Gran parte de las películas a las que dedica su conocimiento y su
amor un libro que equivale al hallazgo de un tesoro, algo a lo que nos
tiene gozosamente acostumbrados la editorial Taschen y titulado
Film noir,
es cine en blanco y negro, algo inencontrable en la programación de las
televisiones y de las salas de cine, también cada vez más escaso en DVD
y Blu-ray.
Y compadeces por ello a la cinefilia joven, que imagino
existente, aunque cada vez que observo a los ocupantes de los cines que
frecuento, siempre en versión original, es insólito encontrarte a
espectadores menores de treinta años e incluso de cuarenta.
Te apena que
a la gente joven que está enganchada a ese amor irrenunciable les
resulte tan arduo el acceso a ese cine negro (o blanco, o rojo, o verde,
maravillosamente antiguo) que a tanta gente mayor nos hizo feliz, que
solo puedan toparse con gran parte de los clásicos a través de las
filmotecas.
Este primoroso libro, de cuya edición son responsables Paul Duncan y
Jürgen Müller y que precisa de un atril para ser degustado con
comodidad, ya que sus setecientas páginas pesan muchos kilos, es una
exhaustiva antología de un género imperdurable
. Las opiniones críticas
que aparecen pueden ser discutibles, pero resulta incuestionable el
apabullante despliegue visual de este libro que no solo dona información
sobre un género apasionante, sino que también posee olor (qué colocón
proporciona esnifar el papel de lujo, otro de los placeres de la lectura
que jamás podrá lograr el libro electrónico, tan promocionado y
triunfante él, tan frío, tan odioso) y sabor, de un homenaje que está a
la hermosa y perturbadora altura estética del género al que está
dedicado.
Observar esta maravillosa impresión de más de un millar de
fotografías supone revivir rostros, secuencias, personajes, ambientes,
diálogos, atmósferas que han marcado tu vida cinéfila (¿existe otra
existencia mejor?) desde que eras un crío. En mi caso, leer los textos
que acompañan a esas imágenes puede ser prescindible, ya que tengo
abundantes datos de la biografía y la obra de la gente que hizo posible
esas películas y también recuerdo nítidamente algunas frases y diálogos
míticos, pero mirar una y otra vez esas imágenes renueva las impagables
sensaciones que tuve al ver esas películas por primera vez en su
habitáculo natural, en la sala oscura.
Este libro no solo representa un
tributo y una evocación del cine negro
. También tiene poderes onanistas
para los que siempre hemos estado colgados con ese fascinante universo.
Las imágenes de
‘Film noir’ renuevan
las impagables
sensaciones que tuve
al ver esas películas
por primera vez
Y puede que en alguna época hayas pretendido autoconvencerte en vano
de cosas tan falsas como que los géneros no importan, sino la calidad
con la que están tratados.
Es una opinión negociable.
En mi caso,
descubro que mis gustos han sentido ancestralmente mínima empatía y
afición hacia el género musical, hacia la expresión de los sentimientos
más intensos mediante el baile, las canciones y la música, lo cual no me
ha impedido disfrutar con cuatro o cinco películas de ese género, no
más, y sentir tanto placer como envidia al ver bailar a
Fred Astaire
.
Sin embargo, el cine negro inicialmente siempre me interesa. Y lo
maldigo cuando lo utiliza un cretino
. Y la falsedad o la afectación se
notan rápido. Es un género prestigioso que se lleva muy mal con los
impostores.
Descubre enseguida a los retratistas tontos de la corrupción
y la oscuridad.
Film noir comienza con un extenso artículo del guionista y director
Paul Schrader,
ese profesional de los grandes estudios de Hollywood que
paradójicamente estaba convencido de que el cine más hermoso y puro lo
habían parido directores como Bresson, Ozu y Dreyer, en el que
reflexiona sobre el género negro
. El hombre que escribió los guiones de
Taxi driver y de
Toro salvaje, el director de películas transparentemente negras como
Blue collar, Hardcore y
Posibilidad de escape, asegura: “El cine negro no es un género
. No se define por convenciones de contexto y conflicto, tal como ocurre en el
western
y el cine de gánsteres, sino más bien por aspectos más sutiles de tono y
ambientación
. Una película se considera de cine negro por
contraposición a las posibles variantes de cine gris o cine blanco.
Una
cinta sobre la vida nocturna de la ciudad no es necesariamente cine
negro, y un filme de cine negro no tiene por qué girar en torno a la
delincuencia y la corrupción.
El cine negro se define más por el tono
que por el género
. En lugar de regatear entre definiciones hay que
intentar reducir el cine negro a sus colores primarios (todos los tonos
del negro), esos elementos culturales y estilísticos a los cuales debe
remontarse toda definición”.
El siguiente capítulo, firmado por Jürgen Müller y Jorn Hetebrugge,
está dedicado íntegramente a una película que consideran la cumbre
estilística del cine negro. Es
La dama de Shanghái, de
Orson Welles.
Su calificación puede ser discutible, pero es fácil identificar las esencias del género no solo con lo que cuenta Welles en
La dama de Shanghái y en la genial
Sed de mal, sino, ante todo, con su lenguaje para narrar esas historias.
En el siguiente capítulo, titulado
Introducción al nuevo cine negro y firmado por Douglas Keesey, hay opiniones con las que disiento excesivamente.
Considerar
La mala educación, de
Pedro Almodóvar, o
Inland Empire, de
David Lynch,
como emblemas actuales del cine negro, solo podría aceptarlo como un
chiste desafortunado. Pero parece ser que el autor habla en serio.
De
cualquier forma, vuelvo a repetir, la excepcionalidad y la enorme
belleza de este libro no reside en sus textos, sino en su impresionante
colección de imágenes.
El subtítulo de
Film noir es
100 all-time favorites,
y a esas cien presuntas joyas del género dedican el resto del libro
.
Coincidiendo con los juicios de Schrader, los editores incluyen en esa
selección muestras del realismo poético francés y del expresionismo
alemán, ateniéndose a que el género negro no se trata de un tema, sino
de un tono.
Comienzan con
El gabinete del doctor Caligari, dirigida por Robert Wiene en 1920, y cierran la lista con
Drive, realizada por el danés
Nicolas Winding Refn
en 2011.
Las señas de identidad de la mayoría de esas películas son las
de Estados Unidos, pero también hay muestras de cine negro europeo y
asiático, e incluso una película parcialmente española, la tenebrosa
El cebo.
Incluso para los gustos muy raros sería laborioso echar de menos en
esa lista alguna obra fundamental del cine negro.
Los míos, que son muy
normales, siempre identificarán como lo más genuino y admirable de la
negrura a directores como Lang, Wilder, Hitchcock y Tourneur.
Y sé que
tienen herederos a su altura como
Michael Mann en
Heat, Curtis Hanson en
L. A. Confidential y
David Fincher en
Seven.
Pero no encuentro dignos sucesores de Bogart y Mitchum, esas
personalidades, estilos y almas que representaron la mejor negrura.
Film noir. 100 all-time favorites. Paul Duncan y Jürgen Müller. Taschen. 688 páginas. 39,99 euros.