosidad entre ellos y el pueblo israelí, de la imposible paz, del desgarro, el riesgo y el miedo.
 Atenuado ese drama por cierto y surrealista humor en el insólito caso del director palestino Elia Suleiman, cuya película más conocida es Intervención divina.
El estreno de Omar, dirigida por el palestino Hany Abu-Assad, coincide con noticias especialmente pavorosas que nos llegan de Israel y Palestina
. El asesinato de tres chavales judíos que habían sido secuestrados, el hallazgo del cuerpo calcinado de un crío palestino, presuntamente sacrificado en venganza por los colonos israelíes, la previsible y siempre desproporcionada respuesta militar de Israel cuando matan a uno de sus ciudadanos.
 O sea, la terrible historia de siempre, el renovado catálogo de barbaridades, la sensación de que esa guerra entre fuerzas tan desiguales es a perpetuidad, que algo tan razonable como una paz duradera pertenece al reino de la utopía.
En Paradise now, una anterior película de Hany Abu-Assad, este contaba las múltiples dudas sobre la obligación de inmolarse, recibiendo a cambio la bendición de Alá en la eternidad, de un joven palestino al que sus jefes le exigen que actúe como terrorista suicida.
 Nada era lineal en la visión del director, todo desprendía vocación de complejidad.
En Omar retorna a ese territorio volcánico en el que las erupciones no son la excepción sino la norma. Y la lava la provocan y la sufren todos
. La protagoniza un palestino especializado en jugarse la vida saltando ese muro ignominioso. Lo hace para ver a la mujer de la que está enamorado.
No es el único. Y para que ese amor termine en matrimonio no solo tiene que estar de acuerdo la dama, sino ante todo su familia
. Y no solo va a encontrarse con esa mujer
. También con sus colegas. Se sienten humillados, agredidos y acorralados por los soldados israelíes. Son el irreconciliable enemigo
. Y refugiados en la oscuridad, matan a un soldado.
 La represalia estará protagonizada entre otras cosas por la abominable tortura física y psicológica, esa actividad que transforma en un guiñapo a sus victimas, que quiebra las voluntades más solidas, a la que nadie puede resistirse.
Hany Abu-Assad no es panfletario ni maniqueo.
 Describe la fragilidad de la voluntad humana ante el chantaje, la traición hacia su propia gente motivada por la necesidad de sobrevivir, el terror o los privilegios que aporta venderse al enemigo. No simplifica las cosas salvando o condenando a los personajes.
Es realista y amargo. Hace creíble la interpretación de actores que no parecen profesionales.
 Te contagian el malestar, el desasosiego y la incertidumbre de los personajes.
La realidad debe de ser muy parecida a lo que describe este interesante director.